Índice de contenidos
Número 201-202
Serie XXI
- Textos Pontificios
-
Estudios
-
Fidelidad cristiana e identidad nacional
-
En el cincuentenario de Acción Española
-
Cristianismo y mundo moderno según el profesor Sciacca
-
Gramsci: la revolución actualizada
-
Relaciones internacionales y superestructura mundial
-
La doctrina social de la Iglesia frente al socialismo
-
Filosofía polaca
-
Un nuevo régimen se instala en Francia
-
La descentralización socialista, ¿para qué?
-
- Actas
- Crónicas
- Ilustraciones con recortes de periódicos
- Información bibliográfica
- Notas
Autores
1982
La doctrina social de la Iglesia frente al socialismo
LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA FRENTE
M, SOCIALlSMO (*)
POR
:MIGUEL PORADOWSK.I
A pesar de que en la antigüedad la mayoría de los grandes im
perios totalitarios,
basados sobre
la institución de esclavitud, adap
taban con preferencia
el régimen social-económico-político del tipo
socialista, estatizando por completo la
"ida económica,
social y
cul
tura~
es
solamente después de la
Revolución francesa,
al principio
del siglo
XIX, que aparecen las doctrinas y los mo"imientos socialis
tas de nuestros tiempos, como también la misma palabra «socialis
mo» (parece que acuñada por Pierre Leroux, por el año 1835) (1),
e inmediatamente usada por muchísimos escritores políticos de la
primera mitad del siglo XIX.
Es evidente que este socialismo viene, ante todo, como reacción
espontánea contra el exagerado individualismo del siglo anterior,
principalmente representado por Jean Jacques Rousseau, quien, en
reacción contra la sociedad corporativa, lanza el concepto de la so~
ciedad-asociación.
El anterior régimen corporativo correspondía
al
concepto de la sociedad como un cuerpo social, a base de analogía
con el organismo biológico; tenía él
la ventaja de integrar plena
mente cada hombre a la sociedad, a través de los cuerpos interme
dios, analógicamente como cada célula está incorporada al organis
mo por intermedio del órgano al cual pertenece. Cada hombre se sentía indispensable e irrernplazable en su papel, dentro de la
es
trlictura
social,
tanto para el bien común, como para el bien propio.
(*) Ponencia al Congreso sobre «La Doctrina Social de la Iglesia y la
realidad contemporánea», Universidad
de Mendoza, '.5-7 de octubre de 1981.
( 1) Hay también opiniones que-
el primero que la usó fue Robert Owen.
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Fundaci\363n Speiro
MIGUEL PORADOWSKI
Contra esta sociedad corporativa de más de dos milenios, pues
existía ya varios siglos antes del cristianismo, pero por él profun
damente transformada, el individualismo sale en defensa de la li
bertad individual, oponiendo
al hombre contra la sociedad. Y a en
mitad del siglo
XVII, en el año 1651, Thomas Hobbes, publica en
Inglaterra su abultado libro
Leviathán, ene! cu al aparece la idea
de
la sociedad basada sobre el contrato. Hobbes ante todo sale en
la defensa de los derechos del ciudadano contra los abusos de
po
der de algunos monarcas absolutistas. Sin embargo, cuando Rousseau
retoma la idea de la sociedad-asociación, concibe a la sociedid no
como un fenómeno espontáneo y natural, es decir, como el efecto
de la natural sociabilidad humana, sino como una asociación libre,
voluntaria, de los individuos que a base de un contrato forman li
bremente un grpo, no empujados espontáneamente por su natura
leza sociable, sino por una conveniencia deliberada.
El individualismo, en general, y especialmente el rousseaunia
no,
es llevado a la práctica por la Revolución francesa de fines del
siglo
XVIII y se expresa en las legislaciones de todo tipo, pasando
después al
Código de
Napoleón. Lo curioso es que esta sociedad
nueva, surgida de las ideas del «Contrato Social», de
J. J. Rousseau,
prohibe
cualquiera asociación,
bajo el
pretexto de defender la liber
tad individual. Además, no
hay que olvidarse que este individualis
mo también se expresa en
algunas filosofías
sociales de la época,
llegando incluso a absolutizar al individuo y, en consecuencia, a
oponerlo contra la sociedad.
No hay, pues, nada de extraño que esta posición tan extrema
provocara una contestación en
la forma· del socialismo, es decir, en
la exaltación e incluso absolutización de la sociedad. Sin embargo,
los socialistas, dando la prioridad a la sociedad
y subordinando
completamente al hombre a la sociedad, siguen siendo también in
dividualistas, pues conciben al hombre no como «persona» ( en el
sentido tomista de
la palabra), sino como «individuo», pero de me
nor valor que
la sociedad (2).
( 2) Esta desvalorización del hombre por el socialismo llega al extre-
114
Fundaci\363n Speiro
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Y SOCIALISMO
No menos importante es la otra característica del socialismo de
la primera mitad del siglo XIX, a saber: su vinculación con la así
llamada «cuestión social», es decir,
con los
problemas sociales, es
pecialmente de los trabajadores proletarios, que aparecen como con
secuencia de la revolución industrial, la cu.al, en Francia, casi coin
cide en el tiempo con la revoución política de 1789-1799.
La revolución francesa es la hechura de la burguesía, dominada
por las ideaas liberales e individualistas, mientras que los movimien tos
sociales y políticos vinculados con los problemas sociales-obre
ros, generados por la revolución industrial, a pesar que en la ma
yoría de los casos son -encabezados por los burgueses, se identifican
con todos los que sufren las consecuencias de la primera etapa de
la revolución industrial.
