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Número 255-256

Serie XXVI

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La doctrina social católica

LA DOCTRINA SOCIAL CATOLICA
POR
FRANCISCO C\N:ALS VmAL
• En nuestros días son bastantes los católicos que obran y ha­
blan como si no. existiera una «doctrina social católica»; e in­
cluso, con frecuencia, se niega su existencia .. Nuestra ·:reunión es
ya ella misma expresión de la convicción que, gracias a Dios,
compartimos todos, y que en sí mis.ma habría de
pertenecer como
patrimonio

común a todos los hijos de
la Iglesia, de que tal doc­
trina existe de hecho, y que
el hecho

de su existencia se relaciona
esencialmente ·con el carácter y misión de la potestad de magis­
terio de la Iglesia católica.
Formulemos enseguida algunas precisiones sobre el concep­
to de doctrina social
cátólica, en

el sentido en que nos hemos
ocupado de ella en este Congreso. No damos este nombre de
modo primero y propio a
cualquier doctrina

sociológica o
filosó­
fico-social

que sea en sí misma verdadera y. conforme
coil la ver­
dad. católica. Al referimos a la doctrina social
católica hablamos
propiamente

y en primer lugar de una doctrina enseñada por el
Magisterio de la Iglesia, cuyo contenido es
la vida social en su
más amplio sentido, es decir,
la vida política, económica, cultu- .
ral, educativa, familiar e incluso, naturalmente, la vida inter­
nacional. Ha sido indudablemente una característica del magisterio
eclesiástico del presente y del• pasado
siglo, sobre

todo del ejer­
cido desde la Cátedra Apostólica, el haberse ocupado con
reite­
rada

insistencia, ya. combatiendo érrores, ya precisando positiva­
mente los principios orientadores de la vida social, de todos
estos temas referidos en diversas
dimensiones a

la vida colecri-
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FRANCISCO CANALS VIDAL
va e hlstórica de la humanidad. De aquí que, para definir ade­
cuadamente el sentido
y la validez, es decir, la obligatoriedad
práctica de la doctrina cat6lica en todos estos campos, conviene
preguntarnos en qué sentido y por qué título pertenece a la mi­
sión de la Iglesia el proponerlos a los hombres
· como

algo exigido
por la vida orientada por
el' Evangelio

de Cristo.
«Se me ha dado toda potestad en el cielo y en
la tierra; así,
pues, id
y enseñad a todas las naciones, ensefiándoles a guardar
-esto es, a poner en práctica- todo lo que Yo os he manda­
do. Y
estad ciertos

que Y o estaré con vosotros hasta la consuma­
ción de los siglos» ... «Quien a vosotros oye, a,:Mí me·,oye>>.
La promesa de permanencia a lo largo de los siglos hasta la
consumación, nos hace patente que los sucesores de los Apósto­
les, con el sucesor de Pedro a
la cabeza, son los destinatarios de
la promesa del Señor, y que el
precepto de
oírles como a Cristo
a ellos se
refiere a

lo largo de
las generaciones.
A la
luz de

las palabras evangélicas,
y orientados por la pro­
pia enseñanza del

Magisterio de
la· Iglesia, podtíamos advertir
ahora

cómo «lo
enseñado» en

virtud de su misión
divina tiene
en sí mismo la doble dimensión sin
la que no podría· cumplirse
el designio de salvación para el que, ha sido instituido aquel Ma­
gisterio: la dimensión de verdad «especulativa», de verdad que
ha de ser profesada
y afirmada y en sí misma reconocida, y la
dimensión «práctica», de
enseñanza, desde

la autoridad de Dios,
de cómo se deben guardar todas las
. cosas

que Cristo ha man­
dado. Es conveniente precisar que esta doble dimensión no
coin­
cide

con los dos campos que inmediatamente·
deberemos distin­
guir

en los contenidos del Magisterio, es decir, entre
lo que per­
tenece como núcleo
primario y esencial al misterio revelado,
y el orden de las verdades con él conexas .como presupuestos, o
conclusiones especulativas
·o prácticas

de las verdades de
la re­
velada. Porque la misma revelación, que la
. Iglesia

anuncia
y pro­
pone para ser
creída con fe teologal, contiene ya en si misma las
supremas verdades a contemplar y a afirmar por
el cristiano en
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LA DOCTRINA SOCIAL CATOLICA
su profesión de fe, y las normas también divinamente reveladas
y promulgadas que son ley divina de la vida cristiana. El Magisterio de
la Iglesia
se ejerce con autoridad divina y
ariunda
lo que

