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Número 331-332

Serie XXXIV

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Un luminoso ejemplo de filosofía de la historia aplicado a Hispanoamérica. José Vasconcelos: ¿Por qué perdimos?

UN LUMINOSO EJEMPLO DE FILOSOFIA DE LA
HISTORIA APLICADO A HISPANOAMERICA
JOSE VASCONCELOS: ¿POR QUE PERDIMOS?
POR
BALTASAR PÉREZ ARGOS, s. J.
El gran pensador mexicano José Vasconcelos, una de las más
altas y señeras figuras de la filosofía hispanoamericana de nuestro
tiempo, en un artículo, que bien puede considerarse su testamen­
to espiritual
-fue lo último que escribi6 y publicó-nos dej6
un luminoso ejemplo de filosofía de
la historia, aplicado a Hispa­
noamérica.
Se pregunta ya desde el título, ¿Por qué perdimos?,
y concreta el problema de la siguiente manera:
«¿Cuáles son las causas de que, a principios del
si­
glo xrx, todavía México haya sido el primer país de Hispa­
noamérica
y actualmente los Estados Unidos lo tienen aven­
tajado en forma tan gigantesca?».
Pregunta las causas, quiere hacer filosofía, filosofía
de la his­
toria, de una historia, que hoy precisamente, al conmemorarse el
V centenario del descubrimiento y evangelizaci6n de América,
se ha hecho actualidad. El problema de un modo o de otro se ha
planteado, y
se le han dado soluciones, soluciones muy peregri­
nas. Escuchemos la que, con su capacidad y reconocida compe­
tencia, nos ofrece
el ilustre mexicano José Vasconcelos en este
artículo memorable.
Empieza
el gran pensador dando por asentado el hecho de
que España, en el momento de la independencia, deja a México
situado tanto en lo cultural como en lo económico, a una altura
incomeosurable con respecto a sus vecinos del Norte, los Estados
Verbo, núm. 331-332 (1995), 115-128
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BALTASAR PEREZ ARGOS, S. l.
Unidos, apenas unos ranchos dispersos por el gran continente.
Así
se expresa V asconcelos:
«En primer lugar hace falta convencer a
los no !errados
de que, en
efectd, México fue .la primera nación del Nuevo
Mundo duraote todo. el siglo
XVIII; en la misma época en
que
los Estados Unidos erao un modesto gropo de colonias
sin importancia, ya no digo cultural, ni siquiera comercial».
Afirmación clara y contundente «para convencer a los no
le­
trados» y a otros «ignorantes» de la historia: «México fue la
primera nación del Nuevo Mundo durante todo el siglo
XVIII».
La primera nación: ¿En qué consistió su primacía? Nos lo va a
comprobar con un testimonio, no
precisamente de un español
-no sería ni hábil ni eficaz--sino de una personalidad neutral,
aleJriánpor más señas, de Iá categoría científica .de un Alejaodro
Humboldt, Humboldt, e1;1 efecto, como todos sabemos, fue por
decirlo así
"1 primer peri()\lista científico. Recorre detenidamente
todeí el contfuente amerlcáno, &sde lastierras del norte. hasta el
Virreinato del Perú, y recoge en más de 30 volúmenes sus expe­
riencias, lo que
vio,_ lo que vivió y observó en ta.n largo recorrido.
