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Número 201-202

Serie XXI

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En el cincuentenario de Acción Española

EN EL CINCUENTA ANIVERS.AiRIO DE ACCJ:ON
EJSPAl' POR
FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA 'OGOÑA
El 15 de diciembre de 1981 se cumplió el cincuenta aniversario
de la revista
Amón Española, En medio de un sepulcral silencio,
sólo roto por una excelente conferencia conmemorativa que pro­
nunció el joven periodista Javier Badía y cuya reseña apareció úni<:a­
mente

en
las páginas de El Alcázar. Veinticinco años antes

se había
celebrado el aniversario con una cena en el Hotel Ritz a la que
acudieron más de quinientos comensales.
No es extraño el silencio de hoy, La historia de Acción Española
es,
en palabras de Ansón,
«la de

un
movimiento político y religioso,
la historia de un
capítulo de

la Contrarrevolución
católica, la
his­
toria de una revista
monárquáca que

fue
la más bella escuela para
los enamorados de la Tradición». Y eso hoy estorba y mc,lesta. Pero
Verbo no
puede
silenciar la fecha por muy fundados motivos.
Los

ochenta y ocho números de aquella revista (uno
más si
consideramos la Antolog!a), aparecidos

en el difícil
período de la
II
República, constlituyen un

archivo dootrinal como es imposible
encontrar en cualquier colección de publicaciones periódicas de sig­
nifi<:ado tradicional desde los años de Fernando VII hasta la pro­
dama:ción de

la República
de 1931.
El
pensamiento tradicional
español en su sentido más amplio,
desde la derecha
'sahelina al

carlismo e integrismo nocedaliano no
había producido nunca una escuela de
pensamiento cc,mo, la que
se forjó al
ca!lor de Acción Españult,. Los esfuerzos de nuestros ma­
yores no· pasaron de elaboraciones persona.oles, a:lgunas sin duda gi­
gantescas (hasta con mencionar a BaJmes, Donoso, Aparisi, Menén-
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Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO /OSE PERNANDBZ DE LA CIGOFIA
dez Pela yo o V ázquez de Mella), o de efímeras colaboraciones
ocasionales. El ca-so de Acción Española fue muy distinto. Vencien­
do el congénito individualismo de nuestra raza supo agrupar un
plantel de intelectuales de gran prestigio, unidoo eu unos mismos
afanes

por
encima de
lógicas militancias de partido.
Y así España contempló, estrechamente unidos en trabajos y
quereres, a una serie de nombres que hicieron pa.'lidecer a aquel
formidable trust que fue la Institución Libre de Enseñanza lo que
permitió dar una sólida base
intelectuail a
los intentos de salvación
de una

patria que
se hundía.
Allí

estaban hombres de la
dictadura de Primo de
Rivera y de
la monarquía caída, del viejo carlismo y de la falange que nacía,
académicos, catedráticos,
escritores, significadas figuras de la Iglesia
y del Ejército y de cuanto signíficaba algo en la vida nacional.
La
lista de quienes colaboraron ilusionadamente en la eficaz
labor de zapa de una República
sectaria y
anticatólica y en
cimentar
un

Estado nuevo, basado en los principios de la
trad:ción española
es
impresionan.te: Ramiro

de Maeztu, Víctor Pradera, José Calvo
Sotelo, Joaquín Arrarás, José María Pemán, el marqués de Lozoya,
Julio Palacios, José Pemartín, Eugenio Montes, Leopoldo-Eulogio
Palacioo, el

conde de Rodezno, Pedro
Sáinz Rodríguez,
Vallejo
Ná:
jera,

Alvaro
Alcalá G•liano, Juan

de la Cierva, Santiago Corral,
Blanca de los
Ríos, Enríquez

de Salamanca, Miguel Herrero, «Javier
Reina» (el «Fabio» de El Siglo Futuro), el doctor Suñer, Jorge
Vigón,
Y

anguas Messía, Artíñano, Bermúdez Cañete, Santiago
Corral, Carlos

Fernández Cueuca, Sánchez Mazas,
Carlos Ruiz
del
Castillo,
Zacarías de Vizcarra, Eduardo

