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Número 331-332

Serie XXXIV

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La polémica Ramière-Canga-Argüelles en torno a la Unión Católica

LA POLEMICA RAMIERE -CANGA-ARGüELLES
EN TORNO A LA UNION CATOLICA
POR
EVARISTO PALOMAR M!LDONADO (*)
Relativo a España, y versando ditectamente sobre la Unión
Católica,
indirectamente sobre diversas cuestiones más, se produ­
jo en el año 1883 nn cruce de cartas entre el P. Ramiere y el
Conde de Canga-Argüelles.
El motivo fue la traducción aparecida en El Siglo Futuro de
un artículo publicado por
Ramiere en Le Messager du Coeur de
Jésus, en marzo de 1883 e intitulado Resurrection du catholicisme
libéral ( 1 ).
(*) En el finalizado afio de 1994 se han cnmplido los cientos cificuen­
ta años de la fundaci6n del Apostolado de la oración, por el padre Gautre­
let, S. J., y que había de tener .en el padre Ramiete, S. J.1 su definitivo
configurador, alcsnzando bajo su dirección -,-conro ha escrito el profesor
José Maria Petit («Dos aniversarios», Cristiandad, núms. 752-754/1994)­
«la expansión uniVetsal qúe h,a hecho de esta obra la más -importante de
cuantas asociaciones de apostalado han surgído en la. iglesia». Nuestra re­
Vista ha querido-sumarse a· la celebración cómo· -lo hizo con el :quinCTlagésimo
aniversario de la fratemal revista Cristiandad. Y si nuestro amigo · el pro­
fesor Miguel Ayuso intervino en el. acto celebrado en Barcelona el pasado
9 de abril, ahora es el profesor Evaristo Palomar, reputado especialista en
el tema !amiereáno, quien evoca una interesante toma! de posici6n del ~o
jesuita (N. de la R.).
(1)
Cf. Messager du Coeur de Jésus, marzo 1883, págs. 366-372; El
Siglo Futuro, 20 mar.::o 1883, «Un artírulo del Padre Ramiel'e». El artículo
original
de Ramiete lleva fecha de redacci6n de 17 de febrero del mismo
año, y abarca en su integridad las págs. 359~378, correspondiéndose con una
sección permanente del· Boletín oficial del Apostolado de la Oración que
llevaba por título Revue des intJrCts- du COeuf :de J ésus, y que pone de
Verbo, núm. 331-332 (1995), 129-149 129
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EV A.RISTO PALOMAR MALDONADO
El artículo en cuesti6n se movía en un marco más amplio que
el estrictamente español.
El catolicismo-liberal, lejos de aprender
las lecciones que muestra la historia, a la luz
de las consecuencias
diarias de la aplicaci6n del principo liberal en los gobiernos, in­
siste
y proclama como única soluci6n posible su política mediante
la alianza con el liberalismo. Para ello oponen Le6n
XIII a
Pío IX; pues si éste habló, aquel no habla. Y a Pío IX lo divi­
den en dos; antes y después de 1848.
Por otro lado, la doctrina
de
Pío IX, esto es el Syllabus, habría que reputarla más de sus
consejeros que suya propia. Y con todo no deja de ser doctrina
de
un pontífice. Entiéndase bien, de uno solo. No de la Santa
Sede
.. Al contrario, León XIII postula una posici6n que nada
tiene o tendría que ver con el
Syllabus.
Añádase a ello, continúa Ramiere en su artículo, una dificul-·
tad de orden práctico. Aun definiendo los Papas la verdad te6ri­
ca, en la
práctica es imposible distinguir lo verdadero de lo
erróneo, pues «no hay señal cierta», por lo que al no poder reivin­
dicar en
el orden .social su primacía metafísica, debe contentarse,
aun después de la encarnación del Verbo, con recibir
las mismas
consideraciones que el error.
Seguidamente, se refiere a Italia, Francia y Canadá. Y después
a España: «En Espagne, il s'efforcera de
faite admettre a litre
égal,
dans. l'union catbolique, les défenseurs des droits de l'église
et les tnembres des partis qui foulent aux pieds ces droits sacrés».
Y no sin ironía, comenta
in fine que los que protestaban y acusa­
ban de
exageración en la obediencia a Pío IX, protestan y repro­
chan hoy la falta de obediencia a
lo que no es más que supuestos
sentimientos del Papa.
La lectura del escrito
por el Conde de Canga-Argüelles, te­
niendo en cuenta el título con que apareció
en el periódico ma­
drileño, «Un artículo del P. Ramiete ... », motivó una carta fe­
chada en Madrid ocho días más tarde. La carta puede decirse que
era obligada, dada la resonancia del P.
Ramiete. En efecto, Canga-
manifiesto sobremanera. .la. amplitud de miras y verdadero celo y fervor del
benemérito sacerdote y jesuita Henri Ramiete.
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LA POLEMICA. RAMIERE • CANGA·ARGVELLES
Argüelles alude a su prestigio en el mundo católico· por el testi­
monio de su vida, la amplitud de las publicaciones y los servicios
prestados a
la causa religiosa. Por dicha época Ramiere era sobra­
damente conocido en España, así como su obra. El remitente
alude de forma expresa a
Les Espérances de l'Église y a Les doc­
trines romaines sur le libéralisme (
2) y a la extraordinaria difusión
de la revista
Le Messager que ejercía un creciente influjo eo el
pueblo católico a todos los niveles y que,
por lo tanto, confería
un mayor relieve al juicio emitido. Entrando en materia, recoge
textualmente las palabras de
Ramiere referentes a España, · co­
mentándolas según las palabras introductorias. del mismo Ramiere.
A continuación. expone una defensa
de la Uni6n Cat6lica; como
tal asociación está sujeta al episcopado,. en· concreto en Madrid
sus actividades tienen el refrendo del Cardenal-Arzobispo; las
listas de socios
f,:SJ;án al alcance de todos ; ¿ qué es lo que se re­
prueba?, ¿los estatutos, los actos, la organización? El examen de
la cuestión obliga a
ir a las fuentes. Para ello las determina en
los mismos Estatutos., las actividades
específicas y las particula­
res condiciones de España. Los Estatutos (menciona los arts. 2
y 8)
recogen expresamente su carácter católico y aluden a la cues­
tión de los principios con obligación de mantener los contenidos
de la
Quanta cura y del Syllabus. Ell lo que toca a circunstancias,
España
se rige por la Constitución de 1876, que en su artículo 11
se mueve de forma clara en. un marco de «tolerancia». Y ésta
pasa a ser la piedra de toque según Canga-Argüelles. Porque,
in­
dica él mismo, lo que en algunas situaciones actuales no deja de
(2) El remitente Canga.Argüelles escribe La souveraineté sociale de S.C.;
con este título no se public6 el original francés, sino la edición castellana
de
Les Doctrines Romaines sur }e libéralisme que llevó a cabo Morgades
en Cataluña. Parece, pues, que Canga.Argüelles ley6 o al menos conoció
esta edición española del pasado. siglo, hecha en vida del autor, y si no
Canga~Argüelles el que le dio los datos sobre los trabajos de Ramiete, aun·
que- en el trabajo de Morgatles éste inserta un prólogo en el que se especifica
que
La Soberanía Social de Jesucristo es la traducción de la obra Les ])oc·
trines romaines sur le libéralisme. El prólogo data de 1875, y aparte de en
la edición del siglo XIX, puede encontrarse en la edición que hizo de la mis­
ma obra Publicaciones Cristiandad en el afio 1951, págs. xr-xv.
