Índice de contenidos
Número 255-256
Serie XXVI
- Textos Pontificios
-
Estudios
-
En el cincuentenario de dos encíclicas históricas
-
Los sagrados cánones, entre el misterio y el derecho
-
Bonald, o la constitución natural de las sociedades
-
El platonismo empírico de Luis de Bonald
-
Democracia: poder y representación
-
El pensamiento contrarrevolucionario español. Ramón Nocedal, el parlamentario integrista
-
La solución: la participación
-
La economía de la Rusia Imperial antes de la guerra de 1914
-
El laberinto de Rubert de Ventós, la Hispanidad y una confrontación con Maeztu
-
- Actas
- Información bibliográfica
- Crónicas

Autores
1987
El pensamiento contrarrevolucionario español. Ramón Nocedal, el parlamentario integrista
EL PENSAMIENTO CONTRARREVOLUCIONARIO
ESPAAOL: RAMON
NOCEDAL, EL·PARLAMENTARIO
IN'IBGRISTA (*)
POR
FRANcIScó JosE fERNÁNDE:Z_'DE LA CIGOÑA.
Sumario: I. NocEDAL EN EL PARLAMENT0.-11. Los PARTIDOS POLÍTICOS.-
111. Los FUEaos.-IV. LA M_ONARQUÍA DE NoCEDAL.-V . .Am1LIBERA
LISMO.~VI. CONTRA CÁNOVAS.__:,VII. CATóllcos EN LA VIDA.PÚBLICA.
VIII. LA CUESTIÓN SOCIAL.
l. NOCEDAL EN EL .PARLAMENTO.
No hace mucho tiempo nos ocupamos del importantísimo pa
pel de Nocedal en
el frustrado intento de unión de · los. católi
cos
( 1 ). No se agota con ello,
ni muchísimo menos, la capital ac-
(*) Dentro de esta serie sobre el pensamiento contrartevolucionario
espafiol, han aparecido en Verbo los siguientes trabajos del mismo· autor:
«Fray Atilano Dehaxo Solórzano», en Verbo, núm. 117-118.
«José Cadalso», en Verbo, núm. 121-122.
«Pedro de Quevedo y Quintana, Obispt> de Orense», en Verbo, .núme-
ro 131-132.
«El manifiesto de los Persas», en Verbo, núm. 141~142. ·
«El beato Ezequiel Moreno, ObisPQ de_ Pasto», en Verbo, núm. 151-152.
«Benito María Sotelo_ de Noboa, marqués de Villaverde _ de Limi.a», en
Verbo, núm. 165-166.
«La Instrucción pastoral de los obispos refugiados en Mallorca» (t.•
parte), en Verbo, núm. 181182.
«La Instrucción pastoral de los obispos refugiados en Mallorca» (2.ª
parte), en
Verbo, núm. 183-184.
«La Unión
Católica» en
Verbo, núm. 193-194.
«Alfredo Brañas y el regionalismo», en= Verbo, n'Úm. 215~216.
(1) FERNÁNDEZ nÉ LA C1GOÑA, Francisco JOSé: «La Unión· Católica»~ . . en Verbo, núm. 193-194, p,igs. 395442.
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FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIG01M
tuación del jefe del integrismo como representante del pensa
miento contrarrevolucionario español.
Hay dos referencias inevi
tables, por su trascendencia, en
la biografía del que fue, en pa
labras del obispo de Tortosa, «insigne confesor de Cristo, orna mento de la patria
y benemérito de la religión» (2) y en las de
su correligionario
y amigo, y más tarde académico de la Espa
ñola, Agustín
González de Amezúa, «Procurador a Cortes por
la Iglesia» (3 ). Son la «Manifestación hecha en Burgos por la
prensa tradicionalista» ( 4 ), que supuso la ruptura del integrismo
con el carlismo
y la sonada polémica del mal menor que, Dios
mediante, serán traídas algún día a estas páginas con el análisis
que se merecen.
y a su amparo, o tal vez de modo individuali
zado, surgirán
otras aportaciones del integrismo al pensamiento
tradicional.
·
Ahora
nos ocuparemos
de uno de los más resonantes discur
sos oídos en el Parlamento español. Pieza oratoria antológica
y
que, como tantas otras muestra·s de la ideología contrarrevolucio
naria, ha caído en un silencio absolutamente inmerecido.
González de Amezúa nos narra una anécdota referente al ci
tado discurso en eL que
. Cánovas
fue durísimamente atacado,
como hemos de ver, que dice mucho de la altura a
la que brilló
Nocedal y no poco de la generosidad de Antonio Cánovas del
Castillo con su contradictor, al menos en ese momento.
«Preguntaron a Cánovas su juicio sobre el primer discurso
del señor Nocedal, apenas concluido,
y respondió:
-Dentro de diez años será el primer orador del Parlamento.
Rectificó (Nocedal)
dos días después contestando felicísima
mente a
los señores Silvela, Arrazola
y Sánchez de Toca, y como
la misma persona le requiriera también para que diese su juicio,
preguntándole:
-Y hoy, ¿ qué le ha parecido a usted, don Antonio?
(2) NocEDAL, Ramón: Obras, I, Madrid, 1907, pág. v.
(3)
NoCEllAL: Op. cit., I, pág. xm.
(4) FERRER, Melchor: Historia del Tr-4dicionalismo Español, tomo
XXVIII, Il, Sevilla, 1959, págs. 62-90.
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RAMON NOCEDAL, EL PARLAMENTARIO INTEGRISTA
-Que ya han pasado los diez años- replicó Cánovas» (5 ).
Nos hallamos en la sesión del 2 de mayo de 1891. Se
debate
el
mensaje de la Corona. Nocedal está
,olo «con
un queridísimo
compañero que se declara
y confiesa tan peregrino en estas lides
como yo» ( 6 ), Se trata de Liborio
Ramery,, diputado
por Zuma
ya. Nocedal lo era por Azpeitia. Mientras que la minoría carlis ta la integraban cuatro diputados. Y comienza el larguísimo dis
curso que mantuvo tres días pendientes de su palabra la
aten
ción
de los diputados, sin el menor síntoma de cansancio y, cier
tamente, sin que en ningún momento cupiera el aburrimiento.
No era cómoda la posición de Nocedal. La minoría republi
cana
y anticatólica estaba en los antípodas de su _pensamiento.
La minoría carlista no podía dejar de ver en él al que
hacia pocos
años
había abandonado
el partido, acusando a Carlos VII de pe
ligrosísimas desviaciones. Y las últimas
elecciones, que
le lleva
ron al Parlamento después de veinte años de ausencia, fueron una
lucha sin cuartel entre carlistas e «íntegros» (7). Tampoco po
día encontrar
la menor
simpatía en las filas de
la oposición fu.
sionista. Y en la mayoría
libera1'conservadora tod.avía menos.
Ese
partido· era el blanco favorito de sus ataques
y· su dere
cha, que ideológicamente
podía estar más próxima a él, como la
minoría carlista, eran los hombres de Pida!, los «mestizos», los
irreconciliables enemigos
desde los
días de
la Unión Católica (8).
Ante esa hostilidad de la Cámara, Nocedal no busca alivios.
Y desde el primer momento declara su beligerancia: «Vengo obli
gado en conciencia, por mi propia convicción y por la convicción
de los electores que aquí me envían, a defender lo que todos
aborrecéis, a maldecir lo que todos adoráis» (9). Los «rumo
res» (10) que siguieron a esas palabras quizá sean poco repre-
(5) NOCEDAL: Op. cit., pág. XVI.
(6) NOCEDAL: Op. cit., pág. 187; BENAVIDES, Domingo: Democracia y
cristianismo en la España de la Restauración, Madrid, 1978, pág. 156.
(7) BENAVIDES: Op. cit., pág. 155.
(8)
FERNÁNDEZ DE
LA CIGOÑA:
Op. cit., págs. 395-442.
(9) NocBDAL: Op. cit., pág. 188.
(10) NOCEDAL:
Op. cit., pág. 188.
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FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIG01M
sentativos del ambiente que se re~piraba en el salón de Sesiones.
La bistótia de Nocedal había
creado una
expectación inusitada.
«Los escaños están llenos de diputados y las
tribunas atestadas
de
público. Al levantarse el señor Nocedal hay movimiento y
murmullos de gran· curiosidad,· a que sigue profundo e imponen
te silencio» ( 11 ). El «clímax» estaba creado. Pero aún había
algo más. La Cámara de Diputados estaba presidida nada me nos que por Alejandro Pida!
y Mon. El enemigo por antonoma-
' sía.
A
él le toc6 pronunciar las palabras rituales: «El señor No
cedal tiene la palabra». Las siguientes palabras
del. orador
no fueron más conciliato
rias: «Para
rttantener viva
la atención en las Asambleas de esta
índole es necesario hablar
de los asuntos que interesan al audito
rio; y vosotros, aunque por cortesía me oigáis ahora con atenci6n,
en el fondo de vnestras almas estaréis deseando que acabe y me
siente, y hablen los oradores encargados de explicar
oficialmen
te
la crisis, para ver sf
lográis averiguar
qué rumbo toma esta por
ción escogida que se sienta a mi derecha, para rastrear por qué
se fue el señor Sagasta, para barruntar cuándo acabará de irse el
señor Cánovas (risas). Yo, señores· diputados, no he de tratar
esas cuestiones
que no
me importan un bledo. Es más: creo,
y
como ve-!)go ele fuera. tengo noticias frescas, creo que esas cues
tiones que a mí llo me impar.tan,. tampo.co importan fuera de
aquí» (12).
El tinglado que Cánovas había montado se
· denunciaba
con
toda precisión. Y lo
remachal,a: «Tengo
para mí que el pueblo
español, desengañado
y rendido, se l¡a enterado ya de que lo
mismo le da padecer
y morir bajo el poder de los unos que a
manos de los
otros» ( 13 ).
¡Cuántas
veces, antes y después de 1891, ha ocurrido lo mis
mo! Y Nocedal continuaba buscando los terrenos más difíciles.
No cabía duda que la
mayoría de
los asistentes esperaba el due
lo a muerte
Noceclal-Pidal. Gran
orador el segundo, polemista
(11) NOCEDAL: Op. cit., pág. 187.
(12) NOCEDAL: Op. cit., págs, 188-189.
(13) NOCEDAL: Op. cit., pág.189.
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RAMON NOCEDAL, EL PARLAMENTARIO INTEGRISTA
aceradísimo el primero y. con fama también de brillante voz aun
que desconocida en el Parlamento. El espectáculo prometía re
memorar
el circo romano. La muerte de cualquiera de los conten
dientes
sería un
motivo
.de alegría.
La de Nocedal
para todos
ex
cepto
Rarnery. La de Pidal para muchos aunque tenía más ami
gos en los escaños. Pero republicanos, fusionistas, carlistas y la
izquierda liberal-conservadora vería con gran satisfacción al Pre
sidente del Congreso derrotado por el nuevo
parlamentario. Y
si
ambos caían en la contienda, mejor que mejor. Sin embargo, Nocedal. pareda dispuesto no a enajenarse las
voluntades, que bien sabía estaban ya previamente enajenadas, sino a vaciar el Congreso asegurando a
lo~ diputados
que no iban
a tener
ningún motivo de entretenimiento. «Si habéis caído en
la tentación de
creer a
los periódicos que me atribuyen el mal
gusto de háber venido a reñir con persona determinada sobre
cuestiones que ya están bien aclaradas, y eso es lo que os tiene
sentados en esos bancos, ya os podéis marchar. Por lo que a mí
me toca, no pienso provocar ninguno de esos escádalos. que ya
se conocen con el nombre de escenas parlamentarias» (14).
Escenas las iba a haber.
Pero de
entrada Nocedal no hacia
concesiones al auditorio.
« Unicamenre me propongo combatir con todos los partidos
en
general, porque
entiendo que son la plaga
y el
azote con que
Dios
está castigando
a mi
patria (rumores); muy
espe.cialmente
contra el partido liberal-conservador, que estimo por
el peor y
más dañoso, y sobre todo contra
el gobierno ,que ocupa hoy el
banco azul, a quien tengo por
el más perjudicial de todos los
posibles,
porque es
liberal-conservador, y porque tiene todos los
medios que da
el poder para oprimir y esquilmar a España»
(nuevos rumores)» (15).
Y ya su proclamació11 de
fe: «Soy católico, soy español, y no
soy ninguna otra
cosa, En
las cuestiones religiosas y político
religiosas, quiero la
unión de
los
católicos .para
defender. a la
(14) NOCEDAL: Op. cit., p,íg, 190.
(15) NOCEDAL: Op. cit., p,íg, 190,
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Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGONA
Iglesia contra. los errores modernos, bajo la dirección exclusiva
del
Papá y
de los Obispos. En lo puramente político, deseo y
anhelo
la · unión de los españoles para defender los principios tra
dicionales y salvadores de España
contra todos
los
partidos. Los
que
sostengan estas doctrinas, me
tendrán a
su lado, vengan de
donde
vinieren y
sean
los que
fueren; los que en contra de. es
tas doctrinas se levanten, cuéntenme por adversario. Como yo,
piensa y siente la inmensa mayoría de los españoles; pero propia
mente, y por eso no soy órgano de ningún parrido,
aspiro a
ser
eco fiel, en
la medida de mis fuerzas, de las creencias: de los
intereses, de las necesidades, de las quejas del
pobre pueblo
es
palíol, tan oprimido y. vejado» (16).
Fe-católica
con profundas resonancias del
Syllabus y, por
tanto, aguerridamente· antiliberal
-y
denuncia de los partidos po
líticos como órganos de representación revolucionarios y opues tos a los intereses del pueblo espalíol.
Programa a -primera vista
muy
simple pero con un denso contenido.
11. Los PARTIDOS POÚTICOS;
· Entra después Nocedal en un análisis del partido conserva
.
dor e introduce unas puntas de humor sumamente efectivas y que muchos
creerían imposibles
en persona _ de
tan serios prin
cipios. «Esto
se va. Y lo
primero que
se va es el
partido conserva
dor
(risas).
¿ Veis como ya vais conviniendo conmigo los que os
sentáis en el banco
de la
oposición? Se
vi; pero a toda prisa.
Aparte de
las causas de disolución que están patentes a los ojos
de todos, es evidente que ese partido está prendido con alfileres a la autoridad de su jefe, don Antonio Cánovas del Castillo. Y
· yo deseo
al selíor Cánovas del Castillo largos y dichosos
alí_os so
bre
la tierra, aunque
no sobre el banco azul (risas}; pero el se
líor Cánovas no es inmortal,
y el día que por cansancio, por en-
(16) NOCEDAL: Op. cit., págs. 190-191.
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Fundaci\363n Speiro
RAMON NOCEDAL, EL PARLAMENTARIO INTEGRISTA
fermed¡¡d o por cualquiera otro motivo falte de ahí el señor Cá
novas,
¿ qué será del partido liberal-conservador?
Y a sé yo que en el partido liberal-conservador hay hombres
del ingenio del señor Silvela; ya
sé. que
en el partido liberal-con
servador hay hombres de la elocuencia del señor
Pidal y Mon; ya
sé
que la elocuencia arrebatada
y fogosa del señor Pida! está hoy
perfectamente
unida a la frialdad reposada y tranquila del señor
Silvela por el lazo común del señor
Sánchez Toca,
subsecretario
del ministerio de la Gobernaci6n (17); pero, señores diputados,
¿ creéis que el señor Sánchez Toca tiene la virtud de un sacra
mento,
y que puede hacer indisoluble el vínculo que
une hoy
a
los señores Pida! y Silvela?» (18).
Nocedal fue profético. En diciembre de 1892 llegaba de
nuevo Sagas ta al poder. Sil vela rompe con Cánovas al que re procha su preferencia por los pillos (19), se declara abierto ad
versario del mismo y encabeza una minoría disidente de los
con
serv¡¡dores.
He
aquí otro mal endémico de nuestros partidos
po
líticos
siempre al
borde de la· quiebra
por personalismos
de sus
dirigentes. El asesinato de
Cánovas agudizaría
la crisis del parti
do ya que si bien Silvela se reintegra al mismo y asume su lide
razgo se produce entonces
la escisión del duque de Tetuán con
los «Caballeros del Santo Sepulcro», celosos canovistas que no aceptaron que se encargara del mando de las huestes conserva
doras quien públicamente había disentido del venerado fundador.
Y ni que decir tiene que su sempiterno enemigo Romero Roble do a quien Cánovas siempre prefirió a pesar de sus frescuras elec
torales frente
a la
honradez de Silvela, o tal vez por eso, será el
que abandone ahora
el partido.
(17) Sánchez de Toca era hombre muy afecto a Pidal y Silvda, el
Ministro de la Gobernación.
(18) NocEDAL: Op. cit., pág. 1.93.
(19) ,Vid., sobre la escisión de Silvela: F'BRNÁNDEZ ALMAGRO, Melchor:
Historia política de la España contemporánea, J, Madrid, 1968, págs. 340-
341; II, págs, 19-20, 159-163, 176-180, 185, 270, 371-373; Am,Rts-(;ALLE
GO, José: La poUtíca religiosa en España: 1889-1913, _Madrid, 1975, pági
nas 59, 61, 75--80; TAPIA, Enrique de: Francisco Silvela, gobernante auste
ro, Madrid, 1968, págs. 147-149, 159-164, 216 y 218.
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Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGORA
El poco carácter de .Silvela excepto en lo que rozara alos va
lores
éticos que siempre defendió, no contribuyó tampoco a for
talecer el partido que, pese al indudable carácter de Antonio
Maura llegó a una gravísima crisis cuando Alfonso XIII le re tira la confianza en 1909 con una actuación regia muy discutible
y que creó quiebras irreparables entre el autoritario político ba
lear y el monarca. Nocedal
denuncia después
un mal secular de cierta derecha
española que es la búsqueda de consensos con los adversarios
políticos .. situados a su izquier_da. Cons.ensos· que nunca han _ser
vido para apuntalar a esa derecha, ya que ciertos alivios pasajeros
son luego pagados con creces
y terminan · siempre costando el
poder'. Pues no contentan a la oposici6n_ que, crecida, vende
cada-vez más caro·s sus favores, ni a sus partidarios. ya que, ena
jenada la confianza, tertninan abandonando el partido en la in
diferencia ·o buscando posiciones más claras
a su derecha.
«¿He dicho que los conservadores se van? Equivoqué
el tiem
po
dél verbó> ¡Si
se han ido'
ya!. (risas).
¿No hemos oído a
los
fusionistas
cantar
su· triunfo,
sin que los conservadores lo pu
dietan impedir ni· contradecir?
¿No es evidente que en el
banco
azul se sientan los hombres conservadores, pero practicando las
ideas fusionistas, cumpliendo sus leyes
y pidiéndoles por compa
. sión
que les
ayuden a
sostener las leyes y los principios fusio
nistas?
» (2-0).
Han sido tantas las
veces en
que se
ha repetido esta
situa:·
ción
que
podemos
ahorramos el citar
ejemplos que llegan
hastá
nuestros días;
No salen los fusionistas mejor·parados' de la'diatriba de No
cedal.
Y también los acontecimientos le dieron la razón. Sagas
ta apenas pudo sujetar en sus últimos años un partido que se le
iba de las manós y las diferencias entre sus numerosos delfines:
Montero
Ríos, Romanones,
Canalejas ... dejaron al partido mal
trecho y desacreditado en ventaja de fuerzas más radicales. Que terminarían imponiéndose
· y
derribando
el invento ca:
(20) NOCEDAL: Op. cit., págs. 194-195.