Dios ha
revelado -y según defuúó el Concilió
Vaticano I se ejerce infaliblemente por el Románo
Pontffice­
en

el ámbito de la fe
y de las éostumbres, de fide · vel .,,,oribus.
Pero .en uno y otro ámbitos, en lo referente al misterio a
cteer
y eh lo referente a la vida del cristiano conforme a las nor­
mas divinas, la Iglesia enseña
ton autoridad
propia, querida e
instituida por Dios,
no sólo

lo contenido en la
p~labra de
Dios
escrita o transmitida en la Tradición, o que pertenece al núcleo
del mensaje,
que se

propone como verdad salvífica, para ser
creído en la fe divina,
por el

acto de
la virtud teologal de la fe,
sino también un conjunto de verdades, especulativas · y · prácti­
cas, que tienen

necesaria conexión con las reveladas.
Este éonjunto

de verdades, conexas con las que pertenecen
a•
la fe católica, no se distinguen de los misterios de la fe ni por
tener carácter
«práctico», como
si las de la fe sólo fuesen verda­
des especulativas, ni tampoco
porque en

ellas el Magisterio no
se ejerza por modo Infalible.
Por el

contrario,
la doctrina verdadera acerca de la misión del
Magisterio y de su Infalibilidad, ha de reconocer que el Magiste­ rio de la Iglesia puede ejercitarse también de modo infalible y
definitivo en

el ámbito de estas verdades conexas. Es doctrina
común de una teología cotrecta, prescindiendo de las conteinpo­
rán(eas confusiones

y equívocos, esta posibilidad de ejercicio infa­
lible del Magisterio · eclesiástico en· el ámbito de verdades cone­
xas
coh la
revelación, en un
·cuáélrupe campo:
en las verdades
fi­
losóficas que se presuponen como «preámbulos de la fe» a los
artículo~ qne
han

de ser creídos con fe divina; en los juicios
sin­
gulares sobre «hechos dogmáticos»; en la canonización de los
santos
y en el de la declaración de lo que pertenece ·a la ley y
al derecho natural.
Quienes no
recortozcan la
posibilidad de
definir dogmática,
•mente las llamadas «conclusiones teológicas», es decir, 10 que no
se contiene en la palabra revelada explícita o implícitamente, sino
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FRANCISCO CANALS VIDAL
s6lo «virtualmente» y por medio del raciocinio teológico, han de
incluir además en aquel cuádruple elenco, el de estas «conclusio­
ies teológicas», ya que sobre_ ellas puede
la Iglesia juzgar infali­
bletnente. Otros
teólbgos han afirmado, incluso,
que el Magis­
terio infalible al definir en este campo
· 10 hace

ya como propo­
niendo lo contenido en la revelación misma, aunque s6lo estu­ viese
allí virtualmente,

y que por lo
- mismo lo

así definido es ver­
dad dogmática
-que

pertenece
al núcleo

esencial y a la misión pri­
maria del

Magisterio y ha de ser creído
-con
fe teologal como
misterio de
fe divina y católica. Personalmente me inclino por
esta
tesis que formuló el P. Marín-Sola; porque no
podía poner­
se

en el ámbito de
las verdades
conexas la definición del conci­
lio de Florencia referente al misterio trinitario, según el cual, en
Dios «todo es uno,
dqnde-no obsta

la oposición de relación» que,
por otra parte, parece _que hay que reconocer como sólo virtual­ mente contenido en la palabra revelada, y alcanzado como con­
clusión teológica por la
vía de

