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Número 335-336

Serie XXXIV

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Razón y mito

RAZON Y MITO
POR
MARIO SORIA
Ich hin der Geist der stets verneint. (1).
1) Nada más contrario al mito que la razón, segúnfa creencia
habitual. Aquél
es lo falso por antonomasia, lo inventado, la ver­
dad travestida de fábulas ; ésta, la facultad humana que disipa las
falsedades y revela lo que de cierto esconde el mito. Excluye,
pues, el mito a la raz6ll y viceversa, como lo contrario excluye a
su contrario. El conocimiento mítico no puede, por definición,
ser racional,
ni el racional permite la subsistencia del mito, salvo
que no haya logrado la
razón sino la aprehensión imperfec.ta · de
la verdad. Siendo completa dicha aprehensión, se disipa lo fabu­
loso y aparece la verdad desnuda, amén de los conceptos que
adecuadamente la expresen.
Es el mito
la interpretación antropomórfica · ingenua de los
fenómenos naturales, o bien la explicación del destino humano
mediante fuerzas y personajes sobrenaturales. Esta es la
definitj.6n
racionalista. En cambio, quienes analizan con mayor atención,
advierten en
el mito una concepción nacida de la fantasía, la sen­
sibilidad, toda clase de circunstancias geográficas, raciales etc.,
amén de la inteligencia.
Sin embago, la tesis predominante es la
primera, aplicada a toda clase de asµntos:
tesis. l)lás fácil· de en­
tender, apta para calar en la m~nte del vulgo: Desmitificar, por
consiguiente, significa reinterpretar esa realidad adulterada,
em-
(1) Mefist6fcles, en el ·Fausto de Goethe, pág. 60, de la edíci6n ber­
linesa de 1966.
Verbo, núm. 335-336 (1995), 545-573 545
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MARIO SOR/A
pleando conceptos nacidos exclusivamente del discernimiento
racional y de fa actividad del hombre. De acuerdo con esta idea,
pudo
Marx sostener que Feuerbach había reducido la religión a
la esencia del ser humano, porque todos los misterios de aquélla
se resolvían y aclaraban considerando el hacer social del hom­
bre, sus proyectos y obras, pero no los del individuo tomado en
abstracto, sino visto en concreto, en su realidad, vale decir el
conjunto de relaciones o circunstancias (Verhiiltnisse) sociales (2).
Cabe objetar que con semejante interpretación del mito no
se sale del antwpomorfismo, sino que más bien, pretendiendo
aclarar el
primero, se lleva el segundo hasta sus últimas conse­
cuencias: toda verdad depende exclusivamente de la razón huma­
na.
Y hasta se puede suponer que entre la interpretación «in­
genua» o mítica y la «sabia»
o «científica» no existe otra dife­
rencia de
la que hay entre lo concreto y lo abstracto. Es «ingenuo»
· creer que cada planeta tiene su genio especial que fo dirige y
mántiene en la órbita fijada, cuidando que el cuerpo celeste no
chc:,que con otros; en cambio, los «sabios» conocen que el mo­
vimiento planetario
se efectúa merced a un complicado juego de
fuerzas de atracción y repulsión respecto del Sol.
De un condu­
tor
personal se ha pasado a uno impersoual: ¿en esto se resume
la desmitificación?
2) Consiste el aspecto negativo del proceso en quitar de algo
la máscara
mítica; el positivo, en devolverle el rostro «científico»
que se supone ser el suyo propio, original. Pero, ¿qué se entiende
por
«científico»? ¿El conocimiento. de un hecho por las causas
del mismo, sean éstas de
la clase que fueren? No, indudablemen­
te. La ciencia
se linúta a observar los fenómenos naturales y

a
establecer leyes acerca de
la periodicidad de aquéllos. El conoci­
miento, pues, es sólo de lo general, medible y observable. Y el
sentido del
progreso estriba en reemplazar todo conocimiento
obtenido mediante
la aprehensión de causas o esencias, mediante
(2) MAR:x: Die deutsche Ideologie, en Die Frühscbriften (Stuttgart,
1971), págs. 540 y sigs.
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la deducción o gracias a la sensibilj.dad natural, por el conoci­
miento nacido de la descripción de fenómenos aparecidos cuando
y como
lo juzgare conveniente el indagador.
No será la extensión del saber sino aplicación de las leyes,
teorías o regularidades obtenidas a objetos nuevos. Toda refle­
xión o conceptualización de la realidad no es, por lo tanto, otra
cosa que substituir una explicación «mitológica» por una
«cien­
tífica». El mero hecho de. reflexionar .adecuadameote acerca de
algo ya entraña el principio que convierte lo falso en verdadero.
Sin embargo, sí sale uno del limitado círculo de los tratados, labo­
ratorios y universidades, ¡ qué inesperado mentís da a tales pre­
tensiones la experiencia!
3) En efecto, resulta
;curioso que en Oriente pueda la espe­
culación llegar a conclusiones contrarias, por ejemplo a desarro­
llar de la astronomía aristotélica y ptolemaica una complicada
angelología, como lo hace
la filosofía de la luz, del persa Sohra­
vardí (3
). O bien, no resulta menos digno de reflexión que otros
sabios, como Abenházam, Avicena, Abenjaldún, conocedores de
la ciencia de su tiempo (medicina, astronomía, matemáticas,
his­
toria, política, cosmografía, arquitectura, mecánica, etc.), jerar­
quicen los saberes y los hagan culminar con
la religión, sin que
ésta sufra menoscabo por
la presencia de su hipotética rival. De
igual modo,
el atomismo, considerado desmitificación de la teoría
hílemórfica, racionalización de los elementos heterogéneos de
la
naturaleza y sus hipotéticas cualidades ocultas, y que entre noso­
tros siempre fue fundamento de sistemas materialistas, desde De­
m6ctíto, Epicuro y Lucrecio, es para los teólogos escolásticos del
Islam
(mutakalimíes) y para la escuela del iraquí Al-Ashari base
cosmológica de
la creencia en Dios. A mayor abundamiento, toma
el budismo como punto de partida de la trascendencia
la concep­
ción sensualista de la realidad y el carácter impermanente de esta
(3) Este proceso (que llamaremos «mitificador», aunque en puridad
sea una comprensión distinta de . la simple_ .razón) . constituye asimismo el
fundamento ~l Paraiso dantesco. ·
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MARIO SORIA
última, principio, en cambio, para los occidentales· de más de una
filosofía atea
o agnóstica. Huelga decir ·que ese fenomenismo tam­
bién lo juzgan los pensadores antiteístas como un racionalizar o
volver homogéneo, encarrilable
y calculable cuanto se perciba, sin
recurso a entelequia
algUna ( 4 ).
Son de señalar, asimismo, en Occidente mnumerables doctos,
de primer rango
y de todo tiempo y lugar, respecto de los cuales
no tuvo
la ciencia efecto desmitologizador alguno ni disminuyó la
fe, sino que, a
la inversa, consolidó.,las creencias. Baot6 para ello
que advirtieran los investigadores
los límite. del conocimiento
científico y pusieran ,de relieve la fecundidad del pensamiento
religioso, pues lo emplearon incluso al ahondar el estudio de
los
hechos de que se ocupa el cultivador de la ciencia. Rogelio Bacon,
Leibnitz, Novalis, Steffens, Malooranche, Carlos Gustavo Carus,
Clarke, Pabld Florenski, Jung; Alexis Carrel, Eddington; Max
Planck, Duhem... son algunos de los hombres que acuden a
la
memoria, si bien indefinidamente podríase alargar la lista.
En otro orden de cosas, tampoco entrañan necesariamente la
racionalización el modernizar la vida, el regularla e incrementar la
( 4) También entre ciertos musulmanes es el fenometiismo puerta abierta
a lo sobrenatural, oomo se lee en versos de Jala! Al-Din Rnmi y de Abenal­
fárid.
Adviértase que no se· trata en este -caso ni en los otros señalados de
meras consideraciones ascéticas, de «diferencias entre. lo temporal y lo eter­
no», al estilo -del padre Nieiemberg, sino de tina ontología fenomenista
stricto sensu.
Para todo lo dicho, cf. EmuQUÉ CORBIN: Historia de la filoso/la islá­
mica, vol. I (París, 1964), págs. 293, 175; MrGUllL CRUZ lIBRNÁNDEZ:
Filosofla bispanomusulmana (Madtid, 1957), parte primera, cap. III, §§ 4
y 5; parte primera, cap. V y parte segu¡;tda, cap. V; 'IGNACIO SAADÉ: Pen­
samiento religioso .de· Ibn Ja!dún (Madtid, 1973), especialmeote caps. V,
VI, §§ e) y f), VII; Fhoi PAREJA, S. J.: La religiosidad musulmana (Ma­
drid, 1975), págs. 398, 408; }ESús LóP!!Z-GÁY: · La mlstieá del budismo
(Madrid, 1974), pág. 17; LEÓN WmGER, S. J.: Budismo chino (París, 1951),
págs. 98 y sigs.; LILIAN S!LBURN: Instante y causa. El discontinuo en el
pensamiento filos6fico de la India (Parls,.1955), págs. 177 y sigs. y passim;
ALAN WATTS: Los caminos del zen (Bungay, Inglaterra, 1976), págs. 66
y sigs.; CHRISTMAS HUMPHREYS: Budismo (Londres, 1976), págs. !7, 80, 149.
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RA.ZON Y Mlrt!J
relación de unos pueblos con otros, disipando prejuicios, disci­
plinando, dando seguridad, impidiendo confusiones y peleas, etc.,
todo
lo cual significa disponer conforme a un plan lo que ha na­
cido sin orden ni concierto. Y de nuevo es el Oriente quien de­
muestra lo vano de muchas leyes históricas apresuradamente es­
tablecidas y cuán endebles son las consecuencias que se sacan de
ciertos hechos
para llevar agua al molino de la racionalización y
el progreso indefinido,.Así, el petróleo y la inmensa riqueza que
había
por¡,orcionado su explotación le ,·permitieron al gobierno
saudí aumentar la · seguridad y · comodidad de. la peregrinación a
La Meca, coordinado y reglamentando, cuanto bahía sido hasta
entonces viaje tumultuoso
y azaroso. Esto fue causa de que cre­
ciera el número de. peregrinos desde cien mil, en 19 25, a más de
dos millones y medio, en 1985, ,con el medra anejo. del fervor
y
la devoción generales (5).
· . 4) Siempre ha sido la razón una especie del tribunal superior
al que se sometían las dudas y errores nacidos
de· la ~cepción
sensorial o de las propias ideas, Esto. es distintivo del.ser huma­
no. Y
a antiguamente
se advirtieron las ilusiones de los. sen.fidos ..
El caso del palo, hundido. a. medias en d. agua y aparentemente
dob_lado, a causa de la. refracción de la luz, es una de las más
conocidas. La
de.dos parall!las qµe se.junt'lll en el punto de~a,
es otro yerro óptico sabido de todos, lo IUÍSmo que el cqlor azul,
negro o verdoso .del mar, o el cl!leste dd a
e. Tales distorsiones
de
lo que es real y otras similares puede subsaparlas el pensa­
miento o incluso.
otro sentido distinto de. la vista, el p<\lo de
aspecto torcido
sigue estando ·derecho al tacto. Sabe la mente que
el agua
.
no tiene fu,¡,rza para dobla;lo. Sabe también qu<: las pa­
ralelas mantienen
. entre sí siempre, la misIUa distancia, cosa de
la cual la
ptQ'pia vista puede percatars.e, acercándose al ,puntQ
dQnde sµpuestamente se hiin uPido las lípeas. Incolora es el agua,
lo mismo que el aire, como se
advierte mirando alrededor. y com­
probando la traosparencia del ,íltin¡Q, o cogiendo un po,o, de la
(5) VARIOS: The ki11gdam of Saudí Arabian (Londres, 1993 ), pág. 98.
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primera: sólo la distancia y la cantidad los colorean. En otras
palabras, las aberraciones susodichas de los sentidos
se enmiendan
Mcilmente por medio de unas cuantas consideraciones o mejor
empleo de los órganos sensitivos.
Antaño, todas
estás explicaciones eran por demás. La mente,
con. su actitud .natural, espontánea, las daba por evidentes. El
res­
tablecimiento de la verdad ateníase a lo real; el óltimo servía de
piedra de
toque ; la experiencia cotidiana conducía al pensamiento
y los sentidos hasta el ser.
Las propias teorías metafísicas tenían
que someterse al testimonio empírico.
Por otra parte, no consistía
la experiencia en algo artificial; no aislaba los fenómenos, sin
parar mientes en si
lds alteraba o no; era la experiencia común,
del hombre que vivía en contacto continuo con las cosas mate­
riales y conocía, casi siempre sin percatarse de ello, otras realida­
des, ocultas, en que se apoyaban las primeras.
5)
En cambio, el mundo modernd ha invertido la relación
entre
pensamiento, de un lado, y experiencia y realidad, del otro.
El primero
se ha convertido en dueño y señor del universo, de­
miurgo que lo construye, altera y destruye a su gusto ; y si el ob­
jeto de tales modificaciones se resiste, si se opone a una teoría
determinada, cabe sostener
la falta de carácter científico de lo
reacio. Miente la experiencia si no
está de acuerdo con la
teoría,
porque ésta encierra la verdad y es lo auténticamente real. Así
se dable crear una clase de experiencia que esté en todo conforme
a una tesis determinada, tal como ocurre con muchos resultados
de
laboratorio, falsificación de piezas paleontológicas, interpreta·
ción
falaz de estadísticas y multitud de otros casos.
Y aunque no baya
una tergiversación consciente, la reducción
de la verdad a

