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Número 335-336

Serie XXXIV

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¿Nueva moral o moral de siempre? (A propósito de la encíclica Veritatis splendor de Juan Pablo II y de la obra de Dario Composta, La nuova morale e i suoi problemi)

¿NUEVA MORAL O MORAL DE SIEMPRE?
(A propósito de-la encíclica V eritatis Splendor de Ju.m PABLO II
y de la obra de DARio CoMPOST~ La nuova morale e i suoi pl"oblemi)
POR
EsTANISLAO CANTE.Ro
A mis amigos Adolfo Pérez Díaz
y Arturo. Zamarriego Fernández
Entre no pocos cat6licos se ha difundido la err6nea idea de
que
es posible ser cat6lico sin adherirse plenamente a la verdad
de
la enseñanza moral predicada y profesada por la Iglesia cat6-
lica; que es posible discrepar de la enseñanza tradicional de la
Iglesia, permanentemente expuesta y reiterada por el Magisterio
pontificio, sustituyendo
la norma objetiva de la moralidad por
el juicio
individual del cat6lico, considerado como el único que
puede juzgar sobre la moralidad de sus actos; y, por consiguiente,
que
es posible que nuestros actos, realizados con pleno conoci­
miento, se aparten de esa normativa, sin que sean inmorales, sin
que cometamos pecado grave alguno .
. Aunque estas ideas modernas son ya algo viejas, probable­
mente, la extensión de esta
opiui6n entre los seglares cat6licos,
obedece a las cuestiones relacionadas con la moral sexual, espe­
cialmente tras un
.importante rechazo de la enclclica Humanae
vitae
( 1) de Pablo VI por parte de no pocos «te6logos» y «mo­
ralistas», y a partir de alú se ha extendido a toda Ja moral. Sus
(1) Sobre esta cuesti6n,' BERNARDO MoNSEGÚ, C. ·P.,, «Sobre la Hu~
manae vitae. Su alcance·y obligación», Verbo, núm. 75-76 (1969), págs. 481-
539.
Verbo, núm. 335-336 (1995), 519-544 519
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EST.A..NISLAO CANTERO
fundamentos doctrinales -los no demasiado lejanos-proceden
de Kant con su giro antropológico
y afectan fundamentalmente
al concepto de persona humana (2).
La responsabilidad en esta materia, no sólo de sacerdotes,
teólogos
y moralistas, sino• también de los pastores de· la Iglesia,
es evidente
y no puede ser discutida, y recientemente, ha. sido
puesta de manifiesto
por Juan P~blo II. .
¿Estamos ante una «nueva» moral, o se trata de la moral de
siempre de la Iglesia, formulada de un modo novedoso ante los
nuevos problemas que
la evolución de las ciencias plantean (3)?
En
el supuesto de que sea nueva y, por consiguiente, diferente de
la hasta ahora profesada, ¿puede ser lícitamente acogida por la
Iglesia? En realidad,
el título de este comentario se refiere a la dis­
yuntiva que encierran los nuevos planteamientos «doctrinales»
respecto a la moral tradicional enseñada permanentemente por
la Iglésia católica. Pese a ser sostenida. por «teólogo~» que «quie­
ren» permanecer en el sério de la Iglesia, en absoluto se deben
cOriSidérár equivalentes las expresiOnes con las que titulamos: este
comentario, puesto que la «nuevá móral» -que pretende sustituir
a la tradicional de siempre, permaneciendo «tan católica» como
ésta-, supone -sin más-la destrucción de la moral, al ser
subjetivista
y relativista, al tiempo que produce la confusión en­
tre el bien y el mal o falsifica la regla de su correcto discerní-
(2) Sobre el concepto de petS'Ona humana y su dimeosión moral,
dr. EUDALDO FoRMENT .. «La personihuinána», en A.BELARDO LoBAT~ (Dir.),
El pensamiento de Santo Tomás de Aquino Para el hombre de hoy, tomo I,
El hombre en cuerpo y alma, EDICEP, Valencia, 1995, págs. 685-883.
(3)
· Sobre las cuestiones relacionadas con la bioética, cfr. Josil MIGUEL
SERRANO Rm:z..CA.LDERÓN, Cuestiones de bioética, Spe;iro, 2.ª ed., Madrid,
1992, y Bioética, poder y Derecho, Servicio de publicaciones de la Facultad
de· Derecho, Universidad Complutense, Madrid, 1993; ]ÉRÓME LEJEUNE,
«LS.S manipulaciones genéticas: los aprendices de brujo», Verbo, núm. 189-
190 (1980), págs. 1.201-1.222; MARIA DEL CARMEN Fl!RNÁNDEZ DE LA CI­
GOÑA, «Bioética y tecnocracia», Verbo, núm. 315-316 (1993), págs. 505-526
y «La dignidad de la persona en la legislación genética española», Verbo,
núm. 323-324 (1994), págs. 345-360.
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¿NUEVA MORAL O MORAL DE SIEMPRE?
miento, con el pretendido beneficio de adaptarla a las circuns­
tancias o a
la personalidad. Con ello se olvida que es Jesucristo,
Nuestro Señor, verdadero Dios
y verdadero Hombre, quien nos
salva, y no nosotros quienes nos salvamos a nosotros-mismos,.
si bien, mediante la fe y las obras, realizadas conforme a sus man­
damientos.
La situación es tan grave, que ha merecido que se ocupe de
la «nueva moral», saliendo a su paso para cerrarle el camino, la
máxima autoridad de la Iglesia: «En nombre y con la autoridad
de Jesucristo»
(Veritatis splendor, núm. 4). No soy teólogo como
es bien sabido, pero con el discernimiento que me proporciona
mi
calidad de católico fiel a la doctrina de nuestra Santa Madre
la Iglesia, creo y estoy convencido de ello, que en la materia
tra·
tada en la encíclica V eritatis splendor -naturalmente, excluido lo
que se refiere a descripción de situaciones u otras
análogas-en
sus prescripciones morales, esta enseñanza, que es la tradicional
de la Iglesia, es infalible.
* * *
En la encíclica Veritatis splendor, sobre algunas cuestiones
fundamentales de
la enseñanza moral de la Iglesia, de 6 de agosto
de 1993, Juan Pablo
II, se dirigió especialmente a los obispos de
la Iglesia Católica,
«coil la intención de precisar algunos aspecto:r
doctrinales que son decisivos para afrontar la que sin duda co~s­
tituye una verdadera crisis, por ser tan graves las dificultades
derivadas de
ella para la vida moral de los fieles y para la comu­
nión en la Iglesia,
, así como , para una existencia , social justa y
solidaria» (núm. 5) y, tras recordar que «la responsabilidad' de
la
fe y la vida de fe del pueblo de Dios pesa de forma peculiar
y propia sobre los pastores», que el «común deber, y antes aún
nuestra común gracia, ·es enseñar a los fieles, como pastores-·y
obispos de la Iglesia, lo que los conduce por el camino de Dios»
(núm. 114), taxativamente les indica: «Como obispos tenemos el
deber de
vigilar para que la palabra de Dios sea enseñada fielmen­
te.
Forma parte de nuestro ministerio pastoral, amados Hermanos
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EST A·NISLAO CANTERO·
en el Episcopado, vigilar sobre la transmisión fiel de esta enseñan­
za moral y recurrir a las medidas.· oportunas para que los fieles
sean preservados de cualquier doctrina
y teoría. contraria a ello»
(núm. 116). Incluso respecto a las de los nuevos teólogos que,
haciendo
caso omiso de la doctrina católica y del Magisterio de
la Iglesia, pretenden una conciliación de sus teorías o de sus opi­
niones con la moral católica, pres\'l).tándolas como compatibles con
ella, cuando la han vaciado de contenido moral verdadero. Por
eso, a continuación del último párrafo
transcritd, les recuerda y
advierte a los obispos: «Todos somos ayudados en esta tarea por
los teólogos; sin embargo, las
opiniones teológicas no constituyen
la regla ni la norma de nuestra enseñanza. Su autoridad deriva,
con la asistencia del Espíritu
Santo y en comunión «cum Petro
et sub Petro», de nuestra fidelidad .a la fe católica recibida de los
apóstoles. Como obispos
tenemos la obligación grave de vigilar
personalmente para que la «sana doctrina» (1 Tim l., 10) de la
fe y la moral sea enseñada en nuestras diócesis» (núm. 116) (4).
El motivo de la
enciclica es la deformación de la moral cató­
lica efectuada por
la nueva teología, que se ha instalado en el
propio interior de la comunidad cristiana (5), con posiciones
( 4) Continúa indicando la grave responsabilidad que atañe a loa obispos
a fin de que no se presente como católico lo, que no lo es: «una. respon­
sabilidad
particular tienen los obispos. en lo·que se refiere a las instituciones
oat6licas. Ya se trate dé organismoS para ~ pastoral fan_iiliar o social, o bien
de instituciones dedicadas a la enseñanza o a los servicios sanitarios, los
obispos puedeo erigir y reconocer estas estructuras y delegar en ellas a1gu.
nas responsabilidades; sin embargo, nunca están. exonerados de sus· propias
obligaciones. Compete a elloa, en comunión con la Santa Sede, la función
de r~onocer, o retirar en casos de grave: incoherencia, el apelativo de "ca­
tólico" a escuelas, universidades o clínicas, relacionadas con la Iglesia»
(núm. 116).
Sobre esta encíclica, ·véase en Verbo, núm. 317-318 (septiembre-octubre
1993), págs. 681-709, VtCTORINO Ro»RfGUEZ, O. P., «El esplendor de la
verdad».
(5) «( ... ) hoy se hace necesario reflexionar sobre el con;unto de la
etiseñanza moral de la Iglesia~ con el fin preciso de recordar algunas ver­
dades fundamentales de 18 doctrina católica, que' en el contexto· actual corren
el riesgo de ser ,deformadas o iiegadas; En "efecto, ha venido a creárse una
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¿NUEVA MORAL O MORAL DE SIEMPRE?
teol6gicás discrepantes de la tradicional de la Iglesia, .«difundidas
incluso en
Seminsrios y Facultades de Teología» (núm. 4); y por
su objeto específico, «se limitará a afroritar algunas cuestiones
fundamentales de
la enseñanza moral de la Iglesia, bajo la forma
de un necesario discernimiento sobre problemas controvertidos
entre los estudiosos
de la ética y la teología moral», por lo. que
expondrá «las
r020nes de una enseñanza moral basada en la Sa­
grada Escritura y en la Tradición viva de la Iglesia, poniendo de
relieve, al mismo tiempo, los presupuestos y consecuencias de las
contestaciones de que ha sido objeto tal enseñanza» (núm,
5).
El Papa, a lo largo de la encíclica desarrolla el «vínculo esen­
cial entre Verdad-Bien-Libertad» (núm. 84) (6), cuya pérdida, o
su difuminación, ha dado lugar a las nuevas .teorías que
re<:hazan
la ley natural, las normas válidas · permanente y · universalmente
vinculantes, que prohíben los actos intrínsecamente malos (cfr.
núm. 95).
El reconocimiento del «esfuerzo
de muchos teólogos» que
«ya ha dado sus frutos con interesantes y útiles reflexiones sobre
las verdades de fe que hay que creer y aplicar en la vida, presen­
tadas de manera más adecuada a
la· sensibilidad y

