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Número 331-332

Serie XXXIV

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Homilía del P. Agustín Arredondo [XXXIII Reunión de amigos de la Ciudad Católica]

CRONICA DE LA XXXIII REUNION-JJE· AMIGOS,DE LA CIUDAD CATOLICA
No tengamos miedo. La Sagtada Familia nos obtendrá de Dios
el coraje
y la generosidad necesaria para que la reconquista de las
familias para El
sea preludio y anticipo del establecimiento de
su Reinado
Social en el mundo entero.
JAVIER .ANDRÉS fERRER.
HOMILIA DEL P. AGUSTIN ARREDONDO, S. J.
El espíritu de la Iglesia en este tiempo final del año litúrgico se ve
afectado por
la idea de una gran liquidación. Liquidación también indi­
vidual, pero sobre toda liquidación de toda una gran colectividad. Y esta
colectividad
ya sabemos que es doble; la del pueblo judio, aludida me­
diante ciertos datos a ella pertenecientes con toda claridad; y la colecti­
vidad de
la humanidad entera al fin de los tiempos, realzada con la
segunda venida de Cristo.
La primera ya pasó; y siguieron las crueles persecuciones, casi tres
veces seculares, en que
se encontró especialmente suelto en aquel mundo
«el dragón, que es la antigua serpiente, el diablo o satanás» del Apoca­
lipsis, arrojado por fin
Con cadenas al abismo para mil años (Apoc 20,2s).
Desde los tiempos de Constantino, se dice ahora por muchos que vive la
Iglesia esos mil o gran número de años, en los que el enemigo no tiene
tanto poder como tuvo para «extraviar a las naciones», y el grano de
mostaza de
la Iglesia logra prender en naciones y continentes mediante
su firme asiento en multitud de corazones.
Descartado oficialmente por
la Iglesia el llamado milenarismo, que
creyó ver anunciada
-en el Apocalipsis una venida de Cristo para vivir en
la tierra en vtsperas del fin último esos mil años de paz y reino público
de Dios,
se nos sugiere la conciencia de que estamos en ese periodo mi­
lenario, previo a
la libertad interina que volverá a dársele el dragón por
un más corto tiempo, antes de
la liquidación definitiva del mundo.
• • •
Nuestro puesto es indudablemente el de quien prepara semejante liqui­
dación. Bien nos habla de ella con Juan el también apóstol Pablo
repe­
tidamente. Es ese «Reino de Dios» (Le 21,31), cU)'a cercanía, presentimos,
como la madurez de
la higuera por sus brotes. Si ha de presentarse re­
pentinamente, y se nos encarga por ello vigilar, luego la actitud nuestra
es la propia de quien lo tiene próximo (Le 21,31ss); y esta actitud no
puede extrañarnos que
se refleje en nuestro empeño por una Ciudad Ca­
tólica.
«Fijaos en la higuera», hemos oído; fijaos en
la Ciudad Católica -te­
nemos que oír-, que tanto más acertará en su andadura cuanto más se
oriente, como
la higuera, hacia su siempre progresiva madurez.
Como
la higuera. Porque no hay que forzar la alegoría, para descu­
brir en los amigos de
la Ciudad Católica características significativas que
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nos permiten compararlos con dicho arbustro en un sentido, aunque tras­
laticio, legitimo.
* * *
Porque la higuera es efectivamente árbol de grato olor, lugar de som­
bra y serenidad, que invita a una paz tranquila baio sus hoias, y que
crece irresistiblemente
por virtud de su dinamismo vital.
En primer
lugar, nos deleita la higuera en sazón con su típico olor.
Ni nuestra concurrencia en esta casa
serla nunca capaz de disimular el
aroma atractivo
de vernos, hablarnos, convivir y sintonizar un fin de
semana ·siquiera cada
año. El eco de los comentarios y actuaciones de
unos y otros que
de leios nos llegan a los demás frecuentemente, es aquí
experiencia presente que nos perfuma estos
dias y nos anima a seguir
después nuestra
tarea. Es también la higuera lugar de sombra y descanso, frente a las agre­
sivas invasiones que, cargadas de voltaie y pasión, irrumpen y alteran la
serenidad y rectitud exigidas para acertar en nuestro paso por la vida.
La consideración serena del panorama patrio que aqui contemplamos _en
estos dias, y el repaso de los criterios, callados pero seguros, de la doc­
trina de la Iglesia, requieren el estudio reposado_ y con;unto por parte
de los que confluimos en estos estimables encuentros.
También nos hablan los Sagrados Libros de
la tranquilidad y paz de
los años de
Salomón, o del Simón de los Macabeos, con la frase tal vez
corriente de que
cada uno se sentaba baio su higuera (IReg 4,25; IMac
14,12); igualmente ba¡o la higuera dirá Jesús haber visto a Natanael (lo
1,48 y 50). Se trata de un árbol que les era familiar; posiblemente sím­
bolo de la vivienda, cabe la cual de ordinario vegetaba, hasta haber con­
vertido en sinónimos el nombre de la higuera y el de la vivienda o casa
