Índice de contenidos
Número 199-200
Serie XX
- Textos Pontificios
-
Estudios
-
¿Utopía o doctrina social de la Iglesia?
-
La encíclica Laborem exercens en la tradición de la doctrina social católica
-
El sentido más profundo de la vida
-
Nota sobre la teología atea de Heidegger
-
El epistolario de Capograssi
-
San Roberto de Molesmes y la fundación del monasterio de Citeaux
-
Derechos naturales, «derechos humanos». Panorama crítico
-
Las tres claves de la economía
-
La autocrítica socialista: ¿demolición o revoque?
-
Hsüntzu: una teoría sobre la naturaleza humana
-
-
Actas
-
El principio de subsidiariedad en relación con el principio de totalidad (La pauta del bien común)
-
La tolerancia como subsidio
-
El principio de subsidiariedad aplicado a la asistencia sanitaria estatal
-
Los colegios profesionales y el principio de subsidiariedad
-
Crónica de la XX Reunión de Amigos de la Ciudad Católica
-
La tradición católica [Homilía en la XX Reunión de Amigos de la Ciudad Católica]
-
Acción de gracias [Plática en la XX Reunión de Amigos de la Ciudad Católica]
-
- Información bibliográfica
Autores
1981
Juan Vázquez de Mella: El tradicionalismo español: ideario social y político
INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Juan V ázquez d.e Mella: EL TRADIClONALISMO
ESPilOL: IDEARIO SOCIAL Y POUTICO (*)
Quizá debamoo a don Rafael Gambra la interpretación, a la par
más profunda
y fecunda, de cuantas han visto la luz sobre la obra
de
Vázquez de
Mella.
Por encima del tono declamatorio
y vacuo de mudias de las
páginas que preceden los volúmenes de sus Obras Completas, por
encima del soniquete
piadooamente apologético que
preside dema
siadas aportaciones sobre el ilustre pensador asturiano, se alza la
,
comprensión globai vital
e intelectualmente sintética, que Gambra
aéertó a plasmar en su clásica
<<Ú> monarquía social y represenk/1/va
en
el pensamienlo tradicion,11», de la que el estudio preliminar que
acompaña
a esta
antología -cuya segunda edición presentamos a
nuestroo lectores-
fue preludio.
El estudio de Gambra quedará como
la prueba más patente de
que el carlismo -el tradicionalismo político español- no es tanto
una facción que
~rriscada y corajuda.mente _ha sacrificado vida Y
hacienda al servicio de una lealtad dinástica, como fa pervivencia ,
de )a E$paña tradicional -o lo que es lo mismo, del ideal de Cris
tiaridad-en el suelo político revolucionario de Europa y su mo-,
saico
de nacionalidades laicas. Quiste de
com1Q1idad -según la acep
ción que le dio Tonnies de
«gemeinschaft>>, movida
por
la , creen
cia
religiooa y objetivada en el culto público debido a Dios tam
bién por loo, agregados
humanos- en un cuerpo
de mera coexis
tencia; resto de armonlea en una construcci6n ;quilibrista de fuer
zas paralelas y de sentido contrario; reducto de ;erarquítt y oigtt
nización
en el mundo de lo que Marce! de Corte ha llamado la
diwciedad o la termitera; ruina de barroqueño castillo en el domi
nio de la
.
pedriza
o el
. canchal.
La proverbial «terquedad» carlista. deja ,de ser producto de una,
aversión
incurable contra la «dinast!a usurpadora»
para compren-,
derse
como
radicft! inadaptación
contra la pol!tica secularizada; como
,
(1)., Es_tudi_o preliminar, selección_ y notas de .Rafael.Gambra. :e'dicio_nes ·
Didio, Buenos· Aires, 1980, 213 'p!gs. ·
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBUOGR.AFICA
reflejo del instinto de conservación de una civilización que quiere
resistir el embate de los enemigos del espíritu.
