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Número 495-496

Serie XLIX

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Michel Schooyans, Les idoles de la modernité

Michel Schooyans: Les idoles de la modernité, Lethielleux, París, 2010, 284 págs.

Monseñor Michel Schooyans, profesor de la Universidad católica de Lovaina, se ha ocupado principalmente en su vasta y dilatada obra (en buena parte traducida al castellano) de cuestiones de filosofía política, ideologías contemporáneas y ética de las políticas demográficas. Miembro de las Academias pontificias de ciencias sociales y para la vida, enseñó también durante diez años en San Pablo, en el Brasil, ampliando su perspectiva europea con la vivencia de las realidades sudamericanas.

Este libro recoge una serie de entrevistas, publicadas a lo largo de los años en distintas publicaciones (españolas, francesas, italianas, portuguesas, polacas, mejicanas, brasileñas y venezolanas) sobre las cuestiones más candentes del debate ético, político y teológico contemporáneo (aborto, eutanasia, control de nacimientos, ideología de “género”, terrorismo, democracia, derechos humanos, etc.). Y concluye con unos índices onomástico y temático que facilitan su manejo.

Sus páginas, que se leen bien, afrontan esos grandes temas desde el faro de la doctrina social de la Iglesia y, así, hemos de agradecer la claridad con que –en su mayor parte– vienen tratados. En particular, por encima y más allá de las temáticas concretas, emerge la cuestión raramente explicitada de si el hombre es o no imagen de Dios. Frente al ateísmo, que no puede sino responder negativamente, o el relativismo, que procura esquivarla, se impone una conclusión: allí donde Dios es olvidado (o rechazado, o caricaturizado) el terror y la muerte no dejan de aparecer con sus mil caras.

El libro se instala en el surco que conduce de la modernidad a la posmodernidad, examinando las singularidades de ésta en conexión con la “gobernanza”, el mercado “global” o los “nuevos derechos”. Resulta notablemente claro y decidido en lo que toca a la denuncia del papel de los organismos internacionales (no olvidemos que dedicó un volumen a la “cara oculta” de la ONU). Y decepciona, en cambio, cuando defiende la declaración de derechos humanos de 1948 y atribuye a su posteridad la deriva malsana. O cuando cede a la epocal idolatría democrática, aunque no sin introducir salvedades wishful thinking muy del gusto de cierta literatura eclesiástica.

M. ANAUT