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EVARISTO PALOMAR MALDONADO
ser aprobado por «excelentes católicos», entre los españoles que
lo defienden no dejan de ser sometidos a escarnio público.
Ex­
preSándolo en su realidad primera, la cuestión que se encierra de
hecho es la de
la «trascendencia» de lo católico por encima de
toda posición de partido: carlistas o alfonsinos. Lo católico no
podría ligarse con una cuestión puramente dinástica, ni tampoco
con
algo puramente político ni respecto al gobierno en su forma,
ni en lo
histórico. Para Canga-Argüelles la solución se enmarca,
y lo escribe mediante un interrogante, en una acción religiosa y
social. Pero como tal Unión Católica no podrá adoptar una po­
sición. política. La carta finaliza con una. observación en tomo a
la Compañía de Jesús
y un ruego de explicación.
La respuesta de Ramiere no se hizo esperar. En el borrador
conservado en el archivo lleva fecha de 2 de abril del mismo año.
Nuestro autor, si alguna cosa le había preocupado a lo largo de
su carrera como estudioso, observador, profesor
y escritor era la
reducción de lo católico al mero ámbito «privado». Dicho de otra
forma, la
expulsión de Cristo de la sociedad. No podía pasarle
inadvertido que la preocupación religiosa
y social eran excelentes,
pero insuficientes sin una preocupación política. Porque, precisa­
mente, se abandonaba la cuestión política ante una situación que,
siendo política, se
afirmaba en medio de un pueblo cristiano como
el español con tendencia abierta a consagrar el principio de igual·
dad entre la verdad y el error. Esta· es la síntesis de la carta de
Ramiere. No critica, ni podría hacerlo, los Estatutos de la asocia­
ción espafiola. Lo que deplora es que no se cumplan en todo su
alcance
y según la mente del magisterio pontificio. Por ello le
plantea a Canga-Argüelles una serie de interrogantes: sobre
la
fidelidad al programa, en cuanto a los actos realizados, exclusión
inexorable
de los que transigen públicamente en los derechos de
la Iglesia, apoyo sin condiciones a la causa católica. Y acto se­
guido alude a un error cada vez más extendido, «el error de los
que limitando su piedad a las cosas de orden puramente indivi­
dual, abandonan
los derechos de Jesucristo y de su Iglesia relati­
vos
al orden social y político». El problema de la Unión Católica
no está, pues, en reclamar la lícita y legítima libertad social, sino
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LA POLBMICA RAMIERE -CANGA-ARGüELLBS
en sus devaneos con los que promueven a todas luces el principio
liberal que
es la secularización de la sociedad. Que España no le
era desconocida a Ramiere lo demuestra
el curso de noticias re­
cogidas mensualmente en el mismo Le Messager desde hacía más
de veinte años ...
Por ello, y sobre la cuestión «dinástica», escri­
birá el Conde que
«existe una multitud de católicos para los que
la cuestión
dinástica es muy secundaria y que no están ligados al
partido tradicionalista, que,
cómo partido, es, de hecho, el único
que defiende los principios de la política cristiana».
Lo que su­
cede es que ellos buscan la única Unión Católica posible que se
edifica en la inflexibilidad de los principios religiosos. Y esto,
lejos de hacer fracasar un posible gobierno, es lo único que lo
garantizaría.
Es indudable la perspicacia de Ramiere en estos escritos, en
cierto sentido, accidentales, y en los que desarrolla
en poquísimas
lineas trazos geniales de teorfa y praxis. Canga-Argüelles
cae en
contradicción
al subrayar los fines religiosos y sociales, de una
formación «apolítica», que
se justifica porque la posición cerrada
de los opuestos impide una posición favorable a la toma del J?O­
der. Pero el poder al que se refiere es político; luego el fin in­
confeso es una acción. política que coadyuvaría al mantenimiento
del régimen liberal articulado en
el texto de 1876 y apoyado por
las
bayonetas que sostenían al tronó. Ramiere distingue claramen­
te lo religioso de lo político y social, pero sabe que existe una
política y acción social, en

cuanto a los principios, que nace de la
fe religiosa. Lo que alaba es el carácter de subordinación de aque­
lla a ésta: de la política a la
religión. Lo contrario es liberalismo:
bien conservador, separando esferas sin más; bien radicalismó,
sometimiento de la vida
y de fe· y· culto al poder democrático de
la nación. Y
así ·escribe: «Sin recurrir al derecho de ·tener nuestra
opinión respecto a las cuestiones políticas, más o menos sujetas a
controversia, nosotros nos gloriamos de no tener
.. más bandera
que
la de Jesucristo, aquél que ºes nuestro Rey; y a l\uestros ojos
todas las legitimidades derivan de la suya».
¿Dónde radica el problema?
El. problema venía, no por lo
que escribe
el Conde de Canga-Argüelles; sino; por lo que cond-
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BVARISTO PALOMAR MALDONA.DO
ciendo omite. Lo cual ya sabido, se confirmó pocos meses más
tarde con la entrada de Pida! en el gobierno de Cánovas. José
Andrés Gallegd, por ejemplo, ha dado nota de la cuestión en liti­
gio: «El Papa
-resumiría un apunte sobre esta entrevista con­
servado por Pida!-"quiere la Unión Católica tal como la ins­
tituyó en su Breve ... y que en todo caso· no se atribuya a él su
disolución".
El nuncio y Jacobini deseaban también que subsis­
riera. Pero
Rampolla advertía "que, dadd el estado de las cosas,
el clero no puede salir de la órbita religosa, ni aun en procedi­
mientos, sin desprestigiarse a los ojos de unos o de otros". En
conclusión, resumía por su cuenta
el apunte ( en términos que
admitían implícitamente
la intención política de la Unión, contra
lo que sus Bases prometieran): "l. La Unión Católica es imposi­
ble desde
el momento que el Papa y los. obispos que la aprobaron
y bendijeron no cooperan, sea por lo que sea, a su realización y
desarrolld como instrumento social._ II. El Centro Católico, a
imitación del alemán, y dejando
aparte a los obispos, no ·es posi­
ble desde
el mismo momento en que los católicos andan tan divi­
didos respecto a los principios y medios
para el triunfo de la
religión en la sociedad.
III. La acción individual es estéril. IV. El
retraimiento es culpable.