fenómeno verificable y medible constituye una
violencia aún
más grave que el engaño premeditado, supuesto
que no
se reconozca dicha alteración, como sí Id hacen los sabios
que admiten
los límites y artificios de su especialidad. Más grave
'-decimos-porque de lo real desfigurado sólo la sombra queda,
y desvirtuado por las circunstancias, como animal doméstico
res­
ponderá únicamente a lo que se le pregunte y de la forma que
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RAZON Y MITO
se quiere que responda. Si el hombre, pongamos. por ejemplo, se
concibe sólo como organismo material,
Y: éste consiste a su vez
en una serie de elementos físicos y químicos, porque· exclusiva­
mente la materia y sus reacciones son susceptibles de observación
y medida,
tocia experiencia acerca de un objeto así iransformado
tendrá que corresponder a las premisas de la transformación, y
las características del mismo que no estén de acuerdo con aquéllas
habrá que estirarlas o recortarlas, según el lecho de Procusto de
la teoría. La vida estará formada de encadenamientos molecula­
res o de cualquier otro proceso de índole
material; el pensa­
miento será manifestación de
un fluido eléctrico o de reacciones
químicas inherentes a
la fisiología de las células cerebrales. Y así
sucesivamente.
El universo, dispar y variable, se interpreta mediante con­
ceptos homogéneos que, de un lado, dependen del mayor o menor
ingenio
de su autor, y de otra, tiara no perderse en abstracciones
sin sentido, pretenden verse corroborados a cada momento por
fenómenOs excogitados para confirmarlos. Porque los conceptos
científicos son, si bien se mira, convenciones cómodas para desw
cribir una realidad manipulada, y las leyes físicas, meras genera­
Uzaciones de fenómenos observados. Como dice Eduardo Le Roy:
en Ias ciencias naturales, «el sabio crea el hecho».
6) No es la razón hipertrofiada sólo instrumento l'9ta dis­
cernir la realidad; también saca de la nada esa realidad, a la que,
así surgida, pretende con demasiada frecuencia considerarla origi­
nal e indiscutible.
Ya la abstracción tomista convirtió los objetos
de la
extieriencia en algo totalmente diverso de lo que eran en
el mundo, porque la verdad de los mismos y lo único que le in­
teresaba al filósofo consistía en la esencia de las cosas, genuino
principio ontológico. Esta tesis o actitud no
quería, ron tcxlo,
negar la realidad y además sostenía que la intelección era el co­
nocimiento adecoado, trasmutación de lo sensible en conceptos.
A mayor abundamiento, propugnó Santo Tomás que
el objeto
primero del conocimiento era el ser ( 6
), si bien quedó ambiguo
(6) Por ejemplo, en !~ Suma teol6gica, 1, q. 5, a. 2, in corp.: Primo
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MARIO SORIA
el sentido qne a la palabra «ser» se le daba: si indicaba el autor
con ella
la esencia realizada, o el acto de existir como opuesto a
la posibilidad, . o la existencia física. Resultaba harina de otro
costal el conciliar el realismo gnoseológico con la teoría tomista
del conocimiento ; pero
de ninguna manera cabía hablar de rup­
tura, sino de una armonía· cuidadosamente buscada.
Asoma
la contradicción entre pensamiento y realidad en las
teorías filosóficas
y cosmológicas de Descartes y Espinooa: las hi­
pótesis se presentan ·como tesis inconcusas y sirven, ajenas casi
siempre 11 toda experiencia y ateniéndose sólo a la lógica, para
explicar esa
experiencia desdeñada, que, sin embargo, se concibe
paradójicamente como arranque. o
.prueba de ideas nacidas en el
gabinete de los filósofos
(7). Y decimos que asoma, porque estos
pensadores, influidos por el realismo de sus predecesores, sobre
todo escolásticos, pretenden sólo explicar hombre
y mundo con
ideas claras, sacando a luz sus causas ciertas y· las reglas universa­
les de
la naturaleza. En esto se distinguen .,-creen ellos--del
vulgo, que emplea
la imaginación en sus especiosas aclaracio­
nes (8).
Triunfantes
el romanticismo y la. oposición irreductible ·entre
mundo exterior y subjetividad, estalla la contradicción entre razón
y ente, ens, lo que es, y adquiere rango de principio general en
la dialéctica hegeliana.
Esta prescinde de la experien<;ia como
fuente de saber, ateniéndose de forma 'exclusiva a uti curso inma-
au~em in conceptione intelledtus cddit ens; qui# secundUm. koc unumquod­
que cagnoscibil.e .est: .. Und~.·.ens est práprium ·obiectutiz_ íntelléctus; et iic
est primun · intelligibt1e, Sieúi · sonus est pritnun audibile.
(7) &do ét eonnexio idearum ídem est .-dice Espinoza ........ , aé ardo et
connexio
rerum .(Etica1 parte ll, .ptop. VII).
(8.) a. EsPINOZA~ op. cit., part~ ¡, apéndice, en Benedícti de Spinoza
opera quotquot reperta sunt.
Recognov_ertunt J. van Vloten et J. P. N. Land,
vol. I (La Haya, 1913), pág. 72. Wase también parte III, prologo. To­
cante al presunto· respaldo del sistelria -pór la experiencia, es instructivo el
cotejo de los Principia philosopbíae cartesianos con la -refundición de este
libro', según
-EsPINOZA: Renati des Cartes · 'Principíoruin philosophiae' pars I
et
II1 more geometrico Jemonstrata, especialmente las partes II y 111,
págs. 143 a 184 de la edic. cit., vol. IV.
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RAZON Y MITO
nente o virtualidad de las ideas, y valora el concepto formalmente
como la verdad y al mismo tiempo
lo opnesto del objeto conocido
Según el gran pensador germano, nada
es verdadero salvo cuando
está conceptualizado,
por lo cual sólo es verdadera una cosa al
estar pensada. Además, la dialéctica propia de tal sistema no es
mera reflexión que supere definiciones . aisladas. y las relacione . a
unas con otras, sino específicamente la negación expresa
de la
unilateralidad y limitación de cualesquiera entidades o conceptos
en una idea superior a los mismos. Esta idea los.
anula y en ella
se recuerdan como fases transcurridas, como algo que fue y ya no
es ni volverá ser jamás; no subsisten sino fosilizados {9).
(9) El pensamiento hegeliano, que resulta mucho más claro en la ver·
sión original que cuando lo ,traducen en español germanizado o lo des:vir­
túan con paráfrasis a la francesa, no ·deja lugar a dudas acerca de dicha
mudanza radical. Basándose en la legítima necesidad de entender y refle.
xionar, altera
el filósofo la·realidad, pretendiendo convertir·el en.te en idea,
lo real en un .proceso ú;tiemporal de conceptos que fluyen unos de otros,
atendiendo a categorías lógicas y conocimientos de toda clase. Así se des­
prende de las citas siguientes, tomadas de la Enciclopedia resumida de las
ciencias filos6ficas (Enzyklopiidie der philosophsichen W issenschaften in
Grundrisse), edición hamburguesa de 1959:
«§· 5. Zum Behufe einer vorliiufigett Verstiindigung· üher den angegebe­
nen Unterschied und :Über die damit Zusammenhiingende Einsicht, ·dass der
wahrafte
Inhalt unseres Bewusstseins in dem Ü bersetzen desselben in die
Form des Gedankes und Be_griffe erhlaten, ja erst in 'sein eigentümlichen
Licht gesetzt wird, kann ei,i 'anderes altes Vorurteil erinnert werden, dass
námlich~ um zu erfahren, was an den Geáenstiinden· und Begebenheiten,
aucb Gefühlen, Anschauungen, M-ein'uñ-gen, Vorstellitngen usf-, Wahres sei,
Nachdenken erforderlich sei. Nacbdenken aber tut wenigstens die auf al/en
Fall, die Gefühle, V orstellungetr usf i!J Gedanken su verwandeln»;
Ǥ 81. Das dialektische .Moment ist das e~gen.e , Sichaufhe_ben solcher
endlichen Bestimmungen .und ihr Vbergebén in ihreiz "entgegengesetzte ... ».
«Die Dialektik dai,egen ist dies :itnmanente Hinausgeben, worin die
Einseitigkeit und Beschriinkbeit
der Verstandesbestimm-ung sich als das, was
sie ist,
niimlic_b als ihre · NegatiQn, darstellt. Das .Dialektische macht daher
die bewegende Seele. des wissenschaflichen Fortgehens aus und ist das
Prinzip, wodurch allein immanenter Zusarnmeobang und Notwendigkeit
in den Inhalt .der Wissenschaft _kommt, so wie ihum ii,berhaupt die wahr­
bafte, nicht iiusserliche Erhebung iiber das End!iche liegt».
(Subrayó el autor.)
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MARIO SORIA
Así coinciden conocimiento en general y desmitificación, de
acuerdo con .la definición racionalista del mito, que antes indi­
camos.
7) Hace ya tiempo Scheler y Husserl reivindicaron el po­
sitivismo para llevar a cabo análisis ; pero no el grosero y ántime­
tafísico por principio de Comte, sino el que consistía en obser­
var el hecho
y describirlo fielmente, procurando no desvirtuarlo,
de tal modo que lo religioso, lo estético,
Jo eróticO o cualquier
otro aspecto o propiedad similar del ser mantuviese su peculiari­
dad y no desapareciera
mediante las pseudoexplicaciones a que
tan aficionadas son las ideologías en boga. Y aunque esta feno­
menología ( que
nada riene que ver con el fenomenismo sensua­
lista) adolezca del defecto de no determinar
si aJ. objeto o suceso
estudiado corresponde fuera de
la conciencia algo real, tiene el
mérito invalorable de reconocer la autonomía
de cosas, acaeci­
mientos, presencias, formas que no son reductibles a moldes, me­
didas ni comprobaciones arbitrarias, ya que proceden de un otigen
exttarracional, no se suscitan libremente, son entidades. indepen­
dientes
de cálculos y previsiones. A pesar de las tachas que pueda
ponerle una teología dogmática ortodoxa, con fruto
han empleado
este
modo de examinar lo religioso Gerardo van der Leeuw,
Bernardo Groethuysen, Rodolfo Otto.
Dice Wálter Benjamín: «Es imposible la experiencia». Por
desgracia, esta paradoja resulta cierta, puesto que
las cosas han
desaparecido, al menos en la inteligencia del cognoscente,
cubier­
~as por una capa de ideas de la índole más dispar y por la tesis
general
de que todo lo que existe tiene ·un sentido muy diverso
del aparente, contradiciendo
la verdad de las cosas cuanto conoce
la experiencia ingenua y aun la reflexión ignorante de las alqui­
taradas interpretaciones dialécticas. Claro está, por lo tanto, que
es imposible la experiencia genuina, mientras el pensador y su
público se nutran de ideas preconcebidas, como niños que miran
a través de vidrios
de colores y ven las cosas teñidas del tono
cdrresponcliente. Benjamín, comunista, critica la deformación del
mundo
y del hombre; pero quizá nadie los haya deformado tanto,
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RA.ZON Y MITO
si exceptuamos a los liberales, como los correligionarios del escri­
tor alemán. Cuando a
Lenin intentaban refutarle sus teorias,
aduciendo las caracteristicas de la realidad, respondía: «Tanto
peor para la realidad» (10). Y
de acuerdo con este criterio de
absoluta arbitrariedad transformó su desgraciado país.
De otro lado,
la realidad, negada por sofismas empollados en
los gabinetes de pensamiento, no deja de retornar por sus fueros,
y lo hace de forma brutal, despertando a los soñadores mediante
el dolor, la enfermedad, el hambre,
la guerra, la muerte. Enton­
ces se encuentra el hombre cara a cara con su verdad y la verdad
del mundo, a pesar de todas sus teorías disfrazado ras:
Naturam expelles /urca, tamen usque recurret ( 11 ).
Y suele la forma catastrófica de retomo a la experiencia ser efecto
de la mismas ideas con que se adulteró
la cteación y que dan un
fruto inesperado, amarguísimo, pero correspondiente a
la raíz de
la cual brotan.
8) Separada
la razón del ser, convertida en criterio uruco
de
lo verdadero y lo falso, se eleva por encima de cualquier lími­
te que debiera imponerle la índole de las cosas conocidas. Es
instancia gnoseológica suprema, diosa, tal como
la entronizó la
revolución francesa. Mas, como no existe la razón en abstracto,
sino que
más bien existen razones diversas, teorías hijas de los
distintos
ingenios, sistematizaciones que obedecen a la mayor o
menor habilidad especulativa de un ideólogo, son estas teorías
(10) Citado por MAURICIO PALEÓLOGO: La Russie des tsars pendant
la grande guerre, vol. III (París, 1923), pág. 308, nota del veintiuno de
abril de 1917.
Hasta d6nde puede llegar la tergiversación, lo· demuestra la conferencia
de Bernardo Rousset: «Por qué interesa hoy Boehme a un marxista?»,
aportación al homenaje de la universidad de Picardía al filósofo alemán,
publicado con el tirulo de Jacob Boehme (París, 1979), págs. 125 y sigs, Es
tan forzada la exégesis, que parece el autor hablar de algo totalmente ajeno
al tema fijado. Al final hacen sonreír los disparates.
(11) HoRACIO: Eplstolas, I, epist. 10, verso 24.
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MARIO SORI.A..
las que se aplican al objeto del conocuruento de forma férrea.
Según
la época y las preferencias del pensadot, la ciencia omni­
ínterpretativa es la economía, la política, la sociología, la historia,
tenga o no una cosa relación con el asunto particular de cualquieta
de estos conocimientos.
9) Hemos mencionado
la tesis de Feuerbach, que pretendía
deducir
la esencia de la religión de las circunstancias sociales y
los afanes humanos
de pane lucrandQ. Según su discípulo ttevi­
rense,
el cristianismo transfiguraba la realidad en sentido nega­
tivo, como autoenajenación del hombre de sí mismo y de la na­
turaleza, convettido en Set fantástico e ignorante de las necesida­
des prácticas de
la existencia; y el judaísmd, por su parte, lo
hacía como sumisión total al dinero, la venalidad y el chalaneo,
habiendo logrado así
el dominio de la economía. De este modo,
el esclarecimiento
religiosd cabía cotnprendetlo como una emanci­
pación de la sociedad respecto de ambos credos, con la consi­
guiente modificación de la propiedad y las clases sociales (12).
10) Un aspecto muy
impottante de la adulteración religiosa
procede de la hipercrítica
de los textos bíblicos, y algo parecido
se puede sostener de otras escrituras sagradas. Trátase la Biblia
con
el prejuicio, emanado de la filosofía racionallsta, de que no
difiere aquélla esencialmente de cualquier libro donde se recojan
tradiciones o creencias.
Su es¡;eclficidad, o sea el sentido religioso
de' 'la misma, con todo lo que entrañe de símbolo y misterio, ca­
rece ele importancia cuando se intenta determinar el origen y
vicisitudes de la obra
y penetrar en su significado. Son sólo la
c.rlticil literaria (ya Bayle pretendía que únicamente la gramática
servía de clave para la exégesis),
la arqueología, la antropología,
la historia comparada de las religiones, los conocimientos que
dan en esta materia la pauta de la vetdad.
En cambio, la conset­
vaci6n de
las textós por la sinagoga y la Iglesia ; la canonicidad
de
.los mismos, '&u intetpretaci6n por doctores de ambas institu-
(12) Zur ]udenfrage, en la edición citada, págs. 206 y sig.
556
Fundaci\363n Speiro

