Índice de contenidos

Número 335-336

Serie XXXIV

Volver
  • Índice

Un navarro insigne, artífice de España

UN NAVARRO INSIGNE, ARTIFICE DE ESPAAA
POR
]AVIBR NAGORE YARNoz (*)
Nada puede haber más honroso para mí que ofrecer estos ac­
tos en honor de D. Rodrigo Ximénez de Rada, organizados por
la benemérita «Comisión de Navarros en Madrid». Gracias a
todos ;
y puesto que «el honrar, honra», unámonos --,<:0mo paisa­
nos
en el tiempo de aquél que fue gran español por ser navarro-­
a un homenaje, tributado por los siglos a través de los historia­
dores,
al que «ideó y realizó el vasto pensamiento de una amplia
historia
de España [ ... ] , que ha influido como ninguna en el
espíritu español
(y que él -D. Rodrigo-lo ha transmitido por
medio de su historia)». Una historia, por otra parte, moldeada
por la hazañas,
pot los saberes y consejos, por los poderes y P<>­
testades: y por las virtudes de la santidad y la· justicia. Sí, la
cualidad
más extraordinaria del gran Arzobispo, el espíritu que
nos ha transmitido con su
historia, es su españolismo. Un amor
a lo que entonces -¿y por qué no ahora?-pudieron llamarse
«las Españas». Pues,
para D. Rodrigo, España era ya un conjunto
de pueblos diversos ( unos totalmente indígenas, y otros perfecta­
mente indigenizados), con absoluto derecho de vivir en ella
por
sus especiales méritos en la constitución de una patria común
española a lo largo
de los siglos.
Los primeros pobladores. eran
(*) Publicamos con mucho gusto las palabras pronunciadas por nuestro,
ilustre colaborador Javier Nagote, notario jubilado de Pamplona y Presiden­
te del Consejo de Estudios de Derecho Navarro, en el acto organizado por
la Comisión de Navarros en Madrid y celebrado en el monasterio de Santa
Maria de Huerta el 19 de jwúo de 1994 en honor de Rodrigo Ximénez de
Rada.
Verbo, núm. 335-336 (1995), 585-592 j85
Fundaci\363n Speiro

JAVIER NAGORE YARNOZ
los que se hallaban distribuidos en las diversas regiones de la
Península ibérica, caracterizados por ciertas notas raciales primi­
tivas, que no se fundieron jamás, si bien recibieron una impronta,
más o menos profunda, bajo el imperio romano. El segundo es
el puebld invasor godo, que constituyó la nacionalidad española,
aunando los diversos pueblos peninsulares, infundiendo la unidad
bajo las inspiraciones del catolicismo, única y exclusiva religión
de los españoles desde que el pueblo godo
-por la gracia de
Dios-abrazó la Santa Religión, que ya era la propia de los pue­
blos indígenas romanizados a los que había llegado el Evangelio
desde los tiempos del Apóstol Santiago, cuya misión recordamos
especialmente en este Año Santo Compostelano.
Son estos pueblos, según D. Rodrigo, los que formaban el
pueblo español. Los demás eran extranjeros e injustos
dominado­
res de España. Por eso, todos debían sentir una común aspira­
ción: unidos estrechamente, conseguir desterrar
el dominio mu­
sulmán y restablecer el dominio cristiano. Tal fue el supremo
ideal
de la lucha en la Reconquista. Tal es ideal nacional de los
españoles. Y «en este sentido
-escribía en 1925 el mejor biogra­
fista de D.
Rodrigo--, éste grita más potente y ardorosamente
que nadie ¡Arriba España! ¡Viva España!» (1).
Su españolismo. es intenso, fervoroso, perenne. Empieza por
ensalzar
las cualidades físicas de España, que son en su concepto
sin rival en la tierra. Permitidme que transcriba un pasaje de
sus
loas, pues me parece que en estos dias actuales, en que los polí­
tioos sólo hablan de «este País», reconforta
-tanto como agrada
a los hijos el que ensalcen a su
madre-leer lo que habla escrito
San Isidoro y repetía D.
Rddrigo:
España es como un paraiso del Señor [ ... ]; es fecunda por
sus frutos,
sabrosa por las frutas, deliciosa por los peces [. .. ],
estrepitosa por la caza, codiciada para ganados y rebaños, orgu­
llosa por los caballos, descansada por las mulas, privilegiada por
sus fortalezas, productora del vino, descuidada por el
pan, rica
(1) GOROSTERRAZU, J., Don Rodrigo Jiménez de Rada · Gran estadista,
escritor y prelado, Pamplona, 1925, pág. 359.
586
Fundaci\363n Speiro