V. Sólo resta, teniendo presentes los
anteriores datos, introducirse en el Gobierno político posible,
menos malo, y allí, sin cooperar a
mal alguno positivo, tolerando
lo que sea tolerable, procurar el mayor bien posible y evitar en
la medida de
las fuerzas de cada uno el mal mayor que nos ame­
naza. Esto es lo que se desprende de la Doctrina de la Iglesia y
de Santo
Tomás, y la tesis escolástica, y de la hipótesis que esta­
mos
tocandd"», Y continúa inmediatamente José Andrés Gallego,
«Un mes
más tarde de su viaje a Roma, en enero de 1884, Pida!
entraba
a formar parte como ministro de Fomento, de un gabi­
nete conservador
canovista» (3 ).
La nota de Pida! y Mon se explica por lo que escribe al res­
pecto el profesor Cuenca Toribio, coincidiendo con Andrés Ga--
(3) JosÉ ANDRÉS GALLEGO, La política religiosa en España (1889-1913),
Editora Nacional, Madríd, 1975, pág. 20. ·
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LA POLEMICA RAMIERE -CANGA-ARGüELLES
llego, en cuanto a la intención encubierta de la Unión Católica:
la acción política. Una de
las explicaciones radicaría en los lazos
del mismo Pida! con Zefetino González, destacado neoescolásticó
español de la orden dominicana
« ... Alejandro Pida! y Mon ... In,
fluido, no obstante, por las ideas colaboracionistas difundidas por
su coterráneo Zeferino González, dentro de un minoritario
pero
influyente círculo de personalidades, la intransigencia de Pida! y
Mon dio paso, con
el transcutso del tiempo, a una postura menos
beligerante hacia la obra religiosa de la monarquía de Sagunto,
aspirando· a su modificación mediante el nacimiento de una po­
detosa asociación de fieles, destinadas a la acción pública. Así
surgió en 1881 la Unión Católica, en
la que militaron diveisas
figuras de la aristocracia y de las letras. Aunque auspiciada en su
primeta singladura por un considetable númeto de prelados, tuvo
que hacet frente a la ruda hostilidad que la prensa y los medi9s
ultra le declararon sin vacilación. Con el fin de dar a su asociación
un alcance comparable al de los partidos católicos de
los Países
Bajos y de Alemania proyectándola decididamente en el terreno
de la actuación política. Pida! y Mon buscó en las altas esferas
vaticanas un apoyo que, prodigado verbalmente,
se les regate6
en la práctica. Hecho que, unido al desgaste derivado de la parti­
cipación
de su lídet en el tercet gabinete de Cánovas, hirió de
muerte al movimiento, inmantador en otros días de grandes es­
peranzas de la intelectualidad católica» ( 4 ).
Dejando a un lado la posición minorit(Jf'ia y el caldo de cul­
tivo intelectual, que la circunstancia española eta distinta de la
francesa, desde la que arguye Canga-Argüelles, es obvio. t>e igual
maneta que era distinta de
la alemana, en la que se fijaba Pida!,
y, por extensión, de la italiana. De aquí que situaciones distintas
exigieran en
Id temporal soluciones distintas, acomodadas a los
criterios de tiempo y lugar. Es
lo que no ha entendidd jamás el
católico-liberal, y su desarrollo genetalizado en los planteamien'
(4) JosÉ MANuEL CUENCA ToR1B10, en VV .AA., Historia de la Iglesia
en España. V. La Iglesia en la España contemporánea (1808-197.5), BAC,
Madrid, 1979, págs. 299-300.
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BVARISTO PALOMAR MALDONADO
tos demócrata-cristianos, con exclusión del Zentrum, por los cua­
les se liga la causa de la Fe " una opción temporal, subordinán­
dola a ella. Pero pasando por alto que dicha «opción temporal»
arranca
ele la negación y rechazo ele la información y encarnación
de la Fe en las mismas realidades temporales, por lo tanto,. en
lo
social e ineludiblemente en lo político, lo que exige la procla­
mación pública de la Fe,
y la subordinación a ella de las mismas
tareas políticas
y sociales. Habida cuenta que la Fe vive por las
obras.
¿ Y si resultara que la Fe no es más que la toma de conciencia
individual? Lógicamente en este caso el problema queda supe­
rado, al negarse implícita o explícitamente el carácter
real, esto
es objetivo, dela Revelación y de su alcance, por lo que la misma
fe resulta una cuestión de opción, y por extensión de partido. En
esto cabe graduación, pero establecido el vaivén, ¿quién le pone
limites ... ? Al tiempo de
la Restauración en España se había ex­
pandido ent¡:e cierta clase intelectual católica lo que para enteo,
dernos denominaremos como desencarnad6n de lo religioso, y
que a través de diversas concatenaciones
se expresó en dicho mo­
mento. colno deslinde de lo religioso de lo temporal, para al cabo
del tiempo tender a supeditar lo religioso a politicas estrictamente
temporales. Lo cual con no ser nuevo en la historia universal, era
bastante Uamativo en
la particular española. Este es el acierto
de
la crítica de Ramiere y lo taimado de la respuesta de Canga­
Argüelles. Pero desde aqui se explican muchos caminos posterio­
res que
han dado como resultado una secularización politica y
social hecha por católicos singulares, con todo el apoyo del stablisb­
ment y no escaso respaldo oficial, contra el Magisterio de la
única Iglesia de Cristo y con escándalo continuad.o d.el Pueblo de
Dios.
Resultan en extremo sug~entes acerca. de las corrientes de
pensamiento
y las expresiones politicas del pasado siglo, las. lec­
turas de las obras de Canals Vida!: Cristianismo y Revoluci6n. Los
~rlgenes románticos del cristianismo de izquierdas (5), y de Alsina
Roca, El tradicionalismo filos6fico
en España. Su génesis en la
(5) Cfr. FRANCISCO _-CANALS VIDAL, ·Cristianismo y revolución. Los oríge­
nes románticos del catolicimo de izquierdas, Spciro, 2.ª ed., Madtid; 1986.
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LA POLEMICA RAMIE~E -CANGA-ARGüELLES
generación romántica c¡;¡talana ( 6 ). Acerca de Ramiere, puede mn­
soltarse mi trabajo doctoral, El .pensamiento polltico de Henri
RAmiere
(7), leído en la Facultad de Derecho de la Universidad
Pontificia Comillas.
Sobre los textos transcritos:
del texto de Ramib-e, «Resurrec­
ción del catolicismo liberal» se ofrece
fa;versi6n del mismo perió­
dico El Siglo Futuro; de los dos textos restantes, siendo su re­
dacción original francesa, la versión casteallana es nuestra. Sobre
las
nota~ a pie de página, relativa al primero es del periódico
El Siglo Futuro,habida cuenta que el artículo del Padre Rami~
ción del catolicisl)lo liberal»_ se ofrece la versi6n del mismo perió­
original.era más extenso; en cuanto a
la carta del mismo Ramiere,
lo que recoge la
nota_ es lo tachado por él mismo en el borrador
y sustituido por el texto que aparece entre corchetes. Por último
manifestar que
el conocimiento primero que tuve de esta cuestión,
hace ya bastantes años,
lo debo a entrañables amigos, que _a su
vez fo obtuvieron por su interés persistente sobre Ramiere, que
les llevó a
rastrear en el archivo de la Compañía de-Jesús en
Toulouse donde se encuentran los fondos más amplios de
los es­
critos de FJ:enri Ramiere, S. L
UN . ARTÍCULO DEL ·p ADRE RAMIERE: "Resurrección del catOiicis­
mo liberal", por Henri Ramiere, S. J. (*).
