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Número 481-482

Serie XLVIII

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Actualidad y vigencia de Donoso Cortés

 

El presente año 2009 se cumplen los doscientos años del nacimiento en Valle de la Serena, en la Extremadura leonesa, de Juan Donoso Cortés, uno de los escasos pensadores políticos españoles (y más ampliamente hispanos) que han recibido reconocimiento (que no es lo mismo que aprecio) universal durante la Edad contemporánea. La historia de su fama, irregular, guadianesca si se permite una referencia castiza, comienza en los mismos días de su vida no demasiado larga y en los años inmediatamente siguientes a su muerte. Amigo de Guizot, Montalembert, De Broglie o Veuillot, Francia constituye el escenario principal de su reputación. Y Francia era, y ha seguido siendo, no lo olvidemos, la sede donde brotan y renuevan los “movimientos católicos” de todo signo. Pero no concluía ahí el horizonte vital e intelectual donosiano, pues alcanza al cardenal Fornari, al conde Raczynski o al canciller Metternich.

Cierto es que tras esos brillos pasajeros, aunque dieran lugar a algo de permanente a través de la edición de sus obras en castellano y en las principales lenguas[1], sobrevino un período de olvido, hasta el punto de que el costumbrista Mesonero Romanos hubo de descubrir a finales del siglo XIX la tumba perdida de Donoso[2]. Eclipse que concluyó con la resurrección, en parte propiciada por la atención tan famosa como perturbadora que le prestara Carl Schmitt en el cénit del siglo XX[3], y luego prolongada más discretamente hasta nuestros días. Piénsese, a este respecto, que después del libro de Schmitt, y de las no pocas páginas que lo siguieron para contradecirlo o apuntalarlo[4], se han vuelto a reeditar algunas de las más incisivas del extremeño en las principales lenguas.

Si nos ceñimos en exclusiva a su obra sin duda más importante, el Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo, encontramos que en los años setenta Giovanni Allegra lo tradujo de nuevo al italiano y le puso un prólogo[5]. Pocos años después, Arnaud Imatz volvía a editar en Francia, también con un comentario liminar[6], la versión de los Veuillot. Mientras que se volvía a estampar la versión inglesa de Madeleine Vinton Goddard, con un agudo estudio del profesor Frederick D. Wilhelmsen[7], que antepondría otra nota en 1995 al interesante libro biográfico e interpretativo de Robert A. Herrera[8]. Finalmente, Günther Maschke lo vertía de nuevo al alemán, acompañándolo de un amplio comentario[9]. Sin necesidad de mirar hacia fuera, por esos años, el padre Carlos Valverde, S.J., completaba una edición crítica sensiblemente mejorada, aunque no exenta de errores, de las Obras completas del extremeño[10]. Mientras que don Federico Suárez Verdeguer cerraba una dedicación de casi cincuenta años a los estudios donosianos con la completísima Vida y obra de Donoso Cortés[11].

La vida y la entera ejecutoria de Donoso aparecen marcadas por una profunda evolución. Que comienza con el joven liberal tout court que hace amistad con Quintana. Que muda hacia el liberalismo doctrinario del partido moderado en la parte central de su vida. Y que concluye con el alejamiento total respecto de cualquiera de las escuelas liberales al tiempo que con el abrazo de la verdad católica íntegra. Sin embargo, la presentación anterior de su transformación, de un lado, quizá resulte sumaria en exceso y, de otro, no alcance a exhibir totalmente su condición de inacabada.

Se hace preciso, pues, distinguir entre la conversión religiosa y la intelectual y política. La primera, para empezar, y en sus propias palabras, debe relativizarse: “Yo siempre fui creyente en lo íntimo de mi alma; pero mi fe era estéril, porque ni gobernaba mi pensamiento, ni inspiraba mis discursos, ni guiaba mis amores[12]”. Hoy sabemos lo que supusieron en tal sentido la muerte de su hermano Pedro y el trato de Santiago Masarnau[13]. La segunda, por más que haya quien prefiera subrayar la continuidad sobre la ruptura, resulta más palmaria. En una de sus cartas a Montalembert lo resumió Donoso en dos trazos geniales: “Mi conversión a los buenos principios se debe, en primer lugar, a la misericordia divina y después al estudio profundo de las revoluciones”[14]. Por eso, aunque se puedan distinguir los niveles, también deben considerarse en su conmixtión.