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Fundaci\363n Speiro
RAMON NOCEDAL, EL PARLAMENTARIO INTEGRISTA
novista y la monatquía el 14 de abril de 1931. Las «memorias»
del general Mola son un impresionante relato de la incapacidad
de los
partidos turnantes y de sus dirigentes para enfrentarse a
una situación grave. Ya nadie creía en ellos. Ni ellos mismos
(21).
· «Pero aunque todo eso se vaya importa poco; queda el gran
principio, queda
la salvación del mundo en estos tiempos, queda
el parlamentarismo, queda el juego de los partidos»
(22). ¿No
se oyen hoy
las. mismas
palabras?
¿El ¡sálvese
la democracia y
que se hunda el mundo!, no responde a los mismos plantea
mientos?
Y ahora la denuncia de otro mal endémico de nuestro par,
lamentarismo:
la trampa electoral ante la indiferencia del pueblo.
«Señores diputados, os confieso que durante la discusión de
actas, cuando
veía a los severos Catones de la izquierda levan
tarse a impugnar los estropicios
_electorales qr¡e se
han hecho en
las últimas
e!ecciones, empañando
el pudor jurídico del señor
ministro de la Gobernación, me decía:
~¿Es posible
que haya
quien crea que el sistema parlamentario está agonizando? Estos
hombres le volverán su vigor y le
darán el
esplendor que le han
quitado los liberales-conservadores. Pero mi
ilusión se
desvane
ció al oir en
los bancos
de enfrente al señor Sánchez Toca re
cordamos lo que pasaba en las elecciones que
dirigió el
partido
fusionista
y en las que dirigieron los mismos republicanos en la
revo1ución de septiembre. Y yo oía al señor Azcárate impugnando
las actas
y hablando contra las elecciones hechas por el partido
conservador,
le -oía demostrar con pruebas irrecusables que no
sirven
los partídos monárquicos, que los destrozos y estropicios
cometidos en las elecciones
hacen patente·
que no pueden gober
nar y están de más; pero oía las pruebas no menos. evidentes del señor Sánchez Toca contra las elecciones
hechas por
los par
tidos republicanos;
y deducía que los que están de más, los que
no sirven, los que deben suprimirse, no son únicamente .los par~
(21) MOLA, Emilio: Memorias" de mi paso por la Direcci6n General. de
Seguridad, -3 vals., Madrid, 1933.
(22) NOCEDAL! Op. cit., pág. 195.
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FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGORA
ricios monárquicos, son todos los partidos liberales, monárquicos
o republicanos» (23). Los ecos antiparridistas de Nocedal van in crescendo.
Y lo
peor, o lo cierto, es que su alegato no está basado en teorías más
o menos elaboradas sino en la propia confesi6n de parte. Porque «después de lo que hemos estado oyendo aquí por espacio de
dos meses; después
.de habernos enterado de que todas, absoluta
mente todas las elecciones que se han hecho en España han sido,
en proporci6n creciente y siempre peores, amañadas y falsas; des
pués de habemos enterado de que con sufragio universal sucede
lo mismo que sucedía con sufragio restringido; después de ha-
-hemos
enterado de que esta última ley, dónde parece que habéis
querido atar todos los cabos, ha dado peores resultados que to
das las anteriores; después de habernos enterado de que no ha
habido ni una sola vez un Congreso que no se haya forjado por
las artes y artimañas que vosotros habéis explicado y sabéis me
jor que yo; después de todo esto, ¿qué
se puede decir de las
leyes aquí hechas? (rumores).
Y me preguntaba, y aquí vuelvo
a
bajar la voz, para no herir vuestros oídos: ¿no teméis que se
pueda decir que el sistema parlamentario no está basado en fic
. dones, como suelen decir los autores que de
él hablan, sino que
es una farsa? (fuertes rumores)»
(24).
Estamos en el punto neurálgico de la crítica de la partitocra;
da. Y casi doscientos años de. práctica del sistema nada han' me
jorado. Desde una de las primeras críticas
ál mismo, la realizada
en
plenas Cortes de Cádiz
por el marqués de Villaverde de Li
mia (25), al excelente libro de Gonzalo
Femández de-la
Mora,
de reciente publicaci6n (26), no
han hecho más que acumularse
trampas
y falsificaciones. ¿C6mo extrañarse de que el pueblo
(23) NOCEDAL: Op. cit., págs. 195-196 ..
(24)
NOCEDAL:
Op. cit., págs. 196-197.
(25) SoTELO DE No•oA y
NIÑO, Benito María: ¿Qu€ es la Constitu
ción?, Madrid, 1814; FERNÁNDEZ DE LA Ü:GOÑA, Francisco José: «Benito
María Sotelo de Noboa, marqués de Villaverde de Limia», en Verbo, nú
mero 165-166, págs. 713-755.
(26) FERNÁNDEZ DE LA MoRA, Gonzalo: La partitoi:racia, Madrid, 1977.
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Fundaci\363n Speiro
RAMON NOCEDAL, EL PARLAMENTARIO INTEGRISTA
termine dándose . cuenta de la farsa y opte por quedarse tran
quilamente en su casa?
Porque eso ya pasaba en 1891. Pues «aun contando los vo
tos acumulados por los gobernadores en los ,distritos rurales don
de el señor Azcárate nos contó que se echan a granel en las urnas
todos los nombres que hay en las listas, aun contando todos esos,
y aun haciendo votar a los ausentes y a los muertos, la inmensa
mayoría de Jc,s electores no han querido usar de su precioso de
recho. Es decir, que el pueblo español no hace caso del sufragio
universal, ni del parlamento,
ni le quiere ni le importa (profun
da sensación)» (27).
Nocedal sentará ahora, con el Congreso pendiente de esa voz
que destroza pretendidos dogmas que nadie se atrevía a contra
decir, los principios básicos de la representación orgánica.
«No vaya a entender (
el señor Moret) que a mí me asustan
los gobiernos populares; antes al contrario, digo y sostengo
que
e!
antiguo gobierno español fue
el gobierno más popular que ha
habido en el mundo;
y por supuesto, harto más popular que los
gobiernos populares, no me asusta la representación de los· rei
nos; lo que me espanta es que, en vez de estar representado
el pueblo, todo el pueblo, altos, bajos y medianos, en vez de
estar representadas sus clases, en vez de estar representados _los
municipios, en vez de estar representadas las fuerzas y atendidas
las necesidades de la nación española, estén única y
exclusivamen
te
representados los partidos y sus intereses egoístas; que aquí
no haya, como no sea por excepción,
ni en la derecha ni en la
izquierda, ni en el· centro, representación de los industriales, re
presentación de los comerciantes, de los agricultores, represen
tación de las clases sociales y los pueblos, sino de los canovis
tas, de los sagastinos, de los romeristas, de los martistas y de
los republicanos. Eto es lo que me espanta: que los partidos
vengan a tratar de sus intereses y de sus personas, usurpan do
el sitio que no corresponde a los partidos formados por el
(27) NOCEDAL: Op. cit., pág. 197.
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FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGOl'M
error, · por el interés o· por cualquier otro motivo semejante,
, usurpando . el
sitio. a los que debían venir a representar al pue
blo español, a todas las clases de la sociedad española ( varias vo
. ces:
¡¡Muy bien!! ¡¡Muy bien!!, fuertes rumores)» (28).
Aquí se desata el escándalo. Nocedal, siempre con un extraor
dinario dominio de
la situación, pregunta a la izquierda si se ex-
. traña
de que diputados de la mayoría éanovista le respalden con
esos «j ¡Muy bien!.!». Los conservadores dicen a voces que los
asentimientos vinieron de las tribunas de espectadores. El repu
blicano Azcárate afirma que vinieron de los bancos
de la
mayo
ría. Cánovas
lo niega. Pero lo cierto es que Nocedal se ha hecho
ya con el Congreso y continúa imperturbable:
«De buena fe, señores diputados, ¿creéis que esto del siste
ma parlamentario, esto del juego de los partidos es la libertad? ¡Libertad! ¡Libertad! ¿Decís que la procuráis? ¿Decís que la
amáis? ¡Ilusión engañosa! Yo amo la libertad, vosotros no la
amáis, vostros la destruis. Vosotros confundís la libertad del
pueblo con
la libertad de vuestras opiniones, y al abrir camino a
la libertad de vuestros antojos, arrancáis de cuajo las raíces y des trozáis las ramas y los frutos de la libertad. ¿De qué sirve que
establezcáis en vuestras Constituciones la libertad de imprenta,
la libertad de conciencia, la libertad de cultos y todas las liber
tades de perdición que constituyen el
derecho nuevo? Con eso,
¿cómo he
de negarlo?, con eso complacéis a tales o cuáles escri
tores nacionales o extranjeros, a muchos sistemas, a muchas es
cuelas, a todos los sectarios, a todos .los enemigos de la santa
verdad que fue siempre el fundamerito de la
· unidad
de España
y de la h1,ertad de los españoles. Pero al pobre pueblo, a los
po
bres pueblos, ¿qué libertad les dais con semejantes libertades?
¿ Por dónde puede llamarse libertad la desventura del pueblo
que
vi;,fa feliz y tranquilo en su cristianá fe, y de repente se en
cuentra solicitado por innumerables y encóntradas predicaciones de que no sabe
juzgar, agobiado
por hombres
astutos y bien aper
cibidos
que le
sorprenden con teorías que no está en disposición
(28) NOCEDAL: Op. cit., págs .. 198-199.
{;14
Fundaci\363n Speiro
RAMON NOCEDAL, EL PARLAMENTARÍO INTEGRISTA
de discutir, que le deslumbran, que le marean, le confunden, le
arrojan desprevenido
. e
indefenso a todo viento de
doctrina, y
ayer le convirtieron en catne de cañón con que el tercer estado
derribó los poderes antiguos y se encaramó a lo más alto del
pre:
supuesto
y del gobierno, y hoy tratan de convertirle en carne de
cañón con que el cuarto estado os derribe y se empine sobre
vo
sotros, como vosotros. hicisteis con los poderes antiguos» (29).
«Cuidáis de ir despojándole de sus antiguas libertades y fran
quicias,
destruís instituciones que le servían de amparo y
resis
tencia
contra las tiranías de cualquier poder que quisiera abusat
de la
fuerza,
y hacéis del Estado un poder incontrastable e irre
sistible.
Así
hacéis del
pueblo un conjunto de átomos disgrega·
dos e indefensos, que no
pueden moverse ni respirar sin permi
so
y ayuda del poder central y en cada instante y en cada
elec
ción tienen que optar entre sacriijcar sus intereses a .su concien~
cia, o sacrificar su conciencia al ministro, al gobernador, al csci
que
en cuyas manos está
la resolución de todo lo que le inte
resa:
su influencia, su tranquilidad, su bienestar.
¿ Y
es esto
li
bertad?
¿Con esto
creéis haber
hecho libre al
pu~blo español?
Yo
no conozco en
la historia del. mundo tiranía semejante.
Y no es esta la única tiranía de que se puede acusar a los
par
tidos
liberales. Sois tiranos de hecho, porque no gobernáis y le
gisláis conforme a lo que manda
la ley eterna, que esa la des
preciáis; ni rampoeo por lo
qué pide el pueblo; sino al antojo
del gobierno, que siempre tiene mayoría en este sistema»
(30j.
No
precisan
comentado las
palabras de Nocedal. A cambio
de unas libertades
te6ricas se
ha privado al pueblo
de unas cier
tas
libertades concretas. Así fue. Se engañó al pueblo hacién
dole creer que era
.. libre
y se le convirtió en esclavo del poder.
Y ello
se denunciaba
con toda -claridad
.en 1891. En
el Congreso
de los Diputados. Continúa
Nocedal:
«No,
no sois los amigos de la libertad. Sois tiranos de
he-
(29) NocBDAL: Op. cit., págs. 200-201.
(30)
NoCBDAL:
Op. cit., págs. 201-202.
615
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIG01M
cho. Pero, además, sois tiranos de derecho. Porque, ¿en qué de
recho fundáis vuestra presencia en este sitio para alternar en
el
poder y dar. leyes al país? ¿Qué derecho invocáis para ejercer el
gobierno de España todos los partidos liberales? No es el dere
cho divino
que negáis
y rechazáis; pero, ¿es la voluntad del pue
blo
la que ha sometido a España a los partidos liberales?
¡Ah, señores! La primera vez que el liberalismo amenaz6. en
trar en España fue en
la Constitución de Bayona, impuesta por
el invasor de España, por Napoleón
I. La segunda vez fue en las
Cortes de
Cádiz, en
aquellas Cortes impuestas a la Regencia por
las turbas revoltosas de Cádiz mientras los españoles que no amaban las libertades modernas peleaban heroicamente contra
ellas
y contra los ejércitos franceses. Después de eso, ¿vinieron
los partidos liberales a España por la voluntad nacional? No; el
año 1820
vinieron por la deserción de Riego, que volvió
la es
palda a
América y dejó que se perdiese, y vino a establecer por
la fuerza, ante la
cobardía indisculpable
de Femando VII, la
Constitución de 1812. Otra vez, el afio
1833, se
echaron las
raíces. del cambio político de Espafia por medio de una intriga
dirigida por una tn.ujer, por una ·augusta princesa, qu_e entró en
la alcoba real pegando de bofetadas a un ministro ( ... ). En el
año 1834 estaba en el poder Zea
Bermúdez y quetía sonsolidar
aquel·
despotismo ilustrado, tan malo, no lo niego, como el libe
lismo;
y un capitán generaf de Cataluña, influido por las lo
gias,
y otro capitán general, el de Castilla la Nueva, con dos ex
posiciones
amenazadoras hicieron
entender que por fuerza
había
que
derribar a Zea Bermúdez y poner en el poder al partido mo
derado,
el cual entró, corilo veis, por otro acto de fuerza. Y des
de entonces hasta el afio 1840 es cosa de no
-acabar recordar
to
dos los
hechos de
fuerza, pronunciamientos
y motines que dieron
entrada en el poder a los progresistas
y a los moderados. El año
1840, por un hecho de fuerza triunfó el partido progresista; el
año 1843 triunfó por otro hecho de fuerza el partido moderado.
El año 1854, por un hecho de fuerza volvieron los progresistas,
y a
cafionazos derribó
a los progresistas la Unión Liberal el afio
1856. Por un hecho de fuerza vino
la revolución de septiembre;
616
Fundaci\363n Speiro
RAMON NOCEDAL, EL PARLAMENTARIO INTEGRISTA
y en 187 4, también por un hecho de fuerza vino a ese ban.!I; mi
nisterial el partido liberal-ronservador. De modo, señores diputados, que los partidos liberales
en España
han sido, y serán,
porque no pueden ser otra cosa, tiranos por su gobierno
y tira
nos por su origen, pues entraron en el poder a la fuerza, que no
por
ningún derecho; de suerte que encierran -en sí tocios los gé
neros que se conocen de tiranía» (31 ).
Esta es, pese a quien pese, la historia de nuestro siglo
XIX.
Nocedal se la arrojó a la cara a los hombres de Cánovas y Sa
gasta
y ninguno pudo cog,r el guante para rebatirle. Esa es la
historia de nuestro liberalismo en
la que siempre estuvo ausente_
la voluntad del pueblo, a no ser que se entienda por tal a unas turbas reducidas y manipuladas que comenzaban dando vivas a
la libertad
y acaban incendiando iglesias y asesinando frailes o al
espadón de un militar ambicioso que juzgaba escasa recompensa a un indudable valor sólo comparable a su analfabetismo una ca
rrera que en verdad era meteórica.
III. Los
FUEROS.
Al hilo de este tema ent,:a Nocedal en otra _materia capital
en
el pensamiento contrarrevolucionario que por haber sido cons
tantemente maltratada por el liberalismo nos ha llevado hoy a
este caos de las
autonomías que ·amenaza con
destruir
a· España:
los
fueros. El ministro de Fomento (32), dentro de la más pura
ortodoxia liberal, rechazaba los fueros por incompatibles con la
doctrina de la unidad de principios, unidad de gobierno
y uni
dad de la patria. Nocedal, como tradicionalista
y diputado por
Azpeitia, no podía dejar pasar ese abierto ataque a sus más
ín
timas convicciones y así le replica:
(31) NOCEDAL: Op. cit., págs. 206-207.
(32) Era Santos de Isasa, que lo fue con Cánovas desde el 5 de julio·
de
1890
hasta que fue sustituido el 23 de novieinbre del siguiente año
por
Linares Rivas.
617
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGORA
«,amás hubo más unidad en España que en tiempo de Feli
pe II, cuando España, una
y en paz, se extendía por toda la re
dondez de
la tierra; y jamás hubo rey ninguno que respetase más
los fueros que el
rey Felipe
II» (33).
«Los fueros .no impidieron que · España, desde los comien
zos de
la reconquista fuese paso a paso
. creciendo y progresando,
y que con fueros y todo, aun antes de verificarse la uni6n de la
monarquía, y recién hecha, fuese tan grande que, como dice un
escritor
insigne, «una
sola
provincia bast6
para conquistar
el
Oriente, Cataluña; una sola provincia bast6 para conquistar a Italia, Arag6n; una sola provincia bastó para conquistar a
Amé
·rica, ·castilla»; y cuando se reunieron todos los reinos españoles,.
a pesar de las guerras, descubrimientos y conquistas en que esta
ba empeñada, fue España, con fueros
y todo, un siglo y otro si- ·
glo, Ja naci6n más una, _más civilizada, más culta y más poderosa
que ha habido
en .el mundo, y más grande en extensi6n que el
antiguo imperio de Occidente» (34 ).
Pero
«hubo más
tarde un ministro que desde que ocupó el
poder tuvo un pensamiento fijo, una sola idea, la de acabar con
los. fueros
y concentrar todo el poder en el cetro real, el Conde
Duque de Olivares;
y, en efecto, lo mismo fue encaminar la po
l!tica por
esos derroteros
y querer acabar con los fueros para vi
gorizar el poder real, se sublev6 Cataluña
y estuvo a punto de
perderse para siempre; se sublevó Portugal,
y lo perdimos, sabe
Dios para cuánto tiempo; hasta Andalucía, la patria del señor
ministro de Fomento, estuvo a punto de sublevarse
y declararse
independiente;
y después de tcido esto, y después de un siglo de
absolutismo galica.110, enciclopedista
y mas6nico, aún hubo un
día en
que
el pueblo español se vio huérfano de rey y en manos
de un usurpador extranjero, en que
el pueblo español vio huir al
rey que debía guiarle a la batalla hasta ·perder la vida en la con
tienda por la independencia de la patria, y dejar
vacío el
trono,
y abdicar en el usurpador: y entonces España se dej6 guiar de
su espíritu regional, se acord6 de sus antiguos fueros, y con di-
(33) NOCEDAL: Op. cit., pág. 210.
(34)
NOCEDAL: Op. cit., p,!g. 211.
618
Fundaci\363n Speiro
RAMON NOCEDAL, EL PARLAMENTARIO INTI;GRISTA
ferentes Juntas, pero unida con perfecta unidad en un mismo
pensamiento, en
el amor de su fe y de su independencia, se le
vautó y abatió y derrotó a la unidad espantosa del imperio
.fran
cés
y
el poder incontrastable del coloso de este siglo» (35).
