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Número 433-434

Serie XLIII

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Los católicos a la muerte de Juan Pablo II: Una primera reflexión

LOS CATÓLICOS A LA MUERTE DE JUAN PABLO 11:
UNA PRIMERA REFLEXIÓN
POR
JOSÉ ANTONIO ULLATE
SUMARIO: EL CRITERIO ES LA SALVACIÓN DE LAS AIMAS.~LA DOCTRINA DEL REINADO
SOCIAL DE CRISTO SOBRE LA SOCIEDM>.-:-L ACTIVIDAD POÚTICA DE LOS GATÓUCOS.­
LA EXPERIENCIA Y SU RELACIÓN CON LA DOCI'RINA.-EL VACIAMIENTO DEL DOGMA EN
IMÁGBNES.-El. CAMINO DEL ECUMENISMO.
Su Santidad Juan Pablo U murió a las 21.37 h?raS del día 2 de
abril de 2005. Pocos minutos después la noticia
alcanzaba a los fie­
les congregados en la plaza de. San Pedro y al orne entero. Los cató­
licos,
que conscientes de que el empeoramiento de las condiciones
fisicas de Karol Wojtila hadan augurar una muerte inminente, lle­
vaban tiempo elevando plegarias al Padre eterno por el Romano
Pontífice.
En_aquel momento, en los más recónditos lugares del pla­
neta, muchos se· hincaron de rodillas y reanudaron sus oraciones, a
partir de ahora por el eterno descanso del alma de Juan Pablo II.
Ni aquella hora ni ésta, aún inmediata, son oportunas para
hacer un balance del pontificado, que requiere de una distancia
que atempere los sentimientos y de un examen frío de los ele­
mentos en juicio.
Sin embargo, dicho con la crudeza del refrán romano, "cuando
muere
un Papa, se hace otro", y diecisiete días después, un nuevo
pontífice, Benedicto
XVI, se ha asomado a la balconada de San Pe­
dro. Por esa razón resulta oportuno hacer
una primera reflexión, ne­
cesariamente
de urgencia, . sobre la situación de los católicos a la
muerte de Juan Pablo
II, situación que obligatoriamente ha de ser uno
de los puntos de partida del nuevo pontificado del "Papa-Ratzinger''.
Verbo, núm. 433-434 (2005), 199-209.
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JOSÉ ANTONIO ULLATE
No se trata, pués, de hacer una reflexión teológica, sino más
bien sociológica y antropológica o incluso política, si se quiere.
El método será el de realizar observaciones puntuales, sin
extraer más consecuencias, para dibujar un panorama realista de
la situación.
El criterio es la salvación de las almas
Salus animarum suprema ]ex, la ley suprema (de la Iglesia)
es la salvación
de las almas. Ésa es, pues, la finalidad con que la
constituyó Jesucristo y ése es el criterio de juicio
de toda actua­
ción cristiana. Por lo tanto, a la hora
de hacer una primera valo­
radón de la situación del corpus social cristiano de hoy, será
deci.Sivo· tener en cuerita en qué medida la salu,s animarum es la
piedra de toque de la actuación eclesiástica.
La salvación de las almas se puede considerar desde distintos
ángulos. Evidentemente el más objetivo, es decir,
si un alma, de
hecho se ha salvado o no, escapa a la percepción de los
aistianos
que peregrinamos en la tierra, salvo en los casos de p_roclamación
infalible por parte de la Iglesia. Sin embargo, no es ése el único
punto
de vista posible. Mediante la Revelación y por el Magisterio
de
la Iglesia conocemos los caminos ordinarios que conduceh a la
vida eterna: la vida de amistad con Dios,
a través del cumplimien­
to
de los mandamientos, la vida de oración, la práctica de los sacra-
1nentos y de las obras de misericordia, el re01rso a los sacra1nenta­
les y a la intercesión de los santos, principahnente; y todo esto pre­
cedido por el anuncio de las verdades de la
fe. El aspecto visible
de todos estos medios nos pennite, con la debida prudencia, hacer
prospecciones sobre el pulso sobrenatural de los aistianos.