En este sentido es dado caracterizar su evolución como una evolución con signo y, al mismo tiempo, una evolución truncada. Empezando por esto último, el cambio no aparece completo en el orden intelectual[15]. La coyuntura del tiempo y las características de su formación lo impedían de modo súbito. Algunas de las objeciones que se le han levantado en cuanto al fideísmo y el tradicionalismo filosófico, en general exageradas, se explican así como límites de un pensamiento que está madurando fuera de las categorías en que había comenzado a forjarse[16]. Pero tampoco en el orden político era posible un cambio total que sólo podría haberle conducido a los predios del carlismo, contra el que sin embargo guardaba un pesado lastre patético difícil de arrojar por la borda de una sola vez[17]. Como ha observado el inolvidable Álvaro d´Ors, Donoso, liberal de origen y “europeo” de ejercicio, no supo entender en su último fondo la tradición no-estatal de España y, de resultas, la genuina reacción tradicionalista del carlismo frente al designio estatalizador del borbonismo dieciochesco[18]. Ahora bien, apuntadas las cautelas, no puede dejar de observarse tampoco el neto signo que marca su peregrinar y que se instala en la teología de la historia y de la política. Porque no se queda en la crítica de un gobierno o de un régimen concreto. Como tampoco se limita a afirmar sin discernimiento el remedio de la dictadura. Contra Schmitt lo observa ron muchos, mi maestro Eugenio Vegas Latapie por ejemplo, al destacar que la dictadura donosiana es sólo un remedio provisional y urgente al servicio de una legitimidad permanente y estable que no es otra que la monarquía tradicional[19].

Y es que la originalidad de Donoso Cortés, ha escrito el profesor Canals, otro de mis maestros, transita precisamente por un ultramontanismo a la española, consciente y explícitamente antiliberal[20], que enlaza con una monarquía hereditaria, que –escribió Donoso– “tal y como existió en los confines que separan la monarquía feudal y la absoluta, es el tipo más perfecto y acabado del poder político y de las jerarquías sociales”[21]. No es extraño, pues, que concepción católica y monarquismo hubieran de fundirse en su pensamiento, convencido como estaba –según rubrica en cabeza del Ensayo– de que “en toda gran cuestión política va envuelta siempre una gran cuestión teológica”[22]. Ahí radica la fuente de lo que podríamos bautizar no sin alguna reserva su “teología política”, que se resuelve en una verdadera teología de la historia centrada en la denuncia profética del liberalismo. Por eso Donoso es superior a Tocqueville, con el que se le compara frecuentemente, a veces para oponerlos: el primero piensa como teólogo mientras que el segundo lo hace como sociólogo[23]. La mudanza de los tiempos desde mediados del ochocientos hasta nuestros días no ha hecho más que confirmar la genialidad de ambos, pero en particular la de nuestro coterráneo, que vio que había todavía salvación para los individuos, pero no para las sociedades, “porque el espíritu católico, único espíritu de vida, no lo vivifica todo: la enseñanza, los gobiernos, las instituciones, las leyes y las costumbres”[24]. El Syllabus de Pío IX, al que Donoso contribuyó no poco con las observaciones contenidas en su “carta al cardenal Fornari”[25], uno de sus textos cimeros, marca esa divisoria de aguas entre la venerable civilización y la barbarie, una nueva barbarie, precedida de una sofística también renovada[26]. ¿Quién negará no ya la vigencia sino aun la actualidad de un tal pensamiento?

 

(N. de la R.) El pasado 11 de diciembre se celebró un seminario internacional titulado “Donoso Cortés, ¿pensador español o europeo?”, organizado por el Consejo de Estudios Hispánicos “Felipe II” y por el Centro de Estudios Históricos CEU, del que dimos cuenta en el número anterior de Verbo. Publicamos ahora las conclusiones del profesor Miguel Ayuso. En el próximo número de los Anales de la Fundación Elías de Tejada se publicará una buena parte de las ponencias.

[1] Piénsese que en francés el Ensayo vería la luz en Lieja ya en 1851, al tiempo que Louis Veuillot prepararía, en 1862, unas Oeuvres de Donoso Cortés, publicadas en París. En inglés, por su parte, Madeleine Vinton Goddard, estamparía en Filadelfia en 1862 su versión del opus magnum donosiano, mientras que en Dublín se imprimiría varias veces (1874, 1879 y 1888, por lo menos) la traducción de William McDonald. En Italia se sucedieron bien pronto dos ediciones del Saggio, la primera, en Foligno, en 1852, y la segunda de G. E. de Castro, dos años después, en Milán. Finalmente, Carl B. Reiching, también en 1854, vertía al alemán el Versuch.

[2] Cfr. John T. Graham, Donoso Cortés: Utopian romanticist and political realist, Columbia, 1974, pág. 313.

[3] Donoso Cortés in gesamteuropäischer intepretation, Berlín, 1950.

[4] Quizá el texto más ponderado sea el que Ángel López-Amo antepuso a la versión castellana del libro de Schmitt (Madrid, 1953).