Y también
es. aquí
la historia la que habla.
·Espíritus sim
ples,
movidos de un indudable patriotismo y contristados
por el
separatismo revolucionario que amenaza romper a España sue
ñan épocas de centralismo absolutista como la única posibilidad
de una patria grande.
Matarían, si
pudieran, todo sano regiona
lismo que
ha sido el que, aunando tierras dispares, ha hecho esta
España que hoy parece querer írsenos
de entré las manos. No
cedal vindica como solución fértil la vuelta al viejo espíritu fo
ral que, desde una
misma fe,
integró una nación en la que los
reyes eran amados, las leyes respetadas
y Dios obedecido y ado
rad~
desde
el
réy al
último de sus súbditos.
IV.
LA MONARQUÍA DE NOCEDAL.
Una frase de Sánchez de Toca, «la división primordial del
buen sentido que se establece en esta Cámara, la primera de
todas es la de monárquicos y republicanos» (36 ), sirve a
No~
ceda!
para
afirmar que
su monarquía no tiene nada que ver con
lo de los monárquicos· alfonsinos.
« Yo Soy parte integrante de esta Cámara~_ no ciertamente por
que el señor Sánchez Toca (37) no haya hecho todo lo posible
porque
yo
no atravesara
las
puertas de
este salón, sino porque
la
voluntad de
mis electores pudo más que la voluntad del se
ñor Sánchez Toca. Y digo que la diferencia que a
mí me Separa
de
todos los partidos liberales, no es ciertamente la mera adhe
sión a una forma de gobierno» (38).
(35) NOCEDAL: Op. e#., págs. 211-212.
(36)
NocEDAL: Op. cit., pág. 214.
(37) Aludiendo 'a sus manejos electorales como Subsecretario· de Go
bernación.
(38) NOCEDAL: Op. cit., pág. 214.
619
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGONA
Porque, «¿qué tiene que ver aquella monarquía donde el rey
era legislador, tenía
el poder ejecutivo y administraba justicia,
donde
todos los
poderes residían en el rey, con esta monarquía
constituclonal y
parlamentaria donde
el rey reina y gobiernan los
ministros,.con la división.de poderes.y todas las otras cosas con
que distinguen. y caracterizan a las instituclones · modernas, mo
nárquicas
o republicanas? Son dos formas completamente dis
tintas. Y la
prueba de
que la monarquía
constituclonal y
parla
mentaria se aparta más de la monarquía antigua que de las
mo
dernas
repúblicas es que aquella antigua monarquía cayó a los
golpes de todos los liberales, monárquicos y republicanos, todos
a una, que la aborrecían de muerte, y no transigían ni transigen
con ella como. transigen hoy los· monárquicos liberales con los li
berales republicanos»
(39).
Efectivamente ahí está la esencia de la cuestión. Porque las
monarquías liberales y parlamentarias no son en verdad otra . cosa que repúblicas coronadas en las que el rey
es poco más que
puro aspecto decorativo. Pero todavía ahonda en su análisis No-
cedal: ·
«Los partidos liberales han ideado esta máquina o tramoya
que todos ellos pueden manipular por turnos más o menos pací
ficos, y han convenido. en sostenerla. entre todos, en
beneficlo co
mún»
(40).
El sistema, aunque sea nefasto, es
el único intangible. «Se
puede negar a Dios, se puede negar todo; pero que nadie toque,
mírese como sagrada la tramoya o maquinaria parlámentaria, mo
vida por el juego de los partidos» ( 41 ). Y Nocedal concluye:
«¿Qué n;iás da que la maquinaria esté cubierta con una corona
o por un gorro frigio?» ( 42).
Esá monarquía liberal es retratada en dos
párrafos de
ora
toria rotunda y que vale la
pena leer
atentamente, pnes encie-
(39) NOCEDAL: Op. cit.,'pág. 215.
(40) NOCEDAL: Op, cit., pág. 219.
(41) NOCEDAL: Op. cit., pág. 220.
(42) NocEDAL: Op. cit .. pág.' 219.
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RAMON NOCEDAL, EL PARLAMENTARIO INTEGRISTA
rran sustanciosas enseñanzas que trascienden aquellos días de fi
nales del siglo xrx.
« Y ahí está la verdadera división, señores diputados, que me
separa a mi de todos los partidos que se sientan en esta Cáma
ra,
ahí está fa verdadera división. Vosotros sois una negación ab
soluta, porque admitir todas las ideas es negarlas todas, y a to
das dais libertad con tal de que os ayuden a sostener
el sistema
parlamentario, y con
el aditamento de monarquía o república, se
gún lo que a cada cual viene mejor; y yo, por el contrario, lo que
principalmente .quiero es el
imperio de
la verdad
y la justicia,
con cualquiera y sobre toda forma de gobierno.
&ta es la divi-·
si6n
verdadera: los que niegan y los que
afuman la
verdad, li
berales y
antiliberales, .revolucionarios
y antirrevolucionarios.
Fuera de eso, señores diputádos, estas cuestiones de mera forma,
a .estas horas y en estas alturas,
me hacen el mismo efecto que
¡ne causaría
quien
se pusiera
a pensar
cómo había
de pintar la
fachada cuando se ie estuviese quemando
la casa.
Y
o, señores, en el fondo de mi alma soy monárquico; y soy
monárquico porque, en abstracto, entiendo que no
hay forma
más perfecta que la monarquía;
y soy"monárquico a la antigua es
pañola, porque entiendo que jamás vieron los siglos monarquía ninguna tan perfecta
_ como nuestra antigua
monarquia.
· Con
la
sangre de mis venas borraría los
errores y los crímenes de no sé
cuántas generaciones de reyes que poco a poco
fueron quebran
tando y
en algunas partes ya ocasionaron
la muerte de la ánti
gua
realeza. Yo borraría los
ettores y
los crímenes con que los
reyes franceses acabaron con la monarquía en Francia, y los erro
res y los crlmenes con que los reyes del siglo pasado en España
prepararon
el advenimiento de tantas revoluciones, de tantas ca
tástrofes. Pero yo no puedo hacer que lo que ha
si.do no sea;• no
puedo
evitar que la
antigua monarquía,
o haya muerto en unas
partes, o se
haya transformado
en otras partes en recuerdos de
monarquías que no tienen raíces en los corazones, no viven de
espíritu propio, ni pueden sostenerse sino-mendigando el apoyo
y aceptando
fas ideas
de todos los que quieran acercarse; que no
pueden vivir de sus propias
fuerzas, sino
pidiendo amparo a to-
621
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE. LA CIGOJ'IA
dos los partidos, · incluso a los republicanos para que no la de
rriben; que han perdido su antigua
fe y sus antiguas tradicio
nes, para aceptar el escepticismo y los errores de los partidos
liberales. Yo no puedo impedir que en Francia, por ejemplo, como
el año 1849 decía en este mismo lugar un orador insigne (43), muriese
la monarquía de derecho divino en la .guillotina, y la
monarquía de la gloria en Santa Elena, y la monarquía heredi
taria en el destierro, y la
monarquía de
la
prúdencia en
un mo
tín, sin que ·1es valieran sus transacciones con todos sus enemi
gos. Yo no puedo impedir que después de eso también cayeran
el rey
d~ Nápoles
y los duques italianos, Napoleón III en Fran
cia, Isabel II y don Amadeo de Saboya en España, y se deshicie
ra como polvo el Imperio del Brasil,
ni que hoy las monarqu!as
más poderosas del mundo, transformadas, desnaturalizadas y car
gadas con el peso
de sus errores y sus culpas, tengan que esquile
mar
a los pueblos con contribuciones y con quintas o
servicio
universal
obligatorio para rodearse de soldados y vivir
pertrecha
das,
contra los enemigos de afuera y de dentro,
entre bayonetas
y cañones (fuertes rumores). Pero ta¡npoco puedo tener esperan
za en la república; porque al cabo,
para llegar
al estado en que
se ve, la monarquía necesitó siglos de cometer muchos errores;
y la república, a lo menos en España, para morit
apenas nacida,
le
bastó que entrara un pelotón de soldados por esas puertas que
dan acceso a este salón (rumores en diversos sentidos)» (44).
Era verdaderamente otra, muy distinta de la restaurada en
Segunto,
la monarquía que Nocedal· propiciaba,
V. ANTILIBERÁLISMO.
A continuación, el orador repasa brevemente los principios
básicos del derecho político tradicional en evidente contraposi ción a los que, si no creídos por
la mayada de los diputados,.
(43) DONOSO CORTÉS, Juan: Obras completas de Donoso Cortés, BAC,
Madrid, 1970, II, pág. 309.
(44) NOCEDAL: Op, cit., págs, 220-223.
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RAMON NOCEDAL, EL PARLAMENTARIO INTEGRISTA
eran al menos sostenidos por ellos y por el sistema político que
representaban.
«Señores diputados: Yo, por
la misericordia. de Dios, no soy
liberal (risas y
·rumores)... Pero
tengo muchísimo amor a la
li
bertad. Yo, señores
diputados, vivo contento en sociedad
por
que
no creo que el vivir en sociedad haya sido capricho y
an
tojo
de unos
.cuantos hombres
que
han querido hacer un contra
to social que- me obliga.se a mí,. sin mi consentimiento, a vivir
en sociedad. Yo, señores diputadÓs, amo a la autoridad porque
creo que la autoridad no depende de
la voluntad de la mayoría
o de la voluntad de otro hombre
más· fuerte
que yo que me
so
mete
a su imperio; amo a
la libertad porque sé que es un requi
sito esencial, o por lo menos necesario, que Dios ha impuesto a
la sociedad. Yo, señores diputados,
amó la ley porque creo que
la
ley
no es
invención de la soberanía del Estado, ni de la
sobe
ranía
del pueblo, ni
de la soberanía de la naci6n, sino de la so
beranía
de
Dios, que ha querido que los hombres vivamos
su
jetos
a las leyes. Yo, señores diputados, entiendo que la liber
tad humana y la dignidad humana y el ser del hombre, imagen y
semejanza de Dios, no pueden someterse al gobierno arbitrario
y caprichoso de
· otro
hombre, a esa especie de servidumbre del
hombre al hombre que en el régimen liberal hace que
todos ten
gan
que someterse a la voluntad y talante de los más o del más
fuerte. Yo, señores diputados, entiendo que se equivocan
gran
demente
los que creen que todo lo que se le ocurra mandar a
un soberano, a un pueblo, a una naci6n, a un Estado o a las
Cortes con el
rei tiene,
con eso s6lo, virtud
para obligarme
en
conciencia. Yo creo que para estar obligado en conciencia a
obe
decer,
no basta lo que ahora se llama legalidad: es preciso que
sea verdadera ley; entiendo que no es ley única y exclusivamen
te porque el legislador, sea quien fuere, la haya promulgado con
todos los requisitos establecidos para dictar las leyes ( vivos
ru
mores); entiendof señores
diputados, que para que la legalidad
me obligue en conciencia, necesita estar dictada por quien tiene autoridad para hacer las leyes; pero entiendo que no es verdade
ra ley y que no me obliga,
ni obliga a ningún cristiano, si no está
623
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGOfU
conforme· a la ley-eterna, porque de esa conformidad con la ley
eterna procede la fuerza de las leyes (nuevos rumores y más
vi
vos)» (45). Este párrafo oratorio de Nocedal
és grandioso en
su concep
ción. Según
él no hay motivo para que el hombre obedezca a
otro hombre -rey, dictador o tirano--, ni a muchos· hombres
-Parlamento--. La libertad humana es tan excelsa que no tie ne que doblegarse ante quien es
igual que
uno. Sólo ante Dios,
· ser infinitamente superior al hombre, cabe que este
humille la
más excelente de sus cualidades. Sólo porque Dios constituyó la
sociedad de forma que para sobrevivir dene que obedecer a unas
autoridades, en obsequio a su
_voluntad y
su sabiduría, renuncia
el hombre a parte de su voluntad,
acata las
leyes y se somete a·
la autoridad política. Y se somete
. incluso
cordialmente porque
· obedeciendo
a la autoridad es a Dios mismo a quien obedece.
Nos hallamos
eri plena doctrina tradicional sobre la autori
dad y
el poder. No es, evidentemente, ninguna teoría original
· de nuestro pensador. Pero esta construcción
teórica tenía dos
dificultades
graves en
_ los días en los
que Nocedal vivía
y las
mantiene
hoy.
¿ Y si no se cree· en Dios como ocurre con muchos contempo
ráneos? En ese caso no exite motivo alguno para respetar la auto
ridad y está
. justificada
la insurrección permanente que sólo pue
de impedirse
por el
ejercicio férreo del poder sin otra justifica
ción ética que la puramente utilitarista, esgrimida por muchos tiranos o dictadores, de asegurar
el orden público. Porque, como
bien
decía el
autor ruso, si Dios no existe todo está permitido.
Cabe entonces
la justificación kelseniana de la democracia. Cúm
plase
Ia voluntad de la mayoría porque, siei¡do más, son de ese
modo menos los que contrarían su voluntad. No entramos ahora en disquisiciones sobre lo que es la voluntad de esa mayoría, si es real, condicionada o incluso si existe siquiera. Infinitos volú
menes se han
estrito sobre
el tema. A ellos
¡ne remito.
Pero
dejemos de
fundamentar la
ley en
Dios, la
autoridad en Dios y
( 45) NOCEDAL: Op. cit., págs. 232-233.
6.24
Fundaci\363n Speiro
RAMON NOCEDAL, EL PARLAMENTARIO INTEGRISTA
perderán su carácter sagrado para convertirse en una imposición que se sufre mientras no pueda ser derrocada. Estamos a
distan,
cias
siderales de
la epístola paulina.
La segunda dificultad de este principio se _produce, esta vez
para los creyentes, cuando la autoridad dicta disposiciones con trarias_ a
la voluntad de Dios. Es punto también sobradamente
conocido de
los. tratadistas
de derecho público católico. Tampoco
nos extenderemos en ello. Solamente mencionar la palabra reve
lada: antes hay que obedecer a Dios que a los hombres. En el terreno privado, por
supuest~. El
creyente no puede abortar, di
vorciarse para contraer nuevo matrimonio ... , aunque la ley lo
permita. Y en
el público, con todas las cautelas que eminentes
teólogos y moralistas han puesto a las tesis del tiranicidio y la
insurrección. Que podemos resumir en las tres clásicas: no em
plear medios que prohíbe una conciencia moral
recta; posibili
dades
racionales de
éxito y no ocasionar males mayores que los
que se pretenden evitar. Recurso último que, por supuesto,
im
plicaba haber agotado previamente los medios legales al alcan
ce del ciudadano o la constatación de
la_ inutilidad
de los mis
mos. La prudencia política es aquí virtud fundamental, pues
el
respeto a la autoridad se extiende, en la doctrina tradicional ca tólica, aun en el caso en que determinaciones de ésta no sean
buenas. Sólo en ocasiones de extremada gravedad cabe
recurrir
a soluciones ~emas. ·
El discurso de Nocedal había captado toda la atención de la
Cámara. ¿ Iba a quedar Pidal fuera del alcance de la artillería del
orador?
Por si acaso se tomó elementales precauciones
y dejó al
vicepresidente Danvila que
ocupara el
solemne
-sillón
presiden
cial. En este momento,
-después
de las consideraciones sobre
la
ley que acabamos de leer, Nocedal entra en -su tema favorito:
la unidad católica.
«... el artículo once de la Constitución y otros varios no se
conforman con la justicia,
luego .no son
ley del reino (protestas
y grandes rumores)» (46).
(46) NOCEDAL: Óp. cit., pág. 234.
625
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGONA
Se comprenden unas y otros. Nocedal atacaba de frente el
paradigma de todo el sistemá parlamentario liberal: la Consti
tución.
El vicepresidente atajó inmediatamente al orador: «Señor di
putado: Su señoría acaba de hacer una
afirmación contraria a
lo
que establece la Constitución del Estado
y, por consiguiente,
completamente inexacta» (
4 7).
Siguen porfiando Nocedal y Danvila y éste insist<: al diputa
do integrista: «Su señoría comienza por
calificar de
ilegal el
tex
to
de la Constitución; y como la presidencia considera como ley
del
· reino la Constitución
del. Estado,
no puedo
consentir a su
señoría que siga en
\:Se camino»
( 48 ).
Entonces
Nocedal recurre.
a una argucia parlamentaria que
iba
a tener un cómico desenlace:
«Diga lo que diga el artículo de la Constitución,
diga lo que
diga el Reglamento del
Congreso, es evidente que, según el ar
tículo 141 de ese Reglamento yo tengo
der.echo a
pedir que se
lea, en cualquier tiempo de la. discusión, cualquier documento
que me parezca necesario para esclarecer el debate» ( 49).
A ello, naturalmente, asiente Danvila y Nocedal comienza a
leer el documento, Que decía así:
« Y
enton<:es vino "'ª plaga de las Constituciones escritas
en el
papel, que hao durado menos que la misma materia en que
se escribían.
En España, entre
natas y non natas, hemos tenido
once Cónstituciones,
en
Francia ha
habido diecisiete, y en toda
Europa,_ desde
1789
hasta 1830,
se han hecho ciento cincuenta
y dos Constituciones. Calculad las que se habrán elaborado des de 1830
acá. Todo· esto
prueba que las Constituciones esctitas,
a pesar de la perpetuidad que se decretan, durante menos que
sus mismos autores, porque no responden a nada real, porque
en ellas no se representa la existencia del cuerpo social, que vive
(47) NOCEDAL: Op. cil., pág. 234.
(48)
NOCEDAL: Op. cit., pág. 236.
(49)
NoCEDAL: Op. cit., pág. 236.
626
Fundaci\363n Speiro
RAMON NOCEDAL, ELPARLAMENTARIO INTEGRISTA
y se agita por encima y por debajo de nuestras Constituciones
escritas
y de nuestras instituciones parlamentarias» (50 ).
No
salía bien
parada la Constitución
del misterioso docu
mento
que Nocedal leía a la Cámara. Y el documento citaba a
Burke, a Jovellanos, a Balmes ...
Continúa
el orador. leyendo cómo desde el Gobierno se obs
taculizó cuanto se pudo
la ptotesta nacional contra
el artículo 11,
cómo se censuraron los Boletines episcopales desde los que se exhortaban. al clero para que acaudillase
el rechazo católico (51),
cómo la policía se adueñó
de muchas protestas e incluso las que
mó
(52), cómo
los obi~pos protestaron
de
aquella tiránica
con
ducta ... (53 ).
El vicepresidente le vuelve a llamar al orden: «la lectura que
su
• señoría
ha hecho de
· 1as opiniones
que una oposición parla
mentaria hizo al artículo 11 en el período constituyente, no me
parece que ha justificado la ilegalidad del artículo 11 de
la Cons
titución
que es ley del reino y que su señoría
ha prometido
res
petar
y hacer respetar» (54 ).
A lo que
Nocedal responde:
«Ley será;
pero una
ley que
falta a todas las reglas externas
dé la
legalidad ... (
el señor pre
sidente
agita la campanilla)
según la
autoridad del señor Pida!
y Mon, presidente de la Cámara, que acabo de leer (grandes
risas,
rumores y comentarios que duran latgo rato)» (55).