a que pertenecía: algo asi como hoy nombramos el hogar para designar
la casa o familia. Higuera, pues, y hogar es lo que a nosotros nos une en
vivencia y quehacer undnime y estable por una Ciudad Católica ·que, al
querer hacerla vivir, también ella nos
da una razón para vivir a nosotros.
En fin, higueras vemos que existfan hace tres
mil años; y siguen exis­
tiendo, procedentes de ellas,
las higueras de hoy; porque han seguido
«echando brotes» y brotes, con indomable terquedad, con eficacia imper­
térrita. Prenuncio de la próxima primavera, como
lo son de la sociedad
que
se avecina los crecientes brotes que nuestra labor impulse. Influimos
en
el futuro a medida de nuestro tesón,· y los brotes que nuestra vita­
lidad vaya produciendo aquí y allí, son augurio del Reino de Dios que
Cristo diio que está
cerca. Diio luego: «el cielo y la tierra pasarán; mis
palabras no
pasarán». (Le 21,23). No pasarán, pues, nuestras convicciones
en
la medida en que logramos identificarlas con las del único que és
Maestro.
• * •
La advertencia de Cristo, «fiiaos en la higuera», podemos pensar que
es hoy aquí para nosotros «fiiaos en la Ciudad Católica». El se fiia cier­
tamente en ella. Creemos que en nuestra obra se complace. Quiere que
hagamos
aqriella ciudad que no puede esconderse, porque está puesta
sobre la cima de un monte
(Mt 5,14); hasta que le llegue la hora de ser
transformada en «la ciudad santa, la nueva Jerusalén», que vio Juan
«que descendía del cielo enviada por Dios» (Apoc 21,2), que tratamos
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nosotros de remedar ahora. como medio infalible para entonces habitarla
eternamente. Por esta ciudad de aquí aunamos nuestros-. afanes,
y unimos nuestras
oraciones; por
la de después suspira nuestra esperanza, se orienta certe­
ramente nuestro derrotero, confiamos alegremente estar escritos en «el
registro de los vivos»
(Apoc 20,12), y tenemos la convicción de merecer,
6i somos fieles, la mirada complaciente del que_ apareció «sentado en el
trono blanco
y grq,nde» (Apoc 20,11), cuyo Reino no tendrd fin.
HOMILIA DEL P. MANUEL MARTINEZ CANO
Queridos hermanos en los purísi'mos corazones de Jesús y Maria:
nuestra
XXXIII Reunión de amigos de la Ciudad Católica, siguiendo el
deseo de
Su Santidad Juan Pablo 11, que ha proclamado 1994 «Año de
la Familia», tiene como tema central la Familia. Nos hemos reunido para
estudiar los fundamentos naturales, sociológicos
y divinos de la célula
básica· de
la . sociedad, _ y los .. enemigos que pretenden destruirla.
La reunión de El Cairo promovida por los espiritus. malignos
ha si(,io
la batalla en la qu~ el .enemigo -ha asestado un duro golpe a la familia.
Pero
la guerra sigue. y los batallones permanentes de esta guerra satánica
luchan: diabólicamente las 24 horas del día y los 365 días de año. No dur­
mamos nosotros.
Los organismos públicos que sistemáticamente luchan contra
la fami­
lia son: Banco Mundial, Fondo de Naciones Unidas para
la· Población y
el Desarrollo, Organización Mundial de la Salud (patrocinó·y financió el
hallazgo de
la pildora RU486), UNICEF, Informe Estadounidense KISSIN­
GER (De 1974, _publicado en 1990 que contiene las directrices de la po­
litica norteamericana exterior de cohtrol demográfico y promoción del
aborto).
Y las instituciones privadas son: Federación Internacional para
la Planificación Familiar, Fundación Fotd, Fundación Rockefeller y la
Fundación Pat_tfinfder. Poderosos enemigos que no de.ben acobardarnos
ni inquietarnos.
Lo. cristiana, nuestra vida divina. Dios es familia· y nosotros hemos sido lla­
mados a participar de esa vida divina. ¡Qué maravillosamente lo expresa
Trinidad Sánchez Moreno!: «Dios
es familia divina~ Hogar eterno en el
cual el Padre
y el Hijo se abrazan, se besan, se aman tan infinita y per­
fectamente, que su Beso,
su Amor, es tan acogedor, tan infinito y tan
eterno, que, siendo parte
de la Familia. Divina, es un Persona. Y ya el
Padre
y el Hijo, por exigencia de serse amor de paternidad y de filia­
ción, están eternamente acompañados por su mismo Amor en persona.
¡Oh familia Divina, tan acompañada, tan unida, tan eternamente ama­
da, que, en un abrazo de unión perfecta, te besas en fecundidad infinita
de unión unicisima ...
! ¡Hogar hogareño de calor divino ... ! ¡Hogar per­
fecto de unión eterna
en Béso de amor ... /
Si 'Dios no Juera familia, no seria feliz; no seria dichoso, y entonces
no seria Dios.
El necesita serse el Hogar Divino, y se lo' es; Hogar de
familia 'que, en perfección, se es tres. Dios no podfa serse ni más Familia
que·
es, ni menos. Si dsí fuera no seria feliz, no seria Dios. Trinidad de
tan perfecto acuerdo, de tan perfecta unión, que
en tres Perso-nas, se es
un Dios.
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