a los interro­
gantes de los hombres.
de .nuestro tiempo», no es obstáculo para
que
Juan Pablo II advierta que «al mismo tiempo, en el ámhho
de las discusiones teológicas postconciliares se han dado, sin em­
bargo, algunas interpretaciones de la moral cristiana que no son
compatibles con
la "doctrina sana"»; y. aunque «el Magisterio de
fluev'a situaci6n dentro de ·la misma comunidad cristiana, en la que se ·di­
funden muchas dudas y -objeciones de orden humano y psicológico,. social
y cultural, religioso e incluso es~icamente teológi~ sobr_e las enseñanzas
morales
de la Iglesia. Ya no se trata de contestaciones pa!Ciales y ocasional~,
sino que, partiendo de determinadas concepciones _antropológicas y éticas,
se pone en tela de juicio, de modo global y sistemáticó, el patrimonio m. tal» (l1Ú.m.. 4); peligro tan. importante que hay que ataja1; para que «incluso
dentro de las mismas comunidades eclesiales no se caiga en la crisis más
peligrosa que puede afectar al hombre: la confusión del bien y del mal,
que hace imposible contruir y conservar el orden moral de los ·individuos
y
de las comunidades» (núm. 93).
( 6) Es el núcleo esencial de la encíclica.
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ES1' A·NISLA O CANTERO
la Iglesia no desea imponer a los fieles nin¡¡ún sistema teol6gico
particular y menos filos6fico ( ... ), tiene el deber de declarar la
incompatibilidad de ciertas orientaciones del pensamiento teol6-
gico y de algunas afirmaciones filos6ficas con la verdad revelada»
(núm. 29).
En esa
tarea, el Papa manifiesta el «deseo» de «enunciar los
principios necesarios para el discernimiento de lo que es contrario
a
la '' doctrina s~a", recordando aquellos elementos de la enseñan­
za moral de la Iglesia que hoy parecen particularmente expuestos
al error, a la ambigüedad o al olvido» (núm. 30).
La situaci6n
que el Papa denuncia es tan peligrosa, que no duda en citar la
segunda
carta de San Pablo a Túnoteo: «Porque vendrá un tiem­
po en que los hombres no
soportarán la doctrina sana, sino que,
atrastrados por sus propias pasiones, se buscarán una multitud
de maestros
por. el prurito de oir novedades; apartarán sus oídos
de
la verdad y se volverán a las fábulas» (núm. 30).
Como proleg6menos :a la posterior mención concreta de algu­
nas de las nuevas teorías teológicas, el Papa se refiere a «algunas
corrientes del
pensamiento moderno», que sin duda han influido
en aquellas,
y conforme a las cuales «se ha llegado a exaltar la
libertad hasta
el e"tremo de considerarla como un absoluto, que
serla la fuente de los va/.ares. En esta dirección se orientan las
doctrinas que desconocen el · sentido de lo trascendente o las que
son
explícitamente ateas. Se ·han atribuido a la conciencia indivi­
dual las prerrogativas de una instancia suprema del juicio moral,
que decide categórica e infaliblemente sobre el bien y el mal. Al
presupuesto de que
se debe seguir la propia conciencia se ha
afiadido indebidamente la afirmación de que el juicio moral es
verdadero por el hecho mismo de que proviene de la concien­
cia ( ... ) de tal forma que se ha llegado a una concepción radical­
mente subjetivista del
juido moral» (núm. 32).
El Papa pone
el dedo en la llaga cuando, a continuación indica:
«Como se puede
cómptender inmediatamente, no es ajena a esta
evolucióo
la crisis en torno a ht v~rdad. Abandonada la idea de
una verdad universal sobre el bien, que la razón humana pueda
conocer, ha cambiado
también inevitablemente la concepción mis-
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¿NUEVA. MORAL O MORAL -DE SIEMFR-E?
ma de la conciencia», con lo que se llega a «una ética individua·
lista,
para la cual cada uno se encuentra ante su verdad, diversa
de la verdad de los demás. El individualismo, llevado a las ex­
tremas consecuencias, desemboca en la negación de la idea misma
de naturaleza humana».
«Estas
diferentes concepciones están en

