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Número 255-256

Serie XXVI

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El platonismo empírico de Luis de Bonald

EL PLATONISMO EMPIRICO DE LUIS DE BONALD
l. EN ALAS DEL PLATONISMO
Se habla bastante del vizconde Luis de Bonald en el campo
de la filosofía social
y política como representante máximo del
pensamiento contrarrevolucionario, pero
·no se
ha estudiado aún
el fundamento ideol6gico de todas sus opiniones, que radican
en una cuesti6n centralísima de la que dependen las demás:
el
origen de las ideas. Nos lo dice él mismo·en las siguientes pala­
bras del

capítulo primero de sus
Investigaciones sobre los prime­
ros ob;etos de los conocimientos morales
(III, 23) (1): «La
cuestión

fundamental de .todos los sistemas filos6ficos,
el punto
preciso de su oposici6n
rec;íproca, es )a cuesti6n

del origen de las
ideas, ya que en Ías ideas, sea cualquiera por otra parte su fuente,
es donde hay que buscar el principio de nuestros conocimientos,
que es el problema más importante que haya podido proponerse
la filosofía. Esta cuesti6n, resuelta diversamente, ha dado lugar al platonismo
y al peripatetismo, los dos sistemas principales en
torno. a los cuales han venido -a colOcarse, cada_ uno en su puesto,
los sistemas derivados y secundarios».
Plat6n
y el platonismo, Aristóteles y el peripatetismo, son
los símbolos de dos filosofías opuestas. Dos símbolos nada más,
porque en lo· que hace a Arist6te!es nuestro autor manifiesta siempre un desconocimiento notable. Ignoraba totalmente
a1 ver-
(1) Los dos últimos números de las citas referentes a las obras_ de Bo­
NALD indican el tomo y la cólumna de la edición de Migne, 'Oeuvres com­
pletes de M. de Bonald, París, 1864.
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Fundaci\363n Speiro

LEOPOLDO-EULOGIO PALACIOS
y le fue igualmente ajena toda la sólida trama conceptual de la
filosofía escolástica.
Es asombroso que haya podido acertar en
tantas cosas desconociendo a Santo Tomás de Aquino, y que
filosofando en un contexto cartesiano nos haya dejado tantas ver­
dades sobre el orden social y político. Por eso debemos tomar
estas alusiones a Platón
y Aristóteles como simples emblemas
en que pueden significarse dos concepciones de
la filosofía dia­
metralmente opuestas.
La primera, partidaria de las ideas innatas, ideas universales
impresas en nuestra alma por · la inteligencia suprema, reffiinisM
cencias cuyo prototipo se encuentra en Díos y que valen con
independencia de la experiencia: doctrina cuya elevación es tan grande que hizo a
su autor merecer el nombre del «divino Pla­
tón» y· que reaparece varias veces en los sistemas modernos
excitando sieri::ipte el miSm~ entusiasmo.
La segunda concepción filosófica, la de Aristóteles -un Aris­
tóteles espúreo, careta del inglés Juan Locke-
es partidaria
de
las ideas ádquiridas; humilla la inteligencia humana rechazando
las ideas innatas y haciéndolas venir al entendimiento por medio·
de los sentidos externos.
La querella entre el platonismo
y el peripatetismo, entre el
sistem~ de

las
ideas innatas y el sistema de las ideas adquiridas,
no ha· sido solamente -gn drama griego; pervive continuamente
en la. tradición filosófica y tiene una fase. moderna que abraza
en su regazo todo el problema de la filosofía civilizadora
y la
filosofía bárbara, ininteligible para quien no
lo enfoque desde ella.
La Edad Moderna aparece dividida entre las opiniones de
las ideas innatas y las ideas adquiridas. «La opinión de las ideas
innatas viene de muy
lejos --dice Bonald

en el discurso
prelimi­
nar

de su
Legislaci6n primitiva (I, 1063}-,-; Platón, los Padres
de la

Iglesia, la escuela de la Edad Media, la
habían sostenido.
Descartes

la adoptó». Ya está aquí Descartes, al que Schopenhauer
' llamaba «el padre de la filosofía moderna». No así Bonald, para
quien el sistema cartesiano en lo que toca al origen de las ideas
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EL PLATONISMO EMPIRICO DE LUIS DE BONALD
es tan antiguo como la verdad; acabamos de verlo: entronca con
Platón. La filosofía moderna, en el sentido peyorativo que este término debe tener, es el atto sistema, opuesto al de las ideas
innatas, y rebrote del
peripatetfsmo: es

el sistema de Locke y
de Condillac, para el que nada hay
en el

entendimiento
q4e no
haya

pasado antes por el sentido externo
..
Además,

la filosofía moderna no es imputable a Francia, ni
lo es tampoco al siglo xvn: es un fruto exótico venido al con­ tinente desde las islas británicas, según nos lo expone el autor
en este largo párrafo:
«En el

pueblo más ilustrado de Europa
en su's pensamientos, más natural en su lenguaje, mejo.r ordenado
en sus leyes religiosas, pol!ricas y civiles, Descartes, Melebran­
che y sus numerosos discípulos habían espiritualizado la cues­ tión
del. origen

de las ideas, hasta el punto (Malebranche sobre
todo) de no hacer entrar en ellas más que el puro intelecto, casi
sin mezcla de
sensacioneg; Locke,

bajo la influencia de otra
re­
ligión, de otró gobierno, de otra lengua, en un pueblo entregado
exclusivamente a
los cuidados
terrenos, . . . materializó
la cuestión
de las ideas, de las· que-vio el origen únicamente en nuest_ras
sensaciones, mirando incluso como incierto si no se las .Podría
.atribuir

a la
pura materia».
Pero
la cosa no queda aquí: Descartes .tuvo discípulos, y
entre ellos Malebranche, que llevaron su teoría de las ideas in­
natas a un extremo exagerado; lo mismo proporcionalmente pue­
de decirse de Locke; éste tuvo también 'discípulos, y uno de
ellos, Condillac,-dio a su sistema un remate adecuado a sus pre­
tensiones. «Condillac, que ha sido a Locke lo que Malebranche
fue a Descartes·, encareció la doctrina de su maestro; llevó al
exceso la manera árida y helada que caracteriza a la escuela de
metafísica
materialista, hizo del hombre ora una estatua, ora un
animal salvaje, quitó al ser infinito las ideas generales como in­
dignas de él
y se las atribuyó a los brutos; toda forma humana,
todo espíritu de vida, todo rastro de inteligencia desaparecieron
bajo
el escalpelo de esta disecci.ón ideológica, y resumiendo en
dos palabras su triste sistema, Condillac llamó a nuestros pen~
samientos sensaciones transformadas» (ibid., I, 1079);
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LEOPOWO-EULOGIO _PALACIOS
No lo olvidemos en adelante, porque esta es una clave del
pensamiento que estudiamos: Descartes y la Francia del siglo
XVII
están en una corriente espiritualista, de raigambre platónica, faM
vorable a la verdadera civilización; en cambio, Locke e Inglaterra
viven en una corriente materialista, de raigambre antiplatónica,
que favorece la pulidez física, pero también la barbarie moral.
El sistema de las ideas innatas es eminentemente religioso,
porque parece dar a nuestras ideas un origen casi sobrenatural,
y hacer de ellas una suerte de inspiración. Por eso agrada a los
hombres en cuyo espíritu nacen grandes pensamientos y que
reciben
iluminaciones repentinas y casi inesperadas. En cambio
el sistema opuesto se
alfa naturalmente_
al materialismo, que casa
bien con las sensaciones transformadas y la hipótesis del hom­ bre-estatua,
y agrada a los hombres que fabrican sus ideas con
las ideas de otros,
y a fuerza de conversaciones y lecturas.
Además, el platonismo es, por las razones
dichas; más
amigo
de las cosas morales, como
el peripatetismo lo es de las cosas
físicas. Lo que explica los
progresos de
la literatura y las bellas
artes en la_ Francia del
_ siglo XVII, y el progreso de las ciencias
físicas en la centuria siguiente.
Estas ideas que no vienen por el canal de los sentidos son
llamadas por Bonald «ideas generales» (2)
y se diferencian de
las ideas particulares en que aquéllas son simples, mientras éstas
son compuestas, y, por co:hsigúiente, no generales, sino m~aM
mente--colectivas o generalizadas. Esta contraposición de lo ge­
neral y lo colectivo es muy importante para el estudio de_ este
pensador,
y además sospecho que no ha sido nunca bien en ten.
dida. ¿Cómo interpretar, por
ejemplo, el
siguiente párrafo? «Con­
dillac confunde

