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Número 377-378

Serie XXXVIII

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El Alzamiento del 18 de julio de 1936. Lo que supuso para los católicos

EL ALZAMIENTO DEL 18 DE JULIO DE 1936,
LO QUE SUPUSO PARA LOS CATÓLICOS
POR
J. UúBARRI
SUMARIO: IMPoRTANCIA DE UN DEBATE EN LAS CORTES.-& .Al.zAMIENTO DEL 18 DE Juuo
CAMBIA EL SIGNO DENTRO DE LA. ORTODOXIA PÚBLICA.-EMOCIONES Y SENTIMIENTOS.­
LA SEGURIDAD FÍSICA.--l.A SEGURIDAD ESPilUTUAL.-LA EXPANSJÓN.-EJ. RRCUEJl.00.
Importancia de un debate en las Cortes
El día 14 de septiembre de 1999 se ha reunido en el Congreso
de los Diputados la Comisión
de Asuntos Exteriores cuyo presi­
dente es
don Javier Rupérez Rubio, además, dirigente del Partido
Popular y Presidente
de la Internacional de la Democracia Cris­
tiana.
Se procedió al debate y votación de dos proposiciones no
de ley referentes a los exiliados rojos de 1939. Una, del PSOE y
otra del Partido Popular; las dos coincidentes
en una parte dis­
positiva de homenaje y beneficencia a los exiliados, y como que­
dan poquísimos, a sus descendientes. Hay
una correspondencia
inversa entre el número de supervivientes y sus necesidades, y el
simbolismo que se busca con esas concesiones: a menos supervi­
vientes, más simbolismo.
La parte previa o exposición de moti­
vos,
que es el simbolismo nuclear de las dos proposiciones, es
muy parecida en ambas; es una condenación del Alzamiento y de
la guerra consiguiente, frontal, clara y dura en la proposición del
PSOE, y en la del PP, oscura e hipócrita.
El señor Rupérez y sus diputados se "abstuvieron" de votar
en contra de la proposición del PSOE, y los de éste, en cambio,
correspondieron votando
en contra de la proposición del Partido
Verbo, núm. 377-378 (1999), 579-589. 579
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Popular. Todos los pequeños partidos votaron con el PSOE, cuya
proposición condenatoria e insultante para el Alzamiento del
18
de Julio quedó aprobada.
Este suceso culmina y corona otros que se alinean y articulan
en sus contextos, y que le agravan y aumentan su interés, a saber:
1.0 La "abstención" del PP no ha sido un error ocasional y
momentáneo, sino
una decisión premeditada y con una larga ges­
tación.
La proposición del PSOE llevaba fecha de 26 de mayo, y
la del Partido Popular, la del dla siguiente; la Mesa de la Comi­
sión las aceptó el 9 de junio y
el Boletín Olida! de las Cortes
publicó los dos textos el 14 de junio. 2.0 Anteriormente, el Partido
Popular
habla votado a favor de homenajes y beneficios para los
ya escasos supervivientes
de las Brigadas Internacionales. 3.º En
otros ámbitos, entre ellos
en el de la homosexualidad, en el de
los tres primeros supuestos del aborto, en el de la píldora
RU y
en el de la enseñanza, el Partido Popular sigue una conducta
divergente de los deseos
de los católicos. 4.0 Aunque el Partido
Popular nunca se
ha titulado "católico", sino "aconfesional", es
evidente que vive de los votos de
no pocos católicos. Pero éstos
se sienten cada vez menos representados
por él y en él, y se pre­
guntan cada vez más y más alto
por el papel de los católicos en
la vida pública, prefigurando un anhelo de verse representados
de otra manera.
El Alzamiento del 18 de Julio cambia de signo dentro
de la ortodoxia pública
Esto es lo importante, lo grave y lo que hay que atajar. Los
medios de comunicación que, aunque libres y plurales teórica­
mente, a veces presentan
en la realidad una sorprendente unani­
midad,
hablan disimulado la gestación de estas proposiciones y
su debate.