_ «En lo que acabamos de exponer, se encierra una gran ense­
ñanza _ para los partidarios del .catolicismo Jibetal ;
pero desgtá­
cia nd parecen estos dispuestos a sacar de ella el_ fruto
conveniente. ,
Hemos visto
pot _,uná _parte á. eSte sistema _cohstarttementé
ad_olecer de la más _vergonzosa _ debilidad, sÍll que hayan sido par-
( 6) Cfr. Jost MARÍA ALSINA Ro.CA, Ei tradicionalismo filos6fico e,, Es­
pr,¡ñá. Su gé,¡esis en lti.ir,enéraci6n romJntic4_'catálana, PPV, Biircelona, 198,'.;',
. (7)" Ch. EVARISTO -PALOMAR' MALDoNADo, EZ-pénsamiento. polítJco .de
Hen~i_ &wzfer~, pro manuscrito, Madrid; ;1991~ 9~2· -págs. f cuairo aneX'bs
de ·inéditos. · , , · · ·
-(*) Tradµcido al cast.,U.,,o y pubUcado_ por El,Siglo Futur<>, de,20 de
marzo de 1883. ' -' --
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·EVARISTO PALOMAR MALDONADO
te-para sacarlo de semejante situacion, ni los talentos~ ni las exce­
lentes intenciones de algunos de los que se han esforzado á ponet
en práctica esta funesta teoría.
Hemos visto también, que lejos
de salvar
á Francia, ese malhadado sistema ha alejado ,de esta na­
cion el remedio que la Providencia. deparaba á sus males. Por
otra parte, el liberalismo hace cuanto puede
por desvanacer la
ilusion que los católico-liberales tienen de unirse con los partida­
rios de este sistema, mostrando bien
á las .claras el ódio irrecon­
ciliable que
le anima en contra de la verdad (1).
Esto no obstante, los católico-liberales se obstinan en conse­
guir esta alianza. Parece, pues, evidente, que ahora ménos que
nunca debería ocurrirse el intentarla, que es por otra parte bus­
car paces entre la verdad y el error. Vemos, sin embargo, seña­
les muy evidentes
por desgracia de que este partido católico libe­
ral. á quien había humillado tanto Pio
IX, vuelve otra vez á le­
vantar la cabeza en casi todos los países del mundo católico. Pre­
sentaremos,
en efecto, de nuevo el catolicismo liberal como el
único partido
capaz de salvar á la Iglesia, reconciliándola con la
sociedad moderna ; pretende de nuevo lo que ya
creíamos debla
haber abandonado definitivamente, y lo pretende con presuncion
mayor cada vez,
á medida que sufre nuevos reveses, y cada vez
presenta orgulloso los mismos sofismas que
ha visto inconstrasta­
blemente refutados.
Pero como le
es imposible prescindir pot completo de las
declaraciones de la Santa Sede, el catolicismo liberal trata de des­
vanecer el estigma que estas declaraciones hao impreso en él,
di­
.ciendo
que León XIII, con no haber juzgado oportuno renovar
expresamente estas declaraciones, opone
su· silencio á las palabras
de Pio
IX ; y distinguiendo en el mismo Pio IX dos épocas ó
dos hombres, el Pío
IX de los primeros tiempos, que participaba
de las aspiraciones liberales, y el Pio IX ya anciano, cuyo disgusto
y abatimiento produjeron el Syllabus. Fundado
en semejante es­
peciosa distincion, se ha creído el liberalismo católico autorizado
para intentar de nuevo la reconciliacion entre la Iglesia y la civi­
lización moderna, cosa imposible segun había declarado el
mismo
Syllabus; y redoblando sus esfuerzos para conseguir su objeto,
reincide en el pernicioso sistema en sostenet que,
no es la auto­
ridad de la Santa Sede quien condena sus proposiciones, sino
sim­
plemente la palabra de un Pontífice, el cual renunció á su propici
criterio sobre este punto para seguir los ciegos consejos de las
personas que le rodeaban. Añaden los
partidarios del catolicismci
( 1) El Padre Ramim: se refiere a io que antea ha dicho sobre la im­
potencia de los partidos para luchar ventajosamente con la revóluci6n.
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LA POLEMICA. RAMIERE • CANGA-ARGúELLES
liberal que los verdaderos enemigos de la Iglesia son, en ]a actua­
lidad, aquellos que, mostrando una exagerada fidelidad hácia
Pío IX, se obstinan en seguir una conducta tácitamente desapro­
bada, segun dicen,
por el Papa León XIII.
De aquí que toda nuestra adhesion al pontificado, por la cual
estamos obligados á condenar al catolicismo liberal, debería in­
ducirnos, segun éste, á reconocerle como
la única salvación de la
sociedad cristiana, y que
lo que únicamente debemos conservar
de las
enseñanzas de Pío IX, es que en teoría y en él órden de
las ideas, el error no tiene los mismos derechos y prerrogativas
que la verdad ; pero como no hay ninguna señal cierta para distin­
guirla del error,
la verdad no puede'!eivindicar en el 6tden social
la superioridad que metafísicamente le pertenece,
por cuya razon·,
áun despues de haberse encarnado en. la persona de Jesupt'ÍSto,
debe contentarse, así en lo porvenir como en el tiempo presente,
con ser considerada del mismo modo que
el error, y tener ambos
los mismds honores, derechos y prerrogativas.
Tal es la actitud que en los diversos
países católicos ha tomado
el catolicismo liberal, actitud que en todas partes se presenta con
igual franqueza y claridad.
En Roma, verbigracia, este partido no
podrá expresarse con la sinceridad que en otras partes. No hace
mucho
tiempo ha visto en aquella ciudad desapi,recer á uno de
sus órganos, sin duda
por haberse clareado demasiado;. de suerte
que, en vez de la
aurora que se prometía, apenas . hubo un débil
crepúsculo. Estamos bien seguros
de que en adelante será más
prudente; mas no por esto perderá su actividad, ni omitirá
es­
fuerzo alguno á fin de influir en el centro del Catolicismo, y de
adquirir en él un nuevo órgáno. Estetn,os, pues, sobre aviso, y no
miremos á todo lo que procede de Roma como la expresión fiel de
los pensamientos del Papa; éste tiene sus órganos oficiales, como
son las Congregaciones y las nunciaturas,
y cuando considera
oportuno comunicar á los
periódicos alguna cosa, lo hace de tal
manera, que no haya lugar
á duda .respecto. del origen. Pero fuera
de los casos en que el Papa se sirve de los periódicos, ordinaria­
mente por conducto del
Osservatore Romano, ninguno de ellos
tiene derecho á mostrarse como intérprete oficial ni oficioso del
Vaticano.