Así, el socialismo de la primera mitad del siglo XIX tiene dos
características esenciales, a saber :
una (desde el punto de vista de
la filosofía social), la exaltación, absolutización e, incluso; en al
gunos casos, la divinización
(3) de la sociedad, es decir, un con
cepto de la sociedad que completamente absorbe al hombre, conce-
1,ido como
individuo;
y la otra característica ( desde el punto de
vista de la sociología), la identificación con los problemas socia
les, causados por
la revolución industrial, que pretende solucionar
los por
la completa estatización de toda la vida social, económica y
cultural.
El primer aspecto del socialismo (la tendencia a
la absolutiza
ción
de la sociedad) provocó
la inmediata reacción de parte de la
mo en el socialismo hitlerista (nazismo), lo que expresa la famosa frase
de Adolf Hitler: « ... du bist nichts, das Volk ist 11.lles».
(3) Nos lo recuerda Juan Vallet de Goytisolo, citando el correspon
diente texto de Proudhon: «El socialismo, ayudado por la democracia ex
trema,
diviniza
al hombre al negar el dogma de la caída, y, por lo tanto,
destrona a Dios, inútil
y,a para la perfección de la criatura». Algo sobre los
temas de hay, Speiro, 1972, pág. 43; en el mismo libro, Juan Vallet se re
fiere a otra manera de la divinizad6n de la sociedad por los socialistas
marxistas:
«se llega, en casos extremos, a hablar de muerte de Dios, o
como el dominico francés P. Cardonnel, se a.firma que ha muerto
al encar
narse con Jesucristo en la masa, que
así queda
divinizada»,· pág. 14.
115
Fundaci\363n Speiro
MIGUEL PORADOWSKI
Doctrina Social de la Iglesia, pues, para el cristiano, el hombre es
«persona», es decir,
el valor primario (recordemos que Santo To
más dice: «Persona significat id quod es perfectissimum in nota
natura», I, 29, 3) y, por esta razón, no puede ser subordinado
completament:e a la sociedad, al Estado (Santo Tomás dice: «Horno
non ordinatur ad communitatem politicam secundum se totum et
secundum omnia sua», Iª, IIª, 2i, ad. 3). El segundo aspecto del
socialismo ( su pretención de solucionar los problemas sociales por
la completa estatización de la economía) le daba apariencia de uná
posición aceptable para algunos cristianos. Sin embargo, no hay que
olvidarse de que el socialismo, defendiendo lo justo (la cuestión
social), veía su solución exclusivamente en la estatización completa
de la vida social y, especialemnte, en la supresión de la propiedad
privada,
la cual -según la Doctrina Social de la Iglesia- es el
fundamento indispensable de la libertad del hombre. Debido a estas
razones, ambos aspectos del socialismo lo hacían inaceptable
para
los
cristianos, a pesar de
su mérito de defender también -como Jo
hacían los cristianos de la época-la justicia social.
Sin embargo, la principal razón de rechazo del socialismo por
la Doctrina Social de la Iglesia es otra, la teológica, a saber: la
consciente secularización por el socialismo del Reino de Dios. La
Iglesia nunca puede permitir que a ella se arrebate el Reino de Dios
o que se lo secularize. No puede nunca permitir que a ella se arreba
te el Reino de Dios, pues su tarea eseocial, encomendada por Cristo,
es predicar, trabajar
y luchar por el Reino de Dios, y tampoco la
Iglesia puede aceptar que se secularize al Reino de Dios, pues se
cularizado deja de ser el Reino de Dios y se transforma en su ca
ricatura e, incluso, secularizado y desacralizado, al fin y al cabo, se
transforma
en el Reino de Satanás.
Eo:tre los socialistas y comunistas de la primera mitad del si
glo
XIX hay dos grupos: uno compuesto por los que se reclaman
ser cristianos y el otro de los abiertamente anticristianos. Sin embar
go, los que invocan su fidelidad al crjstianismo e, incluso, sincera
mente consideran el cristianismo como
la base de su pensamiento,
lo reducen solo a la ética, a la caridad, a la justicia y füanternidad,
consciente o inconscientemente, secularizándolo.
116
Fundaci\363n Speiro
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Y SOCIALISMO
Tal vez, el representante más destacado y el más influyente, has
ta hoy día, de los socialistas que ponen el cristianismo
secnlarizado
como
base de todo
su pensamiento y como fundamento de la futura
sociedad es
Claude Henri de
Saint-Simon (1760-1825).
Este hom
bre
genial, que tanto a=tó en su optimista visión de la futura so
ciedad
industrial,
conscientemente seculariza el
cristianismo, le quita
todo carácter
religioso y lo reduce exclusivamente a la ética. En su
última obrita, La. nouveau cristianiisme, escrita poco antes de su muer
te, en 1825, elogia la enseñanza de Cristo, pero toma de ella ,ola
mente
lo que, según su opinión, debería
constitU!ir la
base de la
futura sociedad: el
amor fratemo, la solidaridad de todos los hom
bres
y de todos los pueblos, la justicia, la virtud de la laboriosidad
y, ante todo, el mandamiento del perfeccionamiento de sí mismo y
de la sociedad.
En el pensamiento de Saint-Simón está evidentemente presente
la plena
y consciente secularización del Reino de Dios, predicado
por Cristo, pnes, se trata de una sociedad de futuro, completamente
laica, una obra únicamente humana, fraternal, animada por el amor
y sacrificio, que será la verdadera amea aetas del futuro, del porve
nir; una sociedad plenamente feliz, pues, gracias al progreso cientí
fico y técnico, va a garantizar a todos un bienestar completo, ma
terial y espiritual; un paraíso terrestre. Huelga decir, que el optimis
mo de Saint-Simon supone la previa aceptación por él de la opinión
rousseauniana sobre
la perfección de la naturaleza humana. Es di
fícil comprender como Saint-Simon, después de preseociar
y vivir
los horrores
de la revolución francesa ( 4), pudo seguir creyendo
en la bondad de cada hombre, como
lo enseñaba J. J. Rousseau. Pa
rece ser acertada la calificación del pensamiento de Saint-Simón)
dada por Karl Marx en el Manifiesto comunista, como un «socialis-
(4) Algunos historiadores franceses calculan que Francia tenía, en vís
peras de
la revolución del año 1789, más de 26 millones de habitantes,
mientras que después de la revolución
y las guerras napoleónicas esta cifra
se
redujo a sólo 18 millones, es decir, que al terror
revolucionario y las
siguientes guerras
la costaron ocho millones de muertos, y eso sin tomar
en cuenta el aumento vegetativo de
la población en este período de tiempo.