UN NA YARRO INSIGNE; A-RTIFICE DE ESPARA
en metales, abundante en aceite, alegre por el azafrán, excelent!­
sima por el ingenio,
audaz en la guerra, rápida en la acción, leal
al mando, fácil para la cultura, poderosa en la elocuencia, fecunda
en todas las iniciativas, superior a todos por sus fortificaciones,
pocas tierras la igualan en la grandeza, preciosa por su fidelidad,
singular en el arro¡o (2).
Además ¡ qué grande y ardiente corazón revela cuando se en­
tusiasma ante la heroicidad, ante el valor, talento y hazañas, ante
la lealtad, la ciencia, la vittud,
· abnegación y santidad de tantos
de aquéllos que hicieron «las Españas». Contamos entre ellos esta
destacada figura que fue nuestro gran Arzobispo de Toledo.
Sus saberes, eran ya en su tiempo legendarios; sus poderes,
muy
amplios, tanto en la Iglesía como en el gobierno secular;
su santidad y
¡usticia, reconocidas por Papas y soberanos, por
nobles
y vasallos, por cristianos y por musulmanes, más allá de
las fronteras
hispánicas; es decir, por toda Europa. Puede decirse
también que D. Rodtigo fue prototipo del hombre cristiano en
una Europa cristiana. ¡ Cómo puedo yo no ya narrar, sino reseñar
siquiera una vida tan admirable!
Hoy la historia nos desvela que
D. Rdclr:igo, el sabio y polí­
glota sin par
-sabía nueve idiomas, desde el vascuence al árabe,
desde
el griego y latín al hebreo, pasando por el castellano, el
italiano, el alemán y el francés. Fue «Magíster» en Filosofía,
Derecho
y Teología por Bolonia y París-; el padre de la his­
toria patria
-con sus inmortales obras De Rebus Hispanite, His­
toria Romanorum, Historia Gotica, Historia
Arabum, Anna­
les Toledanis, Breviarium
Historit11 Catholict11 y la Chronica del
Santo Rey
Fernando, entre otras varias obras históricas y litera­
rias-; el hombre eximio, que ensanchó las fronteras de Castilla,
e inspiró y dirigió las empresas bélicas de Alfonso
VIII y San
Fernando durante cuarenta años;
el Canciller, gran ministro y
sumo
político de ambos reyes; el que promovió la unión de Cas­
tilla y León; el que concilió al gran Sancho VII el Fuerte de
Navarra con los monarcas castellanos y aragoneses hasta que todos
(2) De Rebus Hispanite, III, 21.
587
Fundaci\363n Speiro

JAVIER .NAGORE YARNOZ
se unieran en las Navas de Tolosa, aquella Cruzada qué. salvó a
Europa; el Prelado asombroso, que fue obispo a los
30 años de
edad ;
que· encumbró a la Sede toledana, con la Primacía, con la
estupenda Catedral, co11 bienes y señoríos sin cuento; la lumbrera
ádmirada por los Concilios ecuménicos de Letrán y de Lyón ; . el
consejero principal y «sine die» de los Papas Inocencio III, Ho­
norio
111, Gregorio IX e Inocencio IV, y, en fin, el Pastor justo
y santo, lleno de caridad; celo, sabiduría y prudencia que iluminó
con. su doctrina a la Iglesia de Dios, aquél del que se escribieron
los.versos
Que
fo moltz !jantz et Justz,
e babia nom Rodrigo (3)
( Que fue muy santo y justo, y se llamó Rodrigo)
Pues, al fin
y al cabo, lo que llenó todos los inmensos ám­
bitos del pensamiento y clel corazón de D. Rodrigo -sus saberes,
sus poderes, sus
virtudes~ fue un amor vivísimo a la fe cristiana
y un celo ardoroscl por el triunfe, -también en lo temporal-e-de
Cristo Nuestro Señor. :Oien puede decirse del gran navarro espa­
ñol
que vivió y murió ¡Pc,r Dios y por España! Vida, muerte y
eternidad se unen en su celebérrimo epitafio
J.fater Navarra
NÚtrix
Castel/a
Toletum
Sedes ·
Parisius studium
J.f ors R.odanus
Harta mausoleum
Cóelum requies
Nomen
Rodericus
·· Ciertamente, el resumen de su vida es ya el de un europeo
de aquel siglo que
ratificó, con la identidad cat61ica de Jos pue­
blos de España, las raíces cristianas. de Europa, plántadas en el
111 Concilio de Toledo en el áñó del Señót 589, y reavivadas hoy
(3) GmLLERMO DE .ANEuERS, La guerra civil de·Pámplor,a, canto II, 17.
Fundaci\363n Speiro