En Francia tiene este partido más libertad que en Roma, no
sólo para escribir en los periódicos, sino áun para hablar desde
la cátedra del
Espíritu Santo, la cual ha sido en estos. últií:nos
tiempos teatro de extrañas exhibiciones. ¿No hemos visto, por
ventura, á este partido convertir una solemne fundan religiosa ...
eri manifestÍlcion de catolicismo liberal, tal como no se ha visto
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EVA.RISTO J'.ALOM.AR MALDON.ADO
otra ninguna . des orador .del Oero secular de París se ha valido de la ocasión ...
para hacer el panegírico del )iberalismo .. Valiéndose de la distin­
ción que acabamos de
haeer, entre los nerechos del error y lqs
de la verdad en abstracto, el. orador encontró el medio de precc­
nizar como salvacion de
la Iglesia y de la sociedad las doctrinas
que Gregotio
XVI, y Pío. IX despues, han condenado como el
azote más terrible que aflige á
la sociedad y á la Iglesia.
Cuarido Gregorio.
XVI calificaba estas doctrinas de delirio
absurdo,
y las comparaba con los pozos fétidos que exhalan las
emanaciones que oscurecen el aire é infestan la tierra, no hablaba
ciertamente de cosas abstractas,
síno de la libertad ilimitada de
conciencia, tal coroo se ve preconizada y practicada por el moderno
liberalismo. Del mismo modo
. el Papa Pío JX no se refería á es­
peculaciones abstráctas, .sino á esta misma libertad, cuando con­
denó la proposicion 79 del Syllabus, declarando que dicha liber­
tad conduce necesariamente á
la corrupción de costumbres y á la
peste del indiferentismo.
· · En. est.a libertad, no obstante, quiere este orador que veam no s6lo .en li, actualidad, sino tambien en lo JX)1'Venir, la más se­
gu"a garanti,; dt .la libertad de la 1glesia. Así, pues, á los ojos del
orador, la libertad de conciencia tan severamente condenada por
los
Pontífices, ho debe ser tenida. por un azate temible ni por
una
. here¡ia . maldita, sino más bien por una consecuencia natural
de
los principios evangélicos.
Esta. libertad
de todos ios partidos, que en .realidad no es
otra cosa que la libert~d d, todos los errores, como artiba hemos
dicho, inspiró
al orad9r el siguiente caluroso pártafo: «Mostrémo­
nos, señores,
campeones sinceros de la. causa de la libertad, pues
va
ei¡ ello la salvación de Francia, y áun la salvaci6n de la Iglesia.
Si no mantenemos enhi~sta.la única bandera en cuyos anchos plie­
gues pueden abrigarse.
t0dos los partidos» (léase todos los erro­
res), «que será de la hija primogénita de la Iglesia? ¿qué seria
de
la Iglesia misma, si no tuviera promesas de vida eterna?». El
Ot!ldor pron,ete. permanecer siempre fiel «á la esperanza, qué en
esta
segunda· mitad . del siglo ~X llegará á realizarse la concordia
entre la Iglesia y la sociedad moderna, entre
la Iglesia y la civi­
Jización ; esperanza .que. hizo law, ·. por e~pacio de . mucho tiempo
al bondadoso corazon. de Pío IX:, y que ahora tambien hace latir
al corazón de Leon XIII. . ·
·
En 1Ps demás países católiws vemos del mismo modo . al libe,
ralismo: moverse qm la· misma actividad que en Francia, por más
qu~ _ .. esta agitación,,tonie f9-rmas' diversas, segun las· circunstancias
HO
Fundaci\363n Speiro

LA POLEMICA R.A.MIERE -. CANGA-ARGüELLES
de tiempos y lugares. En todas partes tienden á aminorar los de­
rechos de Jesucristo y de la Iglesia comparados con los derechos
de
la sociedad civil ; es más ó ménos explícito en erigir mayores ó
menores mutilaciones de estds sacrosantos derechos,. según que se
ven más ó ménos reconocidos en las diferentes naciones. En el Ca­
nadá, por ejemplo, se esfuerza á prohibir á los ministros de la Igle­
sia que dirijan á los católicos en órden a sus derechos civiles. En
España se empeña en admitir crm igual titulo en la UNION CATOLICA
á los defensores de los derechos de la Iglesia y á los miembros de
los partidos que menosprecian estos sacrosantos derechos.
En Italia
estrechará á
los católicos para que contra la voluntad del Papa
vayan á las urnas políticas cuando en verdad no pueden entrar en
el Parlamento si no es sancionando sacrílegamente las sacrílegas
usurpaciones de
la revolución.
En todas partes la misma tendencia á pactar con el error triun­
fante, so color de afianzar los derechos de la verdad. En todas
partes se renueva--hoy, y cierto con máS: furor que nunca, contra
los católicos esta antigua acusación; que aunque más úmidamente,
se les dirigía tambien durante el reinado de Pio IX, á saber, que
con
sus imprudentes exageraciones comprometen los Íl).tereses de
la causa católica. Ahora además se les dirige una mjuria que en
tiempo de Pío
IX no hubiéramos podido imaginar siquiera; pues
¡cosa verdaderamente extraña!, á los ·m_ismos á quien entonces se
mordía, diciéndose de ellos que exageraban la obediencia debida
al Papa, á esos mismos
se les echa hoy en cara que no guardan la
consideración debida á los sentimientos que falsamente atribuyen
los liberales al Papa mismo».
CARTA AL PADRE RAMIERE, por el Conde de Canga-Argüelles ( •) ..
Mi Rdo. Padre:
No
es sino con profundo dolor que he visto inserto en El Siglo
Futuro
de Madrid un artículo con vuesta firma, publicado an­
teriormente en el Messager du Coeur de J ésus, Bulletin mensuel
de
l' Apostolat de la Priere.
El brillo que presta a vuestro nombre la austeridad de. vues­
tra vida, vuestras numerosas publicaciones y los extensos y útiles
servicios que habéis rendido a la
causa de la Religión, dan a
vuestras palabras una
autoridad excepcional.
(*) Se trata de la carta dirigida por el Conde de Canga-Al'lliielles al
P. Ramiete desde Madrid el 2s" de marzo de 1883, con motivo del. articuló
transcrito.
f41
Fundaci\363n Speiro

EVARISTO PALOMAR MALDONA.DO
El referidd periódico, cuya intención por completo política e
incluso personal, que le lleva a resguardarse tras
los planteamien­
tos de la
Compañía de Jesús, y acerca de los cuales no tengo por
el momento la pretensión de desvelarlos, ha tenido gran cuidado
en subrayar estas palabras de vuestro escrito:
en España se obstina
(
el catolicismo liberal) en querer admitir en la U ni6n Cat6lica y
bajo igual titulo, tanto a los defensores de los derechos de la
Iglesia como a los miembros de los partidos que menosprecian
sus derechos sagrados.
