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Número 255-256

Serie XXVI

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Discurso de Agustín Losada Pescador [San Fernando 1987]

FESTIVIDAD DE SAN FERNANDO 1987
Cardenal Ratzingei' cuál era, a· su juicio, el remedio de tantas crisis,
éste re8f}ondió que la solución. más eficaz era recurrir precisamente a
una mujer:
María, la

Madre de
Dios.
La Santis-ima Virgen es la mujer que apa,ece ap"/astando a la serpien­
te maUgna. Por eso que
estas últimas palabras sean

de invocación
a Ella,
para que nos ayude a todos a restaurar 'la Ciudad de Diosi con 'el mis­
mo
espiritu que

lo hicieron Santa Juana de Arco y el rey
San Fernando.
Muchas gracias.
DISCURSO DE AGUSTIN WSADA PESCADOR
Queridos , amigos de la Ciudad Católica:
Un año 111.áa nos· reunimos .en este día· para celebrar el aniversario
de nuestro patrón, en esta cena fraternal. Y queremos pedir a Dios
Nuest-ro Señor, por intercesión de

San
Fernando, todo aquello

que ne­
cesita la Iglesia, nuestra Madre y España, nuestra Patria.
Queremos ·10 me¡or para la Iglesia, porque, comii dice el Concilio
Vaticano II, «la Iglesia va peregrinando entre las ¡iersecllcio'nes del mun­
do
y los consuelos de Dios, anunCiando la ·cruz del Señor hasta qUe ven­
ga.
Está fortalecida, con la virtud del
Señor resucitado, para triunfar con
paciencia y caridad de sus afliccionea y dificultades, tanto internas como
externas,
y revelar al mundo fielmente su .misterio, aunque sea entre
penumbras, hasta que
s4 manifieste en

todo el
eaplendar al final de los
#empos» (L. G., 8). Y lo mejor para España,- nuestra Patn"a, porque, como nos dijo -el
Papa

Juan Pablo
11 en 1982: «Con mi-viaje a España he querida des­
pertar en vosotros el recuerdo de vuestro'
pasado cristiano y de los gran­
de$ momentos de

vuestra historia religiosa. Esa historia por
la que la
Iglesia.
os debta un testimonio de- gratitud. ¡Gracias, España; gracias,
Iglesia de España! Gracias a tu
fidelidad al Evangelio la porción más
numerosa
de la Iglesia de Cristo h.abla hoy .y reza a Dios en español».
De

aquella
Andaluda que
el
rey Santo
quiso
conquisttl'I' para
Dios
han surgido en nuestros dfas los hombres ·que ocupan la cúspide del -Es­
tado. Pero si San Femando levantara la cabeza, Dios, con qué gallardía
no se lanzarla de nu(fllo a conquistar Andalucía y España entera, para
dem_ostror con su ejemplo que la vocaci6n al Reino de Dios_ no es una
vocación
al poder,
sino al

servicio.
Pero estamos un poco cansados de· oír siempre lo mismo y
de decir
siempre
las mismas coSJ1S, Cierto que «Speiro» representa un círculo de
minoría selecta,
y que la mhwría hace la historia del mundo. Pero a mí,
particularmente, me asusta ser minorta. Y me asusta por dos razones:
Primera,
porque la minoría debe ser selecta,
pero no tan minoritaria. Y,
segunda, y fundamental, porque somos la sal de la tierra, que un po­
quito

basta para dar sabor
a todo _el guiso. Pero, «si la ·sal se vuelve
sosa .... » (resuenan graves las palabras enJ e-l Evangelio de San Mateo):
«¿con· qué la salarán? Para nada sirve ya, sino para que la tiren y Ul
pisen los hombres» (Mit. 5, 13). Juan Pablo II n08 ,lo dijo en su primér viaje: «Si queréis ser fieles
a esa dignidad, no es suficiente, acoger pasivamente las riquezas de fe
·qué os han legado vuestra tradici6n ·y vuestra cultura. Se-os confia un
tesoro,
se os otorgan talentos. que
han_ de ser asumidos con responsabi.:.
lidad para que fructifiquen en abundancia».
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FESTIVIDAD DE SAN FERNANDO 1987
¡Y he aqui nuestra responsabilidad, queridos amigos! Porque «al.
que mucho s~ le dio, mucho se le exigirá.». No rnos podemos conforma,r
co,, una actitud pasiva. Y llamo actitud pasiva a una actitud de resisten­
cia, de Nimple def'ensa frente a los ataques de un mundo antiteo. De
cualquier
forma, ya sabemos, porque
el mismo Cristo nos lo dijo, que
«los hijos de las tinieblas son más_ astutos que los hijos de la luz».- Pero
ya