117
Fundaci\363n Speiro
MIGUEL PORADOWSKI
mo utopista»; el Reino de Dios secularizado y desacralizado es la
más peligrosa utopía. La segunda
corriente socialista,
de
la primera mitad del siglo XIX,
es todavía menos aceptable para los cristianos, pues ni siquiera ad
mite un cristianismo secularizado, teniendo odio y repudio a todo
lo cristiano. Esta corriente, encabezada por Pierre Joseph Proudhon
(1809-1865), también pretende, con su futura sociedad ideal socia
lista, reemplazar al Reino de Dios, con la agravante que quiere rea
lizarla conscientemente como lo opuesto al Reino de Dios. Los es
critos al respecto de Proudhon son llenos de blasfemias (por las cuales fue condenado a la cárcel por los tribunales)
y de un cons
ciente sat~ismo ( 5). Proudhon sólo sacó las últimas consecuencias
lógicas del pensamiento individua.listas de Rousseau, como lo observa
Juan Vallet de Goytisolo (véase la nota 3).
Es comprensible pues, que este socialismo de la primera mitad
del siglo
XIX es tan severamente juzgado por Pío IX, quien la ca
lificó (junto con el comunismo) como la doctrina <
mente contraria al derecho· natural», cuya «doctrina, si fuese admi
tida, echaría radicalmente por tierra los derechos, las cosas y las
propiedades de todos e incluso la misma sociedad humana»
( Qui
Pluribus, 5) ; esta profecía se cumplió plenamente. León XIII re
sume el pensamiento de Pío IX, sobre el socialismo, así: «Todos
conocen perfectamente las gravísimas palabras y la firme constancia
de ánimo con que nuestro glorioso predecesor Pío IX, de feliz me
moria, ha combatido, tanto en sus alocuciones como ,en sus encícli
cas enviadas a los obispos de todo el mundo, contra los
foicuos in
tentos de las sectas y particularmente contra la peste socialista que
del seno de las sectas iba surgiendo» (
Quod apo1tolici m1111eriJ, 3).
Sin embargo, el peor de todos los socialismos es el socialismo
marxista, pues no solamente contiene los vicios ·de los anteriores,
sino todavía agrega lo peor: el materialismo integral, el odio y la
(5) Especialmente, en las Contradir:ciones económicas: La fHosofla de
la miseria,-los correspondientes textos se pueden encontrar en la obra de
Georges Gurvitch,
Los fundadores francese.r de la sociologla contemporánea:
Saint-Simon y Pro11dhon, Galate-Nueva Visión, Buenos Aires, 1958, pági
nas 121-122.
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Fundaci\363n Speiro
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Y SOCIALISMO
ludia de clases, la degradación del hombre al nivel de animal, el
repudio de toda religión y, especialmente, de la cristiana, la des
vergonzosa explotación de la «cuestión social», la esencial vincula
ción con el comunismo, en el cual ve su meta y al cual quiere llegar
por la revolución, concebida como destrucción radical de la socie
dad histórica. Actualmente
existen muchas doctrinas
socialistas
y muy variados
movimientos socialistas, sin embargo, se puede hablar del socia
mo, pues, a pesar de las enfáticas declaraciones de algunos de ellos
sobre la
p
con el marxismo, en realidad el marxis
mo sigue teniedo sobre todos ellos una influencia determinante. Por
otra parte, todos los movimientos
socialistas están
profuodamente
infiltrados por los comunistas marxistas-leninistas y de hecho sirven
a la revolución marxista, la cual, a su vez, está al servicio de los
imperialismos soviético y chino.
En la encíclica Qua'dragesrimo anno, Pío XI hace análisis muy
detallado
de los cambios por los cuales pasa el socialismo
y, a pe
sar que reconoce la existencia de distintas doctrinas socialistas, sigue
insistiendo que ninguna de ellas reniega «del fundamento propio
del socialismo, contrario a la fe cristiana» ( 43), y por eso con
cluye que <
cialista verdadero» ( 48). Pío XII afirma esta posición de la Igle
sia: «Movida siempre por los motivos religiosos, 1a Iglesia ha con
denado los varios sistemas del socialismo marxista, y los condena
también hoy, porque es su deber y derecho permanente preservar
a los hombres de corrientes e influencias que ponen en peligro su
eterna salvación>> (Con sempre, 25, 1943). Juan XXIII, en vís
peras del concilio, en la encíclica
Mai"1' et rm,giftra, recordando la
posición Quadragerimo anno acerca del socialismo, dice: «El Sumo
Pontífice (Pío XI) manifiesta que la oposición entre
el comunis
mo y el cristianismo es radical. Y añade que los católicos no pue
den aprobar, en modo alguno, la doctrina del socialismo moderado.
En primer lugar, porque la concepción socialista del mundo limita
la vida social del hombre dentro del marco temporal,
y considera,
por tanto, como supremo objetivo de la sociedad civil el bienestar
puramente material;
y, en segundo término,
porqne al
proponer
119
Fundaci\363n Speiro
MIGUEL PORADOWSKI
como meta exclusiva de la organizac10n social de la con.vivencia
humana la producáón de los bienes m~teriales, limita extraordina
riamente
la libertad, olvidando la genuina noción de la autoridad
social» (34), y también rechaza la tesis socialista que
«pueden los
hombres,
prescindiendo de Dios
y solamente con sus propias fuer
zas, alcanzar
la cima suprema de la civilización humana» (ibíd.).
