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Número 199-200

Serie XX

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Nota sobre la teología atea de Heidegger

· NOTAS SQBRE LA TEOWGIA ATEA DE HEIDEGGER
POR
THoMAS M-OLNAB.
A consecuencia de mi artículo sobre las fuentes filosóficas de
la teoría progresista
(Pensée cathqfiq11e, núm. 188, y, eo castellano,
eu Vl!f'b", núm. 195-196) he recibido cierto número de cartas, dos
de
las cuales preguntan sobre el fundamento de mi tesis, según la
cual es
Heidegger un

pensador ateo.
Se me preseota ahora la oca­
sión
de ""Plorar con mayor amplitud este tema con la publicación
de un volumen colectivo en el que discípulos y admiradores del
filósofo alemán centran sus reflexiones sobre el tema: Heideggl!1' y
Id c11rMtión de Di"J (Grasset-Fasquelle, 1980). El título mismo de
la obra manifiesta
la naturaleza del debate, cuyo ceotro no es pro­
piamente Heidegger como filósofo, sino el Heidegger cuyo pensa­
miento afronta el problema de Dios. Esta será su preocupación ca­
pital; precisamente a través de esta preocupación es como
Heidegger
se

dirige al problema filosófico (metafísico) del
Ser.
He aquí un primer logro: al modo de tantos otros filósofos ale­
manes, antes o después de Kant, la búsqueda de Heidegger es de
naturaleza religiosa, teológica. El mismo dice que es merced al es­
tudio de la teología en su juventud cuando
comenzó su

carrera, que
quedó marcado por
él, que se reconoce eo ello un tanto ( en respuesta
a un estudiante), y que «no tendría sino cerrar la tienda» si tuviera
fe (respondieodo a profesores).
Con Kant, Fichte, &helling, Hegel; Nietzsche, digamos con
Feuerbach y
Marx, el
filósofo
alemán se
entrega a un combate
ti­
tánico contra el Dios trascendente que tratará de relegar a la in­
manencia; finalmente, a la interioridad del hombre. Desde Kant,
que -hace de El un guardián de la· moral; pasando por Feuerbach,
que lo convierte en un producto del hombre, hasta
Nietzsche, . que
proclama
su muerte, los pensadores alemanes más ilustres se han
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THOMAS MOLNAR
empeñado en borrar la irrupción de Cristo, ver11s De11s, del mundo
de los vivos,
de la historia; en fin, en liquidar la trasceodencia
como
tal.
Por supuesto, no constituye esto una prueba- de que Heideggi,r
se

inscriba también en esta línea. E incluso, si se inscribiera, el
debate sobre su «ateísmo» no
quedaría cerrado sino

que se prolon­
garía indefinidamente, al menos por dos razones:
Pese a su fama de muy meticuloso en su lenguaje, Heideggi,r
crea
a
voluntad neologismos
y combinaciones
cuando menos
ini:s­
peradas,

a
lós cuales
dota enseguida· de realidad,
pero que no de­
jan por eso de ser invenciones gratuitas. Su postura sobre
E>ios,
la

fe, el
ser, etc.,

se
resienten de

ello porque, aun con
la méjor
voluntad del

mundo,
resulta trabajoso

hallar correspondencias con­
cretas a sus
afirmaciones verbales.

Tomemos un ejemplo. El
con,
cepto «posibilidad» juega

· un papel eminente en
Heidegger, que
identifica,

como
· vamos a

ver, · el Ser con un futuro dinámico
más
que con la estabilidad que él condena como estancamienro: Se sir­
ve entooces del sustantivo
alemán Mo glichkeiJ, posibilidad, y diri­
ge nuestra atención hacia el verbo
mogen: querer algo, ser atraído
por alguna cosa. El posible significará, asl, < que atracción», en tanto que deseo.
_ El
-Ser será, en
consecuencia,
un

posible que supone la eclosión del
deseo (t): ·
Pero esta especle de truco coo las palabras y las cosas no es
seria, porque en
otras lenguas, como el francés, es· preciso arries'
garse a acrobacias verbales si se quiere· lograr· una versión mínima:.
mente satisfactoria. Máxime cuando se aÍ>andooa el estilo lingüístico
indo-europeo y se sustituye por otro conjunto, sobre todo· fino­
ubrio. Y o sé
aÍgo de esto, y cada vez que me encuentro ante los
trucos de

