Índice de contenidos
Número 323-324
Serie XXXIII
- Textos Pontificios
- Noticias
-
Estudios
-
En el principio era el Verbo
-
Modelos actuales de hombre: ¿un nuevo super-hombre?
-
Catalanismo y europeísmo
-
La idea de tradición en el P. Osvaldo Lira, SS. CC.
-
Hungría, a mitad de camino
-
Rumanía, 75 años
-
Cuando China despierte
-
La dignidad de la persona en la legislación genética española
-
Situación religiosa de Colombia en 1900. San Ezequiel Moreno y Díaz: una vida por el reinado social de Jesucristo (II)
-
Los tres senos donde se forma el hombre
-
- In memoriam
- Crónicas
-
Información bibliográfica
-
Danilo Castellano: La razionalità della politica
-
Julio Montero Díaz: El estado carlista. Principios teóricos y práctica política (1872-1876)
-
VV. AA.: Un siglo de catolicismo social en Europa (1891-1991)
-
Giles Kepel: La revancha de Dios (Cristianos, judíos y musulmanes a la reconquista del mundo)
-
Jean Dumont: El nacimiento de la España moderna
-
Autores
1994
Domingo Vega
IN MEMORIAM
DOMINGO VEGA
Ha fallecido en Alcalá de Henares un viejo amigo, mío y de
muchos
de los que han pasadd por la Ciudad Católica. Viejo por
que lo era y porque hace
ya muchos años que le conocí. Siempre
con su bastón que ayudaba a una pierna herida. Y no
se dónde,
porque Domingo Vega tuvo una vida anterior, en sus años juve
niles, que nunca me contó del todo. Era una mezcla de aventura
y de bruma que casi desapareció con su «conversión».
Porque Domingo
se convirtió. No sé cuales fueron sus años
anteriores.
Mas un día se encontró a Cristo. Y eso cambió su
vida. Repito que no
sé cuál fue la de antes. La de después fue
hermosa.
Se entregó. Y cdn todo su corazón. Un corazón grande,
bueno, ingenuo tal
vez. Pero que se daba tanto que obligaba a
que los que se encontraban con él
se dieran.
Había nacido en Madrid hace
ya muchos años. En 1908. Ape
nas habían pasado diez años del desastre de Cuba y Filipinas.
Cuandd le conocí, cuando
la Ciudad Católica tuvo la suerte de
encontrarse con Domingo Vega, era
ya un hombre maduro. Ten
dría,
más o menos, mas bien más, los años que hoy tengo yo, y
que tanto
me. pesan. Eran los días del Concilio y de todo lo que
del Concilio,
o, mejor dicho, lo que alrededor del Concilio, se
movió.
Domingo llegó a nosotros con una inmensa fe, creo que más
bien recuperada que recién adquirida, con enorme esperanza y
con muchísimo amor. Amor a Jesucristo; algo o mucho tuvieron
que ver
los Cooperadores de Cristo Rey en ello ; y amor a otra
aventura, siempre tuvo espíritu aventurero, que creía entregada
al servicio de su Dios. No parecía una persona que encajara en la
Verbo, núm. 323-324 (1994), 405-414 405
Fundaci\363n Speiro
IN MEMORIAM
tipología de quienes se sienten a gusto en la Ciudad Católica. La
vida, la dura vida, no le había dado ocasi6n de realizar estndios,
de ser un «intelectnal». Y, sin embargo, qué profunda sabiduría
la suya, qué saber
más natural y más actual su sencillo saber.
Hace
muy poco he hablado del entendimiento, sorprendente
para todos aquellos que tenían visi6n corta, entre Michele Fede
rico
Sciacca y Domingo Vega. EL genial fi!6sofo y Domingo Vega
se hicieron amigos. Porque los dos tenían una profunda sabiduría
en su coraz6n. Cuando aquello escribía tnve un presentimiento.
No iba a volver a ver a mi amigo Domingo. Y me despedí de él
hasta el cielo. Donde espero que la infinita misericordia de Dios
me lleve, pues no tengo
la menor duda de que allí estara él. Bue
nos amigos me hicieron tachar las líneas del adi6s porque les
parecía que estaba matando a Domingo. Pero
es que él se moría.