RAZDN Y MITO
clones, el desarrollo constante de la tradición, la existencia de un
sentido típico, la confinnación de unos libros de la Sagrada Es­
critura por
otros, el proceso de un plan redentor en sus nume­
rosos episodios, todo el ingente testimonio de hechos,
saber, fe,
predicciones cumplidas, o sea
el sentimiento religioso particular
que late en las páginas sometidas a tan particular hermenéutica,
clase de mano por quienes las estudian carentes del sentido y la
inteligencia necesarios para advertir algo más que una teoría
co­
rroborada. Como si al contemplar una casa, se limitara el arqui­
tecto a considerar ladrillos y
pedruzcos, ciego para la necesaria
disposición de los materiales (
12 bis).
11) Del arte
se pretende igualmente ser secuela de la polí­
tica,
de modo que los valores estéticos no procedan de la sensi­
bilidad ni deban juzgarse mediante nociones peculiares, sino que
sean fruto de
la voluntad de un régimen detettuinado. Así pala­
cios, catedrales, jardines, estatuas, Clladros, grabados, relieves -se
llevan a cabo exclusivamente para honor y gloria de los poderosos;
los artistas carecen de
inspiración específica; apenas se les reco­
noce una habilidad interpretativa mayor o menor de cuanto orde­
nen los magnates. Son el genio y
el buen gusto sólo política. En
virtud de un decreto surge la belleza, conforme a una decisión
burocrática, siguiendo
el caprichd de cualquier déspota.
Convengamos, sin embargo, en que con cierta frecuencia
el
(12 bis) Otro ejémplo de esta tétgiversación absoluta del conocimiento
religioso· es el de juzgar los fenmnenOS· místicos· eri exclusiva mediante la
crítica literaria. Recordemos el easo tlel -mistid.smo carmelita espafiol, reduci­
do segó.n esU!.s. teorías.~ ser-~péndic;:e-de influencias-tenanas, flamencas.o mu­
sulmanas andalu,z~. Los apologistas de_ tal. interpretación no se percataron
ni por asomo de la peculiaridad del fenómeno estudiado, aparte de la in­
fluencia auténtica o no ( tanto da 10 uno como lo Otro para la ocasión pre­
sente ). Por su origen, própiedades· y efectos ]nfinitan'.lerite superan tales
vivencias cualquier causa natural. Y de haber sin discusión influjo doctrinal,
concordancias estilísticas e igual conocimiento infuso en místicos · de distin­
tas escuelas y filiaciones religiosas, en -todos ellos habrá también que reco­
nocer el mismo hecho trascendental, , inabarcable por minucias de giros,
frases y tópicos.
557
Fundaci\363n Speiro