Los textos íntegros de las dos proposiciones no de ley
solamente se han
transcrito en el Boletín de las Cortes, de acceso
difícil y complicado. Después, la prensa más
de izquierdas ha
reprochado
con descaro y acrimonia al PP su "abstención", como
escandalizada de que no
se hubiera adherido a una condena tan
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EL ALZAMIENTO DEL 18 DE JULIO DE 1936. LO QUE SUPUSO PARA LOS CATÓLICOS
natural, clara merecida e indiscutible como la que proponía el
PSOE. La prensa que leen.muchos católicos, además de disimu­
lar los hechos, se
ha salido por la tangente diciendo que habla
sido un debate inoportuno, en vez de señalar que el PP deberla
haber votado
en contra.
Situemos
esto en el concepto de ortodoxia pública.-Este con­
cepto
ha sido especialmente estudiado por los profesores norte­
americanos Kendall y Frederick Wilhelmsen, y
por el español,
nuestro amigo Rafael Gambra (1). De este último extractamos:
Entendemos por ortodoxia pública aquéllo que oficial o ambien­
talmente se profesa (se
cree o se respeta) en una comunidad
política determinada: el sentido de lo verdadero y
de lo bueno
por ella aceptado o considerado como válido.
La noción de orto­
doxia pública puede entenderse
en dos sentidos diferentes, uno
amplio y otro estricto. En este amplio sentido todo país -inclu­
so los basados políticamente en el racionalismo y en la neutrali­
dad del
Estado-posee una ortodoxia pública como concepción
subyacente del individuo, la sociedad y el Estado. En
un sentido
estricto, en cambio, son regúnenes de "ortodoxia pública" aqué­
llos que afirman un contenido de principios, verdades o valores
de caracter superior e inmutable como base de su convivencia
moral y de sus leyes.
Hasta hace pocos años el Alzamiento del 18 de Julio y la Cru­
zada consiguiente se situaban
en la ortodoxia pública en un lugar
de gloria y alabanza. Después, al principio de la "transición" fue­
ron deslizados sutilmente hacia
una posición donde su fulgor fue
siendo oscurecido; pero aún se le admiraba y aplaudía, y cuan­
do menos, se le respetaba, quizás como cláusula de
un pacto
secreto entre antiguos enemigos para facilitar la paz
en ese pro­
ceso político. Y ahora resulta que entramos
en un tercer periodo
en el cual el deslizamiento ha llegado a situar a aquel hito glo­
rioso descarada y públicamente
en una picota de criminales.
Y además,
con el apoyo de un partido que debe su fuerza a
(1) Puede verse, de WILHELMSEN, La ortodoxia pt1blica y los poderes de la Jrra­
ctonalidad, Rialp, 1965, y de RAFAEL GAMBRA, Tradición o mimetismo, erlición del
Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1976.
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muchos adictos a aquel episodio histórico. Con el apoyo del par­
tido
en el que algunos católicos terúan puesta, hasta ahora, una
parte de sus esperanzas.
Es necesario estudiar los mecanismos que han producido este
desplazamiento de una posición a la opuesta diametralmente. A
iniciar
este estudio quieren contribuir estas reflexiones sobre lo
que el Alzamiento del
18 de Julio supuso para los católicos.
• • •
Antes del iniciar nuestro comentario debemos, a la manera clá­
sica, delimitar los términos. Es tarea especialmente necesaria en
este asunto. Porque personas de muy variadas ideologías han veni­
do haciendo, y mantienen,
un paquete con cuestiones heterogé­
neas sin más envoltura común que la biografla de Franco; vemos
constantemente mezcladas sus gestiones como generalfsimo y
como estadista; el desembarco
de Alhucemas y la estatificación de
la asistencia sanitaria; la liberación del Alcázar de Toledo y la con­
gelación de ciertos alquileres, etc. Pemán escribió con
talante gra­
cioso de andaluz, que Franco se
habia sucedido a si mismo varias
veces
en unos pactos secretos de El Pardo, en los que, en monó­
logo, cambió
la camisa caqui por la azul, y luego por la blanca, y
otras. Todo eso
no puede ser aplaudido ni condenado en bloque.