va siendo hora de que
los católicos
nos hagamos conscientes de nues­
tra responsabilidad, no sólo en .el plano espiritual, sino también en el temporal.
Está
claro, y ya lo dijo Perogrullo, que debió ser un-gran sabio, que
si toda la población de un pai~ fuesé católica, y actuase como tal, el país
sería católico. Y na harían falta leyes que lo dijeran, porq~ sería algo
tan evidente, que sobrarían · las palabras.
¿ Y qué pasa con nuestra Patria? ¿Por qué una nación mayoritaria­
mente creyente
soporta un
gobierno antiteo?
Hace
ca&i nueve

siglos, el juglar de
Mediizaceli hacfa decir

a las
bue­
.nas gen-tes
que contemplaban el destie_rro del Cid:. «¡Dios, que buen va­
sal.lo, si oviesse buen ·S(!ñore!». Y la misma fras~ han podido decir los
puebl extraños
de los españoles a lo largo ·de toda su
historia~> salvo
honrosas ercepciones.
Yo

me pregunto, si el
juglar volviese a escribir
hoy su
poema, ¿volverla· a

escribir su célebre frase? ¿O,
acaso, ya los
vasalloa, ya. no s~rían tan buenos · au'nque «oviesse buen señore»?.
Queridos amigos:
la -situaci6n es

apremiante. Ya
estamos en
el punto
en el que
no podemo$ seguir

indiferent_es: O
con Cristo
o contra El. Y
si estamos con El,
¿quién peleará contra nosotros?
Hemos

-de
reconocer que
nuestro pueblo se ha vuelto
insensib.le a
los
estímulos. ¿Cómo,

si
no, se
puede, entender que el Papa esté repitien­
do machtJ{:onamente, semana tras
semaM, en el tema

de la
responsa­
bilidad social
y política de los laicos, y que los laicos no se den por
aludidos? Porque si hubiese sido un solo discurso, podrfamos decir que
era
una idea suelta, sin contenido,
una feliz
ocurrencia del Papa, pero
sin rilayor importancia. Mas si insiste en el tema una y otra vez, acla­
rándolo,
espedficándolo, reconociendo
los peligros,
explicando los
bene­
ficios y, sobre todo, cuando se enmarca todo en una linea de acción
pastoral de
la Iglesia, iniciada oficialmente con el concilio de nuestro
siglo,
Comparable en . importancia
con el de Trento, y
conti'nuada re­
cientemente

con el documento
ResponsabiUdad de los -católicos en la
vida
pfiblica_ de nitestra Ccmferencía Episcopal, entonces es que al Papa
le interesa que
los cat6licos tomemos Conciencia de

que debemos parti­
cipar en la vida pública.
No voy a comentar
nada del

Concilio . Vaticano 11, harto conocido
ya para nosotros, parque sería insistir excesivamente

en algo muy co­
nocido. Quisiera, eso si, analizar algún
detalle del

documento de la
Conferencia
Episcopal, debido

a
su reciente. pubUcaci6n y

a
su rabiosa actualidad.
En

dicho documento,
nuestros -obispos,· tras
hacer un análisis muy
acertado de

la realidad
política y social de
nuestra Patria, dicen, en su
punto 47: « .... Gran
parte de

los
cristianos reduce
lo religioso
al ámbito
estricto del culto y de la vida privada; con ello desconocen, al
menos
implícitamente,