MARIO SOR/A
poder público pretende imponer su gusto a .los artistas. De la es·
tética del comunismo
es bien sabido que estaba al servicio de la
ideología oficial, milenarismo laico, pseudorrealista, obligadamen·
te optimista.
Por su parte, los adoradores de la razón en el si­
glo XVIII proscribieron los autos sacramentales, condenaron el
estilo barroco, pretendieron sujetar la imaginación
de los artistas,
imbuyendo en las construcciones esa heladora frialdad
de panteón
que paraliza al espectador, cuando éste entra, por ejemplo, en el
templo neoclásico de Santo
Donúngo de Silos, anejo al monasterio,
realizado según los planos
de V entura Rodríguez y para construir
el cual destruyeron los bárbaros nuevos una hermosa iglesia ro­
mánica (13).
12) El lenguaje refleja, a. su vez, como un espejo .sólo la
estructura social y económica de la gente que
lo habla, si creemos
a nuestros teorizantes.
Su morfología y su sintaxis tienen mucha
mayor relación con la esclavitud, los
impuestos, la organización
agrícola o industrial, la comida, el régimen político, las revolu­
ciones, que con la anatomía y funcionamiento del aparato vocal,
la comodidad prosódica, la lógica, la capacidad de expresión, la
eufonía, la agudeza perceptiva de un pueblo, el espíritu y las
tendencias de determinado idioma.
Sus cambios indicio son tam­
bién de los correspondientes cambios de poder económico y po­
lítico. Verbigracia, la diferencia de género en los pronombres y
las conjugaciones árabes
es señal de la dispar situación del hombre
y de
la mujer en la sociedad islámica. No mends demuestra la
mentalidad «reaccionaria» árabe
la derivación, como regla casi uni­
versal, de substantivos, adjetivos, verbos y adverbios partiendo de
su raíz correspondiente, a la cual tienen todas estas palabras
nece­
saria y expresamente que referirse. También el polaco da ejemplo
de cierto predominio masculino, según tal interpretación filoló­
gica, porque en el pretérito perfecto de los verbos la tercera per-
(13) Tocante a la política directriz del arte, cf., entre muchos otros
autores, los consejos que
da Antonio Po.nz en su Via¡e de España, tomo 1,
carta 2.', §§ 44 y sigs.; carta 4.' §§ 50 y sigs,; tomo VII, prologo; tomo XII,
carta 5.", §§ 68 y sigs.; tomo XVII, prólogo.
558
Fundaci\363n Speiro

