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Número 323-324

Serie XXXIII

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Julio Montero Díaz: El estado carlista. Principios teóricos y práctica política (1872-1876)

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
miento «del pensamiento político clásico, esto es perenne, detrás
de los muchos erores del y de los no pocos horrores causados por
el "pensamiento moderno"» (pág. 23 ). -
Este libro de Danilo Castellano reúne armoniosamente, al igual
que toda su
obra, una aguda capacidad teorética y una profunda
percepción
práctica, haciendd de su autor uno de los valedores más
firmes del pensamiento tradicional en nuestros días. Reconocerlo,
para
el autor de esta nota, no es solamente un frío ejercicio de
crítica intelectual sino también un
-cálído testimonio de amistad.
MIGUEL_ AYUSO.
Julio Montero Dfuz: EL ESTADO CARLISTA. PRINCIPIOS
TEORICOS Y PRACTICA POLITICA (1872-1876)
(*)
Desde hace años los estudios históricos sobre el Carlismd han
sido revitalizados.
Muestra-de ello es la tesis doctoral de Julio
Montero Díaz sobre
El Estado Carlista, galardoneada ex aequo
cdn el premio Luis Hernando de Larramendi.
Si hasta la actualidad se -había hecho hincapié en el estudio
de
los conflictos sucesorio, ideológico y bélico entre el liberalismo
y
el tradicionalismo, hoy se muestra, más si cabe, la extraordinaria
riqueza del carlismo como tema historiográfico en la multiplici­
dad de aspectos antropológicos, culturales, sociológioos,
de men­
talidades,
-políticos y religiosos ... que amplían; profundizan, y
complementan los otros tratados anteriormente.
El tema abordado en
El Estado Carlista es inédito y original
pues, hasta hoy, no
se había estudiado de forma metódica y en
uri -exclusivo y denso trabajo. De por sí, el título de esta investi­
gación
es ambicidso y su significación muy relevante. Los princi­
pios teóricos del carlismo examinados tienen un marco nacional, y
el estudio de la práctica de aquellos un ámbito vascongado oon
referencias directas a Navarra.
La atenta leciura del libro de Montero Díaz permite observar
que
los carlistas de 1872-1876 nd sólo fueron hombres inquietos
y aun romáoticos como su
época. Vivían sus afitmaciones políti­
ca,-, que considerabao con virtualidad hacia el futuro, enraizados
en un espacio vital concreto hasta
el punto de querer hacerlas
polític~ente posibles en una clara y decidida proyección en su
(*) Madrid, Ed. Aportes XIX, 1992, 563 págs., col. Luis Hernando de
Larramendi_ Prólogo de Miguel Artola Gallego (págs, 17-19)_
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
presente histórico y hacia el futuro. De esta manera los carlistas
forjaron
un Estado o embrión de Estado .(págs. 18, 297, etc.).
Este Estado sólo se consrituyó con propiedad en la región
vasco­
navarra. Demostrar esto ha sido uno de los principales logros del
autor aunque,
como expresión de su subjetividad, parezca consi­
derar tal Estado como inviable incluso en su
.tiempo.
El Estado Carlista ha exigido al autor la utilización de aque­
llos instrumentos de derecho político
c¡qe .. 111uestran el perfil bá­
sico de todo Estado ya configurado. Ello ptorga a la obra ún
contenido concep.tual muy peculiar que vertebra toda la exposi:
ci6n y la hace densa en contenido. Esta densidad conceptual no
dificulta, en al,soluto, la lie\:tura del trabajo, gracias a .i,ma. re.dac­
ción fluida y a111ena ~xpresada a veces mediante ciertos giros
coloquiales--,
a una continua referencia a los acontecimientos
históricos, y

a la inserci6n
de abundantes tatos literales, ya ses
de
los pen~adores tradici corres¡xmdiente
.en el ámbito vascongadp. · · ·
Dichos
textos no son un mero repertorio de sucesivos docu­
mentos sino· que sirven de justificación argumental, amplían el
marco referencial de la argumetitacjón, pe:tmiten un profundo
análisis del pasado y explican. debidamente
la configuración del
Estado carlista, en
torno a lo cual se vertebra todo el. libro.
Las exigencias conceptuales, la vertebración teorética de la
obra, y el
atuplio repertorio doctimental inserto en el,. ~ext\>. otor­
gan a la tesis de Julio Montero un cará<;ter formalista .que no
permite traslucir la vivencia -no. ya las valoraciones subjetivas,
bajo cualquier
aspe<;tO runbas secundarias-- del historlador. La
sujeción
al dato etupµ-ico itupide reducir el conocimiento del pa­
sado a mera
interpretación;.permite explicarlos.hechos de manera
fehaciente y objetiva y evita que el
conocimient<,·del· pasado que­
de. tamizado
-distorsionadd--mediante juicios y criterios subje­
tivos. Ello no significa que en .la obra .de l\:!ontéro no se destilen
paulatinamente consideraciones
.y valoraciones personales, algunos
futuribles,
itupresiones críticas, etc,, ajenas al conocimiento histó,
rico per se y que, personal y subjetí".amente, no comparto ( 1 ).