A la discrepancia dinástica puede reconocerse el papel instru
mental de haber servido como banderín de enganche, pero sabién dola siempre subordinada a la más honda discrepancia filosófica
y
aun teológica, latente siempre en el guerrear de 1a· Causa. Por eso,
Aparisi, que procedente del campo neocatólico llegó
. al
carlismo en
la madurez de sus pensali1iento, escribió:' «La cüestión carlista es
más
que
una cuestión española; es una cuestión europea. Es mucho
más que una cuestión política; es una cuestión social y religiosa;
de suerte que, en nuestros aciertos o errores,,, está interesa~ Euro
pa; y si es lícito usar de una frase atrevida, no sólo_ están interesados los hombres, sino .. que lo está Dios mismo». , ·
Juan Vázquez de Melfa representa -y Gambra lo explica con
hondura- no. sólo
la contiquidad
del carlismo, sino la conciencia
del
mismo, y se lanza a. la tarea de la sistematización y de la sín
tesis:
«la empresa de trabar en un siitemá total y coherente el mun-. do
de ideas del tradicionalismo español».
··
Empresa
teorizádora
. reservada
a un -tiempo en que, como lo
fue el de Mella; ya se había perdido el contacto con
la_ realidad ·bis,
tórica
del
anden régime. Como ha escrito Alvaro D'Ors, al igual
que la fisiología es posterior a la patología, porque a nadie se le . ocurre
saber cómo es su
corazón hasta
que no le duele, la teoría
política entraña
-una proyección
hacia el futuro
y una
reforma que
procede de
un fracaso
anterior.
-Mella -sin .ser,
desde- luego, .un
-puro teórico--puede·
.com-
-
prender · en
toda su amplitud el imposible del
Jtl,eralismo, convir
tiendo
en cuerpo-de doctrina. lo· que hasta· entonces había sido sólo
vida pujante
y generosa.
De
.hi la afirmación de Gambra de que Mella constituye un ..
punto luminoso
,entre el·. carlismo de• primera hora. ·que percibía de
·modo directo
y 'Vivido el medio tradicional y un tradicionalismo ex• · cesivamente teórico y desarraigado de los hechos que nos ha sido·.
dado .conocer.
Una de las
construccioQes decisiv._; Je, Vázquez. de Mella es. la
que nos presenta dos ,soberanl~ c=istentes: la social y la_ polltica.
En
su recto diálogo
.ra.dican. las verd_aderas lib~tades políticas y.
civiles frente á las abstracciones niecanicistas y ficticias del liberalis
mo racionalista.
Y es que el absolutismo no está tanto-,en la ausencia de la <
1330"
Fundaci\363n Speiro
INPORM4CION BlllLIOGRAPICA.
yj!i?n de po
der1ya de una monarquía fuerte, ~ino que: tiene su causa. en la 1,UÚ-i
ficación de la soberanía.
· · Para
la
ideocracia liberal 'no tiene
sentido, pues,
L1 expresión
«soberanía social». Porque
la «souveranité>> bodiniana supone una
«potestas
absoluta;> incompatible
con la libertad de
las. agrupa~io
ries .
infrasoberanas.
Así, Gaspar de
Añastro e lsunza -nos lo
re
cordó el profesor Elías de Tejada-, al
traducir las Repúblicas
de
Bodino «cathólkaJ:D.ente enmendadas», «pone
entre sus correccio
nes la de que los hispánicos no pueden
aceptar la. noción de. so-:
beranía, debiendo . sustituirla por la de SttpretrllJ auctoriJas, dado
qi¡e la
soberanía
es poder ilimitado por encima de los cuerpos so· ,
ciales, mientras que la supreme, auctoritas implica que cada cuér-,
po político, . incluidas las potestades del monarca, está encerrado
dentro
de· unos
limites».
·
Por
otro lado, la antropología
tradicionaÍ parte
de la
sociabiH-·
dad
natural del hombre, del
«appetituS societatis»
que determina·
su inserción en un espeso
entraJ:D.ado institucion.al.
Desde
la célula:
básica que es la familia,
pilar y cimiento de la sociedad, arquetipo
de' aierpos intermedios,
asciende una doble. jerarquía de .sociedades
que
Mella llama
respectivamenie
· «complementarias»
(
municipio, co
marca,
región)
y «derivativas» ( esaiela, universidad, corporación).