Para conocer en que opinión tiene usted esta Unión Católica
a la que inflige alegremente el sello poco simpático de catolicismo
liberal, es necesario atender que usted señala como su nota carac­
terística esta opinión sin duda condenable, a saber:
que si bien en
teorla el error no tiene los mismos derechos que
la verdad, sin
embargo, dado que no hay signo· que la separe del error, la verdad
no puede reivindicar
en el orden social la superioridad que me­
taflsicamente le pertenece,
por lo que, tras habrse encarnado en
la persona de N.S.]. ha de contentarse para el futuro del mismo
modo que
para los tiempos presentes con ser considerada de la
misma manera que el error, teniendo una y otro los mistnos dere­
chos, honores y privilegios.
Por ello, para ser convicta del error católico liberal, sería ne­
cesario que
la Unión Católica, que se honra con la aprobación
unánime (salvo una sola excepción) del Episeopado Español y
de un
)lreve particular de N.M.S. Padre el Papa León XIII haya
practicado o profesado una de esras opiniones
justamente repro­
bables:
O bien que
en el orden social actual la verdad no se distingue
del error.
O bien que el error y la verdad, en cuanto tienen derecho a
los mismos honores
y privilegios, han de contentarse tanto en el
futuro como en el presente con ser considerados de igual manera.
Será realmente difícil probar por vuestra Paternidad que la
Unión Católica haya profesado o que profese una u otra de estas
proposiciones. Sin embargo, debemos suponer que
tratáudose de
una persona tan grave y seria como usted, dispondrá de alguna
prueba de lo que afirma, máxime cuando se trata de
la ortodoxia
de una asociación católica. Esperamos que V.P.
nos dará esta
prueba bien en orden a convencemos de haber
caído en error
involuntario, bien para poder responderle a dicho respecto;
con
todo el respeto debido a vuestra condición, pero también con
toda la firmeza que lleva en
sí la inocencia en posesión de la ver­
dad, injustamente acusada.
142
Fundaci\363n Speiro

LA POLEMICA RAflt!IERE -CANGA-ARGOELLES
Vuestro juicio, ¿se dirige a nµestros estatutos, a nuestros -ac­
tos, sobre nuestra organización que preside y dirige el cardenal
Arzobispo de Toledo,
y con él todos los obispos del reino? ¿Para
hablar de semejante manera en un periódico con una tirada de
miles de ejemplares
y que se expande profusamente por todo el
orbe católico os habéis informado seriamente, sea en París, sea
en Madrid, o en Roma misma, donde
se pudiera obtener un tes­
timonio imparcial no viciado por la pasión política acerca de la
perfecta ortodoxia de
la Unión Católica? ¿O quizá N.P. se ha
informado allí donde sin motivo aparente se complacen, sin
po­
der decir nada acerca de nuestros actos, en desacreditar e incluso
en calumniar nuestras intenciones:
allí donde la pasión puramente
política, por razones que se nos escapan, se obstina en disfrazar,
en mutilar, nuestras declaraciones y nuestros principios para po­
derlos combatir más cómodamente?
Que resultando esto,
J,dntención de V.P. ha sido buena, no
hay por qué dudarlo; pero la nuestra también lo
es al invitaros
a estudiar la Unión Católica en sus fuentes
más. puras.
Dichas fuentes
os las ofrecemos gustosamente. Lo son en pri­
mer lugar nuestros estatutos; después; nuestros actos; por últi­
mo, el conocimiento de los individuos que forman parte de nues­
tra asociación, y las circunstancias del
toda particulares con que
se desarrolla la misma asociación en España.
Mantenéis que la Unión Católica
se obstina en querer admi­
tir con igual titulo tanto a los defensores de los derechos de la
Iglesia como a los miembros de los partidos que menosprecian
estos derechos
sagrados.
El artículo 2 de nuestros Estatutos dice así: «Pueden ingresar
en La Unión Católica aquellos
-que acepten en toda su integridad
los
p,,eceptos y doctrinas de la Iglesia tal y como aparecen más
particularmente consignados para este caso en la Encíclica Quanta
Cura y en el Syllabus que .la acompaña, entendido, explicado y
aplicado, como la Santa Sede y los obispos lo entienden, lo ex­
plican y lo aplican».
N.P. estima que esta confesión de fe
es suficiente o más bien
que hay necesidad de que se amplíe. Nos complacería infinito
sa­
berlo. Pero puede ser que usted se diga, estos católico liberales
son en extremos sutiles:
es claro que los votos que se les exige
son precisos en su formulación, pero ... ¡quién. sabe!, puede ser
que alguno, aún habiendo hecho completa profesión de fe por sus
labios, se reserve el derecho de no cumplirla a la primera ocasión.
Tal
es el caso previsto como actitud en los mismos estatutos
y en estos términos: «Si algún aociado profesa o practica actos
143
Fundaci\363n Speiro

BVARISTO. PALOMAR MALDONADO
públicos contrarios a la doctrina o a los fines de la asociaci6n,
según la opini6n
de los Prelados y de las asambleas directivas, de­
jará de pertenecer a La Uni6n Cat6lica».
¿Piensa usted, R.P., que todos los Obipos de España son
ca­
t6licos liberales? Es el único caso por el que se podria decir que
La Uni6n Cat6lica, que
sOlllete todos sus actos, comprendidos la
admisi6n y expulsi6n de sus miembros, a la autoridad episcopal,
es una instituci6n cat6lico liberal que admite con igual
titulo a
los partidarios del
error y

a
los defensores de la verdad.
Nuestros actos: hemos organizado en Madrid un Círculo
ca­
t6lico donde se dan, bajo la supervisi6n y con la aprobación de
Nuestro Prelado, conferencias públicas sobre diversas cuestiones
científicas y religiosas. Hemos protestado bien a través de docu­
mentos oficiales, bien en el
peri6dico La Uni6n contra todo abuso,
o acto del gobierno o de sus agentes que en nuestra consideraci6n
haya lesionado de una manera u otra los intereses de
la Iglesia,
de la Religi6n, y· de sus Ministros. Hemos aumentado en la me­
dida de nuestras fuerzas las ,sumas destinadas al 6bolo de S. Pedro:
en fin, publicamos
un peri6dico independiente de todo partido o
interés poHtico, cuyo director ha sido designado por Nuestro Pre­
lado, y cuyos escritos son diariamente revisados por Un censor
también nombrado por el arzobispo.
Todos estos actos son públicos, N.P. los puede estudiar y
co­
municamos· francamente donde se encuentra más o menos expan­
dido el veneno del catolicismo liberal. Dispondremos entonces de
un dcicumento provisto de la convicci6n que falta al presente en
el proce:so que _usted con<;luye, contra nosotros, sin darnos a noso­
·l'ros audiencia.