El Concilio Vaticano II enérgicamente rechaza
el inmanentismo y,
por ende, el socialismo, pues el socialismo es, esencialmente, inma nentista.
Octogesima adveniens, de
Paulo VI, nos recuerda: «El
cristiano que quiere vivir su fe en una acción política, concebida como servicio, tampoco puede adherirse, sin contradecirse a sí mis
mo, a sistemas ideológicos que se
oponen, radicalmente
o
en puntos
sustanciales, a su fe y a
su concepto
del hombre. No le es lícito,
por tanto, favorecer a la ideología marxista, a su
materialismo ateo,
a su dialéctica de la violencia y a la manera como ella entiende
la libertad individual dentro de la colectividad, negando al mismo
tiempo toda trascendencia al hombre
y a su historia personal y co
lectiva» (26). No se trata aquí de recordar todos los textos del
Magisterio
que
se
refieren al socia1ismo; sólo nos interesa subrayar que la Igle
sia
constata
la oposición radical entre el socialismo y el cristianis
mo, y, 'SÍ es así, una vez más nos. preguntamos: ¿cómo se explica
entonces la existencia dentro de la Igles:a de los <
socialismo»? ¿Por qué, a pesar de toda evidencia de la contradic ción entre
el socialismo y el cristfanismo hay sacerdotes qúe insisten
en su
opción por el socialismo-? No pueden, honestamente, invocar
el argumento
de la «cuestión social», pues saben bien que
el socia
lismo marxista, donde llegó al poder, ni solucionó ni mejoró la si
tuación de los itrabajádores; los actuales acontecimientos en Polonia,
ana vez más, lo demuestran. Tampoco pueden negar la evidencia
del hecho que
el sociaffismo lleva al comunismo ateo y materialista,
que sirve a la revolución marxista-leninista y, por ende, al imperia
lismo sOviético o chinO. Tal vez, una contestación satisfactoria a
estas pregunta'S o,
al menos,
una aclaración reveladora de
todó este
asunto,
·nos la
da el reciente libro de
Rdland Gaucher, Le réseau
Curie/,
París,
1981,
pág. 433,
según el cual detrás de los «cristianos
120
Fundaci\363n Speiro
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Y SOCIAUSMO
por el socialismo» se encuentra la KGB {la policía política sovié
tica)
y millones de dólares proporcionados por ella.
A pesar de que ya pasaron más de tres años de la fecha del mis
terioso asesinato, en París, de Henri Curiel, el famoso agente de
la KGB, es solamente ahora que aparecen interesantes libros con
abundante documentación, donde se describe sus actividades subver
sivas. Entre
estos libros,
el de Roland Gaucher es de una
excépcio
nrul importancia, pues suministra u.na irrefutable documentación 'Sobre
la manipulación, por parte de la KGB, de los «cristianos por el
socialismo».
En el libro de Gaucher se encuentra una excelente descripción
de la
aplicación práctica, por Curiel, de
la «táctica de kárate»: ser
virse de la fuerza del adversario. Este adversario, para los dirigentes
de la revolución marxista, es todo el mundo no-comunista, sin ~
bargo, se trata especialmente de servirse de las fuerzas de la Iglesia,
de
sus innumerables instituciones, del clero, de los religiosos y de
las religiosas y, ante todo, del entusiasmo de su juventud.
Una de las variantes de esta «táctica de kárate» es
el bien co
nocido «frente amplio» :
movilizar a
todas las
fuerzas posibles
de
los enemigos a favor de alguna causa que tenga apariencia de no
ble
y, de esta manera, reforzar el campo comun'sta. Aquí entran las
manifestaciones por
la paz, por los derechos humnos, cGntra el ham
bre, contra las injusticias, contra la contaminación ambiental, etc.
La muy detallada descripción de la actividad subversiva del «réseau
Curie!» en Egipto, constituye un excelente aporte al estudio de es
tas tácticas concretas en las circunstancias concretas, cambiables y
reales. No menos valiosa e informativa es la descripción detallada
de la segunda grao obra del «réseau
Curidl»: la
organización
y la
maoipulación por la KGB de la
sllhversión en
Argelia. Sin em
bargo, es el caso de la extensión de la actividad del «réseau Cu.riel»
al Tercer Mundo, especialmente a la América Latina, que propor
ciona las informaciones más abundantes y las más recientes respecto
a '1a infiltración de los agentes KGB dentro de la Iglesia y respecto
a los
métodos aplicadGs
en cada caso.
Es sólo después de una atenta
lectura de las descripciones de estas tres grandes etapas (Egipto, Argelia, Tercer Mundo) de las actividades del «réseau Curie!»,
121
Fundaci\363n Speiro
MIGUEL PORADOWSKI
que el lector se da cuenta de la plena justificación del subtítulo del
libro:
«la subversión
humanitaria»,
pues, con
espanto se descubre
cómo las
más nobles y típicamente cristianas instituciones de la
Iglesia, pues dedicadas a las obras de caridad y de cultura, están
aprovechadas por la KGB para los fines subversivos.