Es la misma ~ealidad que Ví('.l:or I>radera expresó con más pre-,
cisión
filosófica
ál distinguir
en la familia una doble evolución:
la
de . su 1er, que pasa primero por el municipio y sigue por la re
gión hasta
la nación;
y la de su actividad, que engendra horizontal-'
mente la clase y verticalmente la corporación. '
La
doctrina política revolucionaria, en cambio, al considerar
la.
sociedad conio. algo e~rínseco_ ~I ·hombre, tomo una estructura. im-'
puéSta por un «pacto soci~b> primigenio, y culpable de las depra
vaciones
de
un · hombre· originariamente bueno, .arremete contra ·la,
«artiliciosidad»
de
los
cuerpos' sociales
básicos, fruto de
la conjun-,
ción armoniosa de
naturaleza e
historia.
La obra política de la re-'
volución
-incluso
desde antes de la ley de
Le Cliapelier- radi
ca
en la «liberación» del
individuo del
medio en que vive: herida
de muerte la familia por la pérdida
del sentido
religioso
y por· unas
leyes sucesorias que
ocasionarían la . desirncción de los patrimonios .
familiares,
rotos en mil
pedazos por· las estri('.l:as--disposiciones legi-,
tima:rias
del
Código civil; la
universidad; .. estatal,
conforme al
mo-
delo
napoleónico,
y privada de sus antiguas libertades; el munici-,
pio,. desamortizados
sus bieues -'los bienes comunales que consti
tuían: el «patrimonio . de los pobres»'-y usurpada·. su autoilomla ;
privada la
región
. de toda realidad
juridica
ó politica,
Fundaci\363n Speiro
INFOR.MACION BIBUOGRAFICA·
Del a¡uilibrio de las dos soberanías de Mella proviene la esta
bilidad del
orden político:
si
la soberanía politica crece en detri
mento de la social, se inaugura el absolutismo; si es la soberanía
social
la que se desorbita con perjuicio para la política, entramos
en el dominio de la monarquía.
No podemos sustraernos a establecer, en este punto, un
para
lelismo
entre esta doble jerarquía
y la contraposición que Alvaro
D'Ors
ha trazado entre «potestas» y «auctoritas». En la soberanía
politica reside, fundamentalmente, el poder.
En la soberanía social
tiene su sede,
principalmente, la autoridad.
¿Qué
hay de absolutismo en este esquema político? ¿Qué de
tiránico? Mella
rechazó con acierto la imputación --
beral- de que el carlismo era absolutista. Pero su genialidad le
llevó mis lejos.
Hasta demostrar que a quienes correspondía ver
daderamente el
adjetivo infamante era a sus acusadores. No
sólo
argumentó
en actitud defensiva, sino que su defensa fue a la vez
ataque, tomando su
razonamiento un
carácter de
«boomerang>> que,
finalmente,
se vuelve contra quien lo
arroja_
Pero. la socie-dad no es algo puramente estático sino que ofrece
un perfil dinámico, cambiante, móvil: es la tradición a beneficio de
inventario, que Gambra considera como «anticipada aplicación a las
colectividades históricas de la durée réelle -bergsoniana y de todas
4s modernas teorías psicológicas de la cm-riente de la conriencitt>>.
La soberanía tradicional, concreción pol!tica propia de cada pue
blo, entrelaza así las soberanías social y política en sólida y maciza
construcción. Edificio del orden natural que no se
cuartea ni
deteriora en el
orden de
la gracia, sino que, antes al contrario, obtiene de éste es
pecial fijeza. y
protección.
Es el espíritu vivificador de la Religión,
que
se plasma
en
el comunitarismo religioso del que el tradiciona
lismo es abanderado, es la unidad católica como dogma político.·
fundamental.
Y para concluir este repaso, la ·monarquía. Con sus instituciones
y sus atributos; con sus legitimidades y sus · caracteres.