RAZON Y MITO
sana del plural tiene la desinencia «li» para los varones y «ly»
para las mujeres, animales de ambos sexos y cosas. De esta forma
se dice, usando
el verbo «byé», «ser»: «Mezovie byli», «Fueron
los maridos», pero en cambio «Konie byly», «Fueron los
caba­
llos»; «Krowy byly», «Fueron las vacas»; «Sostry byly», «Fueron
las hermauas». El japonés,
de su lado, emplea distintas formas
de adjetivos, verbos y pronombres, de
aruerdo con la condición
social de los interlocutores, o sea que traslada a la gramática una
jerarquía de origen militar y agrario muy rígida.
Agudas quizá
parezcau algunas de estas apreciaciones u otras
ejusdem farinae; pero no explicau por qué el turco, por ejemplo,
lengua de un país donde estaba la mujer tan sometida como en
Arabia, no distingue los géneros
ni en el artículo indefinido, ni en
los pronombres y
verbos conjugados. Ni explican la diferencia
de género de los substantivos, adjetivos y algunos
pronombres de
casi todos los idiomas indoeuropeos, cuyos pueblos no habían
sojuzgado a las féminas hasta el .extremo de algunos orientales.
Ni piensan que tales
. diferencias lingüísticas y mil otras que pu­
diéramos aducir nacen no de una estructura
política o social, sino
de la naturaleza misma y de la perspicacia para
echar de ver la
varia
realidad.
13) También la historia sufre de la dolencia señalada. Toda
la materia de esta ciencia es susceptible de inte1:pretación de
acuerdo con una teoría determinada, y conforme a la misma varía
el conocimiento y juicio de
los hechos. Sí es necesario para cono­
cer un suceso
o, mejor dicho, para describirlo, saber dónde, cuán­
do y cómo pasó, quiénes lo realizaron, qué propósito tenían, cuál
era su cultura
y creencias, amén de mil otros pormenores análo­
gos. Pero toda esta indagación no sirve para aprehender lo que
se estudia, sino para entenderlo según las teorías del cognoscente.
Menos importau las características de un
acontecimiento que la
comprensión personal del mismo, su condición de alegoría o sím­
bolo de las teorías del historiador. Es, pues, la ideología elemen­
to fundamental del conocer histórico, o sea la sistematización de
la realidad hasta formar una trabazón de prejuicios.
Fundaci\363n Speiro

MARIO SORIA
Y como observación, estudio y descubrimiento de lo acaecido
están determinados por
el ·conocimiento, la índole y los intere­
ses del investigador, nunca se llega a conclusiones definitivas:
todas
son· provisionales aunque no inútiles, supuesto que se
atienda siempre al hilo interpretativo conductor. Un magnicidio,
pongamos por caso, está justificado si contribuye a incrementar
la libertad popular, unificar el estado, fomentar
la ciencia o llevar
a cabo cualquier otro
empeño de los que estén en boga o se con­
sideren favorables al progreso. Huelga
. decir que todos estos tér­
minOs ( «libertad», «estado», «ciencia» ... ) tatnpoco se entienden
de modo universal
y. unívoco, sino que todos ellos se interpretan
equívocamente, atendiendo a la ideología que profese el esrudioso
derurno.
Este pseudoconocimiento desfigura, asimismo, de otro modo
la realidad. Más que romo ciencia de lo pasado, es decir memoria
que comprende
la causa de lo sucedido, se la considera a modo
de simple archivo de acontecimientos que carecen de otro orden,
relación o articulación que no
sea la mera cronología. Diríase
que en esta ocasión, por lo menos, con6cense los hechos sin dis­
torsionarlos;
siri embargo, tampoce se juzgan conforme a sus
características.
De nuevo es una teoría el medio explicativo. Se
supone que los acontecimientos históricos son eventos surgidos
al azar y que se ee,rp!ican por sí mismos. Su origen es irrelevante,
igual
que . sus características y su fin. Cuando existe una causa
innegable de los hechos
. históricos, esa causa adquiere importan­
cia no tanto por
haber generado U1'la serie de efectos, sino senci­
llamente·por haber existido.Lo que de-Ios. sucesos importa es su
simple presencia;
la historia se limita a recordar tal presencia.
Parejo con
ción.
Matanzas, emigraciones for2adas, destierros, torturas, en­
carcelamientos se reducen a ser hechos escuetos, referidos sin
emoción alguna
y caracterizados a lo sumo por cifras. Diríase
que
la historia nd trata de hombres, sino de sucesos abstractos
o, mejor dicho,
de conceptos tales como «agricultura», «propie­
dad», «industria», «ejército», «clases
sociales», «producción» y
otros mil luchadores de una
ideomaquia donde nd

existe el dolor,
560
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RAZON Y MITO
nada se destruye, nadie muere. Recordar las vicisitudes de las
personas se califica desdeñosamente de anécdota.
Concepción propia de la era de los fa:heros y ordenadores,
que abrevian
al mínimo la reflexión, convirtiendo el suceso en
simple dato estadístico.
Conábense planos los. hechos, a modo
de los
fotogramas cinematográfioos, sensación o presencia: pura,
sin elementd inteligible
alguno. Esta suele ser la forma de rela­
tar de muchos historiadores anglosajones modernos, de imper­
turbable frialdad
y fidelidad a lo real, si se juzga ¡,rima facie, sin
inclinarse ni a derecha ni a izquierda, como el espejo que pre­
tendía ser la novela realista: la historia de la revolución rusa,
escrita por Carr;
Los orígenes de la segun:da guerra mundial; de
Taylor; el tono que domina en
la mayoría de los artículos histo­
riográfioosque
se leen en .las ediciones últimas de la Enciclopedia
británica ; las obras acerca de las revoluciones española y cubana,
de Thomas, e infinidad de otras (14).
14)
De la negación ontológica de un término indeseado. da
ejemplo el materialismo craso, que, · contra . la . experiencia interna
y contra
el discernimiento . espontáneo de .la realidad exterior,
concibe
el pensamiento corno mera actividad de la materia orgá­
nica, cuya vida nace a su vez de un · complejo sistema de acciones
y
reacciones fisicoquímicas. Peto cuando resulta imposible por
absurda la negación de. un elemento de · la · realidad, procura la
razón hacerlo desaparecer en la práctica,. enfrentándolo con un
contrario
suyo, desacreditándolo cultural o políticamente.
La filosofía que nos ocupa convierte, de esta
forma, la di,
ferencia en antagonismo insoluble y trata de resolver la multipli­
cidad en unidad .violenta. No importa que esa batalla se riña no
en nombre del racionalismo, sino de entidades distintas de la
razón: tal «irracionalismo» es tan teórico, abstracto, arbitrario y
parcial como los preceptos sobre el teatro, del abate d' Aubignac,
o los juicios
de Voltaire acerca de autores como Dante, Homero
(14) Hay que señal", sin embargo, que otros autores (Malefakis, Jack­
son, Bullit, Chomski, Liddell Hart ... ) toman apasionadamente partido.
561
Fundaci\363n Speiro

MARIO SORIA
y Milton. Se concibe, entonces, el espíritu a modo de lo contrario
de
la voluntad de vivir, la fuerza viril, la sangre y su función
animaddra de todos los órganos, la raza, la existencia física mis­
ma, según el esquema ideológico que guíe al pensador. Igualmen­
te, cualquier carácter del ser humano resulta superior a la inte­
ligencia, y ésta
se acepta a duras penas, convertida en razón
técnica o en facultad destinada a satisfacer las necesidades
ma­
teriales. De acuerdo con tal postulado, afirma Hayek, uno de !os
ídolos del liberalismo moderno, que «lo que llamamos entendi­
miento no es, en último extremo, sino
la capacidad de reaccionar
ante el medio
con un tipo de comportamiento que contribuya a
facilitar la supervivencia» ( 15).
Cabe
encontrar esta oposición expresamente desarrollada en
los
libros de Schopenhauer, Nietzsche, · Klages, Spengler; en las
ideas que forman la trama de ciertas novelas de Tomás
Mano;
en las tesis citadas de Marx y sus discípulos. En todos los casos
es radical la contradicción, de modo que uno de los rivales sólo
puede subsistir si subyuga a su antagonista, ya se conciba el «es­
píritu» como religión, enemiga de la vida; ya como iglesia ajena
al genius ethnic~; ya se establezca una discordia insoluble entre
guerrero y sacerdote ;
ya se ensalce la zafiedad y hasta cierta
barbarie a expensas de
la cultura.; ya se conciba superior la vida
salvaje, incluso en sus formas
más primitivas, a la civilizada. He­
mos mencionado a alemanes partidario. de esta actitud mental o
prejuicio ; pero no vaya a creerse que atribuimos el error a toda
una nación, cayendo así en el mismo
foso donde otros se precipi­
taron. A la inversa de los anteriores, el cristiano Novalis observa
que la mejor filosofía trata de
la unión entre el espíritu y la na­
turaleza, del «matrimonio» dice expresivamente el autor de los
Fragmentos, eludiendo términos incoloros (16).
(15) Derecho, legislación y, libertad, cit. J>Or JuAN ANTONIO Wmow:
«Saber, verdad y lenguaje», artículo· publicado en la revista Philosophica,
de la universidad católica de Valparaíso, número 13 (año 1990), págs. 99
y sig.
16) Die hOhere Pbilosopbie behandelt die Ehe von Natur und Geist,
en Werke (Múnich, 1981), pág. 447.
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Fundaci\363n Speiro

