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Número 265-266

Serie XXVII

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Un libro mártir

UN LIBRO MARTIR (*)
POR
Enfermo ya de cuidado Eugenio Vegas, iba a verlo con fre­
cuencia aunque estuviese con él poco rato para no cansarle. Ha-
1;,laba poco contra su habitual costumbre de gran conversador y
amigo de tertulias constructivas para la difusión de sanas ideas
socio-políticas. Sin embargo, aun cansado, no cesaba en su Jabor
de enseñanza
doctrin.al que le obsesionaba .como un deber. Con
éste criterio me recomendó la lectura de unos libros que me
dejó · para que me documentase so):,re un terna que le parecía
fundamental
y que, precisamente, fue el que determinó su voca­
ción política: el mal menor, que había sido objeto de discusión,
recientemente, en un circulo de
amigos. Tales libros fueron: }?.evo­
luci6n y Contrarrevoluci6n en España, del padre P. Vélez, OSA;
el tercer tomo de las obras de Ramón Nocedal q1.1e trataba del
mal menor, y La Unión de los Católicos del P. Contado Muiños,
agustino de El Escorial, que sostenía
t~sis contrarias a las de
Noddal. · ·.
Los tres libros me parecieron interesantes. De los dos últimos
se deduce claramente cuál era la situación socio-política de ]a
época, y creo yo q1.1e se sacan suficientes argumentos para com­
prender la actiiud firme del tradicionalismo, pese a destemplan­
zas, intransigencias y excesos de lenguaje, que no estuvieron
solo en el sector carlista, sino. que fue común a todos. El pri­
mero,
al que Eugenio llamaba libro mártir por haber sido des­
truido en la imprenta por elemen¡os revolucionarios; salvándose
solo varios ejemplares que él recogió unos días antes del
Alza­
miento, constituye un interesantísimo estudio sClbre el posibilis­
mo y sus tácticas durante la segunda República, que considero
indispensable rescatar para
evit.ar su pérdida. Lo que sigue es
un resumen
de dicho libro, que he procurado sea bastante com­
pleto, inchiido el prólogo de d,m Víctor -Pradera, con una in-
(*) · Resumen de la obra del P. P. Vélez, OSA, Rcvoluci6n y Contra­
rrevolución en España, publicada por Cultura Española, Madrid, 1936.
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troducción sobre don Angel Herrera, principal defensor de las
tácticas .posibilistas, y ,pequeñísimas observaciones o comentarios
hechos pot mí en la realización del resumen.
l. Don Angel Herrera Oria · y sus obras apostólicas
El 19 de diciembre de 1886 nació en Santandet don· hngel
Herrera Oria, Su padre era oriundo de la. montaña y su madre
.madrileña. Cursa
sus' estúdios en Valladolid y Deusto y en 1905
se licencia en Derecho
por la Universidad de Salamanca. En
1907 ingresa por oposición en el Cuerpo de Abogados del Es­
tado y es destinado a Burgos.·
En 1908 consigue el grado de
Doctor en Derecho
por la Universidad de Madrid y pide la ex­
cedencia en
el Cuerpo de Abogados del Estado. En 1909 se crea
en Madrid, por el P. Ayala,
jesuita, la Asociación Católica Na­
cional de Jóvenes Propagandistas (A. C. N. de P:), y don Angel
Herreta
· es elegido su primer Presidente. Se acuerda solicitar del
Pontífice
Pío X unas «normas de orientación para sus propa­
gandas futuras»,
y el cardenal_ Merry del Val; español, Secretario
de. Estado del Vaticano les anuncia el envío próximo de unas
«normas que ayudarán a
esclarecet los principales cuestiones que
entre nuestros católicos se plantean».
Don José M.' Urqúijo,
protector de la naciente asociación envía a Roma al joven y
activo Presidente para entrevistarse con el Pontífice.
La A. C.N. de :!>. adquiere la cabecera de un pequeño perió­
dico madrileño,
El Debate, nuevo nombre en sustitución de .otro
anterior creado· por el periodista Mataix · y que había sido sus­
pendido, para eludir
la prohi,l,icióri y así asegurar la continuidad
de contacto con el póblico,
procedimiento frecuente en aquella
época. Es nombrado Director don
Angel Herrera y el día l de
noviembre de 1911 sale a
la calle el mencionado diario en su
nueva andadura.
El f!amente director, que no tenía experiencia
en estas lides, pero sí grandes dotes de organizador, introdujo
e.ti el mismo, desde el primer momento, importantes mejoras
que le hicieron adquirir rápidamente un creciente desarrollo. Un
año más
tarde, el 23 .de noviembre de 1912 se constituye la
«Editorial Católica» (EDICA), que habría de
ser. fuente de nu­
merosas y solventes publicaciones.
En 1919 interviene en la fundación de la Confederación Na­
cional de Estudiantes Católicos. En 1921 participa en el estable­
cimiento en España de
la asociación Pax R<;mana. En 1924 or­
ganiza la Juventud Católica Española. En 1926 crea la Escuela
de Periodismo
de El Debate.
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UN LIBRO MARTIR
En 19 31, al proclamarse la República después de unas elec­
ciones municipales en las que triunfaron mayor número de can­
didatos monárquicos, salvo en: las grandes poblaciones en · que
alcanzaron mayoría los republicanos, don Angel Herrera consideró
que era
deber de los católicos. acatar con 1ealtad al nuevo régimen
establecido, y fundó en
brevísimo tiempo el partido Acción Na­
cional, poco de5Pués Acción Popular (al prohibirse en los mismos
el uso del vocablo nacional), que inicialmente recogió a todas las
derechas y gente de orden. Defendió desde el principio la acciden­
talidad
de las formas de gobierno y enseguida oedió la presidencia
al joven catedrático don José María Gil Robles. Pronto la ac­
cidentalidad . proclamada se transformó en adhesión fiel a la Re­
pública, para terminar en un sirioero " formal.
· ·
En 19 3 3 fuodó Herrera el Centro de Estudios U niversita­
rios
(CEU), el .Instituto Social Obrero (ISO), y la Universidad
de verano de Santander. Ese mismo año deja la dirección de El
Debate y pasa a ocupar la presidencia de Acción Católica Es­
pañola.
Al estallar la cruzada española en 1936, marcha a Fribw:go
e ingresa en el Seminario para hacerse. sacerdote. Es ordenado el
28 de julio de 1940 y en 194 3 es destioado a la parroquia de
Saota Lucía en Santaoder. Funda en Madrid, dentro de la Edito­
rial Católica, la
Biblioteca de Autores Cristianos (BAC). El 24
de abril de 1947 es nombrado obispo de Málaga, siendo consa­
grado
el 3.0 de junio. En 1949 es designado .consiliario de la.
A. C. N. de P. En 1952 crea el Instituto Social León XIII. En
1958 es elegido Presidente de·la Junta de Gobierno de la Edito­
rial Católica (EDICA). El 25 de enero de 1965, el Papa Pablo
VI
le nombra cardenal.. El 27 de agosto del año siguiente reouncia
a la diócesis de Málaga, de acuerdo con las nuevas normas con­
ciliares, sieodo
el primer Prelado al que se le aoeptó oficialmente
tal renuncia, que le ocasionó grao tristeza. Muere en Madrid,
el
28 de julio de 1968, veintiocho aniversario de su ordenación
sacerdotal.
·
Hasta sus últimos momentos conservó su fiebre creadora de
obras e instituciones
al servicio de la Iglesia, de conformidad
con sus criterios de adaptación a las circunstancias de cada ins­
tante, y de que, lo que creaba fuese perfecto eo cuanto a .la
naturaleza de la obra emprendida; el calificativo de católica de
las instituciones organizadas era un· adjetivo en cierto modo se­
cundario, aunque procuraodo, por supuesto y como principal, la
eficacia de las obras al servicio del adjetivo con que se califica'
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GABRIEL ALFEREZ CALLEJON
han. El criterio es indudablemente acertado, siempre que se pue­
da disponer de los medios
adecuados para los fines perseguidos,
pero sin subordinar nunca éstos a aquéllos, lo accesorio a lo
principal.
· Siempre utilizó en sus obras la táctica de aceptar cualquier
situación, como mal menor, y dentro de ella procurar el bien·
posible.
