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Número 255-256

Serie XXVI

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Adro Xavier: Junípero Serra

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viene a exigir una observancia de la libertad de los grupos hu­
manos en cualquier grado
de la escala social» (118), aunque es
evidente
que «la libertad

exige siempre un tanto de tolerable
imperfección
técnica» (119),

pues, como dice San Pablo. «todo
es lícito, pero no todo conveniente (I
Cor. 6, 12).
El desarrollo prospectivo de tal programa lo hace en doce
puntos concretos en los que no duda en comprometerse. Pero termina
selíalando que, «en definitiva,

puede haber una guerra
mundial o puede no ser ésta necesaria, pero, en todo caso, el
ntievo orden sólo puede venir por la "violencia de Dios", la
theoubia .. ·J como sería la de inesperadas conversiones "tumba­
tlvas,, que
no han de ser necesariamente singulares, como la su­
frida por Saulo en el Camino de Damasco. En todo caso es el
mismo Dios el que nos habla de una victoria
final de
Cristo Rey,
y las victorias implican siempre la violencia:
para un nuevo or-
. den,

una nueva violencia», son las palabras finales de ea,ta inte­
resantísima y absolutamente original ohra de Alvaro d'Ors.
ANTONIO SEGURA FBRNS.
Xavier, Adro: JUNIPERO SERRA (*)
Con extraordinaria oportunidad, pues posiblemente este año
sea beatificado por Juan Pablo. II en su próximo viaje a los Es­
tados Unidos
el franciscano mallorquín fray Junípero Serra, Adro
Xavier acaba

de publicar la biografía de este singular personaje
que es a la
ve2 gloria

de España y de la Iglesia
y cuya estatua
representa al Estado de California en la galería de la fama del
Capitolio de Washington.
Nación como la nuestra
no. suele

enorgullecerse de
sus. gran­
des

hombres
y. el

desconocimiento que de ellos tiene la mayoría
de
fos españoles

es, más que notable, vergonzoso. Adro Xavier
viene, desde hace
anos, empeñado

en poner al alcancé del lector
medio español las vidas de compatriotas que no merecen nues­ tro olvido. Además, la ignorancia de sus virtudes,
. de

sus haza­
ñas, de
sus heroísmos

empobrecen a todo un pueblo que, a lo
largo de toda su historia y hasta días recientes fue, por antono­
mia, el

pueblo de los santos y de los héroes.
Así, el Papa Luna, Francisco
Suárez, el duque de Gandía, el
abad Oliba, Luis de Requesens, Gelmírez y, ahora, fray Junípe-
( •) Editorial Casals, Barcelona, 1986.
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ro Serra han surgido de la fluida y brillante pluma del jesuita .
Adro.

Xavier
más pr6ximos,
más nuestros y no por ello menos
verdaderos. Su última aventura
· literaria

le ha llevado a un fraile mallor­
quín al

que ningún
· contemporáneo
hubiera augurado altos
· des­
tinos.

Humilde, piadoso, obediente, su vida no
parecía iba
a di­
ferir de
la de

tantos miles de hermanos que se
santificaron
bajo
el hábito franciscano pero sin dejar más huella en
la historia. ·
De

familia hnmilde y con apellidos claramente judíos, su abue­
la paterna se llamaba nada menos que Juana Abram Salom, nues­ tro fraile naci6 el 24 de noviembre de 1713 y fue bautizado con
el nombre de Miguel José. Bautizado no para eludir persecucio­
nes inquisitoriales y conservando en el fondo de su coraz6n
la
ley mosaica, sino por fe sentida y profunda, vivida en la familia
desde hacía siglos. Un sobrino de fray Junípero sería también
franciscano y un sobrino-nieto, párroco. El niño resultó enfermizo, estudioso y con vocación y el 14
de septiembre de 1730, casi a los deiciséis años, vistió el hábito
de San Francisco. Y cambió su nombre de pila por el tan fran­
ciscano de Junípero.
Aplicado en los estudios, pronto llegaría a ocupar
la cátedra
de
«prima» del