Y Nocedal remata: «Os
recordaré que, seg,fu -él, adetnás · de
todo lo
dicho, el artículo 11 es un
crimen de lesa religión,
un
crimen de lesa monarquía, un
crimen de
lesa nación (rumores).
Todo esto, señor presidente, es del documento y consta en este
libro, señores diputados, que- tenéis a vuestra disposición» (56).
Nocedal se habla vengado de todas las maniobras de Pida!
contra
él cuando
la famosa
Uni6n Católica. ¡Y de qué manera!
(50) NoCEDAL: Op. cit., págs. 237-238.
(51)
NoCEDAL:
Op. cit., págs. 243-244.
(52)
NOCEDAL: Op. cit., pág. 244.
(53)
NOCEDAL: Op. cit., pág. 244.
(54)
NOCEDAL:
Op. cit., pág. 245.
(55)
NOCEDAL: Op. cit., pág. 245.
(56) NOCEDAL: Op. cit., págs. 245-246.
627
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGO1M
. VI. CONTRA CÁNOVAS.
Ahora será Cánovas el objeto de la diatriba del jefe del par
tido· integrista. Pero no se·trata de un enfrentamiento personal
sino de una pura cuestión doctrinal. Nos encontramos en pleno
argumento, tan querido de Nocedal, del mal menor como el ma
yor de los males.
«Yo tengo gran admiración por el entendimiento del se
ñor Cánovas
del Castillo ( ... ). He conocido algún entendimiento
más claro,
pero no he conocido muchos tan vastos como el de
su señoría. Conozco sus obras parlamentarias, y todas me
pare
cen
abominables, pero en todas se descubre a un hombre de su
perior entendimiento; conozco sus d_iscursos
filosóficos, sobre
todo
los del Ateneo, y todos me parecen detestables, peores, si es po
sible, que los políticos, pero en todos se ve que ·son obra de un
hombre de entendimiento superior; conozco sus obras históricas,
y a veces estoy conforme con sus
observaci'?nes, ·aunque nunca
con
la intención
7 el propósito, pero aun en las que a mi me pa
recen
más erradas
se ve también al
hombre de
entendimiento. Y
con todo eso, el señor
Cánovas del
Castillo, que es a mis ojos
un hombre de entendimiento poderoso, y por su poderoso en
tendimiento debiera ser y
tenía obligación . en
conciencia de
ha
ber· sido un hombre de Estado, por el fanatismo liberal que tie
ne en su alma,
"Sé ha quedado reducido a la condición de un hom
bre de partido ( el señor presidente del Consejo hace signos afir mativos).·
Murmurabais de
lo que había dicho aquí sobre el derecho y,
en_ cambio, el señor Cánovas del Castillo, con la cabeza, y con
aire de satisfacción, parecía que aprobaba lo que yo decía, no
de su entendimiento, sino de su fanatismo liberal (tisas).
¿Os reís, señores disputados que os
sentáis a
mi derecha?
¡Ah! ¡Os estoy oyendo acusar un día
y otro al señor Cánovas
del
Castillo de que no es bastante liberal, de que debe ir más
deprisa por el camino del liberalismo! Señores que os sentáis a
628
Fundaci\363n Speiro
RAMON NOCEDAL, EL PARLAMENTARIO INTEGRISTA
mi derecha: si el mundo sigue por el camino que lleva, si el li
beralismo sigue avanzando y desarrollándose, si como vosotros
habéis sucedido a los antiguos partidos moderados
y progresis
tas detrás de vosotros vienen a este recinto y triunfan los parti
dos que tras de vosotros vienen, aunque sean
el partido socialis
ta y el partido anarquista, estatuas se han de levantar
á1 señor
Cánovas del Castillo. Vosotros que derribasteis a Isabel II para
establecer aquí una nueva etapa más avanzada de las ideas
libe
rales;
vosotros que establecisteis aquí la
libertad de
cultos,
y
todas las libertades liberales; vosotros que chocasteis con to
dos los sentimientos católicos del país; vosotros que
qúisisteis
llevar
al último extremo posible la revolución
liberal,. ¿ qué
conseguisteis?
Irritar los
sentimientos del pueblo español, en
cender la guerra civil, levantar por todas partes protestas,
ha,
cer . que
la España
· de
hoy se pareciese a la España .de la guerra
de la Independencia, hacer que el pueblo
español se
levantase a
luchar contra vosoti-os, ora ron las armas en la mano, ora con
el arma de la palabra y las protestas, como había luchado contra
los ejércitos franceses que le traían vuestros errores. Vosotros
pusisteis la revolución de septiembre y con la revolución de septiembre
las ideas liberales al borde del abismo; hubo un mo
mento
en que pareció que se habían hundido todos los princi
pios de la revolución para no volver, a levantarse, en los antros
de donde salieron; y vino la mano del señor Cánovas del Casti
llo y enfrenó aquella revolución, y se puso en el terreno de lo posible, y derramó polvos de oro para cegar los ojos de los
pue
blos católicos, y con la tolerancia y con las medias tintas hizo
lo que vosotros no pudisteis hacer; y a estas horas están triun
fantes en España todos los errores de la revolución de septiem
bre, que vosotros habíais desacreditado
y hundido, por obra , y
gracia del señor Cánovas del Castillo» ( 57).
Cánovas salvó, según Nocedal, la Revolución porque, «cuan
do vino el señor Cánovas del Castillo, la revolución se había he-
(57) NOCEDAL: Op. cit., págs. 246-248.
629
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO JOSE FERNANDEZ. DE LA CIGORA
cho odiosa a todo el pueblo español» (58). El consiguió hacerla
duradera, firme y hasta aceptable.
¿ Cuál era la historia. de Cánovas? Cuando España reconoció
el Reino usurpador y excomulgado de Italia, Cánovas formaba
parte del Gobierno (59); cuando desde toda España se reclama
ba la
ttnidad católica, Cánovas
la negó (60). Y su responsabili
dad eo la supresión de los fueros vascos es absoluta. Nuevamen
te vuelve a ser profético Nocedal y la saogre que hoy ahoga a
España se la echa · al rostro a Cánovas del Castillo eri 1891.
«Despojados de los
fuer~s a
cuyo amparo vivieron, prospera
. ron
y fueron sus hijos modelos de católicos y ciudadanos, comien
zan a germinar y amenazan exteoderse y progresar
los vicios
y
los
crfmeoes que
asuelao a España entera. ¡Dios no
lo permita!
Pero al
advertit con
espanto tales síntomas es imposible no acor
darse del
que artebató
a aquellas provincias los fueros, que eran
firme garantía de su bienestar material, de su
fe y de sus cristia
nas costumbres; es imposible no pensar eo que el señor Cánovas
del Castillo fue el que
arteb~tó contra
toda razón y toda justicia
sus fueros a las Provincias Vascongadas, y el que no quiso
dar
la
unidad
católica, contra toda razón y toda justicia y toda con
veniencia y con pérdida de taotas almas, al resto de España; y
se hiela
el
corazón. pensando
en que es tremenda y pavorosa la
responsabilidad del señor Cánovas del Castillo a los ojos
oe
Dios
y de los hombres» (61).
· Cuando
Nocedal se dirigía al Parlamento era imposible peo
sar que aquellas
provincias españolísimas
del norte, las más ca
tólicas
y las más apegadas a las viejas tradiciones de nuestra pa
tria, que habían sostenido
heroicamente el carlismo en dos gue
rras espantoSas y' fueron vivero dé ·innumerables vocaciones S8w
cerdotales ·y religiosas, acabarían eo la triste realidad de hoy.
Pero el diputado integrista
a11guraba . grandes
males dado el ca
mino que tozudamente se
seguía. eo
contra de las lealtades y los
(58) NOCEDAL: Op. cit., pág. 249.
(59) NOCBDAL:
Op. cit., pág. 251.
(60) NocBDAL: Op. cit., pág. 250.
(61) NocBDAL: Op. cit., pág. 253.
630
Fundaci\363n Speiro
RAMON NOCEDAL, EL PARLAMENTARIO INTEGRISTA
quereres de los vascos.· Alejado su rey por dos veces de un trono
que casi parecía tocar con la mano gracias al valor y al sacrifi
cio de los vascos, privados de sus fueros, vejada la religión de
sus mayores por los gobiernos liberales pasaron de ver al Go
bierno central como a un enemigo,. lo que era cierto; a consi
derar a España corno el opresor del que había . que separarse si
se quería mantener el «Dios y leyes viejas». En esta
gravísima
equivocación
de no pocos vascos tuvo no
poca influencia la· con
ducta
política de Antonio Cánovas del Castillo. Nocedal fue una
de las pocas personas clarividentes del momento que tuvo que
darse cuenta de ello.
VII. CATÓUCOS EN LA VIDA PÚBLICA;
Otro de los temas favoritos de Ramón Nocedal y el motor
constante de su actividad política. La actuación en la vida
púhlí
ca de los católicos. Fuente de innumerables sinsabores para nues
tro hombre que chocaría con muchos. obispos y muchísimos ca
0
tólícos en su interpretación de la· tesis. En el discurso queda ex
puesta su doctr.ina con toda precisión.
« Yo, señores, no tengo autoridad para juzgar del catolicis
mo de nadie. Podía deciros que una autoridad que antes cité,
oblígado por el señor vicepresidente que ahora ocupa el sillón
presidencial, dijo aquí mismo en otra ocasión que los liheral
conservadores etais católicos, pero que vuestro. catolicismo ·esta
ba muy mezclado de racionalísmo; prefiero creer y decir que en
vuestro interior sois católícos. Sólo que de eso no se trataaquí.
Porque, ¿de qué sirve a .España que vosotros os llaméis católícos si no lo son vuestras leyes? ¿ Qué gana España con que vosotros
cumpláis todas las obligaciones de buenos cristianos, si no son
buenas vuestras leyes ni
la manera de cumplirlas? ¿Qué im
porta a España que os llaméis católicos, seáis hasta
dev~tos, cui
déis (y haréis muy bien) de consagrar a vuestros hijos al Corazón
de Jesús, si al mismo tiempo hacéis que en vuestras universida
des e institutos arranquen la fe y envenenen las almas a los hi-
631
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGO/U
jos de los demás españoles y que innumerables órgauos de la im
piedad esparzau por toda España
la impiedad, la herejía y la
blasfemia?» (62). Nocedal señala con meridiaua claridad el abismo que
sepa
ra
la posición tradicional de todos esos sucedáneos malminoris
tas que no son otra cosa que revolución al ralentí. Los católicos
pueden y deben llevar su concepción de la sociedad al gobierno del Estado. Que es algo muy distinto que convertir al Decálogo
en Constitución. La prudencia política
ha de marcar, una vez
más,
el norte de lo posible. Pero la virtud de la prudencia es
demasiado
excelsa y
noble para que pueda ser confundida con
la cobardía, la pusilanimidad o
la rraición.
¡Cuántas veces se
ha
querido cubrir con ropaje de prudencia lo que ·no era más que
una vergonzosa
cesión del campo al enemigo!
Nocedal pudo equivocarse en apreciaciones de hecho. Tal vez
juzgara posible y hacedero lo que en aquellos años, tras
el des
graciado siglo
XIX, ya no lo fuera. Pero hay mucha más dignidad
en su tesis católica, y mucha más coherencia, que en· esas otras
posiciones «inspiradas en un _humanismo cristiano», que son aca
bado ejemplo de inoperaucia del catolicismo en la vida social.
VIII. LA CUESTIÓN SOCIAL.
No es este discurso un tratado de temas sociales pero no
pierde
Nocedal la ocasión para ocuparse, siquiera en esbozo, de
tau importaute asunto.
«Ya ha pasado
el
l.º de mayo, único día del año en que las
gentes acaudaladas y los gobiernos apremiados por el miedo,
sue
len
pensar formalmente en el conflicto social» (risas) (63). Y
así era. Las masas proletarias, que fueron incrementándose muy
considerablemente a lo largo del siglo, no interesabau a los
go
biernos
liberales de origen burgués
y aristocrático. Nocedal dis-
(62) NOCEDAL: Op. cit., págs. 253-254.
(63) NOCEDAL: Op. cit., pág. 254.
632
Fundaci\363n Speiro
RAMON NOCEDAL, EL PARLAMENTARIO INTEGRISTA
tingue entre las masas manipuladas y sus agitadores y señala la
:6liaci6n liberal
del socialismo.
«Hay dos
cosas completa y perfectamente distintas: una las
necesidades evidentes de los obreros¡ otra las
doctrinas socialis
tas
que se inculcan a esos obreros.
Y digo
que las necesidades de
los obreros no se remedian a cañonazos, sino dándoles
pan para
el cuerpo y luz pata el alma .. Digo que el socialismo tampoco
se remedia con esperar a que
'los maestros
del error y los pobres
engañados se echen a la calle para fusilarlos, sino acudiendo a tiempo para impedir que los maestros engañen· y que sean enga
ñados los pobres trabajadores.
Y añado que ni este gobierno
ni ningún gobierno liberal puede poner ningún género de reme
dio a este mal. Primeramente porque los principios que el socia
lismo proclaman se los
habéis enseñado
vosotros; en segundo
lugar porque la libertad que reclama el socialismo para perver
tir a los ·obreros está establecida, autorizada y garantizada por
vosotros; y,
en. fin,
porque además de dar al socialismo los prin
cipios que
él aplica y de que él saca las útimas consecuencias, y
además de
darle la libertad cada día más amplia y extensa con
que él va multiplicando
sus prosélitos,
el
socialismo no
hace más
que seguir el ejemplo que le dieron y los caminos que le enseña ron los partidos liberales. Vosotros destruisteis los poderes anti
guos y
destrui¡teis la
antigua propiedad; y
i;on el mismo derecho
y por los mismos procedimientos quieren ahora los sociali_stas ha
cer lo mismo y arrebataros el poder
y acabat. con vuestra pro-.
piedad»
( 64 ).
La conclusión
es la síntesis de los principios de Nocedal. Evi
dentemente no se trata de un programa de gobierno sino de una.
declatación tradicionalista. Que hay en ella algo de paternalis mo, es indudable.
y también que un puro y simple retorno al an
tiguo régimen sería impensable en 1891. Pero en sus denuncias
hay afirmaciones irrefutables
y· peligros
advertidos que pronto se
hicieron cruel
réalidad. El
montaje canovista, a muy pocos años
de su instauración, se agotaba a toda velocidad.
-,
(64) NOCEDAL: Op. cit., págs. 254-255.
633
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO ]OSE. FERNANDEZ DE LA CIGOE «Los partidos liberales se han empeñado en restaurar el mun
do con organismos políticos; los socialistas quieren
restaurar la
sociedad con organismos sociales; y yo os digo que los organis
mos sociales y los organismos políticos serán inútiles mientras
no se llenen de luz y de caridad las almas que han de manejarlos.
No ningún católico intransigente, un protestante, el emperador
de Alemania lo ha dicho:
fa solución del problema social está
en la iglesia y en la escuela.
Peto no os equivoquéis pensando que el problema social se
reduce a esos millares de trabajadores que se han reunido el
l.º de mayo~ En España, por lo menos; esa es la menor parte del
mal; Fuera de
la; fábricas
y los talleres, en los pueblos y
los cani
pos,
sin quejarse ni gritar, hay, no millares, sino millones de es
pañoles en condiciones harto más tristes que los obreros de
las
huelgas.
Aterran los datos publicados por un
periódico oficial.
En
estos dieciséis afio.s últimos, esto es, en los años de la restaura
ción, es decir, bajo el poder del señor Cánovas y del señor Sa
gasta, se han
vet1dido para
pago de contribuciones
más de dos
millones
de fincas. y han emigrado a Africa
y a
América doscien
tos mil españoles.
¡ Ah señores diputados! Cuando a vuestras solas examinéis
vuestras .conciencias, _debéis sentir terribles remordimientos. Re
cibisteis una herencia mermada ya, no lo niego,, pero todavta
espléndida,
de bienes materiales y morales,
y la habéis dilapida
do;
os encontrasteis con un poder querido· y respetado;
y le
destruisteis; os encontrasteis con un organismo eco~6mico que
durante siglos había impedido el conflicto social, y le destruisteis
sin sustituirle con nada'; os encohtrasteis con una porciórt de ma
ravillosas instituciones que servían de amparo al pueblo y, sin
darle otras en cambio, las destruisteis; os enContrasteis con una
hacienda más o menos rica, y ruío tras año y día tras día habéis
malbaratado
esa hacienda,
habéis vendido
cuanto
el Estado tenía
y cuanto pudo robar a las corporaciones y comunidades; habéis
contraído
una deuda enorme que pesará sobre los nietos de vues
tros niet9s; habéis puesto al Estado en trance de inevitable ban
carrota,
y habéis empobrecido, habéis arruinado al pueblo es-
634
Fundaci\363n Speiro
RAMON NOCEDAL, EL PARLAMENTARIO INTEGRISTA
pañol, que ya no puede con la tremenda carga. Aun en el orden
~tístico, os encontrasteis con portentoSos monument6s y los de
jasteis ·arruinar o los
destruisteis. Os encontrasteis, en ~n, con
un pueblo lleno de fe, unido y vigoroso, y comenzasteis a qui
tarle le
fe, a dividirle, a corromperle y enervarle. ¡Horrible cosa
es el liberalismo! ¿Qué
bienes nos
habéis tráído, qué males nos
habéis ahorrado, morales o materiales, en cambio y compensa
ci6n de tamaños estragos? ¡Espantosa herencia y horrenda me
moria
dejáis a
las generaciones venideras!
Si yo hubiera de redactar la contestación al Mensaje de la
Corona, si yo tuviera que dirigirme o bien a un rey o bien a un
presidente de república, en fin, a un soberano· en nombre del
parlamento en ocasión como ésta, me limitaría a enumerar
el
catálogo de todas . vuestras obras por espacio de medio siglo, y
escribir debajo: -Majestad, excelencia, o el titulo que tuviese,
esta es la obra de los partidos liberales; aquí
tenéis lo
que en
cincuenta años de liberalismo se ha hecho; acabar con todas las
fuerzas morales y con todas las fuerzas materiales del país, qui
tar al pueblo la
fe, quitarle el pan y quirarle toda esperanza de
próxima· redención. Majestad, exoelencia,
O lo que fuese: si que
réis salvar a España y queréis salvaros, ·no os entreguéis a esos
partidos que son como pies de gigante, que a pasos colosales van
llevando al último abismo de la revoluci6n a
la patria y a toda
soberanía y autoridad. No hay más que un remedio para quien
quiera ser soberano con firmes raíces en la nación y una espe
ranza de salvación para España;
y es acudir con toda urgencia,
aun antes de pensar en defenderse del socialismo y la anarquía
que son males que están por venir, a raer del suelo de la patria
a los partidos liberales (grandes
y prolongados tumores)» (65).
Se comprenden los rumores. La andanada a canovistas y sa
gastinos
iba dirigida a la misma santabárbara del navío del
sis,
tema. Y al menos en aquel sistema aún existían oposiciones que
hacían discursos como éste. Y no era la integrista la única. Exis
ten memorables discursos republicanos. Y de liberales frente a
conservadores y de éstos cuando eran la oposición a los liberales.
(65) NOCEDAL: Op, cit., págs. 257-260.
