Índice de contenidos

Número 433-434

Serie XLIII

Volver
  • Índice

Homilía del Cardenal Joseph Ratzinger en la Misa de exequias del difunto Pontífice Romano Juan Pablo II

DE JUAN PABLO II A BENEDICTO XVI
l. HOMIÚA DEL CARDENAL JOSEPH RATZINGER EN LA MISA DE
EXEQUIAS DEL DIFUNTO PONTÍFICE ROMANO JUAN PABLO II
(Plaza de San Pedro, viernes 8 de abríl de 2005)
"Sígueme",. dice el Sef'Jor resucitado a Pedro, como su última pala­
bra a este discípulo elegido para apacentar a sus ovejas. "Sígueme", esta
palabra lapidaria de Cristo
puede considerarse la llave para comprender
el
menséije que viene de la vida de nuestro llorado y amado Papa Juan
Pablo D, cuyos restos mortales depositamos hoy en la ·tierra como semilla
de inmortalidad,. con el corazón lleno de tristeza pero también de gozo­
sa esperanza y de profunda gratitud.
Estos son nuestros sentimietitos y nuestro ánimo. Hermanos y her­
manas en Cristo, presentes en la Plaza de San Pedro, en las calles adya­
centes y en otros Jugares diversos de la ciudad de Roma, poblada 'en estos
días de
una inme{Jsa multitud silenciosa y orante. Saludo a tcxios cor­
dialmente.
También en nombre del colegio de cardenales saludo con deferen­
cia a los Jefes de Estado,
de gobierno y a las delegaciones de los diversos
países. Saludo a las autoridades
y a los representantes de las Iglesias y
comunidades cristianas, al igual que a los de las diversas religiones.
Saludo a los arzobispos, a los obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas
y
fieles, llegados de todos los continentes; de forma especial a los jóvenes
que juan Pablo Il amaba definir el futuro y la esperanza de la Iglesia. Mi
saludo llega también a todos los que en cualquier lugar del mundo están
unidos a nosotros a través de
la radio y la televisión, en esta partici­
pación coral al rito solemne de despedida del amado ponlif1ce",
"Sígueme". Cuando era un joven estudiante, Karol Wqj(Yla era un
entusiasta de la literatura, del teatro, de la poesía. Trab¡yando en una
fábrica química, drcundado y amenazado por el terror nazi, escuchó la
Verbo, núm. 433-434 (2005), 171-185. 171
Fundaci\363n Speiro

voz del Señor: ¡Sígueme/ En este contexto tan particular comenzó a leer
libros de tiJOSoffa y de teo/Ogfa, entró después en el seminario clandesti­
no creado por el cardenal Sapieha y después de la guerra pudo comple­
tar sus estudios en Jafacultad teológica de la
Universidad fagellónica de
CracÓvia. Tantas veces en sus cartas a los sacerdotes y en sus libros auto­
biográficos ·nas habló de su sacerd~io, al que fue ordenado el 1 de
noviembre de 1946. En esa,; textos interpreta su sacerdocio, en particu­
lar a partir de
tres palabras del Señor.. En primer Jugar esta: "No me
habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros y os he
destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro permanezca". LEJ. segun­
da palabra es: "El buen pastor da la vida por sus oveyas •. Y finalmente:
"Como el Padre me 8mó, así os he amado yo. Permaneced en mi amor".
En estas palabras veinos el alma entera de nuestro Santo Padre.
Realmente ha_ ido a todos los Jugares, incansáblemente, para llevar fruto,
un fruto que permanece. "Levantaos, vamos", es el titulo de su penúltimo
libro. "Levantaos, vamos". Con esas palabras nos ha despertado de una
fe cansada, del sueño de los discípulos de ayer y hoy. "Levantaos, vamos",
nos·
dice· hoy también a nosotros. El Santo Padre fue además sacerdote
hasta el final porque
ofrectq su vida a Dios por sus ovejas y por la ente­
ra familia humana, en
una entrega cotidiana al servido de la Iglesia y
sobre
toclo en las duras pruebas de los últim~ meses. Así se ha converti­
do en una sola cosa con Cristo, el buen pastor que ama sus ovejas. Y, en
fin,
"permaneced en mi amor": el Papa, qu.e buscó el encuentro con
!.odas, que tuvo una capacidad de perdón y de apertura de corazón para
todos, nos dice hoy también con estas palabras del Señor: "Habitando en
el amor de Cristo, aprendemos, en la escuela de Cristo, el arte del amor
. verdadero". ·
"Sígueme". Enjulio de 1958 comienza para eljóven sacerdote Karol
Wojtyla una nueva etapa en el camino con el Señor y tras el Señor. Karol
fue, como era habitual, con un grupo de jóvenes apasionados de canoa
a
los lagos Ma.suri para pasar unas vacadones Juntos. Pero llevaba con­
sigo una carta que lo invitaba a presentarse· al primado de Polonia, el
cardenal
J,Jyszynski y podía adivinar solamente el motivo del encuentro:
su nombramiento como obispo
éiwdliar de Cracovia. Deyar la enseñan­
;¿il universitaria, dejar esta comunión estimulante con los jóvenes, d(ljar
la gran liza intelectual para conocer e interpretar el misterio de la crta­
tura humana, para hacer presente en el mundo de hoy la interpretadón
cristiana de nuestro
ser, todo aquello debía parecerle como un perderse
172
Fundaci\363n Speiro