prestidigitación heideggerianos los
traduzro al húngaro;
y

el resultado
no s1gnifica absolutámente

nada; la
significación que
el

filósofo atribuye
a la etimología aÍemana apárece vaclá. Á me­
nos de afirmar que el Ser no se desvela más que en alemán... · ·
La segunda" rázón· por la cual el debate eri torno ai alelsmo de
Heidegger no eiÍcóntrará . solución . es la libertad. que sé toma COIÍ.
( 1) . «En el ~fden f~~om~oJógico Jo posible s~ eo~tra más alto
que lo actual», escribe Heidegger ·ea sdn tmd Zet'I; pág. 38.
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NOTAS SOBRE LA TEOLOGIA ATEA DE HEIDEGGER
el término «Dios», libertad que sus disdpulos y admiradores se
tomarán a su
vez. En las religiones monoteístas ese término sign.i­
fu:a algo preciso, especialmente: ser necesario, causa de sí, creador,
exterior a

su creación que es contingente, todopoderoso,
infinita­
mente
bueno

... Se admite fácilmente la existencia de otras concep­
ciones de
Dios : la de los antiguos paganos, la de los hindúes,
las de

otros pueblos africanos, asiáticos, etc. Pero la mala
fe se
revefa cuando

Heidegger y sus discípnlos dicen permanecer den­
tro del razonamiento judeo-cristiano
mientras introducen

en éste
elementos
extraños. Así, el Dios · del que se discute en las páginas
que examinamos es, a cada paso; identificado con conceptos incom­
patibles coti el

Dios nionoteísta. Pretender que se quiere simple­
mente ampliar la significación de
este Dios,

hacerla
inás generosa,
más accesible al hombre moderno, etc., aboca a una situación con­
fusa en la que un debate objetivo no puede darse.
Lo que no quita que la influencia de Heidegger sobre el pen·
·samiento teológico contemporáneo sea inmenso. Sobre el católico y
sobre el protestante. Baste mencionar a Rahner, Küng, Beaufret,
Marion,

Gogarten, Otto,
Moltrnann; Butmann y

otros mnchos, in­
cluidos los teólogos de la
«liberación» y de la < éOmprender que esta influencia ha sido extensa y rápida, por más
que sus consecuencias se ·revelen más bien dudosas. Pot ejeinplo, uno
de los colaboradores que comentarnos, Stanislas .Breton, reconoce
que
«la teología de

hoy no
sabe ya a menudo dónde está, ni qué
es,

ni lo que
hace. Aceptarla eón dificultad el carácter científico
de
la 1acri ,J,,,1r1t,,;, •.• >> (pág. 249), Lo que quiere decir que la doc­
trina tradicional
no es ya admitida, o bien que, bajo el influjo de
Heidegger, los teólogos se han insta.lado en un
no-man', -/ami espe­
culativo, en
el qúe no saben ya qué profesión es la suya (2).
(2) La influencia de Heideggei-, escribe uno de los colaboradores,
J. S~ O'Leary, es omnipotetite· en· la teología.· contemporánea. Basta con re­
cordar la frecuenc_!á y la vehemencia con:· la que ·tantós teólogos atacan la
onto-teo-logía Pata persuadirse de ello. ·u Crisis y la clausura de "la -meta­
fíSica.; ,. de ias qtie Heidegger hizó · el · ·diag,n6$tico, }lañ. desencadenado una
crisis paralela de la certidumbre dogmática y ele las categorías ·tradiciona~
les en el seno de la teología (pág. 197).
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THOMAS MOLNAR
En toda cuestión, Heidegger . ha contribuido poderosamente •
·este

malestar, a este estado de duda generalizado.
Se ve coa clari­
. dad el origen de esta angustia y de este auto-cuestionario: el seo ti do
· general

del pensaminto heideggeriano lleva a disociar a Dios del
Ser. Anticipando un poco Jo que ,!iremos eoseguida, señalemos
des­
de

ahora que la empresa es semejante
a la
disociación medieval
ave­
rroísta0latina

de la
razón y de la fe; que es, por lo mismo, una em­
presa fideísta.
Esto se

ve confirmado por
J. S. OºLeary, uno de los
· colaboradores

del libro, que
da por seotado el respeto debido a . «la
diferencia
irreductible entre fe'
y pensamiento» (pág. 199). Sin
embargo, la empresa sé presenta bajo otra etiqueta; se trata, según
los discípulos, de optar por la religión de la Biblia y de rechazar la
influencia de la metafísica platónica (3).
Hay en esto, dicho sea
de paso, una pequeña déshoaestidad, porque esta disociación no es
demasi,do legítima.