Es aquí donde
la pérfida táctica del kárate se hace más
evidente y
patética. Con
horror se descubre cómo los millonarios fondos y, ante todo, el sa
crificado trabajo entusiasta de miles de monjes y de monjas están
hábilmente aprovechados para destruir el orden,
la fe, la religión,
la civilización cristiana. Concretamente, nos in.formamos cuantos
eventos religiosos: congresos, jornadas, movimientos intelectuales,
filooóficos y teológicoo están manipulados por la KGB. Es aquí don
de nos encontramos con la «teología de la liberación», con los <
tianos por el socialismo», con la «Iglesia del pueblo», con los «ca
rismáticos», con los «ecuménicos», etc. Sobran los datos concretos
que
nos informan
dónde, cómo, cuándo
y quién se ha dejado llevar
a la subversión más vil que uho puede imaginarse: la fabricación
y el transporte clandestino de bombas y armas asesinas para los te
rroristas,
la falsificación de pasaportes y toda clase de documenta
ción, la falsificación de las monedas de muchísimos países, como
también una larga lista de horribles asesinatos. Y no hay que ol
vidarse que el «réseau Curie!» ,es sólo un de las innumerables. ope
raciones soviéticas que siguen trabajando en todo el mundo con la
«táctica de kárate».
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:MIGUEL PORADOWSK.I
A pesar de que en la antigüedad la mayoría de los grandes im
perios totalitarios,
basados sobre
la institución de esclavitud, adap
taban con preferencia
el régimen social-económico-político del tipo
socialista, estatizando por completo la
"ida económica,
social y
cul
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es
solamente después de la
Revolución francesa,
al principio
del siglo
XIX, que aparecen las doctrinas y los mo"imientos socialis
tas de nuestros tiempos, como también la misma palabra «socialis
mo» (parece que acuñada por Pierre Leroux, por el año 1835) (1),
e inmediatamente usada por muchísimos escritores políticos de la
primera mitad del siglo XIX.
Es evidente que este socialismo viene, ante todo, como reacción
espontánea contra el exagerado individualismo del siglo anterior,
principalmente representado por Jean Jacques Rousseau, quien, en
reacción contra la sociedad corporativa, lanza el concepto de la so~
ciedad-asociación.
El anterior régimen corporativo correspondía
al
concepto de la sociedad como un cuerpo social, a base de analogía
con el organismo biológico; tenía él
la ventaja de integrar plena
mente cada hombre a la sociedad, a través de los cuerpos interme
dios, analógicamente como cada célula está incorporada al organis
mo por intermedio del órgano al cual pertenece. Cada hombre se sentía indispensable e irrernplazable en su papel, dentro de la
es
trlictura
social,
tanto para el bien común, como para el bien propio.
(*) Ponencia al Congreso sobre «La Doctrina Social de la Iglesia y la
realidad contemporánea», Universidad
de Mendoza, '.5-7 de octubre de 1981.
( 1) Hay también opiniones que-
el primero que la usó fue Robert Owen.
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Contra esta sociedad corporativa de más de dos milenios, pues
existía ya varios siglos antes del cristianismo, pero por él profun
damente transformada, el individualismo sale en defensa de la li
bertad individual, oponiendo
al hombre contra la sociedad. Y a en
mitad del siglo
XVII, en el año 1651, Thomas Hobbes, publica en
Inglaterra su abultado libro
Leviathán, ene! cu al aparece la idea
de
la sociedad basada sobre el contrato. Hobbes ante todo sale en
la defensa de los derechos del ciudadano contra los abusos de
po
der de algunos monarcas absolutistas. Sin embargo, cuando Rousseau
retoma la idea de la sociedad-asociación, concibe a la sociedid no
como un fenómeno espontáneo y natural, es decir, como el efecto
de la natural sociabilidad humana, sino como una asociación libre,
voluntaria, de los individuos que a base de un contrato forman li
bremente un grpo, no empujados espontáneamente por su natura
leza sociable, sino por una conveniencia deliberada.
El individualismo, en general, y especialmente el rousseaunia
no,
es llevado a la práctica por la Revolución francesa de fines del
siglo
XVIII y se expresa en las legislaciones de todo tipo, pasando
después al
Código de
Napoleón. Lo curioso es que esta sociedad
nueva, surgida de las ideas del «Contrato Social», de
J. J. Rousseau,
prohibe
cualquiera asociación,
bajo el
pretexto de defender la liber
tad individual. Además, no
hay que olvidarse que este individualis
mo también se expresa en
algunas filosofías
sociales de la época,
llegando incluso a absolutizar al individuo y, en consecuencia, a
oponerlo contra la sociedad.
No hay, pues, nada de extraño que esta posición tan extrema
provocara una contestación en
la forma· del socialismo, es decir, en
la exaltación e incluso absolutización de la sociedad. Sin embargo,
los socialistas, dando la prioridad a la sociedad
y subordinando
completamente al hombre a la sociedad, siguen siendo también in
dividualistas, pues conciben al hombre no como «persona» ( en el
sentido tomista de
la palabra), sino como «individuo», pero de me
nor valor que
la sociedad (2).
( 2) Esta desvalorización del hombre por el socialismo llega al extre-
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DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Y SOCIALISMO
No menos importante es la otra característica del socialismo de
la primera mitad del siglo XIX, a saber: su vinculación con la así
llamada «cuestión social», es decir,
con los
problemas sociales, es
pecialmente de los trabajadores proletarios, que aparecen como con
secuencia de la revolución industrial, la cu.al, en Francia, casi coin
cide en el tiempo con la revoución política de 1789-1799.
La revolución francesa es la hechura de la burguesía, dominada
por las ideaas liberales e individualistas, mientras que los movimien tos
sociales y políticos vinculados con los problemas sociales-obre
ros, generados por la revolución industrial, a pesar que en la ma
yoría de los casos son -encabezados por los burgueses, se identifican
con todos los que sufren las consecuencias de la primera etapa de
la revolución industrial.
Así, el socialismo de la primera mitad del siglo XIX tiene dos
características esenciales, a saber :
una (desde el punto de vista de
la filosofía social), la exaltación, absolutización e, incluso; en al
gunos casos, la divinización
(3) de la sociedad, es decir, un con
cepto de la sociedad que completamente absorbe al hombre, conce-
1,ido como
individuo;
y la otra característica ( desde el punto de
vista de la sociología), la identificación con los problemas socia
les, causados por
la revolución industrial, que pretende solucionar
los por
la completa estatización de toda la vida social, económica y
cultural.