(1) En esta nota no pretendemos confundir al lector. Efectivamente,
no hay correlación entre la amplia ·extensión . en la exposición-de nuestra
interpretación (como
tal de naturaleza subjetiva) sobre los -hechos históricos,
con el carácter predominantemente-.-ohjetivo de la obra.del-dr. -Julio Mon­
tero. Obviamente, nuestra interpretación es .paralela a_ la propia interpreta­
ción de nuestro autor.
Según
parece, Julio Montero considera· que .el Estado .Carlista era invia­
ble en el denominado mundo moderno. ·Mi ooi.1sideraci6n.-.al -respecto es
diferente. Creo_ que debe-valorarse la existencia de varias modernidades· po.
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lNPORMAClON BlBLlOGRAFICA
De cualquier manera, estas op:tn1ones se diferencian fácilmente
de
la exposición de los contenidos estrictamente históricos, que
es lo único importante para
la ciencia histórica, para el progreso
del conocimiento
científico. del pasado.
sibles, así como la necesidad de comprender los hechos dentro de su con­
texto y no «a posteriori». Por otra parte, lo realmente vivido por las so­
ciedades de 1872 eran. los valores y la mentalidad etiquetada de carlista -y
no el liberalismo--::,, · mentalidad que concretaba un concepto tradicional
y
católico de la vidá.· ·Este coricepto católico no sólo tenia un sentido perso­
nal, familiar y social, sino también, e incluso de forma deliberada, un ca-
rácter político. .
Tampoco debe. olvidarse que lo específico del carliSID.O fue más el man­
tenimiento
del derecho natural y de ·una visión política cristiana que ciertas
concreciones históricas, circunstanciales y cambiantes en el transcurso del
tiempo, aunque ·en
la política práctica de cada momento dichas concreciones
adquiriesen una gran
:,relevancia como plasmaci9n práctica ele una-cosmovi­
sión y sentir. El constitucionalismo liberal no. cm el único sistema. político
en Europa. Ha'sta 1870 Francia vivió un sistema autoritario con Napoleón III,
mitigado al final de su reinado. Tampoco el sistema político de AUstria y
R1lSia. era libetal. Quizás pueda decirse que, en Europa, el sistema liberal
y el. no liberal estaban equiparados y que las principales potencias no ten­
dían, precisamente, al liberalismo. Es importante considerar esto aunque,
efectivamente,
el carlismo defendiese una forma política muy diferente a
la propia de los imperios austríaco, alemán, francés y ruso, estos últimos de
una clara tendencia
autocrática.
Montero Díaz, especialmente en sus. reflexiones finales, insiste en que,
en buena inedida, el carlismo de 1870 ·era un fruto del romanticismo en
boga; en torno al
·cual encontraba su definición. Sin embargo, sabemos que
el romanticismo tiene eleinentos é¡ue sobrepasan los límites del movimiento
cult~ _que él mismo configuró, pues, a pesar .de suponer una excesiva
reacción 1contra los . an,teri_ores, excesos racionalistas, incluía algunos aspectos
persistenfc;s en el s~ y sociedades humana!!,. De cualquier manera, para 1870
el romanticismo 'decimonónico·se·encontraba en .regresión. Por sil parte, el
carlismo de esta época fue una realidad más prolongada· en el tiempo, más
arraigada y, ,bajo todos los aspectos, más importante,. como para ser consi­
derada como lJil «ool~tazo». final de una época que moría y que daba paso
a la siguiente. El Carl.i.s.mo no fue un mero «impulso» legitimista y particu­
larista de
·base· religiosa exaltada, pues su doctrina fue amplia y compleja,
hundió sus raíces· · en siglos no romátiticos, se desarrolló con posterioridad
a
ello$, y ha. sido una sociedad absolutamente fiel al Magisterio de la Iglesia
huyendo, en
~te último aspecto,_ de aquella expresión de «ser más papista
que
e! Papa».· Las diferencias entre ciertos pensadores carlistas de 1870 res­
pecto a Santo
.. Tomás de Aquino y a Vitoria, destacadas por Montero, son
meramente
coyunturales en. el -carlismo, pues en su historia hubo pensado­
res neotomistas y escolásticos (v. gr., los procedentes de la universidad de
Cervera
... ), -según destaca, entre otros, el profesor José-Máría Alsina Roca
(1985). Por supuesto, dichos pensadores carlistas, donosianos o seguí.dores
de Balmes, están, mucho más cerca de Santo Tomás y de Vitoria de lo que
de estos últimos se encontraban los pensadores de la escuela liberal mode­
rada y doctrinaria, defensora del constitucionalismo liberal.
