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Número 323-324

Serie XXXIII

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Verdad, conciencia, libertad y responsabilidad

VERDAD, CONCIENCIA, LIBERTAD
Y RESPONSABILIDAD
Verdad y libertad.
«La Iglesia posee una verdad, una doctrina, una sabiduria y
nuna experiencia, que la gente necesita en su camino hacia la libe­
"ración y el bien auténticos. Este es el marco en el que hay que
"leer la carta enciclica Veritatis splendor, publicada recientemente,
"y que surgió de un profundo sentido de la necesidad de volver
"a presentar la luz del Evangelio y la enseñanza autorizada de la
"Iglesia sobre los principios básicos, que constituyen los cimientos
"de la vida moral. Se propone ayudar a disipar la confusión para­
"lizadora que mucha gente experimenta hoy ante las cuestiones
"fundamentales sobre el bien y el mal, lo correcto
y lo equivocado.
uLa reafirmación de la enseñanza moral de la Iglesia, que es cons­
ntante pero al mismo tiempo siempre nueva, constituye una res­
"puesta necesaria del Magisterio a la crisis ética tan difundida que
"afecta a la sociedad contemporánea. Como pastores expertos, sois
"plenamente conscientes de la profundidad y las consecuencias de
"esta crisis en la vida diaria de la gente, así como de vuestra res­
"ponsabilidad de ofrecer una guia pastoral de acuerdo con el pen­
"samiento de Cristo y de la Iglesia.
»El .núcleo del mensa;e de la V eritatis splendor es la reafirma­
" ción de la relación esencial entre la verdad y la libertad ( cf. n. 32).
"La verdad universal sobre el bien de la persona humana y las
nnormas perennemente válidas que aseguran la. protección de ese
;'bien son, desde luego, asequibles a la razón humana/ podemos
"realmente compartir el conocimiento de Dios sobre lo que debe­
"r!amos ser y lo que debemos hacer si queremos alcanzar el fin
"para el que hemos sido creados. Dado que esta ley está escrita
en
"nuestros corazones (cf. Rm 2, 15), aceptarla y actuar en confor­
"midad con ella no significa someterse a ninguna imposición ex­
"terior, sino abrazar la verdad más profunda de nuestro propio ser
"(cf. Veritatis splendor, 41, 50). A
la pregunta acerca de qué ver­
"dad deberla regular el destino humano, la Iglesia responde: la
"verdad de Dios, que es la verdad del hombre. Asimismo,
a la pre­
"gunta sobre qué justicia debería guiar a la sociedad, la Iglesia
"responde: la justicia de Dios, la única verdaderamente humana y
''humanizadora.
Verbo, núm. 323-324 (1994), 225-2}1 225
Fundaci\363n Speiro

»Ayudar a los hombres y muieres contemporáneos a redescu­
"brir
'la relaci6n inseparable entre verdad y libertad' (ib., 99), es
,,una exigenqio apremiante de nuestro ministerio pastoral, indivi­
" dual y colectivo. Al asegurar que las verdades básicas de la doc­
"trina moral de la Iglesia se enseñen claramente, ofrecemos una
"reafirmaci6n de
la dignidad de la persona humana, una correcta
"comprensi6n
de la conciencia, ·única base s61ida para el e;ercicio
"correcto de la libertad humana, y un fundamento para vivir ;un­
"tos en solidaridad y en armonla civil. Todo esto es un servicio
"esencial al bien común. ¿Cómo puede la sociedad moderna de­
"tener sU camino hacia comporiatfliCntos cada vez más destructi­
"vos, que violan los derechos fundamentales de la persona huma­
"na, sin redescubrir el carácter inviolable de las norma morales
"que deberlan regular la conducta humana siempre y en todo lu­
" gar? (cf. ib., 84). ,,
»Cuando rechaza el relativismo ético y el agnosticismo sobre
''.el bien moral, la Iglesia no es dogmática ni sectaria. La verdad
"que
la Iglesia está defendiendo afirma la dignidad trascendente
"de
la persona y la obligtJCi6n inviolable de resp·etar la conciencia
"de
todo hombre. De hecho, esta verdad ofrece la garantía más
"segura a la libertad humana, porque -como escribí en la Cen­
"tesimus annus-cuando ·'no existe una verdad última, la cual
u guia y orienta la· acci6n politica, entonces las ideas y las convic­
" dones humanas pueden ser instrumenta/izadas fácilmente para
"fines de poder' (n. 46), de¡ando a la persona indefensa frente al
"dominio de una opini6n particular o de un sistema ideol6gico.