bajo la denominación de
ideas abstractas las ideas
generales como las de
orden, sabidurla, etc., y las ideas colecti­
vas de
blancura, acidez». (Ensayo anal/tico, cap. II, nota, III,
(2) O, taml?ién, «ideas generales, morales y sociales»: estos dos UltiM
mos nombres se los da el autor para significar que son el fundamento del
orden moral y
social, y hallan su origen, no en el individuo, sino en la so­
ciedad
y en Dios. Véanse Investigaciones sobfe los primeros objetos de los
conocimientos morales,
cap. 1, III, 51.
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EL PLATONISMO EMPIRICO DE LUIS DE BONALD
969; Investigaciones sobre los primeros ob¡etos de los conocimien­
tos morales,
cap. 8, III, 194 ). Es que .para Bonald la «idea ge­
neral» o simple es aquella
que refleja
lo que los escolásticos lla­
man
una perfectio simplex; por eso poder, orden, sabiduría, be­
lleza, son conceptos que se pueden llevar al infinito, y hacer de ellos otros tantos atributos de Dios;
son, como

dice Bonald en
su
Legislación primitiva (1, lib. I, nota, I, 969), «la idea de un
solo
y mismo ser, de Dios». En cambio, la «idea colectiva» o
compuesta envuelve imperfección, no se puede aplicar a Dios
_ formalmente: Dios no es
«la blancura» o «la acidez». Lo que me
hace
pensar que

estas ideas que Bonald llama (no sé si con acier­
to) colectivas equivalen a las
perfectione s mixtae de los. esco­
lásticos. Vistas así las cosas, no es raro que confundir ambos linajes
de ideas conduzca a la
perversión de

toda buena doctrina, y que
lo sucedido en
las regiones de la ideología marque un reflejo de
sangre en las regiones de la política. «Lo general o lo más sim­
ple es muy diferente de lo colectivo, que es lo más compuesto. Condillac y J. J. Rousseau los han confundido: he
ahí su gran
error en ideología y en política»
(Legislación primitiva, clise. prel.,
nota, I, 1111
}. Es

decir, que ideología y política se dan la mano
en el

mismo yerro: «el gran error político de J. J. Rousseau es
haber confundido la voluntad
general y la voluntad colectiva o
popular, y el gran error
ideológico de Condillac es también haber
confundido las ideas
generales y simples y las ideas colectivas
o compuestas bajo el nombre de ideas abstractas, engaño que
conduce al ateísmo, como el de
Juan Jacobo
conduce a la anar­
quía
(Ensayo analitico, cap. 4, nota, I, 1013).
No es
difícil adivinar la trascendencia que esta docttina tiene
para la filosofía social bonaldiana. La teoría del poder concibe a
éste como una
perfección simple

o «idea general», a la manera
monárquica, no a la manera democrática, en
la que el poder surge
de una colección de votos, como una «idea colectiva». El poder
es «voluntad general», nunca «voluntad colectiva o generalizada»,
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LEOPOLDO-EULOGIO PALACIOS
II. .LA MITIGACIÓN· DEL -PLATONISMO POR EL FACTOR EMPÍRICO
DEL LENGUAJE
Colocar a Bonald en la línea de Platón,· San Agustín, Descar­
tes, Bossuet, Fénelon o
Leib,m; es
haber dado ya un paso de
gigante
para entender

su
obra. Pero
es menester seguir
caminan'
do.

No es en la mera admiración a estos autores ni en la adhesión
a su teoría de las ideas independientes de la experiencia sensible
como se forma un sistema nuevo. Y el de nuestro autor presenta
una originalidad .dentro del platonismo que es menester ir des­
cubriendo.
Sí, ya nos hemos enterado de que Bonald se inclina al pla­
tonismo, y que mira a la civilización como bajando del cielo en
alas de las ideas generales, morales
y sociales. Y sí se le pregun­
tase: ¿con
cual de

los dos sistemas te quedas?, ¿con el de las
ideas innatas?, ¿con el de las adquiridas?, el filósofo nos con­ testaría sin vacilar con esi:as palabras del capítulo
octavo de

sus
Investigaciones sobre los primeros objetos de los conocimientos·
morales (III, 197): «Hay poco mérito de tomar partido en esta
cuestión al lado de Descartes, de Fénelon, de Malebranche o de
Leibniz contra
Locke y Condillac, y a desafiar, tan bien acom­
pañados, la ridiculez que· se ha querido arrojar sobre la cuestión
de las ideas innatas, condenadas sin haber sido escuchadas».
Sí, sí; pero ahora no se trata ya de tomar partido, sino de
que Bonald nos diga si está totalmente de acuerdo con
la doc­
trina de esos filósofos, sí está dispuesto
:a profesarla.

Y aquí
vemos que nuestro autor vacila, que se retrae con un ademán
de cautela, y que después de haberles dado la razón en tantas
cosas, se permite enmendarles la plana en alguna, y elaborar un sistema propio, ingeniosísimo.
Desde
1800,. en el capítulo tercero de su Ensayo anal.!tico
sobre
las leyes del

orden social,
encontramos ya cierto recelo de
los peligros que la doctrina de las ideas innatas lleva consigo.
Y lo más curioso es que se hace con
ocasíon de

enjuiciar a un
,
filósofo

del otro bando, Juan Jacobo Rousseau. «Fanatismo y
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EL PLATONISMO EMPIRJCO DE LUIS DE BONALD
nada más es suponer entre los seres, como hace Juan J acabo
Rousseau,

medios de comunicación fuera del orden natural y
constante». Y, ¿con qué motivo se menciona aquí al soñador
ginebrino? Es

que éste había sostenido en su
Emilio: «Lo que
Dios quiere

que el hombre haga no se lo· hace decir por otro,
se lo dice
él mismo y lo graba en. el fondo de su corazón». Y
Bonald
rebota:
«Hay en
este pasaje tantos errores
como pala­
bras.

¿Dónde estará entonces la regla pública y social de las ac­
ciones humanas?»
(1, 979). No hay por este camino ley objetiva
e imparcial: cada cnal es juez y parte de lo que está escrito en
el fondo de su corazón y se cae así en un individualismo
abso­
luto

que hace imposible la sociedad. No hay que olvidar que es
· necesaria

la existencia de un poder público, político y
religioso,
que

legisle a la luz del día, y que no basta con un genio que
promulgue su ley a puerta cerrada en las tinieblas de la noche
cordial. Otra reserva contra las ideas innatas: en la
Disertación sobre
el pensamiento del hombre
y su

expresión
que publicó primera­
mente
como apéndice al
Ensayo analltico, y después -rasgo de
trasiego raro en tal autor- incluyó al final de su
Legislación pri­
mitiva,
se leen estas palabras: «La expresión idea innata el mis­
mo Rousseau la ha empleado, y en la
acepci6)1 más escolástica,
cuando

dice que el hombre ha nacido bueno y ha nacido
libre:.;»
¡ Y esto sí que es señalar un peligro, decir que Rousseau ha em­
pleado esta noción para edificar encima su sistema! Igual alusión al ginebrino en la
Legislación primitiva, reproduciendo su te,cto
sobre

la ley escrita en el corazón, que esta vez viene en compañía
de un pagano, nuestro castizo cordobés Lncano
(Farsalia, lib. IX):
N ec vocibus u/lis
Numen eget dixitque semel nascentibus, auctor
Quidquid scire licet.
Y acompañado también de Cicerón: füt non scripta, sed nata
lex ... (Pro Mil.).
¿Y por qué no de San Pablo? Olvido inexpli­
cable -o demasiado explicable--, porque ante el Apóstol ningún
cristia~o puede tener reservas. Se trata, eh cualquier caso, de
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LEOPOLDO-EULOGIO PALACIOS
unos reparos que no alcanzan al pensamiento paulino. El mismo,
Bonald
se explicó dieciséis años después --como quien no quiere
la cosa-