la
especulación trinitaria
de los
Santos Padres, especialmente
de San Agustín.
En todo caso, recordemos esta
doble afirmación:·
]a Iglesia
por mandato de Cristo anuncia lo que hay que
creer y lo que hay
que obrar. Por mandato de Cristo propone la verdad
salvífica y
también todas aquellas verdades, universales o singulares, teóri­
cas o prácticas,
sin cuyo reconocimiento y sin cuyo cumplimiento
no se puede realizar adecuadamente ni el acto de fe
ni la vida
conforme a
la misma.
Las precisiones hasta aquí formuladas nos permiten
definir
con

mayor precisión lo que entendetnos
por «doctrina
social ca­
tólica». Hay verdades de fe divina
y católica referidas a la vida
social: tales,
por ejemplo,

lo que se contiene en la Escritura acer­
ca· del
-origen divino

del poder. Pero cuando hablamos de «doc­
trina
~ocial católica»,

utilizamos esta terminología para
significar
con

ella todo el conjunto de lo que la Iglesia enseña en el ejer­
cicio de su potestad de Magisterio, en el campo de
las verdades
conexas
con

lo revelado, en lo referente a todas las dimensiones
de_ la vida social humana; y así como en el ámbito de lo revela­
do,
-de

lo que la Iglesia propone para ser creído con fe teologal,
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LA DOCTRINA SOCIAL CATOLICA
no sólo hay verdades especulativas sino también prácticas, tam­
bién en este campo de la «doctrina social católica» se proponen
por la Iglesia verdades acerca de la naturaleza de las cosas socia­
les, aunque es importante notar que esta doctrina social tiene en
la mayor parte de su contenido y desarrollo el carácter de una
enunciación práctica. Convendrá aclarar
aqtú también

algunos conceptos, que es­
tán muy claros en la teología
tradicional, e.incluso

en el patri­
monio filosófico permanentemente válido y específicamente en
Aristóteles, y que suelen quedar confusos en nuestros días. Se
piensa, a vec~s, 4ue, porque fas acciones humanas son-siempre
. singulares, sólo tienen carácter de «verdad práctica» las decisio­
nes y elecciones particulares realizadas en un concreto aquf y ahora
.. Pero

hay que recordar que toda ley, que tiene, como
taC
carácter universal, es una enunciaci6n práctica, imperativa, pro~
mulgada para ser realizada en la acción. No sólo el «último jui­
cio práctico»,
el inmediatamente conexo con la elección singu­
lar, sino todo principio imperativo de orden natural o revelado,
o puesto
por el
legislador humano, es también un enunciado
práctico. Y no sólo la ley, sino la enunciación a modo de orien­ tación o de exhortación para su cumplimiento, todo cuanto se
dice para dar
norma y

sentido a
las elecciones y juicios prácticos
singulares pertenece ya· al

entendimiento práctico.
Distingamos también aquí entte lo que
seria un

conocimien­
to o consideración racional especulativa acerca del orden de lo
práctico, lo que
llamaban los

escolásticos lo «especulativamente
práctico», ele lo que es ya orientado a la acción, aunque seá como
norma universal de la misma. Una «filosofía moral», una «filo­
sofía del derecho» pertenecen al orden
del conocimiento especu­
lativo, y difieren no sólo de las elecciones singulares, o de los
actos jurídicos concretos, sino de
las enunciaciones morales «prác­
ticamente-prácticas» de la «teología moral», o de las enseñanzas
de un
conocimiento práctico

del Derecho,
Decimos esto
para· poner

en claro que la doctrina social ca­
tólica es, en su máxima parte, de
carácter prácticamente

práctico,
aunque por lo mismo los documentos que la desarrollan enun-
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FRANCISCO CANALl VIDAL
'
clan también verdades de carácter teórico sobre la naturaleza de
las i,ociecládes, de ·las actividades ·y de las relaciones humanas de
que se ocupan. Este carácter «prácticamente práctico», normativo,
orientadór "de la vida social para que en ella se · cumpla todo lo
que Cristo ha mandado, no implica que no corresponda en cada
caso a los sujetos singulares la elección singular prudente que
habrá de tener en cuenta, conio todo juicio regulado por la
vir­
tud del entendimiento práctico que· es la prudencia, todas las cir­
cunstancia"' particulares, El juicio de la prudencia, en su dimen­ sión racional deliberativa, tiene por principio ptimero la norma
universal -prácticamente