la base de las corrien­
tes de pensamiento que sostienen la antinomia entre ley moral y
conciencia, entre naturaleza
y libertad» (núm. 32).
No se le escapa a Juan Pablo II una de las paradojas de nuestro
tiempo, cuando indica:
«Paralelamente a la exaltación de la liber­
tad,
y paradójicamente en contraste con ella, la cultura moderna
pone
radica/.mente en duda esta misma libertad». Se trata de con­
clusiones erróneas sacadas de la apreciación de «ciertos condicio­
namientos
de orden psicológico y social que pesan sobre el ejercicio
de la libertad humana», que «han llegado a poner en duda o in­
cluso a negar la realidad misma de la libertad humana» (núm. 33).
Por último, el Papa se refiere a «algunas interpretaciones
abusivas de la investigación científica en
el campo. de la antropo­
logía. Basándose en la gran vatiedad de
costumbres, .hábitos e
instituciones presentes en la humanidad,
se llega a conclusiones
que, aunque
no siempre niegan los valores humanos universales,
sí llevan a una concepción relativista de la moral» (núm. 33).
La nueva «teología» moral se ha dejado influir por las corrien­
tes erróneas del pensamiento de la modernidad y Juan Pablo
II
lo señala sin circunloquio alguno: «Algunas tendencias de la
teología
mQral actual, bajo el influjo de las corrientes subjetivistas
e individualistas ahora aludidas, interpretan de manera nueva la
relación de la libertad con
la ley moral, con la naturaleza humana
y con la conciencia, y proponen criterios innovadores
de valora­
ción moral de los actos.
Se trata de tendencias que, aun en su
diversidad, coinciden en
el hecho de debilitar o incluso negar
la dependencia de la libertad con. respecto a la verdad» (núm. 34).
Aun sin nombrar a sus defensores --quizá para evitar que
nadie pueda decir que no va con él, argumentando que «literal­
mente» no ha dicho eso, como ocurrió en otras ocasiones con las
condenas de algunas obras, o más bien porque la Iglesia «ha de
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EST ANISLAO CA.NTERD
estar siempre atenta a no quebrar la caña cascada ni apagar el
pabilo
vacilante» (núm. 95)-, Juan Pablo II rechaza y condena
las diversas manifestaciones de
esa nueva teología moral:
-la «completa autonomía de la raz6n en el ámbito de las
normas morales relativas al. recto ordenamiento de la vida
en
. este mundo»