. En cuanto a las personas que forman parte de nuestra asocia­
ci6n, nada más fácil para m! que haceros una enumeraci6n que
sería para usted, estoy convencido, trabajosa. Afortunadamente
:este trabajo más fácil para m! que para su modestia, puede usted
llevado a cabo por
s! mismo examinando las listas· que tengo el
honor de enviaros, y en las que
j)Q católico liberales han enmascarado tari bien sus opiniones hetero­
doxas, que han pasado y pasan, gracias a Dios, en España y en
Europa como
los mejores y más ilustres cat6licos del Reino.
Pero hay más. Usted ignora, quizá, que el artículo religioso
d.e nuestra Constitución está redactado en estos. términos de ·es­
tricta tolerancia: «La Religión católica, apostólica, romana e8 la
religi6n del Estado. La naci6n se obliga a sostener el culto y sus
ministros. Nadie será molestado en el territorio Español por sus
opiniones religiosas ni por el ejercicio de su respectivo culto, salvo
144
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LA POLEMICA RAMIERE' -·CANGA-ARGüELLES
el respeto debido a la mota! cristiana. No se pennitirán, sin em­
bargo, otras ceremonias ni manifestaciones públicas que las de la
Religión del Estado».
Sin duda que este artículo
no es tan bueno como los que cons­
tan allá en varias constituciones que excelentes católicos han creído
apoyar con sus votos, y sin embargo, los más avanzados de entre
nosotros, aquellos con los que la calumnia de las intenciones
se
ha ensañado con más complaciencia son precisamente los· .que
hicieron en el parlamento una oposición tan radical contra este
artículo frente
al primer ministro conservador de la Restauración,
que por dicha oposición les han sido cerradas por siempre las
puertas del poder.
Lo que hay de verdad en el pretendido catolicismo liberal de
la Unión Católica según los términos en que N.P. lo expone, no
es a fin de cuentas sino el antiguo y siempre nuevo latitudinaris­
mo,
el hecho de que nuestra asociación, que no es, que no puede
ser un partido político, acepte bajo igual
título-no los Católicos
buenos
o. malos, sino más bien los ·buenos católicos Carlistas o
Alfonsinos.
Pero, por otro lado,
en España, carlista no quiere decir lo
mismo que en Francia legitimista, y
po-r consiguiente todo cató­
lico Realista no está obligado,
en tanto que necesario, a ser par­
tidario de los derechos
dinástiros de Carlos VII ; ¿ desde cuando
y por qué la diferencia de apreciación de una pura cuestión
po­
lítica, sea sobre la fortna de gobierno, sea sobre los derechos de
la rama primogénita o de la rama menor -esto es, en fin, sobre
todos los órdenes e incluso opiniones de la Iglesia que no están
en juego--, pueden ser divididos los católicos en católicos puros
y católicos liberales, sobre todo cuando estos católicos unidos en
su fe se encuentran además unidos para los fines puramente re­
ligiosos y sociales de una obra como la Unión Católica?
Perdóneme R.P.
si me he expresado un tanto vivamente en
esta carta
ya demasiado larga. Amo, amo eón todas las fuerzas de
mi corazón Católico y Español esta augusta Compañía de Jesús
que cuenta en usted como uno de sus miembros entre
los más
celosos y que
han honrado antes de usted tantos e ilustres santos
y sabios Franceses y Españoles, y
cuyas obras van siempre impre­
sas, en mi consideración, de un ·potentí5imo sello de utilidad, jus:
ticia y grandeza. · ·
No podría jamás decidirme a pensar (N.P. no lo ponga en
duda) que
se quieta al presente despojarse de todas estas bellas
tradiciones para juzgar. . . ¡qué!, una obra que parece precisamente
bosquejada sobre sus propias
reglas y principios.
145
Fundaci\363n Speiro

EVARISTO PAJ.,OMAR MALDONADD
¿ Es que para ser católico en España es de absoluta necesidad
ser carlista?
¿Es que
la Religión no puede ser protegida sino por este pro­
cedimiento especial:
tomando parte en los. cuadros de un partido
político indisolublemente ligado a la causa dinástica de Carlos
VII?
¿Y esta opinión es la opinión del R.P. Ramiere, del autor de
Las Esperanzas de la Iglesia, de
La Soberanía Social de J esucris­
to ... ?
Y esta opinión que en la misma España no es mantenida ni tan
siquiera por
el partido carlista, sino más bien por una facción de
este partido, ¿sería la opinión de la Compañía de Jesús, como
los
ultracarlistas tienen la pretensión de hacer creer?
Resultaría
al menos extraño que fuera así, y, sin embargo,
varias persona lo creen, tras haber leído en
El Siglo Futuro el ar­
tículo que motiva estas líneas.
Es por
lo que invito y ruego muy humildemente a N.P. que
tenga a bien no tanto retirar sus censuras sobre la Unión Católica,
como el de explicarlas y fundarlas sobre hechos o acros que nos
permitan por completo los derechos de una justa y moderada de­
fensa a la vista del público y de las personas piadosas más expli­
cable y mejor fundada que la pasión del interés político.
Reciba, R.P., con mis excusas, mis sentimientos de considera~
ción respetuosa con los que tengo el honor de ser vuestro muy
humilde y obediente servidor.
CARTA AL CONDE DE CANGA-ARGÜELLES, por Henri Ramie­
re, S. J. (*).
Señor Conde:
Para justificar el artículo por cuyo
motivo me ha hecho el
honor de escribirme, basta con invitaros a releerlo con sangre fría:
Usted se convencerá sin esfuerzo alguno que ningún procedimien­
to legítimo de interpretación autoriza el sentido que le dais.
Yo
no he dicho, ni he insinuado de ninguna manera que la Unión
Católica de España profesa los errores del catolicismo liberal. Y o
no he escrito una sola palabra de la que pueda permitirse el
in­
ferir que censuro en sí misma esta asociación que tiene por pro­
motores a los señores Obispos, que el Soberano Pontífice ha
alentado y de la que
yo mismo he dado justos elogios. Lo que yo
(*) Respuesta del padre Ramlere a la carta del Conde de Canga-Ar­
güelles, desde Toulouse, el 2 de abril de 1883.
146
Fundaci\363n Speiro

LA POLEMICA RAMIERE -CANGA-ARGüELLBS
he dicho es que: en esta Unión, que no deberá admitir en su seno
más que católicos intransigentes sobre lo's principios, el catolicismo
liberal
se esfuerza en hacer penetrar miembros de los partidos que
pisotean los derechos
de la Iglesia. Es imposible, me parece, dis­
tinguir mejor de lo que he hecho en esta frase el catolicismo libe­
ral de
la Unión Católica el primero es el seductor, en tanto que
la segunda corre el riesgo de ser la víctima.
Es por este motivo,
aunque sin razón alguna, que para rechazar esta afirmación,
me
cita Usted los sabios reglamentos dados a la Unión Católica por
sus fundadores. Usted muestra
por ellos muy bien las razones por
las que la
Unión Católica debe ser merecedora de la protección
del episcopado y los elogios del Soberano Pontífice. Pero Usted
no prueba de ningún modo que
el liberalismo católico no se es­
fuerce en hacerla desviar de esta línea recta. He aquí todo lo que
he afirmado.