En efecto, Heidegger escamotea la dificultad
en el pasaje siguiente (citado por Bernard
Dupuy, pág. 104): «Si
yo
hubiera

de
escribir una

teología, no
emplearla jamás

el término
,,,., Fue un grave error

del pensamiento occidental el de tomar el
ser por Dios,
error que

se
ha deslizado incluso en la Biblia». ¿Cómo
«deslizado»? Los dos,· el
Antiguo Testamento y la filosofía griega,
pertenecen · a

dos mundos
diferentes (la

famosa oposición -¿o ha­
bría de

decirse
ywrtaposición?'--Atenas-Jerusalén); ¿cómo entonces
una

posición metafísica griega se
habría deslizado en el
Antiguo
'Testamento? ¿No serla más razonable y más conforme coa la ver­
dad el ver

en ello una especie
ele armonía preestablecida, · digamos
una concordancia? El filósofo judío Martín Buber no' duda eri de­
clarar, precisamente a

propósito de Heidegger (
4); que en lo que
(3) En ciertos. medios gusta_ h~cer balance de 1~. supuesta influencia
determinante
de la metafísica griega sobre el pensamiento religioso
cristia·
no. Se podrían citar innumerables eruditos -Emile Brehier entre otros- que
tratan. de· inostrar qúe precisamente el· criStianismo se opone a esa metafí­
sica, al iguál que a la psicología, la física y la COffllología griegas. Sobre
Otros puntos ---:.escribe el P. PaU.l Henry-tales como -la trascendencia' ab­
soluta :de·"Dios o ·ta

-inn:iaterialidád dél
alma, éxiste tensión entre -una--y
otra p'osicí'On ( infroducdón -a -ta triulticción inglesa de· la Bnneddas, · de Plo~
tino, pig. XI):
( 4) En Ecli/ne of God, pág. 71.
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NOTAS SOBRE J:4 _TEOLOGIA ATEA DE HEIDEGGER
a él concierne (a Buber), el ser afirma la existencia que posee ple­
n1llllente Y ahwé. No es Plat6n quien ¡,,;bría copiado a los autores
de
la Escritura.
Sin embargo,
J. S. O'Leary penetra más adelante en la expli­
cación de ese malestar señalado ya por Breton y Dupuy: «La es­
pera en
el no-saber de los profetas y de los misticos encuentra su
sentido en
el interior de la historia, que no es uoa acumulación de
saber
... Historia constituida por testimonios más bien que por pen­
samientos» (pág. 224). Frase que va aún más allá
en el sentido
de la disociación entre la razón
(pens=iento) y

la
fe (testimonio),
pero frase contraria al
más elemental

buen seotido. El teólogo, dis­
cípulo de

Heidegger, niega
la racionalidad de profetas y de místi­
cos,

y designa su contribución con el término equívoco de testimo­
nio, como si uno excluyera al otro (5). El objetivo propuesto es evidentemeote la liquidación de «Dios» eo tanto que ser, y su sus­
titución por «la espera», por «lo posible», por el
«sucede». Con este
fin trata de desacreditar «la acumulación de saber», y lo sustituye
«la espera
en el no-saber»; se declara, pues, que saber
(razón) y
espera (fe) son incompatibles, y se procura traosformar la religión
en un puro asunto no-racional. ¿Habrá
asl que
admirarse del males­
tar de los, teólogos?
•• *
Volvamos, sin embargo, al origen de esta teología, a la disocia­
ción entre Dios y
el ser, pieza clave en el pensamiento heidegge­
riano. Martin
Buber, ya

citado,
sefiala que
la frase-slogan
Días ha
m11er/o significa que el hombre contemporáoeo ha traosferido la
noción de Dios de la esfera objetiva del ser a aquella otra, subje,
tiva,
de
la inmanencia.
La situación actual de Dios es, según Bu­
ber, la

