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Número 255-256

Serie XXVI

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Álvaro d’Ors: La violencia y el orden

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
En el ámbito propiamente teológico, sus tratados eclesiológi­
cos fueron precedidos de valiosos estudios sobre el
Espíritu San.
to,

la Santísima Trinidad, la Pasión de Cristo,
la Santísima Vir­
gen. Es miembro de la Sociedad Mariológica Española
y acadé­
mico de la Academia Mariana Pontificia Internacional de Roma. Quiere
ésto decir

que
M~nsegú se

mueve con gran facilidad en
los principales ámbitos de
la Teología. Ultimamente .ha asumido
la
dirección de la revista
Roca Viva, de la que venía siendo re­
dactor-jefe
y mantenedor de la deliciosa sección «Retablo de ac­
tualidad», buen ingrediente de sus tres volúmenes: «Posconcilio.
Hechos
y cuestiones polémicas» (Madrid, Studium, 1975, 1976).
Como buen pasionista ha sido
y es buen divulgador de la vida
y espiritualidad de Santa Gema y San Pablo de la Cruz.
Fr. VICTORINO. RODRÍGUEZ, 0. P.
Alvaro de O:Ors: LA VIOLENCIA Y EL ORDEN (*)
La, por ahora, última obra del profesor d'Ors. es breve, pero
enjundiosa
y de aquellas que deben leerse. Es clara y directa: el
autor sabe lo que quiere decir
y lo dice. Cosa de agradecer en
esta clase de temas, en los que lo habitual es el lenguaje críptico. La obra está dividida en tres partes:
Retrospectiva, Perspec­
tiva y Prospectiva. Forro.almene, en su conjunto, se inscribe,
pues, en una dialéctica de la historia: histórica por su forma ex­
positiva en la
Retrospectiva y Prospectiva; dialéctica, toda ella:
inevitablemente va a chocar con
la «sabiduría convencional» ac­
tual, pues es totalmente atípica. En cuanto a su fondo, el propio
autor,
en el final del colofón, la clasifica como «teología política».
Pero es una teología política no abstrácta, teorética, sino viva,
existencial, exigente: de ahí su fortna histórica en el «aquí» y
«ahora» de España y el mundo actual. Pero, a la par, plena de
valores universales
y permanentes, válidos para . el juicio tanto
del próximo pasado español como para el
previs>ble futuro
mun-
dial.
·
En

la
Retrospectiva empieza justificando la «necesidad de la
guerra del 36», que es definida como «Cruzada». Y, precisamen­
te, por transformar.se en Cruzada lo que en principio era un mo­
vimiento militar ha condicionado el desarrollo histórico habido.
La «Cruzada»,

definida así por la
Jerarquía eclesiástica, hizo
que
(*) A. n'ORS, Editorial DYRSA, Madrid, 1987; 125 págs., que en
las citas van entre paréntesis.
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Fundaci\363n Speiro

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
«esta nueva guerra civil, a pesar de la victoria del 39, no re­
sultó
eficaz en
el sentido de confirmar
la identidad de España
tradicional, precisamente porque no fue propiamente una guerra
civil, sino
simplemente una

cruzada» (28), al contrario de lo
ocurrido con las auténticas revoluciones o guerras -civiles -_Fran­
cia, Rusia, Estados · Unidos-, cuyos resultados políticos .crista~
!izaron en formas sociales permanentes. .
Del hecho histórico de la cruzada, d'Ors pasa a la especula­
ción teológica desde su. conocida analítica del Poder como «auc­
torit:as» y como «potestas»: «La aU:toridad es el saber socialmente
reconocido y la potestad es; precisamente el poder socialcente re­
conocido» (57), por lo que «esta distinción entre autoridad y
potestad nos sirve ahora para aclarar cómo la potestad es un po­
der derivado de Dios, pero que requiere el reconocimiento de la
sociedad» (58), lo que implica «el deber de obediencia al poder
constituido» que sea legítimo en su origen y ejercicio. Y, por .
ende, al tema, mucho más complejo, del «abuso del poder» y
al tema de la «ilegitimación del poder», pues «una de las claves principales para la integridad de la libertad personal está en la
no implicación en la obediencia o acatamiento debido a la po­ testad, de una aceptación general. de todos los actos de esa po­
testad» (67). Por ello, «cuando el sometimiento político al poder
constitui_do implica la aceptación de todos sus preceptos, eso quie-
·
re

decir que se renuncia a la libertad»
(ibld. ), cosa grave, tenien­
do en cuenta que «la ley ... no es fuente de criterio
.moral» (68)
en su versión positiva, política.
Entre hombres, dada la realidad del Pecado Original, «la vio­
lencia es esencial para el orden», siendo
«la violencia la fuerza
que se opone a algo» (74), pues es precisa para «eludir el desor­
den propio de la naturaléza caída; y pór eso se une el Mundo,
al Demonio
y a la Carne como -los tres enemigos del alma» (ibid.).
Históricamente, «el progreso de la civilización se ha .caracteriza­
do por un creciente control social de ese complemento de la vio­
lencia personal» (77), garantizando
así. el orden «de» la socie­
dad
y no de «las>i personas individuales por sí mismas.
Pero, desgraciadamente,. también este este orden social pue­
de subvertirse
y, entonces, «la cuestión que se nos plantea a
propósito de la sublevación» de las personas ante un orden social
subvertido, _«es ésta: ¿cuán,do es lícita la violencia de una_ su­
blevación armada?» (78), pues «es obvio que los criterios de
pura legalidad no sirven para determinar
el concepto