práctica en cuanto a norma- y
coiiio
·
colÍclusión

aquel
último juicio conexo con ·· 1a decisión de v~-.
!untad
qoe

es la «elección»
..
Un

documento pontificio sobre el
matrimonio podrá

ser orien­
tádor
y, en sí mismo deberá serlo, para la vida de los fieles, pero
sería contra la

naturaleza de las cosas
'tanto lamentar que

de
él
no pueda naclie concluir una indicación. concreta para la elecciót¡
de

aquella con la que quiere establecer
el' vínculo conyuga[, como
deducir

de este hecho, que
responde también
a
la naturaleza de
las cosas,
que la

doctrina católica carece de
contenido práctica­
mente

orientador para
la .vida del cristiano, Sirva este ejemp.Jo
como
referencia . de ,dgo que se puede proporcionalmente apli­
car a todos los
contenidos y dimensiones de la. enseñanza social
del Magisterio

de
-Ia · Iglesia,
Aunque

la doctrina social católica
se. contiene
por lo
gene­
ral éri lo normativo universa[, en los principios que deben ser
aplicados en lo particular por la prudéricia, específicamente por
la prudencia· del laico
éristiano, no cabría negar
el derecho de la
Iglesia a enunciar también juicios en
el orden · de las realidades
sociales históricas

en una aquí
y ahora mncretas, , El papa Pío
XII
notaba· que, puesto que Dios no es
nunca neutral
ante
los
acontecimientos humanos ni ante el curso de la historia, tam­
poco puede serlo la Iglesia; la Iglesia
misma juzga si

debe o
no emitir
en'. lo particular alguna valoración u orientación con­
cretá, é incluso afumaba ~que! gran pontífice que, «cuando la
Iglesia
habla, cuando
juzga los problemas del
día; lo hace con la
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Fundaci\363n Speiro

LA DOCTRINA SOCIAL CATOLICA
clara conciencia de anticipar, por la virtud d que Dios
mismo, al

fin de
los tiempos, confirmará y sancionará»,
es-
una reafumáción por.

la enseñanza del papa de aquello del
Evangelio: «Lo que atareis en la tierra será atádo en eil cielo, y
lo desatareis en
la tierra será desatado en el cielo».
Cuando san Ignacio da sus reglas para
el sentido verdadero
que en
la Iglesia debemos tener», da por supuesta la fe, en cu,u,­
to

virtud teologal por la que creemos el contenido revelado, lo
que llaman los teólogos
el objeto primario del magisterio. Al
recordar que, «depuesto todo juicio debemos
· tener ánimo apare­
jado

y pronto para en todo obedecer a la verdadera Esposa de
Cristo Nuestro Señor, que es
la nuestra Santa Iglesia jerárquica»,
no está tratando
de los

artículos de
la fe sino, ptecisamente, de la
aceptación obediente de las normas, orientaciones y juicios dados
por
fa Iglesia para regir nuestra vida. Se advierte claramente esto
por
el contenido de otra de aquellas reglas, en· la que leemos:
«debemos siempre tener

para en
todo acertar,

que
lo blancó que
yo
veo, creer

que es negro, si
la Iglésia jetiírquica así Jo. mina,
creyendo

que entre Cristo Nuestro
Señor, Esposo

y
la Igle­
sia su Esposa, es el mismo espíritu que nos gobierna y rige para
la salud de nuestras almas, porque por
el mismo Espíritu y S¡.
ñor
nuestro

que
dio los Diez Mandamientos,
es regida y gober-
nada nuestra Santa Madre Iglesia».
·
Es

indudable que san Ignacio, al aludir a
lá experiencia hu­
mana ,.lo blanco

que yo
,veo» y

contraponerle le necesidad
de
«creer»

que algo es como !o
determina la

Iglesia jerárquica,
no
se

refiere a los misterios· trascendentes y
sobrenatura,les que es­
tán más allá de nuestra razón y de nuestra sensibilidad, sino que
alude en esta Regla a aquello
que es
contenido del régimen y el
gobiemo, para la salud de nuestras
almas,' de nuestros