Montero supone la vinculación entre el legitimismo y el integrismo
(pág. 21). Asf., adelanta no pocos afíos el movimiento integrista. También
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INFORMA.CION BIBLIOGR.AFICA.
Para estudiar el Estad@ Carlista, ha sido .¡,ecesaria la investi­
gación e interrelación de diferentes planos. El trabajo del profesor
Montero
examina la teoría o. ciencia política sobre el Estado.
Desgrana importantes aspectos del
pensamiento y . la. mentalidad
socio-política de los
tradicion¡,listas. en tomo. a 1870. Anallia di­
versas afirmaciones
y creencias de los tradicionalistas . en materia
religiosa. Estudia ( cap.
IX) el régimen foral vascongado con base
principalmente en los estudios efectuados por tres autores carlistas
de
la époea ( Carmelo de Echegaray, Ramón Ortiz de Zárate y
Agustín
Artiñano y Zutiquday) y en otras fuentes. Examina las
aplicaciones
políticas de la doctrina tradicionalista al Estado em­
brionario de 1872-1876, subrayando las circunstancias excepcio­
nales de guerra que modifican la aplicación
. directa y total del
Ideario, anhelada ésta por
sus defensores. Destaca algunos aspec­
tos prácticos que no se correspondieron totalmente --es compren­
sible--a la doctrina defendida por los carlistas y el grado de sus
aplicaciones, aunque, en efecto, hubiere una esencial correspon-
quiere dar ·1a impresión de que los carlistas eran, ideológicamente, entre
las diversas posturas
igualmente aceptables por los . católicos, el sector -radi­
cal
de su época en materia religiosa, .reacción por otra. parte comprensible -se diría-.ante la exasperación anticlerical. Considerd · esta afirmación de-­
masiado simple. Basta conocer la actitud y documentos del Pontificado y
de
no pocos obispos ,para considerar· que la postura de: los carlistas en ma­
teria religiosa no se trataba. de una poshira radical sino universal .en toda la
Iglesia. Montero supone en· los carlistas un excesivo celo religioso por la
salvación eterna de los espafioles (pág. 52); describe el reducido campo
que, según él, .en la política carlista lo necesario dejaba a lo dudoso. (pág. 97),
lo
cual supone un elemento comparativo establecido desde. {llera de .la época
que se estudia; y menciona
el patetnalismo social de los carlistas (pág. 69}.
Sin embargo, par
lo que se refiere a esto último, sabemos que este pater­
nalismo debe enmarcarse en= el. amplio perfil del movitnieii.to sócial católico
ep. la Europa de esta época, coincidiendo así con el estilo Qe una época in­
herente al movimiento social europeo. E,n realidad dicho paternalism.o -social
de los carlistas puéde considerarse como importante «avanzad.El»'. en el paula­
tino interés que los católicos mostraron por la cuestión social. Puede decirse
que
los carlistas fueron pioneros de una cuestión social provocada por el
liberalismo económico, incipiente en España, y por la política inhibitoria
del Estado liberal-moderado. También utiliza Monteto algunos términos ,poco
afortunados como el de «cerrazón» (pág. 319) y «aventura carlista» (pág.
438), entre otros.
En sus reflexiones finales, Montero menciona la relaci6n existente entre
el carlismo y el régimen de Franco. En realidad, creo que el franquismo
carece
de relaci6n vertebral con la doctrina y praxis de los carlistas. Prueba
de ello
.es la oposición estal;,Iecida entre carlismo-franquismo (las quejas del
colaboracionista
Rodezno- durahte la gu~ civil son bien significativas)
desde
los albores de este régimen, como lo demuestran Xavier Tusell, Mar­
tín Blinkorn y Manuel de Santa Cruz (seud.), entre otros, este último en
sus Apuntes para la historia del tradicionalismo español (1939-1966).
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INPORM.A.CION BIBLIOGRAFIC.A.
dencia entre la propaganda carlista y su corúiguraci6n del Estado
que originaron. También se descubre, circunstancialmente, algún
aspecto sociol6gico (
2) ; la total carencia de un estudio sociol6gi­
co que perfilase la sociología .de los carlistas se explica ·fácilmente
por exceder los límites de la obra. La interrelaci6n de los aspectos
sociales, religio'sos, jurídicos y políticos... obliga a conjugar
si­
multáneamente los diversos planos señalados. Según esto, la com­
plejidad de la obra sobre El Estado Carlista es evidente.