De un .mérito extraordinario, nosotros, los españoles de hoy, de­
beríamo; conocer mejor lo que escribió para la Historia aquel
periodista. Oigamos a Vasconcelos lo que nos resume en
brevísima
pincelada:
116
«Para darse cuenta· de leí · que México era, basta' con
recordar el libro de Humboldt, El Ensaya
Politita sobre la
Nueva España. Teníamos entonces majeítes carreteras que
las ncirteamericanas; nuestro territorio llegaba por
.el Nort~
hasta Alaska y por el Súr hasta Honduras. Nuestro país era
centro cómercial
dél mn,;ido. Nuestta marina, aun la cons­
truida
en astilleros lnexicanbs, imponía respeto a la amerí­
cana y estuvo ayudaodo a contener los asaltos de fos biica-
. ·
neros, que pretendían apoderarse por la fuetza de nuestros
pl\eslo_~; ConstituÍlµ<:>s en aqm;I tiempo. una de las · rut~s
comerciales más fre,:uentaclas del mundo, por vi,rtud del
ttáfiw de lof galeotes de Manila, que estuvieron comuni:
· diodo
el Asía con Europa, duraoté más de dos siglos. El
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FILOSOFIA DE IOSE VASCONCELOS E HISPANOAMERICA
último viaje de esta empresa de navegación coincidió con
la ocupación de Acapulco por los insurgentes de Morelos.
»Desde
el punto de vis(a financiero fue aquella una
época en que nuestra
moneda erá pairón· mundial. El valor
de la moneda, al fin y al cabo, lo determina el valor del
metal que la respalda, ya sea plata n oro. Pero a la vez,
para garantizar la posesión de la plata y el oro, hacen falta
las escuadras y los ejércitos.
Por eso es que la moneda sigue
al Imperio. En nuestros buenos tiempos la garantía metá­
lica
de nuestra moneda -única sólida-estaba en las Casas
de Moneda, que abundaban por el país y todas se hallaban
protegidas por
el Ejército Colonial y por la Marina espa­
ñola.
· Actualmente tenemos que· garantizar nuestro peso
con divisas extranjeras, que son un.
giro contra ·depósitos
metálicos, que se encuentran en los Estados Unidos, -custo­
diados por el Ejército norteamericano».
La descripción de la
riqueza · material, en· que vive. México,
hecha por Alejandro Hnmboldt y resumida . brevísimamente por
V asconcelos, no puede ser
más elocuente. En el libro de Humboldt
además se
encuentran datos sorprendentes de alto nivel cultural y
cientifico de toda la América española. Recordemos este gran
elogio: «Ninguna ciudad del Nuevo Continente, sin exceptuar las
de los Estados Unidos del norte,
presentan establecimientos cien­
tíficos tan grandiosos y sólidos . CQIIio la capital de. México. Me
bastaría citar la Escuela de Minas, dirigida por el sabio Elhuyar,
el
Jardín Botánico y la Academia de Nobles Artes, fundada por
personas particulares con . la
-protecci6n · del ministro Gálvez. El
Rey dotó a esta última de una espaciosa casa y de una colección
de modelos de yeso, de obras maes.tras
de la antigüedad clásica,
como el· Apolo de Belvedere o el grupo de Lacoante, valuada en
cerca de 800.000
reales» (Nueva España I, 112; II, 46). De su
estancia en Venezuela -para no . quedarnos sólo en México­
nos refiere la sorpresa que le cáusó encontrar en la. población del
interior, Calabozo, una máquina
eléctrica de grandes. discos, elec-·
tróforos, electrómetros, baterías, un material casi tan completo
como el que poseen nuestros físicos en Europa, construidos por
el señor Carlos del Pozo. Y en Lima, a una distancia inmensa de
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BALT ASAR PEREZ ARGOS~ S. J.
Europa, le mostraron las últimas novedades en química, en mate­
máticas y en fisiología» (Nueva España I, 290).
Vasconcelos también hace referencia en su artículo
al nivel
cultural y científico, que
alcanzó México bajo la dominaci6n es­
pañola, y que se consolidó al llegar a su independencia. Su afir­
mación concisa es muy de notar, más en este tiempo, en que sólo
mirar al Africa recién descolonizada produce escalofríos. La afir­
mación es breve, pero sorprendente:
«Culturalmente también es de sobra conocido que en
nuestro país había más bibliotecas,
más universidades, más
imprentas, que en las trece colonias británicas de la orilla
del Atlántico».