Y yo sabía que aquel adi6s anticipado no le iba a molestar. Hoy
te lo doy,
tú lo sabes, de todo coraz6n.
Domingo lleg6 a Speito en humildes tareas administrativas.
Todos hemos conocido al asalariado que, cumpliendo con
su de
ber, no participa en nada de las ilusiones y esperanzas de la em
presa. Domingo no tenía nada que ver con eso. El tenía más ilusi6n
que nadie, para él trabajo significaba apostolado. Y lo hacía
ad
mirablemente.
Y o creo que entre. las personas que más dieron
· a la Ciudad
Católica, y a cuantos tiene que estar agradecida, puede estar, con
todo merecimiento, Domingo
Vega. Y desde estas líneas me atrevo
a pedir a Juan V allet, que tanto
os queríais, que en esa galería
ilustre
y
el P. Guerrero, y Gabriel y Jer6nimo, y Sciacca y Germán ...
Ya sé que faltan muchos. Deberían poner la de Augusto, la de
Julio Garrido, la de Pepín
... Sí, pero pongamos la de Domingo.
Porque fue tan nuestro que lo fue tanto como
el que más.
Todos los que le trataron tendrán de él el mejor recuerdo.
Casi· diría que mejor imposible. No vendía libros, porque cada
libro vendido era una alegría
y con ese encajaba dos o tres más.
No hacía un suscriptor sino
uh amigó. ¡Y cuántos hizo! Y no s6lo
se dio él sino que nos trajo a Carmen, su mujer, y a Joaquín, su
406
Fundaci\363n Speiro
IN MEMORIA-M
hijo. No pudd dar más, porque más no tenía. Dio todo. Nos dio
todo. No a nosotros, sino a Dios en nosotros. Qué menos que
darle las gracias por lo que nos
did y por él. Conocer a Domingo,
ser amigo de Domingo
fue otro don de Aquél que reparte sus
gracias porque por donde va deja todo vestido de hermosura.
Gracias Señor por
Ddmingo. Gracias Domingo por ti.
Feo. JOSÉ Fnz. DE LA CIGOÑA.
HOMILIA DE LA MISA CELEBRADA EN SUFRAGIO
DE DOMINGO VEGA (el
25 de enero de 1994)
Celebra hoy la Iglesia la Conversión de San Pablo, con aquella sin
gular aparici6n. de Cristo en el camino de ·Damasco al gran perseguidor
de
los que creían en El.
Por otra parte, leemos en el rito de la Iglesia cuando pide a Dios
por un hiio suyo -ya próximo a encontrarse_ con El al fin de su vida, el
siguiente deseo: «Veas
cara a cara a tu Redentor, y goces de la contem
plación divina por los siglos de los
siglos».
Dos nuevos eslabones en la cadena de apariciones que venimos con
siderando desde
la noche de Navidad.
• • •
En Belén se aparece aquella noche a. los pastores de su . pueblo; un
año
largo despu~s se mllestra a unos magos de la gentilidad; y a_l bauti
zarse
.luego de seis lustros, se muestra sensiblemente como emisario del
Cielo, recomendado
-por el Padre y el Espiritu, ante-aquellos a quienes
venía
·a enseñar y a redimir; refrendando poco después_ su categoría di
vina con su epifania milagrosa de Caná, .. al convertir en aquella boda el
agua en vino.
De aquella presencia de Cristo entre
nosotros en la plenitud de los
tiempos arranca esta nuestra realidad -de hoy; que hubiera sido sin su
venida al mundo tan distinta- de
lo que es, que no es ninguna exagera~
ción pensar que entonces la población del mundo en este siglo XX habria
estado formada por otros hombres, y no por
los que. gracias a Dios,
hemos nacido. Porque, ¿quién puede dudar que en nuestra larguísima
cadena
geneal6gica haya habido· algún matrimonio de antecesores nues
tros, influido en su formaci6n por la-doctrina y la gracia de Cristo? Ya
habrd habido algún determinado matrimonio de ascendientes de cada
uno de nosotros, en cuya motivación decisiva-se haya atendido al men
saje que
el Señor nes trajo ·y haya obrado la gracia que para los · hombres
recabaron los
méritos-de Cristo,· sin lo cual habriamos quedado para
siempre en el infinito mundo de las posibilidades no realizadas.