635
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGOlvA
Con esto concluye el discurso de.Nocedal. En el turno de rec
tificaciones hay más ingenio que
afirmación de
principios. Sán
chez de Toca
y Arrazola, dos católicos mestizos, quedaron parti
cularmente heridos. No reilejo los brillantes diálogos porque son
mucho
más anécdota
que categoría. Con lo expuesto queda a
mi
entender suficientemente reilejado el pensamiento contrarrevolu
cionario de Nocedal
y el partido integrista tal y como se mani
festaba en las Cortes de la Restauración.
636
Fundaci\363n Speiro
ESPAAOL: RAMON
NOCEDAL, EL·PARLAMENTARIO
IN'IBGRISTA (*)
POR
FRANcIScó JosE fERNÁNDE:Z_'DE LA CIGOÑA.
Sumario: I. NocEDAL EN EL PARLAMENT0.-11. Los PARTIDOS POLÍTICOS.-
111. Los FUEaos.-IV. LA M_ONARQUÍA DE NoCEDAL.-V . .Am1LIBERA
LISMO.~VI. CONTRA CÁNOVAS.__:,VII. CATóllcos EN LA VIDA.PÚBLICA.
VIII. LA CUESTIÓN SOCIAL.
l. NOCEDAL EN EL .PARLAMENTO.
No hace mucho tiempo nos ocupamos del importantísimo pa
pel de Nocedal en
el frustrado intento de unión de · los. católi
cos
( 1 ). No se agota con ello,
ni muchísimo menos, la capital ac-
(*) Dentro de esta serie sobre el pensamiento contrartevolucionario
espafiol, han aparecido en Verbo los siguientes trabajos del mismo· autor:
«Fray Atilano Dehaxo Solórzano», en Verbo, núm. 117-118.
«José Cadalso», en Verbo, núm. 121-122.
«Pedro de Quevedo y Quintana, Obispt> de Orense», en Verbo, .núme-
ro 131-132.
«El manifiesto de los Persas», en Verbo, núm. 141~142. ·
«El beato Ezequiel Moreno, ObisPQ de_ Pasto», en Verbo, núm. 151-152.
«Benito María Sotelo_ de Noboa, marqués de Villaverde _ de Limi.a», en
Verbo, núm. 165-166.
«La Instrucción pastoral de los obispos refugiados en Mallorca» (t.•
parte), en Verbo, núm. 181182.
«La Instrucción pastoral de los obispos refugiados en Mallorca» (2.ª
parte), en
Verbo, núm. 183-184.
«La Unión
Católica» en
Verbo, núm. 193-194.
«Alfredo Brañas y el regionalismo», en= Verbo, n'Úm. 215~216.
(1) FERNÁNDEZ nÉ LA C1GOÑA, Francisco JOSé: «La Unión· Católica»~ . . en Verbo, núm. 193-194, p,igs. 395442.
603
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIG01M
tuación del jefe del integrismo como representante del pensa
miento contrarrevolucionario español.
Hay dos referencias inevi
tables, por su trascendencia, en
la biografía del que fue, en pa
labras del obispo de Tortosa, «insigne confesor de Cristo, orna mento de la patria
y benemérito de la religión» (2) y en las de
su correligionario
y amigo, y más tarde académico de la Espa
ñola, Agustín
González de Amezúa, «Procurador a Cortes por
la Iglesia» (3 ). Son la «Manifestación hecha en Burgos por la
prensa tradicionalista» ( 4 ), que supuso la ruptura del integrismo
con el carlismo
y la sonada polémica del mal menor que, Dios
mediante, serán traídas algún día a estas páginas con el análisis
que se merecen.
y a su amparo, o tal vez de modo individuali
zado, surgirán
otras aportaciones del integrismo al pensamiento
tradicional.
·
Ahora
nos ocuparemos
de uno de los más resonantes discur
sos oídos en el Parlamento español. Pieza oratoria antológica
y
que, como tantas otras muestra·s de la ideología contrarrevolucio
naria, ha caído en un silencio absolutamente inmerecido.
González de Amezúa nos narra una anécdota referente al ci
tado discurso en eL que
. Cánovas
fue durísimamente atacado,
como hemos de ver, que dice mucho de la altura a
la que brilló
Nocedal y no poco de la generosidad de Antonio Cánovas del
Castillo con su contradictor, al menos en ese momento.
«Preguntaron a Cánovas su juicio sobre el primer discurso
del señor Nocedal, apenas concluido,
y respondió:
-Dentro de diez años será el primer orador del Parlamento.
Rectificó (Nocedal)
dos días después contestando felicísima
mente a
los señores Silvela, Arrazola
y Sánchez de Toca, y como
la misma persona le requiriera también para que diese su juicio,
preguntándole:
-Y hoy, ¿ qué le ha parecido a usted, don Antonio?
(2) NocEDAL, Ramón: Obras, I, Madrid, 1907, pág. v.
(3)
NoCEllAL: Op. cit., I, pág. xm.
(4) FERRER, Melchor: Historia del Tr-4dicionalismo Español, tomo
XXVIII, Il, Sevilla, 1959, págs. 62-90.
604
Fundaci\363n Speiro
RAMON NOCEDAL, EL PARLAMENTARIO INTEGRISTA
-Que ya han pasado los diez años- replicó Cánovas» (5 ).
Nos hallamos en la sesión del 2 de mayo de 1891. Se
debate
el
mensaje de la Corona. Nocedal está
,olo «con
un queridísimo
compañero que se declara
y confiesa tan peregrino en estas lides
como yo» ( 6 ), Se trata de Liborio
Ramery,, diputado
por Zuma
ya. Nocedal lo era por Azpeitia. Mientras que la minoría carlis ta la integraban cuatro diputados. Y comienza el larguísimo dis
curso que mantuvo tres días pendientes de su palabra la
aten
ción
de los diputados, sin el menor síntoma de cansancio y, cier
tamente, sin que en ningún momento cupiera el aburrimiento.
No era cómoda la posición de Nocedal. La minoría republi
cana
y anticatólica estaba en los antípodas de su _pensamiento.
La minoría carlista no podía dejar de ver en él al que
hacia pocos
años
había abandonado
el partido, acusando a Carlos VII de pe
ligrosísimas desviaciones. Y las últimas
elecciones, que
le lleva
ron al Parlamento después de veinte años de ausencia, fueron una
lucha sin cuartel entre carlistas e «íntegros» (7). Tampoco po
día encontrar
la menor
simpatía en las filas de
la oposición fu.
sionista. Y en la mayoría
libera1'conservadora tod.avía menos.
Ese
partido· era el blanco favorito de sus ataques
y· su dere
cha, que ideológicamente
podía estar más próxima a él, como la
minoría carlista, eran los hombres de Pida!, los «mestizos», los
irreconciliables enemigos
desde los
días de
la Unión Católica (8).
Ante esa hostilidad de la Cámara, Nocedal no busca alivios.
Y desde el primer momento declara su beligerancia: «Vengo obli
gado en conciencia, por mi propia convicción y por la convicción
de los electores que aquí me envían, a defender lo que todos
aborrecéis, a maldecir lo que todos adoráis» (9). Los «rumo
res» (10) que siguieron a esas palabras quizá sean poco repre-
(5) NOCEDAL: Op. cit., pág. XVI.
(6) NOCEDAL: Op. cit., pág. 187; BENAVIDES, Domingo: Democracia y
cristianismo en la España de la Restauración, Madrid, 1978, pág. 156.
(7) BENAVIDES: Op. cit., pág. 155.
(8)
FERNÁNDEZ DE
LA CIGOÑA:
Op. cit., págs. 395-442.
(9) NocBDAL: Op. cit., pág. 188.
(10) NOCEDAL:
Op. cit., pág. 188.
605
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIG01M
sentativos del ambiente que se re~piraba en el salón de Sesiones.
La bistótia de Nocedal había
creado una
expectación inusitada.
«Los escaños están llenos de diputados y las
tribunas atestadas
de
público. Al levantarse el señor Nocedal hay movimiento y
murmullos de gran· curiosidad,· a que sigue profundo e imponen
te silencio» ( 11 ). El «clímax» estaba creado. Pero aún había
algo más. La Cámara de Diputados estaba presidida nada me nos que por Alejandro Pida!
y Mon. El enemigo por antonoma-
' sía.
A
él le toc6 pronunciar las palabras rituales: «El señor No
cedal tiene la palabra». Las siguientes palabras
del. orador
no fueron más conciliato
rias: «Para
rttantener viva
la atención en las Asambleas de esta
índole es necesario hablar
de los asuntos que interesan al audito
rio; y vosotros, aunque por cortesía me oigáis ahora con atenci6n,
en el fondo de vnestras almas estaréis deseando que acabe y me
siente, y hablen los oradores encargados de explicar
oficialmen
te
la crisis, para ver sf
lográis averiguar
qué rumbo toma esta por
ción escogida que se sienta a mi derecha, para rastrear por qué
se fue el señor Sagasta, para barruntar cuándo acabará de irse el
señor Cánovas (risas). Yo, señores· diputados, no he de tratar
esas cuestiones
que no
me importan un bledo. Es más: creo,
y
como ve-!)go ele fuera. tengo noticias frescas, creo que esas cues
tiones que a mí llo me impar.tan,. tampo.co importan fuera de
aquí» (12).
El tinglado que Cánovas había montado se
· denunciaba
con
toda precisión. Y lo
remachal,a: «Tengo
para mí que el pueblo
español, desengañado
y rendido, se l¡a enterado ya de que lo
mismo le da padecer
y morir bajo el poder de los unos que a
manos de los
otros» ( 13 ).
¡Cuántas
veces, antes y después de 1891, ha ocurrido lo mis
mo! Y Nocedal continuaba buscando los terrenos más difíciles.
No cabía duda que la
mayoría de
los asistentes esperaba el due
lo a muerte
Noceclal-Pidal. Gran
orador el segundo, polemista
(11) NOCEDAL: Op. cit., pág. 187.
(12) NOCEDAL: Op. cit., págs, 188-189.
(13) NOCEDAL: Op. cit., pág.189.
606
Fundaci\363n Speiro
RAMON NOCEDAL, EL PARLAMENTARIO INTEGRISTA
aceradísimo el primero y. con fama también de brillante voz aun
que desconocida en el Parlamento. El espectáculo prometía re
memorar
el circo romano. La muerte de cualquiera de los conten
dientes
sería un
motivo
.de alegría.
La de Nocedal
para todos
ex
cepto
Rarnery. La de Pidal para muchos aunque tenía más ami
gos en los escaños. Pero republicanos, fusionistas, carlistas y la
izquierda liberal-conservadora vería con gran satisfacción al Pre
sidente del Congreso derrotado por el nuevo
parlamentario. Y
si
ambos caían en la contienda, mejor que mejor. Sin embargo, Nocedal. pareda dispuesto no a enajenarse las
voluntades, que bien sabía estaban ya previamente enajenadas, sino a vaciar el Congreso asegurando a
lo~ diputados
que no iban
a tener
ningún motivo de entretenimiento. «Si habéis caído en
la tentación de
creer a
los periódicos que me atribuyen el mal
gusto de háber venido a reñir con persona determinada sobre
cuestiones que ya están bien aclaradas, y eso es lo que os tiene
sentados en esos bancos, ya os podéis marchar. Por lo que a mí
me toca, no pienso provocar ninguno de esos escádalos. que ya
se conocen con el nombre de escenas parlamentarias» (14).
Escenas las iba a haber.
Pero de
entrada Nocedal no hacia
concesiones al auditorio.
« Unicamenre me propongo combatir con todos los partidos
en
general, porque
entiendo que son la plaga
y el
azote con que
Dios
está castigando
a mi
patria (rumores); muy
espe.cialmente
contra el partido liberal-conservador, que estimo por
el peor y
más dañoso, y sobre todo contra
el gobierno ,que ocupa hoy el
banco azul, a quien tengo por
el más perjudicial de todos los
posibles,
porque es
liberal-conservador, y porque tiene todos los
medios que da
el poder para oprimir y esquilmar a España»
(nuevos rumores)» (15).
Y ya su proclamació11 de
fe: «Soy católico, soy español, y no
soy ninguna otra
cosa, En
las cuestiones religiosas y político
religiosas, quiero la
unión de
los
católicos .para
defender. a la
(14) NOCEDAL: Op. cit., p,íg, 190.
(15) NOCEDAL: Op. cit., p,íg, 190,
607
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGONA
Iglesia contra. los errores modernos, bajo la dirección exclusiva
del
Papá y
de los Obispos. En lo puramente político, deseo y
anhelo
la · unión de los españoles para defender los principios tra
dicionales y salvadores de España
contra todos
los
partidos. Los
que
sostengan estas doctrinas, me
tendrán a
su lado, vengan de
donde
vinieren y
sean
los que
fueren; los que en contra de. es
tas doctrinas se levanten, cuéntenme por adversario. Como yo,
piensa y siente la inmensa mayoría de los españoles; pero propia
mente, y por eso no soy órgano de ningún parrido,
aspiro a
ser
eco fiel, en
la medida de mis fuerzas, de las creencias: de los
intereses, de las necesidades, de las quejas del
pobre pueblo
es
palíol, tan oprimido y. vejado» (16).
Fe-católica
con profundas resonancias del
Syllabus y, por
tanto, aguerridamente· antiliberal
-y
denuncia de los partidos po
líticos como órganos de representación revolucionarios y opues tos a los intereses del pueblo espalíol.
Programa a -primera vista
muy
simple pero con un denso contenido.
11. Los PARTIDOS POÚTICOS;
· Entra después Nocedal en un análisis del partido conserva
.
dor e introduce unas puntas de humor sumamente efectivas y que muchos
creerían imposibles
en persona _ de
tan serios prin
cipios. «Esto
se va. Y lo
primero que
se va es el
partido conserva
dor
(risas).
¿ Veis como ya vais conviniendo conmigo los que os
sentáis en el banco
de la
oposición? Se
vi; pero a toda prisa.
Aparte de
las causas de disolución que están patentes a los ojos
de todos, es evidente que ese partido está prendido con alfileres a la autoridad de su jefe, don Antonio Cánovas del Castillo. Y
· yo deseo
al selíor Cánovas del Castillo largos y dichosos
alí_os so
bre
la tierra, aunque
no sobre el banco azul (risas}; pero el se
líor Cánovas no es inmortal,
y el día que por cansancio, por en-
(16) NOCEDAL: Op. cit., págs. 190-191.
608
Fundaci\363n Speiro
RAMON NOCEDAL, EL PARLAMENTARIO INTEGRISTA
fermed¡¡d o por cualquiera otro motivo falte de ahí el señor Cá
novas,
¿ qué será del partido liberal-conservador?
Y a sé yo que en el partido liberal-conservador hay hombres
del ingenio del señor Silvela; ya
sé. que
en el partido liberal-con
servador hay hombres de la elocuencia del señor
Pidal y Mon; ya
sé
que la elocuencia arrebatada
y fogosa del señor Pida! está hoy
perfectamente
unida a la frialdad reposada y tranquila del señor
Silvela por el lazo común del señor
Sánchez Toca,
subsecretario
del ministerio de la Gobernaci6n (17); pero, señores diputados,
¿ creéis que el señor Sánchez Toca tiene la virtud de un sacra
mento,
y que puede hacer indisoluble el vínculo que
une hoy
a
los señores Pida! y Silvela?» (18).
Nocedal fue profético. En diciembre de 1892 llegaba de
nuevo Sagas ta al poder. Sil vela rompe con Cánovas al que re procha su preferencia por los pillos (19), se declara abierto ad
versario del mismo y encabeza una minoría disidente de los
con
serv¡¡dores.
He
aquí otro mal endémico de nuestros partidos
po
líticos
siempre al
borde de la· quiebra
por personalismos
de sus
dirigentes. El asesinato de
Cánovas agudizaría
la crisis del parti
do ya que si bien Silvela se reintegra al mismo y asume su lide
razgo se produce entonces
la escisión del duque de Tetuán con
los «Caballeros del Santo Sepulcro», celosos canovistas que no aceptaron que se encargara del mando de las huestes conserva
doras quien públicamente había disentido del venerado fundador.
Y ni que decir tiene que su sempiterno enemigo Romero Roble do a quien Cánovas siempre prefirió a pesar de sus frescuras elec
torales frente
a la
honradez de Silvela, o tal vez por eso, será el
que abandone ahora
el partido.
(17) Sánchez de Toca era hombre muy afecto a Pidal y Silvda, el
Ministro de la Gobernación.
(18) NocEDAL: Op. cit., pág. 1.93.
(19) ,Vid., sobre la escisión de Silvela: F'BRNÁNDEZ ALMAGRO, Melchor:
Historia política de la España contemporánea, J, Madrid, 1968, págs. 340-
341; II, págs, 19-20, 159-163, 176-180, 185, 270, 371-373; Am,Rts-(;ALLE
GO, José: La poUtíca religiosa en España: 1889-1913, _Madrid, 1975, pági
nas 59, 61, 75--80; TAPIA, Enrique de: Francisco Silvela, gobernante auste
ro, Madrid, 1968, págs. 147-149, 159-164, 216 y 218.
609
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGORA
El poco carácter de .Silvela excepto en lo que rozara alos va
lores
éticos que siempre defendió, no contribuyó tampoco a for
talecer el partido que, pese al indudable carácter de Antonio
Maura llegó a una gravísima crisis cuando Alfonso XIII le re tira la confianza en 1909 con una actuación regia muy discutible
y que creó quiebras irreparables entre el autoritario político ba
lear y el monarca. Nocedal
denuncia después
un mal secular de cierta derecha
española que es la búsqueda de consensos con los adversarios
políticos .. situados a su izquier_da. Cons.ensos· que nunca han _ser
vido para apuntalar a esa derecha, ya que ciertos alivios pasajeros
son luego pagados con creces
y terminan · siempre costando el
poder'. Pues no contentan a la oposici6n_ que, crecida, vende
cada-vez más caro·s sus favores, ni a sus partidarios. ya que, ena
jenada la confianza, tertninan abandonando el partido en la in
diferencia ·o buscando posiciones más claras
a su derecha.
«¿He dicho que los conservadores se van? Equivoqué
el tiem
po
dél verbó> ¡Si
se han ido'
ya!. (risas).
¿No hemos oído a
los
fusionistas
cantar
su· triunfo,
sin que los conservadores lo pu
dietan impedir ni· contradecir?
¿No es evidente que en el
banco
azul se sientan los hombres conservadores, pero practicando las
ideas fusionistas, cumpliendo sus leyes
y pidiéndoles por compa
. sión
que les
ayuden a
sostener las leyes y los principios fusio
nistas?
» (2-0).
Han sido tantas las
veces en
que se
ha repetido esta
situa:·
ción
que
podemos
ahorramos el citar
ejemplos que llegan
hastá
nuestros días;
No salen los fusionistas mejor·parados' de la'diatriba de No
cedal.
Y también los acontecimientos le dieron la razón. Sagas
ta apenas pudo sujetar en sus últimos años un partido que se le
iba de las manós y las diferencias entre sus numerosos delfines:
Montero
Ríos, Romanones,
Canalejas ... dejaron al partido mal
trecho y desacreditado en ventaja de fuerzas más radicales. Que terminarían imponiéndose
· y
derribando
el invento ca:
(20) NOCEDAL: Op. cit., págs. 194-195.
610
Fundaci\363n Speiro
RAMON NOCEDAL, EL PARLAMENTARIO INTEGRISTA
novista y la monatquía el 14 de abril de 1931. Las «memorias»
del general Mola son un impresionante relato de la incapacidad
de los
partidos turnantes y de sus dirigentes para enfrentarse a
una situación grave. Ya nadie creía en ellos. Ni ellos mismos
(21).