Más bibliotecas,
más universidades e imprentas que en las
trece colonias británicas de la orilla del Atlántico. Con la famosa
Universidad de San Marcos de Lima, nada menos que 19 ciudades
de Hispanoamérica gozaron de otras tantas o más universidades re­
partidas por aquellos vastos territorios de México y de Perú. ¿Cuán­
tas universidades se han levantado después con más medios y más
facilidades sin duda en Africa y en Asia por otros pueblos colo­
nizadores? No se puede negar sólo con este dato, que la obra
cultural
de España en América, aun prescindiendo de su aspecto
evangelizador, fue enorme. Con razón León
XIII, al celebrarse
el IV Centenario del descubrimiento, escribi6: «La obra de
Es­
paña en América fue el hecho, de por sí, más grande y maravilloso
entre los hechos humanos,,. «Entre los hechos humanos» porque
en cuanto a la evangelizaci6n,
no hay ni que hablar. La evangeli­
zación esto si que fue maravilloso. Un verdadero milagro de
la
divina Providencia. No hay más que ver que ahora con tanta
«teología de la liberación», con tanta «inculturación»,
no saben
qué hacer para seguir los pasos de aquellos evangelizadores
y al
menos contener la descristianización creciente
de aquel inmenso
continente católico. El Obispo de Cuernavaca, el
famoso Méndez
Arceo,
me decía en su Palacio episcopal, sede que fue de Hernán
Cortés: «Mire, padre, la
fe que España nos dejó en México; a
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FILOSOFIA DE JOSB VASCONCELOS E HISPANOAMERICA
pesar de siglo y medio de persecución sistemática contra la Iglesia
católica. Mire la fe tan arraigada que tiene este pueblo». Textual.
Pul!S bien, ante este panorama de extraordinaria prosperidad
se pregunta V asconcelos y con toda razón: ¿ Por qué perdimos?
¿ Por qué nos encontramos ahora, siglo y medio después de nues­
tra independencia, en esta situación, tan
contraria de la que . par­
timos? Ellos, los americanos del norte, entonces un
«modest grupo de colonias»; y nosotros, los mexicanos, financiera y cul­
turalmente muy por encima de ellos. México «la primera nación
del nuevo mundo durante todo
el siglo XVIII», ¿Y ahora? ¿Qué
ha
ocurrido? La pregunta se impone y no puede ser más intere­
sante, desde
el punto de vista de la filosofía de la historia. Hoy,
con ocasión del V Centenario se
ha suscitado de nuevo el proble­
ma y con más virulencia que nunca por una poderosa razón: por
la situación de injusticia social
y de miseria, que vive hoy Hispa­
noamérica, tan
floreciente entonces y tan domeñada hoy por el
vecino del ncJrte. ¿Dónde está la causa o las causas de esta pét­
dida? He aquí lo que plantea y a lo que noblemente quiere respon­
der Vasconcelos en este articulo, que desgraciadamente dej6 sin
concluir.
Lo que dice no tiene desperdicio. Veámoslo.
* * *'
El artículo de V as con celos, cuyas partes principales transcri­
bimos, apareció en la revista Latinoamérica, en su número 116,
de septiembre de 1958. Sólo se publicó la primera parte, no la
segunda que prometía ser
la más interesante. ¿Por qué sólo la
primera parte? La revista se editaba en México D. F. desde su
fundación. Pero a fines de 1958 se trasladó a
La Habana, con
la esperanza de que en la Cuba de Fidel Castro mejoraría su
situación económica y tendría mayor tirada que en México,
donde por la falta de libertad de imprenta a la que estaban
sometidas las
editoriales católicas al tener el gobierno mexi­
cano en su mano el monopolio y el control del papel, la revista
llevaba una vida lánguida. Urgía salir de Caribdis, pero
se encon­
traron con Escila. Efectivamente, se empezó a publicar en
La Ha-
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BALT ASAR PE]!.EZ ARGOS, S. J.
bana, pero pronto. se frustaron las esperanzas. La sevista dejó de
salir
y el artículo de Vasconcelos quedó rruncado a la mitad. Ade­
más el gran pensador mexicano moría poco después en México
D. F.
su·.querida patria en abril de 1959. Tuve el honor y lasa­
tisfacción de asistir a su. sepelio y contemplar la alta estima que
ha.cía. de él el pueblo mexicano can marcado carácter a¡tólico y
patriótico .
