Índice de contenidos
Número 397-398
Serie XL
- Textos Pontificios
- Noticias
- In memoriam
-
Estudios
-
El aristotelismo político de Marino Gentile
-
La política educativa en España. Conflicto, crisis y futuro en la enseñanza (I)
-
¿Es el capitalismo global el camino hacia la paz perpetua? Una lectura del proceso de globalización en clave kantiana
-
Lenguaje político y derecho constitucional
-
La mentira política
-
Génesis y significado de la Universidad como fenómeno europeo
-
- Crónicas
-
Información bibliográfica
-
Roberto de Mattei: Pío IX; Francisco Sosa Wagner: Pío IX. El último soberano; Vicente Cárcel Ortí: Pío IX. Pastor universal
-
Federico Fernández de Buján: La vida, principio rector del derecho
-
Xosé L.Mínguez Goyanes: Quiroga Palacios no seu tempo
-
Blas Piñar: Escrito para la historia (I)
-
Arturo Llin Cháfer: Vicente Vilar David. Un santo seglar de nuestro tiempo
-
José Luis Gutiérrez García: Unidas hasta la muerte. Biografía de las siete beatas mártires del primer monasterio de la Visitación de Santa María en Madrid
-
José Esparza Tolosa: Don Vicente. El amigo de todos
-
Arturo Climent Bonafé: Ricardo Plá Espí. Trabajador del Evangelio y mártir de Cristo
-
Horacio Bojorge: Teologías deicidas. El pensamiento de Juan Luis Segundo en su contexto
-
Autores
2001
Jean Dumont
INMEMORIAM
JEANDUMONT
Recuerdo muy bien la primera vez que vi el nombre de Jean
Dumont impreso al pie de
un articulo erudito y vibrante, en la
revista
-hoy desaparecida-lntinéraires, que el inolvidable
Eugenio
Vegas Latapié me pasaba todos los meses y que más que
leer bebfa. Luego, con los años,
habría de participar modesta
mente
en la edición de sus textos, fueran artfculos, en esta revis
ta Verbo, que venturosamente sigue existiendo, y que ha sido el
hogar
que ha acogido la mayor parte de sus colaboraciones en
nuestra lengua; fueran libros, a través de la colaboración entre la
Fundación
Elfas de Tejada, a la que dedico parte de mis afanes
intelectuales y apostólicos, y la editorial Encuentro. Recuerdo
tam
bién la ocasión inicial en que tuve el honor de encontrarle, acom
pañado de su encantadora esposa, en una de nuestras Reuniones
de amigos de la Ciudad Católica, animadas incansablemente hasta
hoy
por Juan Vallet de Goytisolo. La impresión de su estilo polé
mico y generoso quedó
as! trasfundida y superada en el conoci
miento personal de
un hombre grande, simpático, locuaz. Como
si su hispanismo intelectual se hubiera tomado también caracte
riológico: en verdad que no parecía francés si no era por sus ras
gos físicos y su fuerte acento al hablar en castellano.
Vivía a medio camino entre Vejer de la Frontera y Versalles y
habfa dado ya a las prensas
un par de libros capitales: La Iglesia
ante el reto de la historia (1981) y La Revolución francesa o los
prodigios del sacrilegio
(1984), ambos de inteligente apologética
católica e hispánica. Pronto
vendrian La hora de Dios en el Nuevo
Mundo
(1991), biografía de cuatro de los evangelizadores de
América, que ejemplifican admirablemente el sentido religioso de
esa gesta, ·sin ocultar los yerros y los abusos, siempre menores en
Verbo, núm. 397-398 (2001), 607-0l9. 607
Fundaci\363n Speiro
INMEMORIAM
tal perspectiva, y La incomparable Isabel la Católica (1992), cuya
sola rúbrica lo dice todo, alegato
en defensa de nuestra Católica
Reina frente a quienes habían puesto
en marcha una bien orques
tada campaña para impedir o frenar, como lo consiguieron, su
proceso de beatificación.
Más adelante, todavía, La verdadera
controversia de Valladolid
(1995), con una ponderada valoración
de la figura hoy poco grata para la cultura oficial de Ginés de
Sepúlveda. No hay
en la literatura contemporánea páginas que
exhiban mayor simpatía, más aún, comprensión más intima y
cabal del genio español
en su historia, que las de nuestro autor.