de
«valor supremo». Es

cierto que
esta subjetivación
no ha
comenzado con Heidegger, pero sí lo ':5 que él fue consciente de
culminar esta obra ya antigua, de pronunciar la última palabra en
uoa controversia que, según él, se habla abierto con Platón y Aris-
(5) Los grandes místicos Son - siempre hombres y mujeres eminente­
mente «racionales»: Plo'tino, San Pablo, el maestro Eckhart, Santa Teresa:
de-Avila, etc.
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t6teles y se prolongó· con· 1a nefasta compenetración de · la metafí­
sica y de la religiqn · cristiana. Creyó ásí realizar uná obra saludable
otorgando su independencia a la filosofía (la búsqueda del ser) y
á la religión ( el Dios ante el cual «se canta y se baila», como hizo
David ante
el Señor). Entre tanto, era preciso desembaraurse de
la
«onto-teo-logía», este
monstruo que
n05 persuade de

que «Dios
es Ser», y
poner en

su lugar al «Dios es Posibilidad», concepto
«post-­
metafísico» (pág. 142).
· De

modo general
podemos dividir este proceso, que va del ser
a lo P<>sible, en tres fases principaies: suprimir en Dios el atributo
dé' «creador»; privárlo de la dimensión inoral, en su sentidi> con­
vencional; deshacer su relación con el ser para lanzarlo al camino
del devenir.
l. Lo que es discutido por Heidegger en la teología tradicio:
nal es menos su . afirmación de. una-revelación que la de creación
(pág. 113). Esto resulta comprensible porque, a loJ ojos del filó­
sofo, la verdad . del ser. es revelada ( ál.ethei~, no-olvido, despertar
del estado de olvido) y se convierte así en pensamiento
at interro:
gar al ser. Por lo tanto, el ser. no está engendrado por una eclosión
creadora, lo que le subordinaría a Dios ; al
contrario,· es
Dios quien
se manifiesta en el interior del ser. Crítico inexorable de Heideg­
ger, Hans Jonas no vacila en hablar, en su tema, de una revelación
inmanente del

mundo,
y; por vía de
consecuencia, de un «mundo
divino». El término
· «creación»

pierde así su
sentido, en .tanto que
Li revelación se sitúa en -el · interior de-un. ser ya ·existente; no-crea ..
do (6). «Dios» se convierte· en algo superfluo, un lujo del ser; se
lo concibe· como objeto de . ]a fe únicamente, y la fe · es algo ·indi­
ferente

para
el filósofo.·
2. Por la muerte
.de Dios,
nos dice Nietzsche, hay que. entender
la muerte del Dios .moral yde
cuanto comporta

como atributo en
la visión
.del mundo

cristiano-pJatónico-metafísico.
La farn05a tras-
( 6) Se niega a Dios· coino Persona desde el' moménto en que sé lo
i'denti.fica; coii el Ser, escribe a su v-ez· Cornelio Fabro (God ifi &ile, pá~­
wna 926).
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NOTAS SOBRE LA TEOLOGIA ATEA DE HEIDEGG/lll,
mutación de los valores no se refiere, finalmente, más que al moóo,
telsmo y a cuanto. conlleva desde tres o . cuatro milenios, Un Di~s
a-moral
no es en absoluto inconcebible -más allá del_ bien y .del
mal-;

en realidad,
la. µ,uerte del

«Dios
.moral», escribe Jean-Luc
Marion
(pág. 52),

deja intacta,
e incluso ·provoca, la venida de
nuevos dioses,
precisamente a-morales.
Sin
embargo, a-moral, según
Heidegger, no significa desprovisto de
amor: Confieso
que esta
su­
tileza
me

deja frío, o
más bien, al recordar la «solicitud mortal»
de
Sartre, que exige el asesinato por el bien (político-ideológico)
del camarada vacilante
o· traidor,

me espanta. Porque en
la in ter,
pretaci6n

de Heidegger el amor no es, en abs.oluto, caridad;
es. «el
«puede-ser» escatológico que hace posible. la historia auténtica» {Ri­
chard Kearney, pág. 147) (7).
¿Qué es
lo que se disimula tras esta jerga? Dos cosas, igual,
mente absurdas.
AJ Se nos dice (O'Leary, pág. 209) que la fe es, ante todo,
práctica, que el Antiguo Testamento está ahl para atestiguarlo por­
que no enseña un solo dogma,
y el saber que comunica es un saber
vivir.
Se pregunta urio qué dirían los judíos de esta afirmación que
hace tabla rasa del fundamento de su fidelidad a la palabra de
Yahwé,
al igual que de las lecciones derivadas del Génesis, de los
Profetas
y de la Historia Sagrada (8), Resulta, cuando menos, cu­
rioso que los ensayos contenidos en este · Volumen tiendan sistema!"
ticamente a desacreditar la razón, el dogma, ·1a enseñanza unívoca
en
próvecbo de la
fe, del testimonio, de un futuro titulado «po­
sibilizante», pero