Mella
-seg6n la
síntesis de Gambra- dibuja como determi
naciones de
la forma política monárquica las siguientes: tradicio
nal, hereditaria, federal y representativa. Y que derivan de los tres
grandes principios (sociedalismo,
tradición y comunitarismo reli
gioso) ya
enunciados,
. Resulta
de interés
observar· el
paralelismo existente entre esta
caracterización de la monarquía
y la
que desde perspectivas bien
distintas
elabor6. · Cllarles Maurras en su famosa Enquete. No obs-
Fundaci\363n Speiro
INPORMAClON BIBUOGRAFICA
tante lo cual, hay que reconcer la mayor profundidad de 1a vi
sión de Mella.
* * '*
Sumergirse en el mundo del tradicionalismo político español y
bucear en la obra de Mella tiene un interés indudable en nuestros
días. Tras hacerlo, se comprende
la tragedia de este tiempo nues
tro,
tragedia que como el dios Jano
tiene dos
caras: apostasía
y
parcialidad. Laicismo y lo que Siacca llamó «stuppidita».
Así, las fuerzas políticas que se disputan el dominio del mundo
evidencian
unas perspectivas parciales, unos puntos de vista dialé<:
ticos.
Pero contemplando
las consecuencias de disgregación que se
deducen del principio dialéctico de origen hegeliano,
es evidente
que hemos de
eludir la tentación para. asirnos con firmeza. a la ar
monía del orden católico, hoy herida de muerte por los zarpazos
revolucionarios, pero que
existió y
que
aún hoy. fragmentariamente
subsiste.
Pues,
.¿qué son la
democracia, el regionalismo
y el corpo
rativismo
sino aspectos hoy aislados de una concepción social com,
pleta
que fue realmente vivida. en la Cristiandad medieval?
·
Hablar
de tradicionalismo es aludir.
a la necesidad de promo
ver una adecnada «praxis de la armonía»
-romo nos ha animado
Juan
V allet de Goytisolo--, una profunda tarea de restauración que,
aislándose cuidadosamente de _todo germen revolucionari,o, recons
truya la sociedad desde sus cimientos naturales, restañando. las he
ridas que causó el puñal del
odio y del rencor.
Esto es el tradicionalismo. Como Salvador Mingnij6n -y Gam
bra se complace en repetir sus palabras- ha acertado en concluir:
«La estabilidad de las conciencias crea el arraigo, que engendra
dulces sentimientos y
sanas costumbres. Estas cristalízan en saluda
bles
instituciones, las. cuales, a
la vez, conservan y afiruuan las bue
nas costumbres. Esta es
la esencia
doctrinal del tradicionalismo».
Miguel
Avuso.
Juan
Sáiz Barbará: EUROPA Y ESPAlltA: CoMUNl!iMO
O CATOLICI~MO (*)
m doctor Sáiz Barberá, hombre de vastas lecturas .. y amplísima
producci6n literaria acaba de publicar· un libro asombroso:
E11ror,a
y Esft'1iía, Con un subtítulo que dice Com11niJmo .o Catolicismo.
(•) Asociación Española de Lulianos, Madrid; 1981.
Fundaci\363n Speiro
Juan V ázquez d.e Mella: EL TRADIClONALISMO
ESPilOL: IDEARIO SOCIAL Y POUTICO (*)
Quizá debamoo a don Rafael Gambra la interpretación, a la par
más profunda
y fecunda, de cuantas han visto la luz sobre la obra
de
Vázquez de
Mella.
Por encima del tono declamatorio
y vacuo de mudias de las
páginas que preceden los volúmenes de sus Obras Completas, por
encima del soniquete
piadooamente apologético que
preside dema
siadas aportaciones sobre el ilustre pensador asturiano, se alza la
,
comprensión globai vital
e intelectualmente sintética, que Gambra
aéertó a plasmar en su clásica
<<Ú> monarquía social y represenk/1/va
en
el pensamienlo tradicion,11», de la que el estudio preliminar que
acompaña
a esta
antología -cuya segunda edición presentamos a
nuestroo lectores-
fue preludio.