en el capítulo octavo de sus ya citadas
Investigaciones:
(III, 199): «Así, aunque nuestras ideas no sean innatas, en el
sentido en que
la escuela antigua lo ha quizás entendido, no es
menos cierto que
la ley de Dios y generalmente todas las verda­
des morales son, como dice Sari Pablo
(Rom., II, 15), escritas
en el corazón del hombre,
opus legis scriptum in cordibus nos­
tris .. .
».
La teoría de las ideas innatas se ha propagado porque favo-
. recia los

intereses de
la religión: los teólogos católicos vieron
en

sistema que ponía al hombre en una comunicación
más íntima y más desprendida de los sentidos con la inteligencia suprema; los protestantes
la ácogieron con júbilo porque en ella
encajaba a
la perfección su dogma favorito· del sentido privado
y la
iluminación particular
del libre examen. Pero con todo, Ma­
lebranche ¿ no
la había anulado al rechazar las ideas como in­
termediarios entre nosotros y Dios,
· y
al buscar el principio de
nuestros c~nocimientos en una comunicación inmediata de nuesk
tra mente é:on la inteligencia suprema? Leibniz volvió a las ideas
innatas, pero para refutar a
Locke en
sus
Nuevos ensayos sobre
et entendimiento

humano.
« Y, sin embargo, dice Bonald, nadie se
había entendido

jamás en esta disputa, y Malebranche
lo supo
bien». Las dificultades se atropellan -por
fin-ante

la pluma
del filósofo. Sí, no hay más remedio. Bien está que seamos pla­
tonizantes, que nos produzca náuseas el materialismo y el sen­
sualismo de la «filosofía moderna». Pero ¿ es que va uno a en­
tregarse indefenso a la teoría de sus adversarios, cuando tantas
objeciones se levantan contra ella? «¿Qué
eran. estas

ideas in­
natas presentes a nuestro espíritu y que precedían en él a toda
instrucción? Si Dios las grababa él mismo, ¿cómo llegaba el
hombre a poder borrarlas? Si el niño idólatra
nacía igual

que
el cristiano, con nociones distintas de un Dios
único, ¿cómo sus
padres
podían hacerle

creer en una multitud de dioses? ¿Por qué
hay materialistas y ateos, si
traemos al

nacer
ideas· innatas
de la
existencia de Dios y de la inmortalidad del alma? Si los hom-
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EL PLATONISMO EMPIRJCO DE LUIS DE BONALD
bres al nacer traen todos las núsmas ideas, ¿por qué una variedad
tan grande de opiniones? Es que hay ideas .innatas o ideas ad­
quiridas. Pero ¿cómo las ideas adquiridas nos hacen olvidar las
innatas? Porque al fin
y al cabo no se puede perder sino lo que
se puede

adquirir, como no se puede adquirir sino lo que se
puede perder». Estas pocas objeciones hacen ver
el talento crí­
tico de Bonald. Pero, además, su respeto al dato experimental,
descuidado por
el platonismo. «La experiencia, que en la senda
de la verdad es como
el bastón del ciego, venía a contrariar este
sistema,
y el pequeño número de .seres humanos encontrados en
los bosques, fuera
de todo comercio con los hombres, en cuanto
pudieron hablar
y fueron interrogados sobre .su estado primitivo,
no habían podido,
para gran
humillación de los teólogos y satis­
facción de sus adversarios, enseñar nada sobre sus ideas innatas
de Dios, del alma, de la otra vida, etc.».
Y a
vemos cuántas

fisuras presenta el platonismo de Luis de
Bonald y esto en una de su.s primeras y principales obras, pues
todas estas citas están tomadas del
discurso preliminar

de su
Legislación primitiva. Platón y Descartes y sus discípulos tienen
razón, y su sistema es el más elevado., el más sublime, el más
civilizador de los sistemas; pero con todo, también los otros tienen reparos que oponerle. ¿Asomará aquí un espíritu de com­
ponenda, f:ll .un autor _como éste, tan ajeno a los compromisos?
Esta pregunta no es ociosa, a juzgar por lo que dice el propio
Bonald en el preciso momento de enunciar por primera vez su
nuevo mensaje filosófico: «Pero si la solución de la
cu;,.tión so­
bre
el origen de las ideas no se encuentra en el sistema demasiado
puramente espiritualista de las
ideas innatas, ni en el sistema
puramente materialista de las
sensaciones transformadas, ¿no po­
drá encontrarse en
los dos

sistemas a la vez? El error separa y
la verdád reúne ... »
(ibúlem, I, 1081).
De Malebrancbe
y el platonismo hay que conservar lo esen­
cial: la comunicación de nuestra mente con la luz celestial de la razón eterna; de Condillac y el antiplatonismo puede guardar­
se también algo muy esencial:
sus investigaciones

acerca de los
signos sensibles donde se expresan nuestros pensamientos.
Pot
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LEOPOLDO-EULOGIO PALACIOS
no haber tenido en cuenta estos últimos ha fracasado el sistema
de las ideas innatas, pues es tan ridículo
creer que
se puede
pensar sin expresiones sensibles, como que un hombre
ha:ya vis­
to

el color de sus ojos sin haberse mirado a un espejo. No todo
lo traído

por
Condillac ha
sido malo. Esto
lo en­
tenderemos

hoy mejor
recorda:ndo el movinúento que
uno de
sus discípulos o seguidores, Destutt de Tracy,
bautiz6 con

un
nombre que iba a tener rara fortuna: la ideolog/a, ciencia funda­
mental que tiene por objeto
el estudio de las ideas, de sus carac­
teres, de sus leyes, de su relaci6n con los signos que
las represen­
tan

y, sobre todo, de su origen. El bosquejo para la construcci6n
de esta ciencia se encuentra en el animoso Proyecto de elemen­
tos de ideologla, que
publicó Destutt

de Tracy en 1801. Bonald
sentiría la seducci6n de
este movimiento,

el cual suscit6 proba­
blemente su interés por la rdaci6n de los conceptos con sus sig­
nos sensibles o palabras, haciéndole elaborar una ideología que
se volverá paradójicamente contra
las pretensiones

de sus fun­
dadores sensualistas. S6lo
así podemos entender hoy por qué
escribi6 Bonald, en un
rincón del
discurso preliminar de su
Le­
gislaci6n primitiva, publicada en 1802, estas palabras sibilinas:
«la ideología

matará a la
filosofía moderna».
Bonald
da cabida

a las investigaciones sobre los signos o ex­
presiones lingüísricas de los pensamientos en un sistema cohe­
rente que es, por descontado, de
raíz platonizante,

pero que tiene
en cuenta el l~dó _fuerte del sistema opuesto, consistente -en su
estudio de las expresiones y del lenguaje. Así llega Bonald a una
doctrina que es como una
vía media

entre la teoría de las ideas
innatas y la concepción de las ideas adquiridas, y que es lo que
yo llamo aqu! el platonismo empírico.
¿C6mo exponer este sistema ideol6gico? Mejor será dejarle
la palabra a nuestro filósofo, que nos lo expone· pulcramente en
este largo párrafo de su Disertaci6n sobre el pensamiento del
hombre y su expresi6n (III, 441): «Apartemos por lo pronto
-dice--la

expresión vaga y poco
definida de ideas innatas, sig­
no

de contradicción
y de escándalo para los filósofos modernos,
aunque el mismo Juan, Jacobo Rousseau la haya empleado
... Y
570
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EL PLATONISMO EMPIRICO DE LUIS DE BONALD
digamos que las ideas son en nosotros a la vez naturales y ad'
quiridas por lo sentidos. . . Las ideas son naturales en sí mismas,
adquiridas en su expresión». Aquí+vemos la vía media: no era
del todo

platónico este admirador de Malebranche, puesto que
tanto le templa sus rigores espiritua[istas con esta
crasa conce­
sión

al sensualismo.
Así se llega a un medio de acomodo entre las dos tendencias­
principales de la filosofía. El párrafo donde nos lo dice Bonald es
largo, pero importantísimo: «En lo que hemos dicho sobre
la ne­
cesidad

de la expresión para la manifestación o
la presencia in­
cluso mental de una idea, es decir, para la representación de un
objeto que no cae bajo los sentidos y no produce imagen, se
puede encontrar un medio de acomodo entre los partidarios de
las
ideas innatas y los que no quieren más _ que ideas adquiridas
por
lós sentidos