· «Pero aunque todo eso se vaya importa poco; queda el gran
principio, queda
la salvación del mundo en estos tiempos, queda
el parlamentarismo, queda el juego de los partidos»
(22). ¿No
se oyen hoy
las. mismas
palabras?
¿El ¡sálvese
la democracia y
que se hunda el mundo!, no responde a los mismos plantea
mientos?
Y ahora la denuncia de otro mal endémico de nuestro par,
lamentarismo:
la trampa electoral ante la indiferencia del pueblo.
«Señores diputados, os confieso que durante la discusión de
actas, cuando
veía a los severos Catones de la izquierda levan
tarse a impugnar los estropicios
_electorales qr¡e se
han hecho en
las últimas
e!ecciones, empañando
el pudor jurídico del señor
ministro de la Gobernación, me decía:
~¿Es posible
que haya
quien crea que el sistema parlamentario está agonizando? Estos
hombres le volverán su vigor y le
darán el
esplendor que le han
quitado los liberales-conservadores. Pero mi
ilusión se
desvane
ció al oir en
los bancos
de enfrente al señor Sánchez Toca re
cordamos lo que pasaba en las elecciones que
dirigió el
partido
fusionista
y en las que dirigieron los mismos republicanos en la
revo1ución de septiembre. Y yo oía al señor Azcárate impugnando
las actas
y hablando contra las elecciones hechas por el partido
conservador,
le -oía demostrar con pruebas irrecusables que no
sirven
los partídos monárquicos, que los destrozos y estropicios
cometidos en las elecciones
hacen patente·
que no pueden gober
nar y están de más; pero oía las pruebas no menos. evidentes del señor Sánchez Toca contra las elecciones
hechas por
los par
tidos republicanos;
y deducía que los que están de más, los que
no sirven, los que deben suprimirse, no son únicamente .los par~
(21) MOLA, Emilio: Memorias" de mi paso por la Direcci6n General. de
Seguridad, -3 vals., Madrid, 1933.
(22) NOCEDAL! Op. cit., pág. 195.
611
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FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGORA
ricios monárquicos, son todos los partidos liberales, monárquicos
o republicanos» (23). Los ecos antiparridistas de Nocedal van in crescendo.
Y lo
peor, o lo cierto, es que su alegato no está basado en teorías más
o menos elaboradas sino en la propia confesi6n de parte. Porque «después de lo que hemos estado oyendo aquí por espacio de
dos meses; después
.de habernos enterado de que todas, absoluta
mente todas las elecciones que se han hecho en España han sido,
en proporci6n creciente y siempre peores, amañadas y falsas; des
pués de habemos enterado de que con sufragio universal sucede
lo mismo que sucedía con sufragio restringido; después de ha-
-hemos
enterado de que esta última ley, dónde parece que habéis
querido atar todos los cabos, ha dado peores resultados que to
das las anteriores; después de habernos enterado de que no ha
habido ni una sola vez un Congreso que no se haya forjado por
las artes y artimañas que vosotros habéis explicado y sabéis me
jor que yo; después de todo esto, ¿qué
se puede decir de las
leyes aquí hechas? (rumores).
Y me preguntaba, y aquí vuelvo
a
bajar la voz, para no herir vuestros oídos: ¿no teméis que se
pueda decir que el sistema parlamentario no está basado en fic
. dones, como suelen decir los autores que de
él hablan, sino que
es una farsa? (fuertes rumores)»
(24).
Estamos en el punto neurálgico de la crítica de la partitocra;
da. Y casi doscientos años de. práctica del sistema nada han' me
jorado. Desde una de las primeras críticas
ál mismo, la realizada
en
plenas Cortes de Cádiz
por el marqués de Villaverde de Li
mia (25), al excelente libro de Gonzalo
Femández de-la
Mora,
de reciente publicaci6n (26), no
han hecho más que acumularse
trampas
y falsificaciones. ¿C6mo extrañarse de que el pueblo
(23) NOCEDAL: Op. cit., págs. 195-196 ..
(24)
NOCEDAL:
Op. cit., págs. 196-197.
(25) SoTELO DE No•oA y
NIÑO, Benito María: ¿Qu€ es la Constitu
ción?, Madrid, 1814; FERNÁNDEZ DE LA Ü:GOÑA, Francisco José: «Benito
María Sotelo de Noboa, marqués de Villaverde de Limia», en Verbo, nú
mero 165-166, págs. 713-755.
(26) FERNÁNDEZ DE LA MoRA, Gonzalo: La partitoi:racia, Madrid, 1977.
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RAMON NOCEDAL, EL PARLAMENTARIO INTEGRISTA
termine dándose . cuenta de la farsa y opte por quedarse tran
quilamente en su casa?
Porque eso ya pasaba en 1891. Pues «aun contando los vo
tos acumulados por los gobernadores en los ,distritos rurales don
de el señor Azcárate nos contó que se echan a granel en las urnas
todos los nombres que hay en las listas, aun contando todos esos,
y aun haciendo votar a los ausentes y a los muertos, la inmensa
mayoría de Jc,s electores no han querido usar de su precioso de
recho. Es decir, que el pueblo español no hace caso del sufragio
universal, ni del parlamento,
ni le quiere ni le importa (profun
da sensación)» (27).
Nocedal sentará ahora, con el Congreso pendiente de esa voz
que destroza pretendidos dogmas que nadie se atrevía a contra
decir, los principios básicos de la representación orgánica.
«No vaya a entender (
el señor Moret) que a mí me asustan
los gobiernos populares; antes al contrario, digo y sostengo
que
e!
antiguo gobierno español fue
el gobierno más popular que ha
habido en el mundo;
y por supuesto, harto más popular que los
gobiernos populares, no me asusta la representación de los· rei
nos; lo que me espanta es que, en vez de estar representado
el pueblo, todo el pueblo, altos, bajos y medianos, en vez de
estar representadas sus clases, en vez de estar representados _los
municipios, en vez de estar representadas las fuerzas y atendidas
las necesidades de la nación española, estén única y
exclusivamen
te
representados los partidos y sus intereses egoístas; que aquí
no haya, como no sea por excepción,
ni en la derecha ni en la
izquierda, ni en el· centro, representación de los industriales, re
presentación de los comerciantes, de los agricultores, represen
tación de las clases sociales y los pueblos, sino de los canovis
tas, de los sagastinos, de los romeristas, de los martistas y de
los republicanos. Eto es lo que me espanta: que los partidos
vengan a tratar de sus intereses y de sus personas, usurpan do
el sitio que no corresponde a los partidos formados por el
(27) NOCEDAL: Op. cit., pág. 197.
613
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FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGOl'M
error, · por el interés o· por cualquier otro motivo semejante,
, usurpando . el
sitio. a los que debían venir a representar al pue
blo español, a todas las clases de la sociedad española ( varias vo
. ces:
¡¡Muy bien!! ¡¡Muy bien!!, fuertes rumores)» (28).
Aquí se desata el escándalo. Nocedal, siempre con un extraor
dinario dominio de
la situación, pregunta a la izquierda si se ex-
. traña
de que diputados de la mayoría éanovista le respalden con
esos «j ¡Muy bien!.!». Los conservadores dicen a voces que los
asentimientos vinieron de las tribunas de espectadores. El repu
blicano Azcárate afirma que vinieron de los bancos
de la
mayo
ría. Cánovas
lo niega. Pero lo cierto es que Nocedal se ha hecho
ya con el Congreso y continúa imperturbable:
«De buena fe, señores diputados, ¿creéis que esto del siste
ma parlamentario, esto del juego de los partidos es la libertad? ¡Libertad! ¡Libertad! ¿Decís que la procuráis? ¿Decís que la
amáis? ¡Ilusión engañosa! Yo amo la libertad, vosotros no la
amáis, vostros la destruis. Vosotros confundís la libertad del
pueblo con
la libertad de vuestras opiniones, y al abrir camino a
la libertad de vuestros antojos, arrancáis de cuajo las raíces y des trozáis las ramas y los frutos de la libertad. ¿De qué sirve que
establezcáis en vuestras Constituciones la libertad de imprenta,
la libertad de conciencia, la libertad de cultos y todas las liber
tades de perdición que constituyen el
derecho nuevo? Con eso,
¿cómo he
de negarlo?, con eso complacéis a tales o cuáles escri
tores nacionales o extranjeros, a muchos sistemas, a muchas es
cuelas, a todos los sectarios, a todos .los enemigos de la santa
verdad que fue siempre el fundamerito de la
· unidad
de España
y de la h1,ertad de los españoles. Pero al pobre pueblo, a los
po
bres pueblos, ¿qué libertad les dais con semejantes libertades?
¿ Por dónde puede llamarse libertad la desventura del pueblo
que
vi;,fa feliz y tranquilo en su cristianá fe, y de repente se en
cuentra solicitado por innumerables y encóntradas predicaciones de que no sabe
juzgar, agobiado
por hombres
astutos y bien aper
cibidos
que le
sorprenden con teorías que no está en disposición
(28) NOCEDAL: Op. cit., págs .. 198-199.
{;14
Fundaci\363n Speiro
RAMON NOCEDAL, EL PARLAMENTARÍO INTEGRISTA
de discutir, que le deslumbran, que le marean, le confunden, le
arrojan desprevenido
. e
indefenso a todo viento de
doctrina, y
ayer le convirtieron en catne de cañón con que el tercer estado
derribó los poderes antiguos y se encaramó a lo más alto del
pre:
supuesto
y del gobierno, y hoy tratan de convertirle en carne de
cañón con que el cuarto estado os derribe y se empine sobre
vo
sotros, como vosotros. hicisteis con los poderes antiguos» (29).
«Cuidáis de ir despojándole de sus antiguas libertades y fran
quicias,
destruís instituciones que le servían de amparo y
resis
tencia
contra las tiranías de cualquier poder que quisiera abusat
de la
fuerza,
y hacéis del Estado un poder incontrastable e irre
sistible.
Así
hacéis del
pueblo un conjunto de átomos disgrega·
dos e indefensos, que no
pueden moverse ni respirar sin permi
so
y ayuda del poder central y en cada instante y en cada
elec
ción tienen que optar entre sacriijcar sus intereses a .su concien~
cia, o sacrificar su conciencia al ministro, al gobernador, al csci
que
en cuyas manos está
la resolución de todo lo que le inte
resa:
su influencia, su tranquilidad, su bienestar.
¿ Y
es esto
li
bertad?
¿Con esto
creéis haber
hecho libre al
pu~blo español?
Yo
no conozco en
la historia del. mundo tiranía semejante.
Y no es esta la única tiranía de que se puede acusar a los
par
tidos
liberales. Sois tiranos de hecho, porque no gobernáis y le
gisláis conforme a lo que manda
la ley eterna, que esa la des
preciáis; ni rampoeo por lo
qué pide el pueblo; sino al antojo
del gobierno, que siempre tiene mayoría en este sistema»
(30j.
No
precisan
comentado las
palabras de Nocedal. A cambio
de unas libertades
te6ricas se
ha privado al pueblo
de unas cier
tas
libertades concretas. Así fue. Se engañó al pueblo hacién
dole creer que era
.. libre
y se le convirtió en esclavo del poder.
Y ello
se denunciaba
con toda -claridad
.en 1891. En
el Congreso
de los Diputados. Continúa
Nocedal:
«No,
no sois los amigos de la libertad. Sois tiranos de
he-
(29) NocBDAL: Op. cit., págs. 200-201.
(30)
NoCBDAL:
Op. cit., págs. 201-202.
615
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FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIG01M
cho. Pero, además, sois tiranos de derecho. Porque, ¿en qué de
recho fundáis vuestra presencia en este sitio para alternar en
el
poder y dar. leyes al país? ¿Qué derecho invocáis para ejercer el
gobierno de España todos los partidos liberales? No es el dere
cho divino
que negáis
y rechazáis; pero, ¿es la voluntad del pue
blo
la que ha sometido a España a los partidos liberales?
¡Ah, señores! La primera vez que el liberalismo amenaz6. en
trar en España fue en
la Constitución de Bayona, impuesta por
el invasor de España, por Napoleón
I. La segunda vez fue en las
Cortes de
Cádiz, en
aquellas Cortes impuestas a la Regencia por
las turbas revoltosas de Cádiz mientras los españoles que no amaban las libertades modernas peleaban heroicamente contra
ellas
y contra los ejércitos franceses. Después de eso, ¿vinieron
los partidos liberales a España por la voluntad nacional? No; el
año 1820
vinieron por la deserción de Riego, que volvió
la es
palda a
América y dejó que se perdiese, y vino a establecer por
la fuerza, ante la
cobardía indisculpable
de Femando VII, la
Constitución de 1812. Otra vez, el afio
1833, se
echaron las
raíces. del cambio político de Espafia por medio de una intriga
dirigida por una tn.ujer, por una ·augusta princesa, qu_e entró en
la alcoba real pegando de bofetadas a un ministro ( ... ). En el
año 1834 estaba en el poder Zea
Bermúdez y quetía sonsolidar
aquel·
despotismo ilustrado, tan malo, no lo niego, como el libe
lismo;
y un capitán generaf de Cataluña, influido por las lo
gias,
y otro capitán general, el de Castilla la Nueva, con dos ex
posiciones
amenazadoras hicieron
entender que por fuerza
había
que
derribar a Zea Bermúdez y poner en el poder al partido mo
derado,
el cual entró, corilo veis, por otro acto de fuerza. Y des
de entonces hasta el afio 1840 es cosa de no
-acabar recordar
to
dos los
hechos de
fuerza, pronunciamientos
y motines que dieron
entrada en el poder a los progresistas
y a los moderados. El año
1840, por un hecho de fuerza triunfó el partido progresista; el
año 1843 triunfó por otro hecho de fuerza el partido moderado.
El año 1854, por un hecho de fuerza volvieron los progresistas,
y a
cafionazos derribó
a los progresistas la Unión Liberal el afio
1856. Por un hecho de fuerza vino
la revolución de septiembre;
616
Fundaci\363n Speiro
RAMON NOCEDAL, EL PARLAMENTARIO INTEGRISTA
y en 187 4, también por un hecho de fuerza vino a ese ban.!I; mi
nisterial el partido liberal-ronservador. De modo, señores diputados, que los partidos liberales
en España
han sido, y serán,
porque no pueden ser otra cosa, tiranos por su gobierno
y tira
nos por su origen, pues entraron en el poder a la fuerza, que no
por
ningún derecho; de suerte que encierran -en sí tocios los gé
neros que se conocen de tiranía» (31 ).
Esta es, pese a quien pese, la historia de nuestro siglo
XIX.
Nocedal se la arrojó a la cara a los hombres de Cánovas y Sa
gasta
y ninguno pudo cog,r el guante para rebatirle. Esa es la
historia de nuestro liberalismo en
la que siempre estuvo ausente_
la voluntad del pueblo, a no ser que se entienda por tal a unas turbas reducidas y manipuladas que comenzaban dando vivas a
la libertad
y acaban incendiando iglesias y asesinando frailes o al
espadón de un militar ambicioso que juzgaba escasa recompensa a un indudable valor sólo comparable a su analfabetismo una ca
rrera que en verdad era meteórica.
III. Los
FUEROS.
Al hilo de este tema ent,:a Nocedal en otra _materia capital
en
el pensamiento contrarrevolucionario que por haber sido cons
tantemente maltratada por el liberalismo nos ha llevado hoy a
este caos de las
autonomías que ·amenaza con
destruir
a· España:
los
fueros. El ministro de Fomento (32), dentro de la más pura
ortodoxia liberal, rechazaba los fueros por incompatibles con la
doctrina de la unidad de principios, unidad de gobierno
y uni
dad de la patria. Nocedal, como tradicionalista
y diputado por
Azpeitia, no podía dejar pasar ese abierto ataque a sus más
ín
timas convicciones y así le replica:
(31) NOCEDAL: Op. cit., págs. 206-207.
(32) Era Santos de Isasa, que lo fue con Cánovas desde el 5 de julio·
de
1890
hasta que fue sustituido el 23 de novieinbre del siguiente año
por
Linares Rivas.
617
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGORA
«,amás hubo más unidad en España que en tiempo de Feli
pe II, cuando España, una
y en paz, se extendía por toda la re
dondez de
la tierra; y jamás hubo rey ninguno que respetase más
los fueros que el
rey Felipe
II» (33).
«Los fueros .no impidieron que · España, desde los comien
zos de
la reconquista fuese paso a paso
. creciendo y progresando,
y que con fueros y todo, aun antes de verificarse la uni6n de la
monarquía, y recién hecha, fuese tan grande que, como dice un
escritor
insigne, «una
sola
provincia bast6
para conquistar
el
Oriente, Cataluña; una sola provincia bast6 para conquistar a Italia, Arag6n; una sola provincia bastó para conquistar a
Amé
·rica, ·castilla»; y cuando se reunieron todos los reinos españoles,.
a pesar de las guerras, descubrimientos y conquistas en que esta
ba empeñada, fue España, con fueros
y todo, un siglo y otro si- ·
glo, Ja naci6n más una, _más civilizada, más culta y más poderosa
que ha habido
en .el mundo, y más grande en extensi6n que el
antiguo imperio de Occidente» (34 ).
Pero
«hubo más
tarde un ministro que desde que ocupó el
poder tuvo un pensamiento fijo, una sola idea, la de acabar con
los. fueros
y concentrar todo el poder en el cetro real, el Conde
Duque de Olivares;
y, en efecto, lo mismo fue encaminar la po
l!tica por
esos derroteros
y querer acabar con los fueros para vi
gorizar el poder real, se sublev6 Cataluña
y estuvo a punto de
perderse para siempre; se sublevó Portugal,
y lo perdimos, sabe
Dios para cuánto tiempo; hasta Andalucía, la patria del señor
ministro de Fomento, estuvo a punto de sublevarse
y declararse
independiente;
y después de tcido esto, y después de un siglo de
absolutismo galica.110, enciclopedista
y mas6nico, aún hubo un
día en
que
el pueblo español se vio huérfano de rey y en manos
de un usurpador extranjero, en que
el pueblo español vio huir al
rey que debía guiarle a la batalla hasta ·perder la vida en la con
tienda por la independencia de la patria, y dejar
vacío el
trono,
y abdicar en el usurpador: y entonces España se dej6 guiar de
su espíritu regional, se acord6 de sus antiguos fueros, y con di-
(33) NOCEDAL: Op. cit., pág. 210.
(34)
NOCEDAL: Op. cit., p,!g. 211.
618
Fundaci\363n Speiro
RAMON NOCEDAL, EL PARLAMENTARIO INTI;GRISTA
ferentes Juntas, pero unida con perfecta unidad en un mismo
pensamiento, en
el amor de su fe y de su independencia, se le
vautó y abatió y derrotó a la unidad espantosa del imperio
.fran
cés
y
el poder incontrastable del coloso de este siglo» (35).
Y también
es. aquí
la historia la que habla.
·Espíritus sim
ples,
movidos de un indudable patriotismo y contristados
por el
separatismo revolucionario que amenaza romper a España sue
ñan épocas de centralismo absolutista como la única posibilidad
de una patria grande.