Aunós, José Ignacio Esco­
bar ( después marqués
·de Valdeiglesias),

el marqués de la Eliseda
(más tarde
conde de

los Andes), Antonio Goicoechea, Vicente
Gay,
el marqués de Quintanar, Emi!iano Aguado, Félix García ÜS"-, Bru­
no Ibeas Osa,
' Eduardo

Marquina, Jiménez Caballero,
Aniceto de
Castro

Albarrán, Barj a
de Quiroga,

el general García de la Herrán,
Llanos y Torriglia, Marcial Solana, José Luis
Vázquez Dodero,

Luis
Vela, José María de Areilza,
Esteban· Bilbao,

José Corts Grau, Ma­
riano
Puigdollers, el general Sanjurjo, Wenceslao González Olive­
ros,
Alfooso Junco,

Pablo
Antohio Cuadra, Agustín Gonzá!ez de
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EN EL JO ANIVERSARIO DE ACCION ESPAIWLA
Amezúa, Lorenzo Villalonga, el P. Peiró, Lorenzo Riber, Nicolás
González Ruiz, Antonio

Rumeu de Armas, Armando
Durán, Tomás
García Figueras, Zacarías García Villada, Luis de
Galirrsoga, Alfon­
so

García Valdecasas, Pelayo de Zamayón ... Toda una serie de
per­
sonajes consagrados o jóvenes que hacían sus primeras armas agluti­
nados y dirigidos por otro joven que cuando se proclamó la Re­
pública apenas tenía veinticuatro años y que fue el creador
y el
alma de aquel movimiento: Eugenio Vegas Lata pie.
Resulta asombroso cómo un joven provinciano, capitán jurídico
y con las oposiciones de Letrado del Consejo de Estado recién ga­
nadas, sin conocimientos en Madrid~ ni sociales ni initelectuales, pudo
culminar esta obra ingente de aglutinamiento de personas y de pro­
ducción
doctrinal. Porque Acción Española fue idea y obra suya,
sobre ella ejerció una autoridad ruasi despótica, encargaba y rechaza­
ba ,rtículos, buscaba a las personas, alentaba actuaciones y despedía
a
sospechosos hasta el extremo de poderse afirmar con toda exactitud
que
Acción Españ(Jfa fue Eugenio Vegas.
Ansón lo reconoce en el libro que lleva por titulo
el de la re­
vista:
«Lástima que el implacable silencio oficial que pesa en la
actualidad sobre

Eugenio Vegas no le permita
ser lo suficieru:emen­
te
conocido y leído por las nuevas generaciones. Cualquier lector
que estudie detenidamente la ingente obra de
Acción Española y
sea capaz de no ofuscarse por la brillantez de los nombres de Moeztu,
Pr.dera
o Calvo Sotelo,
se encontrará con
la sorpresa de que el
verd.dero autor de aquel movimiento in.electual, que fue indiscu­
tiblemente
el que llenó de contenido doctrino! y justificó el alza­
miento

de 1936, es este hombre admirable de inmaculada ortodoxia
religiosa y política que se llama Eugenio Vegas
Latapie. La

his•
toria de
Ac.ión Española es la historia de las ideas de Eugenio
Vegas. Todos los que han estudiado con profundidad la
gran revista
doctrinal y todos los que formaron parte de ella saben que esta
afirmación es, simplemente, la pura
verd•d».
· Hay motivos, pues, más que sobrados para que Verbo conme­
more el cincuentenario de la revista a la que tanto debe como mues­
tra insigne del
pensamiento tradicional
del que nuestra publicación
se quiere heredera y continuadora. Pero-·;hay todavía otras razones
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FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGONA
de este homenaje. No pocos de los hombres de Verba se formaron
en Acción Española o en su recuerdo. Y todavía más. El mismo
Verba existe gracias a Eugenio Vegas Latapie. Sería injusto y falso
decir que

es su
obra como
lo, fue
Acción Española porque nuestra
revista
tiene

otro Vegas benemérito que desde
una gran modestia
pusonal y un extraordinuio valor intelectual, reconocido más si cabe
en el extranjero que en su propia palria, es el alma de esta nueva
aventura
intelectua:I del
pensamiento
tradicional español. Pero

qnien
tuvo la

primera idea fundacional
y animó a Juan Vallet de Goy­
tisolo a esta empresa fue Eugenio Vegas Latapie. Había conocido el
mo'l'imiento francés de La Cité Catha!ique y pensó que, mutatis
m,a,mdis,
podía trasplantarse a España. Recuerdo cómo reuni6 a
un grupo de
amigos a
cenar en un restaurante de los aledaños de
la calle Mayor y allí se consolidó el propósito de Speiro. Pronto
celthramos nuestro