o
sensaciones transformadas: la idea es innata,
su expresión es adquirida. Si la idea no precediese en
el espíritu
a la expresión, nunca se nos podría hacer comprender el sentido
de las

palabras,
y no entenderíamos las palabras orden y iusticia
mejor de lo que entendemos palabras forjadas ad libitum. La
única diferencia entre
las palabra:¡ orden y iustida y las palabras
cabridal; arci, thuram, de El médico a palos, consiste en que las
primeras representan una idea,
y las otras no tienen ningún sen­
tido, es decir, no presentan ninguna idea. Así, pues, la idea exis­ te antes de que la palabra la haga. presente. Por otro lado la ex-
-
presión

es adquirida, puesto que aprendemos a hablar y que no
hablamos sino después que hemos aprendido a hacerlo; peto esta expresión, por muy adquirida o adventicia que sea, es absoluta­
mente necesaria a la representación, incluso mental, de una idea,
Y nunca podríamos conversar · con nosotros mismos · acerca de la
belleza, del orden y la virtud, si no tuviéramos en el espíritu las
expresiones que las representan, ni hablar de ellas a otros
sin
hacerles oír las mismas expresiones» (Investigaciones sobre los
primeros ob¡etos de los conocimientos morales,
cap. 8, III, pá­
gina 196).
Vemos que «la idea es necesaria para que la palabra
signifi­
que

algo
y sea propiamente una expresión, y la expresión es
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LEOPOLDO-EULOGIO PALACIOS
igualmente necesatia para que la idea sea sensible al espíritu.
Pero -la :idea es universal, por tanto, nativa o innata;. la expresión
es local y diferente en las dt\,ersas lenguas; por tanto es adqui­
rida. Puede
as! decirse que la
idea es a la vez innata y adquiri­
da; innata en
sf misma,' adquirida

en su expresi6n»
(ib!d. ).
Conviene meditar estasclaras palabras, que tantas equivoca­
ciones pueden evitar en la interpretaci6n· de una
filosofía. Ya
Maine

de Biran, gran impugnador de nuestro fiI6sofo, cay6 en
el error de creer que pata éste·, «antes del sígno no había nada,
y que era absolutamente necesario que un signo revelado viniese
no a excitar,
despert1lr, sino

a crear la idea» (
Origen del lenguafe,
obras inéditas, ed. Naville, t. III, ,pág. 247). Falsa interpretaci6n
de Bonald que coincide con
la que dan todos los manuales esco­
lásticos al uso, no excluidos los excelentes
Elementos de fíloso­
fla aristotélico-tomista de José Gredt (ns. 571, 3; 573, 3) .
. Otro

error en que cae la versi6n usual de Bonald aportada
por esos tratados consiste en decir que para este autor las ideas todas, de cualquier estirpe que sean, proceden indistintamente
del lenguaje. Y en relaci6n con este punto distinguen la posici6n
<
Bonald de
otra postura «mitigada», cuyo repre­
sentante mayor
sería Ventura

de Raulica, el cual restringe
el
papel desempeñado por el lenguaje a las solas ideas de Dios, del
alma espiritual y de las obligaciones morales.
Bonald, como bien se ve por todo lo que vengo explicando,
no ha profesado jamás esa
posición «exagerada»

que hoy
· se
le
atribuye. Su postura es tan mitigada como la de Ventura y, ade­
más, carece de las intenciones teol6gicas de este autor, según
veremos luego. Pata Bonald las verdades que se refieren al mun­
do
físico son

verdades
particulares no
suscitadas por medio del
lenguaje, sino por las cosas mismas. He
aqu! unas

palabras su­
yas: «Las verdades
particulares o

los hechos físicos y sensibles
son conocidos de cada hombre por la informaci6n de sus senti­ dos y las impresiones (imágenes o sensaciones) que él recibe de
los objetos exteriores. No
ti~e ninguna

necesidad de lenguaje
para recibirlas, porque los animales, a los que se ha rehusado
la palabra, las perciben como él, y la palabra s6lo le es necesaria
572
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EL PLATONISMO EMPIRICO DE LUIS DE BONALD
cuando quiere combinar y generalizar estas imágenes y estas sen­saciones,
y hacer de ellas nociones abstractas» (Investigaciones ... ,
cap. 1, III, 52). Platón recurría con frecuencia a las metáforas para exponer
sus enseñanzas; Bonald es también el
a.utor de

dos metáforas
que deberíao haber
sido más

célebres si los historiadores de la
filosofía hubieran

tenido el tino de
dar con ellas, y de leer a
quien las hizo. Estas dos metáforas exponen mejor que ninguna
otra explicación la relación bonaldiana entre las ideas del enten­ dimiento
y las palabras proferidas por · la voz. La primera es la
metáfora del lugar oscuro; la segunda es la metáfora del papel
escrito con tinta incolora.
Por medio de uno y otro símil, se­
gún veremos ahora, se nos ayuda a conocer la naturaleza de
nuestro entendimiento, donde están las ideas naturales e innatas que vienen con nosotros al nacer,
y los efectos que en ellas cau­
san las. expresiones sensibles del lenguaje, adquirido en nuestro
trato con los hombres
y nuestra inserción en la sociedad.
La metáfora del lugar oscuro se encuentra ya en una obra de
1800: la
Disertaci6n sobre el pensamiento del h.ombre y su ex­
presi6n (III, 425) y ha· sido reproducida literalmente en 1818
por las
Investigaciones acerca de los primeros oh¡etos de los co­
nocimientos morales
(cap. III, 185): «Si me encuentro en un
lugar oscuro, carezco de la visión ocular,· no tengo el conoci­
miento por el sentido de la vista de los cuerpos que están cerca
de m!,
ni siquiera de mi propio cuerpo, y, bajo este aspecto,
todos estos cuerpos, aunque existan realmente alrededor de mí,
son, por lo que me atañe, como si no existieran. Pero si un rayo
de luz viene de repente a penetrar en este lugar, todos los cuer­
pos reciben de ella su expresión particular, quiero decir, su for­
ma y su color; cada cuerpo se produce a mis ojos con las con­
tornos y las líneas que le terminan; percibo todos estos cuerpos;
los

distingo todos los unos de los otros, veo y distingo mi pro­
pio cuerpo, y juzgo las relaciones de :figura, magnitud, distancia,
que todos estos cuerpos mantienen entre
sl y con el mío.
»La aplicación

es fácil de hacer. Nuestro entendimiento es
este lugar oscuro donde no percibimos ninguna idea, ni siquiera
573
Fundaci\363n Speiro

LEOPOLDO-EULOGIO PALACIOS
la de nuestta inteligencia, hasta que la palabra humana, de .la
que se· puede

decir, como de la palabra divina, "que ilumina
a todo hombre que viene a este mundo"
(loan., I, 9), penetran­
do hasta mi espíritu por el sentido del oído, como un rayo de sol en un lugar oscuro, lleva la luz al seno de las tinieblas, y
da
a cada idea, por así decir, la forma y el color que la hacen per­
ceptible a los ojos del espíritu. Entonces cada idea, llamada por su nombre, se presenta, y responde, como las estrellas en el libro
de Job (XXXVIII, 35) al mandamiento de Dios: Heme aquí.
S61o entonces nuestras ideas son expresadas induso para noso­
tros, y podemos expresarlas para los demás. Nos entendemos
a
nosotros
mismos

y podemos hacernos entender de los otros hom­
bres; tenemos la conciencia de nuestras propias ideas, y podemos dar a
los otros

el conocimiento de ellas;
y como el ojo iluminado
por la luz distingue cada cuerpo por su forma y su color,
y juz­
ga

las relaciones que
los cuerpos

tienen entre
sí, y

que sori
el
objeto de las ciencias físicas, así el entendimiento, iluminado por
la palabra, distingue cada idea por su expresi6n
particular, y juz­
ga de las relaciones que las ideas rienen entre
sí, relaciones
que
son
el objeto de todas las ciencias morales».
Esta
bella
analogía entre la luz y la palabra, y entre la vi­
sión corporal
y las operaciones de la inteligencia, funda según
Bonald las conocidas locuciones
por las que se transfiere al
pla-·
no