a si mismo, perder aquello que constituía la identidad humana de ese
Joven sacerdote. Sígueme, Karol Woj()-'la aceptó, escuchando en la lla­
mada de la Iglesia la voz de Cristo. Y así se dio cuenta de cuanto es ver­
dadera la palabra del Señor: "Qulen pretenda guardar su vida la perde­
rá; y
quién la pierda la conservará viva". Nuestro Papa -todos lo sabe­
mos-no quiso nunca salvar su propia vida, tenerla para si,· quiso entre­
garse sin reservas, hasta
el úlümo momento, por Cristo y por nosotros. De
esa forma pudo
experimentar cómo todo lo que había puesto en manos
del Señor retornaba en un nuevo modo:· el amor a la pa/8.bra, a la poe­
sía, a las letras fue una parte esencial de _su misión pastoral jr dio fres­
curq. nueva,, actualidad nueva, atracdón nueva al anuncio del.
Evangelio, t:ambién predSamente cuando éste es.signó de contradicción.
"Sígueme". En octubre de 1978 el cardenal Wojtyla escucha de
nuevo la voz del Señor.
Se renueva el diálogo con Pedro narrado en el
Evangelio de esta ceremonia: "Simón de juan, ¿me amas? Apacienta mis
ovejas·. A la pregunta del Señor: Karol, ¿me amas?, el arzobispo de
Cracovia
respondió desde Jo profundo de su corazón: "Señor, tú Jo sabes
todo:
Tú sabes que te amo". El amor de Cristo fue la fuerza dominante
en nuestro amado Santo.Padre; quien lo ha visto rezar, quien Jo ha oído
predicar,
Jo sabe. Y así; gracias a su profundo enraizamiento en Cristo
pudo llevar un peso, que su.pera las fuerzas puramente humanas: Ser
pastor del rebaño de
Cristo, de su Iglesia universal. Este no BS el momen­
to de hablar de
los diferentes aspectos de un ponüficado tan rico.
Quisiera leer solamente
dos pasE!}es de la liturgia de hoy, en los que apa­
recen elementos centrales de su
anu~do. En la primera lectura dice San
Pedro·-y dice el Papa con San Pedro-: "En verdad comprerido que
Dios
no hace acepción de personas, sino que en cualquier pueblo Je es
agradable todo el que Je teme y obra la justicia. Ha enviado su palabra
a los hijos de Israel, anunciando
el Evangelio de la paz por medio de
jesucristo, que
es Señor de todos". Yen la segunda lectura, San Pablo-y
con San Pablo. nuestro Papa tanto, hermanos muy queridos y añorados, mi gozo y mi corona, per­
maneced así, quertdisimos mios, firmes en
el Señor".
· "Sígueme".
junto al mandato de apacentar su rebaño, Cristo anun­
dó a Pedro su martirio. Con esta palabra conclusiva y que reswne el diá­
logo
sobr'e el amor y sobre el mandato de pastor universal, el Señor
recuerda otro diálogo, que tuvo Jugar
en la Ulüma Cena. En esta ocasión,
jesús
dija: "Donde y¡, voy, vosotros no podéis venir". Pedro dijo: "Señor,
173
Fundaci\363n Speiro