»Puede decirse que, al indicar la necesaria relación entre ver­
" dad y libertad, la encíclica demuestra la falsedad primordial que
"ha causado sufrimientos indescriptibles, mal
y violencia a la fa­
"milia humana desde sus orígenes, y que hoy parece no tener lími­
"tes, engañando incluso
al elegido (cf. Mt 24, 24). Como declara
"san Pablo con gran sencillez en su carta a los Romanos, la false­
"dad consiste en que muchos 'cambiaron la verdad de Dios por la
"mentira, y adorafon y sirvieron a la criatura en vez del Creador'
"(Rm 1, 25). En la práctica, el resultado final es la entronizaci6n
"del
egocentrismo y la muerte de la solidaridad y del amor gene­
"roso».
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JuAN PABLO II: Discurso a un grupo de
obispos estadounidenses en vista «ad Tonina»,
15 de_ octubre. L'Osservatore Romano, edición
semanal en
lengua española, año XXV núm. 4.5
(1.297), 5 de noviembre de 1993.
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Con claridad al servicio de la verd.ad.
« ¿Qué necesitan con urgencia los hombres y muieres de nues­
"tro tiempo? Sobre todo,
la verdad. Sin la verdad no puede haber
"auténtica libertad, ni sincera comunión.
Para ser voz del pueblo,
"vuestro semanario debe ponerse siempre
y con claridad al servi,
"cio de la verdad. Podríamos decir que éste es su cometido espe­
"c!fico, su modo típico de contribuir a la edificación de la comu­
"nidad cristiana y al desarrollo de la comunidad civil. El testimonio
"cristiano en
ese campo supone competencia y profesionalidad,
"honradez de vida
y fidelidad a las enseñanzas del Evangelio.
»Así pues, estad siempre atentos a la verdad, solícitos· al ser­
"vicio del bien y entregados a transmitir la novedad evangélica,
"Lt, difusión de los principios cristianos sobre la familia, el traba­
"jo, la educación y la plena dignidad personal y social del hombre
"ha
de seguir siendo la tarea caracteristica en que vuestro periódico
"inspire su
acción. Para ello podrá contar siempre con la compren­
"si6n
y el apoyo de la Iglesia».
JUAN PABLO 11: Discurso a un grupo de pe­
regrinos de la diócesis de Brescia, 9 de octubre.
L'Osservatore Romano, edición semanal en len­
gue española, año XXV, núm. 45 (1297), 5 de
noviembre
de 1993.
La conciencia no es un tribunal que cree el bien, sino que
debe formarse a la luz de normas de ,noralidad universa­
les
y objetivas.
«Uno de los principales problemas pastorales que debemos
"afrontar
es la difundida interpretación incorrecta del papel de la
"conciencia} allí donde la conciencia y la experiencia individuales
"se consideran superiores o se oponen a la enseñanza de la Igle­
"sia. Los i6venes de Estados Unidos,
y en realidad los de todo el
"mundo occidental, ton frecuencia son víctimas de teorías educa­
"tivas que afirmdn que cadiJ uno 'crea' sus propios valores y que
"'sentirse satisfecho' es el principia moral fundamental; por eso,
"piden que se
les libre de esa confusión moral. Todos los que en­
"señan en nombre de la Iglesia deberian honrar sin temor la digni­
,, dad de la conciencia moral como el santuario en que se escucha
"la voz de Dios (cf. Gauclium et spes, 16); pero con el mismo
"empeño deberían proclamar, contra el subjetivismo, que la con­
"ciencia no es un tribunal que crea el bien, sino que debe formarse
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"a la luz de normas de moralidad universales y objetivas. Una en­
"señanza clara sobre estas cuestiones es esencial también para rea­
"nudar la práctica necesaria del sacramento de la penitencia. Las
"miles de confesiones que los sacerdotes escucharon en Den ver
"muestran_ .que los jóvenes conocen el valor de este sacramento, a
"pesar de la profunda crisis que lo afecta ( cf. Reconciliatio et poeni­
"tentia, 28).