espiritual cualidades
corporales como «ser ilustrado,
tener
luces, enunciarse con claridad,
espíritu lúcido,

pensamiento
lumi­
noso, pensamiento oscuro, ceguera, visión».
Pasemos ahóra a la segunda metáfora d~ que hablé· arriba,
la metáfora del papel escrito con una tinta incolora,
y que apa'.
rece por
primera vez

en las
Inves,tigaciones sobre los primeros
obietos. de los conocimientos morales (cap. 8, III, 198). Aunque
menos general
que la anterior, caracteriza mejor el sistema ideo­
l6gico de Bonald en lo que tiene de propio.
,,Para dar
una
úJ;
tima
imagen,

por cierto
muy sensible, de la funci6n del entendi­
miento y la de los
6rganos en

la
ielaci6n necesaria de la
idea y
de su
exprésión, el

entendimeintó
es como un

papel escrito con
un agua sin color,
sobre el

cual la escritura no se hace visible
574
Fundaci\363n Speiro

EL PLATONISMO EMPIRICO DE LUIS DE BONALD
sino cuando se frota el papel con . otro licor. Se puede decir que
sobre este papel
1a escritura es innata en cierto modo, puesto
que existía antes de aparecer,
y que ha precedido al medio em­
pleado para hacerla visible;
y se puede decir que es adquirida,
ya que no se muestra más que bajo la condición y por medio del
licor que se le añade». Con lo que se da a entender que nuestras
ideas están escritas en nuestro entendimiento como· letras tra­
zadas con tinta simpática y que sólo el roce social de la palabra
que nos enseña el hablar viene, como un líquido reactivo, a re­
velar los trazos que Dios mismo escribió en nuestras almas al
crearlas.
¿ Verdad que estas dos metáforas que conciben el entendi­
miento como un lugar oscuro
que se
ilumina repentinamente por
la luz de la palabra, haciendo aparecer todas las multiformes
y
abigarradas ideas, o como un papel ~scrito con una tinta incolo­
ra,

que se
vuelve visible
al
ser frotada
con el reactivo de los vo­
cablos, merecerían ser más .conocidas entre los cultivadores de
la filosofía?
Reflejan las

líneas generales de un sistema ideoló­
gico, en donde el uso de las ideas no puede realizarse sin las pa­
labras,
y el uso de las palabras es imposible sin las ideas.
Y todo este sistema ha. sido resumido por su autor en una
sola frase, en una de es.as frases felices, que aparecen· de tarde
en tarde a lo largo del curso del pensamiento humano,
y donde
en breves términos se encier;ra todo un mundo: «Es necesario
que el hombre piense su palabra antes · de hablar su pensamien­
to» (I, 1068).
Jamás

había tenido el lenguaje un papel tan relevante en la
filosofía. La palabra, ese sonido
que· se

deshace en
el. yiento,
es
el cuerpo del pensamiento, y el medio
por el

que éste es reali­
zado o

hecho sensible, bien
¡,or la oreja mediante la palabra ver­
bal; bien

por los ojos con la
palabra escritá.
Bonald no se
can,
sa

de repetirló: al hombre pensante sólo puede cónocérsele estu­
diando al hombre parlante:
l'4tre pensant s'explique par Ntre
parlant, · según dice en el discurso preliminar de su Legislaci6n
primitiva (I, 1066). Y para un cristiano, ¿no evoca esta doctri­
na misterios

de su profunda religión? Dios, inteligencia supre-
Fundaci\363n Speiro

LEOPOLDO-EULOGIO PALACIOS
ma, es conocido por sn Verbo, expresi6n e imagen de su sustan­
cia, lo mismo que
el hombre, inteligencia finita, es conocido
por su palabra, expresi6n de su
espíritu.
'
III. COROLARIOS SOCIALES DE LA IDEOLOGÍA BONALDIANA
La concesi6n que hizo Bonald a la corriente sensualista de
Condillac.
al admitir en su sistema un ·factor empírico provi­
niente
del mundo
de la experiencia por
el oído -palabra oral­
o por los ojos -palabrs escrita- hace ver que la aparici6n
y el
uso de las ideas superiores en nuestro espíritu está condiciona­
da por la adquisici6n del lenguaje.
Ahora bien, ¿quién ha inventado a su vez
el lenguaje? ¿Cuál
es

el origen de este sistema de signos sin
el que es absolutamen­
te imposible pensar en Dios
y en las ideas generales, morales y
sociales, necesario con necesidad absoluta para entender todo lo
que no son cuerpos
y s61idos?
El lenguaje
llº puede
haber sido invenci6n humana, piensa
Bcnald. Y años después, en España, Jaime· Balmes, sin citar a su predecesor francés, da los mismos argumentos que él en los
últimos párrafos de su
«Ideología purs» (Filosofla

elemental,
ns. 229-231). Citaré textualmente estas palabras de Balmes, no s6lo por ser de mayor autoridad a los ojos de muchos, sino por
introducir
más variedad

en mis citas, presupuesta la identidad
de doctrina de entrambos autores en este punto. «El lenguaje -dice Balmes-- no puede haber sido invenci6n
humana. Si para
el desarrollo de las facultades intelectuales y
morales es necesaria la palabra, los hombres sin lenguaje no pu­
dieron concebir
y ejecutar uno de los inventos más admirables:
y en este sentido dijo con verdad y agudeza un autor nada sos­
pechoso a los incrédulos, Rousseau: "Me parece que ha sido ne­
necesaria la palabrs para inventar la palabra". »Están acordes todos
los fi16sofos en

que el lenguaje es un
medio de comunicaci6n tan asombroso, que su ihvención -honra­
rla al ingeítlo más eminente; ¿y se quiere que sea debido a hom-
576
Fundaci\363n Speiro

EL PUTONISMO EMPIRICO DE LUIS DE BONALD
bres que se levantarían muy poco sobre el nivel de los brutos?
¿Qué pensaríamos de quien dijese que la aplicación del álgebra
a la geometría,
el cálculo infinitesimal, el sistema de Copérnico,
el de la atracción universal, las
máquinas de
vapor y
otras cosas
semejantes,

son debidas a salvajes que ni siquiera sabían hablar?
Pues no es menos contrario a la razón y al buen
sentido el

error
de los que atribuyen
al hombre la invenci.ón del lenguaje.
»De esta doctrina se sigue un corolario muy importante para
aclarar la historia del linaje humano, y confirmar la verdad de
nuestra santa religión. Supuesto que el hombre no ha podido in­
ventar el
lenguaje, ha· debido

aprenderlo de otro; y como no es
posible continuar hasta lo infinito, es preciso llegar a un hom­
bre que lo ha recibido de un ser superior. Esto confirma lo que. en el principio del
Génesis nos ensefia Moisés sobre la. comuni­
cación que tuvieron nuestros primeros padres con Dios, de quien
recibieron el espíritu y la palabra».
Ahora veremos que este interesante corolario que saca Bal­
mes resulta algo tímido y desdibujado en comparación con los que obtuvo ya Bonald. En los libros de éste podemos rastrear
con más claridad y distinción la presencia de dos corolarios que
militan y destruyen nada menos que los grandes supuestos de
la
filosofía engendradora de la Revolución: el individualismo y ra­
cionalismo por un lado, el ateísmo por el otro.
«El lenguaje no puede haber sido invención. humana» puede
significar: primero, que no puede inventarlo él hOmbre indivi:­
dual, y entonces el hombre indi,;idual depende de la sociedad,
que es el depósito que le suministra las palabras de su lenguaje;
segundo, que tampoco puede inventarlo la sociedad, y entonces
la sociedad depende de un ser superior, que es Dios,
y que le ha
transmitido las voces de
su lenguaje por

una revelación primiti­
va. Ambas cosas, creo yo,
vah impHcitas

en la afirmación
bo­
naldiana. La primera consecuencia, la que milita contra
la filosofía mo­
derna individualista y racionalista, ha sido reducida por mí
al
siguiente silogismo: la palabra es necesa_ria para la idea; es así
577
Fundaci\363n Speiro