El estudio de Gambra quedará como
la prueba más patente de
que el carlismo -el tradicionalismo político español- no es tanto
una facción que
~rriscada y corajuda.mente _ha sacrificado vida Y
hacienda al servicio de una lealtad dinástica, como fa pervivencia ,
de )a E$paña tradicional -o lo que es lo mismo, del ideal de Cris
tiaridad-en el suelo político revolucionario de Europa y su mo-,
saico
de nacionalidades laicas. Quiste de
com1Q1idad -según la acep
ción que le dio Tonnies de
«gemeinschaft>>, movida
por
la , creen
cia
religiooa y objetivada en el culto público debido a Dios tam
bién por loo, agregados
humanos- en un cuerpo
de mera coexis
tencia; resto de armonlea en una construcci6n ;quilibrista de fuer
zas paralelas y de sentido contrario; reducto de ;erarquítt y oigtt
nización
en el mundo de lo que Marce! de Corte ha llamado la
diwciedad o la termitera; ruina de barroqueño castillo en el domi
nio de la
.
pedriza
o el
. canchal.
La proverbial «terquedad» carlista. deja ,de ser producto de una,
aversión
incurable contra la «dinast!a usurpadora»
para compren-,
derse
como
radicft! inadaptación
contra la pol!tica secularizada; como
,
(1)., Es_tudi_o preliminar, selección_ y notas de .Rafael.Gambra. :e'dicio_nes ·
Didio, Buenos· Aires, 1980, 213 'p!gs. ·
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBUOGR.AFICA
reflejo del instinto de conservación de una civilización que quiere
resistir el embate de los enemigos del espíritu.
A la discrepancia dinástica puede reconocerse el papel instru
mental de haber servido como banderín de enganche, pero sabién dola siempre subordinada a la más honda discrepancia filosófica
y
aun teológica, latente siempre en el guerrear de 1a· Causa. Por eso,
Aparisi, que procedente del campo neocatólico llegó
. al
carlismo en
la madurez de sus pensali1iento, escribió:' «La cüestión carlista es
más
que
una cuestión española; es una cuestión europea. Es mucho
más que una cuestión política; es una cuestión social y religiosa;
de suerte que, en nuestros aciertos o errores,,, está interesa~ Euro
pa; y si es lícito usar de una frase atrevida, no sólo_ están interesados los hombres, sino .. que lo está Dios mismo». , ·
Juan Vázquez de Melfa representa -y Gambra lo explica con
hondura- no. sólo
la contiquidad
del carlismo, sino la conciencia
del
mismo, y se lanza a. la tarea de la sistematización y de la sín
tesis:
«la empresa de trabar en un siitemá total y coherente el mun-. do
de ideas del tradicionalismo español».
··
Empresa
teorizádora
. reservada
a un -tiempo en que, como lo
fue el de Mella; ya se había perdido el contacto con
la_ realidad ·bis,
tórica
del
anden régime. Como ha escrito Alvaro D'Ors, al igual
que la fisiología es posterior a la patología, porque a nadie se le . ocurre
saber cómo es su
corazón hasta
que no le duele, la teoría
política entraña
-una proyección
hacia el futuro
y una
reforma que
procede de
un fracaso
anterior.
-Mella -sin .ser,
desde- luego, .un
-puro teórico--puede·
.com-
-
prender · en
toda su amplitud el imposible del
Jtl,eralismo, convir
tiendo
en cuerpo-de doctrina. lo· que hasta· entonces había sido sólo
vida pujante
y generosa.
De
.hi la afirmación de Gambra de que Mella constituye un ..
punto luminoso
,entre el·. carlismo de• primera hora. ·que percibía de
·modo directo
y 'Vivido el medio tradicional y un tradicionalismo ex• · cesivamente teórico y desarraigado de los hechos que nos ha sido·.
dado .conocer.
Una de las
construccioQes decisiv._; Je, Vázquez. de Mella es. la
que nos presenta dos ,soberanl~ c=istentes: la social y la_ polltica.
En
su recto diálogo
.ra.dican. las verd_aderas lib~tades políticas y.
civiles frente á las abstracciones niecanicistas y ficticias del liberalis
mo racionalista.
Y es que el absolutismo no está tanto-,en la ausencia de la <
Fundaci\363n Speiro
INPORM4CION BlllLIOGRAPICA.
yj!i?n de po
ficación de la soberanía.
· · Para
la
ideocracia liberal 'no tiene
sentido, pues,
L1 expresión
«soberanía social». Porque
la «souveranité>> bodiniana supone una
«potestas
absoluta;> incompatible
con la libertad de
las. agrupa~io
ries .
infrasoberanas.