2. Críticas de Víctor Pradera a las tácticas posihilistas de
Herrera
Víctor Pradera, asesinado en San Sebastián al principio de
nuestra contienda civil,,
en el prólogo escrito unos meses antes
para el libro
al que después nos referiremos, del padre P. Vélez
(OSA), titulado Revolución y contrarrevolución mundial en Es­
paña, nos dice lo, siguiente, en su rotundo estilo poco dado a
falsas complacencias
y amabilidades cómplices: '
«La doctrina causa de nuestros males, es la del bien ·posible;
el hecho, la separ~ción de las fuerzas de derecha provocada por
l.a CEDA ( Confederación Española de Derechas Autónomas, crea­
da
álrededor de Acción Popular) para participar en el gobierno
como
auténtico partido republicano, y el hombre, don Angel He-.
rrera».
Y continúa seguidamente: «Es notorio que ante dos males que
nos amenacen, nuestro esfuerzo debe oponerse primariamente
al
mayor," y que no nos es pata nuestra pequeñez». Pero ambas cosas· son manifestaciones
de
ímperfección, Lo perfecto es el bien y a él debemos aspirar
aunque no
lo consigamos del todo por nuestras limitaciones y
las· circunstancias~
El mal, aunque sea menor, no es razonable desearlo. Se acep­
ta, no como tal, sino en lo que tiene de bien -aunque 1nenor­
al relacionarlo con el ideal a que debe aspirarse. El mal es la
ausencia del. bien, y en el mal. mayor habrá, por consiguiente,
mayor ausencia del biei.:i. Por · tanto, en· pura lógica, al mal, aun
men9r, se le soporta en espera de poder mejorar la sitúaeion
insuficiente de que se trate, pero no se le quiere. Sin embargo,
«por una incomprensible aberración
se le proclamó como fin de
una política»
(vid. P. Vélez, op. cit., prólogo, págs. VI y VII).
Como si los católicos fuesen incapaces, por
sí mismos, de alcan­
bar el bien, por lo que su objetivo debe ser lograr un mal menos
grave, o en su caso, conform~se ,con .el bien que sus ene:rhígos
quieran tolerarles (vid. prólogo citado, pág. VIII).
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Este criterio de. olvido del ideal y fijarse como meta con-'
seguir el mal menor, nos ha llevado, en nuestros días, por mala
fe .o por pura rutina y acostumbramiento, como más adelante
veremos, a considerar como ideal esa situaci6n
de insuficiencia
que
el mal menor representa;· sin que ni siquiera nos planteemos
la posibilidad o prop6sito de salir de ella, Es decir, en la dis­
tinci6n clásica de tesis e hip6tesis, entre el ideal y la deficiente
. situaci6n que dolorosamente se soporta, que hizo furor en famo­
sas polémicas del pasado siglo y hasta fue objeto. de cuchufletas
en coplas
y zarzuelas, la hip6tesis se ha convertido en tesis, es
decir, en el ideal o situación perfecta que verdaderamente se
podría decir que incluso desconocemos. Ignoramos la verdad y
atribuimos al error la condici6n de aquélla. Esta .es realmente la
situación en ·que . actualmente--nos . encontramos, más a~
incluso que·en él año 1936, en que Pradera escribió el prólogo
que estamos .comentando.
En estas condiciones, dice el prologuista mencionado, el mal
menor es el mayor de
los. males;. pues .actúa como una enferme­
dad latente y solapada
que, por su apariencia más benigna o in­
trascendencia, no le damos importancia ni le
ponemos remedio,
al contrario de lo que sucedería' ante síntomas alarmantes, frente
a los
cuales haóamos los mayores sacrificios para recuperar la
salud
perdida.
«
¿C6mo iba' a vencerse ni a moderarse siquiera algo a fondo
la revolución, en alianza para ello · con · ¡os mismos · revoluciona'
rios?», escribe el P. Vélez, La. colaboración con el gobierno, las
constantes concesiones, ¿adónde podrían
co_nducir sino a un
adormecimiento·
O' modorra progresiva y al total fracaso?
Como reconocen,
tanto el prologuista como el autor del libro
a· que nos estamos refiriendo, don Angel Hertera fue· una . gran
organizador -hombre de fóos ficheros como alguien lo califi­
c6-más que de pensamiento, sin que tampoco se deban poner
en duda su buena fe y su amor a la religi6n y a la patria.
Una cultura religiosa imperfecta en quien pretende ejer=
un magisterio sobre los caiólicos españoles, tanto en el terteno
dogmático como en el politico,
no podóa conducir sino a úna
verdadera catástrofe. A ello hay que añadir una cultura polltica
deficiente, extraída de experiencias foráneas.
Lo anterior se agrava con una · interpretaci6n muy peculiar
de encíclicas
y textos pontificios de los que se toman párrafos
aislados o
se suprimen los que esto•ban para· el fin que se per-• • • 1 stgue.
Así, vemos que cuando «León XIII define a los gobiernos
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GAJJRIEL ALFEREZ. CALLEJON
de hecho como ,aquellos que se fo:rmao por la desaparición de los
que existían, por crisii agudas, con frecuencia sangrientas, y con
el fin de defender a .los mismos contra un . estado de cosas que
lo p,:rturba ( el Derecho} tan profundamente y restablecer la paz
pública con la tranquilidad del orden, Herrera llama gobiernos
de hecho a o¡alquiera que haya tenido la fortuna de -triunfar en
una revuelta contra
. el legítimo poder. Si Pío XI sienta como
obligación de los súhditos católicos ante gobiernos constituidos
la . tranquila sujeción, Herrera la extiende a la adhesión. Si
León XIII condena el desprecio a la potestad legitima, Herrera
carga sobre el ciudadaoo católico la obligación de respetar
todo
poder.
A la terminante prescripción de León XIII .por la que la
resi¡tencia es un deber y la obediencia un crim,en cuando las leyes
de los Estados están
en abierta oposición con el derecho divino,
oponen los secuaces de Herrera, en actos de gobierno, la necesi­
dad de cumplir
las leyes injustas mientras no sean derogadas, y
aun las llevan a cumplimiento efectivamente. Si León XIII es­
tablece la legitimidad de ejercicio de un gobierno de hecho en la
necesidad social de reprimir la anarqula y mantener el orden
público,
Herrera la reconoce aun en aquellos que de hecho fo­
mentan las. anarq,;ía y ,toleran las perturbaciones en el orden pú­
hlico.
Si Saoto .Tomás sienta que la sedición· .es por su género
pecado mortal,
Herrera, al invocar la sentencia aote un auditorio
que la encuentra muy cómoda, Sustta_e siempre a su conocimiento
el complemento de aquélla, formulado a continuación por el gtan
Santo y que dice así:
el régimen tiránico no es ÍUNO porque no
se ordena al bien común, sino al bien privado del que gobierna,
como dice Aristóteles; y por tal motivo, la perturbación de este
régimen no tiene razón de sedición}· 'a no ser, tal vez, cu.andó tan
desordenadamente se perturbe el régimen del titaoo que la mul­
ritud. sometida sufta mayor detrimento por la perturbación con­
siguiente que por el gobierno del tirano; pero más sedicioso es
el tirano. Donde León XIII proclama que, de hecho, las formas
de
gobiérno nacen del conjunto de circunstancias históricas o na­
cionales pero siempre humaoas, que hacen surgir en una nación
sus leyes tradicionales y aun fundamentales y
a ellas se encuentra
determinada tal fotma particular
de gobierno, tal base de trans­
misión
de poderes, Herrera ha encontrado el pretexto justifica,
dor de su do.ctrina de. la . accidentalidad de las formas" de. gobier­
no.
Si León XIII estima como pendiente que Conduce a la titaoía
la entrega de las leyes al arbittio de la multitud más numerosa,
Herrera·
mantiene el sufragio universal inorgánico, pretendiendo
corregirlo
COI! el sistema de la representación proporcional, de
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UN LIBRO MARTIR
naturaleza puramente formal. Y, finalmente, para no hacer inter­
minable esta
telaci.ón, si León XIII, salvando la dignidad del
poder dejó inequívocamente sentado. que por
la elección nó se
confieren los derechos del
principad<> ni se da el mando, sino que
se establece quién lo ha · de ejercer, Herrera ha hablado de la
forma de gobierno que el pueblo se ha dado a sí mismo» ( vid.
Vélez,
op. cit., prólogo, págs. XI, XII y XIII). Creemos que
valía la pena rea:,ger, con la extensión que hemos hecho, lo
principal del prólogo de Pradera
y más tratándose de un libro
prácticamente inexistente.