Distingue y acertarás. Disecar
este conjunto clarificará nuestro lega­
do a otras generaciones. No entraremos, pues, en el "franquismo".
Sólo
en el Alzamiento del 18 de Julio y en la Guerra de Liberación
Nacional de 1936-1939,
que ese es su nombre oficial. ¿Qué supu­
sieron para los católicos? Entre otras, tres cosas, a saber:
Emociones y sentimientos
El Alzamiento fue para los católicos, y para todos, una gran
emoción;
antes que nada, una enorme descarga de afectividad lar­
gamente embalsada y reprimida, que es una de las explicaciones
de la violencia
extrema que tuvo y de su carácter popular. con pro-,
tagonismo de masas iletradas; fue una explosión de entusiasmo.
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EL ALZAMIEmo DEL 18 DE JULIO DE 1936. LO QUE SUPUSO PARA LOS CATÓLICOS
De ninguna manera quiero dar a la palabra extrarracional el
tinte peyorativo que muchas veces se le da. Es U:na observación
universal,
fña y rigurosa, de psicólogos y antropólogos, que el
hombre
no es solamente regido por medio de la razón, sino que
ésta necesita y tiene unos complementos distintos que suplen sus
limitaciones y llevan
al, hombre, misteriosamente, más allá. Lo
racional no es necesariamente incompatible con lo emocional, lo
sentimental y pasional, con lo afectivo y lo intuitivo; son funcio­
nes complementarias unas
de otras, aunque en la práctica vea­
mos demasiadas veces excepciones
en todos los ámbitos a esa
compatibilidad; pero tienen
un carácter accidental o coyuntural.
Hay que disecar, también
en esto, lo extrarracional bueno y útil
de lo irracional, malo y punible.
Aquellas mujeres iletradas pero santas que echaban
de casa a
los hombres para que fueran al frente, aquellos curas navarros
que salían a la guerra con los mozos de sus pueblos; aquellos
militares que afrontaban
el fusilamiento antes que colaborar con
los rojos, parecfan
en muchos casos páginas del Antiguo Testa­
mento. Parecfa
un amplio fenómeno sobrenatural, que los ánge­
les revoloteaban sobre la
Península Ibérica, y que el Espíritu
Santo movía directamente los corazones sorteando disquisiciones
filosóficas. Claro está que estas cosas no todos las saben
ver, sino
aquéllos a quienes les ha sido concedido. No
se cuentan entre
ellos los que, llamándose católicos, se abstienen de defender
el
Alzamiento.
Esta gran descarga suprarracional (no antirracional) encajaba
muy bien con la crisis política universal, no sólo española, del
racionalismo, del liberalismo y del positivismo. Esta coincidencia
merece
un estudio extenso: apuntemos, solamente, una paradig­
ma suyo: el estilo poético de la letra del himno de Falange, "Cara
al sol".
Aquella emoción marcó sentimentalmente a toda una gene­
ración, mucho más que consideraciones doctrinales eruditas.
También a la generación siguiente, que la recibió por tradición
oral. Actualmente están entrando
en escena los nietos, a los que
llega como una onda mitigada, lo cual es natural, pero llega. Son,
pues, tres generaciones presentes marcadas con tres intensidades
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J. l!L!BARRI
distintas, pero marcadas, las que traducen aquellos elementos en
una hipersensibilidad ante cualquier alusión al Alzamiento y a la
guerra. Aquella explosión de entusiasmo, muy superior a la obje­
tivable, y a la
que la historia oral puede transmitir, se está ago­
tando
con el paso del tiempo, como es natural, pero aún existe
y
es influyente. Es necesario escribir más sobre todo esto y poner
por escrito aquellos recuerdos, para que no perezcan o se esfu­
men por la propaganda enemiga creciente, que tanto ha influido
en la decisión del Partido Popular.