«sutil
maestre» en la Universidad de Mallorca.
Cátedra que debi6 desempeñar discretamente, sin especial pena
ni gloria. Y sin descuidar su preocupaci6n por el trato directo
con las almas. El P. Palau, primer y capital biógrafo de fray Ju­
nípero, de quien fue amigo y compañero muchos años y que
sirve a Adro Xavier de hilo conductor en su relato, nos dice que
«se iba por las Cuaresmas a emplear en
la conversión de los pe­
cadores, que con su fervoroso celo, grande. habilidad, inventiva
y sonora voz con que Dios le había dotado, despertaba a los pe­
cadores del pesado sueño del pecado
y se convertían a Dios a
pesar del mortal enemigo ...
». ·
Tras cinco años de docencia universitaria, en 1749 parte páta
las

misiones de Nueva España. Cambio tan radical de vida no
está documentado en su porqué. El hecho es que a fines de
.ese
año

nos lo encontramos en México inmerso
en una vida aparente
y .realmente anodina de apostolado sacerdotal. Como tantos otros.
Como la inmensa
mayoría de

sus hermanos.
Unos años en México capital. Desempeña cargos en el con­
vento, predica, confiesa ... , pero sin que nada especial haga no­
tar que nos encontramos ante un hombre sobresaliente, singular. Y, por fin, es enviado a las misiones
-1750--, al corazón
de la Sierra
Madre oriental. Tiene nuestro fraile treinta y siete
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años y ... tampoco nada. Fu,~ ·hn buen m1s1onero, como tantos
otros, piadoso, humilde, sacrificado. Y así nueve años. Hasta
que sus superiores le ordenan volver a México. Y a México vuel­
ve para pasar siete años más, también anodinos, en su conven-
to de San Fernando. ·
Hasta
que a los cincuenta y cuatro años de edad, con una
pierna enferma, le envían a lo desconocido. A misionar unas tie­ rras inc6gnitas:
la Alta California. Y ahí se. descubre, rutilante,
impresionante, la belleza de su alma, la santidad de vida, la in­ tuici6n genial, las dotes de gobierno del evangelizador y civili­
zador de California.
Dificultades sin

cuento son vencidas no se sabe bien si con
·
una

mansedumbre que superaba su tenacidad o con una tenaci­
dad que aún era superior a su mansedumbre. Todo en él pasa a
ser magnífico. Su amor a los indios, su piedad, su desprecio por su cuerpo
y su salud, sus afanes fundadores. Todo. Y, al lado de
fray Jwúpero, la labor de España. De
sus autoridades,
de sus sol­
dados, de sus hombres ... Era la última aventura de expansi6n
de
la fe y el Imperio de una España agonizante. Y a aparecían re­
galismos, despotismos, enciclopedismos adulterando
el oro puro
de la tradici6n anterior.
¡ Qué bien lo narra Adro Xavier ! . Y
c6mo esas ideas serán estériles y acabarán con la obra de España.
Estamos ya ante
el santo. Cuando le comunican que los in­
dios habían asaltado la misi6n de San Diego
y asesinado a fray
Luis Jayme, fray Junípero, que tanto amaba a
sus misiones
y a
sus misioneros exclamó:
-«Gracias a Dios ya sé reg6 aquella tierra; ahora sí que se
conseguirá l.a reducci6n de los dieguinos». .
No

puedo
ser más ·extenso. Sólo quiero añadir, como conclu­
si6n,

el fervor de fray Junípero por un sacramento tal vez muy
preterido:.
el de la confirmación. Dotado de facultades especia­
les para confirmar no escatimó esfuerzos· ni sacrificios, hasta el
día de su muerte, para que ni uno solo de los cristianos a él en­
comendados en condiciones de recibirla dejara de beneficiarse
con su gracia. El apóstol de California fue también, en verdad,
el
apóstol de la confirmación, Excelente libro
el de Adro Xavier. Y estamos seguros que
su próxima edición, por pronto que ocurra, no será
ya de
fray
Junípero Serra sino del beato Junípero Serra, gloria de Mallor­
ca, de España, de California
y de la Iglesia.
FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA.
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