Matarían, si
pudieran, todo sano regiona
lismo que
ha sido el que, aunando tierras dispares, ha hecho esta
España que hoy parece querer írsenos
de entré las manos. No
cedal vindica como solución fértil la vuelta al viejo espíritu fo
ral que, desde una
misma fe,
integró una nación en la que los
reyes eran amados, las leyes respetadas
y Dios obedecido y ado
rad~
desde
el
réy al
último de sus súbditos.
IV.
LA MONARQUÍA DE NOCEDAL.
Una frase de Sánchez de Toca, «la división primordial del
buen sentido que se establece en esta Cámara, la primera de
todas es la de monárquicos y republicanos» (36 ), sirve a
No~
ceda!
para
afirmar que
su monarquía no tiene nada que ver con
lo de los monárquicos· alfonsinos.
« Yo Soy parte integrante de esta Cámara~_ no ciertamente por
que el señor Sánchez Toca (37) no haya hecho todo lo posible
porque
yo
no atravesara
las
puertas de
este salón, sino porque
la
voluntad de
mis electores pudo más que la voluntad del se
ñor Sánchez Toca. Y digo que la diferencia que a
mí me Separa
de
todos los partidos liberales, no es ciertamente la mera adhe
sión a una forma de gobierno» (38).
(35) NOCEDAL: Op. e#., págs. 211-212.
(36)
NocEDAL: Op. cit., pág. 214.
(37) Aludiendo 'a sus manejos electorales como Subsecretario· de Go
bernación.
(38) NOCEDAL: Op. cit., pág. 214.
619
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGONA
Porque, «¿qué tiene que ver aquella monarquía donde el rey
era legislador, tenía
el poder ejecutivo y administraba justicia,
donde
todos los
poderes residían en el rey, con esta monarquía
constituclonal y
parlamentaria donde
el rey reina y gobiernan los
ministros,.con la división.de poderes.y todas las otras cosas con
que distinguen. y caracterizan a las instituclones · modernas, mo
nárquicas
o republicanas? Son dos formas completamente dis
tintas. Y la
prueba de
que la monarquía
constituclonal y
parla
mentaria se aparta más de la monarquía antigua que de las
mo
dernas
repúblicas es que aquella antigua monarquía cayó a los
golpes de todos los liberales, monárquicos y republicanos, todos
a una, que la aborrecían de muerte, y no transigían ni transigen
con ella como. transigen hoy los· monárquicos liberales con los li
berales republicanos»
(39).
Efectivamente ahí está la esencia de la cuestión. Porque las
monarquías liberales y parlamentarias no son en verdad otra . cosa que repúblicas coronadas en las que el rey
es poco más que
puro aspecto decorativo. Pero todavía ahonda en su análisis No-
cedal: ·
«Los partidos liberales han ideado esta máquina o tramoya
que todos ellos pueden manipular por turnos más o menos pací
ficos, y han convenido. en sostenerla. entre todos, en
beneficlo co
mún»
(40).
El sistema, aunque sea nefasto, es
el único intangible. «Se
puede negar a Dios, se puede negar todo; pero que nadie toque,
mírese como sagrada la tramoya o maquinaria parlámentaria, mo
vida por el juego de los partidos» ( 41 ). Y Nocedal concluye:
«¿Qué n;iás da que la maquinaria esté cubierta con una corona
o por un gorro frigio?» ( 42).
Esá monarquía liberal es retratada en dos
párrafos de
ora
toria rotunda y que vale la
pena leer
atentamente, pnes encie-
(39) NOCEDAL: Op. cit.,'pág. 215.
(40) NOCEDAL: Op, cit., pág. 219.
(41) NOCEDAL: Op. cit., pág. 220.
(42) NocEDAL: Op. cit .. pág.' 219.
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Fundaci\363n Speiro
RAMON NOCEDAL, EL PARLAMENTARIO INTEGRISTA
rran sustanciosas enseñanzas que trascienden aquellos días de fi
nales del siglo xrx.
« Y ahí está la verdadera división, señores diputados, que me
separa a mi de todos los partidos que se sientan en esta Cáma
ra,
ahí está fa verdadera división. Vosotros sois una negación ab
soluta, porque admitir todas las ideas es negarlas todas, y a to
das dais libertad con tal de que os ayuden a sostener
el sistema
parlamentario, y con
el aditamento de monarquía o república, se
gún lo que a cada cual viene mejor; y yo, por el contrario, lo que
principalmente .quiero es el
imperio de
la verdad
y la justicia,
con cualquiera y sobre toda forma de gobierno.
&ta es la divi-·
si6n
verdadera: los que niegan y los que
afuman la
verdad, li
berales y
antiliberales, .revolucionarios
y antirrevolucionarios.
Fuera de eso, señores diputádos, estas cuestiones de mera forma,
a .estas horas y en estas alturas,
me hacen el mismo efecto que
¡ne causaría
quien
se pusiera
a pensar
cómo había
de pintar la
fachada cuando se ie estuviese quemando
la casa.
Y
o, señores, en el fondo de mi alma soy monárquico; y soy
monárquico porque, en abstracto, entiendo que no
hay forma
más perfecta que la monarquía;
y soy"monárquico a la antigua es
pañola, porque entiendo que jamás vieron los siglos monarquía ninguna tan perfecta
_ como nuestra antigua
monarquia.
· Con
la
sangre de mis venas borraría los
errores y los crímenes de no sé
cuántas generaciones de reyes que poco a poco
fueron quebran
tando y
en algunas partes ya ocasionaron
la muerte de la ánti
gua
realeza. Yo borraría los
ettores y
los crímenes con que los
reyes franceses acabaron con la monarquía en Francia, y los erro
res y los crlmenes con que los reyes del siglo pasado en España
prepararon
el advenimiento de tantas revoluciones, de tantas ca
tástrofes. Pero yo no puedo hacer que lo que ha
si.do no sea;• no
puedo
evitar que la
antigua monarquía,
o haya muerto en unas
partes, o se
haya transformado
en otras partes en recuerdos de
monarquías que no tienen raíces en los corazones, no viven de
espíritu propio, ni pueden sostenerse sino-mendigando el apoyo
y aceptando
fas ideas
de todos los que quieran acercarse; que no
pueden vivir de sus propias
fuerzas, sino
pidiendo amparo a to-
621
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE. LA CIGOJ'IA
dos los partidos, · incluso a los republicanos para que no la de
rriben; que han perdido su antigua
fe y sus antiguas tradicio
nes, para aceptar el escepticismo y los errores de los partidos
liberales. Yo no puedo impedir que en Francia, por ejemplo, como
el año 1849 decía en este mismo lugar un orador insigne (43), muriese
la monarquía de derecho divino en la .guillotina, y la
monarquía de la gloria en Santa Elena, y la monarquía heredi
taria en el destierro, y la
monarquía de
la
prúdencia en
un mo
tín, sin que ·1es valieran sus transacciones con todos sus enemi
gos. Yo no puedo impedir que después de eso también cayeran
el rey
d~ Nápoles
y los duques italianos, Napoleón III en Fran
cia, Isabel II y don Amadeo de Saboya en España, y se deshicie
ra como polvo el Imperio del Brasil,
ni que hoy las monarqu!as
más poderosas del mundo, transformadas, desnaturalizadas y car
gadas con el peso
de sus errores y sus culpas, tengan que esquile
mar
a los pueblos con contribuciones y con quintas o
servicio
universal
obligatorio para rodearse de soldados y vivir
pertrecha
das,
contra los enemigos de afuera y de dentro,
entre bayonetas
y cañones (fuertes rumores). Pero ta¡npoco puedo tener esperan
za en la república; porque al cabo,
para llegar
al estado en que
se ve, la monarquía necesitó siglos de cometer muchos errores;
y la república, a lo menos en España, para morit
apenas nacida,
le
bastó que entrara un pelotón de soldados por esas puertas que
dan acceso a este salón (rumores en diversos sentidos)» (44).
Era verdaderamente otra, muy distinta de la restaurada en
Segunto,
la monarquía que Nocedal· propiciaba,
V. ANTILIBERÁLISMO.
A continuación, el orador repasa brevemente los principios
básicos del derecho político tradicional en evidente contraposi ción a los que, si no creídos por
la mayada de los diputados,.
(43) DONOSO CORTÉS, Juan: Obras completas de Donoso Cortés, BAC,
Madrid, 1970, II, pág. 309.
(44) NOCEDAL: Op, cit., págs, 220-223.
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Fundaci\363n Speiro
RAMON NOCEDAL, EL PARLAMENTARIO INTEGRISTA
eran al menos sostenidos por ellos y por el sistema político que
representaban.
«Señores diputados: Yo, por
la misericordia. de Dios, no soy
liberal (risas y
·rumores)... Pero
tengo muchísimo amor a la
li
bertad. Yo, señores
diputados, vivo contento en sociedad
por
que
no creo que el vivir en sociedad haya sido capricho y
an
tojo
de unos
.cuantos hombres
que
han querido hacer un contra
to social que- me obliga.se a mí,. sin mi consentimiento, a vivir
en sociedad. Yo, señores diputadÓs, amo a la autoridad porque
creo que la autoridad no depende de
la voluntad de la mayoría
o de la voluntad de otro hombre
más· fuerte
que yo que me
so
mete
a su imperio; amo a
la libertad porque sé que es un requi
sito esencial, o por lo menos necesario, que Dios ha impuesto a
la sociedad. Yo, señores diputados,
amó la ley porque creo que
la
ley
no es
invención de la soberanía del Estado, ni de la
sobe
ranía
del pueblo, ni
de la soberanía de la naci6n, sino de la so
beranía
de
Dios, que ha querido que los hombres vivamos
su
jetos
a las leyes. Yo, señores diputados, entiendo que la liber
tad humana y la dignidad humana y el ser del hombre, imagen y
semejanza de Dios, no pueden someterse al gobierno arbitrario
y caprichoso de
· otro
hombre, a esa especie de servidumbre del
hombre al hombre que en el régimen liberal hace que
todos ten
gan
que someterse a la voluntad y talante de los más o del más
fuerte. Yo, señores diputados, entiendo que se equivocan
gran
demente
los que creen que todo lo que se le ocurra mandar a
un soberano, a un pueblo, a una naci6n, a un Estado o a las
Cortes con el
rei tiene,
con eso s6lo, virtud
para obligarme
en
conciencia. Yo creo que para estar obligado en conciencia a
obe
decer,
no basta lo que ahora se llama legalidad: es preciso que
sea verdadera ley; entiendo que no es ley única y exclusivamen
te porque el legislador, sea quien fuere, la haya promulgado con
todos los requisitos establecidos para dictar las leyes ( vivos
ru
mores); entiendof señores
diputados, que para que la legalidad
me obligue en conciencia, necesita estar dictada por quien tiene autoridad para hacer las leyes; pero entiendo que no es verdade
ra ley y que no me obliga,
ni obliga a ningún cristiano, si no está
623
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGOfU
conforme· a la ley-eterna, porque de esa conformidad con la ley
eterna procede la fuerza de las leyes (nuevos rumores y más
vi
vos)» (45). Este párrafo oratorio de Nocedal
és grandioso en
su concep
ción. Según
él no hay motivo para que el hombre obedezca a
otro hombre -rey, dictador o tirano--, ni a muchos· hombres
-Parlamento--. La libertad humana es tan excelsa que no tie ne que doblegarse ante quien es
igual que
uno. Sólo ante Dios,
· ser infinitamente superior al hombre, cabe que este
humille la
más excelente de sus cualidades. Sólo porque Dios constituyó la
sociedad de forma que para sobrevivir dene que obedecer a unas
autoridades, en obsequio a su
_voluntad y
su sabiduría, renuncia
el hombre a parte de su voluntad,
acata las
leyes y se somete a·
la autoridad política. Y se somete
. incluso
cordialmente porque
· obedeciendo
a la autoridad es a Dios mismo a quien obedece.
Nos hallamos
eri plena doctrina tradicional sobre la autori
dad y
el poder. No es, evidentemente, ninguna teoría original
· de nuestro pensador. Pero esta construcción
teórica tenía dos
dificultades
graves en
_ los días en los
que Nocedal vivía
y las
mantiene
hoy.
¿ Y si no se cree· en Dios como ocurre con muchos contempo
ráneos? En ese caso no exite motivo alguno para respetar la auto
ridad y está
. justificada
la insurrección permanente que sólo pue
de impedirse
por el
ejercicio férreo del poder sin otra justifica
ción ética que la puramente utilitarista, esgrimida por muchos tiranos o dictadores, de asegurar
el orden público. Porque, como
bien
decía el
autor ruso, si Dios no existe todo está permitido.
Cabe entonces
la justificación kelseniana de la democracia. Cúm
plase
Ia voluntad de la mayoría porque, siei¡do más, son de ese
modo menos los que contrarían su voluntad. No entramos ahora en disquisiciones sobre lo que es la voluntad de esa mayoría, si es real, condicionada o incluso si existe siquiera. Infinitos volú
menes se han
estrito sobre
el tema. A ellos
¡ne remito.
Pero
dejemos de
fundamentar la
ley en
Dios, la
autoridad en Dios y
( 45) NOCEDAL: Op. cit., págs. 232-233.
6.24
Fundaci\363n Speiro
RAMON NOCEDAL, EL PARLAMENTARIO INTEGRISTA
perderán su carácter sagrado para convertirse en una imposición que se sufre mientras no pueda ser derrocada. Estamos a
distan,
cias
siderales de
la epístola paulina.
La segunda dificultad de este principio se _produce, esta vez
para los creyentes, cuando la autoridad dicta disposiciones con trarias_ a
la voluntad de Dios. Es punto también sobradamente
conocido de
los. tratadistas
de derecho público católico. Tampoco
nos extenderemos en ello. Solamente mencionar la palabra reve
lada: antes hay que obedecer a Dios que a los hombres. En el terreno privado, por
supuest~. El
creyente no puede abortar, di
vorciarse para contraer nuevo matrimonio ... , aunque la ley lo
permita. Y en
el público, con todas las cautelas que eminentes
teólogos y moralistas han puesto a las tesis del tiranicidio y la
insurrección. Que podemos resumir en las tres clásicas: no em
plear medios que prohíbe una conciencia moral
recta; posibili
dades
racionales de
éxito y no ocasionar males mayores que los
que se pretenden evitar. Recurso último que, por supuesto,
im
plicaba haber agotado previamente los medios legales al alcan
ce del ciudadano o la constatación de
la_ inutilidad
de los mis
mos. La prudencia política es aquí virtud fundamental, pues
el
respeto a la autoridad se extiende, en la doctrina tradicional ca tólica, aun en el caso en que determinaciones de ésta no sean
buenas. Sólo en ocasiones de extremada gravedad cabe
recurrir
a soluciones ~emas. ·
El discurso de Nocedal había captado toda la atención de la
Cámara. ¿ Iba a quedar Pidal fuera del alcance de la artillería del
orador?
Por si acaso se tomó elementales precauciones
y dejó al
vicepresidente Danvila que
ocupara el
solemne
-sillón
presiden
cial. En este momento,
-después
de las consideraciones sobre
la
ley que acabamos de leer, Nocedal entra en -su tema favorito:
la unidad católica.
«... el artículo once de la Constitución y otros varios no se
conforman con la justicia,
luego .no son
ley del reino (protestas
y grandes rumores)» (46).
(46) NOCEDAL: Óp. cit., pág. 234.
625
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGONA
Se comprenden unas y otros. Nocedal atacaba de frente el
paradigma de todo el sistemá parlamentario liberal: la Consti
tución.
El vicepresidente atajó inmediatamente al orador: «Señor di
putado: Su señoría acaba de hacer una
afirmación contraria a
lo
que establece la Constitución del Estado
y, por consiguiente,
completamente inexacta» (
4 7).
Siguen porfiando Nocedal y Danvila y éste insist<: al diputa
do integrista: «Su señoría comienza por
calificar de
ilegal el
tex
to
de la Constitución; y como la presidencia considera como ley
del
· reino la Constitución
del. Estado,
no puedo
consentir a su
señoría que siga en
\:Se camino»
( 48 ).
Entonces
Nocedal recurre.
a una argucia parlamentaria que
iba
a tener un cómico desenlace:
«Diga lo que diga el artículo de la Constitución,
diga lo que
diga el Reglamento del
Congreso, es evidente que, según el ar
tículo 141 de ese Reglamento yo tengo
der.echo a
pedir que se
lea, en cualquier tiempo de la. discusión, cualquier documento
que me parezca necesario para esclarecer el debate» ( 49).
A ello, naturalmente, asiente Danvila y Nocedal comienza a
leer el documento, Que decía así:
« Y
enton<:es vino "'ª plaga de las Constituciones escritas
en el
papel, que hao durado menos que la misma materia en que
se escribían.
En España, entre
natas y non natas, hemos tenido
once Cónstituciones,
en
Francia ha
habido diecisiete, y en toda
Europa,_ desde
1789
hasta 1830,
se han hecho ciento cincuenta
y dos Constituciones. Calculad las que se habrán elaborado des de 1830
acá. Todo· esto
prueba que las Constituciones esctitas,
a pesar de la perpetuidad que se decretan, durante menos que
sus mismos autores, porque no responden a nada real, porque
en ellas no se representa la existencia del cuerpo social, que vive
(47) NOCEDAL: Op. cil., pág. 234.
(48)
NOCEDAL: Op. cit., pág. 236.
(49)
NoCEDAL: Op. cit., pág. 236.
626
Fundaci\363n Speiro
RAMON NOCEDAL, ELPARLAMENTARIO INTEGRISTA
y se agita por encima y por debajo de nuestras Constituciones
escritas
y de nuestras instituciones parlamentarias» (50 ).
No
salía bien
parada la Constitución
del misterioso docu
mento
que Nocedal leía a la Cámara. Y el documento citaba a
Burke, a Jovellanos, a Balmes ...
Continúa
el orador. leyendo cómo desde el Gobierno se obs
taculizó cuanto se pudo
la ptotesta nacional contra
el artículo 11,
cómo se censuraron los Boletines episcopales desde los que se exhortaban. al clero para que acaudillase
el rechazo católico (51),
cómo la policía se adueñó
de muchas protestas e incluso las que
mó
(52), cómo
los obi~pos protestaron
de
aquella tiránica
con
ducta ... (53 ).
El vicepresidente le vuelve a llamar al orden: «la lectura que
su
• señoría
ha hecho de
· 1as opiniones
que una oposición parla
mentaria hizo al artículo 11 en el período constituyente, no me
parece que ha justificado la ilegalidad del artículo 11 de
la Cons
titución
que es ley del reino y que su señoría
ha prometido
res
petar
y hacer respetar» (54 ).
A lo que
Nocedal responde:
«Ley será;
pero una
ley que
falta a todas las reglas externas
dé la
legalidad ... (
el señor pre
sidente
agita la campanilla)
según la
autoridad del señor Pida!
y Mon, presidente de la Cámara, que acabo de leer (grandes
risas,
rumores y comentarios que duran latgo rato)» (55).
Y Nocedal remata: «Os
recordaré que, seg,fu -él, adetnás · de
todo lo
dicho, el artículo 11 es un
crimen de lesa religión,
un
crimen de lesa monarquía, un
crimen de
lesa nación (rumores).
Todo esto, señor presidente, es del documento y consta en este
libro, señores diputados, que- tenéis a vuestra disposición» (56).