»Una enseñanza clara sobre estas cuestiones es liberadora por­
" que propone el significado auténtico del ser discipulos: Cristo
"invita a
sus seguidores a ser sus.amigos (cf. Jn 15, 15). En efec­
"to, seguir persot¡almente a Cristo es el fundamenta esencial de
"la moral cristiana, La obediencia de la fe (cf.Rm 16, 26) es una
"aceptaci6n intelectual de la doctrina y un compromiso de vida,
"que nos lleva a
una uni6n cada vez más perfecta con Cristo. La
"Iglesia debe estar siempre atenta " no reducir la 'palabra de la
"verdad' (Col 1, 5) a un código abstracto de ética y moral, o a un
"tratado de normas de buen comportamiento. El anuncio de
la
"moral cristiana, tan ligado a la nueva eva.ngelizaci6n, no debe
"vaciar la cruz de Crista de su poder (cf. 1 Co 1, 17)».
JuAN PABLO II: Visita «Ad lumina» a los
obispos estadounidenses de Nueva Inglaterra, 21
de septiembre. L'Osservatore Romano, edición
semanal .. en lengúa .española, año XXV, núm. 40
(1.292), 1 de octubre de 1993.
Es preciso formar la· conciencia en el respeto de la Ier moral.
«Un punto de contacto entre el pensamiento cristiano y lo me­
"ior de la cultura contemporánea es, ciertamente, la percepci6n
"de
la dignidad del hombre. Esa dignidad se funda en la interiori­
"dad
del ser humano, creado 'a imagen de Dios' (Gn 1, 26), pues
"entre
todas los seres del mundo visible i6lo el hombre na se
"limita a existir, sino que sabe también que existe, gracias a" la
"inteligencia con que 'participa de la luz de la mente de Dios'
"(Gaudium et spes, 15). Y asl san Agustín pudo escribir: 'Entra
"en ti mismo;
en lo· más intimo del hombre es donde habita la
"verdad' (De vera religione, 39, 72).
·
»Entre las riquezas de esta interioridad del ser humano, la
''conciencia moral es un elemento esencial. En ella se manifiesta
"'una
ley que lo impulsa a amar y practicar el bien y a evitar el
"mal' (Gaudium et spes, 16). Esa conciencia se halla en lo más
"profundo de la persona, donde radica la responsabilidad moral y
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"la misma experiencia religiosa. El Concilio nos ha recordado al
"respecto: 'La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del
"hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz re­
"suena en el recinto más .íntimo de aquélla' (ib.).
»En
la reciente encíclica Veritatis splendor, reafirmando la
"conveniencia y la universalidad de la ley moral, subrayé el valor
"central de
la conciencia. En realidad, ley moral y conciencia no
"se ,plantean como una alternativa. La conciencia es la norma pró­
"xima del obrar y, en. cuanto tal, hay que obedecerla incluso en
"el caso de error debido a.ignorancia invencible. Pero su fuerza
"vinculante brota de la misma ley moral,, cuyas exigencias aplica
"a las situaciones concreias de la vidá.
»La conciencia no crea la norma~ sino que la recibe como im­
"perativo que se le impone. Por tanto, en la base de su ¡uicio no
"se halla la presunci6n de una autonomla absoluta, sino la humil­
" dad de la criatura que se siente dependiente de su Creador.
»Como todas
las cosas humanas, también la conciencia puede
"fallar, cayendo
en engaños y en errores. Es una voz delicada, que
"puede ser atropellada por una vida ruidosa y distraída, o
casi
"ahogada por un largo y grave hábito de vicio.
»La conciencia
debe ser cultivada y educada, y el camino prin­
"
cipal de su formaci6n, al menos para quien tiene la gracia de la
"fe, es la confrontación con la revelación biblica de la ley moral,
"autorizadamente interpretada, con
la asistencia del Esplritu Santo,
"por
el Magisterio de la Iglesia».
JUAN PABLO U: Meditación mariana del Santo
Padre; domingo 7 de noviembre. L'Osservatore
Romano, · edici6n semanal en lengua española,
año XXV, núm. 46 (1.298), 12 de noviembre
de 1993.
Libertad y responsabilidad.
«En Cristo se halla la respuesta más plena al interrogante so­
"bre la opci6n entre libertad y responsabilidad. La responsabilidad
"es
lo que da plenitud a nuestra libertad. Sin ella, nuestra liber­
"tad humana podría constituir incluso un
gran peligro y una gran
"amenaza para cada u izo de nosotros y para los · derizás.
»No hay plena libertad sin responsabilidad; no hay amor sin
"responsabilidad.
