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Número 271-272

Serie XXVIII

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El poder divino–humano. Extracto de la Homilía del Rvdo. P. Manuel Martínez Cano en la Misa del lunes 5 de diciembre de 1988. [XXVII Reunión de amigos de la Ciudad Católica]

do su. cumplimiento este año en varios de nuestros amigos y com·
pañeros queridos, que alegraron un tiempo nuestra esperanza con
la suya, porque esperaban lo mismo que nosotros, y con nosotros
participaban de esta misma verdad y vida. José Antonio
García
de Cortázar, Germán Alvarez de Sotomayor, Javier Bocanegra,
Sebastián Mariner, Joaqufn Garcfa de la Condia, Luis Vitoria y
Manuel G6mez nos alegran hoy con el triunfo que esperamos
hayan logrado; y por ellos ofrecemos este sacrificio de perd6n,
por si
lo necesitaran, y de acci6n de gracias por el premio que
hayan conseguido.
En
fin, animados de este espfritu de adviento siga el Señor
alentando nuestra ilusión, conserve nuestra unanimidad e inspire
nuestro quehacer,
«para procurar su gloria, el bien de las almas
y nuestra propia santificaci6n», como le pedimos en nuestras reu·
niones ordinarias, instaurando el reinado de Cristo en la sociedad
humana, y
construyendo piedra a piedra la Ciudad Cat6lica.
EL PODER DIVINO-HUMANO
Extracto de la Homilía del Rvdo. P. MANuEL MARTíNEZ CANo en la Misa
del lunes
5 de diciembre de 1988.
El poder de la oración.
Queridos amigos y hermanos míos en los purisimos Corazo­
nes de Jesús y Maria: al recibir el programa de esta XXVII Reu­
ni6n
de amigos de la Ciudad Cat6lica, cuyo tema central es el
poder, instantáneamente
pensé que si se me ofrecfa la oportu,ii.
dad
de dirigiros la palabra, también yo os hablarla del Poder,
del
poder divino-humano· de la oraci6n, del poder de esa fuerza
sobrenatural originaria
de toda vida de perfecci6n cristiana, de
toda vida de santidad.
Y aquí me tenéis dispuesto .a animaros a una vida de oraci6n
que colme los anhelos de vuestras almas. Si no lo consigo, si no
consigo despertar vuestro interés para que intensifiquéis y per­
feccionéis la vida de oraci6n, que bien sé yo que practicáis,:per­
deriamos
una ocasión preciosa de asentar el primer fundamento
de nuestro
ideal, que es el Reinado Social de Nuestro Señor Je·
sucristo. Y Dios Nuestro Señor nos pedirá a todos buena cuenta
de ello.
El
poder de la oración no es otro que el mismo poder divi­
no, porque asi lo quiso Dios Nuestro Señor: «Todo cuanto pi­
dáis con fe en la oración, lo recibiréis». Efectivamente, San Juan
Crisóstomo enseñaba que: «No hay hombre más poderoso en el
mundo que el que reza».
«Conozco a uno -decia San Juan Maria Vianney-que es
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más fuerte que Dios; es el hombre que reza. Este hace decir sí
a Dios cuando ha dicho que no». De acuerdo, desde ahora. m.is­
mo acepto todas las puntualizaciones y matices que los Jeólogos
puedan poner
a la sentencia del santo, pero con el Santo Cura
de Ars,y con San Agustin de Hipona os vuelvo a repetir que
«Dios gobierna al mundo, pero la oración gobierna a Dios». Cuán­
tas veces lo experimentó vitalmente la patrona de las misiones,
Santa Teresa del Niño
Jesús: «¡Cuán grande es el poder de la
oración! Diríase que es como una Reina que tiene libre entrada
a la cámara del ReY y alcanza cuanto pide».
Un eiemplo entre mil nos confirma la. doctrina de los san­
tos. La ciudad de Asis se hallaba en grave peligro por el asedio
de Vital de Avesta. La rendición se.creía inminente. Pero en Asis
babia un monasterio, y en el monasterio, Clara, «la Cristiana»,
como
la llamaba San Francisco de Asis. Enterada del peligro,
Santa Clara reúne. a sus hermanos y les dice: «Hemos recibido
muchos bienes
de esta ciudad. Debemos rogar a Dios que la guar­
de». Era de madrugada; Santa Clara se quitó el velo y las mon­
¡as imitaron su gesto. Después tomó ceniza, cubrió su cabeza y
la fue imponiendo sobre cada una de sus hiias, y les mandó que
fuesen a la capilla a hacer oración. Nadie preguntó hasta cuándi;,.