primer Congreso en el monasterio
de El Paular
y aparecía el primer número de la revista.
Y desde entonces no nos faltó nunca el magisterio de Eugenio
Vegas que tanto. ha influido en que no nos desviáramos nW1ca de
lo que han sido los grandes amores de Vegas Latapie: la Religión
y la Patria.
Es curi050 notar cómo su gran obra, Acción E.rpañola, y la
revista V erboi que acaba de publicar su número doscientos, han
nacido bajo una clara influencia francesa. No es arriesgado afirmax
que

posiblemente no haya en
España nadie
que conozca mejor
la
historia francesa, intelectual y política, de los últimos tres siglos
que Eugenio Vegas. El
movimient'o m•urrasiano
de
L' Actian Fran­
raise fue un claro antecedente de Acción España/,, y ya hemos se­
ñalado cómo
La Cité Catholique sirvió de pauta para las primeras
andaduras de
La Ciudad Católica española. Coinciden hastll los nom­
bres que son traducción del equivalente francés. Pero no sería justo
hablar de un simple mimetismo. La arrolladora personalidad de
Eugenio Vegas dio a Acción Española unas características propias
que la diferenciaban netamente del gran movimiento intelectual y
polltico que ocaudilló Charles Maurras. La profunda ortodoxia doc­
trinal de Vegas, su fe religiosa y la influencia del tradicionalismo
español en
su sentido más amplio hicieron

que
Acción Española
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EN EL 50 ANIVERSARIO DE ACCION ESPAl respondiera pleruuneute a su apellido y fuera mucho más un pro­
ducto autóctono que un objeto de
importación
Y creemos que lo mismo puede decirse. de Verbo superados los
primeros

balbuceos. La lectura de
Permanences, nombre actual del
V erbe francés y la de nuestra revista a nadie ,le sugerirá la idea de
una traducción. Hay una coincidencia básica de ideas pero poco más,
No nos extenderemos en lo que supuso Acción Española y en
la labor que ea
ella desarrolló Eugenio Vegas.

Remitimos al lector
al libro de Ansón, al muy discutib,!e pero no a,¡rente de interés
que acaba de

publicar
Raúl Morodo y a la tesis que está preparando
Javier Badía que esperamos pronto se publique y que
creemos del
mayor

interés a juzgar por
el anticipo que nos dio en la confe­
rencia antes mencionada. Y esperamos, sobre todo, las Memorias
de Eugenio Vegas que
serán el mejor relato de· aquella formidable
empresa de reconquista y afirmación.
Solrunente quiero referir dos anécdotas para cerrar estas páginas:
La
pcimera confirma
plenamente el papel director de Eugeoio
Vegas
en
Acción Española. Don Ramiro de Mae2ltu, director !\itular de la
revista cuando traía algún trabajo para la misma se lo entregába a
Vegas diciéndole: «Hoy he
estado trabajando para usted». No cabe
mayor reconocimiento, de la ideutificación de la persona con
la re­
v,lsta.
La otra, tremeoda por el momento martirial en que se producía,
da fe plena de la identificación de aquellos hombres con la empre­
sa en

la que se habían embarcado para salvar a
España. A
Ramiro
de Maeztu le fusilaron con unas cuartillas qu,, esi.ba escribiendo
para
Acción Español~ en el bolsillo. Algún compañero de cárcel, que
le
había visto
tlrabajar en ellas, estuvo a punto
de pedírselas, pero no
se atrevió. Y con Víctor Pradera ocurrió exactamente lo mismo. Cuoo­
do

era detenido, para ser asesinado tiempo
más tarde, entregó a su
hija otras
cuartillas diciéndole:

«Esto
pana Acción Española». En
verdad murieron con el pensamiento en la gran revista.
Pienso que, ante ello, mi homenaje personal en este cincuen­
tenario no
vale nada y ha$ poco el que la revista Verbo quiere
rendirle encargándome estas líneas. Hiciste Eugenio algo muy serio
cuando dos mártires de Dios y de España murieron pensando en
tu obra. i Qué Dios te lo pague!
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