IEOPOWO-EULOGIO PALACIOS
que la sociedad es necesaria para la palabra, luego la sociedad es
necesaria para
la idea.
La premisa mayor encierra toda la ideología de Bonald, tal
como la expuse en los capítulos precedentes; y se condensa en
el
dicho célebre de que el· hombre no puede hablar su pensamien­
. to

sin pensar su palabra.
La premisa menor se deriva de
lo expuesto en este capítulo
sobre la imposibilidad que tiene
el individuo humano para in­
ventar la palabra, y
la necesidad de recibirla ya formada de ese
otro ser que es
la sociedad en que vive.
La conclusión

muestra a las claras que
la sociedad es_ nece­
saria
para excitar
la idea y, por tanto, para el uso de la razón
individual; es decir, que el hombre, el individuo, es necesaria~
mente social, Para t;ner ideas y poder razonar con ellas es me­
nester vivir en sociedad y recibir de ésta, por
el oído o por la
vista,
el factor audible o ~isible que permita el despertar de
la idea.
·
Bonald

_lleva esta conclusión muy lejos
--como la
llevó su
discípulo Lamennais en la época de su Ensayo sobre la indife­
rencia-, suponiendo que la razón individual es só)o nn destello
de la

razón universal eucarnada en la sociedad y contra la que
no es
lícito el ineuor movimiento

de rebelión. Así
nos lo
dice en
el siguiente párrafo de sus Investigaciones sobre los primeros ob­
ietos

de los conocimientos
morare~ (cap.
I, III, 57): «El hombre
que, al venir al mundo, encuentra' establecida en la generalidad
de las sociedades, bajo una forma u otra, la creeucia en un Dios
creador, legislador, remunerador y vengador; la distinción de lo
justo y lo injusto, del bien y del mal, cuando examina con su
razón lo que debe admitir o
re<:hazar de estas creencias

gene­
rales, sobre las que ha sido fundada la sociedad universal del
gé­
nero
humano y reposa el edificio de la legislación general, escri­
ta o tradicional, se constituye, por esto sólo, en estado de rebe­
lión contra la sociedad; se arroga, él, que es sólo un individuo, el derecho de
juzgar y reformar lo' general, y aspira a destronar
la razón universal para hacer reinar en su lugar la razón particu­
lar, esa razón que debe enteramente a la sociedad, ya que ella le
578
Fundaci\363n Speiro

EL PLATONISMO EMPIRICO DE LUIS DE BONALD
ha dado en el lenguaje, al transmitirle su conocimiento, el medio
de toda operación intelectual, y
el espe¡o, como diée Leibniz, en
el que percibe sus propios pensamientos». Por eso, en vez _de
comenzar la
filosofía diciendo

«yo dudo», como
hizo Descartes,
clehe empezarse

diciendo «yo creo». Afirmaciones que militan,
según se ve, contra el individualismo y
el racionalismo de la fi­
losofía moderna.
Pero la tesis de que el lenguaje
no puede
ser invención hu­
mana tenía, según dije, un segundo corolario, que milita esta vez contra el ateísmo. El individuo, decíamos, requiere la
existencia
de

la sociedad; su razón individual requiere la razón universal,
significada en

el lenguaje, don que recibe de la sociedad y que
él no inventa. Bien; pero a su vez ¿quién le da a la sociedad el
lenguaje? EUndividuo no puede inventarlo, pero la sociedad tam­
poco; según se

hace ver en el
capítulo segundo
de las tan citadas
Investigaciones. Y como, por otra parte, sin palabras no hay so­
ciedad posible,
reaulta que
ésta requiere, a su vez, que haya un
ser superior que le entregue, por medio
de una revelación, la
palabra que la constituye. Y
este ser

es Dios.
Desembocamos en Dios por ambas partes: por las ideas inna­
tas, que vemos en él cua:ndo la palabra sensible nos ocasiona su .
despertar con el rayo de su ·1uz; y por la palabra sensible misma,
que no puede explicarse más que recurriendo a una revelación
de Dios hecha
al hombre en los · orígenes de la sociedad. «Hay
todavía consideraciones importantes que sacar del lenguaje
-mis­
mo
--dice el

autor-, porque si
el arte de la palabra no es inna­
tO --en: el hombre, c·o~o nos lo hace ver una experiencia continua,
si no puede ser inventado por el hombre, como puede probarse
considerando la rélación de nuestro pensamiento
y de nuestros
órganos, el
-arte

de la
-palabra

es necesariamente adquirido, es re­
cibido, recibido de un set" _que es inteligente -por· sí niismo, ya
que tiene por sí mismo la e"l'resión de su pensamiento. Un ser
<:lue es y q~e tiém! ··por sí mism_p es -un ser necesario, luego infipi­
to, poderoso, bueno, etc. De ahí la necesidad rigurosa de la re­
velación o de la transmisión que Dios ha hecho al hombre de los
CoriocimieÍitos -buenos y neé:esarios: transmisi?n conocida o s0s-
579
Fundaci\363n Speiro

LEOPOLDO-EULOGIO. PALACIOS
pechada de todos los pueblos; revelación primero oral, después
escrita o fijada para conservarla en la memoria de los hombres ...
;
revelación,

en
fin; fuente de todos nuestros conocimientos mora­
les
y fundamento de las leyes de todos los pueblos» (Legislación
primitiva,
I, lib. Il, cap. 4, nota; I, 123).
JV. LA CUESTIÓN DEL FALSO TRADICIONALISMO
Mérito grande de Bonald ha sido desembocar con la natura­
lidad que hemos visto en
uh concepto tan importante como el
de la revelación, y llegar a él por las solas luces de la razón. Pero aquí surge una cuestión delicada y espinosa. Desde hace
más de

un siglo vienen los enemigos del filósofo católico encasi­
llándole entré los partidarios de un sistema al que han dado el
nombre de tradicionalismo. Este nombre, que Bonald no empleó
jamás, ni existía en su tiempo, sirve para caricaturizar con el fácil
y descaecido expediente de un ismo a pensadores de la más di­
versa layá intelectual. Como además
el tradicionalismo filosófico
( o falso tradicionalismo) ha sido objeto de
entredicho por
parte
del magisterio eclesiástico, los que colocan a Bonald en este casi­
llero dan claro indicio
de sus

designios.
¿Qué debe pensarse de esta cuestión? Nada mejor que
co­
menzar exponiendo con toda la amplitud posible los principales
conceptos qué entran en ella, para ver la posición que ocupa
nuestro autor. Y para ello
no· hay

que olvidar que todo el asun­
to pende exclusivamente de
estos dos

hilos: el referente a la dis­
tinción entre revelación natural y sobrenatural, y
el. relativo

a
la necesidad de
la revelación para el conocimiento de las verda­
des naturales referentes a Dios y a la vida moral de los hombres. El platonismo empírico de Bonald desemboca en la revela­
ción divina. Obvio es preguntamos: esta revelación por
la que
Oios enseña

el lenguaje al hombre, ¿es natural o es sobrenatural?
La
pregunta no

es ociosa. Desde siempre -desde antes de
Bonald,
y éste lo sabe-se ha distinguido una doble revelación.
Toda revelación quita el
velo que
cubre
a una
cosa
y la pone de
580
Fundaci\363n Speiro

EL PLATONISMO EMPIRICO DE LUIS DE BONALD
manifiesto descubriendo la luz que ella tiene dentro, como se
descubre una lámpara al quitar la pantalla que
la vela. Por eso
«todo lo que se manifiesta es luz», dice San. Pablo:
mlv ¡dp so
'l'avepoó¡,.evov 'I''"• eattv (Ephes., V, 13 ). Dios es luz para el
bienaventurado, para el creyente, para el profeta, para el místi­ co, para el te6logo, para el filósofo. Al bienaventurado se ma­
nifiesta por
la luz de su gloria, al creyente por la luz de la fe, al
profeta por el lumen propheticum, al teólogo por el resplandor
de la revelación virtual, al
filósofo por

el lumen natura/e con el
que se rastrean las perfecciones divinas en el espejo de las cria­
turas. De estas luces, las cinco Primeras son sobrenaturales, for­
malmente o al menos radicalmente; sólo la luz de la filosofía es
puramente natural:
Y al carácter sobrenatural o natural de la luz
revelante corresponde
la índole de la revelación que nos la ma­
nifiesta.
«Por dos vías puede
el entendimiento recibir noticias
e inteligencias -dice San Juan de la Cruz en la Subida del Monte
Carmelo,
l. II, c. 10-: la una es natural, y la otra sobrenatural.
La natural es todo aquello que el entendimiento puede entender,
ahora por vía de los sentidos corporales, ahora por sí mismo. La sobrenatural es todo aquello que se da al entendimiento sobre
su capacidad y habilidad natural». Con
la revelación

natural Dios se manifiesta en el espejo de
las criaturas. Los bienaventurados ven las criaturas en el
espejo
de