Nocedal se habla vengado de todas las maniobras de Pida!
contra
él cuando
la famosa
Uni6n Católica. ¡Y de qué manera!
(50) NoCEDAL: Op. cit., págs. 237-238.
(51)
NoCEDAL:
Op. cit., págs. 243-244.
(52)
NOCEDAL: Op. cit., pág. 244.
(53)
NOCEDAL: Op. cit., pág. 244.
(54)
NOCEDAL:
Op. cit., pág. 245.
(55)
NOCEDAL: Op. cit., pág. 245.
(56) NOCEDAL: Op. cit., págs. 245-246.
627
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGO1M
. VI. CONTRA CÁNOVAS.
Ahora será Cánovas el objeto de la diatriba del jefe del par
tido· integrista. Pero no se·trata de un enfrentamiento personal
sino de una pura cuestión doctrinal. Nos encontramos en pleno
argumento, tan querido de Nocedal, del mal menor como el ma
yor de los males.
«Yo tengo gran admiración por el entendimiento del se
ñor Cánovas
del Castillo ( ... ). He conocido algún entendimiento
más claro,
pero no he conocido muchos tan vastos como el de
su señoría. Conozco sus obras parlamentarias, y todas me
pare
cen
abominables, pero en todas se descubre a un hombre de su
perior entendimiento; conozco sus d_iscursos
filosóficos, sobre
todo
los del Ateneo, y todos me parecen detestables, peores, si es po
sible, que los políticos, pero en todos se ve que ·son obra de un
hombre de entendimiento superior; conozco sus obras históricas,
y a veces estoy conforme con sus
observaci'?nes, ·aunque nunca
con
la intención
7 el propósito, pero aun en las que a mi me pa
recen
más erradas
se ve también al
hombre de
entendimiento. Y
con todo eso, el señor
Cánovas del
Castillo, que es a mis ojos
un hombre de entendimiento poderoso, y por su poderoso en
tendimiento debiera ser y
tenía obligación . en
conciencia de
ha
ber· sido un hombre de Estado, por el fanatismo liberal que tie
ne en su alma,
"Sé ha quedado reducido a la condición de un hom
bre de partido ( el señor presidente del Consejo hace signos afir mativos).·
Murmurabais de
lo que había dicho aquí sobre el derecho y,
en_ cambio, el señor Cánovas del Castillo, con la cabeza, y con
aire de satisfacción, parecía que aprobaba lo que yo decía, no
de su entendimiento, sino de su fanatismo liberal (tisas).
¿Os reís, señores disputados que os
sentáis a
mi derecha?
¡Ah! ¡Os estoy oyendo acusar un día
y otro al señor Cánovas
del
Castillo de que no es bastante liberal, de que debe ir más
deprisa por el camino del liberalismo! Señores que os sentáis a
628
Fundaci\363n Speiro
RAMON NOCEDAL, EL PARLAMENTARIO INTEGRISTA
mi derecha: si el mundo sigue por el camino que lleva, si el li
beralismo sigue avanzando y desarrollándose, si como vosotros
habéis sucedido a los antiguos partidos moderados
y progresis
tas detrás de vosotros vienen a este recinto y triunfan los parti
dos que tras de vosotros vienen, aunque sean
el partido socialis
ta y el partido anarquista, estatuas se han de levantar
á1 señor
Cánovas del Castillo. Vosotros que derribasteis a Isabel II para
establecer aquí una nueva etapa más avanzada de las ideas
libe
rales;
vosotros que establecisteis aquí la
libertad de
cultos,
y
todas las libertades liberales; vosotros que chocasteis con to
dos los sentimientos católicos del país; vosotros que
qúisisteis
llevar
al último extremo posible la revolución
liberal,. ¿ qué
conseguisteis?
Irritar los
sentimientos del pueblo español, en
cender la guerra civil, levantar por todas partes protestas,
ha,
cer . que
la España
· de
hoy se pareciese a la España .de la guerra
de la Independencia, hacer que el pueblo
español se
levantase a
luchar contra vosoti-os, ora ron las armas en la mano, ora con
el arma de la palabra y las protestas, como había luchado contra
los ejércitos franceses que le traían vuestros errores. Vosotros
pusisteis la revolución de septiembre y con la revolución de septiembre
las ideas liberales al borde del abismo; hubo un mo
mento
en que pareció que se habían hundido todos los princi
pios de la revolución para no volver, a levantarse, en los antros
de donde salieron; y vino la mano del señor Cánovas del Casti
llo y enfrenó aquella revolución, y se puso en el terreno de lo posible, y derramó polvos de oro para cegar los ojos de los
pue
blos católicos, y con la tolerancia y con las medias tintas hizo
lo que vosotros no pudisteis hacer; y a estas horas están triun
fantes en España todos los errores de la revolución de septiem
bre, que vosotros habíais desacreditado
y hundido, por obra , y
gracia del señor Cánovas del Castillo» ( 57).
Cánovas salvó, según Nocedal, la Revolución porque, «cuan
do vino el señor Cánovas del Castillo, la revolución se había he-
(57) NOCEDAL: Op. cit., págs. 246-248.
629
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO JOSE FERNANDEZ. DE LA CIGORA
cho odiosa a todo el pueblo español» (58). El consiguió hacerla
duradera, firme y hasta aceptable.
¿ Cuál era la historia. de Cánovas? Cuando España reconoció
el Reino usurpador y excomulgado de Italia, Cánovas formaba
parte del Gobierno (59); cuando desde toda España se reclama
ba la
ttnidad católica, Cánovas
la negó (60). Y su responsabili
dad eo la supresión de los fueros vascos es absoluta. Nuevamen
te vuelve a ser profético Nocedal y la saogre que hoy ahoga a
España se la echa · al rostro a Cánovas del Castillo eri 1891.
«Despojados de los
fuer~s a
cuyo amparo vivieron, prospera
. ron
y fueron sus hijos modelos de católicos y ciudadanos, comien
zan a germinar y amenazan exteoderse y progresar
los vicios
y
los
crfmeoes que
asuelao a España entera. ¡Dios no
lo permita!
Pero al
advertit con
espanto tales síntomas es imposible no acor
darse del
que artebató
a aquellas provincias los fueros, que eran
firme garantía de su bienestar material, de su
fe y de sus cristia
nas costumbres; es imposible no pensar eo que el señor Cánovas
del Castillo fue el que
arteb~tó contra
toda razón y toda justicia
sus fueros a las Provincias Vascongadas, y el que no quiso
dar
la
unidad
católica, contra toda razón y toda justicia y toda con
veniencia y con pérdida de taotas almas, al resto de España; y
se hiela
el
corazón. pensando
en que es tremenda y pavorosa la
responsabilidad del señor Cánovas del Castillo a los ojos
oe
Dios
y de los hombres» (61).
· Cuando
Nocedal se dirigía al Parlamento era imposible peo
sar que aquellas
provincias españolísimas
del norte, las más ca
tólicas
y las más apegadas a las viejas tradiciones de nuestra pa
tria, que habían sostenido
heroicamente el carlismo en dos gue
rras espantoSas y' fueron vivero dé ·innumerables vocaciones S8w
cerdotales ·y religiosas, acabarían eo la triste realidad de hoy.
Pero el diputado integrista
a11guraba . grandes
males dado el ca
mino que tozudamente se
seguía. eo
contra de las lealtades y los
(58) NOCEDAL: Op. cit., pág. 249.
(59) NOCBDAL:
Op. cit., pág. 251.
(60) NocBDAL: Op. cit., pág. 250.
(61) NocBDAL: Op. cit., pág. 253.
630
Fundaci\363n Speiro
RAMON NOCEDAL, EL PARLAMENTARIO INTEGRISTA
quereres de los vascos.· Alejado su rey por dos veces de un trono
que casi parecía tocar con la mano gracias al valor y al sacrifi
cio de los vascos, privados de sus fueros, vejada la religión de
sus mayores por los gobiernos liberales pasaron de ver al Go
bierno central como a un enemigo,. lo que era cierto; a consi
derar a España corno el opresor del que había . que separarse si
se quería mantener el «Dios y leyes viejas». En esta
gravísima
equivocación
de no pocos vascos tuvo no
poca influencia la· con
ducta
política de Antonio Cánovas del Castillo. Nocedal fue una
de las pocas personas clarividentes del momento que tuvo que
darse cuenta de ello.
VII. CATÓUCOS EN LA VIDA PÚBLICA;
Otro de los temas favoritos de Ramón Nocedal y el motor
constante de su actividad política. La actuación en la vida
púhlí
ca de los católicos. Fuente de innumerables sinsabores para nues
tro hombre que chocaría con muchos. obispos y muchísimos ca
0
tólícos en su interpretación de la· tesis. En el discurso queda ex
puesta su doctr.ina con toda precisión.
« Yo, señores, no tengo autoridad para juzgar del catolicis
mo de nadie. Podía deciros que una autoridad que antes cité,
oblígado por el señor vicepresidente que ahora ocupa el sillón
presidencial, dijo aquí mismo en otra ocasión que los liheral
conservadores etais católicos, pero que vuestro. catolicismo ·esta
ba muy mezclado de racionalísmo; prefiero creer y decir que en
vuestro interior sois católícos. Sólo que de eso no se trataaquí.
Porque, ¿de qué sirve a .España que vosotros os llaméis católícos si no lo son vuestras leyes? ¿ Qué gana España con que vosotros
cumpláis todas las obligaciones de buenos cristianos, si no son
buenas vuestras leyes ni
la manera de cumplirlas? ¿Qué im
porta a España que os llaméis católicos, seáis hasta
dev~tos, cui
déis (y haréis muy bien) de consagrar a vuestros hijos al Corazón
de Jesús, si al mismo tiempo hacéis que en vuestras universida
des e institutos arranquen la fe y envenenen las almas a los hi-
631
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGO/U
jos de los demás españoles y que innumerables órgauos de la im
piedad esparzau por toda España
la impiedad, la herejía y la
blasfemia?» (62). Nocedal señala con meridiaua claridad el abismo que
sepa
ra
la posición tradicional de todos esos sucedáneos malminoris
tas que no son otra cosa que revolución al ralentí. Los católicos
pueden y deben llevar su concepción de la sociedad al gobierno del Estado. Que es algo muy distinto que convertir al Decálogo
en Constitución. La prudencia política
ha de marcar, una vez
más,
el norte de lo posible. Pero la virtud de la prudencia es
demasiado
excelsa y
noble para que pueda ser confundida con
la cobardía, la pusilanimidad o
la rraición.
¡Cuántas veces se
ha
querido cubrir con ropaje de prudencia lo que ·no era más que
una vergonzosa
cesión del campo al enemigo!
Nocedal pudo equivocarse en apreciaciones de hecho. Tal vez
juzgara posible y hacedero lo que en aquellos años, tras
el des
graciado siglo
XIX, ya no lo fuera. Pero hay mucha más dignidad
en su tesis católica, y mucha más coherencia, que en· esas otras
posiciones «inspiradas en un _humanismo cristiano», que son aca
bado ejemplo de inoperaucia del catolicismo en la vida social.
VIII. LA CUESTIÓN SOCIAL.
No es este discurso un tratado de temas sociales pero no
pierde
Nocedal la ocasión para ocuparse, siquiera en esbozo, de
tau importaute asunto.
«Ya ha pasado
el
l.º de mayo, único día del año en que las
gentes acaudaladas y los gobiernos apremiados por el miedo,
sue
len
pensar formalmente en el conflicto social» (risas) (63). Y
así era. Las masas proletarias, que fueron incrementándose muy
considerablemente a lo largo del siglo, no interesabau a los
go
biernos
liberales de origen burgués
y aristocrático. Nocedal dis-
(62) NOCEDAL: Op. cit., págs. 253-254.
(63) NOCEDAL: Op. cit., pág. 254.
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Fundaci\363n Speiro
RAMON NOCEDAL, EL PARLAMENTARIO INTEGRISTA
tingue entre las masas manipuladas y sus agitadores y señala la
:6liaci6n liberal
del socialismo.
«Hay dos
cosas completa y perfectamente distintas: una las
necesidades evidentes de los obreros¡ otra las
doctrinas socialis
tas
que se inculcan a esos obreros.
Y digo
que las necesidades de
los obreros no se remedian a cañonazos, sino dándoles
pan para
el cuerpo y luz pata el alma .. Digo que el socialismo tampoco
se remedia con esperar a que
'los maestros
del error y los pobres
engañados se echen a la calle para fusilarlos, sino acudiendo a tiempo para impedir que los maestros engañen· y que sean enga
ñados los pobres trabajadores.
Y añado que ni este gobierno
ni ningún gobierno liberal puede poner ningún género de reme
dio a este mal. Primeramente porque los principios que el socia
lismo proclaman se los
habéis enseñado
vosotros; en segundo
lugar porque la libertad que reclama el socialismo para perver
tir a los ·obreros está establecida, autorizada y garantizada por
vosotros; y,
en. fin,
porque además de dar al socialismo los prin
cipios que
él aplica y de que él saca las útimas consecuencias, y
además de
darle la libertad cada día más amplia y extensa con
que él va multiplicando
sus prosélitos,
el
socialismo no
hace más
que seguir el ejemplo que le dieron y los caminos que le enseña ron los partidos liberales. Vosotros destruisteis los poderes anti
guos y
destrui¡teis la
antigua propiedad; y
i;on el mismo derecho
y por los mismos procedimientos quieren ahora los sociali_stas ha
cer lo mismo y arrebataros el poder
y acabat. con vuestra pro-.
piedad»
( 64 ).
La conclusión
es la síntesis de los principios de Nocedal. Evi
dentemente no se trata de un programa de gobierno sino de una.
declatación tradicionalista. Que hay en ella algo de paternalis mo, es indudable.
y también que un puro y simple retorno al an
tiguo régimen sería impensable en 1891. Pero en sus denuncias
hay afirmaciones irrefutables
y· peligros
advertidos que pronto se
hicieron cruel
réalidad. El
montaje canovista, a muy pocos años
de su instauración, se agotaba a toda velocidad.
-,
(64) NOCEDAL: Op. cit., págs. 254-255.
633
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO ]OSE. FERNANDEZ DE LA CIGOE «Los partidos liberales se han empeñado en restaurar el mun
do con organismos políticos; los socialistas quieren
restaurar la
sociedad con organismos sociales; y yo os digo que los organis
mos sociales y los organismos políticos serán inútiles mientras
no se llenen de luz y de caridad las almas que han de manejarlos.
No ningún católico intransigente, un protestante, el emperador
de Alemania lo ha dicho:
fa solución del problema social está
en la iglesia y en la escuela.
Peto no os equivoquéis pensando que el problema social se
reduce a esos millares de trabajadores que se han reunido el
l.º de mayo~ En España, por lo menos; esa es la menor parte del
mal; Fuera de
la; fábricas
y los talleres, en los pueblos y
los cani
pos,
sin quejarse ni gritar, hay, no millares, sino millones de es
pañoles en condiciones harto más tristes que los obreros de
las
huelgas.
Aterran los datos publicados por un
periódico oficial.
En
estos dieciséis afio.s últimos, esto es, en los años de la restaura
ción, es decir, bajo el poder del señor Cánovas y del señor Sa
gasta, se han
vet1dido para
pago de contribuciones
más de dos
millones
de fincas. y han emigrado a Africa
y a
América doscien
tos mil españoles.
¡ Ah señores diputados! Cuando a vuestras solas examinéis
vuestras .conciencias, _debéis sentir terribles remordimientos. Re
cibisteis una herencia mermada ya, no lo niego,, pero todavta
espléndida,
de bienes materiales y morales,
y la habéis dilapida
do;
os encontrasteis con un poder querido· y respetado;
y le
destruisteis; os encontrasteis con un organismo eco~6mico que
durante siglos había impedido el conflicto social, y le destruisteis
sin sustituirle con nada'; os encohtrasteis con una porciórt de ma
ravillosas instituciones que servían de amparo al pueblo y, sin
darle otras en cambio, las destruisteis; os enContrasteis con una
hacienda más o menos rica, y ruío tras año y día tras día habéis
malbaratado
esa hacienda,
habéis vendido
cuanto
el Estado tenía
y cuanto pudo robar a las corporaciones y comunidades; habéis
contraído
una deuda enorme que pesará sobre los nietos de vues
tros niet9s; habéis puesto al Estado en trance de inevitable ban
carrota,
y habéis empobrecido, habéis arruinado al pueblo es-
634
Fundaci\363n Speiro
RAMON NOCEDAL, EL PARLAMENTARIO INTEGRISTA
pañol, que ya no puede con la tremenda carga. Aun en el orden
~tístico, os encontrasteis con portentoSos monument6s y los de
jasteis ·arruinar o los
destruisteis. Os encontrasteis, en ~n, con
un pueblo lleno de fe, unido y vigoroso, y comenzasteis a qui
tarle le
fe, a dividirle, a corromperle y enervarle. ¡Horrible cosa
es el liberalismo! ¿Qué
bienes nos
habéis tráído, qué males nos
habéis ahorrado, morales o materiales, en cambio y compensa
ci6n de tamaños estragos? ¡Espantosa herencia y horrenda me
moria
dejáis a
las generaciones venideras!
Si yo hubiera de redactar la contestación al Mensaje de la
Corona, si yo tuviera que dirigirme o bien a un rey o bien a un
presidente de república, en fin, a un soberano· en nombre del
parlamento en ocasión como ésta, me limitaría a enumerar
el
catálogo de todas . vuestras obras por espacio de medio siglo, y
escribir debajo: -Majestad, excelencia, o el titulo que tuviese,
esta es la obra de los partidos liberales; aquí
tenéis lo
que en
cincuenta años de liberalismo se ha hecho; acabar con todas las
fuerzas morales y con todas las fuerzas materiales del país, qui
tar al pueblo la
fe, quitarle el pan y quirarle toda esperanza de
próxima· redención. Majestad, exoelencia,
O lo que fuese: si que
réis salvar a España y queréis salvaros, ·no os entreguéis a esos
partidos que son como pies de gigante, que a pasos colosales van
llevando al último abismo de la revoluci6n a
la patria y a toda
soberanía y autoridad. No hay más que un remedio para quien
quiera ser soberano con firmes raíces en la nación y una espe
ranza de salvación para España;
y es acudir con toda urgencia,
aun antes de pensar en defenderse del socialismo y la anarquía
que son males que están por venir, a raer del suelo de la patria
a los partidos liberales (grandes
y prolongados tumores)» (65).
Se comprenden los rumores. La andanada a canovistas y sa
gastinos
iba dirigida a la misma santabárbara del navío del
sis,
tema. Y al menos en aquel sistema aún existían oposiciones que
hacían discursos como éste. Y no era la integrista la única. Exis
ten memorables discursos republicanos. Y de liberales frente a
conservadores y de éstos cuando eran la oposición a los liberales.
(65) NOCEDAL: Op, cit., págs. 257-260.
635
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGOlvA
Con esto concluye el discurso de.Nocedal. En el turno de rec
tificaciones hay más ingenio que
afirmación de
principios. Sán
chez de Toca
y Arrazola, dos católicos mestizos, quedaron parti
cularmente heridos. No reilejo los brillantes diálogos porque son
mucho
más anécdota
que categoría. Con lo expuesto queda a
mi
entender suficientemente reilejado el pensamiento contrarrevolu
cionario de Nocedal
y el partido integrista tal y como se mani
festaba en las Cortes de la Restauración.
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