RAZON Y MITO
15) La razón, pnes, esta raz6n inflada y alargada, no explica,
ni aclara ni discierne, sino que transforma la realidad, cuyos
elementos característicos, -sean sensitivos, mnemónicos, imaginati~
vos o intelectuales, considéranse inciertos en tanto no se sometan
a la correspondiente metamorfosis. ¿Es de extrañar,
entonces, que
para aprehender la verdad muchas veces haya que apartarse de
la razón, protegerse de ella, abroquelándose en el dogma o la
certeza
extrarracional, porque está más cerca de la realidad el mito
que las logomaqiuas autobautizadas
científicas?
Mas, concediendo que todo deba someterse al examen racio,
nal, ¿no será conveniente o, mejor dicho, lógico que la propia
razón se analice a sí misma, se critique, como diría Kant,
y jus­
tifique esa competencia universal que se arroga? Numerosas son
las protestas contra
loo abusos de la racionalización, no sólo por
boca de la religión y el arte, cosa
comprensible, puesto que sus
respectivos objetos
se esfuman en un marentágnum de interpre­
taciones, referencias y deducciones: los propios filósofos suelen
defender la
peculiaridad irreductible de ciertos conocimientos y
sentimientos, a veces filósofos que deberían ser devotos discípu­
los de las ilustración francesa y
sus consecuencias, como por ejem­
plo el marxista Horkheimer.
16)
· Curiosamente, adopta la razón la actitud del mito, vol­
viéndó.e sinrazóÓ fortificada. Mediante una especie de · Diktat
gnoseológico, afirma estar todo sometido a su influjo y autoridad,
situándose por encima de cualquier crítica o examen de
sus pos­
tulados. La tesis de ser todo razonable o racionalizable no se dis­
cute como principio. Pretenden corroborarla multitud de teorías,
ya vengan de las ciencias naturales ( a pesar de la precariedad de
sus conclusiones, señaladas por los científicos
más lúcidos y hon­
rados),
ya de las especulaciones filosóficas, ya de una lingüística
que concibe el lenguaje usual como mera creación arbitraria y
utilitaria, plagada de esquemas ilógicos, imprecisiones y confusio­
nes que s6lo disipa el progreso del análisis racional. Esta concep­
ción totalitaria, aunque
por lo común no esté claramente formu­
lada, existe a modo de instinto a cuya terquedad no le
importan
563
Fundaci\363n Speiro

M\ltll:10 S.OR_IA
dificultades, c:\ema;ndas y distingos de los adversarios. Lo demues­
tra en mil asuntos concretos la vida cotidiana.
Intente quien pretenda aclarar la vetdad contra cualquier
e<>nvencido, aunque sea éste persona meclian!llllente culta, que las
ciencias·
naturales no abramn la. realidad completa; puesto que se
lúnitan al aspecto fenoménico del Set, y aun este aspecto lo con­
sidetan conforme a muy, estrecho alcance.
Que, por lo tanto, exis­
ten eo.tidades que
esta clase de conocimiento nunca comprende
exhaustiva
ni definitivlllllente, puesto que, variadas las circuns­
tancias u observado un suceso heteródito, c!llllbia también lá ley
o
prip.cipio inducido de la experiencia. lnténtelo y comprobará la
inanidad
de su esfuerzo, por hábilmente que arguya: contra el
pwjuicio no cabe argüir. Trate, de demostrar que existen tradi­
ciones,
textos, instituciones, prácticas .de. divetsa índok,, idiomas,
vínculos
entre · los hoto.bres, se1;1.timientos y mil otros aspectos de
la vida, iµana.lizables en ¡,arte, porque tienen un ;núcleo que no
ptlede captar · el conocimiento. abstracto, como se escapa el , agua
de.las mallas de una red; que, además, nd cabe reproducitlos ar,
tificialmente
o encerrarlos en expresiones mater,iáticas, porque
son. impredeciblemente espontáo.eos y su compltjidad no pueden
abarcarla los números. Trate de probarlo .y verá cómo le contes­
tan con
mil sofismas que se arrogan la facultad de aprehendet
realidad<:S intuidas, creídas, recordadas, sentidas o venetadas,
ruaf\do quien así responde está ,ciego y, soi;do pru-a. un !llllplísimo
campo, del .ser. · · ·
17) Uno de los productos más exitosos del .racionalismo es
la demoe.racia liheml, leyes homogéneas, ciudadanos iguales jurí­
dicamente,
gobierno de todos, voluntad genetel, parecidas costum­
bres, aspecto idéntico de la gente. No existen fastidiosas hetetoge­
neidades · inasimilables unas por otras. Todas las ' diferencias las
empartja la razón, todas las mide con un tasero invariable, Es un
sistema simple y muy fácil de comprende! y. de acreditat, hasta
el ext=o de, que· suscita el .entusiasmo y aun el fanatismo.
Objétele,
enton=, un ingenuo desfacedor de errores a un
partidario de
la democracia los inconvenientes, que suele este ré-
564
Fundaci\363n Speiro

RAZON Y ~ITO
gimen tener, y verá con sorpresa que, lejos de considerarlo un
sistema de gobierno adecuado
o iuadecuado segón los casos, el
fiel de esta
relígi6n política la estima única justa,. única legítima,
única capaz de preservar la
.libertad y de administrar . con tiuo la
cosa pública. Cualquier otra forma de organizar la sociedad y
regirla le
parece iujusta y desatinada, porque no se apoya en la
voluntad de la mayoría, existencia de un parlamento, organiza­
ci6n de partidos, propaganda

electoral y
demás bambolla y peren­
dengues del tinglado. Se ha convertido, pues, la democracia en
dogma y su defensa puede ser en ocasiones muchísimo más im­
placable y sangrienta de lo que fue la defensa· de creencias de
otro
género: el bombardeo de Dresde, en 1945; la destrucci6n
at6mica de Hirosima y
Nagasaki, el mismo año; la matanza de
soldados iraquíes fugitivos, en el. camino de Bagdad a Basora,
cuando la guerra del golfo ·J;>érsico, convierten en juego de niños
el
procedimiento y el número de víctimas .de las iuquisiciones ca­
t6lica y protestante.
Nada importa para ilustrar
la materia la liberalidad antigua,
que discutía siu prejuicio el origen, ventajas e iuconveoien,es
de
la democracia; ni importa el hecho de haber vivido, progresado
y sido sabia
gtJlO parle de la humanidad, gobernando regímenes
distintos
de la democracia . moderna ; ni sirve la experiencia de
hogaño, que si ha oomprobado la superioridad democrática res­
pecto del totalitarismo, otras veces se ha percatado amargamente
de la fácil conversión
de la democracia en oclocracia, en oligarquía
y hasta en tiranía; ni aprovecha el haberse convencido los ciuda­
danos de
la ductilidad con que sigue la opini6n pública a los
hábiles moldeadores de
la misma, así oomo de la relativa senci­
llez con que se crea la voluntad mayoritaria de los electores y la
facilidad con que
cani.arillas de toda especie hacen adoptar sus
intereses
y designios, como si formaran éstos parte del bien común.
Democracia_ es sinónimo 9e ortodoxia, «constitución d~ universo
en cuerpo c6smico democrátioo», «redenci6n erística del univer­
so» (17), «filosofía»,
«religi6n», de «carácter absoluto y totali-
(17) JESÚS FUEYO: La vuelta de los budas (Madrid, 197}), pág. 518.
565
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MARIO SORIA
zante» (18). Asistimos, pues, a la apoteosis de la ideología liberal,
viva como nunca antes, insolente, arrolladora de momento, tras
haber triunfado de las ideologías opuestas (19). Cualquier duda
acerca de la bondad democrática, cualquier cortapisa que se ponga
a la voluntad de la
mayoría, cualquier denuncia · de las contra­
dicciones insolubles del sistema son otras tantas herejías,
más o
menos graves, según
la índole de las objeciones. Condignos del
crimen son los castigos.
De los mayores ya dijimos algo; son los
menores la proscripci6n con que punen al hereje
los medios de
comunicaci6n influyentes: la imposibilidad de discrepar eficaz­
mente, la imposibilidad de hacerse oír.
18) No
es de ahora semejante táctica de silenciar enfado­
sos. Ya se emple6 en Francia, durante el lapso transcurrido entre
las dos guerras mundiales, cuando ciertos hechos no era dable
denunciarlos o preverlos sino en
peti6dicos tildados de extremis­
tas o de escasa tirada (20). Resulta sintomático que el historia­
dor inglés David Irving, autor de un libro notable acerca de
la destrucci6n de Dresde por aviones británicos y norteamerica­
nos, de
una biografía poco laudatoria de Chúrchill, de investiga­
ciones sobre
. el número de judíos muertos en los campos de con­
centraci6n alemanes, no encontr«se, hace algunos años, local en
Madrid para
dar una
conferencia, o bien, por parte contraria, el
fi16logd norteamericano Noam Chomsky, acérrimo enemigo de
la· política imperialista de su· país y denunciador de las lacras del
(18) JuAN ANTONIO Wmow: -.«La· democracia y sus historias», artículo
de la revist• Philosophica, número 14 (año de 1991), pág. 217.
(19) Un -ejemplo de este engreimiento lo expresa Newton Gingrich,
presidente de
la cámara de diputados norteamericana, en un artículo donde,
a vuelta
de algunas amargas verdades . sobre los europeos, se afirman las
excelencias del sistema democrático,
las maravillas de la economía liberal y
la ineIU:dible · necesidad de que sea Estados Unidos quien acaudille al mundo
entero
(NEWTON GINGRICH: «Estados Uriídos y los desafíos de nuestro
tiempo», publicado en
el diario madrileño El País, de cuatro de febrero de
1995).
(20) Cf. ALFREDO FABRE-LUCE: Diario de Francia. Marzo de 1939 a
iulio de 1940 (Trevoux, 1940), págs, 34 y sigs.
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R.A.ZON Y MITO
neoliberalismo, sólo hubiera logrado publk:ar la traducción espa­
ñola de su libro
Año 501 en una editorialilla sin· accesd a las
grandes
).'edes. de distribución y publicidad.
Insistiendo en
el espinoso tema de los judíos asesinados du­
rante la guerra
mundial última, en los tristemente famosos campos
de concentración alemanes, es de notar
lo que sigue, a modo de
aviso de caminantes.
Reparos respecto de circunstancias que se
pretendan definitivamente confirmadas ( existencia de cámaras de
gas letal, número de víctimas, nacionalidad de las mismas ... ), o
bien señalar que no fueron sólo judíos los dedichados que allí
perecieron, pues también
sucumbieron multitud de socialistas,
conservadores, gitanos, homosexuales, religiosos católicos, repu­
blicanos españoles y, en general, personas de diversa procedencia,
nacionalidad y condición, indeseables según
el racismo naci, de
tal manera que
es un flagrante abuso mencionar sólo a ciertos
muertos, en detrimento
premeditado de otros; esta audacia ancl­
dogmática corre el riesgo de enfrentarse con furiosas refutaciones,
cuando no sufrir querellas
criminales, como ocurre en Francia,
de acuerdo con la
ley Fabius-Gayssot, o como le sucedió al di­
funto León Degrelle en España (21).
(21) Es curioso que un histori<>dor tan antinaci como el inglés A1an
Bullock sostenga, en contra del nómero _ acredita.do de seis millones de
judíos
asesinados, que nunca se podr4 conocer la cantidad exacta de víctimas,
pero que la más probable fluctúa entre cuatro millones doscientos mil y
cuatro millones seiscientos mil (Hitler. A stut!y in tyranny [Londres, 1918],
pág. 702). Pa:ra un historiador alemán, Lotario · Gruchmann (Der zweite
Weltkrieg,
publicada en Múnicb, año de 1967, pág. 208), la cifra de hebreos
muertos va de cuatro millones doscientos mil a cinco millones setecientos
mil, cifra. que sólo se puede conjeturar, a falta de documentos precisos: Die
Gesamtzahl der Opf-er der ]udenrottung in Europa liisst sich mangels Pra~
ziser Unterlagen nur schiitzen. Pero téngase presente que Gtuchmann toma
en cuenta no s6lo los inmoladús en cárceles y lugares de internamiento,
sino también los caídos en batallas, como la de la judería varsoviana, y en
acciones exterminadoras, como las llevadas a cabo en los países bálticos. Si
estós
asesinados se sumaran a los sólitos seis millones, ¿a cuánto subiría -el
número de judíos muertos?
Son muchos los autores que
contra corriente intentan aclarar monstruo­
sidades enturbiadas por una propaganda que no
cesa, de la que son muestra
567
Fundaci\363n Speiro