Al dla siguiente, los ciudadanos de Asls contemplaron estupefac­
tos
la huida del t:iército de Vital de Avesta. Sin que nadie les
atacara, huían en desorden cotizo si fuesen víctimas de la peor
derrota. Clara, «la Cristiana», Santa Clara y sus mon¡as derrota­
ron a los eiércitos que sitiaban la ciudad de los santos. No se
fundamentaba en futuribles, pues, nuestro Donoso Co,tés, cuan­
do afirmaba que «más hacen por el mundo, los que oran que los
combatientes
en el campo de batalla y, si el mundo va de mal
en peor, es porque se confia más en las batallas que en las ora­
ciones».
Otro hecho prodigioso del año pasado nos confirma hoy en lo
que dicen los santos. Nos lo cuenta la gran soprano Montserrat
Caballé que, después de declarar que nació en un barrio de Bar­
celona, «ciudad a la que amo, Barcelona es parte de Cataluña, re­
gión a la que adoro y que forma parte de España, que es mi Pa­
tria», dio testimonio público de su fe manifestando valientemen­
te que es una muier cristiana de profunda oración en su vida co­
tidiana. A la pregunta del periodista: «¿Ha habido algún mo­
mento especial en su vida en que haya acudido a Dios? Contes­
ta: «SI, a El a la Virgen, cuando mi hiio se estaba muriendo. Es­
tábamos mi esposo y yo en un recogimiento muy grande; los mé­
dicos, por la tarde, nos diieron que no llegarla a la mañana si­
guiente; el chico estaba en coma. Nos pusimos a rezar mucho
más. Esto ocurrió a las doce de la noche. Hacia las cuatro o las
cinco mi marido vio moverse la mano del niño. Después la volvió
a mooer y llamamos corriendo al médico, porque volvia del coma.
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Antes de las seis de la mañana, mi hi¡o movi6 la cabeza y di¡o:
"Mamá". Mi esposo y yo caimos de rodillas, rezando, porque era
un milagro. Los médicos también lo di¡eron; no entienden por
qué se salv6. Además, hubiera tenido que quedar muy grave en
caso de salvarse; en cambio, mi hi¡o es hoy un chico estupendo».
Y calentito todavia tenemos un
e¡emplo del extraordinario
poder
de la oraci6n. Para mi no hay lugar a la duda: el e¡ército
de las almas contemplativas de nuestra patria, tierra de Maria San­
tlsima, ha derrotado en toda linea al e¡ército materialista y an­
titeo del socialismo internacional, «el más mortal enemigo de
la vida cristiana», según Benedicto XV. La Inmaculada ha tritu­
rado, una vez más, a la descendencia de la bestia infernal. ¡Ví­
tor, vítor,
vítor! a la Inmaculada gritarán con más fuerza este
año en Horca¡o de Santiago: ¡Vítor! ¡Viva la Inmaculada Con­
cepción de Maria Santlsima!
Lo enseñan
los santos y la historia lo confirma: «¡Ah! La
oraci6n y el sacrificio constituyen toda mi fuerza, son mis armas
invencibles» (Santa Teresita del Niño Jesús). No hay otro se­
creto: «La oraci6n es la llave maravillosa que nos abre todas las
puertas del cielo» (San Agustin). «Cuando los demonios divisan
en nosotros las armas de la oraci6n se dan a huir con tanta pre­
cipitación, como ladrones sorprendi,Jos que ven la espada le­
vantada sobre la cabeza» (San Juan Cris6stomo). «Creo que para
remediar todas nuestras necesidades es necesario llegar a vivir una
oraci6n ininterrumpida y amar mucho; ¡es tan grande el poder
de un
alma entregada al amor!» (Beata Isabel de la Santísima
Trinidad).
Entreguémonos a la oración, al amor. No; ni la técnica, ·ni
·la ciencia, ni la tecnocracia ·van a resolver el problema funda­
mental del hombre y de los pueblos. Los cristianos debemos
usar como nadie todo aquello que la ciencia y la cultura aporten
a
la civilizaci6n de los pueblos, pero un hi¡o de Dios lo que me­
ior debe
usar en esta vida es el arte del diálogo amoroso con
Dios Padre y la Santisima Virgen.