compor­
tamienros para que seamos así dóciles
al mismo Espíritu y Se­
ñor que dio los Diez
Mandamientos. Piensa,
pues,
sáó. Ignacio
en

aquello· que
la Iglesia jerárquica determina en orden a la apli­
cación de

los preceptos divinos, cumpliendo la Iglesia jerárquica
aquella misión de enseñar a los hombres a poner en práctica todo
lo que Cristo ha mandado. ·
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FRANCISCO CANALS VIDAL
Insisto en que esta enseñanza prácticamente práctica se man­
tiene por fo general en las normas universales, pero que no pue­
de el cristiano, alegando su propia responsabilidad y prudencia,
negar a la autoridad de la Iglesia el derecho a
«determinar» en
lo

singular, juzgando los problemas del
d!a, fo que sea conducen-
te para el bien de la sociedad cristiana.
.
Precisamente

a estas determinaciones se
refiere san
Ignacio
en la citada Regla. No dudo que a los polacos
católitos les pod!a
parecer

la realidad de su patria sometida, tras los inicuos repar­
tos, a los imperios ruso, prusiano y
austriaco, y del derecho a
sus reivindicaciones nacionales, de manera distinta a como la juzgaron los papas. Gregario XVI, en una encíclica a los obis­
pos polacos, de
9 de junio de 1832, desautÓrizó claramente la in­
surrección nacionalista contra Rusia
--que apoyó

con entusias­
mo, por el contrario, el movimiento católico Jiberal de Lamen­
nais-y

León XIII, en 19 de marzo de 1894, adoptaba una
cla­
ra actitud por la que aconsejaba a los polacos nuevamente la su­
misión al imperio de los zares, al del Kaiser alemán
y aJ empe­
rador de Austria, Tal vez, a nosotros; ahora, se nos hace más
fácil comprender que el liberalismo nacionalista de fos polacos
fue, a

lo largo de muchas décadas, uno de
fos impulsos
que ha­
dan posiblle,

finalmente, con el hundimiento de los zares, el
triunfo de la revolución bolchevique.
Todo lo hasta aquí dicho se refiere a
fa necesidad de dejar
claramente afirmada

la misión de la Iglesia, que no
pod!a quedar
reducida

al
so!o anuncio

de las verdades reveladas
· sobre
la
fe
y las costumbres, sino que, por la misma naturaleza del orden
establecido por Dios, ha de ser competente en este campo «se­
cundario» del Magisterio, es decir, en todo el orden de verdades
especulativas.
y prácticas que es necesario proponer a. los hom­
bres para la
eficaz custodia
de las propias verdades reveladas y
para su cumplimiento efectivo por
los hombres.
Conviene

afirmar con
· cla,:idad también

que todo lo que per-
·
tenece

a este objeto secundario del Magisterio, en el que se da
siempre autoridad legitima y en
el que cabe también ejercicio
de la infalibilidad en algunos casos
--<:amo son
las normas prác-
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LA DOCTRINA SOCIAL CATOLICA
ticas universales y 1os juicios s.ingulares que se conexionan nece­
satiamente

con la defensa de la fe y
la puesta en práctica de los
preceptos divinos, como ocurre con
fos hechos
dogmáticos o la
santidad de los
bienaventurad~s declarada

en
la canonizaci6n-,
se subordina al objeto primario, al contenido revelado y salv!­
fico, y tiene toda su
rawn de
ser en el
eficaz conocimiento,
de­
fensa y cumplimiento del mensaje divinamente revelado, que es
la raz6n de ser esencial del Magisterio jerárquico.
Esto nos lleva a considerar ahora la doctrina social cat6-
lica en una nueva perspectiva, la que deriva precisamente de su
comparaci6n con el contenido
mismo de

la
fe teologal.
Es evidente que la convicción absoluta de la
certeza especu­
lativa

y práctica de la doctrina social católica, de la competen­
cia de
la Iglesia jerárquica para proponerla y del deber de los fie­
les católicos de asentir a ella y ponerla en práctica, no podría llevarnos a esperar que se incluyeran en un «símbolo de la fe» o
en una profesión propuesta a quienes van: a ser bautizados,. con·
firmados u ordenados, afirmaciones sobre «el principio de sub­sidiariedad» y la necesidad del respeto a los
«cuerpos inter­
medios», o formulac;iones sobre

la
relaci6n eritre
el derecho de
propiedad privada,
la función sooal de la misma, los l!mites de
la
intervenc;i6n del