MARIO SORlA
19) No menos desconcertante es la conttadicción en que
incutre la toletancia, nacida de tenet por principio todas la opi­
niones iguales detechos de expresatse. Si Saint-Just abogaba por
que
no pudiesen gozar de libertad aquellos a quienes él llamaba
«libetticidas», es
decir, los enemigos de los excesos revoluciona­
rios, también
hoy la toletancia da muesttas de una feroz intole­
rancia, siempre que se
trate de defendet opiniones consagradas,
dogmas filosóficos, sociales y políticos en boga. El furor con que
combatieron Chúrchill, Franklin Roosevdt, Truman, Bush y otros
por
la «libettad» y la «democracia», negándose porfiadamente a
cualquier avenencia que impidiese más derramamientos
de sangre
o los disminuyese, y empleando
un salvajismo sin límite contra
combatientes y civiles, violando todos los convenios
intetnacio­
nales, prueba también que no luchaban contra intereses opuestos,
que siempre cabría conciliar,
ni pot territorios cuya posesión era
dable sometet a arbittaje,
ni pata repdet una agresión, mante­
niendo la modetación que restableciese la justicia y no petmitiese
represalias y venganzas que afuulietan nuevas y mayores injusti­
cias. Ese furor demuestra hasta la saciedad que la guerra se con­
cebía
como cruzada contra una concepción antitética dd mundo,
del mismo modo como se habían llevado a cabo las cruzadas
contta
d Islam o contra los albigenses. Mucho se ridiculizó a
J omeini por habet apodado a Estados Unidos «Gran
Satán» ; sin
embargo, ¿qué hacían en Wáshington, incluso mucho antes de
que el presidente Reagan llamase a
la Rusia bolchevique «impetio
del mal», sino concebir como demonio al advetSatio,
llamrucase
éste Alemania, Irán, Italia, Japón, Cuba, Libia o Irak? ¿ Qué ha­
cían ciettos funcionarios dd ministetio inglés de asuntos exterfo­
res, tales como Eden y

V ansittatt, sino diabolizat a Alemania,
aunque para
dio debieron falsifieat burdamente la historia o re-
reciente la apertura' de un museo en Berlín y una película del director
norteaméricano
Esteban Spielberg: monstruosidades ávidamente explotadas
por el estado de Israel. Acerca de tales historiadotes resulta útil consultar
el
artículo de A. LANDA (pseudónimo): «Revisionistas del holocausto», pu­
blicado en la revista Ra,;6n Española (Madrid, 1991), número 50, págs, 336
y sigs.
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RAZON Y MITO
chazar cualquier iniciativa de paz, sin importarles 1a cosecha del
ddio cifrada en centenares de miles o en millones
de muertos?
Naturalmente que
para denigrar al adversario rara vez se em­
pleaban calificativos religiosos, ineficaces a los oídos de una so­
ciedad secularizada ; se empleaban los adecuados para quienes han
cambiado la creencia en
Dios. por la sumisión a ídolos tan exigen­
.tes y sanguinarios como las divinidades asirlas,· o aztecas. El ene­
migo, conc:,;bido conforme al criterio de Carlos Scbmitt, delin,
cuente incorregible o rival irreconciliable, era amenaza para la paz,
tirano que
oprimía a sus s~bditos, ambici;so cuyas prettn1siones
consistían nada menos que en dominar el ,mundo, hostil a la ci­
vilización occidental y mil otras a<;usaciCllles similares, algunas de
las cuales podían ser ciertas, si bien consideradas en conjunto, o
exageradas demagógíc!'fllente, no formaban sino infundios tan
mendaces como lCJS ,que puso por obra Goebbels o de los que se
servían los comunistas. Pero. hay que notar que esta propaganda
no nacía sólo
de la voluntad de. políticos y militares ; expresaba
en realidad toda una serle de dogmas laicos. Expuestos por los
medios de
comunicación multitudinarios, la .enseñanza escolar, los
discursos
de los, gobernantes, :eran dichos dogmas fruto de la ra­
zón que, librada a sí misma, terminaba siendo teligiosidad omni­
comprensiva.
Así
fue en el pasado. Hoy sigue siéndolo.
20) Es el evolucionismo otra teoría racionalista que aparen­
temente
pennite una comprensión cabal de los hechos, puesto que
a todos
los incluye en uri proceso general y homogéneo.
¿Qllién se atreve, eritónces, na··a fefutar, que esto sería ex­
cesivo, sino sólc, a' ducfur pór un mon:,ento del evolucionismo?
¿ Quién
se aventura, no obstante !~ ensefunza diarta el~ fa experien­
cia, a rechazar el
optimismo· sistemático que pretende ~ lo nuevo
mejor· sólo por ser nuevo, y que no se contenta con defender el
progresd realizado respecto de
épocas pretéritas en ciertos. cam­
pos del saber y la activid~d, sino que lo extiende. absolutamente
a todos? ¿Quién denuncia
el grosero falseamiento de la realidad,
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MARIO SORIA
fa ligereza del que ignora el mal para que no le perturbe la di­
gesti6n, comd el Goet:he de los versos donde habla Mefist6feles:
(lch bin) ... ein Teil von jener Kraft,
die stest das Base will un stest das .Gute schafft? (22).
21) Y tomado ese evolucionismo en el sentido más corrien­
te, como ontología o
interpretaci6n de la realidad entera, ¿ quién
imagina