entamo al que se desarrolla la especulación
más
_(7) Se trata evidentemente de un amor· frío, cu~ única manifestación
es la «apertura al porvenir». En lo que se reñere al Heidegger de los años
30, esta apertura y_ este porvenir Son el µacional-sqcial{sQJ.o que los r~­
presenta.
(8) Recomiendo 1a· lectura de la «Nota introductoria» de Paul Ricoéur,
perO que ·t1ene un efectó cla.ri:ficador· sobre CD.anta sigue en· este volu,m~_.
;Lo que me sorprende en Heidegger, escribe Ricoeur, es que él ·elude la cofü
.frontaci6n
con .et pensamiento h_ebraico. «¿Por qué rdlexionar s6lo S(?bre
lfolderlin . y J\Ó ·, sob(e Jeremías?». ·ruco~ toma como blanco «la incapá._cidad
de Heidegger de pensar adecuadamente_ todas las dimensiones de la tradi­
ción occidental».
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arbitraria y . abstrusa. De este modo se crea deliberadamente una
oposición entre vivir /~ fe hasta renunciar a ella en el presente, y
razo,¡ar la fe; sin embargo, razonar la fe ¿no es también una acti,
vidad auténtica (fideJ ,¡uaerem inlellecttl!)? El objetivo es, como
hemos dicho,

eliminar los fundamentos
racionales de
la fe: ello
permite, en una primera
fa,e; exaltarla,

titularla
respuesta al des-­
velamiento

del amor; después, en una
segunda fase,
aniquilarla como
pura subjetividad.
B) Los disoses a-morales que se divisan en el horizonte no
son
ya de orden
ontológico, sino
escatológico. ¿Existe en aquello (
el
Dios ontológico) una contradicción, como se nos hace ver? Se nos
habla (Kearney, pág. 147) de la «alteridad trascendente» de Dios,
pero se nos dice también que este «otro modo de ser», que es Dios
(Levinas, citado por Kéarney), no et, sólo es posibilitante, por lo
tanto,
devenir. O, si se prefiere, Dios es proyecto escatológico.
Pero, ¿por qué este Dios
posibilitado, ,habrá de ser radicalmente
distinto de un Dios que
es? ¿No puede ser el mismo Dios, recono-­
cido

a la
vez como ser y como esperado, creador del mundo y reve­
lador ·del fin de la historia? Pero el existencialismo heideggeriano
exige que el Dios de la creaci6n y el del fin ( o sentido) sean dos
dioses, es

decir, que
con el

paso del tiempo el sujeto cambie
tam­
bién, que sea siempre nuevo, siempre otro. Es la escuela de He­
ráclito, de Bergson, de Teilhard. El ·sentido nuevo de la moralidad
es· futuridad;

Dios deviene
y se expande, hay más de Dios en el
momento escatológico que lo habla en el momento de un hipoté­
tico cOmienzo.
3. La profanación del nombre · divino comenzó por el acto
en que fue incluido en
el registro del ser (B. Dupuy, pág. 110).
Es una cita del mismo Heidegger, que se completa con esta otra:
«La fe
no. tiene
necesidad del pensamiento del ser. Cuando tiene
tal necesidad ha dejado de ser fe. Lutero lo comprendió» (pági­
na 334). El pensamiento dé Heidegger tiende a garantizar al hom.­
bre
una
apertura
indefinida, un
futuro que no esté bloqueado
por
los ídolos del conformismo y del anonimato, el dominio de on ( el
rnipersonal se, ,e ha&e; en alemán m,m; en Sartre, más o menos, el
IUO
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NOTAS SOBRE LA TEOLOGIA ATEA. DE HEIDEGGER
«salaud»). Lo que el cristiano cree poder reali2ar con la ayuda de
su libertad

y de
las leyes divinas, ese emancipador que es Hejdeg.
gét
pretende re¡,.lizarlo, más amplia y a):,iertamente, a través de la
experiencia de

un Dios
«siempre desconocido» (pág. 112), Se

com­
prende por qué este Dios no puede
ser ni personal ni pre-existente,
ni moral ( origen de la ley moral), por qué se engendra con el
hombre
· en

tanto
que ideal (Kant) y se enriquece a medida que la
histotia se desarrolla (Bergson, Teilhard y toda la teología progre­
sista).
Hay todavía más, porque las preocupaciones de Heidegger no
se refieren a