El primer aspecto del socialismo (la tendencia a
la absolutiza
ción
de la sociedad) provocó
la inmediata reacción de parte de la
mo en el socialismo hitlerista (nazismo), lo que expresa la famosa frase
de Adolf Hitler: « ... du bist nichts, das Volk ist 11.lles».
(3) Nos lo recuerda Juan Vallet de Goytisolo, citando el correspon
diente texto de Proudhon: «El socialismo, ayudado por la democracia ex
trema,
diviniza
al hombre al negar el dogma de la caída, y, por lo tanto,
destrona a Dios, inútil
y,a para la perfección de la criatura». Algo sobre los
temas de hay, Speiro, 1972, pág. 43; en el mismo libro, Juan Vallet se re
fiere a otra manera de la divinizad6n de la sociedad por los socialistas
marxistas:
«se llega, en casos extremos, a hablar de muerte de Dios, o
como el dominico francés P. Cardonnel, se a.firma que ha muerto
al encar
narse con Jesucristo en la masa, que
así queda
divinizada»,· pág. 14.
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MIGUEL PORADOWSKI
Doctrina Social de la Iglesia, pues, para el cristiano, el hombre es
«persona», es decir,
el valor primario (recordemos que Santo To
más dice: «Persona significat id quod es perfectissimum in nota
natura», I, 29, 3) y, por esta razón, no puede ser subordinado
completament:e a la sociedad, al Estado (Santo Tomás dice: «Horno
non ordinatur ad communitatem politicam secundum se totum et
secundum omnia sua», Iª, IIª, 2i, ad. 3). El segundo aspecto del
socialismo ( su pretención de solucionar los problemas sociales por
la completa estatización de la economía) le daba apariencia de uná
posición aceptable para algunos cristianos. Sin embargo, no hay que
olvidarse de que el socialismo, defendiendo lo justo (la cuestión
social), veía su solución exclusivamente en la estatización completa
de la vida social y, especialemnte, en la supresión de la propiedad
privada,
la cual -según la Doctrina Social de la Iglesia- es el
fundamento indispensable de la libertad del hombre. Debido a estas
razones, ambos aspectos del socialismo lo hacían inaceptable
para
los
cristianos, a pesar de
su mérito de defender también -como Jo
hacían los cristianos de la época-la justicia social.
Sin embargo, la principal razón de rechazo del socialismo por
la Doctrina Social de la Iglesia es otra, la teológica, a saber: la
consciente secularización por el socialismo del Reino de Dios. La
Iglesia nunca puede permitir que a ella se arrebate el Reino de Dios
o que se lo secularize. No puede nunca permitir que a ella se arreba
te el Reino de Dios, pues su tarea eseocial, encomendada por Cristo,
es predicar, trabajar
y luchar por el Reino de Dios, y tampoco la
Iglesia puede aceptar que se secularize al Reino de Dios, pues se
cularizado deja de ser el Reino de Dios y se transforma en su ca
ricatura e, incluso, secularizado y desacralizado, al fin y al cabo, se
transforma
en el Reino de Satanás.
Eo:tre los socialistas y comunistas de la primera mitad del si
glo
XIX hay dos grupos: uno compuesto por los que se reclaman
ser cristianos y el otro de los abiertamente anticristianos. Sin embar
go, los que invocan su fidelidad al crjstianismo e, incluso, sincera
mente consideran el cristianismo como
la base de su pensamiento,
lo reducen solo a la ética, a la caridad, a la justicia y füanternidad,
consciente o inconscientemente, secularizándolo.
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DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Y SOCIALISMO
Tal vez, el representante más destacado y el más influyente, has
ta hoy día, de los socialistas que ponen el cristianismo
secnlarizado
como
base de todo
su pensamiento y como fundamento de la futura
sociedad es
Claude Henri de
Saint-Simon (1760-1825).
Este hom
bre
genial, que tanto a=tó en su optimista visión de la futura so
ciedad
industrial,
conscientemente seculariza el
cristianismo, le quita
todo carácter
religioso y lo reduce exclusivamente a la ética. En su
última obrita, La. nouveau cristianiisme, escrita poco antes de su muer
te, en 1825, elogia la enseñanza de Cristo, pero toma de ella ,ola
mente
lo que, según su opinión, debería
constitU!ir la
base de la
futura sociedad: el
amor fratemo, la solidaridad de todos los hom
bres
y de todos los pueblos, la justicia, la virtud de la laboriosidad
y, ante todo, el mandamiento del perfeccionamiento de sí mismo y
de la sociedad.
En el pensamiento de Saint-Simón está evidentemente presente
la plena
y consciente secularización del Reino de Dios, predicado
por Cristo, pnes, se trata de una sociedad de futuro, completamente
laica, una obra únicamente humana, fraternal, animada por el amor
y sacrificio, que será la verdadera amea aetas del futuro, del porve
nir; una sociedad plenamente feliz, pues, gracias al progreso cientí
fico y técnico, va a garantizar a todos un bienestar completo, ma
terial y espiritual; un paraíso terrestre. Huelga decir, que el optimis
mo de Saint-Simon supone la previa aceptación por él de la opinión
rousseauniana sobre
la perfección de la naturaleza humana. Es di
fícil comprender como Saint-Simon, después de preseociar
y vivir
los horrores
de la revolución francesa ( 4), pudo seguir creyendo
en la bondad de cada hombre, como
lo enseñaba J. J. Rousseau. Pa
rece ser acertada la calificación del pensamiento de Saint-Simón)
dada por Karl Marx en el Manifiesto comunista, como un «socialis-
(4) Algunos historiadores franceses calculan que Francia tenía, en vís
peras de
la revolución del año 1789, más de 26 millones de habitantes,
mientras que después de la revolución
y las guerras napoleónicas esta cifra
se
redujo a sólo 18 millones, es decir, que al terror
revolucionario y las
siguientes guerras
la costaron ocho millones de muertos, y eso sin tomar
en cuenta el aumento vegetativo de
la población en este período de tiempo.