3. Un libro clarificador:
mundial en Éspaña
revolución y contrarrevolución
El libro del padre P. V élez, asesinado en Madrid al comienzo
de
la guerra civil, fue igualmente destruido en los talleres en
que fue impreso en julio de 1936, por
las milicias rojas del go­
bierno de la República, salvándose únicamente varios ejemplares
recogidos algunos días antes
por Eugenio Vegas. Está integrado
básicamente por tres artículos: El primero, publicado en 1933
en
la revista agustiniana Religión y Cultura, con el epígrafe, La
lección divina de la revolución española; el ·segundo, titulado La
revolución y la contra"evolución en España, escrito en enero
y publicado en febrero de 1936 en la misma revista de la citada
Orden,
y el tercero, escrito a primeros de marzo del mismo afü;>
1936 y publicado en el número de Acción Española, correspon­
diente a dicho mes,
bajo el título Después de la batalla electo­
ral y el subtítulo La lección de la d=ota, Luego fueron recogi­
dos en el librp de que no.s estamos ocupando, con el prólogo
referido de don Víctor Pradera y un epílogo Remachando en el
clavo. Consta
de 130 páginas y se terminó. de imprimir en. los
talleres de Gráfica Universal, el 11 de julio de 1936.
La misión religiosa
es espiritual y no política, pero cuando
los derechos de Dios son atacados por
la política, es deber de
los fieles defenderlos,
y en primer término por .sus representan­
tes, Por otra ¡,arte, los religiosos y los ministros de la Iglesia
son
también ciudadanos y deben procurar el bien común de la
sociedad.
Deben amar al hombre y combatir el error; amar la
verdad y luchar por ella sin soberbia y sin ensañamiento, pero
también sin
.cobardía y sin miedo.
Esto
es lo que se propone eLP. Vélez en su J;bro «mártir»:
hacer UI) examen de . conciencia y s 835
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parecen más adecuados · para salir del atolladero, poruendo de
manifiesto · el fracaso de las tácticas de aproximación al enemigo
para ver qué se puede conseguir de él, y amortiguar de este
modo los males que
nos aquejan.
4. La lección divina .de la revolución española (1931): exa­
men de conciencia
La lección divina de la revolución española -,-en el primer
bienio de
la República-es que Dios nos manda pruebas y tri­
bulaciones, no para castigarnos sino para que
hagamos examen
de conciencia y formemos firme
propósito de tortegimos (P. Vé­
lez op. cit., pág. 12).
Y o creo que, según los grandes pensadores y tratadistas de
la
Filosofía de la Historia, los pueblos y las naciones purgan en
esta
tierra sus pecados y faltas colectivas, puesto que no existe
para ellos otro mundo. Existen leyes sociales que son de tan
riguroso y estricto éumplimiento como las leyes
físic.as. Conforme
a éstas,
si un cuérpo se deja libre en el espacio, indefectible­
mente cae atra$do por la masa mayor, de acuerdo con lo deter­
minado por
la ley de gravedad. Según las· normas sockles, el
abandono o desprecio de la moral y la justicia, la corrupción de
las costumbres y el
olvido de la Ley eterna y el Derecho natu­
ral, acarrean fatalmente la ruina y depravación de las poblaciones.
que incurren en las referidas faltas.
En tales situaciones de crisis, sí de verdad se desea salir de
ellas,
es indispensable hacer un·· serio examen de conciencia y
formar
un. firme propósito de enmienda, poruendo todos los me­
dios necesarios para conseguir con eficacia verdadera, y no con
aparente
mejora, positivos resultados.
Lo primero que se impone es un serio examen de cOnciencia.
«Es cierto que hoy está todo el mundo en una crisis más
vasta y profunda que la producida con la caída del Imperio
romano. No
se trata tan solo de reformar o sustituir un viejo
y gastado régitnen político con otro, sino de destruir los valo­
res básicos y tradicionales
de nuestra civilización y cultura, em­
pezando por el supremo de la religión, la cual, siendo la mejor
fuente y garantía de salud espiritual y aun temporal· de
las s<>­
ciedades, es, sin embargo, la institución más combatida por el
espíritu satánico de los revolucionários. Se presenta ante las mu­
chedumbres abandonadas e índoctas como el -opio de los pueblos;
y en esto como en todo, los revolucionarios de hoy no han hecho
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sino sacar los corolarios de los principios del. llamado derecho
nuevo,
proclamados por la insensata filosofía racionalista, incré­
dula y atea del siglo xvm, crimen de Estado, según la frase la­
pidaria del P. Ceballos; convertidos en torrentes .de sangre por
la fatídica revolución francesa, madrastra de todas las posterio,
res; y recogidos y amparados en las constituciones modernas
durante
el siglo XIX y parte del xx por el estúpido y contradic­
torio liberalismo
doctrinario y absurdamente patlamentario, que
ha sido el verdadero venenó de los pueblos,
la víbora, cuyo hijo
natural y matricida según nuestro Donoso
Cortés, la raz6n y la
historia,
es el viborezno del socialismo en todas . sus fases y en
sus más transformadoras
y catastr6ficas consecueµcias» (Vélez,
op. cit.,. págs. 14 y 15) .
. «Es indiscutible que había y todavía hay mucho que refor­
mar y
renovar en la organización socia¡.y en el régimen pol!tico
de las naciones europeas y americanas», pero lo que
se ha hecho
o intentado hacer no ha sido eso, sino destruir la fe, la moral
y la
religión cristianas. ..
Han existido intentos de restauraci6n, pero han sido desafor­
tunados por ignorancia. de lo que
se debía querer o debilidad
en
acometer las convenientes · y verdaderas reformas. Algunas
voces aisladas han clamado en el desierto, pues no han sido
escuchadas por quienes detentaban el
poder, ni secundadas por
un respaldo social suficiente.
La falsa restauración de 1876, la dictadura -o dictablan­
da-de Primo de Rivera y el paternalista y prolongado gobierno
tecn0ctático de Franco, pese a la prosperidad económica conse­
guida, no consiguieron orientar la nave. del Estado
por los de­
rroteros de la verdad política.
Arrancando del primer momento de los· acabados de
citar, se
puede decir que sus más. altos y destacados representantes como
Cánovas, Canalejas y Maura, fueron víctimas de
llll. sistema. fra­
casado. «Así, los políticos de
la restauración, muchos de los
cuales veneraban a la Iglesia,
desconocían el catecismo, admitían
con Kant la absoluta libertad de pensamiento en la prensa y en
la cátedra, y mientras
no se llegara · a vías de hecho, permitían
toda clase de propaganda, aun
la más errónea y subversiva y
cl,asta la injuriosa y calumniadora de . las instituciones más ve­
neradas y respetables de la sociedad. De este modo iban a la
cárcel o a la horca el que tiraba una bomba o trastornaba el
orden público, y seguía libre vomitando
la metralla de sus ideas
incendiarias, el inductor moral y principal autor del crimen»
(op. cit., págs. 24-25). A esto hay que agregar la falsa constitu-
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ción del parlamento,, que no representaba a la nación. Primo de
Rivera acab6 con la apariencia de gobierno· y farsa del parlamen­
to, nos dio
la paz de Marruecos, mejoró nuestra economía y
elevó el prestigio internacional de España, pero «dejó intacto el
principio liberal del
régimen», no purificó la administración pú­
blica, no resolvió el problema escolar, y a lo que dejó de hacer
hay que agregar algunas cosas que
hizo mal. A su caída, lo que
se llamó «el tránsito a la normalidad constitucional, se convirtió
eri poco más de un año· en el triunfo de la revolución». Su suce­
sor, Berenguer, fue como la mujer de York, un hombre de tris­
tes destinos.
Los mismos monárquicos trajeron la república, como
los godos trajeron a los moros (vid.
pág. 27). La historia se re­
pite, porque la psicología humana es siempre la misma. «Mucho
antes de caer Alfonso
XIII, los reyes de España eran Giner de
los Ríos y Pablo Iglesias. Por eso mismo,
al ver muchos espa­
ñoles la incapacidad de los gobernantes monárquicos para toda
obra
de saludable gobierno, votaron, más que por la república,
contra
la monarquía» (vid. Vélez, op. cit., pág. 28). Creernos
que en este juicio está equivocado
el P. Vélez. Si votaron contra
la monarquía no
fue por la incapacidad de sus gobernantes para
corregir el rumbo de la· nave del Estado, sino porque querían
que
el barco navegase por nuevos derroteros, aunque verdade­
ramente ignorasen cuáles deberían· ser éstos.