Así, Gaspar de
Añastro e lsunza -nos lo
re
cordó el profesor Elías de Tejada-, al
traducir las Repúblicas
de
Bodino «cathólkaJ:D.ente enmendadas», «pone
entre sus correccio
nes la de que los hispánicos no pueden
aceptar la. noción de. so-:
beranía, debiendo . sustituirla por la de SttpretrllJ auctoriJas, dado
qi¡e la
soberanía
es poder ilimitado por encima de los cuerpos so· ,
ciales, mientras que la supreme, auctoritas implica que cada cuér-,
po político, . incluidas las potestades del monarca, está encerrado
dentro
de· unos
limites».
·
Por
otro lado, la antropología
tradicionaÍ parte
de la
sociabiH-·
dad
natural del hombre, del
«appetituS societatis»
que determina·
su inserción en un espeso
entraJ:D.ado institucion.al.
Desde
la célula:
básica que es la familia,
pilar y cimiento de la sociedad, arquetipo
de' aierpos intermedios,
asciende una doble. jerarquía de .sociedades
que
Mella llama
respectivamenie
· «complementarias»
(
municipio, co
marca,
región)
y «derivativas» ( esaiela, universidad, corporación).
Es la misma ~ealidad que Ví('.l:or I>radera expresó con más pre-,
cisión
filosófica
ál distinguir
en la familia una doble evolución:
la
de . su 1er, que pasa primero por el municipio y sigue por la re
gión hasta
la nación;
y la de su actividad, que engendra horizontal-'
mente la clase y verticalmente la corporación. '
La
doctrina política revolucionaria, en cambio, al considerar
la.
sociedad conio. algo e~rínseco_ ~I ·hombre, tomo una estructura. im-'
puéSta por un «pacto soci~b> primigenio, y culpable de las depra
vaciones
de
un · hombre· originariamente bueno, .arremete contra ·la,
«artiliciosidad»
de
los
cuerpos' sociales
básicos, fruto de
la conjun-,
ción armoniosa de
naturaleza e
historia.
La obra política de la re-'
volución
-incluso
desde antes de la ley de
Le Cliapelier- radi
ca
en la «liberación» del
individuo del
medio en que vive: herida
de muerte la familia por la pérdida
del sentido
religioso
y por· unas
leyes sucesorias que
ocasionarían la . desirncción de los patrimonios .
familiares,
rotos en mil
pedazos por· las estri('.l:as--disposiciones legi-,
tima:rias
del
Código civil; la
universidad; .. estatal,
conforme al
mo-
delo
napoleónico,
y privada de sus antiguas libertades; el munici-,
pio,. desamortizados
sus bieues -'los bienes comunales que consti
tuían: el «patrimonio . de los pobres»'-y usurpada·. su autoilomla ;
privada la
región
. de toda realidad
juridica
ó politica,
Fundaci\363n Speiro
INFOR.MACION BIBUOGRAFICA·
Del a¡uilibrio de las dos soberanías de Mella proviene la esta
bilidad del
orden político:
si
la soberanía politica crece en detri
mento de la social, se inaugura el absolutismo; si es la soberanía
social
la que se desorbita con perjuicio para la política, entramos
en el dominio de la monarquía.
No podemos sustraernos a establecer, en este punto, un
para
lelismo
entre esta doble jerarquía
y la contraposición que Alvaro
D'Ors
ha trazado entre «potestas» y «auctoritas». En la soberanía
politica reside, fundamentalmente, el poder.
En la soberanía social
tiene su sede,
principalmente, la autoridad.
¿Qué
hay de absolutismo en este esquema político? ¿Qué de
tiránico? Mella
rechazó con acierto la imputación --
llevó mis lejos.