Estado en
la vida económico-social, o el de­
recho de
la familia y de la Iglesia a tener iniciativa y libertad
en el ámbito de la creaci6n
y dirección de escuelas, o de interven­
ción en los medios de comunicación social.
Sobre todo esto hay· una doctrina
sooal que

es
«doctrina
católica»,
pero

que no .es, evidentemente, «misterio de
fe». TodÓ
este

conjunto de verdades conexas, así las relativas a presupues­
tos filosóficos como las que expresan principios prácticos sin cuya
observancia se desintegraría la vida cristiana en la sociedad, son
de suma importancia para vivir guardando los
mandami~ntos de
Cristo, pero en ellos y en los misterios qúe nos anuncia nues­
tra Redención por Cristo y nuestra santificación por el Espíritu
Santo que nos ha sido dado, y por el que se
ha derramado

la
caridad en nuestros corazones, está la razón de ser· de todo aque­
llo. La fe que es necesaria para nuestra justificación como su
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FRANCISCO CANAlS VIDAL
primera raíz y fundamento, la profesión de la fe que es nece­
saria para nuestra Salvación, tiene- por objeto a Dios mismo é¡ue
nos ha enviado a su Hijo para nuestra salvación, sólo en cuyo
nombre podemos ser salvados.
Quien se dedicase con demasiada
exclusividad al

_estudio de
la doctrina social católic~, pero prácticamente descuidase la me­
ditación y contemplación del misterio
de Cristo,
correría el
pe­
ligro de interpretar el «catolicismo,; como una ideología, y la
Iglesia católica
sólo como
una institución social humana y visi­
ble. Su
opción por lo que la Iglesia ha enseñado en el ámbito
de lo «social», es· decir, internacionail, político, económico, cul­
túral, educativo, perdería tal vez su vital conexión con la «obe­
diencia a la fe». Pero en esta obediencia al Evangelio de- que
habla el Apóstol está toda la razón de ser de la seriedad e inr0
portancia práctica capital de la doctrina católica.
Por
fo lIIÍsmo está también en la luz de Cristo la posibili­
dad de captación,
,en su
verdadero sentido, de las
enseñauzas so­
ciales

de la
Iglesia. No
me
parece injusto
reconocer que
hemos
podido

vivir la amarga experiencia de núcleos y grupos
para los
cuales la _ insistencia en lo que· se vino en llamar, éxtrañamente,
«éatolicismo social», ha venido a ser caldo de ci:tltivo de la pér,
di& de sentido cnstiano, lo que les ha conducido a las_ inma'
nentizaciones
y

limitaciones
de horizonte e inversiones de ,en,
tido

que
les hace

asumir el contradictorio
título de
«cristianos
para el socialismo». Muchos
de lós católicos

liberales del siglo
pasado y sus herederos en los movimientos demócrata-cristianos
fueron, y son en el fondo, «cristianos para el liberalismo», «cris­
tianos para la

democracia» y, en algunos pueblos, «cristianos para
el nacionalismo».
Nos conviene a nosotros
también examinamos
no
viniéramos
a ser como quienes «en lo que <;endenas a los otros a ti mismo te
condenas». Porque si_ es profundamente deformador de la propÍa
Je
teologal
el orientar la vida como a fin último a finalidades
eónttaiias al

mismo orden natural, también
sería deformador
su­
bordinar la
fe al servicio del orden natural, cuya custodia es, des­
de luego, obligatoria. No se puede asentir_ correctamente
ni po-
648
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LA DOCTRINA SOCIAL CATOUCA
ner en práctica debidamente la doctrina social católica sin enten,
derla
y vivirla en la autenticidad de la fe
·en Cristo
y en su gra­
cia, y en la vida sobrenatural
del· amor