(núm. 36)
,--autonomía que llega, inclu­
so, a asumir, «en última instancia un carácter ateo» (núm.
39)-;
-la distinci6n, «contraria a la doctrina cat61ica, entre un
orden ético -que tendría origen humano y valor solamen­
te
mundano---: y un orden de la salvación, para el cual
tendrían itnportancia s6lo algunas intenciones
y actitudes
interiores ante Dios
y el pr6jitno» (núm. 37);
-la afirmaci6n de que el Evangelio se limita «a proponer
una exhortaci6n,
una parénesis genérica, que luego sólo
la razón aut6noina tendría el cometido
de llenar de de­
terminaciones normativas verdaderamente "objetivas", es
decir, adecuadas a la situaci6n histórica concreta» (núm.
37);
«la negación de una competencia doctrinal específica por
parte de
la Iglesia y de su Magisterio sobre normas mo­
rales determinadas relativas al llamado "bien humano"»
(núm. 37);
así mismo, por no estar «conforme con
la verdad sobre
el hombre
y sobre su libertad» (núm. 48), rechaza y con­
dena las teorías y doctrinas que rechazan la ley natural y
la naturaleza humana, o la conciben de forma reduccio­
nista
(dr. núm. 46), bien como «material para la actuaci6n
humana y para su poder», bien como
algo extrínseco a
su libertad
(dr. núm. 46).
También reprueba
las teorías que sostienen que las normas
tradicionales «no son tantó un criterio objetivo vinculante para
los juicios de conciencia, sino
más bien una perspectiva general»
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¿NUEVA MORAL O MORAL ,DE SlEM·PRE?
núm. 55) y, separando libertad y ley (cfr. núm. 54), sustentan el
carácter «creativo» de la conciencia, que, apartándose de la nor­
ma general, decidirá en última instancia sobre
el bien y el mal
(cfr. núm. 56).
Igualmente, condena
y rechaza la postura de quienes, di,;tin'.
guiendo, de modo extremo y erróneo, entre la persona y sus ac­
tos, hablan de la «opción fundamental», de modo que «circuscri­
ben expresamente el "bien"
y el "mal" moral a la dimensión
trascendental propia de la opción fundamental» (núm. 65),
mien­
tras que los actos concretos, los comportamientos determinados,
son juzgados por sus consecuencias. (dr. núm. 65). Y ello porque
los preceptos morales negativos
«que prohíben algunos actos o
comportamientos concretos como
. intrínsecamente malos, no ad­
miten ninguna excepción legítima» (núm. 67).
Finalmente, condena y rechaza el «teleologismo», tanto en
su versión «consecuencialista» como «proporcionalista» (cfr. núms.
7
5-77), porque «la moral. del acto humano depende sobre todo
y fundamentalmente del objeto elegido racionalmente por la
vo­
luntad deliberada ( ... ); no basta,la buena intenci necesaria también la recta elección de las obras»' porque «el acto
humano depende de su objeto, o
sea si. éste es o no es "ordenable"
a Dios» (núm. 78); y «la razón testimonia que existen objetos
del
acto humano que se configuran como "no-ordenable," a Dios,
porque contradi.cen radicalmente
el bien de la persona, creada a
su imagen. Son los actos que, en
la tradición moral de la Iglesia,
han sido denominados "intrínsecamente malos"» (núm. 80).
Naturalmente, la encíclica de Juan Pablo
II no es, como nin­
guna de las suyas, una encíclica «negativa» --en el sentido de
que, sobre todo,
se limite a señalar y reprobar los males de un
moment~- determinado--~ino esencialmente «positiva»,_en cuanto
que por encima de todo, explica, con una pedagogía admirable,
los fundamentos y razones de ,la única moral católica válida. Es
la circunstancia histórica la que motiva
la encíclica, ·al ser nece­
sario imponer claridad donde la luz no debiera dejar de brillar,
advirtiendo de las tinieblas
qne. nos acechan y procurando que
desaparezca toda posible sombra de duda. Aunque los principios
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ESTANISLAO CANTERO
morales de la doctrina católica son siempre los mismos, el énfa­
sis sobre algunos de sus aspectos depende de
la realidad social.
Su doctrina no es un conjunto de principios y preceptos abstrac­
tos,
ni su predicación prescinde de los hombres concretos ni de
las sociedades reales, puesto que su objetivo es la salvación de
las almas
y la cristianización de las sociedades. Por eso su ense­
ñanza incide en los problemas y situaciones de
la sociedad confor­
me aparecen
y se desarrollan. De este modo, esta encíclica supone
un nuevo mojón en el corpus de la doctrina social de la Iglesia (7).
Así, frente a esas teorías sumariamente extractadas, Juan Pa­
blo
II recuerda, reafirma y expone la doctrina moral tradicional
de salvación de la Iglesia.
En primer lugar, el punto de pattida, el pilar fundamental
en que se asienta
la doctrina es que «la libertad depende fun­
damentalmente
de la verdad. Dependencia que ha sido expresada
de manera límpida
y autorizada por las palabras de Cristo: "Co­
noceréis la verdad y la verdad os hará libres" (Jn 8, 32)»
(núm. 34).
Juan Pablo
II señala con toda claridad: «Sólo Dios puede
responder a la pregunta sobre el bien porque
Él es el Bien. Pero
Dios ya respondió a esta pregunta: lo hiiio creando al hombre y
ordenándolo a su fin con sabiduría y amor, mediante la ley ins­
crita en su
corazón (cf. Rom 2, 15), la "ley natural". Ésta "no es
más que la luz
de la inteligencia infundida en nosotros por Dios.
Gracias a ella cooocemos lo que se debe hacer y
lo que se debe
(7) Cfr. F.sTANISLAO CANTERO, «El desarrollo de la doctrina social de
la Iglesia» y «Razón de la doctrina. social de la Iglesia», Verbo, núm. 297-
298
(agosto-septiembre-octubre de 1991), págs. 976-986 y 929-939, respecti.
vam~te. Este número, de 296 páginas, publicado con el título de Cuesti6n
social y doctrina cat6lica, es monográfico y contiene artículos de E. PALO­
MAR, J. M. AI.s:!NA, J. F. GARRAIJJA, o. ALONSO, R. EDRER, A. SEGURA,
E. CANTERO E. FoRMENT, V. RoDRfGUEZ, G. IBAAEz, J. P. GALviio DE
SousA, J. M. PETIT, C. PALUMBO, M. Aruso, J. VALLET DE GoYTISOLO,
A. D'ÜR.s, J. M. SERRANO, T. MOLNAR, M. CLÉMENT, F. D. WILHELMSEN,
R. GAMBRA, M. DE SANTA Cauz, E. RAMÍREZ, L. M. SANDOVAL y A. MAR­
CHANTE.
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¿NUEVA MORAL O MORAL DE SIEMPRE?
evitar. Dios dio esta luz y esta ley en la creación" ( 8 ). Después
lo hizo en la. historia de Israel, particularmente con las "diez pa­
labras, o sea, con los mandamientos del Sinai» (núm. 12), que
con la respuesta de Nuestro Señor al joven rico «Si quieres entrar
en la vida, guarda los mandamientos» (Mt 19, 17), «se enuncia
una estreDha relación entre la vida eterna y la obediencia a los
mandamientos de Dios» al tiempo que «Por boca del mismo Jesús,
nuevo Moisés, los mandamientos
del Decálogo son nuevamente
dados a los
hombres» (núm. 12).
Más adelante insiste el Papa: «haber respetado todas las
exi­
gencias morales de los mandamientos constituye el terreno indis­
pensable sobre el que puede brotar y madurar el deseo de. la
perfección, es decir, la realización de su significado mediante el
seguimiento de Cristo» (núm. 17). Y es que «seguir a Cristo es
el fundamento esencial y original de la moral cristiana» (núm. 19).
«El ·modo de actuar de Jesús y sus palabras, sus acciones y sus
preceptos constituyen la. regla moral de la vida cristiana» (núm. 20).
Pero «Imitar y revivir el amor de Cristo no es posible para
el hombre con sus solas fuerzas. Se hace, capaz de este amor sólo
gracias a un don .recibido» (núm. 22). Así, «se cumple en Cristo
la relación entre la Ley (antigua) y la gracia (Ley nueva)» (nú­
mero
23).
Confirmando la doctrina tradicional de .la Iglesia, Juan Pa­
blo
II recuerda la. afirmación del Vaticano II: «" el oficio de in­
terpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha
sido encomendado sólo al Magisteria vivo de la Iglesia, el cual lo
e¡ercita en nombre
de, Jesucristo". De este• modo, la Iglesia, con
su vida y
su. enseñanza, se presenta como "columna y fundamento
de la vetdad" (1 Tim 3, 15), también de la verdad sobre el obrar
moral» (núm.
27).
* * *
(8) S. ToMÁS DE AQUINO, In duo praecepta caritatis et in decem legis
praece'pta. Prologus: Opuscula theologica, 11, n. 1129, E. Taurinens (1954),
245; cl. Summa Theologiae, 1-II, q. 91~ a. 2; Catecismo de la Iglesia CiJ­
t6lica, n. 1955 (nota de la propia encíclica).
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ESTANISLAO CANTERO
Natural1¡1ente, pese a su importancia, fomentada, también por
unos medios de comunicación muy poco o nulamente formativos,
más atentos a resaltar la novedad y lo que se sale fuera de lo
común, lo patológico
-llegando incluso a presentarlo como algo
normal, o,
al menos, como una opción tan válida como las demás,
en lo que en nuestra patria
se distinguen especialmente algunas
cadenas de televisión
(9)-que a ocuparse de lo constitutiva­
mente honesto, la «nueva moral» no ha conseguido el monopolio
de la teología moral. Son muchos lo que
se ocupan de los nuevos
problemas a la luz de la
doctrina perenne, enéontrando las solu­
ciones correctas acordes con ella, que
han mantenido una ense­
ñanza moral que ha sido refrendada por la encíclica Veritatis
splendor.
Así podemos verlo en un estupendo libro del sacerdote ita­
liano Dario Composta, profesor de filosofía en la Universidad
Pontificia Urbaniana (Roma},
La nueva moral. y sus problemas (10),
en el que pasa revista a la misma siguiendo los firmes criterios
del pensamiento de Santo Tomás de Aquino.
La línea argumen­
tal
es tan sólida, sus críticas tan ceñidas al núcleo de las nuevas
argumentaciones
y la claridad expositiva de la doctrina tradicional
de la ley natural, con la universalidad
y validez permanente de
sus preceptos, tan acertada, que parece anticipar la encíclica de
Juan Pablo
II. No podía ser de otro modo en quien, a lo largo
de muchos años, con sus obras, ha ciado testimonio de ese carác,
ter del teólogo moralista católico indicado por Juan Pablo II:
«exponer la doctrina de la Iglesia y dar, en el ejercicio de su mi­
nisterio, el ejemplo de un asentimiento leal, interno y externo,
a la enseñanza
·del magisterio, sea en el campo del dogma como
en el de la
moral» (V eritatis splendor, núm. 110).
Voy, pues, a realizar un extracto de esta obra, que creo' que
será de gran utilidad para los lectores de Verbo.
(9) Cfr. sobre los medios de comunicaci6n, MAaro SoRIA, La informa­
ción, Speiro, Madrid; 1992.
·. "(10) {..a ·nu'ava'_ morale e i suoi ·problemi. Critica siste»tatica alla luce
del
penliero. tomistic trice Vaticana, Ciudad del Vatiéano, 1990, 194 págs.
Fundaci\363n Speiro

¿NUEVA MORAL O MORAL DE SIEMPRE?
Al referirse en un primer capítulo introductorio a Ios orígenes
históricos de la nueva moral, distingue tres períodos: uno de
incubación de
19 50 a 1968, iniciado quizá con E. Michel y
Th. Steinbüchel, en que aparece una nueva teología moral que
inmediatamente
se denominó «ética de la situación», ya que «la
moralidad
del· acto ya no se justificaba predominantemente por
el objeto moral o
finis Gperis, sino por el sujeto agente o finis
Gperantis». A esa nueva denominación le sustituyeron vocablos
más difuminados como «personalismo cristiano», «ética de la op­
ción fundamental», «ética de la caridad» (pág. 14). Con todo, ni
la endclica de 1950, Humani Generis de Pío Xll, ni otras inter­
venciones del mismo Papa, como las alocuciones
de 23 de marzo
y
19 de abril de 1952; ni las condenas de las nuevas opiniones
teológicas efectuadas por
el Santo Oficio desde 1952 a 1956,
bastaron para acabar con
el peligro. Se pretendió escapar a la
condena
rodeando· la moral tradicional en lugar de rebatirla abier­
tamente1 y así, se atac6 al ·tomismo, presentándolo como una
moral egocéntrica, naturalista y peligrosa por haber anulado el
dato· bíblico· en favor
de la concepción pagana del eros platónico
o la
areté aristotélica, como sostuvo Richard Vokl inspirado par­
cialmente en
el luterano A. Nygren (pág. 15).
Un segundo período
de afirmación, de 1968 a 1978, auspi­
ciado por la mala acogida que tuvo en muchos ambientes la
encí­
clica Humanae vitae; y un tercer período que comenzó en 1978
con algunas medidas disciplinarias adoptadas por Juan Pablo
II
(págs. 16-17 y 145-146), y que, siguiendo la sistemática del autor,
dejaré para el final.
En un
segundo capítulo indica las fuentes remotas de la nue­
va moral: el existencialismo y el método trascendental de Hei­
degger, asumidos por medio
de la obra de Karl Rahner --autor
que tuvo una tremenda difusión, traduciéndose sus obras a todas
las
lertguas importantes--, pese a la oposición de aquél, tanto a la
teología
como a la moral (pág. 18) y a la metafísica y a que, como
observa Composta, «Heidegger no puede ser asimilado ni recu­
perado por la teología en general ni por la teología católica en
particular» (pág. 20), ni tampoco por la teología moral católica
531
Fundaci\363n Speiro