la doctrina del reinado social de Cristo sobre la sociedad
Yendo de lo más externo hacia lo mlís interno, se observa de
entrada que los católicos del mundo no hemos logrado confor­
mar ambientes sociales generalizados constru.idos conforme a _las
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LOS CATÓLICOS A LA MUERTE DE JUAN PABLO II, UNA PRIMERA REFLEXIÓN
enseñanzas cristianas, que permitan dar culto público a Dios y,
al mismo tiempo, faciliten la inserción de las nuevas generaciones
en la vida sobrenatural, así como la práctica de esa vida en aque­
llos que.
son ya católicos. Aquí nos encontramos con la primera
dificultad de interpretación: para unos esta renuncia a lo
que lla­
man mentalidad de cristiandad es algo positivo. Una purificación
de la Iglesia, que habría adquirido adherencias políticas a lo largo
del tiempo (el llamadO "constantinismo' en claro anacronismo).
Para otros,-entre los que me ruento, tanto la condición unitaria
de la creación -que reclama Una ordenación armónica dé las
sociedades según la ley de Dios, de modo que el ser humano
encabece el culto de lo creado hacia el creador--:-, como la natu­
raleza social del ser humano -de una "porosidad" tanto cons­
ciente como
inconsciente-demandan que el cristianismo no se
quede sólo
en vivencia privada sino que aspire a conformar las
sociedades. Este es, pues, un .problema a dirinúr. ¿Pertenece o no
a la esencia · del c.r)-stianismo apetecer no sólo la conquista de las
almas sino de las ·so-ciedades? En este sentido es irrelevante el
dato de hecho. No se trata de
que sea más o menos factible -en
un análisis sie1npre "deinasiado .humano"-, sino -que estamos
ante una cuestión de principio. Esta cuestión tuvo sus ciertas dis­
putas
en el pasado. Pero fueron disputas exclusivamente acadé­
micas, puesto que
la doctrina pública y constante de la Iglesia
como tal
ha sido la de la obligatoriedad del culto debido a Dios
tanto
para los individuos como para las sociedades. Por lo menos
hasta años_ recientes, en que sin suceder ninguna revocación se
han ido progresivamente aceptando los postulados maritainiarios
de la "·nueva cristiandad".
El resultado es indudablemente un doble problema: el pri­
mero es el del abandono de una doctrina con conexión próxima
al núcleo de la Revelación (como viene recogida por ejemplo,
pero no sólo, en la enáclica de Pío XI Quas primas), el segundo
es
la instalación de la mentalidad de los cristianos en la perpleji­
dad y en la variación.
Nos interesa
s_aber y cumplir fielmente aquello que pertenez­
ca a la doctrina de la Iglesia.
La mera sucesión fáctica de un ma­
gisterio por otro notablemente diferente y aparentetnente opues-
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to (algo percibido por unos y otros, aunque sin determinar la
nota teológica del magisterio actual) no basta para dar razón de
la oposición. Hace falta una aclaración intelectual qué dé razón
de la armonía entre ambos magisterios, o
bien determine, sin
dejar ninguna pregunta abierta, cuál de los dos es, además de
no
infalible, errado, con las consecuencias teológicas subsiguientes.
Por otra parte, se comprueba cómo se instala fácilmente
.en la
mente de muchos fieles el pensamiento de que la doctrina cris­
tiana es variable, Este pensamiento hace prácticamente imposible
el acto de
fe. Realidad ésta terrible, y poco valorada.
Recientemente se ha
hecho público llll estudio sociológico
del
GIS español (Centro de Investigaciones Sociológicas). "En el
estudio
La situación de la religión en España a principios del sic
glo XXI, los expertos consideran que los españoles tienden a •pri­
vatizar,,
la religión y

a
vivir la fe al margen de los dogmas dicta­
dos
por la Iglesia" ("Los españoles, sin ángeles ni demonios",
Diario de Navarra, 2-V-05). Entre las creencias valoradas, llama
la atención que sólo el 25,9"/o de los encuestados dice a·eer en la
existencia del infierno, mientras que
niégan esta creencia un
41,9% y un 29,6% duda de si existe o no. Se trata sólo de un
ejemplo que debe tomarse a beneficio de inventario. Pero no
hacen falta estadísticas para saber que cada vez más personas
que provenían
de nna tradición católica "tienen dudas".