No
es que no se quisiera hacer el bien; es que no se sabía
qué
lo era y c6mo hacerlo. Se desconocía el magnliico libro de
Gabino Tejado sobre El catolicismo liberal, el ensayo de Donoso
Cortés sobre El
c"tolicismo, el liberalismo y el socialismo y otras
obras semejantes. Se
vivía en el aspecto activo en el absurdo
de permitir las causas y rechazar
.las consecuencias, y en el pasivo
en
el de permanecer tranquilamente en· tan· disparatada situación
(vid.
Vélez, op. cit., pág, 32).
«Si se niega a Dios o se vive como si no existiera, siendo
Dios el primer fundamento y último fin de todo, ¿ qué respeto
merecerán la moral,
la familia, la escuela,' la propiedad, el tra­
bajo,
el orden y la autoridad? ¿No sería esto el caos y el fin del
mundo
y. para nosotros el finis Hispaniae»? (op. cit., pág. 33).
Lo expuesto lleva al autor, como .de la mano, a tratar de lo
que, siguiendo a San Agustín llama
la segunda parte de la lección
divina de la revolución española,
es decir, el propósito de en­
mienda y la aplicación de los remedios adecuados para vencer a
la revolución: un frente
único contrarrevolucionario eficaz y la
plena restauración católica.
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5. El ~amino de. la restauración: propósito de enmienda; re­
medios para salir del mal .
El primero y más urgente remedio será sin duda alguna · 1a
uni6n de todos los que condenan los excesos de la revoluci6n y
creen que hay que salvar a· todo trance los principios básicos de
toda sociedad: religi6n, patria, familia, justicia, libertad y orden
( vid. op. cit., pág. 36 ). . ·
Para alcanzar el poder, no repararon en medios los actuales
gobernantes, y prometieron complacer a los más extremistas sin
considerar que,
en el tren de la revoluci6n cada pasajero tomaba
su billete para diferente destino
(vid. pág. 37). ·
«Si la gente de orden no se une cuanto antes para evitar que
el poder caiga, para· su daño y de todos, en inanos de las indoc­
tas. y apasionadas muchedumbres, vendrá la· catástrofe, por fatal
e
irremediable l6gica de los acontecimientos. De ahí_ la necesi­
dad urgente e
inaplazable de la uni6n de cuantos estén dispues­
tos a luchar por la salvación de los principios de toda sociedad
bien constituida,
progresiva, culta y civilizada» ( vid. op. cit., pá­
gina 39). Tal uni6n precisa un jefe y tin programa para que
todos sepan a quién deben obedecer, y
por qué principios deben
luchar, a los cuales deberá ajustarse el gobierno que se constituya
una vez conseguido el triunfo del frente contrarrevolucionario
(vid. op. cit., pág. 40). _ '
·
El segundo remedio es «el pleno robusteciiniento intelectual
y moral, individual y -rolectivo, del espíritu cat6lico, que es el
verdadero espíritu cristiano».
Hay que hacer de la Iglesia el
alma y hasta la carne y la sangre de· toda_ nuestra vida, con un
vigor, una sabiduria y un celo mayores de los que hemos tenido
en una situación política y social engañosa, que sin ser buena
no parecía mala sino soportable, y, pcr eso, ha sido funesta.
«Ella nos ha llevado, como cat6licos, a las puertas de las catacum­
bas, y, como españoles, a
un. período no de renovaci6n sirto de
liquidación desastrosa. Por eso estamos como estamos; y así ho
estaríamos si, dándonos perfecta cuenta de los males que; éomo la
caja de Pandara, llevaba en su seno el falso y pernicioso sistema
inaugurado
en 1876, que· rto era sino la revolución misma dis­
frazada de conservadora y
por lo mismo más temible, hubiése­
mos procurado, principalmertte los eclesiásticos, contrarrestar, en
la medida suficiente y aun superabundante, los malos efectos del
régimen político
en la sociedad por medio de una vásta, cons­
tante, met6dica
· y completa instrucci6n religiosa, en la Iglesia,
en la escuela y en la prensa».
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GABRIEL ALFEREZ CALLEJON
«Mas esto no se ha hecho, y si se ha hecho, los resultados
no
han correspondido. Lo cierto es que, salvo excepciones muy
honrosas, aun en sectores privilegiados como el tradicionalista,
la mayoría
de los católicos españoles . tienen una cultura reli­
giosa
mínima y de lo que menos saben y menos. •leen es, precisa­
mente, de la religión que profesan, con ser profesada, bien o mal,
por la mayor
¡,arte de los españoles. Creen incluso todas o álgu­
nas de las infamias y patrañas que atribuyen a. la religión sus
enemigos, y hasta piensan que la
Igles.ia . no debe salir de la
sacristía o del claustro monástico. Van a misa. los domingos, pero
no
han leído un libro religioso, ni se han instruido con la . pala­
bra divina como no sea con
.. algiín sermón de un predicador de
campanillas, que suelen ser. los que menos enseñan». Así se ex­
plica también que el español emigrado «a ot,,;o ambiente menos
piadoso que el de su patria, deja de set católico o vive como si
no
.lo fuera, y esto .sucede en un porcentaje supetior al de los
católicos
de otros ·países. No existe en España predicación con
método
y. continuidad, y muchos intelectuales, o que presumen
de serlo, se
. han pasado al ·agnosticismo o la impiedad. Pero
gracias a Dios las raíces cris_tianas continúan vivas en el alma
española» (vid. P. Vélez, op. cit., p~. 48).
Para
corregir tan lamentable situación, se debetfu mejorar
los seminarios y los
,colegios regulares; crear, cuando sea posible,
'una Universidad católica completa, sin abandonar por eso ni per­
der· de vista a · Jas demás universidades oficiales, para revitali­
zarlas; desarrollando finalmente una labor social lo más avan­
zada posible, como expresión eficaz de un fraternal amor cris­
tiano, para. bien de todos y salvación de la patria. «Así triunfó
el' cristianismo en los primeros tiempos, y así volverá a triunfar
para salvar a las naciones» (P. Vélez, op. cit., págs. 49 v 50).
6. Observaciones, argumento,¡ y réplieas
Se ha extendido en el mundo -y España no es una excep­
cimiento, siguió con
el Protestantismo y se completó con la ro­
tura de la unidad católica, religiosa y política. que significaba
La Cristiandad (vid. op. cit., pág. 53). Kant, Rousseau y el so­
cialismo· son sus manifestaciones actuales, que pretenden soca-
var la sociedad en sus mismos cimientos. ·
«

Y como hay
un orden inmutable y eterno de las cosas, que
no se puede infringir sin caer en
el desorden, con todas sus
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UN LIBRO MARTIR
trágicas consecuencias», .el triunfo de la ·revolución constituirá
la temible sanción de
las. normas quebrantadas, y el mundo, y
sobre todo Europa, serían la .imagen de un infierno dantesco.
«El hombre
. ha. querido, en su soberbia, prescindir .de Dios o
sobreponérsele,
y si no se enmienda, terminará como Promoteo
por destruirse a sí mismo .. De ahí la necesidad perentoria de la
contrarrevolución» (P. Vélez,
op. cit., pág. 55).
En
el naufragio de la. mru;iarquía católica española, a,lgunos
pensaron que solo se podía salvar y poner a flote la cruz de la
corona;
y que ésta era una insdtuciqn que hábía cumplido su
ciclo· histórico y que estaba gloriosamente fenecida, por lo que
pretender su inmediato restablecimiento era
, como entonar can­
tos líricos en un . bello amanecer o

a
.la luz de la luna. Se pro­
clamó la acdiientd/idad de las formas de .gQbierno, sin caer .en la
'cuenta, como e,;plicó Pemán, que «ni en a\,stracto ni en concre-
19», .son tan accidentales cqmo se ,pre¡endía hacer ver; hi es ran
fácilmente sm,arable la crµz de la corona, co¡no ,algunos piensan.
«En
la declaración. de republicanismo y consiguiente adhesión
al régimen y colaboración con él, precedieron á los cedistas o
pqpu!istas, los . agrarios», que tuvieron el mal gusto de hacerlo
un 23 de ener<í, fiesta de San. Ildefonso, patrono del monarca des­
tronado el 14 de abril .. La adhesión cedista proclamada en el
artículo publicado en El Debate bajo el título Los católicos y la
República desagradó profundamente a los monárquicos por la
actitud adoptada, y, partirolarmente,. a los tradicionalistas por
la tergiversación que se hacfa de te,;tos y documentos pontificios.