Esto
es lo que parece que no ha tenido en cuenta el Partido
Popular al abstenerse de defender enérgicamente, racional y a
la
vez sentimentalmente, el Alzamiento del 18 de Julio. No se ajus­
ta a su pragmatismo demagógico ignorar que los votos también
se consiguen o se malogran, y quizás más y mejor, fomentando
y canalizando emociones de la intemperie que con razonamien­
tos oficinescos.
Se ha escrito que a los pueblos sólo les mueven
los poetas; eso
es una exageración, pero algo de verdad lleva.
Recordemos la famosa explicación de Agustín de Foxá a
un
embajador británico: "Los españoles están dispuestos a morir por
la dama de sus pensamientos, por un punto de honra; pero morir
por la democracia les parece tan tonto como morir por el siste­
ma métrico decimal".
El hombre de la calle se ha rebelado ínti­
mamente contra esta conducta del
PP mucho más hablando en
los cafés y sobre el asfalto que escribiendo en los periódicos.
Sólo
en la memoria de los coetáneos va a quedar la huella exac­
ta del asunto.
la seguridad física
El Alzamiento donde triunfó, y el remedio de su parcial fraca­
so
con la guerra siguiente, proporcionaron a los católicos una gran
seguridad con todos los beneficios materiales y espirituales que le
son inherentes, y que son causa de un grande y perdurable agra­
decimiento. Mejor diríamos, seguridades, en variados ámbitos.
En primer lugar, seguridad fisica de sus propios cuerpos y de
los de sus familiares y amigos que estaban desde hacía meses y
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El AIZAM/ENTO DEL 18 DE JULIO DE 1936. LO QUE SUPUSO PARA LOS CATÓLICOS
aún años bajo crecientes amenazas, tan serias como que veruan
asociadas a agresiones ffsicas ya consumadas en otros por mani­
festar su condición de católicos y de predicar su
fe con todas sus
consecuencias. A aquella democracia previa al Alzamiento
no se
le podía aplicar la explicación de Churchill de que
si alguien
llama a las seis de la mañana sólo puede ser el lechero.
Seguridad
ffsica también para los bienes materiales, absoluta­
mente legítimos, sujetos a asaltos, incendios, confiscaciones, mul­
tas y a un general deterioro debido a la ruina de la economía.
El restablecimiento del orden público, a rajatabla, proporcio­
nó estas dos grandes seguridades y tenninó
con un estado de
zozobra y de cansancio permanentes.
Otro motivo de agradecimíento y
de incorporación de los
católicos a la Cruzada fue que el Alzamiento descubrió y puso de
manifiesto que el mal era
aún más grave de lo que se supo!Úa y
que
Jo que se preparaba era una Revolución más profunda,
extensa y cruel de lo que
se iba sospechando. El general Mola
declaró que los protagonistas del Alzamiento se hablan equivo­
cado al valorar,
por menos, lo que se avecinaba.
La seguridad espiritual
Se produjo una gran seguridad espiritual en las almas, en los
espiritus turbados
por la lucha, en el fuero interno, fruto de una
unificación de pareceres. Con una vertiente doctrinal y otra, tác­
tica. En ambas se consiguió con el Alzamiento una unidad mono­
litica desconocida desde hacia tiempo. Su resquebrajamiento pos­
terior no es del periodo que estamos recordando, y demanda
un
estudio aparte.
Durante la Segunda República, desde que se estableció, los
católicos estaban divididos
en dos grandes grupos, tendencias o
escuelas. Unos aceptaban sincera y lealmente la Constitución
impía, el régimen malo, a cambio de poder combatir
con bata­
llitas sueltas e inconexas, como bomberos que corren alocados
de un fuego a otro, los males irnpios y accidentales pero ince­
santes que producia fatal y lógicamente.
Los del otro gran grupo,
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J ULÍBARRI
en esquema, entendían que había que conquistar el Estado, y que
si se saneaba su núcleo,
todo lo demás se les darla por añadidu­
ra, como así fue.