que el concepto
de adelanto o progreso universal y cons­
tante sea · s6lo una burda simplificaci6n de historia y prehistoria,
realizada ·
conforme .: generalizaciones y abstracciones apoyadas
de matute en datos
predelimíi:ados, de dúctil exégesis? ¿Quién,
contrariando tal caricatura de
la esperanza y la historiografía cris0
tianas, no considera por ló menos la posibilidad de una involu­
ci6n de las especies, a
partir de una edad áurea? ¿No correspon­
dería· esa regresi6n mucho más a la precariedad y fragilidad del
ser finito que
el. hipotético· desarrollo incesante de fuerzas mis­
teriosas, hijas de 'una metafísica tan superficial como bien cono­
cida en los manuales.: de filosofía? ¿ Por qué se considera un
pterodáctilo menos evolucionado que un
murciélago o nn mamut
que nn elefante? ¿No
es la evoluci6n un concepto antropocéntrico
que, .derivado del supuesto
desarrollo .del hombre a partir de nn
progenitor semibestial, hasta llegar al
hamo sapiens, se aplica a
todas las especies
vegetales y zool6gicas? ¿No pueden ser los f6-
siles de antropoides ( supuesto siempre que sean auténticos y estén
bien estudiados) muestra de individuos o grupos
degenerados,
desde la normalidad del hombre erecto y pensante? ¿Nadie se
percatará de que los fieles de este credo han dispuesto minuciosa­
mente un esquema de desarrollo y fijado en
él ciertos puntos o
etapas? ¿Que después han asignado a los mismos determinadas
especies,
convirtiendo subrepticiamente la separaci6n que va de
unos puntos a otros en
un proceso continuo que nadie ha visto
jamás, proceso concebido mediante inferencias o teorías sin base
empírica intermedia que las respalde?
¿No hay quien denuncie las
interpolaciones entre unas espe-
(22) Fausto, edic. cit., pág. 60.
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RAZON Y MITO
cies y otras, las hipótesis presentadas como tesis, y hasta los
fraudes destinados a llenar los hiatos de la
gigantesca ensambla­
dura de hechos, deducciones, sistemas, clasificaciones,
exámenes
anatómicos, saber geológico y vínculos imaginados por fecundí­
sima fantasía? ¿Por qué
se ha de asignar a la naturaleza inerte y
ciega una fuerza inteligente y teleológica, una capacidad creadora
y val oradora, aunque
sea mediante innumerables tanteos? ¿ Por
qué, en ottas palabras, después de haber despojado a Dios de su
influencia en
el mundo, se ha metamorfoseado en Dios a la na­
turaleza, a la que se adora de mil formas, una de las cuales es no
discutir jamás
sus quiméricas propiedades? ¿No son semejante
atribución de
poder y el temor reverencial consiguiente filosofía
pura
y piedad supersticiosa, tan ajenas a las ciencias naturales
como pueda serlo
la mitología de los papúes? ¿Quién se atteve
a tildar de abuso el que como dogma expongan una teoría en
la
sección paleontológica de cualquier museo y así también la en­
señen a estudiantes desprevenidos, que no suelen advertir cuanto
de artificio encierra aquello que les presentan con el apelativo
indiscutible de «científico»?
Supuesto
el esquema evolutivo, resulta lógico que los fósiles
se interpreten como indicios de un enorme proceso de desarrollo
ontológico, complicación orgánica, diversidad de
formas; proce­
so que va de los tiempos antiguos a los recientes. Los restos más
afines el horno sapiens se encuenttan en capas .geológicas nuevas.
Cuanto
más se retroceda hacia épocas remotas, menos se parecen
sus antecesores presuntos
al hombre actual. Si el proceso se. hu­
biera realizado a la inversa, deberían los anttopoides hallarse en
los esttatos
más viejos y los primates en los modernos. El horno
sapiens primitivo, lo mismo que el que hoy llena la Tierra, sería
una aparición sin
precedentes,· creación, novedad total, en contra
de lo que indican los hechos.
Sin embargo,
concediendo que Sean auténticos los restos fó­
siles y haya sido exactamente determinada su antigüedad, ¿cómo
saber que representan
el estado de toda una especie y no sola­
mente el caso de unos cuantos individuos?
¿ En virtud de qué
comprobación experimental se realiza esa extrapolación
de uno al
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MARÍO ·SORIA
todo? ¿Se está 'induciendo· o más bien deduciendo, para probar
una tesis determinada? ¿No
se ha convertido la conjetura en
certeza:, conio por arte de birlibirloque?
Los homínidos, antropoides,
antropopitetos y demás fauna,
tan real a veces como las_ sirenas y _jps tritones, se refieren al
linaje humano a modo de prciyect011 imperfectos del ól.timo. Mas,
¿por
qué no considerar en cambio que fueron especies diversas,
igual que
son. diversos gorilas y hombres, lobos y perros, pumas y
leones? Ya que se juzgan viables tales esbozos del hombre, ¿por
qué considerarlos siempre
. cu~! etapas ontogenéticas de aquél y
no,
como sería natural y lógico, conforme a sus características
propias, no atendiendo a
las de un animal distinto? ¿Por qué del
parecido formal deducir lazos metabiológicos, especulativos de la
cruz a
.la fecha, que juntan unas especies con otras y tocias las
funden y confunden en una sucesión general?
Concibe
el evolucionismo la naruraleza exclusivamente desde
el punto de vista utilitario:
las cualidades de las cosas y los seres
vivos sirven sólo para subsistir, reproducir la existencia en su
caso y, en ól.tima instancia, realizar el paso de formas, clases y
tipos denominados inferiores a los que se llaman superiores. Pero,
¿cuántas caracterísricas
no se encuentran en los seres naturales
que
nada· tienen que ver con la utilidad y se refieren exclusiva­
mente a una
imaginación creadora que varió hasta el infinito sus
modelos? Colores y formas tienen a menudo por objeto el mi­
metizarse o atraer al sexo opuesto; pero también, con no menor
frecuencia, no son otra
cosa que pura ostentación, ya conseguido
el fin utilitario.
Lo mismo en los entes inanimados que en plantas
y animales existen elementos estéticos inclasificables·
por. su nú­
mero y su diversidad, inservibles para. ·el objeto del evolucionis0
mo, pero importantísimos si se quiere determinar la peculiaridad
de una éspecie;
atisbar la idea que dirigió su
formación, admirar
la perfección de la obra en su gracia, proporciones, colorido, bri­
llo,
movimiento: éoncebidos · tales elementos sólo a modo de jue­
go, 572
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RAZON Y MITO
22) En la historia no existe más que un caso de desarrollo
y racionalización constantes: el del cristianismd, que pattiendo
de la revelación primitiva interpreta, hace <;XI>lícitos, permite
entendet sucesos, profecías
y verdades enigmáticas del Antiguo
Testamento (23
). En todos los demás campos del saber se mues­
tra la historia como un ciego que desorientado avanza, palpa, re­
trocede, se detiene, tropieza, cae, se levanta, va titubeando hacia
un lado o hacia otro:
Life's but a walking shadow ...
. . . . . .. . . . . . it is a tale
told by an idiot, ful! of sound and fury,
signifying nothing (24).
¿Por que han de Set excepción a tal regla la geología, la paleon­
tología,
la antropología? .
Salvo que · la razón transforme sus hipótesis en tesis y sus
tesis en dogmas, de manera que
lo que empero siendd crítica y
hasta
hipercrítica, acahe siericlo un fundamentalismo racionalista
de los
más irascible y mazorral que se pueda coocebit. Si de la
adhesión al comunismo decíase que era igual que afiliarse a una
secta y renunciar a todo criterio petsonal (25), exactamente lo
mis­
mo hay que afitmar de los fieles acríticos de la razón, acriticismo
cuya expresión política y
económica no

es otra que el liberalismo
y
sus innumerables mitos.
(23) Cf. MARIO SoruA: «Un libro de Huet:. la 'Demonstratio evaoge­
lica'», art. pub!. en la rev. Philosophica, núm. 14 (año de 1991), págs. 131
y sigs.-Dice el ~an teólogo ruso Sergio Bulgákof, que los acont~mientos
históricos
no tien~ otro sentidq pn;,fundo que el que tengan para la vida
de ti Iglesia ( «Lo aq;tiguo y lo nuevo»~ publicado en la r~ista El Mensa­
¡ero Ortodoxo, núm. 124 [París, 1994-1995], pág. 26).
(24) SHAKESPE~: Macbetb, acto V, ese. 5.
(25) Cf. IGNACIO SILONE: E.in Gott der keiner war (Múnich, 1962),
págs. 9, 17, 29, etc.; SERGIO BULGÁKOF: «Del marxismo a la sofiologfa»,
art. publ. en El Mensaiero Ortodoxo, núm. 98, año de 1985, pág. 89; LA­
DISLAO KoLAKOVSKI: «Der Kommunismus a1s Kultur:formation», art. publ.
en la revista Kontinent, núm. 37 [Bonn, 1986], pág. 17.
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