Dios; nosotros, cuando conocemos a Dios naturalmente, le
vemos a
él en el espejo de las criaturas. A este conocimiento na:
tura!

por el que Dios se revela a nuestra
mente a
través de las
obras visibles de la creación aluden sobre todo dos pasajes de la Escritura: el primero en el libro de la Sabiduria, XIII, 1 (ver­
sión Nácar-Colunga): «Vanos son por naturaleza todos los hom­
bres que carecen del conocimiento de Dios, y por los bienes que
disfrutan no

alcanzan a conocer al que es la fuente de ellos y por
la consideración de las obras no conocieron al artífice; »Sino que al fuego, al viento, al aire ligero, o al círculo de
los astros, o al agua impetuosa, o a las lumbreras del cielo toma­ ron por dioses rectores del universo; »Pues si seducidos por su hermosura los tuvieron por dioses,
581
Fundaci\363n Speiro

LEOPOLDO-EULOGIO PALACIOS
debieron conocer cuánto mejor es el Señor de ellos, pues es el
autor de la belleza, quien hizo todas estas cosas;
» Y si se· admiraron del poder y de la fuerza, debieron dedu­
cir de aquí cuánto más poderoso es su creador;
· »Pues

de la grandeza y hermosura de las criaturas, por razo­
namiento se llega a conocer al Hacedor de éstas;
»Pero sobre éstos no cae tan gran reproche, pues yerran tal
vez por
ventura, buscando realmente a
Dios y
queriendo ha­
llarle;
» Y ocupados en la investigación de sus obras, a la vista de
ellas, se persuaden de la hermosura de lo que ven;
»Aunque no son excusables; · ·
»Porque si pueden alcanzar tanta ciencia, y son capaces de
investigar
el universo, ¿cómo· no conocen más fácilmente al Se­
ñor de él?».
Con este pasaje se enlaza sin duda el
celebérrim; párrafo

don­
de San Pablo alude a la revelación natural que Dios hace de sí
mismo
en el

espejo
dé las
criaturas visibles
(Rom., I, 20): «Por­
que desde la creación del mundo, lo invisibÍe de Dios, su eter­
no poder y su divinidad, son conocidos mediante las criaturas.
De manera .que son inexcusables, por cuanto, conociendo a Dios~
no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se
entontecieron en sris razonamientos, viniendo a oscurecerse su
insensato corazón; y alardeando de sabios, se hicieron necios, y
trocaron la gloria del Dios incorruptible por la semejanza de la
· imagen

del hombre corruptible,
y de aves, cuadrúpedos y rep­
tiles».
La revelación sobrenatural es. la revelación propiamente di­
cha en la que Dios
se manifiesta
no por hechos, sino por pala­
bras: es la locución de Dios,
locutio Dei (cfr. Sumá teológica,
II-II, q. 173, a. 2). Por· eso el teólogo Christian Pesch dice en
sus Preletciones dogmáticas (t. I, n. 151 ): «Toda revelaci6n pue­
dé definirse: manifestación _de la

verdad por testificación
divina.
La

revelación natural se
hace por héchos, la revelación sobre­
natural

se hace por palabras (
Quaevis revelatio definir/ potes/:
582
Fundaci\363n Speiro

EL PLATONISMO EMPIRICO DE LUIS DE BONALD
veritatis per divinam testificatiimem manifestllfio. Revelatio na,
tura/is fit
per /acta, revelatio supernaturalis fit per

verba)».
La revelación sobrenatural puede manifestar cosas que sólo
pueden conocerse gracias. a ella, objetos sobrenaturales, y por eso
se dice que es revelación sobrenatural
quoad substantiam; pero
puede manifestar también cosas cognoscibles y accesibles a la mente por medio de
su actividad

natural sobre los hechos
(per
/acta), de un modo que como tal es sobrenatural para.nosotros;
por eso se dice que es revelación sobrenatural
quoad modum.
Este último es et caso de las verdades de lá religión natural y
de los mandamientos. Por eso
decía de
estos preceptos Calderón
en
El José de las muieres (II):
Tales todos ellos son
que pudo habérnoslos dado
la misma razón de Estado, cuando no la religión.
Esta
úl-tima especie

de revelación es a mi entender la que
Bonald tiene ante los ojos: revelación sobrenatural
quoad mo­
dum,
ya que se trata de una revelación sobre cosas naturalmen­
te accesibles por la razón, pero hecha de modo sobrenatural, esto
es, no
per /acta, sino per verba.
De todas maneras, la pecúliar índole del sistema ideológico
que estudiamos -muy inferior en solidez doctrinal al de Santo
Tomás de Aquino--hace·

difíciles las comparaciones, y se corre
el riesgo de menoscabar la originalidad de un pensamiento al
querer juzgarle con reglas tomadas de otro. Ello resulta claro
cuando se considera que para Bonald
el mensaje divino es a la
vez natural y sobrenatural, porque nuestro autor no lo juzga de
una manera absoluta, como superando la esencia, fuerzas. y de­
rechos de la naturaleza humana, sino tan sólo referido a dos es­
tados del hombre: el
de. naturaleza
corrompida
y et de naturaleza
en gracia.

Es decir, no habla de sobrenátural respecto de la na­
turitleza a

secas, sino de la naturaleza en un estado determinado:
de barbarie o de civilización, entendiendo por
esta· última

uria
civilización cristiana, según se ve en el siguíente texto del dis-
583
Fundaci\363n Speiro

l.EOPOLDO-EULOGIO PALACIOS
curso preliminar de la Legislaci6n primitiva (1, 1065): «La re­
ligión, _sin duda, es
sobre,¡atural, si
se llama
naturaleza del
hom­
bre a su ignorancia y corrupción nativa de la que no puede sa­
carse. a sí mismo por sus solas fuerzas; y en este se~tido todo
conocimiento de la verdad moral le es sobrenatural; pero la re­
ligión es lo más natural al hombre para formar su razón y re­
gular sus acciones,
si se
ve
la naturaleza del ser donde verdadera­
mente está, es decir, en la plenitud del ser, en el estado del ser
cumplido y perfecto; estado de virilidad del hombre físico opues­ to al estado de infancia; estado de luz para el hombre moral,
opuesto al estado de ignorancia; estado de civilización, opuesto
al estado de barbarie; la religión es
lo más natural, porque es lo
más perfecto e incluso se puede decir que no es sobrenatural
al hombre
· ignorante

y corrompido más que porque es natural
al hombre
ilu~trado y

perfeccionado».
Y ahora viene otra pregunta: Esta revelación que necesita
fa sociedad para constituirse, ¿ cóm tampoco es ociosa. Desde siempre se han preguntado los teólo­
gos, y Bonald lo sabe, qué clase de necesidad acompaña a la re­
velación sobrenatural per verba
d~ las

cosas naturales.
Supuesto que se trata de la necesidad de
la revelación para un
fin,
·que es

el conocimiento de las verdades generales, morales
y sociales, debe recordarse que esta clase
de necesidad

puede
ser ora absoluta ( como se dice que es necesario el alimento para
la vida del animal), ora hipotética, que se llama también necesi­
dad moral ( como un compás es moralmente necesario para tra­
zar la circuoferencia, aunque haya posibilidad absoluta de tra­
zarla también con
la mano).
La Iglesia· ha enseñado en el Concilio Vaticano, de acuerdo
con Santo Tomás
de_ Aquino,

que «a esta revelación divina se
debe el que aquellas cosas divinas que no son de suyo inaccesi­
bles a la razón humana puedan, en
la presente condición del gé­
nero humano, ser conocidas por todos fácilmente, con fitme cer­ tidumbre y sin
mezcla -de

error
i¡lguno (ab
omnibus expedite, fir­
ma certitudine et nullo admixto errare cognosci
possint)». Y el
Concilio añade: «Sin embargo no por eso ha
de considerarse