Y aun en un mundo en que ya de hecho vivimos, tan material y tan
rastrero a
pesar de la venida de Cristo, podemos imaginar, a la vista
del paganismo anterior y del egofsmo contemporáneo ( «su dios es su
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DOMINGO VEGA
Ha fallecido en Alcalá de Henares un viejo amigo, mío y de
muchos
de los que han pasadd por la Ciudad Católica. Viejo por
que lo era y porque hace
ya muchos años que le conocí. Siempre
con su bastón que ayudaba a una pierna herida. Y no
se dónde,
porque Domingo Vega tuvo una vida anterior, en sus años juve
niles, que nunca me contó del todo. Era una mezcla de aventura
y de bruma que casi desapareció con su «conversión».
Porque Domingo
se convirtió. No sé cuales fueron sus años
anteriores.
Mas un día se encontró a Cristo. Y eso cambió su
vida. Repito que no
sé cuál fue la de antes. La de después fue
hermosa.
Se entregó. Y cdn todo su corazón. Un corazón grande,
bueno, ingenuo tal
vez. Pero que se daba tanto que obligaba a
que los que se encontraban con él
se dieran.
Había nacido en Madrid hace
ya muchos años. En 1908. Ape
nas habían pasado diez años del desastre de Cuba y Filipinas.
Cuandd le conocí, cuando
la Ciudad Católica tuvo la suerte de
encontrarse con Domingo Vega, era
ya un hombre maduro. Ten
dría,
más o menos, mas bien más, los años que hoy tengo yo, y
que tanto
me. pesan. Eran los días del Concilio y de todo lo que
del Concilio,
o, mejor dicho, lo que alrededor del Concilio, se
movió.
Domingo llegó a nosotros con una inmensa fe, creo que más
bien recuperada que recién adquirida, con enorme esperanza y
con muchísimo amor. Amor a Jesucristo; algo o mucho tuvieron
que ver
los Cooperadores de Cristo Rey en ello ; y amor a otra
aventura, siempre tuvo espíritu aventurero, que creía entregada
al servicio de su Dios. No parecía una persona que encajara en la
Verbo, núm. 323-324 (1994), 405-414 405
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tipología de quienes se sienten a gusto en la Ciudad Católica. La
vida, la dura vida, no le había dado ocasi6n de realizar estndios,
de ser un «intelectnal». Y, sin embargo, qué profunda sabiduría
la suya, qué saber
más natural y más actual su sencillo saber.
Hace
muy poco he hablado del entendimiento, sorprendente
para todos aquellos que tenían visi6n corta, entre Michele Fede
rico
Sciacca y Domingo Vega. EL genial fi!6sofo y Domingo Vega
se hicieron amigos. Porque los dos tenían una profunda sabiduría
en su coraz6n. Cuando aquello escribía tnve un presentimiento.
No iba a volver a ver a mi amigo Domingo. Y me despedí de él
hasta el cielo. Donde espero que la infinita misericordia de Dios
me lleve, pues no tengo
la menor duda de que allí estara él. Bue
nos amigos me hicieron tachar las líneas del adi6s porque les
parecía que estaba matando a Domingo. Pero
es que él se moría.
Y yo sabía que aquel adi6s anticipado no le iba a molestar. Hoy
te lo doy,
tú lo sabes, de todo coraz6n.
Domingo lleg6 a Speito en humildes tareas administrativas.
Todos hemos conocido al asalariado que, cumpliendo con
su de
ber, no participa en nada de las ilusiones y esperanzas de la em
presa. Domingo no tenía nada que ver con eso. El tenía más ilusi6n
que nadie, para él trabajo significaba apostolado. Y lo hacía
ad
mirablemente.