117
Fundaci\363n Speiro
MIGUEL PORADOWSKI
mo utopista»; el Reino de Dios secularizado y desacralizado es la
más peligrosa utopía. La segunda
corriente socialista,
de
la primera mitad del siglo XIX,
es todavía menos aceptable para los cristianos, pues ni siquiera ad
mite un cristianismo secularizado, teniendo odio y repudio a todo
lo cristiano. Esta corriente, encabezada por Pierre Joseph Proudhon
(1809-1865), también pretende, con su futura sociedad ideal socia
lista, reemplazar al Reino de Dios, con la agravante que quiere rea
lizarla conscientemente como lo opuesto al Reino de Dios. Los es
critos al respecto de Proudhon son llenos de blasfemias (por las cuales fue condenado a la cárcel por los tribunales)
y de un cons
ciente sat~ismo ( 5). Proudhon sólo sacó las últimas consecuencias
lógicas del pensamiento individua.listas de Rousseau, como lo observa
Juan Vallet de Goytisolo (véase la nota 3).
Es comprensible pues, que este socialismo de la primera mitad
del siglo
XIX es tan severamente juzgado por Pío IX, quien la ca
lificó (junto con el comunismo) como la doctrina <
tida, echaría radicalmente por tierra los derechos, las cosas y las
propiedades de todos e incluso la misma sociedad humana»
( Qui
Pluribus, 5) ; esta profecía se cumplió plenamente. León XIII re
sume el pensamiento de Pío IX, sobre el socialismo, así: «Todos
conocen perfectamente las gravísimas palabras y la firme constancia
de ánimo con que nuestro glorioso predecesor Pío IX, de feliz me
moria, ha combatido, tanto en sus alocuciones como ,en sus encícli
cas enviadas a los obispos de todo el mundo, contra los
foicuos in
tentos de las sectas y particularmente contra la peste socialista que
del seno de las sectas iba surgiendo» (
Quod apo1tolici m1111eriJ, 3).
Sin embargo, el peor de todos los socialismos es el socialismo
marxista, pues no solamente contiene los vicios ·de los anteriores,
sino todavía agrega lo peor: el materialismo integral, el odio y la
(5) Especialmente, en las Contradir:ciones económicas: La fHosofla de
la miseria,-los correspondientes textos se pueden encontrar en la obra de
Georges Gurvitch,
Los fundadores francese.r de la sociologla contemporánea:
Saint-Simon y Pro11dhon, Galate-Nueva Visión, Buenos Aires, 1958, pági
nas 121-122.
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DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Y SOCIALISMO
ludia de clases, la degradación del hombre al nivel de animal, el
repudio de toda religión y, especialmente, de la cristiana, la des
vergonzosa explotación de la «cuestión social», la esencial vincula
ción con el comunismo, en el cual ve su meta y al cual quiere llegar
por la revolución, concebida como destrucción radical de la socie
dad histórica. Actualmente
existen muchas doctrinas
socialistas
y muy variados
movimientos socialistas, sin embargo, se puede hablar del socia
mo, pues, a pesar de las enfáticas declaraciones de algunos de ellos
sobre la
p
mo sigue teniedo sobre todos ellos una influencia determinante. Por
otra parte, todos los movimientos
socialistas están
profuodamente
infiltrados por los comunistas marxistas-leninistas y de hecho sirven
a la revolución marxista, la cual, a su vez, está al servicio de los
imperialismos soviético y chino.
En la encíclica Qua'dragesrimo anno, Pío XI hace análisis muy
detallado
de los cambios por los cuales pasa el socialismo
y, a pe
sar que reconoce la existencia de distintas doctrinas socialistas, sigue
insistiendo que ninguna de ellas reniega «del fundamento propio
del socialismo, contrario a la fe cristiana» ( 43), y por eso con
cluye que <
sia: «Movida siempre por los motivos religiosos, 1a Iglesia ha con
denado los varios sistemas del socialismo marxista, y los condena
también hoy, porque es su deber y derecho permanente preservar
a los hombres de corrientes e influencias que ponen en peligro su
eterna salvación>> (Con sempre, 25, 1943). Juan XXIII, en vís
peras del concilio, en la encíclica
Mai"1' et rm,giftra, recordando la
posición Quadragerimo anno acerca del socialismo, dice: «El Sumo
Pontífice (Pío XI) manifiesta que la oposición entre
el comunis
mo y el cristianismo es radical. Y añade que los católicos no pue
den aprobar, en modo alguno, la doctrina del socialismo moderado.
En primer lugar, porque la concepción socialista del mundo limita
la vida social del hombre dentro del marco temporal,
y considera,
por tanto, como supremo objetivo de la sociedad civil el bienestar
puramente material;
y, en segundo término,
porqne al
proponer
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como meta exclusiva de la organizac10n social de la con.vivencia
humana la producáón de los bienes m~teriales, limita extraordina
riamente
la libertad, olvidando la genuina noción de la autoridad
social» (34), y también rechaza la tesis socialista que
«pueden los
hombres,
prescindiendo de Dios
y solamente con sus propias fuer
zas, alcanzar
la cima suprema de la civilización humana» (ibíd.).
El Concilio Vaticano II enérgicamente rechaza
el inmanentismo y,
por ende, el socialismo, pues el socialismo es, esencialmente, inma nentista.