.. A la pregunta, que encabeza su artículo, ¿Por qué perdimos?
reswnde Vasconcelos, indagando sus causas, causas de orden po­
lítico, de orden geográfico, .de orden social y religioso, que evi­
dentemente pudieron influir e influy:eron en esa pérdida.
Causas políticas.
Vasconcelos fundamenta su ánálisis político en esta tesis: la
guerra de la independencia fue para los Estados Unidos
la razón
y el comienzo de la unión de las colonias y la participación de las
mismas en el proceso ascedente de la Madre Patria, Inglaterra,
y su influjo
en, el mundo; mientras que para nosotros, los hispa­
nos, la guerra de
la independencia fue causa de la disgregación
nacional y de la participación de nuestros pueblos en la derrota y
declive del imperio español. Oigamos a Vasconcelos:
~Para analizar las causas de orde¡i pqlítico habría que
. trasladarse. a la guerra de la independencia, que fue para
los Estados Unidos
· comienzo de unión de las colonias y
participación de ellas en el ascenso que tuvo en
el mundo
· la Madre Patria, ·Inglaterra.
Para .nosotros
.la Independencia fue disgregación nacio­
nal y participación en
la derrota de. España; cuyo imperio,
al l'.erder .la 1\1.arina, se quedó sin medios de protegernos
de
fa códicia extranjera; nos dejó entregados a nuestros
propl©s recursos y obligados a transar con el enemigo ex­
terior, que era Inglaterra».
Sobre el· principio de que la guerra de la independencia fue
causa de la disgregación nacional, Vasconcelos apunta a una ra-
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FILOSOFIA DE /OSE VASCQNCELOS.E HISPANOA!efERl(:4
zón más profnnda que lo explica, «la codicia extranjera»; codicia
extranjera que tiene nn origen y
una. cabeza, que con habilidad
va a dirigir toda la trama, Inglaterra, No duda en calificar. a este
conjnnto
. de «el enemigo exterior».
La afirmación que nos va a hacer· ahora V asconcelos es para
tomar muy buena nota de ella, tanto los hispanos de aquí, como
los hispanos de
allí:
«Pronto los ingleses, después di, fomentar nuestra guerra
de Independencia,
se apoderaron . de la .dirección de todos
los negocios de los pueblos
hispanoamericanos, a través de
la Banca
Internacional y la Marlna Comercial lnglesas».
He aquí el virus, el virus que 'explica los síntomas de las con­
tinua convnlsión social que padecen los pueblos hispanoamerica­
nos desde su lndependencia;
virus, que se lnocula en Hispano­
américa en los comienzos mismos de su lndependencia, a saber el
virus del capitalismo liberal manchesteriano. La dirección de los
negocios,
la Banca Internacional, la Marlna Comercial Inglesa en
manos de los ingleses, no de los nativos. Qué clarividencia la de
Vasconcelos.
Le resulta este análisis tan evidente, que más adelan­
te lnsiste sobre lo mismo en
un párrafo genial, que hay que leer
con todo cuidado. Dice así:
. «Por entonces las naciones americanas, surgidas antes de
tiempo, fatalmente cayeron en la' dispersión, Y peor aún:
se dejaron domlnar por
la-propaganda que las llevaba a
renegar de su antigua Metrópoli para aceptar sumisas la
penetración anglosajona en lo económico y también en lo
espiritual, mediante un liberalismo, que nos distraía con
la lucha
religiosa, mientras acaparaba la dirección y el usu­
fructo de los recursos nacionales».