¿No podré decir aún algo más sin apartarme de la verdad?
Cuento con vuestra buena fe, Señor Conde, para exponer esta
cuestión. ¿Puede Usted afirmar, en conciencia, que la
Unión Ca·
tólica ha sido perfectamente fiel a su programa; que ha realizado
las miras y esperanzas de su eminentísimo fundador, que ha ex­
cluido inexorablemente a todos los hombres que hablan transigido
públicamente en los derechos
de la Iglesia ; que no ha sufrido y
sufre todavía influencias contra las cuales algunos de sus miembros
más devotos se han cre!do en la obligación de protestar ; que en
toda circunstancia su acción
se ha realizado siempre en el sentido
más favorable a la causa católica ; y que nunca ha sacrificado los
intereses de esta_ santa causa por temor de favorecer un partido
político? Si aquellos que ejercen en el seno de la Unión una in­
fluencia preponderante hubieran actuado
de esta suerte, es sobre
ellos sobre quienes caería con todo su peso el reproche de subor­
dinar
la Religión a la poHtica. En cuanto a mí, yo no he dicho, ni
escrito jamás una palabra que os autorice a atribuirme este erro'r.
No ceso, por el contrario, de ·combatirlo desde que tengo el honor
de mantener una pluma. Pero, al mismo tiempo, me creo obligado
a combatir otro error, no menos grave y mucho más extendido
entre los católicos franceses v españoles, incluso los más piado­
sos: es el error de los que, limitando su ortodoxia y su piedad a
las cosas de orden puramente individual, abandonan los derechos
de Jesucristo y de su Iglesia relativos al orden social y político.
Puesto que vos sois verdaderamente católico, Señor Conde, puesto
que os gloriáis de admitir sin restricción y sin reserva el S yllabus
que condena este error, vos debéis responder tan enérgicamente
como
yo a la introducción de los que lo profesan o lo favorecen
147
Fundaci\363n Speiro

EVARISTO PALOMAR· MALDONADO
en las filas de la Unión Católica. No he pedido otra cosa; debemos
pues estar perfectamente
de acuerdo. Los partidos que yo rechazo
de la
Unión Católica no son aquellos que están divididos sobre
una simple cuestión política. Vos conocéis tan bien como yo cuál
es el programa de estos partidos y en qué sentido se dicen libe­
rales.
Su liberalismo no consiste en defender las libertades civi­
les contra el despotismo del Estado, puesto que, por el contrario,
se ponen de acuerdo para sacrificar estas libertades. Ellos se dicen
liberales en lo que reivindican con mayor. o menor lógica y fran­
queza:
la independencia de la sociedad humana respecto a la auto­
ridad divina. A menos de cerrar los ojos por propio capricho,
es
necesario reconocer que p.os encontramos en presencia de una
inmensa conspiración que tiende a destruir la soberanía social de
Jesucristo; y que los partidos de los que hablamos
¡:,restan todos,
aunque en diferente medida, su concurso al éxito de .esta conspi­
ración.
Un católico no puede, pues,. sin traicionar su conciencia,
enfeudarse a. ninguno de estos partidos. Hará bien en protestar
contra -sus tendencias; si él se entrega _a ellos, coopera a su obra
perversa y no puede pretender permanecer como servidor de
Jesucristo.
Estas cuestiones me parecen tan claras, Señor Conde, que me
resulta imposible comprender que puedan escapar a vuestra pers­
picacia
y que la rectitud de vuestro corazón no las muestre a
vuestra inteligencia. Conozco bastante España para saber que
existe una multitud de católicos para los que la cuestión de
di­
nastía es muy secundaria y que no están ligados al partido tradi­
cionalista, que como partido es, de hecho, el único que defiende
los principios de
la política cristiana. Acusar a estos hombres de
comprometer los intereses de
la Religión y subordinados a los de
la política
es una calumnia indigna. Su culpa, por el contrario, a
los ojos· de sus qcusadores, es mantener muy enérgicamente, con­
tra los consejos interesados de la política, la inflexibilidad de los
principios religiosos. Lejos de ser opuestos a
la Unión Católica,
quieren la única Unión Católica que les parece posible.
En su con­
sideración, esta otra Unión Católica, que se compondría de hom­
bres pertenecientes a los partidos hostiles a la unidad católica
sería una absurda quimera
si no fuera la más grande ocasión de
todas
las decepciones, no podrfa más que desembocar en destruir
la verdadera unión y favorecer el triunfo de la conspiración anti­
cristiana.
Os confieso, Señor Conde, que me cuesta trabajo explicarme
vuestra animosidad contra los católicos que piensan de esta
ma­
nera. Menos aún comprendo los reproches dirigidos a nuestra
148
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LA POLEMICA RAMIERE -CANGA·ARGÜELLE&
Compañía. Si bien yo no soy quién para .hablar en nombre de
mis hermanos, no dudo en afirmar· que la actitud de ellos hoy en
día está perfectamente de acuerdo, con los principios que nos han
señalado constantemente nuestros padres. Nosotros no somos hom­
bres políticos; pero como cristíanos y como 'religiosos nos creemos
obligados a sostener en su integridad los derechos de Jesucristo
y de su Iglesia, y permanecer unidos a aquellos que hacen
profe­
si6n de defenderlos, sin excluir, no obstante, de nuestra caridad
aquellos que tienen la desgracia de desconocerlos (1). [Si, como
lo afirmáis, en algunos se mezclan intereses a la devoción que
profesan por la Religi6n, no dejamos de sentirlo, pero nos.guar­
daremos muy mucho de hacer recaer
sobre. la misma caµsa errores
puramente personales de sus defensores. Sin recurrir
al derecho
de tener nuestra opini6n sobre las cuestiones políticas], más o
menos sujetas
á controversia [nos gloriamos de no tener .más ban­
dera que la] de Jesucristo. Es él qúien
es nuestro Rey, y a nuestros
ojos todas las legitimidades derivan de la suya. Nuestra
suprema
ambici6n :es ver a todos los servidores . sinceros · de este divino
Rey olvidar todas las pasiones de partido y todas' Iás animosida­
des personales. y unirse en un común esfuerzo para. rechazar
el
asalte:> de la liga anticristiana ..
Me gusta creer, Señor Conde, que este vuestro, y que satisfecho por mis francas explicaciones, no estaréis
solamente de acuerdo conmigo
__ en _cuanto a la nieta· a 'perseguir,.
sino también sobre los medios para alcanzarla, .
Rogándole acepte la confianza de mi religiosa devoci6n.
(1) «Si algunos de ellos no se muestran dignos en ·su COndúcta de la
causa de la que son defensores, lo sentimos, pero no veremos en estos fallos
personales
un motivo suficiente para renegar de los principios. ·Respecto de las cuestiones puramente politica1s, más o menos sujetas a controversia, po­
demos tener nuestras opiniones; pero por encima de todas las opiniones
ponemos
los derechos incontestables de Jesucristo».
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