Octogesima adveniens, de
Paulo VI, nos recuerda: «El
cristiano que quiere vivir su fe en una acción política, concebida como servicio, tampoco puede adherirse, sin contradecirse a sí mis
mo, a sistemas ideológicos que se
oponen, radicalmente
o
en puntos
sustanciales, a su fe y a
su concepto
del hombre. No le es lícito,
por tanto, favorecer a la ideología marxista, a su
materialismo ateo,
a su dialéctica de la violencia y a la manera como ella entiende
la libertad individual dentro de la colectividad, negando al mismo
tiempo toda trascendencia al hombre
y a su historia personal y co
lectiva» (26). No se trata aquí de recordar todos los textos del
Magisterio
que
se
refieren al socia1ismo; sólo nos interesa subrayar que la Igle
sia
constata
la oposición radical entre el socialismo y el cristianis
mo, y, 'SÍ es así, una vez más nos. preguntamos: ¿cómo se explica
entonces la existencia dentro de la Igles:a de los <
el socialismo y el cristfanismo hay sacerdotes qúe insisten
en su
opción por el socialismo-? No pueden, honestamente, invocar
el argumento
de la «cuestión social», pues saben bien que
el socia
lismo marxista, donde llegó al poder, ni solucionó ni mejoró la si
tuación de los itrabajádores; los actuales acontecimientos en Polonia,
ana vez más, lo demuestran. Tampoco pueden negar la evidencia
del hecho que
el sociaffismo lleva al comunismo ateo y materialista,
que sirve a la revolución marxista-leninista y, por ende, al imperia
lismo sOviético o chinO. Tal vez, una contestación satisfactoria a
estas pregunta'S o,
al menos,
una aclaración reveladora de
todó este
asunto,
·nos la
da el reciente libro de
Rdland Gaucher, Le réseau
Curie/,
París,
1981,
pág. 433,
según el cual detrás de los «cristianos
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DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Y SOCIAUSMO
por el socialismo» se encuentra la KGB {la policía política sovié
tica)
y millones de dólares proporcionados por ella.
A pesar de que ya pasaron más de tres años de la fecha del mis
terioso asesinato, en París, de Henri Curiel, el famoso agente de
la KGB, es solamente ahora que aparecen interesantes libros con
abundante documentación, donde se describe sus actividades subver
sivas. Entre
estos libros,
el de Roland Gaucher es de una
excépcio
nrul importancia, pues suministra u.na irrefutable documentación 'Sobre
la manipulación, por parte de la KGB, de los «cristianos por el
socialismo».
En el libro de Gaucher se encuentra una excelente descripción
de la
aplicación práctica, por Curiel, de
la «táctica de kárate»: ser
virse de la fuerza del adversario. Este adversario, para los dirigentes
de la revolución marxista, es todo el mundo no-comunista, sin ~
bargo, se trata especialmente de servirse de las fuerzas de la Iglesia,
de
sus innumerables instituciones, del clero, de los religiosos y de
las religiosas y, ante todo, del entusiasmo de su juventud.
Una de las variantes de esta «táctica de kárate» es
el bien co
nocido «frente amplio» :
movilizar a
todas las
fuerzas posibles
de
los enemigos a favor de alguna causa que tenga apariencia de no
ble
y, de esta manera, reforzar el campo comun'sta. Aquí entran las
manifestaciones por
la paz, por los derechos humnos, cGntra el ham
bre, contra las injusticias, contra la contaminación ambiental, etc.
La muy detallada descripción de la actividad subversiva del «réseau
Curie!» en Egipto, constituye un excelente aporte al estudio de es
tas tácticas concretas en las circunstancias concretas, cambiables y
reales. No menos valiosa e informativa es la descripción detallada
de la segunda grao obra del «réseau
Curidl»: la
organización
y la
maoipulación por la KGB de la
sllhversión en
Argelia. Sin em
bargo, es el caso de la extensión de la actividad del «réseau Cu.riel»
al Tercer Mundo, especialmente a la América Latina, que propor
ciona las informaciones más abundantes y las más recientes respecto
a '1a infiltración de los agentes KGB dentro de la Iglesia y respecto
a los
métodos aplicadGs
en cada caso.
Es sólo después de una atenta
lectura de las descripciones de estas tres grandes etapas (Egipto, Argelia, Tercer Mundo) de las actividades del «réseau Curie!»,
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que el lector se da cuenta de la plena justificación del subtítulo del
libro:
«la subversión
humanitaria»,
pues, con
espanto se descubre
cómo las
más nobles y típicamente cristianas instituciones de la
Iglesia, pues dedicadas a las obras de caridad y de cultura, están
aprovechadas por la KGB para los fines subversivos.
Es aquí donde
la pérfida táctica del kárate se hace más
evidente y
patética. Con
horror se descubre cómo los millonarios fondos y, ante todo, el sa
crificado trabajo entusiasta de miles de monjes y de monjas están
hábilmente aprovechados para destruir el orden,
la fe, la religión,
la civilización cristiana. Concretamente, nos in.formamos cuantos
eventos religiosos: congresos, jornadas, movimientos intelectuales,
filooóficos y teológicoo están manipulados por la KGB. Es aquí don
de nos encontramos con la «teología de la liberación», con los <
rismáticos», con los «ecuménicos», etc. Sobran los datos concretos
que
nos informan
dónde, cómo, cuándo
y quién se ha dejado llevar
a la subversión más vil que uho puede imaginarse: la fabricación
y el transporte clandestino de bombas y armas asesinas para los te
rroristas,
la falsificación de pasaportes y toda clase de documenta
ción, la falsificación de las monedas de muchísimos países, como
también una larga lista de horribles asesinatos. Y no hay que ol
vidarse que el «réseau Curie!» ,es sólo un de las innumerables. ope
raciones soviéticas que siguen trabajando en todo el mundo con la
«táctica de kárate».
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