¿Lo peor? Lo peor según'Vasconcelos, haberse «dejado do­
minar las naciones de hisponoamérica. por la propaganda, que las
llevaba a renegar de su antigua Metrópoli para aceptar
· sumisas
la penetración anglosajona en
lo económico y también en lo espi­
ritual». Esto es hacer filosofía de la: historia, aplicada al caso con·
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BALTA-SAR PEREZ ARGOS, S. J.
creto de Hispanoamérica. El origen del mal aquí está, se les ha
querido arrancar de sus raíces, materiales y espirituales.
En el arte de «la propaganda» y en particular de la «leyenda
negra» no cabe duda que el «enemigo, ese enemigo extranjero»,
ha sido y sigue siendo maestro. Se ha podidd comprobar ahora
en tantos escritos, reuniones y conferencias que han tenido lugar
con ocasión del V Centenario, tanto es así que, intuyéndolo desde
su alta jerarquía
de Vicario de Cristo, el mismo Sumo Pontífice
Juan Pablo
II quiso adelantarse y empeñó su alúsirna autoridad
espiritual en deshacer
esa propaganda y esa leyenda negra agra­
deciendo a España públicamente, ante todos los obispos y todos los
pueblos del continente americano, su ingente obra de evangeliza­
ción y de cultura en Hispanoamérica.
Era acertada la estrategia. Renegando de
la Madre Patria,
la antigua Metrópoli, y aceptando sumisas la penetración anglo­
sajona, se dejaba «abierto el camino -nos dice V asconcelos-- a
una
fácil y profunda penetración del enemigo exterior» en las
naciones americanas, surgidas antes de tiempo. De esto se libró
el Brasil: de «esto», que Vasconcelos califica con palabra fuerte
«premarxismo del odio interno». Muy fuerte y expresiva palabra.
Dice así:
«Tan sólo Brasil logró escapar a este premarxismo del
odio interno y en vez de pelear con su Metrópoli a la hora
de la angustia común, al contrario, le abrió sus puertas y
aplazó su independencia hasta poder realizarla por medio
de
Tratados y Convenciones favorables al interés común ...
Pero entre nosotros, la penetración extraña había sido pro­
funda, como no tardó en demostrarlo
el éxito que obtuvo
Poinsett atrayendo hacia sí y a su programa imperialista,
toda una generación
de gente capaz, que insensiblemente
fue derivando hacia
la cooperación u,n los planes anglosa­
jones de destruir todo lo hispánico en beneficio de la nueva
situación, que promeúa crear hombres libres
y acabó con­
virtiéndonos en factorías, ya que ni siquiera como antes, en
colonias».
Penetración extraña y profunda, la penetración anglosajona;
que
se concreta en «el éxito que obtiene el Programa Imperialista
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FILOSOF/A DE JOSE VASCONCELOS E H/SPANOAMERICA
de Poinsett». Programa que propone nada menos que «la coope­
raci6n con
los planes anglosajones de destruir todo lo hispánico
en beneficio de la nueva situaci6n». ¿Cuál es esa nueva situaci6n?
No
se expresa, pero claramente se deduce: el imperialismo anglo­
saj6n, que de una manera o de otra, aún perdura. Todo esto,
aliñado con la añagaza de siempre, la promesa de libertad, de
«crear hombres libres». Como si la libertad fundamental no fuera
un «don preciosísimo, innato al hombre»; que recibimos de Dios;
que no hay que crear, sino potenciar regulándolo y sometiéndolo
a la ley natural, como tan profundamente nos explica
Le6n XIII
en su encíclica Libertas.
Vasconcelos resume y concluye así el análisis de las causas
políticas, que han influido tan decididamente en la
pérdida del
alto nivel cultural y material que poseía México en el
momeó.to
de su independencia, y en el «desfase hist6rico», que ahora "vive
con relaci6n al gran vecino del Norte, Dice así Vasconcelos, con
una agudeza que sorprende por su acierto:
«Inglaterra
se apoder6 de nuestro comercio, de nuestra
minería; y todas las pequeñas naciones sueltas
se dejaron
llevar a la patriotería, que engendra el culto del Caudillaje.