UN NAVARRO INSIGNE;°,AR'i'IFICE DE ESPAivA
con un nuevo grito de cruzada dirigido a los pueblos latinos, get·
manos, celtas, anglosajones
y eslavos, por nuestro Pontífice, feliz.
mente. reinante, Juan Pablo
II: «Te lanzo, vieja Europa, un grito
lleno de amor: Vuelve a tus origenes. Aviva tus ralees. Revive
aquellos
valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia y
benéfica tu presencia en los demás continentes» ( 4 ).
¡ Cómo hubiera secundado un llamamiento así nuestro gran
D. Rodrigo Ximénez de Rada! ; él, principal continuador de aquél
libre
y puro espíritu religioso, que, salva,lo. en el Norte -Cova­
donga, San Juan de la Peña, Leyrec-, dio aliento y sentido nacio­
nal a la Reconquista. «Sin él
-decía Menéndez Pidal-, sin su
podetosa firmeza, España hubiera desesperado de la resistencia y
se habría desnacionalizado,. y habría llegado a islamizarse, como
todas las otras Provincias del Imperio Romano al Este
y Sur del
Meditemmeo [. : . ] comd sucumbieron; arabizándose, Siria y
Egipto a pesar de su cultura helenística
más adelantada [ ... ] . Lo
que dio a España su excepcional fuerza de resistencia colecti­
va [ ... ] fue el habet fundido en un solo ideal la recupetación de
las tierras godas para la patria
y la de las cautivas iglesias para
la cristiandad» (5).
¡Cómo
se esporija el alma al podet proclamar en este escla­
recido Monasterió de Huetta; elegido por D. Rodrigo para su
sepultura, que
aquellos ideales con los que nació España la hi­
cieron -grande mientras se conservaron y se renov;aron·!
Pero, ¿no contemplamos hoy una nueva frustración de nuestra
historia? De
nuevo la incapacidad y la envidia causan nuestra decaden­
cia. Incapacidad dé los que, al frente de los destinos de España,
si es-que desean, co:tno dicen, formar una nueva conciencia na­
cional/ ni saben, ni adettan a hacetlo, pues juzgan los hechos
antes de conocerlos.
Envidia, pues ¡qué difícil que un español
logre imponetse a los demás, aunque
sea de· subidísimo valor! Y,
(4) Discurso, en Santiago de Compostela, el 9 de noviembre de 1982.
(5) MENÉNDEZ PIDAL, citado por el Cardenal GoNZÁLEZ MARTÍN, «Car­
ta pastoral en el XIV Ceritenai-io· del· III ·Concilio tle Toledo», Iglesia-Mun-
do, septiembre 1989. .
Ji89
Fundaci\363n Speiro

JAVIER NAGORE YARNOZ
al lado de la envidia, el rencor que potencia la falta de memoria
histórica de los españoles: individualmente y por regiones. Pues
-¿quién no lo ve?-existen de nuevo entre nosotros quienes
tienden a hacer desaparecer lo que ha sido
la característica de
nuestra grandeza, que tienden a achicar el espíritu español, siem­
pre universal, que tienden a atomizamos ( 6 ), a barrenar el largo
proceso en que «las Españas»,
se hacen Patria común. Pues ésta
ha sido grande mientras
ha tenido ideales de identidad en la his­
toria. Así sucedió en la Reconquista y en la Contrarreforma, y
sucedió .también en la Guerra de Liberación de 1936-1939. Un
mismo ideal de Fe y de Patria unió a
los que combatieron, suce­
sivamente, contra los musulmanes, contra los protestantes y contra
los comunistas. D. Rodrigo Ximénez de Rada sembró el ideal
hispánico a manos llenas. Fundador de Universidades (la primera
en España, la de Palencia, fue obra suya), hacedor de reyes
y
de la unión entre reinos, mantenedor de la Fe como Padre conciliar
fidelísimo
al Vicario de Cristo en la tierra, gran gobernante,
D. Rodrigo, en un capítulo memorable de su
inmortal obra, ex­
presó admitablemente cómo es preciso escalonar los intereses di­
versos del bien común y de las leyes humanas en armonía con
las reglas de la verdad, del derecho, de la virtud
y de la religión,
estableciendo como principio general de
tddo buen gobierno, la
fidelidad
.al deber, fidelidad que debe tener por eslabón primero
e invariable a que han de subordinarse todas las clases de fidelidad,
la fidelidad a Dios.
Así, escribía: «¿Qué cosa puede apetecerse más que la fide­
lidad? Es útil y virtuosa, y por eso, ni Dios, que puede todas las
cosas, ha queridd gobernar
el mundo sin ella; porque si desapa­
reciese ella no
se sometería un hombre a otro hombre, ni habría
unión entre los hombres ; y de esta. suerte desaparecería la socie­
dad de los hombres. Por lo tanto, la fidelidad es para todos la
cualidad primera,
pdr la cual cada uno agrada a Dios, que es el
Señor
de los Señores. También hay que conservar intacta e ilesa,
(6) GARCÍA VILLA.DA, Zatat:fas, El destino de España en la Historia
universal, 1940, págs. 248 y sigs.
590
Fundaci\363n Speiro