Hermanos mios, vivamos como hi¡os de Dios, intensifique­
mos nuestra vida sobrenatural, cumplamos fielmente las consig­
nas y conse;os de Su Santidad Juan Pablo II, felizmente réinan­
te: «Permaneced fieles a esas fases fundamentales de nuestra
vida religiosa y esforzaos constantemente
en sostenerla por me­
dio
de la oraci6n, la cual sabeis bien que es una necesidad ab­
soluta, que toda vuestra vida se transforme en oraci6n para rea­
lizar la unión entre la contemplación y el apostolado».
Necesidad de la oración.
Acabamos de escuchar lo que nos ha dicho el Papa reciente­
mente:
la oración es una necesidad absoluta para el hombre. El
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Papa no hace más que repetir lo que siempre ha enseñado la
tradición de la Iglesia y .la experiencia vital de los santo:;. San
Juan Crisóstomo decia que: «Asl como el cuerpo no puede vivir
sin el alma, de la misma manera el alma sin oración está muer­
ta y co"ompida». Y Santa Teresa afirmaba: «De¡ar el alma la
oración es meterse ella misma en el infierno, sin necesidad de
demonios ... Sabe el demonio que el alma que hace oración con
perseverancia está perdida para él». Por eso, San Alfonso M.' de
Ligorio sentencia: «El que ora, se salva, y el que no, se ·con­
dena».
Por su parte, San Juan de Avila enseñaba que: «Tanto tie­
ne un alma de buena cuanto tiene de oración». Y la razón es
bien sencilla, pues la oración es la unión con Dios, y Dios es la
Suma Bondad, que se comunica y derrama en la oración. «La
oración es el canal por donde vienen todas las gracias al alma»
(San José de Calasanz).
Si queremos ser hombres y muieres virtuosos, si queremos
vivir en unión con Dios, debemos intensificar nuestra vida de
oración, porque «sin la oración no podemos estar unidos a Dios,
porque
es tan necesaria al hombre interior como el alimento
corporal al exterior» (San José de Calasanz). «Yo no desearla
otra oración sino la que me hiciese crecer en virtudes» (Santa
Teresa). Porque, «cuando el esplritu de oración penetra en el
alma, todas las virtudes penetran al mismo tiempo» (San Agus­
tln).
Todas las escuelas de espiritualidad están de acuerdo en pro­
clamar la necesidad absoluta de la oración para alcanzar la san­
tidad. Porque aunque es cierto que la oración no es en sí mis­
ma la santidad, pues la santidad es el amor, sin embargo también
es verdad que la oración es la fragua donde se enciénde y forja
la caridad que abrasa al alma en el amor más puro a Dios y al
pró¡imo. Nada puede suplir a la vida de oración, ni tan siquie­
ra la recepción diaria de los sacramentos. Indiscutiblemente: «La
oración es el único camino para adquirir la ciencia de los san­
tos» (San Agustín).
La oración es la omnipotencia del hombre y la debilidad de
Dios. Por tanto, solo los santos, solo los hombres y muieres de
oración, solo los contemplativos en la acción trabaian eficazmen­
te
por la nueva civilización del amor, por la Ciudad Católica que
todos queremos.
No lo ol'Videmos: sin oración no hay evangeli­
zación, y sin evangelización no hay Ciudad de Dios. Lo ha di­
cho Su Santidad Juan Pablo II: para la evangelización del inun­
do, «en el orden de valores y medios ocupa el primer puesto la
oración y la ofrenda de nuestros sacrificios». Plo XI habla dado
la razón de ello: «Fácilmente sa comprende que contribuyen
mucho
más al incremento de la Iglesia y a la salvación del gé­
nero humano los que asiduamente cumplen su oficio de orar y
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mortificarse, que los que con sudores y fatigas cultivan el cam­
po del Señor¡ pues si aquéllos no atra;esen del .cielo la abun­
dancia de las divinas gracias para regar el campo, más escasos
serian, ciertamente, los ,frutos de los operarios evangélicos».
Vamos a pedirle a la Virgen Santísima el don de la oración,
«porque el que posee el don de la oración posee todos los do­
nes; el que tiene la ciencia de la plegaria tiene la ciencia de
Dios» (San Pedro Julián). «Porque no nos queda en todas nues­
tras necesidades y dificultades otro medio me;or y más seguro
que
la oración y esperanza, que El proveerá los medios que El
quiere«
(San Juan de la Cruz).
La oración del Santo Rosario.
