Índice de contenidos

Número 377-378

Serie XXXVIII

Volver
  • Índice

Iberoamérica y Occidente. Tensiones y acuerdos

IBEROAMÉRICA Y OCCIDENTE:
TENSIONES Y ACUERDOS
POR
ALBERTO BUEI.A
La metapolítica como saber pluridisciplinario, nos permite
tanto
una aproximación adecuada a las graneles categorias que
condicionan la acción política de los gobiernos del orbe, como el
acceso al conocimiento
ele las razones profundas que . explican
esas acciones.
El asunto que vamos a tratar, cuál sea la relación entre Ibero­
américa y Occidente, mucho tiene que ver con nuestra posición
filosófica ante el hombre,
el mundo y sus problemas. En una
palabra, según sea la concepción del ser del ente -nominalista,
idealista, realista-así será, en definitiva, la explicación, de esta
relación.
Si nosotros sostuviéramos junto con Ludwig Wittgenstein que
'el significado de una palabra (concepto) está dado por el uso",
no tendria razón de ser nuestro esfuerzo intelectual porque el
problema no
existe.
El uso actual -mass media y multinaciona­
les
mediante-nos dice que no hay ninguna diferencia entre
Latinoamérica (así la llaman ellos) y Occidente.
Es más, nosotros
somos
the backyard, el patio trasero de Occidente encarnado en
Estados Unidos.
Por el contrario, si pensamos con Heidegger y Zubiri que "el
significado
de una palabra (concepto) está dado por su sentido
pristino u originario" la relación entre Iberoamérica y Occidente
es un asunto a resolver.
Existen al menos dos visiones ele Occidente: la actual y la his­
tórico-onto-teológica.
Verba, ndm. 377-378 (1999), 639-643. 639
Fundaci\363n Speiro

ALBERTO HUELA
a) La actual nace con la modernidad, donde se destacan tres
marcadas etapas.
La primera, que va desde el fmal del siglo xv
hasta finales del siglo XVIII, Para señalarla con hitos significativos
podríamos hacerlo diciendo
que va desde el descubrimiento de
América (1492) hasta la revolución francesa (1789).
La segunda etapa abarca desde finales del siglo XVIII hasta la
primera década del siglo
xx. O sea, desde la mencionada revolu­
ción francesa hasta la Primera Guerra Mundial (1914). Finahnente
la tercera etapa se inicia
con la Primera Guerra hasta nuestros
días. En la primera etapa el hombre
aún no se da cuenta que se
ha producido un cambio sustancial en las relaciones interperso­
nales.
Ya no es más la Iglesia católica, la monarquía y la cristian­
dad su marco de referencia,
. sino que comienza a referenciarse en
otras pautas. La Reforma protestante (1516) no sólo cuestionó el
poder de la Iglesia, sino que quebró la relación armónica entre
revelación, conocimiento y tradición, para exaltar la validez del
conocimiento racional
en sí mismo y dejar el dato revelado a la
libre interpretación de cada uno, desligándolo de toda tradición
interpretativa anterior. En cuanto a la Cristiandad quedó partida
en los múltiples Estados-Nación que conforman el Occidente
moderno.
La monarquia, revolución francesa mediante, va a ser cues­
tionada en la segunda etapa de la modernidad, aquélla que
puede caracterizarse como la etapa revolucionaria. Se producen
las revoluciones poHticas y las revoluciones técnico-industriales.
Aparecen las repúblicas junto
con las máquinas a vapor. Los
movimientos de masas junto con las zonas industriales.
Finahnente,
en la tercera etapa se produce la universaliza­
ción
de la modernidad. La técnica en su simbiosis con la cien­
cia se transforma en tecnología, la que, a su vez, deviene la
ideología incuestionada de nuestros días. Los pueblos son trans­
formados, sobre todo a través
de la tecnología massmediática,
en público consumidor. Los Estados nacionales son superados
en poder por algunas megaempresas transnacionales. Hoy asis­
timos a la homogeneización del mundo,
donde el dinero elec­
trónico, el dinero casino,
es cincuenta veces mayor que el dine-
640
Fundaci\363n Speiro

IBEROAMERICA Y OCCIDENTE.-TENSIONES Y ACUERDOS
ro comercial. Donde los grandes relatos de la modernidad como
a) la idea de progreso, b) la democracia como forma de vida,
c) la subjetivización de los valores, d) el esp!ritu de lucro, y
e) la manipulación de la naturaleza por la técnica, quebraron,
perdieron validez,
no tanto por la mayor o menor critica aguda
que se les hiciera, sino por las consecuencias contradictorias a
que llegaron sus principios cuando se plasmaron en los hechos.
Hoy Occidente está mal,
no por "no proseguir el proyecto de la
modernidad" como sostiene Habermas, sino
porque los princi­
pios sustentados
por la modernidad (Reforma, Ilustración y
Revolución), llevados hasta
sus últimas consecuencias, son con­
tradictorios
con la naturaleza humana y el orden entitativo de
las cosas.
b) En cuanto a la visión histórico-onto-teológica de Occi­
dente, algunos
de sus rasgos más significativos son: a) el indo­
europeo como sustrato lingüístico fundamental irrecusable; b)
la
noción de ser aportada por la filosofia griega que, como se
ha podido afirmar con justeza, "el problema del ser, en el sen­
tido ¿qué
es el ser?, es el menos natural de todos los proble­
mas ... , aquel
que las tradiciones no occidentales jamás pre­
sintieron ni barruntaron" (cfr.
Le probléme de J'etre, PIERRE
AuBENQUE, París, 1977, pág. 13); e) la concepción del ser
humano como persona vinculada a la propiedad privada como
espacio de expresión de la voluntad libre son el núcleo de una
antropología que nos ha llegado directamente del Imperio
Romano a través
de su concepción juñdica; d) el Dios tras­
cendente,
uno y trino, personal y redentor en donde la fe sin
obras
nada vale, como el aporte más propio del cristianismo
católico;
e) la instrumentalización de la razón humana como
poder científico y tecnológico sobre el mundo y la naturaleza
que ha dado hasta el presente la primacía a Occidente sobre
Oriente.
Vemos, pues, como una concepción lingüística, una de ser,
una de Dios, una del hombre, de las cosas que lo rodean y de su
poder para transformarlas es lo que conformó la base común his­
tórico-onto-teológica de Occidente.
641
Fundaci\363n Speiro