Dios, sino ante todo al
ser que proporcionará un pun·
to de partida a una nueva concepción de Dios, esta vez según el
esquema de los teólogos (R. Keamey, pág. 126). Según esta nue­
va concepción, el
· ser

es
más bien

posibilidad que actualidad, por­
que
el ser se articula en tanto que apertura a lo posible, y no comó
sustancia estática y objetiva.
Ninguna prueba

se da en apoyo de
esta afirmación, salvo
sustituir el ser por el hombre. Y, en efecto:
en Sein tmd Zeit (1927), Heidegger decía ya lo siguiente: el honi­
bre es una proyección temporalizante que sobrepasa los datos del
presente hacia posibilidades siempre ausentes. El hombre
pasa de
la; inautenticidad á la autenticidad a partir del momento en que se
decide a comprender su existencia. como posibilidad y no como ·con­
formismo
y anonimato colectivo.
He aquí cómo se
aclaran las cosas. El
existencialismo de Heideg­
ger le autoriza a hablar del
ser ei1 cuanto tiene el hombre a la vis­
ta, porque a fin de cuentas es el hombre el
único. ser,
al menos el
único que se desvela. Cuando se
dice que

el
hombre es
temporali.
dad (en
la jerga

existenáalista),
la cópula toma el sentido de una
identificación.
Es, pues, el hombre quien ,se proyecta hacia los po•
sibles, pero esto es atribuido al ser, e incidentalmente a Dios.
• • *
El dios de Heidegger no es tampoco el dios de los filósofos; es
predso buscarle antepasados en él dios

de ciertos místicos
· y de
pensadores apofánticos.
Será inrerióridad pura, desprovisto de bon-
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dad, de creatividad; linalmente, de ser. Tal dios es un proyecto de
dios, pero se lanza hacia el futuro a través del hombre, constrw:!Qr
verdadero de la historia,
gracias. a
sus propios proyectos
auténticos:
Entwird ja so gar ·Gott ;había .declarado el maestro Ecl do 'que Dios no es, en ningún momento, estabilidad, ser tomado
objetivamente. Semejante dios, en vez de
ha:ber sido desembarazado
de su aspecto de ídolo,
se ha ~onvertido en un puro objeto de ma­
nipulación humana, porque es de la historia de donde recibe su
estructura. Es lo

que dice R. Keamy (págs. 144-5) sin
ambigüe,
dad:

«Más cercano del Dios profético
del. judeo-cristianismo está
el

Dios que nos convoca a la edificación del Reino en la tierra,
y
que se opone a todo ídolo confortador de otro mundo ya perfec­
tamente
realizado en el más allá. Un tal ídolo es el resultado
his­
tórico

de un cierto injerto de la metafísica platónica en la
escato.·
logía

bíbl/ca, criticado por Kant, Feuerbach, Marx, Nietzche».
¿Tesis o programa? El Reino de Dios
es una invención de la
metafísica platónica < de la Biblia. Este Reino es
. un
ídolo del que hay que desembara­
zarse para construir el Reino. de este mundo, de acuerdo con _ las
indicaciones de los filósofos alemanes. La liquidación por Heidegger
de Dios en tanto que ser conduce a sus disápulos a la ideología;
el objeto de esta ideología, el Reino sobre la
tierra, se
nos propone
con ayuda de las doctrinas hoy en
boga.
· Al comienzo de mi anterior articulo expresé mi asombro de
que
oo siempre·
se ·haya comprendido la
actual tendencia
de la teo­
logía progresista, cuyas bases

han sido sentadas, sin embargo,
por
la filosofía alemana: Mi asombro también de la obstinación lan
frecuente -en hacerse ilusiones sobre la signifiCadón de las «refot.
mas» postconciliares y la de los decretos conciliares tal cual soó
aplicados;

de
que se pieteoda «explicar» la recta doctrina al clero
progresista. Espero haber mostrado en estas páginas que reformas,
misa, liturgia
y actitudes -frutos todos de la experimentación­
se derivan de la naturaleza misma de las nuevas doctrinas que se
está tratando
de imponer.

No se trata en absoluto
de,un fenómeno
pasajero, al

menos
én la intención de los innovadores; se trata de
otra' religión, que recibe de Heidegger· sus orientaciones básicas. ,
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