[5] Milán, 1972.

[6] Bouère, 1986.

[7] Albany, 1989. Todavía más recientemente Jeffrey P. Nelson ha dirigido unas Selected Works of Juan Donoso Cortés, Westport, 2000.

[8] Donoso Cortés: Casandra of the Age, Grand Rapids, 1995.

[9] Berlín, 1996.

[10] Madrid, 1970.

[11] Pamplona, 1997.

[12] “Carta a Blanche-Raffin”, en Obras completas, ed. cit., vol. II, pág. 342.

[13] Respecto del influjo de la muerte de su hermano, ya lo había subrayado Santiago Galindo Herrero en su Donoso Cortés, Madrid, 1953, pág. 14 y sigs. En cuanto al papel de Santiago Masarnau, su consideración de debe a Federico Suárez Verdeguer: cfr. Santiago Masarnau y las Conferencias de San Vicente de Paúl, Madrid, 1994, pág. 128 y sigs.

[14] “Carta al Conde de Montalembert”, en Obras completas, ed. cit., vol. II, págs. 327-328. Un interesante análisis de la afirmación puede encontrarse en Ángel López-Amo, Sobre el estudio profundo de las revoluciones, Pamplona, 1956.

[15] Lo ha explicado magistralmente Rafael Gambra, ponderando las razones de orden humano que no pueden no circundar los fenómenos sobrenaturales, en el caso posterior y distinto de Manuel García Morente. Cfr. su artículo “El García Morente que yo conocí”, Nuestro tiempo (Pamplona) n.º 32 (1957), págs. 131 y sigs., publicado nuevamente como estudio preliminar a la compilación de los textos posteriores a la conversión del que fue Decano de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Madrid, bajo el título Ideas para una filosofía de la historia de España, Madrid, 1957. Se trata de un desarrollo aplicable a cualquier otra conversión, desde luego a la de Donoso.

[16] Resulta muy equilibrado el ensayo de Emilio Serrano Villafañe, “El tradicionalismo filosófico y Donoso Cortés”, Verbo (Madrid) n.º 171-172 (1979), págs. 79 y sigs., que concluye así: “[…] Donoso Cortés, que después de una etapa juvenil en la que fue sensista y empirista, como le enseñaron en la Universidad, se hizo liberal teorizante y doctrinario, descubrió al fin que sólo unos principios metafísicos y realistas pueden dar un sentido seguro y esperanzado de la vida. Su visión, profunda como pocas, de la historia y de la política europea, su disección crítica de la filosofía liberal y socialista, sus anticipaciones históricas en asuntos en que tan fácil es equivocarse (y él no se equivocó) y, sobre todo, su mirada alta y serena de la realidad del hombre, de la sociedad y del Estado, a la luz de la fe católica, siguen interesando hoy en Europa y en América”.

[17] Ya lo había señalado don Federico Suárez Verdeguer en su Evolución política de Donoso Cortés, Santiago de Compostela, 1949.

[18] Álvaro d´Ors, “El ‘Glossarium’ de Carl Schmitt”, en Dalmacio Negro (ed.), Estudios sobre Carl Schmitt, Madrid, 1966, pág. 27.

[19] Cfr. su “carta-prólogo” al libro de Gabriel de Armas, La esencia de la libertad y los caminos de la represión según Donoso Cortés, Las Palmas de Gran Canaria, 1952. Un profundo análisis de la teoría donosiana del poder se encuentra en Raúl Sánchez Abelenda, La teoría del poder en el pensamiento político de Juan Donoso Cortés, Buenos Aires, 1969, y en Frederick D. Wilhelmsen, “Donoso Cortés y el significado del poder político”, Verbo (Madrid) n.º 69 (1968), págs. 691 y sigs.

[20] Entre los textos reunidos por Francisco Canals en Política española: pasado y futuro, Barcelona, 1977, hay varios sobre Donoso, significativamente elogiosos, frente a otros sobre Balmes, no menos llamativamente críticos.

[21] “Carta al director de la ‘Revue des Deux Mondes’”, en Obras completas, ed. cit., vol. II, pág. 769.

[22] En Obras completas, ed. cit., vol. II, pág. 499.

[23] Álvaro d´Ors, loc. cit., pág. 26.

[24] “Polémica con la prensa española”, en Obras completas, ed, cit., vol. II, pág. 341. Se trata de una carta a los redactores de El País y El Heraldo, a propósito de una polémica suscitada por su correspondencia con el Conde de Montalembert.

[25] “Carta al cardenal Fornari”, en Obras completas, ed. cit., vol. II, pág. 744 y sigs.

[26] “Polémica con la prensa española”, loc. cit., pág. 331: “Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento”.