EST ANISLAO CANTERO
ni por cualquier otra moral (pág. 22), ya que en Heidegger, «la
i:onciencia moral no. asume ninguna función normativa .y menos
aún de: reforma o C:Orive.rsión: -se ;reduce a un hecho cognoscitivo»
(pág: 21).
Rahner,
romo observó Urs van Balthasar, difundió un exis­
tencialismo coloreado de terminología tomista, que en realidad
tergiversaba
los textos del aquinate (pág. 23). A pesar de que
Rahner tampoco
se a.upó expresamente de teología moral, su
influencia en la nueva moral .fue tremenda. Al mismo tiempo, en
el interior de los moralistas católicos, inspirados por Rahner y
Thomas Kuhn, se produjo una revolución epistemológica, mani·
festada en las ptimeras declaracione,s de rechazo a la H umt;nae
vitae, como las de Haering, . Cuqan,. o. las: del congreso teológico
internacional de Nimega de 1970 áuspiciado por Schillebeeckx
-al tiempo que las interpretaciones laxistas de algunos episco­
pados, especialmente los de Alemania; Austria, Canadá, Estados
Unidos, .Francia e lnglaterra i:onstituyer~m una especie de estí­
mulo
para adelantarse en la aventura Jj)il:pgresis,a,---. De entre más
de doscientos participantes en dicho. congteso, ciento si,tenta sus­
cribieron· .doce resoluciónés para la «xenovación de. la mor;¡l»,
que manifestaban . una «voluntad ptecisa de. cambip profundo de
fa .teología en general y de la. teolpgía moral en particular» {págs.
25-26).
En los aspectos
ontológii:o. y gnoseológico, la nueva moral
asume el concepto heideggériano de DIJ.fein, incompatible con el
concepto m~sico de persona; ésta ya no tiene naturaleza, sino
sólo historia, siendo la capacidad de pensar
como sujeto lo que
genera
la persona (págs. 27,28); se trata de «un saber que no va
más allá de la historia y.que niega la metafísica; la consecuencia
es que la teología se •reduce a escatología pura y simple excluyendo
la <;reación. Pero es una eseatología profana porque su objeto no
es Cristo, fin de. la a!rión moral, sino el proyl!(:1:Q (En,wurf) de
la persona humana existencial que se pretende por "autotrasce11-
denciá" hac;ia otta. vida de la qqe nada o' bien poco se puede saber»
(pág, 29). «La .nueva moral no admite qqe i,l .conocimiento des­
cubra un objeto en. la realidad pura y simple: descubrimps . (en
532
Fundaci\363n Speiro

¿NUEVA MORAL O MORAL DE SIEMPRE?
el ámbito de la moral) los actos como momentos de la opción
fundamental, es decir, de la orientación general de la vida,cristiana,
pero no como acdones en sí ( ... ), captamos el "sentido pero no
la realidad· del acto moral». Mientras que
la teología tomista
confía en el
intellectus o apprehensio boni, la nueva moral «no
admite que se descubra por intuición el bien o
d mal» (pág. 29).
Así, «se
descarta el concepto clásico de conciencia moral como
juicio concreto de la moralidad del acto calificado como· bueno o
malo· basádo' eri. la aplicación de los principios éticos generales»
(pág. 30).
La intención de autores como Van der Mark,
A. Auer,
D.
Salle, D. Mieth, Schüller o Schillebeeckx «no es la de repensar
la moral clásica para nuestro tiempo, sino proporcionar una
moral
nueva para el mundo secularizádo»; por eso, la fuente «no es el
"esse" tomistico,
es decir, el orden natural en relación a la reden­
ci6ri, sino la
"actua:lidad" (Wirkchlicheit), como escribe Auer, es
decir, la dimensión histórica del hombre, prescindiendo metodo­
lógicamente
de la historia de la salvación (.,.). Nace así la "moral
autónoma" que prescinde del magisterio y de la fe cristiana»
(pág. 32), que «acaba en
el relativismo, típico de quien adopta
el método trascendental, incluso en teología moral» (pág. 3 3): ·
Bn un tercer capitulo" aborda el examen del método trascen­
dental de la nueva moral, que
«es un principio hetmenéutico
fundado en
la experiencia religiosa según las exigencias historicis­
tas e inmanentistas
de la filosofía moderna» (pág. 34), siendo
sus principiales características, que, «en cuanto trascendental es
antimetaflsico; en cuanto hermenéutico es antropológico; en cuan­
to analitico es historicista; en cuanto diagnóstico tiende a ser so­
ciológico» (pág. 3 5).
Indaga su
génésis en la teología luterana y su desarrollo en
Hans
Gadamer (págs. 35"43) --cuya influencia ha sido impor­
tantísima-, de donde pasa a la teología moral católica, principal­
mente europea1 como se adVierte en una serie de autores --aderil.ás
de Hans Küng, del que no se ocupa por ser .notoriamente cono­
cido-, como Bernhard Casper, Edward Schillel;¡eeckx, Michel
Corbin, Claude Geffré, Cario Morlari, !talo Mancini,
C. Nigro,
Fundaci\363n Speiro

ES'l'ANISLAO CANTERO
la Associazione Teologica Italiana y moralistas como E. López
Azpitarte, A. Hortelano, Paul Klein o Alfons Auer (págs. 43-48).
Continúa con
una.s observaciones críticas sobre las premisas
filosóficas y las tesis teológicas: la negación de la veracidad de
la Escritura (pág. 49), el
derrumbe de la fe, o, al menos, su re­
ducción a puro sentimiento religioso (pág. 51), la alteración y
reducción del concepto de fe que se entiende como «relación
dialéctica entre el individuo y la comunidad religiosa, más allá
de lo cual no hay nada» (pág. 52), la relatividad de la moral evan­
gélica desde sus orígenes (pág. 53) y la alteración de la Tradición,
reducida a
tradición (con minúscula) consistente en «la suma de
experiencias religiosas, ligadas a una interpretación particular de
la Sagrada Escritura» (pág. 56).
En conclusión, con Fabro, señala sus peligrosos efectos:
mo­
nopolización de la teología, crisis de los pastores de almas, ecu­
menismo nefasto, efectos perniciosos de la difusión del protes­
tantismo, informaciones en lugar de comunicaciones de la Fe,
desaparición de la piedad
y de la severidad de las costumbres,
retroceso
en frecuentar la iglesia. Como observa Composta, nada
hay
de extraño en esas conclusiones, pues «su lógica conduce al
ateísmo a rravés del principio de inmanencia que le es inheren­
temente constitutivo» (pág. 57). Concluye el capitulo con la trans­
cripción de uo párrafo de Juan Pablo
II del discurso a los .con­
gresistas de Missioni al Popolo de febrero. de 1981, en el ·que
lamenta la grave situación a la que se ha llegado (11).
El cuarto capítulo se ocupa de
las diversas formas de la Nueva
moral, especiamente del consecuencialismo en sus diversas espe-
(11) «Es necesario admitir con realismo y profunda y dolorosa sensi·
bilidad que hoy los cristianos en gran parte se sienten extraviad.Qs, con·
fosos, perplejos y hasta engañados, pues se han difundido por doquier
ideas contrarias a la Verdad revelada y enseñada desde siempre; se han pro­
palado verdaderas y propias bere¡las en el campo dogmático y maral, creando
dudas, confusiones, rebeliones, se ha dañado la liturgia; inmersos en el
relativismo intelectual
y moral y, por eso, en el permisivismo, los cristianos
son tentados por el ateísmo, el agnosticiSmo, el iluminismo vagameJite mo­
ralístiCO, por un cristianismo sociológico, sin dogttlas definidos-y -sin moral
objetiva» (L'Osservatore Romano, 7·2~1981).
534
Fundaci\363n Speiro