Aquello tenía que conducir al fracaso. Una a una, nuestras
naciones fueron cayendo en la
sumisi6n ; que primero se
impuso con rudeza y ahora se ejercita dentro de las formas
de la
más exquisita cortesía, en la Panamericana de Was­
hington».
Por último se consuela Vasconcelos
al ver que su análisis de
las causas políticas,
por las que los pueblos hispanoamericanos
«perdieron» su grandeza, lo intuy6 también Bolívar, «aquel ge­
nio»; lo que constituye un germen de esperanza, o como él dice
con más exactitud, «las bases para que alguna vez conquistemos
de verdad
la autonomía». Hispanoamérica no tiene otro camino
para la
rec:uperaci6n de su identidad. Oigamos una vez más a
Vasconcelos:
«Bolívar, que era un verdadero genio,
se dio cuenta de
todo esto. Por eso murió decepcionado, pero reconociendo
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BALTASAR PEREZ ARGOS, S. J .
.lo inevitable y aconsejando que se pusietan las bases pata
que alguna vez conquistásemos de verdad
la autonomía».
Causa¡¡ orográficas.
Poco espacio le . queda en su artículo pata el análisis de las
causas
orogrMicas, como él las llama. Sin embatgo, en tan poco
espacio es mucho· lo que dice. Empieza por asentat el valor de lo
que con orgullo denomina
«nuestra raza mestiza», la gran prota­
gonista de esta historia. «Nuestra raza mestiza>~, no es otra que
la que allí sembró España, llevada de su in~tinto cristiano y evan­
gelizador; instinto nada racista.
Un. auténtico cristiano no puede
sc;rlo. Esto supuesto, es evidente,. dice Vasconcelos que, «entre lo
que fuimos y lo que
so¡nos. hay. un abismo» ; no ya <:11tre lo que
tuvimos
y lo que tenemos. El problema que analizamos es más
hondo, toca al set, no & problema,
se le han buscado también soluciones. Nos dice Vas­
concelos:
«Se ha adOPtado la explicación más fácil, porque es la
de la prueba
más difídl. Se ha atribuidd a nuestra raza mes­
tiza · eL origen del fracaso. Por eso en los países del norte
se. evító el mestizaje». ·
Nada de eso, responde Vasconcelos. Ni el mestizaje se evitó
en. los países del Norte por esa taz?n de evitar el fracaso sino por
razones
de tipo .racista; ni· él mestizaje fue origen del fracaso, ni
muchos lllenos. El mestizaje, en efecto, ha sido siempre fecundo en
l.a historia, como es fácil comprobar:
124
«Los pensadores de hoy que han logrado investigat a
fondo
el problema rncial, se inclinan más bien a hacerlo a
un lado, puesto
qoe el mestizaje ha sido fecundo en la his­
toria. Grecia
es el primer caso de mezcla de sangres nórdi­
cas con razas orientales y España misma, la de la Recon­
quista,
eta. una mezcla fecunda de, las mejores razas europeas
con semitas y africanos».
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FILOSOFIA DE /OSE YASCONCELOS E .HISPANOA-MERICA
No, «nuestra raza mestiza». Todo lo contrario .. Hay otras
causas: «El panorama moderno de
h sociología nos revela causas
más profctndas que las émicas». Entre esas causas, la orografía:
«Serranías y montañas nunca
han sido morada ni base de un pue­
blo importante, mucho menos de un Imperio. La montaña es erié­
miga del hombre». As( nos lo explica Vasconcelos:
«Quien quiera que
conteinple el Mapa Mundi habrá de
darse cuenta de que aquellas regiones manchadas
de oscuro,
que representan serranías y montañas, nunca han sido mo­
rada ni base de un 1;>ueblo importante, mucho menos de
un Imperio.