ALBERTO BUELA
e) Conclusión.
Viene entonces la pregunta:
¿y nuestra América, qué tiene de
común y qué de diferente respecto de estos dos Occidentes? Con
el Occidente premoderno,
de común, casi todo, con el moderno
casi nada.
Nuestra conciencia, nuestro mundo de valores, nuestro
genius lod (suelo y paisaje), nuestra representación comunitaria,
todo ello es premoderno. Pero nuestra representación política
en
una veintena de republiquetas bananeras es moderna. Es mala
copia de la democracia parlamentaria franco-norteamericana que
hicieron nuestros Ilustrados. Y esta es
la gran contradición que
venimos soportando desde hace casi doscientos años.
Somos
entitativamente
una cosa pero la representamos falsamente.
Somos sustancialmente premodernos, nos relacionamos con el
medio y nos organizamos familiar y comunitariamente como pre­
modernos, pero nos representamos políticamente como moder­
nos. Vivimos
así, una contradicción no resuelta. Nuestros contra­
tos los cumplimos de "otra manera", para desazón y perplejidad
de europeos y norteamericanos, porque tenemos otro tiempo. No
es el time 1s money. sino "sólo tardanza de lo que está por venir"
como dice Martín Fierro. Nuestro tiempo es
un madurar con las
cosas.
Eso que tanto ellos como nuestra intelligentsia local han
caracterizado como indolencia nativa o gaucha.
Claro está hoy ya no
existen los arquetipos que han definido
a nuestros pueblos, ya
no está el gaucho, ni el llanero, ni el
huaso, ni el charro ni el jíbaro, ni el borinqueño, ni el montubio,
etcétera. Hoy también nosotros tendemos, casi todos, al
homo consu­
mans,
al hombre light, el hombre homogeneizado del supermer­
cado,
el hombre desarraigado, al hombre urbano para quien el
campo es aquel lugar horrible donde los pollos caminan crudos.
Pero
si bien es indubitable la desaparición del criollo bajo la
forma del gaucho, el llanero, el charro,
el huaso, el jíbaro o el
borinqueño, ello no nos permite afirmar la desaparición
de los
valores que alentaron a este tipo de hombre. En una palabra, que
desaparezca la forma,
en tanto que apariencia, no nos autoriza a
colegir que murió su contenido, esto es,
"el alma gaucha". Muy
642
Fundaci\363n Speiro

IBEROAMÉRICA Y OCCIDENTE: TENSIONES Y ACUERDOS
por el contrario, lo que se tiene que intentar es plasmar bajo nue­
vas apariencias o empaques los
valores que sustentaron a este
arquetipo
de hombre, como son: a) el sentido de la libertad;
b) el valor de la palabra empeñada; c) el sentido de jerarqufa, y
d) la preferencia de sí mismo. Estos son los principios funda­
mentales del "alma hispanoamericana", Renunciar a cualquiera
de ellos es renunciar a nostras mismos.
Es suicidarnos.
Se ha dicho con acierto que Nuestra América es una cultura
en busca de una política y esa política la tenemos que inventar,
pues
si no inventamos morimos como Simón Rodriguez le ense­
ñara a Bolívar.
Tenemos que crear
una nueva representatividad política y un
nuevo espacio político bioceánico, autocentrado y confederado
en el cono sur de América. Las cifras son terribles, tenemos el
Iberoamérica 230 -millones de hombres debajo de la línea de la
pobreza
y el ALCA se nos viene encima para imponernos el dios
monoteísta del libre mercado
de Alaska a Tierra de Fuego. Los
datos son escalofriantes, si el Mercosur se asociara al ALCA,
según el Instituto Brasileño de Econonúa, crecerla apenas el
0,68%, mientras que si la asociación fuera con la Unión Europea
el producto bruto de nuestro mercado crecería
en un 67%. Pues
nuestras economías son complementarias con las europeas y
competimos con la norteamericana. Desde siempre se ha dicho
que para la acción eficaz
se necesitan tres cosas: hombres,
medios
y acontecimientos. Los acontecimientos nos son favora­
bles según las cifras que vimos, los medios los tenemos, todo
estriba entonces
en la voluntad política de nuestros hombres
públicos
en llevar a cabo este puente beneficioso con la Europa
para establecer al menos
un impedimento, un katf!}ón. en co­
mún, que mejor resista la embestida de la potencia talasocrática
mundial.
643
Fundaci\363n Speiro