¿dónde vas?". !.e respondió Jesús: "Adonde yo voy, tú no puedes seguirme
ahora, me seguirás más tarde". jesús va de la Cena a la C111z y a la
Resurrecdón y entra en el misterio pascual; Pedro, sin embargo, todavía
no Je puede seguir. Ahora -tras la Resurrecdón-llegó este momento,
este "más tarde". Apacentando el rebaño de Cristo, Pedro enlra en el mis­
terio pascual, se dirige hada la Cruz y la Resurrecdón. El Señor lo dice
Con estas palabras, " ... cuando eras más joVen ... ibas adonde qlll!rfas;
pero cuando envejezcas extenderás tus manos y otro te ceñirá y llevará
adonde no quieras". En el primer periodo de su pontificado el Santo
Padre, todavfajoven y repleto de
fuerzas, bajo la gula de Cristo fue hasta
los confines del mundo. Pero después compartió cada vez más los su!ri­
mi_entos de Cristo, comprendió cada vez m(ljor la verdad de las palabras:
NOtro té ceñirá,., ". Y predsamente. en esta comunión con el Señor que
sufre anunció el Evangelio infatigablemente y con renovada intensidad
el misterio del amor hasta el fin.
Ha interpretado para nosotros el
inisterio pascual como misterio de
la divina misericordia. Escribe en su último libro: El limite impuesto al
mal "es en definitiva la divina misericordia". Y reflexionando sobre el
atentado dice:
"Cris(o, sufriendo por todos nosotros, ha conferido un
nuevo sentido al sufrimiento; Jo ha introducido en una nueva dimen­
sión, en un nuevo orden: el del amor. .. Es_ el sufrimiento que quema y
consume el mal con la llama del amor y obtiene también del pecado un
mu/ti.forme floredmiento de bien ". Animado por esta visión, el Papa ha
sufrido y amado en comunión con Cristo, y por eso, el mensaje de su
sufrimiento y de su silendo ha sido tan elocuente y fecundo.
Divina Misericordia: El Santo Padre encontró el reflejo más puro de
la inisericordia de Dios en la Madre de Dios. El, que habla perdido a su
madre cuando era muy Joven, amó todavfa más a la Madre de Dios.
Escuchó las palabras del Señor cr.udficado como si estuvieran dirigidas
a él personalmente:
"¡A qui tienes a tu madre!". E hizo como el disdpulo
predilecto: la acogió
en lo intimo de su ser (eis ta iclia, Jn 19,Zí'.)-Totus
tuus. Y de la madre aprendió a conformarse con Crisfo.
Ninguno de nosotros podrá olvidar cómo en el último domingo de
Pascua de su vida, el
SQ.nto Padre, marcado por el sufrimiento, se asomó
una vez más a la ventana del Palacio Apostólico Vaticano y dio la ben­
dición Urbi et Orbi por última vez. Podemos estar seguros. de que nues­
tro
amado Papa está ahora en la ventána de la casa del Padre, ·nos ve y
nos bendice. Si, bendfganos, Santo Padre. Confiamos tu querida alma a
174
Fundaci\363n Speiro

la Madre de Dios, tu Madre, que ie ha guiado cada dia y te guiará ahora
a la gloria eterna
de su Hijo, jesucristo Señor nuestro. Amén.
2. HOMIÚA DEL CARDENAL JOSEPH RATZINGER EN LA MISA
"PRO ELIGENDO PONTÍFICE"
Is 61, 1-3. 6. 8-9
Ef 4, 11-16
Jn 15, 9-17
(Ciudad del Vaticano, lunes lQ de abril de 2005)
En esta hora de gran responsabilidad, escuchemos· con particular
atención cuanto nos dice el Señor con sus mismas palabras. De las tres
lecturas quisiera elegir sólo algún pasaje, que nos conderne directa­
mente en un momento como este.
La primera lectura presenta un retrato profético de la figura del
Mesías, un retrato que recibe todo su significado desde el monyento en
que jesús lee este texto en la sinagoga de Nazaret, cuando dice: "Esta
Escritura se ha cumplido hoy" (t.c 4, 21). En el centro del texto profético
encontramos una palabra
que, al menos a primera vista, parece contra­
dictoria.
El Mesías, hablando de si mismo, dice que ha sido enviado "a
proclamar el año de misericordfJ!-del Señor, día de venganza de nuestro
Dios" ~s 61, 2). Escuchamos, con alegria, el anundo del año de miseri­
cordia: la misericordia divina pone un limite al mal, nos dijo el Santo
Padre. Jesucristo es la misericordia divina en persona: encontrar a Cristo
significa encontrar la misericordia de Dios. El mandato de Cristo se ha
convertido en mandato nuestro a través de la undón sacerdotal; estamos
llamados a proclamar, no sólo con palabras sino también con la vida, y
con los signos eficaces de los sacramentos, ne/ año de misericordia del
Señor". Pero ¿qué quiere decir Isa/as cuando anuncia el_ "dfa · de ven­
ganza del Señor''? Jesús, en Nazaret, en su lectura del texto profético, no
pronunció estas palabras; concluyó anundando el año de misericordia.
¿Fue este, quizás,
el motivo del escándalo que se produjo después de su
predicadón? No Jo sabemos. En todo c8.So, el séñor hizo su comentario
auténtico a estas palabras con la muerte en la cruz. nSobre el madero,
llevó nuestras pecadas en su cuerpo ... ", dice San Pedro (l P 2, 24). Y san
175
------------------------------
Fundaci\363n Speiro