a Dios sobre todas las
cosas, con toda nuestra mente y con todas nuestras fuerzas.
Esto me lleva a formular ahora dos puntos de reflexi6n que
personalmente consideto importantes para
la orientaci6n de nues­
tra tarea.· Me refieto, en primer
•lugar; al

importantísimo aspecto
de
fa propia· doctrina social católica, por la que ésta tiené su
primer
principio y
su último fin, cobra su coherencia y sentido
profundo,
y se hace prácticamente orientadora de nuestra vida,
en la contemplación
y afirmación de Cristo como Rey univer­
sal,

al modo como nos invita san Ignacio en
sus Ejetcicios
a
contemplarlo.
Mi maestro Ramón Orlandis escribió que la idea de Crista
Rey

es
el núcleo y la fuerza de todo el cueipo de doctrina · reli­
gioso-pólítico-social propuesto al mundo contemporáneo por el
Magisterio de la Iglesia. Al iniciar su pontificado, Pío XII·. alu­
día a

la
··consagración universal al

Sagrado
Corazón realizada por
Le6ri XIII cuarenta años antes, exhortaba a centrar en el ctilto
al

Sagrado
Corazón de

Cristo Rey toda ,Ja vida de la Iglesia,
y
presentaba este culto al Rey de Reyes y Señor de Jos que domi­
nan

como el alfa y
la omega de su pontificado.
Todo el
movimiento en
el que
está insetto
el congreso que
estamos celebrando ha de
recono=se originado

en el
mismo im­
pulso

y actitud que llev6 a Jean Ousset a la publicación de su
libro
Pour qu'Il régne. Actuando siempre en nosotros la devo­
ción a Cristo Rey y el anhelo
y la esperanza. del Reinado de su
Cora;i6n Sagrado

nos mantendremos siempre en la actitud ade­
cuada para una comprensión y enfoque vetdadero
y fecundo de
lo doctrina social católica.
El otro punto al que considero Óportuno llevar la atención
es el referente al lugar, por
decirlo así,

que corresponde, en
la
vida del pueblo de Dios, que es la Iglesia,' al estudio y al cono­
cimiento más desarrollado y cultivado de las
en.señanzas de
la
Iglesia en estas materias.
Me tomo
la libettad de ejemplificar, también de manera muy
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FRANCISCO CANALS VIDAL
concreta, para acertar a expresar más eficazmente una verdad ca­
pital que formula Santo Tomás de Aquino. Todos conocemos,
y yo personalmente tengo la fortuna de conocer, mujeres que no
han leído nunca, que no
. es

de esperar que lleguen a hacerlo tam­
poco en el
futuro, la

espléndida enclcli.ca
Casti connubii, de Pfo
XI,

pero que
son· ejemplares
esposas y madres de familia.
Recó­
nocer

esto
rio podría llevamos

ni
a· despreciar el

documento
pon"
tificio, ni a pensar que no es muy fructífero· para el bien de la
comunidad cristiana y concretamente
para el

bien de las familias,
el que haya, individual
y ·colectivamente, quien se entregue con
asiduidad y perseverancia al estudio de los
di>éumentos del
Ma­
gisterio pontificio.
Todas
las verdades

que desarrollan la enseñanza católica par­
ten, como de su principio, de .algo que
pertenece ya

al depósito
de la
fé, al objeto primario del Magisterio, y que se propone o
debe proponerse a todo fiel ya desde la primera catequesis. Para seguir moviéndose en el
ejempto puesto,

·recuerdo que la inclu­
sión del matrimonio en la enumeración
de los·. siete Sacramentos
instituidos por