UN NAVARRO INSIGNE, ARTIFICE DE ESPARA
como la pupila de los ojos, la fidelidad con los inferiores» {7).
Y explica a continuación
brillante y copiosamente todas las ven­
tajas que, también en las cosas humanas, nacen del régimen de la
fidelidad cristiana y política.
Pues bien, esa loa a la fidelidad como virtud fundamental,
como ideal hispánico, que movía al gran Arzobispo ayer, ha de
movernos hoy a nosotros.
En la medida de nuestras fuerzas te­
nernos que volver a aquel destind providencialista, sostenido por
una fidelidad sin límites.
Tal
ha de ser asimismo nuestra esperanza: en una Navarra,
en una España, en una Europa, en un Mundo presididos por la
Cruz. No hay otro signo para
.la Victoria. Como en el diálogo
entre el rey Alfonso y D. Rodrigo, en el campo de batalla de las
Navas de Tolosa no es cuestión, como creía el monarca, del «aquí
muramos todos: non veamos perdida
Espauna», sino de repetir
con
la fe del Arzobispo, aquél gran hombre al que aquí hdnra­
mos, «De ninguna manera, antes bien aquí mismo venceréis a los
enemigos».
Este patriotismo que nos inspira es una virtud cristiana que
se integra en el Cuarto Mandamiento de la Ley de Dios. Pero no
debe ser nunca un amor con reservas de otro, ni siquiera frente
al que puede ser nuestro enemigo. Sea, pues, nuestro patriotismo
un ideal de expansiva universalidad, de identidad en el mundo y
en su historia, fiel a una Tradición misionera.
Recordemos, por fin, cómo D. Rodrigo estableció la fiesta
del Triunfo de la Santa Cruz, que la Iglesia española celebró con
singular cariño
y pompa, durante siete siglos, el 16 de julio de
cada
año (9). Porque «sólo a Dios, y no a nosotros, ni a las
(7) De Rebus Hispani,e, III, 18.
(8) Misal romano de la Iglesia en Navarra, 1993.
(9) La batalla de las Navas de Tolosa, comenzada el 16 de julio,
finalizó tres día\; después, el 19 de julio de 1212. Cabe observar que el
triunfo cristiano en aquella Cruzada en que Navarra ganó, por su Rey
Sancho VII el Fuerte, las cadenas y la esmeralda del escudo del viejo reino,
coincidió, pasados 724 años, con otra cruzada, para la que se alzó Navarra
el 19 de julio de 1936, en la que se ganó la laureada de San Fernando, hoy
oficialmente ignorada.
591
Fundaci\363n Speiro

JA.VIER. NAGORE YA.RNOZ
naciones se debe.dar la gloria», como escribía el rey Alfonso VIII,
con pluma de nuestro D. Rodrigo, al Papa Inocencio III para
darle noticia de la trascendental victoria
de las Navas de Tolosa.
Debemds pues, con ese amor a la patria,
reafirmar la esperan­
za. Es preciso que España se recobre a sí misma, no con laicismos
ni posibilismos estériles, sino con ideales plenos y fecundos.
Nosotros sabemos, como
ld supo D. Rodrigo, que en la medida
en que la sociedad
-la de ayer como lo de hoy-se cansa de la
esperanza cristiana, sólo tiene una alternativa: el materialismo.
Por lo tanto,
fielés a la tradición, renovemds nuestra esperanza.
Y así, aunque hoy nos duelan Navarra, España y Europa, todavía
es mejor que nos duelan ellas que dolemos nosotros de no haber
hecho
Id que debemos: cristianizar a Navarra, navarrizarla de
nuevo con sus tradicionales principios, morales, cristianos, fora­
les; luego, navarrizar «las Españas»; después, «españolizar», es
decir, recristianizar a Europa (10). Este debe ser el destino uni­
versal de nuestra gloriosa Tradición.
(10) D'ÜRs, Alvaro, Carta personal, 15 de mayo de 1993.
592
Fundaci\363n Speiro