El Sigl<>. Futur sólidas razones a la especiosa argumentación· sostenida por el
órgano cedista.
· «En tódo caso, lo prudente habría sido :_..i así se quería-,
aprobar la nueva actitud de la CEDA con los textos papales que
parecieran
qportunos», pero no, imponerla sin más, como obli­
gatoria a todos los católicos
y precisamente en nombre de la re­
ligión, omitiendo por un lado algunos . te,;tos importantes y exa­
gerando, por otro, contra lo que enseñan la teología y la historia,
la obligación en conciencia que
exigen a los católicos tales docu­
mentos de acatar
el poder constituido (vid. op. cit., págs. 67
y 68).,
Por· lo demás, la adhesión a la República por cualquier per­
sona o
grupo no es repochable; lo vituperable es quer~r impo­
nerk a otros, olvidando, además, por otra parte, antiguas vincu­
laciones, tanto
de la República como de la Monarquía, que jus­
tificaban el recelo de Calvo Sotelo y otros que consideraban a la
841
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GABRIEL ALFEREZ CALLEJON
República i como un límite sin horizontes para las derechas, y
como un horizonte sin límites· para las i2quierdas y la revolu­
ción; o de Eugenio Vegas, que estimaba totalmente imcompati­
bles, especialmente en .España,· y entonces, teniendo en cilenta
la tradición histórica, Catolicismo y República (vid. op, cit., pá­
gina 69).
«Lo más sensibÍe fue que las nuevas derechas republicanas
consideraron necesario, para serlo, separarse de los monárquicos,
y· éstos estimaron d republicanismo de las primeras poco menos
que como una traición»
(,;id. op. cit., pág. 70).
Tampoco era condenable, a juicio del P. V
élez, la colabora­
ción de aquellas derechas con otros grupos republicanos, aunque

la ambigüedad de la misma, que no dejaba a salvo ni siquiera
los principios fundamentales. Lá colaboración debería haber sido,
en todo caso, circunstancial y transitoria para cuestiones concre­
tas y fijando previamente y con mucha claridad los objetivos que
se proponían conseguir. No fue así, y los ne6fitodueron misera­
blemente engañados por los revólucionarios de abolengo.
Si Aza­
ña pudo ser un revulsivo, Lerroux fue un narcótico, lo que es
peor, como
es peor un falso amigo que un enemigo declarado.
Verdaderamente los nuevos republicanos consolidaron la Repú­
blica, al
menos · durante, algún tiempo, por lo que don Angel He­
rrera mereció muy bien,
. mejor que nadie, el título de «Ciuda­
dano de honor de la República»,
como. con rasgo de humor pro,
puso posteriormente La Epoca (vid. op. cit., pág. 73).
«Lá historia, maestra de la vida, no muestra ·todavía ningún
caso de revolución vencida por la legalidad, y no había de ser
una excepción
la. española» (vid. op; cit., pág. 74 ).
Los ministerios clave de la gobernación del Estado se nega­
ron siempre a las nuevas derechas republicanas espafiolas, y des­
de los departamentos que ocuparon no se les dejó hacer una po­
lítica de restauración y auténticamente contrarrevolucionaria.
En resumen, la obra -revolucionaria_ continuó sustancialmen­
te en las instituciones, en las leyes y hasta en los hombres ( vid.
ap. cit., pág. 81 ). Vencida la revolución de octubre de 1934, ni
siquiera
la justicia contra la subversión fue ejemplar ( vid. op. cit.,
pág. 82).
Se dice: a pesar de todo, siempre es preferible ·el mal menor
a la catástrofe nacional; con esta táctica algún bien
se consiguió,
se respiró con más libertad y
se encontró mayor protección o
defensa. Eso
es cierto. Pero la realidad es también que el mal
se
fue extendiendo y arraigando por la labor en la.s escuelas, en
la prensa, en los centros de pseudocultura,
fa degradación de fas .
842
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UN UBRO MARTIR
costumbres y la permanente erosión de las instituciones; todo lo
cual produjo una
general modorra o · adormecimiento que impo­
sibilitó una valiente y enérgica· reacción que impidiera el derrum-
bamiento. . . .
Es verdad, como dicen los defensores de la táctica y hasta
es de sentido común, que es preferible el mal menor al mayor o,
como dijo· el señor Aizpún, «el bien posible a la catástrofe».
Pero todavía no se ha demostrado, ni es fácil demostrar, qué
habría ocurrido si todas las derechas hubiesen
permanecido uni­
das después del triunfo eleétoral de 19 3 3, limitándose la CEDA
a una colaboración leal
y parlamentaria con los gobiernos repu·
blicanos en todo
lo concerniente al bien público. Quiz,1 se hubie·
ra evitado la catástrofe o, en caso de
alllenazar, las derechas uni­
das y fuertes podrían haber impuesto el orden (vid. op. cit., pá·
gina 94 ). En cambio, quedó demostrado que no se evitó el peli·
gro, pues
la revolución, cada vez más encrespada, vengativa y
furiosa,
amenazaba con el establecimiento de la dictadura del pro­
letariado y la servidumbre general, la más horrenda de las tira·
nías (
vid. op. cit., pág. 94 ). . · · ··
. Quizá talllbién pecaron de ambiciosos y creyeron que podían
hacer solos lo que resultaba difícil hacer juntos.
Pero, ¿c6mo
se
puede considerar acertado alejarse de los afines para aliarse
con los enemigos? Sin duda hubo impertinencias, desplantes y
malos modos por unos y por otros de
los que deberían haber es·
tado unidos; pero, ¿cómo es posible aliarse con la revolución para
vencerla?
El odio de los ,revolucionarios al señor Gil Robles es
la mejor prueba
de. lo equivocado de su táctica para vencer a la
revolución. Hace
ya muchos años. que el talento profético de
Nocedal (Ramón), le hizo decir que, Lerroux
-el Jefe de los
Jóvenes Bárbaros
de. Barcelona-sería con el tiempo «la dere­
cha de la revolución». Lerroux atrajo a su campo a Gil Ro­
bles y a la CEDA, y las varias crisis que se presentaron en el
régimen republicano se resolvieron con la
exclusión de la CEDA.
Entraron en la República, y la Repóblica los expulsó de su
seno.
Si alguien pretendió engañar a alguien, quien lo consi­
guió
no fue Gil Robles sino Lerroux. Lerroux quiso ser el cen·
tró de · la República, con Azaña a su izquierda y Gil Robles a su
derecha,. pero
la revolución, como Saturno, devora a sus. hijos y
fracasó el intento. Aunque Gil Robles hubiera gobernado en so­
litario, habría estado mediatizado sin poder realizar una verda­
dera restauración, como la historia demuestra en todas las revo·
luciones, que aunque hayan sufrido algón retroceso, nunca se ha
843
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GABRIEL ALFEREZ CALLEJON
conseguido recuperar el punto de partida, y· menos .con procedi­
mientos
suaves. y tácticas de cesión permanente.
Pese a todo,
es preferible tener a los patrocinadores de las
señaladas tácticas por ingenuos e ilusos que por malvadps o
insincero~ ..
La derecha, drogada de liberalismo, no sabía lo que quería;
la izquierda .revolucionaria conocía perfectamente sus metas.
7. Análisis del órgano de prensa defensor de las tácticas
políticas malminoristas
El Debate, según el P. Vélez, fue un gran petiódico, técni­
camente bien hecho, con solvencia económica,
y que puso de ma­
nifiesto las extraordioarias dotes de su organizador, don Angel
Herrera, que siguió siendo su mentor e inspirador aún . despu~
de haber renunciado a su dirección al asumir la. presidencia de
la Junta Central de Acción Católica.
Este periódico
se consideró casi órgano de la Iglesia, el que
leía
la mayor parte del. clero y gran numero de católicos.
Pero
El Debate. no es · un periódico q\le demuestre una buena
formación
religiosa de sus redactores, pues no se puede saber
daraniente cual es su criterio sobre tema socio-político tan fun­
damental como
es el origen último del poder; mutila, tergiversa
u
omite textos pontificios tan· importantes como el que publicó
presentando como obligatoria la adhesión de los católicos a
la
República, según puntualizó en su momento El Siglo Futuro; ha­
bitualmente admite en sus columnas anuncios indecentes y con­
trarios a la moral católica;' ataca en ocasiones con dureza a
los
amigos y afines mientras que halaga y ensalza a verdaderos ene­
migos de
la revolución y de la patria; ignora o combate teorías
tan importantes como la
de la resistencia a los gobiernos tiráni­
cos de tan clásico abolengo
y conocimiento general; considera al
catolicismo liberal de
Cánovas como el puente de la tradición
española entre Balmes y Mella, etc.