Hasta demostrar que a quienes correspondía ver
daderamente el
adjetivo infamante era a sus acusadores. No
sólo
argumentó
en actitud defensiva, sino que su defensa fue a la vez
ataque, tomando su
razonamiento un
carácter de
«boomerang>> que,
finalmente,
se vuelve contra quien lo
arroja_
Pero. la socie-dad no es algo puramente estático sino que ofrece
un perfil dinámico, cambiante, móvil: es la tradición a beneficio de
inventario, que Gambra considera como «anticipada aplicación a las
colectividades históricas de la durée réelle -bergsoniana y de todas
4s modernas teorías psicológicas de la cm-riente de la conriencitt>>.
La soberanía tradicional, concreción pol!tica propia de cada pue
blo, entrelaza así las soberanías social y política en sólida y maciza
construcción. Edificio del orden natural que no se
cuartea ni
deteriora en el
orden de
la gracia, sino que, antes al contrario, obtiene de éste es
pecial fijeza. y
protección.
Es el espíritu vivificador de la Religión,
que
se plasma
en
el comunitarismo religioso del que el tradiciona
lismo es abanderado, es la unidad católica como dogma político.·
fundamental.
Y para concluir este repaso, la ·monarquía. Con sus instituciones
y sus atributos; con sus legitimidades y sus · caracteres.
Mella
-seg6n la
síntesis de Gambra- dibuja como determi
naciones de
la forma política monárquica las siguientes: tradicio
nal, hereditaria, federal y representativa. Y que derivan de los tres
grandes principios (sociedalismo,
tradición y comunitarismo reli
gioso) ya
enunciados,
. Resulta
de interés
observar· el
paralelismo existente entre esta
caracterización de la monarquía
y la
que desde perspectivas bien
distintas
elabor6. · Cllarles Maurras en su famosa Enquete. No obs-
Fundaci\363n Speiro
INPORMAClON BIBUOGRAFICA
tante lo cual, hay que reconcer la mayor profundidad de 1a vi
sión de Mella.
* * '*
Sumergirse en el mundo del tradicionalismo político español y
bucear en la obra de Mella tiene un interés indudable en nuestros
días. Tras hacerlo, se comprende
la tragedia de este tiempo nues
tro,
tragedia que como el dios Jano
tiene dos
caras: apostasía
y
parcialidad. Laicismo y lo que Siacca llamó «stuppidita».
Así, las fuerzas políticas que se disputan el dominio del mundo
evidencian
unas perspectivas parciales, unos puntos de vista dialé<:
ticos.
Pero contemplando
las consecuencias de disgregación que se
deducen del principio dialéctico de origen hegeliano,
es evidente
que hemos de
eludir la tentación para. asirnos con firmeza. a la ar
monía del orden católico, hoy herida de muerte por los zarpazos
revolucionarios, pero que
existió y
que
aún hoy. fragmentariamente
subsiste.
Pues,
.¿qué son la
democracia, el regionalismo
y el corpo
rativismo
sino aspectos hoy aislados de una concepción social com,
pleta
que fue realmente vivida. en la Cristiandad medieval?
·
Hablar
de tradicionalismo es aludir.
a la necesidad de promo
ver una adecnada «praxis de la armonía»
-romo nos ha animado
Juan
V allet de Goytisolo--, una profunda tarea de restauración que,
aislándose cuidadosamente de _todo germen revolucionari,o, recons
truya la sociedad desde sus cimientos naturales, restañando. las he
ridas que causó el puñal del
odio y del rencor.
Esto es el tradicionalismo. Como Salvador Mingnij6n -y Gam
bra se complace en repetir sus palabras- ha acertado en concluir:
«La estabilidad de las conciencias crea el arraigo, que engendra
dulces sentimientos y
sanas costumbres. Estas cristalízan en saluda
bles
instituciones, las. cuales, a
la vez, conservan y afiruuan las bue
nas costumbres. Esta es
la esencia
doctrinal del tradicionalismo».
Miguel
Avuso.
Juan
Sáiz Barbará: EUROPA Y ESPAlltA: CoMUNl!iMO
O CATOLICI~MO (*)
m doctor Sáiz Barberá, hombre de vastas lecturas .. y amplísima
producci6n literaria acaba de publicar· un libro asombroso:
E11ror,a
y Esft'1iía, Con un subtítulo que dice Com11niJmo .o Catolicismo.
(•) Asociación Española de Lulianos, Madrid; 1981.
Fundaci\363n Speiro