La actividad política de los católicos
El precio de no haber resuelto satisfactoriamente los pro­
blemas filosóficos y teológicos abiertos
por la transición desde
nna doctrina social que propugnaba la unidad católica y a oira
que abiertamente la rechaza es que los ca.tólicos se ven redu­
cidos -en su intervención polítiea-a la defensa .de unos
mfnimos éticos y aun estos sin precisar. Vale la pena resaltar
hasta
qué punto el problema de la doctrina social cristiana (que
pertenece al ámbito de la doctrina moral) hoy ha dejado de ser
un problema principalmente práctico y se ha convertido en un
problema teórico. No se trata de decir que los cristianos en su
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actividad política sean más ·º menos consecuentes que antaño,
sino que a diferencia de los cristianos· de .hace urios años hoy
carecemos de certezas intelectuales compartidas en materia de
doctrina social.
Es un problema teórico q~ hunde sus raíces
en el mencionado desmantelamiento de facto de la. doctrina
del reinado social de Jesucristo
.. Al no haberse dado respuesta
intelectual satisfactoria, los católicos hemos
quedado abando­
nados a los impulsos particulares. En este sentido, la actitud
mayoritaria de los exponentes católicos en España en la última
gran batalla social, la del matrimonio entre personas
ele! mismo
sexo ha sido la de reivindicar en la .exclusividad del término
matrimonio para la
unión de un hombre y una mujer y la de
pedir que se excluya la facultad de adoptar niños a las parejas
de homosexuales. En general se concedía que,
por supuesto,
los católicos
no se oponían al establecimient.o de una figura
jurídica con contenidos análogos al 1natrimonio para este tipo
de uniones que la doctrina moral católica y la ley natural defi­
ne contrarios a la naturaleza. La falta de una doctrina fundada
y compartida nos lleva
a discusiones terministas, en la práctica
irrelevantes. Además de
que una posición política como la des­
crita es en términos _ pragniáticos un derrotismo, el proble1na
fundamental es que busca. más la tranquilidad cie la conciencia
que la efectiva construcción social. El abandono .de los funda­
mentos intelectuales realistas
que cimentaban la doctrina de la
unidad católica ha traído como consecuencia no sólo el arrum­
bamiento acrítico de aquella doctrina, sino la indefensión de
los católicos
en la vida pública y privada. La doctrina del dere­
cho natural percibe claramente que el derecho positivo sólo
puede regular instituciones que contribuyen a la perfección de
la sociedad, a la consecución de sus fines.
El derecho civil
regula la permuta o el arrendamiento porque ~n sí son instru­
mentos que facilitan el desarrollo de la vida social. Como corre­
lato,
por la estructura social de la persona· humana, los ciu­
dadanos entendemos
que lo que la ley regula, lo propone.· Es
el valor ejemplificador y civilizador de la ley. Este meca.nismo
es natural y contribuye a
hacer más fácil al individuo la conse­
cución de sus fmes, lo mismo
que a la sociedad. Pero este
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mecanismo -aparentemente ignorado por nuestros correligio­
narios
que han pedido una ley diferente a la del matrimonio
que regule las uniones contra natura-puede pervertirse. El
ser humano está bien hecho, pero está hecho para el bien. Eso
quiere decir que si los mecanismos de su ley psicológica inter­
na que le llevan a valorar positivamente lo regulado por la ley
se encuentran-con que una ley perversa (estrictamente una no
ley, pero materialmente una ley) regula (es decir: propone) una
institución inmoral, la persona tendrá una inclinación a acoger
esa institución como una· opción más. Tenemos todos los ejem­
plos que queramos a mano. La ley de divorcio es uno de los
más llamativos. Los personalistas radicales, como los indivi­
dualistas clásicos,
niegan todo valor propositivo a la ley: Para
ellos no influye nada en el comportamiento de los ciudadanos.