El libro sobre
El Estado Carlista se organiza en tomo a once ca­
pítulos, además de las reflexiones finales -donde se reiteran
ciertas opiniones subjetivas del autor
ya aparecidas a lo largo del
texto-, de una amplia relaci6n de fuentes y bibliografía y de
1.060 notas como aparato crítico del texto.
En la bibliografía se
dan cita 19 obras generales, 25 de historia regional, 22 sobre his­
toria del Carlismo, 24 de historia militar relativa a la 2.ª guerra
y 149 obras englobadas como repertorio bibliográfico.
El primer capítulo explica
el objeto del trabajd y efectúa di­
versas precisiones conceptuales. La estructura de siete de los res­
tantes capítuloll -del segundo al octavo-guardan una profunda
similitud e interrelaci6n.
En cada uno de estos capítulos, después
de explicar
los planteamientos de los carlistas en relaci6n con el
hombre y los derechos individuales, la sociedad y el Estado
(cap. 2); la prensa (cap.
3); los derechos humanos de asociación,
reuf\Í6n v petici6n, la unidad cat61ica, la moralidad y el orden
públicos ( cap.
4); los distintos niveles de participaci6n y repre­
sentaci6n política (cap. 5); la naturaleza, funciones y medios de
la Corona (caps. 6 y
7); la descentralizaci6n, autarquía, y organi­
zaci6n de las provincias (cap. 8)
... se muestra su aplicaci6n en la
configuración del Estado carlista. Esta
misma estructura narrativa
se continúa
en. la explicaci6n de la organización política foralista
de Vascongadas, e incluso de Navarra, antes
y durante la guerra
de· .1872-1876, organizaci6n ·relativa a los ámbitos de las Juntas
(2) Creo conVeniente matizar la interpretación, .efectuada por el autor,
de ·1as palabras de Aparisi Guijarro: «( ... ) Duda que, según algunos dicen,
(el partido carlista) forme la mayoría d.e la.nación, y si la:forri:t.a, se inclina
a creer que ( ... )» (págs. 11$6 y 311). Según Montero; en esta afirmación
Aparisi «sabia que. su P:i:opuesta no contaba con la. acogida favorable de la
mayor!a de la población ... • (págs. 3.17,318 y 516). En reali.dad Aparisi in­
cluye el . témJ,inO «duda»,_ abre la .. posibiliqad -«¡ si la forma»-a. que
los
carlistas_ ·s~! proporcio.nalmente a la_ poblacion, muy numero~os. Por
otra parte; hay que advertir _que dicha .a.fitmat::i6n. de Aparisi carece de un
carácter estrictamente sociológico Y. que debe ser CO.t~jada y conipletada con
otras
fuentes documentales.
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Generales ( ordinarias y extraordinarias), las instancias intermedias
(uniones, merindades, cuadrillas, etc.), las Diputaciones, los repre­
sentantes de la Corona,
el Centro Vasco-Nayarro, etc. (caps. 9,
10 y 11.
En todos estos capítulos puede reflejarse cómo pensaban los
tradicionalistas, siempre enraizados en la
vida. cotidiana de aque­
llas sociedades
y, por ello, de planteamientos no ideológicos. Tam"
bién se refleja Ja .influencia de su doctrina en la práctica del Es­
tado carlista y la correlativa incidencia de la realidad concreta
sobre los planteamientos generales tradicionalistas.
La obra· de Montero que explica la naturaleza, origen y ~e­
t.eres del Estado carlista durante l~ tercera guerra, permite· esta­
blecer un estudio
comparativo con· los trabajos de Vicente G¡tt­
mendia sobre esta misma época y, sobre todo, con los de Alfonso
Bullón de Mendoza · y de Francisco Asín Ramírez de Esparza,
ambos relativos a
la primera guerra, desarrollada en toda España
y en
1
agón respectivamente, guerra. ésta enla que el Carlismo
tuvo
mµy serias posibilidades de triunfar .con sus propios medios.
Allá donde el populismo carlista respondía con las
armas a un
Estado liberal,
centralista y fuerte, que controlaba toda fuente de
poder, originaron un Estado. De esta manera, los monarcas apo­
yados por el pueblo tradicional fueron en la terminología actual;
jefes de Estado con plena· propiedad. Según esto, . el Carlismo no
fue un mero intento político, sino .una amplia realidad sociológica
y una realidad a
nii¡el de Estado que configuró en dos ocasiones
(la primera y la tercera guerras) un Estado tradicional adverso
y
combatido por el Estado liberal.
Confiamos en que
. el perfil señalado de este libro moverá a
una lectura atenta, pormenorizada
y gustosa, de la obra del pro­
fesor Julio Montero -a quien personalmente tanto aprecio-,
cuya elevada densidad conceptual y documental, unida su buen
haqer en el oficio de historiador, ofrecerá numerosas reflexiones
de carácter histórico.
JOSÉ F'ERMÍN GARRALDA AluzOUN.
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