La oración predilecta de la Virgen Santisima es el Santo Ro·
sario. Por eso en sus apariciones pide a sus bi¡os que lo rece­
mos por la paz del mundo. Sin embargo, el Rosario es hoy la
oración más atacada y ridiculizada. Para animarnos a rezar dia­
Jiamente el Rosario voy a transcribiros lo que dicen los V icarios
tie Cristo nuestro Señor: ·
«Solo Dios conoce los tiempos y los momentos .. Por lo que
respecta a nosotros, velemos y oremos en la esperanza, con la
Virgen Madre de Dios, que no cesa Je velar por la Iglesia de
su Hi¡o al igual que velaba por los Apóstoles».
«Maria reza unida a nosotros, como rogaba unida a los Após­
toles. Esta
oración. se llama rosario. Y es nuestra oración predi­
lecta, como decían los pastorcitos».
«El
rosario es y será siempre una oración de agradecimiento,
de
amor, Je súplica confiada: ¡la oración Je la Madre Je la Igle­. I s,a. ».
«Haced que .el rosario sea la dulce cadena que os una a Dios
por
medio de María».
«Vengo en peregrinación a Fátima, como la mayoria de vo­
sotros, queridos peregrinos, con el rosario en la mano, el nom­
bre de María en los labios y rl cántico de la misericordia de
Dios en el corazón».
«Una
oración muy sencilla, el rosario, ese rosario que pue­
de tranquilamente desgranarse al ritmó de nuestras ¡ornadas. El
rosario lentamente rezado y meditado, en familia, en comunidad,
individualmente, os hará entrar poco a poco en los sentimientos
de Cristo y de su Madre, evocando todos los acontecimientos
que son
la clave de nuestra salvación».
«Recemos el
rosario mucho y con frecuencia. Con eso hare­
mos muy poco, pero, sin embargo, lo haremos todo» (Juan Pa­
blo JI).
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En esta batalla decisiva, los españoles somos elementos im­
portantlsimos, porque es en nuestra Patria donde Satanás está
desatando todos sus odios contra los
biios de la Inmaculada,
porque ha sido en nuestra Patria donde la Virgen Santísima de
Fátima se apareci6 (Pontevedra), pidiendo a sus hiios la .prác­
tica devota de los Primeros Sábados para reparar los pecados
que se cometen contra
su Inmaculado Coraz6n; y en Túy don­
de prometi6 que Rusia . se convertirá si se reza devota y cons­
tantemente el Santo Rosario. La Virgen di¡o a San Anonio Ma­
ría Claret: «En el Rosario está cifrada la salvl1Ci6n de tu Pa­
tria». Vamos a salvar a nuestra Patria: pero para ·que España
entera pueda
saborear el triunfo, media España tiene que estar
de rod,1las ... rezando el Santo Rosario. ¡Ha llegado la hora de
salvar a España, al mundo hispano y al mundo entero! ¡Ha lle'
gado la hora de ser todos ap6stoles del Rosario!
M. MARTÍNEZ CANo -
TEOLOGIA DEL PODER (PALABRAS EN EL ACTO LITÚRGICO
FINAL).
POR EL
R. P. VICTORINO Ro»RÍGUEZ~ O. P.
-Al llegar, Señor, al final de estas ¡ornadas de reflexi6n sobre
el poder, queremos hacer un examen breve, pero en prafundidad,
sobre el poder que tenemos y el poder que padecemos, sobr_e el
poder que ejercemos o descuidamos.
1.-Sabemos, Señor, que todo el-poder viene de Ti (Jn. 19,
11 ), Dios todopoderoso, y ti damos gracias por hacernos partíci­
pes de él para vivir, movernos y existir (Act. 17, 28).
2.-Sabemos que a los creyentes nos has dado poder llegar
a ser hiios de Dios (Jn. 1, 12) y tenemos conciencia, como San­
tiago y San Juan, de que «podemos» compartir contigo el cáliz
de la redención (Me. 10, 39).
3.-En primera y última instancia y siempre es_ firme el poder
de nuestra esperanza teologal, anclada en la omnipotencia miseri­
cordiosa
de Dios y en la intercesión de nuestra Madre, «Mater
spei», «Virgo potens», «Auxilium christianorum». Nuestro opti~
mismo no es de facilidades, sino de obstáculos superables: «Todo
lo puedo
en Aquel que me conforta» (Flp. 4, 13 ).
4.-Sabemos que nuestro espíritu y nuestras facultades, vi­
gorizadas por la gracia y las virtudes, son nuestro principal poder,
y a
él se ordenan, en el plan de Dios, los poderes sociales y po-
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