Y o creo que entre. las personas que más dieron
· a la Ciudad
Católica, y a cuantos tiene que estar agradecida, puede estar, con
todo merecimiento, Domingo
Vega. Y desde estas líneas me atrevo
a pedir a Juan V allet, que tanto
os queríais, que en esa galería
ilustre
el P. Guerrero, y Gabriel y Jer6nimo, y Sciacca y Germán ...
Ya sé que faltan muchos. Deberían poner la de Augusto, la de
Julio Garrido, la de Pepín
... Sí, pero pongamos la de Domingo.
Porque fue tan nuestro que lo fue tanto como
el que más.
Todos los que le trataron tendrán de él el mejor recuerdo.
Casi· diría que mejor imposible. No vendía libros, porque cada
libro vendido era una alegría
y con ese encajaba dos o tres más.
No hacía un suscriptor sino
uh amigó. ¡Y cuántos hizo! Y no s6lo
se dio él sino que nos trajo a Carmen, su mujer, y a Joaquín, su
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Fundaci\363n Speiro
IN MEMORIA-M
hijo. No pudd dar más, porque más no tenía. Dio todo. Nos dio
todo. No a nosotros, sino a Dios en nosotros. Qué menos que
darle las gracias por lo que nos
did y por él. Conocer a Domingo,
ser amigo de Domingo
fue otro don de Aquél que reparte sus
gracias porque por donde va deja todo vestido de hermosura.
Gracias Señor por
Ddmingo. Gracias Domingo por ti.
Feo. JOSÉ Fnz. DE LA CIGOÑA.
HOMILIA DE LA MISA CELEBRADA EN SUFRAGIO
DE DOMINGO VEGA (el
25 de enero de 1994)
Celebra hoy la Iglesia la Conversión de San Pablo, con aquella sin
gular aparici6n. de Cristo en el camino de ·Damasco al gran perseguidor
de
los que creían en El.
Por otra parte, leemos en el rito de la Iglesia cuando pide a Dios
por un hiio suyo -ya próximo a encontrarse_ con El al fin de su vida, el
siguiente deseo: «Veas
cara a cara a tu Redentor, y goces de la contem
plación divina por los siglos de los
siglos».
Dos nuevos eslabones en la cadena de apariciones que venimos con
siderando desde
la noche de Navidad.
• • •
En Belén se aparece aquella noche a. los pastores de su . pueblo; un
año
largo despu~s se mllestra a unos magos de la gentilidad; y a_l bauti
zarse
.luego de seis lustros, se muestra sensiblemente como emisario del
Cielo, recomendado
-por el Padre y el Espiritu, ante-aquellos a quienes
venía
·a enseñar y a redimir; refrendando poco después_ su categoría di
vina con su epifania milagrosa de Caná, .. al convertir en aquella boda el
agua en vino.
De aquella presencia de Cristo entre
nosotros en la plenitud de los
tiempos arranca esta nuestra realidad -de hoy; que hubiera sido sin su
venida al mundo tan distinta- de
lo que es, que no es ninguna exagera~
ción pensar que entonces la población del mundo en este siglo XX habria
estado formada por otros hombres, y no por
los que. gracias a Dios,
hemos nacido. Porque, ¿quién puede dudar que en nuestra larguísima
cadena
geneal6gica haya habido· algún matrimonio de antecesores nues
tros, influido en su formaci6n por la-doctrina y la gracia de Cristo? Ya
habrd habido algún determinado matrimonio de ascendientes de cada
uno de nosotros, en cuya motivación decisiva-se haya atendido al men
saje que
el Señor nes trajo ·y haya obrado la gracia que para los · hombres
recabaron los
méritos-de Cristo,· sin lo cual habriamos quedado para
siempre en el infinito mundo de las posibilidades no realizadas.
Y aun en un mundo en que ya de hecho vivimos, tan material y tan
rastrero a
pesar de la venida de Cristo, podemos imaginar, a la vista
del paganismo anterior y del egofsmo contemporáneo ( «su dios es su
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