Es una realidad que va a remolque de las iniciativas privadas.
Según eso; e.staríainos ante una m_era cuestión de hecho: exis­
tía una demanda de una porción de la sociedad que deseaba
una ley de divorcio. Pero lo que esta posición no logra expli­
car es porqué, año tras año, después de la introducción ·ae esa
ley, se ha producido
un crecilniento descomunal de-los divor­
cios. Es obvio que lo que la ley regula, la ley propone. Tan es
así que una legalización encubierta (despenalización) del abor­
to también ha traído un crecin1iento dramático de este tipo de
conductas criminales.
Una sociedad sana tiené en cuenta 'esos mecanismos natu­
rales del individuo y de la misma sociedad. Por eso no se ha
visto nunca una regulación legal directa de una unión estable
entre homosexuales. Lo 1nás que se puede hacer es regtllar cier­
tos electos que se dan en los márgenes de la sociedad, pero no
directamente. Análoga consideración debe hacerse sobre la
prostitución y en general cualquier conducta perjudicial para la
sociedad. Esta larga digresión
también contribuye a ofrecer una imagen
de la astenia intelectual y moral de los católicos hodiernos. No se
piense que esta fractura afecta sólo a la esfera pública, dejando
intacta la vida espiritual
de los fieles, pues el ser humano es uno
y coherente.
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LOS CATÓLICOS A LA MUERTE DE JUAN PABLO II, UNA PRIMERA REFLEXIÓN
la experiencia y su relación con la doctrina
En su uso actual "experiencia" es un concepto equívoco.
Desde
un punto de vista equivale a contacto sensible con la rea­
lidad, y -por eso mismo fuente de sensaciones para el intelecto.
En esa misma línea también es una cierta sabiduría práctica,
sobre las realidades externas, fruto de la actividad humana. En
este sentido la experiencia tiene también su papel
en la vida reli­
giosa, pero en ningún caso tiene ningún valor probatbrio. Al
hablar los místicos de experiencia de las cosas de Dios hablan de
algo muy real, pero
en ningún caso en algo que sirva para dar
fundamento a la
fe, sino de algo que sucede realmente a quien
tiene
fe. Las realidades objeto de la estricta fe exceden infinita­
mente las potencias sensibles, pero también las i,ntelectu~1J€s, que
requieren del socorro del don sobrenatural, que las eleva. Así
sucede que ese don libremente acogido constituye la fe y modi­
fica la inteligencia con
un hábito (habitus fidei), haciéndola capaz
por esa vfa de lo que no era capaz por sí misma. La elevación del
sentimiento no es comparable a la de la inteligencia. Pues aun.e.
que el donsobrenatural también capacita para experimentar sen­
siblemente en ciertas ocasiones determinados consuelos,-esta dis~
posición no se convierte en un hábito estable del sentimiento,
por lo tanto en materia de sensibilidad hay que huir de dos extre-
1nos: despreciar los consuelos que Dios envía al ahna, pues son
signo de su amor, lo mismo-que las arideces; y por otro lad9 eri­
girlos
en criterio, pues tanto consuelos co1no desconsuelós están
ordenados a una unión estable y más alta.
Sin embargo desde la época de los primeros modernistas se
ha ido difundiendo una concepción mucho rriás ambiciosa del
papel de la experiencia en la vida de fe. Este. modo de ver la
experiencia religiosa es tributario de
los. fundail).entos .filosóficos
agnósticos del modernismo y de las filosoffas de la acción, fren­
te a la filosoffa del ser, la filosoffa tomista, tradicional. Además,
en los modernistas influyó notablemente un cierto con1plejo de
inferioridad frente al pensamiento racionalista de la época, que
venía a despreciar como i1Ticional la fe católiCa puesto que al
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recurrir al don sobrenatural se situaba fuera del ámbito de lo empí­
rico, con lo que
se le negaba todo valor objetivo, reduciéndolo al
ámbito. de la superstición. Habiendo descuidado la sana filosofia
escolástica, con su reflexión sobre-el conocimiento, en un mundo
cristiano que no había superado la crisis kantiana, a muchos les
pareció imposible seguir defendiendo la doctrina cristiana sin
encontrar
un modo de verificación· inmanente. El sentimiento reli­
gioso se erigía para muchos como el gran baluarte de la
fe. Los
cristianos no sólo no eran menos· racionales que los laicistas, sino
que eran
-los únicos racionales pues no-censuraban la experiencia
religiosa, criterio que por sí mismo fundaba la racionalidad de la
fe. O así lo creyeron ellos. La actual primacía de la experiencia reli­
giosa, reducida al sentimiento .religioso, no es sino consecuencia
de aquella posición, pero desligada de todo su aparato intelectual.