Jesucristo, es
el germen de que parte y el fin a
que tiende, todo lo que la Iglesia enseña o legisla sobre el mátri­
monio cristiano.
Si pensamos ahora universalmente lo que se ha sugerido en
este ejemplo nos daremos cuenta de que un conocimiento
siste­
matizado,

detallado y conceptualmente fundamentado, de todo
aquello que
la Iglesia tiene derecho y misión de proponer para
custodia y puesta en práctica de lo que a la fe cristiana pertenece,
es decir, un conocimiento explícito de las verdades conexas con la
fe, no lo tienen por lo común la muhitud d., los fieles cristi~nos,
sino

que es
.,Jgo a lo que sólo una minoría se dedica y consagra.
En definitiva, ninguna verdad «conexa»
podría ser
·conside­
rada entre aquellas que afirmamos ser «de
necesidad de

medio
para la salvación». Aunque
sean· necesarias

para que en
cáda caso,
segón las

responsabilidades y circunstancias de cada uno, pueda
el cristiano cumplir
· seriamente

los divinos
preceptos y
profesar
debidamente aquellas verdades
salvíficas. ·
De aquí que

haya que reconocer que es
bien de
la Iglesia el
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Fundaci\363n Speiro

LA DOCTRINA SOCIAL CATOLICA
que surjan entre los católicos, y específicamente entre los laicos;
quienes

se sientan llamados al estudio
y al cultivo de la doctri­
na social católica. Pero que a la vez ha de reconocer que se trata
de una tarea que puede no ser
exigible, ni

deba esperarse
de la
universalidad de los hijos de lá Iglesia.
Pues bien, he aquí la verdad capital que formula Santo To­
más al plantearse la oomparación en dignidad
y perfección, en­
tre la gracia
santificante, la

gracia habitual
-que

nos es infundida
primeramente en el bautismo
y que está destinada universalmente
a todos los cristianos,
y los «carismas»· o gracias dados para el
bien de la comunidad o algunos, tales como profecía, el don de
obrar
milagros, o la prulabra de ciencia y de sabidutía en la que
brillan los doctores de la Iglesia.
Parece, oomienza por objetarse a sí mismo Santo Tomás, que
-lo

más común
y universal es menos digno y noble, menos perfec­
to que lo particular
y singular. Así, en Ia naturaleza abunda lo
inerte sobre lo viviente en cuanto al número
y a la cantidad,
pero la vida es más perfecta. En
la vida anim•l son más los irra­
cionales que los racionales, pero
el hombre es lo más perfecto en
la naturaleza de las co_sas visibles. Parece, pues, que también en
el orden de la gracia es más perfecto y noble lo que está desti­
nado a ser participado por pocos,
y menos digno aquello a que
todos están llamados
y que a todos se comunica al incorporarse
por
el bautismo a la Iglesia. _
La

respuesta de Santo
Tomás es
clara
y decisiva. «Donde lo
menos común se ordena, como a su fin, a lo más común, lo más
común es lo más perfecto». Todos los carismas, y los ministerios
y potestades, y los «estados de perfección» constituidos para la
práctica de los consejos evangélicos, se Ordenan como a su -fin a
la vida de la gracia santificante. Santo Tomás, en oonexión con
esto, afirma que la perfección cristj.ana no consiste sino en el
cumplimiento perfecto de los preceptos.
Como
afirmó Teresa
de Calcuta, la santidad no puede ser
entendida como un privilegio ni como un
elitismo, sino como la
obediencia a la vocación universal de todo cristiano. Si todo carisma, todo estado de perfección, incluso toda po-
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FRANCISCO CANALS VIDAL
· testad y ministerio, han de estar al servicio de la difusión de la gracia santificante por
la que gozamos de la adopción de hijos
de Dios, también toda tarea de estudio y de difusión de la doc­
trina social católica ha de
servit a

la mejor y más fiel práctica
de la ley divina, resumida en el doble precepto del amor. Como toda teología ha de servir a
la fe, y el ejercicio de toda
potestad a la vida cristiana,
. y todo carisma --que de suyo no
garantiza la salvación eterna- ha de servit a
la gracia santificru,.
te, así también d estudio y la tarea de difusión de la social

católica
ha de considerarse «instrumental» Pata que, por
nosotros mismos y por aquellos a quienes nos sea
dado: ayudar
en esto, vivamos. más plenamente en «obediencia a
la fe», ur­
gidos
por la caridad de Cristo al servicio
del · Reinado

del amor
de su Corazón y en esperanza del advenimiento de su Reinado.
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