¿NUEVA MORAL O MORAL DE SIEMPRE?
cíes. Así, la teologia moral autónoma, de A. Auer, Bruno Schüller,
D.
Mieth o Franz Bockle, para la cual los nuevos problemas no
encuentran respuesta adecuada en
el cristianismo y deja. de ser
un discurso sobre Dios salvador y legislador,
d la moral de la liber­
tad creativa
de Paul Klein, con su rechazo de la ley natural.
Respecto
al consecuencialismo, señala sus orígenes remotos
en
Kant y en Max Weber, poniendo de relieve su utilitarismo
--al que adscribe al español R. Larrañeta-e indica algunos de
los autores católicos que condujeron
al consecuencialismo como
Scbillebeeckx, Bückle, Van der Marck o McCormick (12).
El consecuencialismo
teleológico de Franz Bückle que, con
Schillebeeckx, afirma que «Jesús no ha transmitido ningún
men­
saje moral y que, la Iglesia, menos aún, posee competencia ma­
gisterial en ese terreno»; que «no hay actos que sean siempre
rectos o falsos independientemente de sus consecuencias», sino
que, por
el contrario, «el acto humano es moral dependiendo de
sus efectos o consecuencias prcxlucidas en el mundo exterior»,
siendo la razón de que no haya acciones intrínsecamente y por sí
mismas
buenas o malas, el que no existe una normativa absoluta
ni una naturaleza humana inmutable que exprese la intenciones
inmutables de Dios» (pág. 67).
El consecuencialismo intersubjetiva sociológico de Van der
Marck, para
el que la moralidad no tiene más fundamento que
la intersubjetividad, entendida, no como vínculo moral o jurídi­
co, sino como hechos físicos
extrasubjeti\fos que se desarrollan
entre
el yo y el tú {pág. 68); así, la acción moral se identifica con
la intención subjetiva o
fin que se manifiesta en los medios que
expresan
la intención.
El consecuencialismd
proporcionalista de Richard McCormick,
con su
teoría respecto al acto moral de doble efecto, exigiendo
la necesidad de razones proporcionales que permiten
el efecto
indirecto, que
ya no es un mal moral, sino tan solo un mal pre­
moral o mal
físico (pág. 73).
(12) En ocasiones aparece alguna :referencia a autores espafioles como
M. Vida! o E. López Azpitarte (pág. 67).
535
Fundaci\363n Speiro

ESTANISLAO CANTERO
Composta efectua su crítica y refutación desde ttes perspec­
tivas diferentes y complementarias: antropológica,
gttoseológita
y de la acción moral. En el primer aspecto observa que el conse'
cuencialismo se basa en una antropología dualista, que escinde la
persona humana en cuerpo: y espíritu, donde aquel no es más que
un instrumento separado, indiferente per se para cu.lquier uso
(pág. 78).
En el segundo, los consecuencialistas afirman que la
neutralidad moral de los efectos extrasubjetivos
deben. superar
un juicio del sujeto, la «previsión», intención, valoración o cálcu'.
lo de las consecuencias para que el acto previsto sea lícito o ilícito
(pág. 79). Para superar la dificultad sobre la incompatibilidad
de esta aplicación del conocimiento a
la acción moral con la en­
señanza católica, tratan
de. revisar los clásicos de la teología mo­
ral explicándolos en clave consecuencialista o al menos subjetivista,
como con Santo. Tomás hacen Franz Bockle,
L. Oenig-Hahoff,
Andreas van Melsen,
Josepbz Arntz (pág. 79) o Knauer (pág. 82).
Al mismo tiempo, realb:an un salto mortal para eliminar el ca­
rácter objetivo de la normatividad del acto moral, . y pretenden
que
la moral de la Iglesia .se reduce a una mera exhortación o
parénesis, como Joseph Fuchs o Franz
Bockle (pág. 80). Desde la
perspectiva
de la acción moral, el sujeto mismo es el creador de
la bondad o malicia de sus actos al dePender de la previsión de las
consecuencias extrasubjetivas
de sus propios actos (pág. 82). ·
Un quinto capítulo analiza la opei6n fundamental de la nueva
moral, que arranca de la difusión del personalismo exisrencialista
entre los ambientes católicos, sobre todo
por medio de dos dis­
cípulos de Heidegger,
J. B. Lotz y K. Rahner (pág. 92). La «opción
fundamental» es
la decisión mediante la cual la voluntad humana
construye su propio .proyecto,
la autorrealización del Dasein hei­
deggeriano. Constituye una especie
de pelagianismo, desde el
momento en que el movimiento de la persona hacia Dios depende
del propio proyecto de la libertad originaria y no de
la gracia
(pág. 97).
En el sexto capítulo, específicamente, se demuestra la in­
compatibilidad con el pensamiento de Santo Tomás y alguna de
536
Fundaci\363n Speiro

¿NUEVA MORAL O MORAL DE SIEMPRE?
las tergiversaciones á las ql!e hanc so¡netido los .escritos del Doc­
.tor Angélico.
El séptimo se dedica a la determ.inaclón del acto moral me­
diante ,el obiectum, y, naturalmente, a los actos intrínsecamente
malos,
El último capítulo
está dedic;ado al tercer períopo de la nueva
moral. Su rápida difusión
se debió a la adopción de la herme­
néuri91 existencialista por parte de escuelas y acadenrias enteras,
y al. silencio del· episcopado. El aµtor recuerda, . cómo Ja aparición
de la
Humanae vitae, parece que fue sµpeditada a una especie de
declaración de consenso por parte del episcopado,
y que ¡;nuchas
conferencias episcopales, efecruaron una interpretación laxista de
ella (pág. 145). . . . .
Al nrismo tiempo, apareció ~ disenso .con el: Magisterio:
Bernard Haering, Charles Curran,
Hans K\iJlg, GeorgeJ. Hµghes,
Yves Congar, · etc.; todo. Parecía favorecerles hasta que .en 1978,
~on Juan Pablo II, se procedió a amonestar a Anthony Kosnik
y
a investigar las
enseñanzas .ele Curran. Estosepisodios y otros
similares suscitaron la cuestión
del disenso.
El punto de partida estaba en que
'no se. consideraba qu~ l~
Humanae
vitae fuera un do~mento infalible, y. de .ahí surgía el
derecho
al. disenso. Pero como observa Composta: «El disenso
clebe estar dentro de los siguientes límites: a) deb~ ser un suceso
raro, además de posible, puesto que
el magisterio acreditado, aun­
que en hipótesis
no es infalible, siempre esiá asistido por el Es­
píritu Santo; un disenso frecuente manifiesta poca Fe en l~ asis­
tencia del Espíritu Sfuto a la Iglesia; b) el disenso no puede
referirse más
que· a un· solo púnro · del magisterio· legítimo de la
Iglesia:
diversidad de disensos 'súponen en los disidentes una des­
confianza en la J erarqufa respecto a: 'todo el ámbito del ministerio
docente
y por consigUiente, incluso en los pronunciamientos in­
falibles;
e) si cualquier persona opina que alguna enseñanza es
errónea, tiene el derecho a disentir, pero sólo en privado; un
disenso público y orquestado raya·
en la protesta, que está pró­
xima a la rebelión, al tiempo qúe provoca graves daños a la fe de
los creyentes;
d) un disenso de algunos creyentes, incluso de com-
~37
Fundaci\363n Speiro