La consecuencia de la primacía de la acción sobre la inteligencia
es abiertamente visible, la religión católica para muchos se ha
vaciado de contenido objetivo, siendo discutible cualquier punto,
y se ha reducido a una etiqueta. A
un puro nombre. Lo único indis­
cutible actualmente es la experiencia, pero casualmente
si algo
caracteriza a la experiencia. es que es incomunicable."
Esta apreciación es importante puesto que sin esta clave
interpretativa
no llegamos a comprender por qué se ha dado una
perversión trágica en el proceso de comunicación de la fe. En el
pórtico del pontificado de Juan Pablo II, el papa pronunció aque­
llas emblemáticas palabras, "¡Abrid las puertas de par
en par a
Cristo!" Desde el punto de vista de la teoría de la comunicación
¿estamos .ante
un buen mensaje? Es indudable que ha resonado
por todo el planeta, que lo han escuchado y retenido muchas
personas que incluso ignoran el contenido de la doctrina cristia­
na, pero ¿es un buen actó de comunicación? La _realidad es que
ha funcionado como slogan, pero detrás de su aparente rotundi­
dad suscitaba una pregunta, "¿Cómo?" "¿Cómo se une el alma a
Cristo?" Esa pregunta que hubiera podido responder con rotun­
clidad rualquier niño que hubiese estudiádo su cate~ismo, ha
recibido las más inopinadas respuestas ...
Quienes piensan que el problema se resuelve por sí solo,
p_orque· Jesús, como cualquier otra persona, se relaciona mos-
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LOS CATÓLICOS A LA MUERTE DE JUAN PABLO //: UNA PRIMERA REFLEXIÓN
trándose, olvidan aquellas palabras: "No. todo el que diga ;señor,
Señor,,
entrará en .el Reino de los Ciel.os" (Mt. 7, 21-21). La rela­
ción del hombre con Dios más allá de .conocer la existencia de
un Dios providente, es decir, la vida sobrenatural tiene analogías
con la vida comdn, pero tiene sus_ propias vías, para co~enzar,
la de la obediencia de la fe. ¡Por eso es tan primordial conocer
con precisión el dogma! Es un derecho del fiel. que las autorida­
des jerárquicas de la Iglesia (hasta lo más inmediato:
los párro,
cos) le provean de doctrina sana y clara, de medios de santifica­
ción y de seguridad frente a las amenazas. de los lobos: a saber,
el mundo, la carne y el demonio.
La primacía de la experiencia desdeña como mediaciones
artificiosas y secas todas estas cosas y las sustituye
por un con­
tacto directo con el amor
de Dios. O así se pretende. Pero hay
que preguntarse si la experiencia por sí sola basta para guiamos
en la relación con Dios. No basta puesto que Dios. es espíritu
puro, y nuestros sentidos y ni siquiera nuestra inteligencia pue­
den captar lo puramente espiritual directamente. Necesitamos de
la autoridad. de Dios para
poder creer.
El vaciamiento del dogma en imágenes
El reverso de la primacía de la experiencia es la sustitución
de la doctrina de la
fe por imágenes. Centenares de miles de jóve­
nes arracimados en tomo al Papa, aplaudiendo1 ·vitoreando y bai­
lando es ... una imagen. Inmediatamente viene la mente la ana.lo­
gía con la entrada de Jesús en Jerusalén el domingo de Ramos.