de Cons­
titución que el Ejército debe defender» (79) como depositario
de la «violencia legítima» contra el «desorden» social, ahora
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
subvertido constitucionalmente. La respuesta es Ia clásica del
Aquinate:
«Ia legalidad
de tal sublevación armada dependerá del
éxito» ( 80 ). La
última parte, Prospectiva, mira al estado actual. del mun­
do
y, desde él, hacia el futuro· posible y el deseable, teniendo en ·
cuenta

la actual conciencia general de la «unidad del mundo»,
así como las tendencias
dispersoras hoy

actuantes, pues «lo que
corrompió la unidad armónica del mundo fue el hecho histórico
del Pecado Original» ( 84 ). Señala cómo hay una unidad del hom­
bre en el Amor de Dios, y «el desamor es la mptura de esa uni­ dad de perfección» (87). Pero ahora se
.busca la

unidad en el
desamor y «el problema está en discernir cuando esa unidad es aceptable para Dios o
no» (ibid. ), lo que afecta a las relaciones
entre personas y también a las
sociopQ!íticas. Así . se
ve como
«el presente secularizado del hombre. de hoy tiende a constituir
igualmente buenas la unidad y el pluralismo, pero, cuando re­
sultan compatibles, es porque se
refieren a

planos distintos de
la realidad» ( 88 ), siendo «el pluralismo de las sociedades civiles
incompatible
cop. la
pluralidad como principio de organización
total»
(ibid. ), que deriva en totalitario al ahogar legítimas par­
celas de la libertad subsidiaria. Hoy el mundo está dividido, mas
no es plural: «En la Edad Moderna, al romperse la tradición
teocéntríca, se ·coiivirti6 esa discriminación cristiana cle fieles e
infieles en la distinción puramente humánística de. civilizados e
incivilizados» (95) que finalmente devendría en «la diferencia
económica entre pueblos desarrollados
y· subdesarrollados» (ibid.)
que origina tensiones, incluso bélicas. A esto se opone un pseu­
do-pacifismo no ajeno a «uo sólido entendimiento económico
qué actúa, no como unidad de Amor universal, sino movido por
intereses puramente materiales. Esta unidad no es algo querido
por Dios y, al no presentarse ·como una ·auténtica po'testad, su
inmenso poder no merece respeto moral alguno ... En este senti­
do, lo que evita
el mal de una guerra es, qnizá, por sus conse-·
cuendas
morales

a largo plazo, un mal mayor que la guerra mis­
ma» (98). En
el plano político, «la unidad forzada del Estado
universal sería contraria a la libertad y, por ello, a la Moral
cristiana. Pero tampoco parece
ser conforme

a la voluotad de
.
Dios, pues atenta

al Reinado Social de Jesucristo, la unidad uni­
versal que pretende conseguir el gobierno sinárquico ... , este
poder universal secreto, cuyo _fin es el dominio universal por. el
poder
económico,
{que) es

esencialmente anticristiano» (115-116).
Por el contrario, en
el orden

querido por Dios, «desde la fa­
milia hasta las instituciones supranacionales ... , !a subsidiaridad
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INFOR.MACION BIBLIOGRAFICA
viene a exigir una observancia de la libertad de los grupos hu­
manos
en cualquier grado de
la escala social» ( 118 ), aunque es
evidente
que «la libertad

exige siempre un tanto de tolerable
imperfección técnica» (119), pues, como dice San Pablo. «todo
es lícito,
pero no

todo conveniente (I
Cor. 6, 12).
El desarrollo prospectivo de
tal programa lo hace en doce
puntos concretos en los que no duda en comprometerse. Pero
termina señalando que, «en

definitiva, puede haber una
guerra
mundial o puede no ser ésta necesaria, pero, ~n todo caso, el
nuevo orden sólo puede venir por la "violencia de Dios", la
theoubia ... , como sería· la de inesperadas conversiones "tumba­
tivas" que no han de ser necesariamente singulares, como la su­
frida por Saulo en el Camino de Damasco.
En. todo

caso es el
mismo Dios el que nos habla de una victoria final de Cristo Rey,
y las victorias implican siempre
la violencia: para un nuevo or-
. den,

una nueva violencia», son
las palabras

finales de
e~ta inte­
resantísima

y absolutamente original obra de Alvaro d'Ors.
ANTONIO SEGURA FERNS.
Xavier, Adro: JUNIPERO SERRA (*)
Con extraordinaria oportunidad, pues posiblemente este año
sea beatificado por Juan Pablo. II en su pr6ximo viaje a los Es­
tados Unidos el franciscano mallorquín fray Junípero Serra, Adro
. Xavier acaba

de publicar
la biografía de este singular personaje
que es a la
vez gloria

de España
y de la Iglesia y cuya estatua
representa al
Estado de

California en la galería de la fama del
Capitolio de Washington.
Naci6n como la nuestra no suele enorgullecerse de
sus. gran­
des

hombres
y. el

desconocimiento que de ellos
tiene la
mayoría
de
'los españoles

es, más que notable, vergonzoso. Adro Xavier
viene, desde hace
aííos, empeñado

en poner al alcancé del lector
medio español las
vidas de

compatriotas que no merecen nues­
tro olvido. Además, la ignorancia de sus virtudes, de sus haza­
ñas, de sus heroísmos empobrecen a todo un pueblo que, a lo
largo de toda su historia y hasta días recientes fue, por antono­ mia, el pueblo de los santos y de los héroes.
Así, el Papa Luna, Francisco Suárez,
el duque de Gandfa, el
abad
Oliba, Luis de Requesens, Gelmírez
y, ahora, fray Junípe-
(') Editorial Casals, Barcelona, 1986.
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