Os digo esto recurriendo al titulo de un libro
"que escribi
hace muchos años. Si el hombre ha sido creado a ima­
n gen y ·sem·ejanza de Dios, si esta imagen y · esta Semeianza con
"Dios fue confirmada por la encarnación de Jesucristo, también en
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"los aspectos más dolorosos del sufrimiento humano, que hemos
"vivido}untos con esta muchacha y con todos los demás j6venes y
"ancianos.
que sufren, se encuentra la respuesta definitiva: si el
"Hiio de Dios acept6 la cruz, también en nuestras cruces huma­
"nas, lituanas, ;uveniles, o en las de los. ancianos, se encuentra un
"misterio sa!v!fico, un misterio cuyo significado y sentido nos re­
"veló Jesucristo mismo.
ȃsta es la herencia vivificante de vuestra fe, de estos siglos
"de
fe cristiana de los lituanos. Espero que los ancianos y los adul­
"tos transmitan esta fe a los ¡6venes. Y
también espero que los
"i6venes encuentren esta fe nueva
y la ofrezcan a los ancianos.
"As!, este intercambio salvlfico de la fe entre las generaciones,
"será
la vida de vuestra patria, de la. Lituania cristiana».
JUAN PABLO II: Palabras del Santo Padre al
final del encuentro con los jóvenes en Kaunas,
7 de septiembre. L'Osservatore Romano, edic:i.6n
semanal en lengua espafiola, año XXV1 núm. 38
(1290), 17 de septiembre de 1993.
El sentido y los límites de la libertad humana, que entendida
cristianamente fluye por los cauces qµe señalan el amor a
la verdad y el compromiso de la solidaridad.
«Por consiguiente, son necesarias la libertad y la solidaridad,
!'la identidad
y el diálogo. A una con ,los demás cristianos de las
"diversas Confesiones ¡,resentes también· en vuestro te"itorio, la
"Iglesia cat6lica quiere testimoniar estos valores fundamentales e
"inseparables.
·
»Tiene gran estima del valor de la libertad, es más, lo consi­
" dera necesario no sólo para el crecimiento de la persona y el desa­
"rrollo de una ordenada convivencia social, sino también para la
"formación de una auténtica vida religiosa. Efectivamente, la fe,
"por su misma naturaleza, requiere la respuesta libre del hombre;
"iamás puede ser fruto de una imposici6n. Par otra parte, nuestra
"adhesión a Cristo, al que reconocemos como 'camino, verdad y
''vida' (Jn 14, 6), no nos exime de abrirnos al horizonte ilimitado
"de
la investigaci6n humana, ya que el misterio en el que hemos
"creldo es más grande que nuestra comprensión y nos obliga a
"reflexionar siempre, dentro
de las coordenadas propias de la fe,
"mediante un diálogo fecundo con la cultura de nuestro· tiempo.
»La
fe, sin embargo, nos permite captar también el sentido y
"los limites de la libertad humana, indicándonos en Dios su /un-
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"damento, y en el amor su realización más auténtica. De esta for­
"ma, la libertad entendida cristianamente fluye por el cauce que
"señalan
el amor a la verdad y el compromiso de la solidaridad».
JuAN PABLO II: Mensaje a los intelectuales de
Estonia, entregado al Presidente de la República.
L'Osservatore Romano, edición semanal en len­
gua española, año XXV, núm. 38 (1.290), 17
de septiembre de 1993.
Respetar la libertad en las estruétlll'as · jurídicas y en la vida
social supone
el compromiso personal y la responsabilidad
de todos.
«Queridos intelectuales de Estonia, confío en que también en
"vuestra patria se ahonde este diálogo, del que pueden brotar
"muchos frutos
para la cultura y la sociedad.
»Dice el Evangelio: 'La verdad os hará libre' (Jn 8, 32).
»Mientras Estonia avanza con agilidad por
el nuevo camino
"de
la libertad política, es conveniente que los que se preocupan
"por
el futuro de la libertad tengan conciencia de que respetarla
"en
la estructuras ¡urldicas y en la vida social supone el compro­
"miso personal y
ta responsabilidad de todos.
»Por este camino de libertad,
la Iglesia será muy feliz de acom­
"pañar a la nueva Estonia, para .la que deseo de toda corazón un
"futuro de progreso y de ['ti%.
»Hombres del pensamiento, os manifiesto mi agradecimiento
"y mi amistad, al tiempo que invoco sobre todos las bendición de
"l)ios».
JuAN PABLO 11: Mensaje a los· intelectuales de
Estonia,
entregado al Presidente de -la República.
L'Osservatore Romano, edición semanal en len­
gua espafíola, afio XXV, núm. 38 (1.290), 17
de septiembre de 1993.
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