Si no· constase la buena fe
y el amor a la religión y a la patria de sus redactores, se podría
decir, según
el P. Vélez, que El Debate estaba escrito por· los
peores enemigos de España.
Se le ha visto tener por buena la
dictadura de Primo de Riveta, el gobierno de Berenguer, la Re­
pública, y si el P. V élez no hubiese sido asesinado al comienzó
de la guerra por los enemigos de la. religión, habría ·podido agre­
gar
el Frente Popular y Franco ( vid. op. cit,, pág. 115).
De tal manera que bien pudo decirse de
él, como dijo T rotz,
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UN LIBRO MARTIR
ky de algunos ministros liberales que se considerabau de orden,
que
fue partero, o portero de la revoluci6n, pues fueron quie­
nes la trajeron al mundo ci al menos la abrieron la puerta ( vid.
op. cit., pág. 117 ).
El P. Vélez deseaba que las relaciones de los distintos gru­
pos cat6licos se inspirasen en -el lema :agustiniano: in necesaríi;
unitas/ in dubii.s1 -!iberias, et in ómnibus} charitaS. Aunque _qui­
zá sería más conforme con el texto y con la 16gi~, decir certii
en vez de necesariis; o sea, «en 1o cierto. o verdadero la. unidad,
en
lo dudoso libertad y en todo caridad», En la época en que es­
cribía el P. Vélez --como en la presente---,., el religioso agustino
consideraba que era necesaria·, inás: CJ,Ue nunca, la unidad. entre
todos los grupos católicos, al modo de la auterior a las eleccio­
nes de 1933, pero sobre bases más
firmes, para que el triunfo
también
lo sea ( vid. op. cit., pág. 125);
8. La · táctica ct>nvenierite:· doctrina y programa; alianzas
y pactos
Hecha esta introducción necesaria sobre las características del
6rgauo de fas tácticas posibilistas, pasemos a aualizar la necesi'
dad urgente de constituir un frente nacional contrarrevolucionario.
Como acertadamente dijo el conde De Maistre,. «la contrarre­
volución no es una revolución contraria, sino lo contrario de la
revolución». Por consiguiente, si la revolución es, ante todo, m-a­
terialismo-racionalista -liberalismo-:--hasta llegar al socialismo
internacional, agrega el P. V élez, la contrarrevolución deberá ser
espiritualista, católica, nacional
y antimarxista
· Es urgentemente necesario un conocimiento claro de los prin­
cipios que debemos sostener,
así como de los procedimientos que
debemos aplicar para conseguir su implautación,
tartto en d te­
rreno político como en d social.
Para ello es preciso, con. objeto de superar la · general igno­
rancia en· estas cuestiones, 1a-creación o establecimiento de cen­
tros adecuados de formación católica en los campos señalados.
Se contaba ya -el año 1936-con la enseñanza difundida por
Acción Española en d terreno político, el CEU en d campo ju­
rídico
y el ISO en cuestiones sociales; Pero es insuficiente, de­
cía el P. Vélez. Era·necesario, a sn juicio, crear rápidamente una
verdadera Universidad Católica, que debiera haberse fundado
ha,
ce muchos años, en la que se impartiesen cursos_ de Economía,
Historia de España, Filosofía, Teologfa, Derecho Público Gris'
945·
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GABRIEL ALFEREZ CALLEJQN
tiano, Doctrina Social Católica, Apologética, Historia Sagrada y
F.clesiástica, etc .. Muchos católicos extranjeros, tanto en Europa
como en América, ti= centros docentes de este tipo con gran
prestigio y beneficiosos resultados.
«El
catolicimo señorial, teatral y regalón de la monarquía
de. Sagunto no comprendió ni sintió vivamente, fuera de una
honrosa minoría,
la necesidad del sacrificio para fundar una Uni­
versidad Católica, no solo en armonía con las del Estado
y como
complemento de ellas, sino también como protesta viviente en
nombre del derecho y de
la cultura contra el Estado mismo si
éstas,
en virtud de una falsa libertad de cátedra, siguen siendo
semillero
de incrédulos y revolucionarios» ( vid. op. cit., pági­
na 232).
«Si la labor modesta, pero perseverante de la Institución Li­
bre de Enseñanza, con oo ser oficial ha llegado a ser, con todo
su laicismo
antiespañol, la predominante en el ramo importantí­
simo
de nuestra Instrucción Pública, ¿por qué no habría de lle­
gar a serlo la Universidad
Católica si sus profesores .hmasen y
·propagaen su ideal católico, por lo menos como sienten y propa­
gan, a modo
de religión, el suyo, los institucionallstas, a quienes
por eso llamó lapidariamente Menéndez y Pelayo, en sus Hete­
rQdQxos, los. «cenobitas del diablo»? (vid. op. dt.,•pág. 133).
«La Monarquía de la llamada Restauración fue una adormi­
~ para. los católicos, y un campo a propósito para incubar y
prepararse,
por la revolución. mansa, la fiera y franca» (vid .. op.
dt.¡ pág. 136 ). · , ,· · . . .
El frente comúii contrarrevolucionario podría tener como lema,
sintético estas dos palabras: Dios y f,spaña. Por tanto, podrían
formar parte de él un amplio abanico de agrupaciones e i)icluso
podrían
establecerse pactos y convenios transitorios y circunstan­
ciales para
cu~tiones concretas, c:n. defensa del bien común con
sectores equivocados pero
de buena fe que defiendan también
el orden y la moral conforme al Derecho natural, aunque en
otras• cuestiones profesen . doctrinas heterodoxas o

equivocadas.
Habría un programa . mínimo que podría resumirse en lo . si­
guiente: respeto a los derechos de. la religión, de la familia, del
trabajo, de 'la propiedad; la libertad de enseñanza, de prensa, de
propaganda, de asociación, de sindicación, no en el sentido ilimi­
tado y absoluto del liberalismo materialista. que hace al hombre,
como proclamaba Protágoras, el centro de todas las cosas, sino.
en el cristiano
que propugna el Derecho natutal, en provecho
del bien común, No hay verdadera libertad sino para el bien, el,
orden, la justicia, etc., que es como las utiliza. el hombre honra-
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UN UBRO MARTIR
do: «lo contrario es licencia y falsa libertad» ( vid. op .. cit., pá­
ginas 137-141). Como proclamaba García Moreno, presidente
mártir
de El Salvador: «libertad para todos y para todo, menos
para el mal y para los malhechores». ·
La unión sería permanente, electoral y post-electoral, y si el
trato
y la hermandad fortaleciera la unión y se llegara a coinci­
dir con el programa tradici.onalista sintetizado en el trilema:
Dios,
Patria y Rey, sería el ideal. Proclamando, en consecuencia,
la unidad católica como aspiración nacional, con tolerancia · de
cultos en cuanto sea necesario, como la practicaron los papas y
nuestros antiguos reyes, que si expulsaron a judíos y moriscos
fue, principalmente,
por constituir un peligro para la indepen­
dencia
de la patria. Con Cortes verdaderamente representativas
de las Corporaciones naturales, pólíticas y sociales, conforme a
la más estricta justicia social y para fortalecer la debilitada uni­
dad nacional. Buscando
la federación· con Portugal, la reintegra-
. ción de Gibraltar (y, podríamos agregar, algún tipo de Confede­
ración o libre unión
con los países hispánicos). Llegando, final­
mente, a una Monarquía que no lo sea solo de nombre ni ex­
ternamente, sino auténtica y más conforme con la que forjó nues­
tra historia
(vid. P. Vélez, op. cit., págs. 142. a 153).
9.
Después de la batalla electoral: la leeeión de la derrota
La Ley eterna rige el orden universad, y la · Ley natural, par·
te de aquélla, el orden humano basado en !la libertad. «Así, Dios,
el hombre, la Providencia divina y la libertad humana hacen la
historia de la humanidad». La libertad humana establecida por
. Di0$c:; un importante papel en el· Da'nscurrir histórico y en la pem¡a­
nente pugna entre el bien y el mal, el orden y el desorden en
este mundo.
El enfrentamiento es debido con frecuencia al error, por ig­
norancia o apasionamiento.