ESTANJSLAO CANTERO
petentes y doctos, no vincula a la autoridad eclesiástica. a renun­
ciar a su derecho de enseñar la doctrina;
e) un disenso frecuente
indica que para los disidentes
la regla de su fe no es la autoridad
de la Iglesia, sino su propio juicio; dicho de otro modo, acepta
el resto
de la enseñanza de la Iglesia, no porque crea eo la auto­
ridad de la Iglesia, sino por que
la Iglesia está de acuerdo con
su opinión privada» (págs. 147-148). Con todo, la Humanae vitae
es un documento infalible, pues su magisterio es universal y ordi­
nario, como muchos teólogos han afirmado, por lo que Composta
señala que el disenso a la H umanae vitae objetivamente carecía
de fundamento.
Recientemente
han aparecido dos nuevas formas de oposición
al Magisterio, más peligrosas que aquella: el silencio activo y la
protesta. «El silencio activo no consiste en abstenerse de escribir o
hablar, sino en publicar
ensayos, artículos o tratados de teología
moral sin citar nunca los 'docuinelltos pontificios»; y si bien, «no
se ataca directamente ning¡in punto capital del magisterio, igno­
rándolo por completo»,
.di cambio, «sirve para cubrirse ante
eventuales medidas disciplinarias».
«La protesta que cuantitativa­
mente se diferencia del
disenso porque no se refiere tan sólo a
una directriz o

a una afirmación de principio», «sino a la misma
legitimidad del poder magisterial o a
un determinado sector o
respecto a todo el ámbito de la moral; cualitativamente
la protesta
raya en la rebelión, en el rechazo de
la autoridad, que por lógica
interna conduce
al cisma» (pág. 150).
Es el sistema filosófico de
la nueva moral el que conduce al
rechazo parcial o total del Magisterio, y~ se trate del magisterio
de la moral evangélica o del
de la moral natural. Respecto a la
moral evangélica, la nueva moral asume de la hermenéutica exis­
tencialista que los autores sagrados del Nuevo Testamento no
fueron más que escritores anónimos que, a través de la autocom­
prensión comunitaria de Jesús, redactaron los textos sagrados
conforme a
la percepción difusa de la figura y misión de Jesu­
cristo; por ello los textos sagrados no contienen una verdadera
normativa moral, sino un conjunto de exhortaciones o parénesis,
538
Fundaci\363n Speiro

¿NUEVA. MORAL O MORAL DE SIEMPRE?
dirigidos a la comunidad primitiva (pág. 151). En relación a las
normas morales naturales,
la nueva moral es aun más hostil, por
la obvia razón de que al no admitir una naturaleza en la persona
humana, no aceptan que de una estructura
"mágica y mítica" de
origen griego,
se puedan sacar normas, que no sólo no poseen la
garantía de la Sagrada Escritura, sino que son deducidas abstrac­
tamente conforme a los parámetros de una antropología que no
está de acuerdo con la visión ctistiana del hombre.
Por ello, afir­
man, que tanto en el
caso de la enseñanza moral evangélica como
en
la natural, la autoridad de la Iglesia no posee una potestas do­
cendi,
es decir, el poder de vincular las mentes o la fe de los fieles
mediante declaraciones indicativas o imperativas (pág. 152).
Concluye el autor mostrando
la autoridad, legitimidad y justi­
ficación del
magistetio moral y su vinculación con el dogmático,
e indicando la
incompatibilidad de la nueva moral con la moral
católica;
se trata de una moral que no es católica.
Volviendo a
la Veritatis splendor, podemos leer: «Los teólo­
gos moralistas, que aceptan la función de enseñar la doctrina de
la Iglesia, tienen el grave deber
de educar a los fieles en este dis­
cernimiento moral, en el compromiso por el verdadero bien y en
el recurrir confiadamente a la gracia divina».
«Si la convergencia y los
conflictos de opinión pueden cons­
tituir
expresiones normales de la vida pública en el contexto de
una democracia representativa, la doctrina moral no puede depen­
der ciertamente del simple respeto
de un procedimiento ; en efec­
to, ésta no viene determinada en modo alguno por las reglas y
formas
de una deliberacón de tipo democrático. El disenso, a bas de contestaciones calculadas y de polémicas a través de los medios
de comunicación
social, es contrario a la comuni6n eclesial y a la
recta comprensión de la constituci6n ;erárquica del pueblo de Dios.
En la oposición a la enseñanza de los pastores no se puede reco­
nocer una legítima
expresión de la libertad ctistiana ni de las
diversidadi,s de los dones del Espíritu Santo. En este caso, los
pastores tienen
el deber de actuar di, conformidad con su misión
apostólica, exigiendo que
sea respetado siempre el derecho de los
539
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EST ~l'{l.$!-,AO CANTERO
fieles a recibir la. doctrina católica en su pureza e integridad»
(núm. 113).
* * *
La morili.4ad no es tan solo una cuestión personal o íntima que
afecta únicamente. a la propia salvación
-si es que fuera posible
tal reduccionism.o de la doctrina. cristiana-sino. que atañe tam­
bién de modo esencial a las sociedades. Hoy que se habla tanto
de tantas
.crisis., e.mpezando por la· de la sociedad y. la del Estado
moderno, no
es la menos importante la que afecta a la moral. Sin
costumbres, sin buenas costumbres,
no hay sociedad que se sos­
tenga. Sobre todo las normas oiorales negativas -prohibitivas-­
tutelaii e1 orden general, el blen común de la sociedad.
La nueva moral difu¡,dida en ambientes católicos c-:,aunque
no sea
exclusiva. de ellos--, la .. ética de la situación, la ética sin
moral, la ética consensuada, la ética civil,
la ética del ciudadano
o cnalquier otra que no
. se has.e en la naturaleza, en la ley moral
natural, infundida por Dios en la
conciencia ,de todos los hpm­
bres, es.tá. abocada al fracaso· y será incapaz para regular. fas
relaci~nes de los homqres en una verdadera convivencia propia
de una comunidad. El pluralismo
podrá serlo de muchas dases
y en relación con diferentes .ámbítos de la vida. Pero no puede
haber
plurilismo moral, porque. es una contradicción en sus tér­
minos. Desde luego, para
el i;atólico no puede háber duda alguna
sohr<, ello, pues Juan. Pablo II lo indica continuamente. .
En esto, ,como en .casi todo, es preciso abandonar la dirección
emprendida
y desandar el camino errado por el que. marchamos,
especialmente desde que se consolidó
la crisis de la conciencia
europea ( 13 ), que abandonó el cristianis!llo, y -volviendo del
revés una consolidada.
expresión-, hacer «el proceso de la moder-
·
(1'.3'; .. Cfr: PAUL HAiARÍJ, Ll ·crise dé .la conScieiJce européen~e, Galli­
márd (col. Idées), 1968 (2 vols.), hay nueva edición españols de Alianza
editorial, Madrid, 1988,
540
Fundaci\363n Speiro