Lá montafia es enemiga del hombre. La civili­
zación sé desarrolla en las llanuras, a orillas de, los ríos y
·sobre los puertos de mar. Atenas, tenía cerca al Epiro. Roma
estaba próxima al mar
y lo mismo puede decirse de .Londres
y de
París, de Nueva York y Bu.enos Aires. Egipto no se
desarrolla sino hasta que se acerca a la delta del Nilo para
ver que lo superan los
fenicios, que se atrevieron a lanzar
flotas al mar».
Pues bien, hemos de reconocer que «a nosotros
nos faltó
-prosigue Vasconcelos- un gran centro marítimo; nuestras pro­
vincias, repartidas en nudOS .montañosos, se mantuvieron alejada~
del muudo. por el desierto y la lejanf.a, infl. uyendo aún en nuestro ' ''
temperamento, que se ha vuelto reservado y particularista». Bay
que reconocer esta ,,;,;.¡¡dad. Pero, ¿esta realidad; esta causa oro­
gráfica,
la montafia enemÍga del hombre influyó en nuestra de­
cadencia? Nos sorprende Vasconcelos con su respuesta, con lo que
deja la puerta. abierta, por contraste, a ~ reflexió,n más. profull~
da. En efecto, ante la premisa que ha planteado, sorprende l~
conclusión que. saca. Dice is{: - .
«Sin embargo las montañas no nds impidieron ser nación
mundial, cuando
formábamos parte del podetfo de España.
Ahora nuestro futuro depende de que
ll~e a bombearse
hada el antiplano el agua del mar, previamente purificada
para usos agrícolas».
Extraña conclusión, repito. Si la montaña es enemiga del
hombre, si la civilización se desarrolla en las llanuras, ¿por qué
12,
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BALTASAR PEREZ ARGOS, S. J.
con España no? ¿Por qué «las montañas no nos impidieron ser
nación mundial, cuando formábamos parte del poderío de Espa­
ña?». ¿ Estará la explicaci6n en una ref!exi6n más profunda, que
se esconde . en las últimas palabras, que a continuaci6n escribe
Vasconcelos y con
las que pone punto final a su artículo? Dicen
así:
«Peto esto no modifica
la defensa que hice de nuestra
raza, en alguna ocasión memorable para mí».
«Nuestra raza mestiza». Aquí esta en definitiva
la explicaci6n,
en «nuestra raza», la «raza mestiza»; que en ocasión para él meM
morable defendi6. Esa «nuestra raza» la lleva en el coraz6n y en
ella encuentra el secretd de
la grandeza de su patria.
La raza mestiza, la raza que allí sembr6 España. Esa raza mes­
tiza -n6tese bien-estaba impregnada de catolicismo, en un
grado vetdaderamente admirable y
hoy hasta incomprensible. El
mestizaje fue exactamente lo contrario del racismo; tiene su oriM
gen y su explicaci6n en la visión católica del hombre. Aquí está
-nos dice Vasconcelos--· 1a raíz profunda de donde brotó la gtan­
deza de los pueblos de hispanoamérica: «nuestra raza». Quitada,
arrancada esta raíz, lo más contrario al racismo, es lógico, es obJiM
gado, que el árbol, por frondoso. que sea, se seque.
Detengámonos aquí. Désde esta óptica, sólo desde esta 6ptica
se puede valorar lo que suponía para Vasconcelos el hecho de que
los pueblos hispanoamericanos
se dejatan dominar por una pro­
paganda que les llevaba a renegat de su antigua Metr6poli pata
aceptar sumisos la penetración anglosajona en lo econ6mico y en
lo espiritual; y «cooperar con los planes anglosajones de destruc­
ci6n de todo lo hispánico en beneficio de la nueva situación».
Era arrancar la r~ misma que dio ·origen a ·«nuestra raza», cuya
defensa hizo, en ocasi6n memorable para él, y seguía haciéndola.
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FILOSOFIA DE JOSE VASCONCELOS E H-ISPANOAMERIC.A
Causas sociales y religiosas.