la
584
Fundaci\363n Speiro

EL PLATONISMO EMPIRICO DE LUIS DE BONAW
revelación absolutamente necesaria (non hac tamen de causa re­
velatio absolute necessaria dicenda est);
pues la única revela­
ción absolutamente necesaria se refiere a las verdades sobrenatura­ les o ina=sibles de suyo a la razón (cfr. Denzinger, n. 1786).
En este punto . la opinión de Bonald
~que escribía

setenta
años antes de que se reuniese el Concilio Vaticano-- se encuen­
tra clarísimam_ente expuesta en
una nota

de la
Legislación pri­
mitiva, la cual, por su densidad y concisión., merece ser cit~da
por

extenso. Dice así: «Se puede
ver· ahora a ·qué términos sim­
ples se reduce la célebre cuestión de si la razón suministra prue­
bas suficientes de la existencia de Dios, de la inmortalidad del
alma, de las penas y de las recompensas de la otra vida, o si es­
tas verdades_ fundameotales no pueden ser probadas más que
por la revelación; porque como sólo
existen dos

especies de seres,
los seres intelectuales
y los seres sólidos, y dos maneras de co­
nocerlas,
las ideas y las imágenes, todo lo que no puede ser co­
nocido por una imagen no puede ser conocido más que por una
idea, y viceversa. Ahora bien, la existeocia de Dios, la inmorta­
lidad del alma, no pueden ser el objeto
de_ ninguna

figura o ima­
gen; luego

no son perceptibles
más_ que
por su idea. Pero la idea
a su vez no es perceptible más que por su expresión o la pala­
bra, y hemos probado que
la palabra era revelada; luego todas
las verdades morales sólo nos son conocidas por la revelación
oral o escrita, como la existencia de -los cuerpos sólo es cono­
cida por su imagen» (Legislación primitiva, I, lib. II, cap. 4,
VII, nota; I, 1232).
Esta doctrina coincide con la de la Iglesia cuando ésta ense­
ña que la revelación es necesaria para que se conozcan
ab om­
nibus
expedite, firma certitudine
et nullo

admixto errore
esas
verdades· que Bonald
llamarla· generales,

morales y sociales. Pero
la reserva que hace el Concilio respecto del carácter no absoluto
de la necesidad de esta revelación ya me parece imposible de sal­
var, dado el papel estrictamente necesario que en este sistema desempeña el lenguaje revelado para el uso de la razón.
Es una ligereza,
· sin

embargo, incluir a Bonald entre los
fi­
deístas y tradicionalistas si se empieza por decir, como acaece
585
Fundaci\363n Speiro

LEOPOLDO-EULOGIO PALACIOS
con frecuencia, que estos autores rebajan y basta anulan las fuer­
zaS de la tazón humana, como hicieron· 1uteran'os y jallSenist'as.
Los autores incriminados hacían teología movidos por motivacio­
nes totalmente ajenas

a
-l~s preocupaciones de-nuestro
·autor: una
concepción del pecado original
y de sus consecuencias en nuestra ·
naturaleza

que era diametralmente
· opuesta
al optimismo que Boa
nald
ha manifestado siempre, aun en presencia de las revolucioc
nes

lnás destructivas
y sangrientas. ¡Bonald, que tanto respetaba
a los jesuitas,
y que se horrizaha ante el jansenismo! El proble­
ma de la necesidad de la revelación es para él puramente ideoló­
gico,
nunca teológico.
Tan

ajeno es Bonald al rebajamierito de las fuerzas de la
razón, que continuamente blasona de llegar a la defensa de la re­
ligión por argumentos puramente racionales. Y su obra central,
tantas veces citada a lo largo de este estudio, se titula:
Legisla­
ci6n primitiva

demostrada en los últimos tiempos por las solas.
luces de la
raz6n.
Fueron otros autores, admiradores·. suyos, qciienes compro-c
metieron su pensa_mienfo insertándolo en polémicas de teología.
Ventura de Raulica en su libro
La razón filosófica y la razón
cat6lica
y, sobre todo, en una obra cuyo título denuncia su-de­
signio:
La tradición y los semipelagianos de la filoso/la, o el se:
mirracionalis/no
al descubi~rto, se manifiesta en la línea de lo
que se ha llamado
el tradicionalismo. Luis Bautain llevó tan lejos
esta enseñanza que el 8 de
septiembre de
1840 tuvo que suscri­
bir; entre otras, las dos proposiciones siguientes: «El raZOnamien­
to puede probar con certeza la existencia de Dios y la infinidad
de sus perfecciones. La
fe, don del cielo, es posterior a la reve--
!ación; -no

puede, por
wito, ser.
alegada contra un ateo como
prueba
de la ·existencia de Dios». «El uso de la razón precede a
la
fe y conduce a ella -al hombre por la revelación y la gracia»
(cfr. Denzinger, 1622 y sigs.). Otro teólogo del pasado siglo,
Agustín Bonnetty, tuvo por un
decreto" de
la Sagrada Congre­
ción del
Indicé, fechado

el 11 de junio
de-1855,
que suscribir,
etltre otras, esas ·dos· 'proposiciones Ya suscritas por Bautain.
Pero no hubiera tenido el menor sentido el someter a Bonald
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Fundaci\363n Speiro

EL PLATONISMO EMPIRICO DE LUIS DE BONALD
ninguna de estas proposiciones; y sin duda por eso todas sus
obras atravesaron felizmente el examen de los supremos centine­
las de
la fe.
Santo Tomás de Aquino, basándose en el principio de
la
superioridad del acto sobre la potencia, había evidenciado la im­
posibilidad de que. lo perfecto saliese de lo imperfecto, que
lo
superior se explicase por lo inferior, y afirmaba que el hombre
no pudo llegar por evolución al conocimiento de
la verdad con,
servadora

del orden social, sino que Dios mismo se la reveló in­
mediatamente después de crearle. Adán fue creado perfecto, no sólo en su naturaleza corporal, potente para engendtar otros
cuerpos, sino en su naturaleza moral,
capaz de

gobernar y ense­
ñar desde el principio a los demás. Esta verdad transmisible tuvo
que aprenderla primero de Dios mismo.
Non potest autem ali­
quis instruere, nisi habeat sdentiam. Et ideo primus
hamo. sic
institutus

est
a Deo,

ut haberet omnium sdentiam in quibus ha­
mo natus est instruí. Et haec sunt
omnia illa qUlle virtual/ter
existunt

in primis prindpiis per se notis, quaecumque
sdlicet na­
turaliter homines

cognoscere possunt (Suma teológica,
I, c. 94,
a. 3, c).
No es otro el pensamiento dominante que preside todo el
sistema de Bonald. Declara que el hombre es un ser
enseñado,
instruido

por Dios desde su origen mismo, y que no ha llegado
de hecho al conocimiento de las verdades generales, morales y sociales por medio de una lenta evolución,
sino de

golpe y por
revelación divina, nada más salir de las
m~nos de

su Creador.
Y estas verdades, fundamento del orden social, tienen a Dios por
autor, como el orden soci~l mismo.
Tuvo que luchar contra el materialismo del siglo xvm, pa­
dre de la
Revolución francesa, y que como toda filosofía revolu­
cionaria sustituía la idea de creación por la idea de evolución.
El materialismo de nuestros días, que se llama -a sí propio mttte­
rialismo dialéctico e histórico, no es más que un hijo de aque­
lla filosofía revolucionaria, contra la que tuvo que enfrentarse, con fortaleza de gigante, el vizconde Luis
· de

Bonald. Y yo es­
pero que en la lucha que tiene hoy que sostener el pensamiento
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LEOPOLDO-EULOGIO PALACIOS
cristiano contra los que quisietan disolvet la vetdad en las mu­
danzas del tiempo y destruir · el orden moral para intentar reha­
cerlo después conforme a sus petsonales apetencias, los hombres
de espíritu iluminado
encontrart!n todavía en

este autor un
es­
pléndido

arsenal de conceptos consagrados a la causa del bien
social
y pol!rico; y, aunque no coincidan en todo con él, y pre­
fietan otros modos de pensar menos geométricos
y sistemáticos
y más abundantes y abiettos, se inclinarán con reverencia ante el
platonismo empírico de uno de los más grandes representantes
del pensamiento universal.
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