¿NUEVA MORAL O M,ORAL DE 1$1E.'frl-PRE?
nielad» (14) y volver a la ley natural y a la ley de la Gracia (15).
La primera obliga
a todos, y amQ!I$ ,.son fundamento de una vida
cristiana.
Y cuanto más cristiana sea µna com1lnidad,. mejor será
esa comunidad. Lo contrario es hacer castillos de . arena o .en el
aire, que no sirven, más que para autoengañarse d engañar. a quie­
nes se prestan a ello.
«Cada uno de
nosotros -'-señala Juan Pablo II en la. Verita#s
splendor-puede advertir la gravedad de cuanto está. en juego,
no
sólo para cada persona, sino .también para toda la sociedad,
con la reafirmaci6n de la .universalid.ad e inmutabilidad de Jos
mandamientos morales y; en particulat, de aquellos que prohíben
,siempre
y sin excepci6n los actos intrínsecamente malos» (núm.
115).
No se trata, pues, s6lo de la moral personal, sino de que tam­
bién las no,rmas sociales,. el ,derecho de la comunidad y. la con­
vivencia social se rijan
por, el único criterio válidq de la morali­
dad: «Estas normas
constituyen el fundamento inquebrantable y.la
s6lida garantía de una justa .y pacífica convivencia humana, y por
tanto de una verdadera democracia,· que puede
nacer y crecer
solamente sise basa en· la i¡!\Ialdad de todos sus 'miembros, uni­
dos· en sus derechos y deberes. ,Ante las· normas morales que pro­
hiben .. el. mal intrínseco na hay privilegios ni excepciones para
nadie,., ante las exigencias: mdrales ,somos todos absoh.1tamente
iguales» (Ibíd., núm. 96); «( ... ) las reglas morales fundamentales
de la vida
social comportan· ,unas exigencias determinadas 'a las
que deben atenerse
tanto los poderes públicos como los dudada-
(14) P.' liAzARD, El pensamiento euriJped en el siglo. XVIII, Guád•­
mma, Madrid, 1958 (parte primera, •El: proceso del qistianismo»), hay
nueva edición de Alianza editorial, Madrid, 1991.
( 15)
Sobre la realidad de las corrientes de pensamiento y acción en~
caminadas a: erradicar a, Dios de las sociedades y de -los hombres, y sobre
la obligación de los católicos do resrourar el orden cristiano, véase la fun­
damental obra de JijAN ÜUSSET, Pour 4u'Il re.gne, ·trad. esp., Para r¡ae El
reine, Speiro, Madrid; 1961 (2." ed .. espaliola, Speiro, Madrid, 1972); sobre
la. significación de Jean Ousset .y esta .ob1'a, E. CANTERO, «Catolicismo y
politic:a: Jean Ousae.t, ma Verbo, núm. 325-326 (mayo-junio-julio 1994), págs. 465-478. , .
541
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EST .A.NISLAO CANTERO
nos. Más allá de las intenciones, a veces buenas, y de las citcuns­
tancias, a menudo difíciles,
las autoridades civiles y los individuos
particulares jamás están autorizados a transgredir los derechos
fundamentales e

inalienables de la persona humana.
Por lo cual,
sólo una moral que reconoce normas
válidas siempre y para todos,
sin ninguna excepción, puede garantizar el fundamento ético de
la convivencia social, tanto nacional como internacional» (lbid.,
núm. 97).
Olvidar esto conduce al totalitarismo y al Estado tirano,
ex­
prexión utilizada en la últma encíclica Evangelium vitae (16), y
deslegitima el régimen polltico. Juan Pablo II vuelve a repetir
lo dicho en Centesimus annus ( 17): «El totalitarismo nace
de la
negación de la
verdad en sentido objetivo. Si no existe una ver­
dad trascendente, con cuya obediencia
el hombre conquista su
plena identidad, tampoco existe ningún principio seguro que
ga­
rantice relaciones justas entre los hombres ( ... ) . La raíz del to­
talitarismo moderno hay que verla, por tanto, en
la negación de
la dignidad trascendente de la persona humana,
imagen visible
de Dios invisible y, precisamente por esto, sujeto natural de
de­
rechos que nadie puede violar: ni.el .individuo, el grupo, la clase
social, ni
la nación o el Estado. No puede hacerlo tampoco la
mayoría de un cuerpo social, poniéndose en contra de la minoría,
marginándola, oprimiéndola,

explotándola o incluso intentando
destruirla» (núm. 99) (18).
Por eso advierte
gravemepte contra un peligro real· ya exis­
tente: «Es
el riesgo de la alianza entre demacrada y relrJtivismo
ético, que quita a la convivencia civil cualquier punto seguro de
referencia moral, despojándola
más radicalmente del reconoci­
miento de la verdad». Y repitiendo
lo dicho en Centesimus annus,
(16) JuAN PABLO II, carta endclica Evange/ium vitae, sobre el valor
y el carácter inviolable de la vid• humana, de 25 de marzo de 1995, núm. 20.
{17) JuAN PABLO 11, -carta encíclica Centesimus annus) en el centena·
rio de la Rl?f'tlm novarum, de 1 de ·mayo de 1991, núm. 44.
(18) Sobre el significado de los derechos humanos en el Papa, E. CAN­
TERO, La concepción de los derechos humanos en Juan Pablo 11; Speiro,
Madrid, 1990.
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¿NUEVA MORAL O MORAL DE SIEMPRE?
añade: «Si no existe una verdad última -la cual guía y orienta
la acción
política-entonces las ideas y las convicciones humanas
pueden set instrumentalizadas
fácilmente para fines de podet.
Una democracia sin valores se conviette con facilidad en un to­
talitarismo visible o· encubierto, como demuestra la historia»
(núm.
101).
Hay, pues, que volver a la fundamentación cristiana de las
sociedades; y los católicos -incluidos los políticos que profesan
la religión católica
(19)-estamos obligados a procurar que
nuestras comunidades políticas lo sean,
como con reitetación nos
exhorta
y urge la Iglesia (20).
Finalmente, no podemos olvidar
algo, también esencial, recilr­
dado por Juan Pablo 11: «A veces, en las discusiones sobre los
nuevos y complejos problemas morales, puede parecet
como si 1,i
moral cristiana fuese en sí misma demasiado difícil: ardua para
ser comprendida
y casi imposible de practicarse. Esto es falso,
porque
-en términos de sencillez evangélica-ella consiste fun­
damentalmente en el seguimiento de Jesucristo, en el abandonarse
a
Él, en el dejarse transformar por su gracia y set renovados por
su misericordia, que
se alcanza en la vida de comunión de su
Iglesia (
... ). Quien ama a Cristo observa sus mandamientos
(cf. Jn 14, 15)» (núm. 119).
(19) Cfr. E. DE CARoNTE, «Democracia y Constitución (La uni6n de
los cat6licos y la reforma constitucional)•,
Verbo, núm. 305-306 (mayo-ju­
nio-julio 1992),
págs. 595-603.
(20) Sobre esta cuesti6n, E. CANTERO, «Nueva evangelización y contraR
rrevoluci6n», Verbo, núm. 317-318 (septiembre- 935. Este número es prácticamente monográfico, publicado con el título
de La contarrevolución, y contiene artículos de J. VALLE1' DE GoY1'1so10,
J. CAYóN, M. Awso, J. TRÉMOLET DE VILLERS, F. PAPPALARDO, C. GARAY,
F. GONZALO, M. SoRIA, F. CANALS, J. M. ALSINA, y E. CANTERO, con
225 páginas sobre la cuestión. Véase, también, el volumen de varios autores,
Los católicos y la acción politica, Speiro, Madrid, 1982, en especial, E. CANR
TERO, «¿Existe una doctrina política cat6lica?», MARÍA TERESA MoRÁN CA­
LERO, «Los principios del orden político católico», ENRIQUE ZULETA Pu­
CEIRO, «Los católicos y el pluralismo político», y MIGUEL Aroso TORRES,
«La política como deber: sentido y misión de la caridad política», págs. 5-
48, 49-68, 69-94 y 349-387, _respectivamente.
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EST ANJSLA. O CANTE/10
Esperemos,' con la esperanza puesta en Jesucristo Nuestro
Señor, que
los obispos, teólogos, moralistas, sacerdotes y seglares
católicos hagamos caso al Santo Padre y que todos los demás
hombres
de buena voluntad acojan las enseñanzas de la Veritatis
splendar sobre la ley natnral y se guíen por ella.
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