Nuestra religión no es una vaga o intensa. exaltación del· senti­
miento, sino que apela a la razón y a la voluntad. Si esas muche­
dumbres excitadas resuelven emprender el único camino
de la
virtud cristiana y
de la fe, entQnces serán un buen indicio, pero
si no, no habrán servido más que para transmitir una sensación
que no se corresponde con la realidad. Además, se ha produci­
do-una curiosa inversión en los· criterios_ de adhesión al niensaje
evangélico. Yo mismo he participado en algún encuentro mun­
dial de la juventud
con Juan Pablo II y no lo recuerdo como un
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momento especialmente piadoso de mi vida. Pero es digno de
resaltarse cómo la observación de la poca utilidad de estos even­
tos
-algo perfectamente opinable-es visto por muchos cristia0
nos como un sospechoso desapego respecto de la Iglesia y del
Romano pontífice.
El camino del ecumenismo
Si en algún tópico. la inteligencia contemporánea de los
cristianos_ se muestra para<;lójica es en el del ecumenismo.' Nos
encontramos,
Una vez más, ante un.a palabra (ecuménico) ubé­
rrima de significados. O si se prefiere, ante una palabra equí­
voca. En numerosas ocasiones
Juan Pablo II ha manifestado
que el camino
del ecumenismo no tiene vuelta atrás. Es dificil
precisar un sentido utúvoco a esta· afirmación, pero en su lógi­
co deseo de acoger las .palabras del Romano pontífice, los cris­
tianos se ven sumidos en una confusión llamativa. Para unos el
ecuffienismo es que todos los no católicos se integren en el
seno de la Iglesia, pero en este caso no se entiende qué añade
el término a la tradiCional visión de la misión universal de la
Iglesia. Mientras, otros muchos, entienden que todas las reli­
giones son caminos de salvación; otros, que sólo lo son aque­
llas que conservan el bautismo válido ... Una cosa no puede ser
y
no ser bajo el mismo aspecto. El principio de no contradic­
ción salta
por los aires si no se da razón suficiente de la doc­
trina tradicional
por la que la Iglesia que Cristo fundó es la
católica
(no simplemente subsiste en ella, como si se tratara de
uila entidad diferente que inhjriera en la Iglesia católica, en
cuyo caso ¿quién habría fundado la Iglesia católica?). El dogma
extra ecclesiam nulla salus, qtie no excluye de la salvación a
aquellos que no. han conocido materialmente la Revelación,
pero les exige una adhesión formal a un Dios providente y
remunerador, para 1nuchos se ha disuelto en: nada, con las con­
secuencias que inmediatamente se proyectan sobre toda la
doctrina cristiana, también susceptible
de revisión y adaptación
a los tiempos.
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LOS CATÓLICOS A LA MUERTE DE JUAN PABLO JI: UNA PRIMERA REFLEXIÓN
Conclusión
En·resumen, esta reflexión no aspira ·más ·que a contribuir a
caer en la cuenta de cuál es el estado del pueblo cristiano en esta
transición papal.
Es sintomático que lo que aquí se ha señalado
como debilidades, incluso
como problemas muy graves, es visto
por muchos Otros como purificación, regeneración, fidelidad al
Evangelio. Pero
eso mismo es ya el problema. No es la primera
vez . que opiniones discordantes y aun contrapuestas se han
enfrentado en el seno de la Iglesia. Incluso tratándose de mate­
rias
de importancia central. Pero, como sucedió por ejemplo en
la disputa de aLJXiliis, se trataba de puntos no definidos, no
resueltos por la Tradición y el Magisterio. La situaciónde los cató"
licos hoy es diferente. Existe duda e incertidumbre sobre el alcan­
ce de los términos más básicos, hasta hace unos años pacífica­
mente poseídos, que son interpi'etados de forma contrapuesta
por los creyentes: Quot capita tot sententiae. Esto, siendo malo,
no es lo peor. Lo peor es que se ha perdido la urgencia por la
verdad,
por el ser, Se ha perdido el sentido dogmático y se ha
abierto paso
una idea vaga de que es posible al mismo tiempo
que la religión cristiana sea verdadera y que no satisfaga esta.sed
humana de verdad.
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