Correspondían a estas ideologías sendas tácticas: a la prime­
ra,
una táctica de apaciguamiento, de disimulo, y transigencia y
de
concest>nes a
la Revolución. A la segunda, una táctica
de opo­
sición
inlrfflsigente y violenta al sistema autor y cómplice de vio­
lencias anticristianas. Después del triunfo del Frente Popular, y
hasta el Alzamiento (de
16 de febrero a 18 de julio) la táctica de
las concesiones se fue desacreditando y hubo un trasbordo cre­
ciente de los que
la practicaban a las filas de la táctica violenta,
que fue aumentando su credibilidad de ser la única solución.
Algunos pretendfan amortiguar este conflicto interno dicien­
do que
no era que hubiera dos doctrinas, sino una sola, la de la
recuperación de la confesionalidad católica del Estado, servida a
dos velocidades
por las dos tácticas distintas citadas. Algun tiem­
po después de la Victoria se empezó a ver que en algunos la tác­
tica
de apaciguamiento era realmente una corrupción doctrinal
-liberal, porque empezaron a hablar sin ninguna necesidad de la
separación de
la Iglesia y del Estado.
Por si
no fueran pocas las aflicciones exteriores, esta diversi­
dad, o mejor disparidad,
de tácticas entre los mismos católicos
producía entre ellos desavenencias dolorosas y una sensación
desagradable de falta de seguridad
en la propia posición, puesto
que era atacada
por personas amigas y de las mismas creencias.
Los obispos y los dirigentes laicos dudaban y sus dudas se
proyectaban sobre la grey. Esas dudas se referian al juego de lo
que ya de antiguo se venía denominando la "tesis' y la "hipóte­
sis'.
La "tesis' era la Verdad, la doctrina completa y buena, y la
"hipótesis' una doctrina pasajera y mutilada,
una fugaz transac­
ción con el
"mal menor'. Unos querian la "tesis', cueste lo que
cueste, y otros se conformaban
con la "hipótesis', para ir tirando.
Muchos padecían
una neurosis, es decir, un conflicto ante la elec­
ción ineludible entre solicitudes divergentes, simultáneas y de
parecida atracción.
El Alzamiento y el desarrollo victorioso de la guerra zanjaron
las dudas: había
una tesis nada utópica sino en vías de realiza-
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EL A/2AMIENTO DEL 18 DE JULIO DE 1936. LO QUE SUPUSO PARA LOS CATÓLICOS
ción; la hipótesis había sido un fracaso. Al fin, los católicos
ganaban
una guerra plena y totalmente; no era como las gue­
rras del siglo
XIX que terminaron en situaciones débiles y medio­
cres.
Los obispos, alentados por el extraordinario fervor po­
pular, se

atrevieron a enseñar más altos niveles de Verdad
de
los que habitualmente soportaba la naturaleza humana calda.
La Iglesia alcanzó una exaltación como no conocía desde los
Austrias. Esta seguridad espiritual se vio
un poco enturbiada, sola­
mente
en niveles altos, por las cautelas, la lentitud y la restric­
ción de la Santa Sede
en apoyar al Movimiento Nacional, teme­
rosa de
un compromiso entre los dos bandos. Dio lugar a la
frase "Católicos,
si; pero vaticanistas, no", que tuvo una réplica
en una pastoral del cardenal Gomá. Algo parecido sucedió con
la conducta de muchos católicos extranjeros que
no estuvieron
a la altura de las circunstancias, seguramente
por falta de infor­
mación.
La expansión
El Alzamiento y la Cruzada supusieron por primera vez una
victoria total del Catolicismo más puro y completo, y el comien­
zo de
la creación de un Estado católico paradigmático. Ya hemos
dicho que no nos vamos a ocupar
de lo que pasó después.
Para muchos católicos
de filas el Alzamiento parecía ser tan
sólo, inicialmente, una represión superficial de un trastorno de
orden público. La jerarquía y los dirigentes tuvieron, afortuna­
damente,
una visión más larga. Con la seguridad como plata­
forma o base, y
una ilusión extraordinaria como impulso sin
precedentes próximos, acometieron más allá
de una mera res­
tauración defensiva
de los daños producidos por las impiedades
del régimen anterior, algo distinto, la construcción de
un Estado
católico nuevo,
de planta, incluso hasta con pinitos imperiales.