Lástima que se interrumpiera aquí definitivameute la publi­
cación del artículo
y nos privara de sus reflexiones sobre las causas
sociales y religiosas, sin duda las más interesantes y decisivas.
Decía Donoso que detrás o en el fondo de
todo acontecimien­
to político hay un acontecimiento religioso y desde luego social.
Esto nos da esperanza, porque de lo que nos acaba de decir V
as­
concelos sobre las causas políticas que más han influido en la
decadencia
y desfase histórico de Hispanoamérica, podemos con
fundamento deducir algo de
Id que nos hubiera dicho sobre las
causas sociales
y religiosas de esa decadencia. Las causas políticas
derivan
y se apoyan en las causas sociales y religiosas.
Cuando Vasconcelos nos dice que
la causa política más deci­
siva fue «la penetración anglosajona
en lo económico y en lo es­
piritual, mediante un liberalismo que, por un lado, nos distraía
con la lucha religiosa,
mientras, por otro, acaparaba la dirección
y el usufructo de los recursos nacionales» ; clarísimamente · nos
está diciendo que la causa social
y religiosa, no podía ser otra que
el capitalismo en lo social y el liberalismo en lo religioso.
Más adelante insiste en señalar como causa política de esa
pérdida, la aceptación del «Programa Imperialista que empujó
al
pueblo hacia la cooperación con los planes anglosajones y la des­
trucción de todo lo hispano en beneficio de la nueva situación»
con la promesa de «crear hombres libres»; con lo que nos está
señalando también clarísimamente cuáles son las causas sociales y
religiosas, el capitalismo
-fomentado y dirigido desde el vecino
del
Norte--y el liberalismo, concentrado en una persecución re­
ligiosa larvada y camuflada, bajo la etiqueta de «destruir todo
lo
hispánico en beneficio de la nueva situación» y «renegar de la
antigua Metrópoli».
«Destruir todo lo hispánico», ¿qué puede significar esto? Si
por algo
se caracteriza «lo hispánico», a fuer de católico, es preci­
samente
por esto, por ser todo lo contrario del capitalismo ( en el
sentido peyorativo de la palabra)
y del liberalismo. Y la razón
.127
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es clara. El liberalismo tiene su origen en J. J. Rousseau ; y desde
luego Rousseau
es su modelo más conocido e influyente. Y el capi­
talismo moderno tiene su origen en la concepción calvinista de la
salvaci6n. Nada
más lejos, ambas cosas, de la _concepción cat6lica
de
la economía y de la política y, por consiguiente, de lo «hispá­
nico». Destruir lo hispánico a beneficio
de la nueva situaci6n es
simplemente destruir lo católico. Ahora se comprende el profundo
significado social
y religioso de. esa frase incorporada al progra­
ma imperialista de Poinsett.
Liberalismo. y capitalismo moderno o .capitalismo liberal: he
,aquí las causas, he aquí el enemigo. No busquemos más. Agradez­
camos
al gran pensador mexicano su gallardía y sinceridad al en­
frentarse tan abiertamente al problema y llamar a cada cosa por
su nombre.
¿Le haremos caso? ¿Le harán caso los pueblos his­
panos? Una garantía valiosísima de acierto en este análisis de
Vasconcelos
es su coincidencia total, verdaderamente notable, por
caminos «a posteriori», con la
-doctrina social y política de la
Iglesia; la que los Sumos Pontífices no dejan de enseñarnos por
caminos
«a priori» una y otra vez y el Vaticano II recoge en la
Constituci6n Gauduim et spes sobre la Iglesia en el mundo de hoy.
Terminemos con
la palabra esperanzada de Vasconcelos, al
mismo tiempo consigna y canto a lo que debió ser y no fue la
independencia de Hispanoamérica:
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«Bolívar, que era un verdadero genio, se dio cuenta de
todo esto; por eso murió decepcionado, pero reconociendo
lo inevitable y aconsejando que se pusieran las bases_ para
que· alguna vez conquistásemos de ver_dad la autonomla».
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