Por ello. podríamos decir que tiene
lugar
entre el bien real o verdadero y un bien .falso o aparente,
porque
el mal conocido y querido friamente, como tal. no es acep­
table
por la voluntad humana como no sea por puro satanismo
(vid. op. cit., págs. 155·157).
Así se plantea la lucha entre el orden y la revolución, o entre
éste y la contrarrevolución, que no es, en definitiva, otra que el
combate por la restauración de aquél. . Ante el trinomio hegelia­
no marxista de tesis, antítesis y síntesis en el que lo negativo
847
Fundaci\363n Speiro

G,1BRIEL ALFER;¡¡Z CALLEJON
va. siempre avanzanclo aunqu¡, sea. lentamente en el· .devenir his,
tórico, nosotros pres<:11tamos el .de orden, revolución y contra:
rrevolución,. en el que la .contrarrevolución no es una síntesis en­
tre la revolución y el orden, ni una revolución contraria, sino
precisamente
lo contrario de la revolución para la. restauración
del orden (vid. op. cit., págs. 156-159). . . .
«Mani{esración
parcial más o. menos p11r11 cle. la lucha ,gene­
ral. contemporánea entre la revolución y la .. contrarrevolución .en
España fue .la batalla electoral del 16 de fel:,rero cle 1936», ori­
gen próximo del enfrentamiento q11e tendría lugar p<;>eo desp11és
en los campos de batalla.
La
derrota de las derechas por las izquierdas . en la indicada
batalla se debió a
la táctica .utilizada y a una .unión deficiente de
las derechas; .una férrea unión por el contrario de ]as izquierdas
( concurrieron a las urnas la
CNT y 1la FAI, que, hahituahnente,
se abstenían por sus criterios .anarquistas); una canipañ~. poco
escrupulosa de éstas, y bien orquestada con .. amenazas y violen,
cías; bajo un arbitraje parcial dé .un gobierno ,supuestamente cen..­
trista, escorado y con simpatías a.este sector. Conseguido el triun,
fo inicial, dimitió el gobierno y los vencedores ocuparon el po­
der aún antes de dar fin el proceso electoral, comenzándose: con
prisa una acción demoledora que
en p<;>eos días concedió una am­
plia amnistía que puso en la calle a los responsables de las re­
voluciones marxista y separatista de octubre de 19 34. Incluso si
las elecciones las hubieran ganado las
derechas, es posible que las
izquierdas se hubieran impuesto. revolucionari¡imente, pues se
preparaban para
una subversión ·violenta· en caso de · no triunfar
en las urnas, como anunciaban frecuentemente en El Socialista,
diario del partido. con fa conocida· consigna «atención al disCQ
rojo», y la manifestación de un destacado dirigente que· anuncia'
ha que, en caso de ocupar la. cartera de Gobernación, sería sordo
y ciego durante 24 .horas ante el comportamiento que adoptaran
sus correligionarios.
Don José Calvo Sotelo, en unas declaraciones al diario ABC,
publicadas el 21 de ·febrero, decía, entre otras cosas: «El mo,
mento actual me parece mejor, y me parece peor que el de 19 JL
Parlamentariamente es mejor ... (puesto que se tenían más dipu­
tados). Ahí
(en la calle), estamos peor ... ». Azaña debe estar in,
teresado por propia conveniencia en mantener el orden público
callejero,
pero «en España existen no menos ·de un 60 % de
proletarios eo su censo, y esos proletarios quieren su revolucióh
específica,
que es la social, no la política de l" burgue~ía más o
menos desmoralizada» ( vid. op, cit., pág. 171 ). Como dice un
848
Fundaci\363n Speiro

UN UBRO MARTIW
amigo mío, siempre· habrá más albañiles que arquitectos, con,
tando también con . que algunos de éstos y otros Jntelectuales
insensatos se comportan a veces en contra
de sus propios inte<
reses.
Como procedimiento, no hav duda de que «el sufragio unis
versal inorgánico es la mejor arma de la revolución». Cánovas
escribió que, aplicado en su
pureza, conduciría con el tiempo,
inexorablemente al comunismo. Además de
su fundamental de­
fecto de hacer depender del número la verdad y el bien, hay que
agregar
las circunstancias de las abstenciones, chanchullos, coac­
ciones, fraudes, falsificaciones de actas, etc.
Ciertamente no
se puede hacer todo lo que se quiere, pero
siempre se debe hacer todo
lo que se puede; de lo contrario los
resultados son funestos coino han demostrado Ias elecciones.
«El porvenir es de los que se
sacrifican y luchan por ideales
eternos» (P. Vélez,
op. cit., pág. 191).
La táctica seguida de alianza con enemigos,c aunque modera­
dos, como los radicales de
Lerroux y la separación de los afines
integrantes de otros grupos conservadores, contribuyó decisiva,
mente a
la derrota de la derecha.
En este aspecto
es interesante recoger las palabras pronun­
ciadas en un congreso de la prensa regionalista, reunido en París,
por
Mr. Piou, personaje desengañado de tácticas similares seguié
das anteriormente en Francia. :y que publicó El Siglo Futuro los
días
25 V 27 de febrero de l 9J6.
«Mr. Piou, ex-monárquico moderado y uno de los apóstoles
del "raillement" o adhesionismo francés a ultranza, fundador
nada menos que de
L'Action liberal populaire, fue el figurín fran­
cés de don Angel Herrera. Dice Mr. Pion: Mucho hemos ha­
blado del mal menor... Y de él estamos muriendo. Hay <:asos,
como el nuestro, en que , el mal menor puede ser el peor de lo,
males. Sí, el peor de los males, la abdicación, la pusilanimidad,
las complacencias hacia los que
'nos: persiguen. Porque si hay algo
peor que la apostasía brutal y declarada,
es eil sonriente aban­
dono de
los principios, el lento· resbalar hacia el abismo aparen­
tando fidelidad hacia· lo que
se abandona. Más temo al veneno
que
al hacha, decía Windtortst, y hago mías estas palabras. Lo
que temo es que los católicos se dejen intoxicar, persuadiéndose
de que, cediendo hoy algo en
un punto, mañana en otro, desar,
marán
a los adversarios y obtendrán merced. ¡Vana ilusión! Cuan­
do
se hayan despojado de lo. que constituía su fuerza, su savia,
su vida, quedarán prisioneros del Poder que han ayudado a cons­
truir, y prisioneros cubiertos de vergüenza,
.po1XJ.ue al sacrificar
Fundaci\363n Speiro

GABRIEL ALFEREZ CALLEJON
su libertad, no habrán conservado la dignidad que hoora al ·ven:
cido y permite la revancha». Y más . adelante agregaba: «Lo que
se pretende hacer cuando se
os habla dulcemente es enervaros,
engañaros.
En las situaciones ambigüas más peligrosas que la hos­
tilidad abierta,
hay que hablar alto y decir sin embages: recha­
zamos con igual entereza el papel de víctimas que el de cómpli-
. ces... Siempre se me citó a
mí por moderado; pues J,ien, per­
mitidme hoy deciros que, a
fuerza de vivir en la vida pública,
he llegado a educarme
por completo y no creo en la eficacia de
los términos medios ... Solo seremos algo si somos integramente
lo que debemos ser.. .
Con todas )as fuerzas de nuestra alma cla­
mamos por la paz, pero la paz dentro del honor ... No .se teme
más que a los fuertes,
ni se respeta más que a los que resisten».
Pero
la fuerza no es la del dinero ni la del número, sino la de la
razón y el coraje (IJid. P. Vélez, op. cit., págs. 195-200).
«El centrismo irrita a las izquierdas y
deforma a las dere­
chas», dijo Calvo Sotelo en declaraciones al ABC el 21 de fe­
brero de 1936. Y, agregaba: «España no puede soportar perió­
dicas reacciones pendulares, casi epilépticas... Aprendamos a se­
guir la línea recta que es la más corta, aunque sea la más áspera
cuesta
arriba».
La monarquía constitucional, madre de la república por el li­
beralismo y la revolución
«que llevaba en sus entrañas,· reblande­
ció nuestro catolicismo y nos hizo comodones, superficiales y
miopes y, por ciertas manifestaciones del culto católico que ja­
leaba -excesivamente nuestra prensa, ciega igualmente al no re­
parar en el número y calidad del enemigu. hablamos llegado a
creer que lo éramos todo
y· lo éramos todos, y que el Corazón
de Jesús por estar su estatua en el Cerro de los Angeles, centro
geográfico de la península, reinaba en España, cuando la realidad
es que solo
reina verdaderamente en algunos corazones» ( vid.,
op. cit.;
pág. 204 ).