la
vinculaci6n de vlistos campos de

la vida humana al
Creador y

a
Cristo. Aunque lo presencia

y acción de Cristo esté oculto
·y sea negada y

combatida
en el

mundo que llamamos
"profano'' no deja
de pertenecer
éste a

la creación
y, par consiguiente, de estar referido a
El, _como su Señor y Salvador» ..
'MQS adelante, aiiaden: «este señorío
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FESTIVIDAD DE SAN FERNANDO 1987
de Cristo en el mundo y en la historia, en el ámbito privado y público
de la ·vida del hombre, no significa una subordinación del mundo '"pro­
fano" a' la Iglesia .... Nada menos parecido a una teocracia que el ejer­
cicio de la tealeza de Jesucristo, que se l[eya a cabo en lo oculto, en el
servicio y en
la libertad bajo el Esi,íritu dé Dios, bajo el_ signo t:fe la
Cruz, con paciencia y esperanza» (núm. 49).
A. continuación, van señalando una serie de orientaciones sobre la
actividad asociada de los católicos en los campos de educación y cul­
tura, familia, actividades profesionales_ y, en ·concreto, de la política.
Referente a esto último, dicen nuestros obispas: «Es p·reciso . fomen­
tar expresamente Ul adecuada formación de los católicos en conformi­
dad cpn la doctrina social y· moral de la Iglesia •... No valen viejos mol­
des.
Hay que
arrancar de
la
situaci6n actual contando con una visión
renovada

de
la Iglesia, de la .sociedad· y· de las relaciones entre ambas.
Se necesitan, por ello,
institucioneS donde

los·
¡:ristianos, -adultos y Jóve­
nes, puedan descubrir la nobleza de la vocación [JO/ítica. .•. » (números 169y 170).
A esta ingente tarea nos llaman nuestros obispos., nuestro Papa y el
mismo Cristo:

«La mies es mucha
y los

obreros pocos.
Rogad, pues,
al Dueño de
la mips, que mande operarios a su mies» (Le. 10, 2).
Y
todos loSi amigos de Speiro y ·de/ la Ciudad Católica estamos lla­
mados a
dar testimonio, por nuestra fe en Cristo, de nuestra vocación
política.
Es lo que repetimos hasta
la saciedad en todas nuestras inter­
ve,nciones: Formad6n_
para la Acción.
Hoy,
más que nunca, · la

Iglesia
nos pide
que -hagamos presente a
C'risto, también

en
la vida púbüca, pues ahi también tiene que reinar,
convencidos de que
«los hombres

batallarán
y Dios dará .la vii:;toria».
Muchas gracias.
DISCURSO DE MIGUEL ANGEL LOPEZ ZAV ALETA
Querúlos amigos de la Ciudad Católica, preseiites y los ausentes en
el tiempo y espacio. Ausentes en el tiempo, porque rws han precedido_
en el
paso a la Eternidad, como han sido don Eugenio Vegas, del que
aprendí

sabios
conse;os, guiado
por
don Gabriel
Alférez, don Julio ·oa­
rrido, don

Jerónimo Cerdá, don Ramón Plata, don
Carlos Sacheri y
tantos otros que han colaborado en la, construcci6n de_ la Ciudad Cató­
lica;
y en el espacio aquellos que están lejos hoy de nosotros.
Fli,e, para -mí un

gran reto el saber
que" tendría el

honor
de. departir
con

vosotros esta grata velada.
Que ha
comenzado
con el
Santo Sacri­
ficio Eucaristico, luego hemos· compartido la
cena, y ahora estamos fi­
nalizando con los discursos bnºllantes de

estos jóvenes españoles,
qf,le
nos

demuestra que la
mecha · no

sólo
humea, sino que está plenamente
encendida.
Ahora me taca a
mí t!-l turno;

desde
luego quiero
confesaros que,
después del vigésimoquinto
aniversi.crio que habéis

celebrado de la fes­
tividad de nuestro Santo Patrón, no es
nada fácil añadir ·algo nuevo y,
robre todo, ante tan

selecto auditorio.
Aceptando la invitación de don
Juan, vamos

a recor:dar algunos de
los pasajes
más sobresaUentes de

la vida de San
F,ernandó III,
porque
si bien es del siglo Xlll, tqmbién lo es de huy, de mañana y de siempre.
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