Se soñaba con la restauración de toda la Cristiandad como ser­
vicio a Dios más dilatado
que el encarcelamiento de los incen­
diarios
de iglesias. Se acuñó la frase "Por el Imperio hacia Dios",
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f. UlÍBARRI
que requiere largas explicaciones, pero que no fue ninguna
tontería.
Durante esta inacabable "transición" ha despuntado
un géne­
ro de literatura clerical especializada
en exhumar y ensañarse en
alguna que otra pequefta dificultad habida entre el Estado católi­
co nacido de
la Cruzada y algunos grupúsculos clericales que de
ninguna manera representaban a
la Iglesia. Eso no es nada en
comparación con la antología oceánica de leyes y disposiciones
favorables a la Iglesia iniciada ya durante la misma guerra. Antes
de terminar el mismo mes
de julio de 1936, la Junta Carlista de
Guerra de Navarra restableda
la Compaíiía de Jesús, expulsada
por la República, y le restituía sus bienes confiscados. En el pri­
mer gobierno nacional,
aún en plena guerra, el Conde de Ro­
dezno, nombrado ministro de Justicia, inició el desmontaje, una
por una, minuciosamente, de las leyes y disposiciones impías
establecidas
por la República. El mismo proceso se realizó en los
niveles inferiores, hasta los ínfimos, en todos los ministerios, en
toda la Zona Nacional y en la que se iba liberando. Aunque fue
fuera de nuestro período, mención de honor merece la labor rea­
lizada
por don José Ibáftez Martín en el Ministerio de Educación
Nacional.
Pero todo
esto era normal y previsible. Lo nuevo, una varian­
te cualitativa, fue la pretensión unánime de
una reforma religio­
sa
por todo lo alto, fervorosa, profunda, radical. Que la confe­
sionalidad católica fuera
un rasgo distintivo del nuevo Estado que
nada. Se ha dicho, en un orden natural, que es bueno para los
pueblos tener
una ilusión colectiva. El Alzamiento la dio al pue­
blo espaftol como base correlativa de
un fenómeno sobrenatural
increíble: florecieron
en masa las vocaciones sacerdotales y reli­
giosas y también
las de seglares comprometidos; las Misiones en
tierras de infieles recibieron ayudas antes desviadas a la defensa
de
la persecución religiosa. El despertar religioso fue tan eviden­
te como el resplandor de las hogueras
de los templos en zona
roja.
En
una palabra: se sentaron muchos jalones precursores de
un nuevo Siglo de Oro. Por qué se ha malogrado después, no
corresponde a nuestro estudio.
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El AIZAMIENTO DEL 18 DE JULJO DE 1936. LO QUE SUPUSO PARA LOS CATÓLJCOS
El recuerdo
Los beneficios enumerados en estos epígrafes, y otros
muchos, tnvieron
un alto precio: costaron rios de sangre, de
sudor
y de lágrimas. La estimación de cualquier bien es función,
en parte, de lo que ha costado. Sólo por este concepto la esti­
mación del Alzamiento
y de la Guerra es grandísima, perdura y
crea una hipersensibilidad ante los ataques que se le dirigen,
aunque tenga formulaciones disimuladas e hipócritas.
No todos los que hicieron la Cruzada eran católicos, pero
todos los católicos se volcaron
en la Cruzada. No todos los im­
píos estnvieron con la República, pero todos los que sostnvieron
la zona roja eran
impíos. De tal manera que la Cruzada ha podi­
do ser calificada como una guerra de religión,
y lo fue, sin duda
en buena parte. Resulta de ello que atacarla .es inevitablemente
atacar a los católicos españoles
y a su Jerarquía eclesiástica. La
vinculación de ésta a aquella guerra es indeleble y no solamente
la
Carta Colectiva de 1937, sino por la misma realidad vivida. Un
proceso a aquellos
dias no tardaria nada en evolucionar a ser un
proceso a la Iglesia y esto aumenta la gravedad y el peligro de lo
sucedido
en el Congreso el t 4 de septiembre. Velad y orad.
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