«Ha vuelto, pues, Dios, ha darnos la lección de 1931, pero
con signos
más trágicos; y es . menester apreruletla si queremos
salvarnos de ·los tremendos males que nos
amenazan», Tiene hoy,
por consiguiente
más aplicación cuanto dijimos anteriormente:
«por eso me voy ahora a limitar a una breve consideración sobre
el problema fundamental
de la propiedad y uso de los bienes
materiales,.
ya que el materialismo de la vida capitalista, conse­
cuencia del escepticiemo filosófico, iodiferentismo religioso e in·
dividualismo económico liberal ha descendido a
las masas e, io­
discutiblemente, la mala situación económica es una de las
ma­
yores causas del malestar general del mundo. De modo que, o
8.50
Fundaci\363n Speiro

UN UBRO MARTIR
esa situación se resuelve en paz, o de lo contrario la lucha de
clases puede llevarnos al comunismo, remedió peor que la en­
fermedad misma».
«Según
el cristianismo y la más alta sabidl!'ia antigua pagat:ia,
los bienes. materiales han sido creados para el: hombre y, ori­
ginariamente, fueron comunes. Mas para el mejor cuidado y fo­
mento de esos bienes, para la paz y beneficencia social y, por
tanto,
para el mayor bien del hombre, éste, a medida que ha ido
civilizándose, ha ido comprendiendo la conveniencia de la
pro­
piedad privada. Pero queda siempre en pie el fin común, al
menos en cuanto
a!l uso o provecho de los bienes materiales. Por
esto, si llega un estado social en que
fa propiedad privada se
opone a la necesidad o bien común, debe justamente
redistri­
buirse para que todos puedan vivir dignamente; y, en todo caso,
el que por títulos jurídicos universalmente reconocidos llegase a
poseer
más bienes de los necesarios, solo tiene derecho a lo que
necesita, no viviendo para
eso como el rico Epulón del Evan­
gelio, sino con una discreta suficiencia, dando, por consiguiente,
lo superfiluo a los necesitados. Y, como dada nuestra mayor pro­
pensión al mal que al bien sin la gracia· divina, eso no lo harían
todos, y el Estado no debe ser un policía del hogar, de ahí el
derecho y el deber del Estado de gravar la riqueza por medio
de una sabia política social
en benefició · de los pobres necesita­
dos,
pero sin destruirla ni impedir su crecimiento,· porque eso
sería matar la
gallina de los huevos. de oro. A esto, dentro 4"
la verdadera justicia social no deben oponerse los ricos, los ver­
daderamente conservadores
y no simples conservaduros», que de­
ben ser caritativos y generosos, dando a los necesitados con amot,
como hacia San Luis, que veía. en el pobre a Jesucristo y no se
contentaba con socorrerle sino que, además, besaba la mano en
que depositaba la limosna
(vid. P. Vélez, op. dt., págs. 205-209'1-'
Como insistentemente enseña Juan .Pablo ll, los bienes ma­
teriales deben estar subordinados a los bienes espirituales y al
bien común.
«Ahora, en
tiempos de una lucha que puede ser definitiva,
todos tenemos
mártires si es preciso, contribuyeódo cada uno según su estado,
pero todos
con igual voluntad a la acción .católico-social para la
restauración cristiana de la sociedad· española. Así mereceremos
que Dios oiga nuestras súplicas
y nos envíe o haga surgir al
hombre o a los hombres que nos condu=n al puerto. de salva­
ción» (vid. P. Vélez. op. cit., pág. 210). El P. Vélez y el prolo­
guista cid libro, don Víctor. Pradera, fueron mártires de la· ve-
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GABRIEL ALFEREZ' CALLEJON
sama :marxista ,por las ideas que defendían. Y el libro mismo
fue, destruido en los tallares en que, fue impreso, salvándose tan
solo poquísimos ejemplares, de uno de los cuales
se han tomado
las anteriores notas,
En un epílogo al libro Remachando el clavo, se refiere el
P. Vélez a un nuevo artículo de fondo de
El Debate, publicado
el
3 de mayo de 1936, bajo el título Obediencia perseverante,
en el que el periódico democristiano continuaba defendiendo su
habitual tesis
y criterio del mal menor y sumisión plena y total
a
los poderes constituidos, atacando sin nombraJ!lo a otto, apa­
recido unos días antes en La E poca, en el que se ponía en duda
la legitimidad del gobierno arbitrario y desp6tico que nos regia
después de
las elecciones del 16 de febrero de dicho año. El
P. V élez estaba de acuerdo en que los católicos debían ser
fie·
les , seguidores de la doctrina de la Iglesia, pero sin tergiversar­
la ni acomodarla a nuestras conveniencias u opiniones, con inter­
pretaciones caprichosas,
omisiones o desfiguraciones de los tex­
tos en que se
nos enseñase tal 'doctrina. Y termina diciendo:
«Tan pernicioso
colno no

obedecer es,
quizá, obede= mal. Obe­
dezcamos, pues, todos y
obedezcamos bien, porque solo así"nos
salvaremos».
Los disctepantes de 'Herrera y su táctica no estaban todos,
fuera de su entorno. José María García Escudero, en un libro
de
Conversaciones sobre Herrera, cuenta que pocos , días antes,
de su. muerte le visitó uno de sus tnás antiguos amigós, ~usci­
tándose en la conversación la nunca interrumpfaa oposición de
criterios. El, cardenal agradeció la opini6n del seglar y le dio sµ
bendición. García Escudero comenta que no sabe si admirar más
la sin=idad del amigo o la humildad del prelado ( vid. suplemen­
to del Y A, con motivo del centenario del nacimiento de don
Angel Herrera).
Poco después,
el 11! de julic;, de 1936, comenzó el Alzamien.
to, Cruzada nacional para librar a España del marxismo, a cuyo
estallido
quizá contribuyó la equivocada tá,ctica cedista.
El 4 de
junio de 1937, don Francisco de Luis, destacado
colaborador de
la A. C.N. de ,P. que había dirigido El Debate
desde febrero de 1936, pasado a la zona nacional y funcionario
entonces de
la Delegación Nacional de Prensa y Propaganda en
Salamanca, escribía a don Angel Herrera, residente en Friburgo
(Suiza)
, y le adjuntaba µn informe , que había enviado antes al
cardenal Gomá en Pamplona,
, en ,el que se daba cuenta de dis,
crepancias
y roces entre los rectores del, Nuevo Estado y el Va-
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UN LIBRO MARTIR
ticano, que podrían perjudicar las buenas relaciones entre ambas
potestades.
Dicho documento, según cuenta Eugenio
Vegas en el segundo
tomo de
sus Memorias políticas, fue interceptado junto con otros
graves y transcendentales en
un sobre enviad!> por Francisco de
Luis a Fernando Martln. Sánchez en San Sebastián, lo que hizo
sospechar de una constante correspondencia en este sentido, y
dio lugar a que
se abriese un expediente sobre la A. C. N.' de P. y
sus más representativos colaboradores,
as(· como sobre la Acci6n
Cat6lica de
cuya Junta Superior Herrera era el Presidente en
1936.
En el mismo constan notas biográficas. d~ · los principales
personajes, entre los que figuran destacados miembros del Par­
tido Nacionalista Vasco, como José António .Aguirre, Jesús Lei,
zaola, Julio Jáuregui, Jesús· Isusi, José-Joaquín Sautu, José Vi,
lallonga, y José Camiña que actuab,r 'de enlanoe entre don Angel!
Herrera y sus ainigos ·en. Vizcaya durante. el tiempo en que . los
nacionalistas dominaron dicho territorio. · ·
.
También en Barcelona contaba 'Herrera con amigos, socios
de la
A. C.N. de ,P; como el separatista Cárrasco Foriniguera;
Joaquín Nad.1
y otros. ·
«Nota destacada de las actividades poHtícas de este grupo
--se dice en el füfonne abierto en el expediente,.c.. es la ausencia
dd sentimiento de patria española; · o de postergaci6n injusta y
positiva del inismo a una concepción falsa de los intereses de la
Iglesia». Aun existiendo exageración en este. juici,,., no hay duda
de que su comportamiento constituye una aplicación más ·de ·ia
táctica seguida y de la peligrosidad de la misma. Quien des~
consultar el informe íntegro, puede, hacerlo en la obra de la que
hemos tomado esta breve referencia.
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