Y es que ajeno a todo tópico, por ello también y principal
mente al denigratorio alzado
por nuestro patriomasoquismo más
arraigado, Jean Dumont caló como pocos el
hondón del modo de
ser y el signo de la
gesta Dei per hispanos. Por su complexión
chestertoniana y su
fe ardiente no encajaba en el molde de l'hon
nete homme, sino que se acercaba decididamente al del caballero
cristiano. Asi, quijotescos resultan la presentación en todo su bri
llo de
la empresa católica de nuestros reyes ¡frente a la de los de
Francia!,
en Lepanto (1997), y hasta el balance en que el activo
desborda ampliamente las partidas del pasivo
de la más denosta
da de nuestras instituciones, en Proceso contradictorio a la Inqui
sición española
(1983, para la edición francesa, y 2000, una de las
últimas cosas
que hizo, a requerimiento núo y del editor José
Miguel Oriol, para la castellana, puesta
al día y ampliada).
Amaba ardientemente la Cristiandad como encamación social
del Evangelio, y
por ahí accedió a la comprensión última de la
Hispanidad, como suprema concreción de tal designio. De ese
amor a nuestra historia católica brotaron. sus investigaciones pri
mero y sus publicaciones después. En puridad su vida entera,
concebida
al estilo militante del servicio a la Iglesia de siempre,
más allá de las arrugas
que sufre su rostro en este tiempo indi
gente. En cabeza de
uno de sus libros puso una cita del mejica
no Silvio Zavala alusiva a la desconfianza que le produdan los
investigadores
que odian los temas que tratan o que los estudian
para confirmar
que son detestables. No fue, desde luego, ese su
caso, ejemplar
en su honradez y piedad, sostenidas admirable
mente hasta el final. Una vez más perdemos
un carácter de otra
608
Fundaci\363n Speiro
INMEMORIAM
época, sobresaliente en su grandeza de la difuminación de los
perfiles contemporáneos. Una voz
que podía reivindicar la histo
ria de España
en francés, al tiempo que podía amar la tradición
católica de su
país. Que podía ser católico de una pieza contra
las propias mistificaciones
de las jerarquías hodiemas, enfeu'
dadas en el prurito de adaptación al mundo moderno. Que podía
entrar sin contemplaciones
en el laberinto del siglo xx europeo
sin tener que avergonzarse de nada. Especie sin duda
en peligro
de extinción, para ruina de la ecología humana. Descanse en paz.
MIGUEL AYUSO
609
Fundaci\363n Speiro
JEANDUMONT
Recuerdo muy bien la primera vez que vi el nombre de Jean
Dumont impreso al pie de
un articulo erudito y vibrante, en la
revista
-hoy desaparecida-lntinéraires, que el inolvidable
Eugenio
Vegas Latapié me pasaba todos los meses y que más que
leer bebfa. Luego, con los años,
habría de participar modesta
mente
en la edición de sus textos, fueran artfculos, en esta revis
ta Verbo, que venturosamente sigue existiendo, y que ha sido el
hogar
que ha acogido la mayor parte de sus colaboraciones en
nuestra lengua; fueran libros, a través de la colaboración entre la
Fundación
Elfas de Tejada, a la que dedico parte de mis afanes
intelectuales y apostólicos, y la editorial Encuentro. Recuerdo
tam
bién la ocasión inicial en que tuve el honor de encontrarle, acom
pañado de su encantadora esposa, en una de nuestras Reuniones
de amigos de la Ciudad Católica, animadas incansablemente hasta
hoy
por Juan Vallet de Goytisolo. La impresión de su estilo polé
mico y generoso quedó
as! trasfundida y superada en el conoci
miento personal de
un hombre grande, simpático, locuaz. Como
si su hispanismo intelectual se hubiera tomado también caracte
riológico: en verdad que no parecía francés si no era por sus ras
gos físicos y su fuerte acento al hablar en castellano.
Vivía a medio camino entre Vejer de la Frontera y Versalles y
habfa dado ya a las prensas
un par de libros capitales: La Iglesia
ante el reto de la historia (1981) y La Revolución francesa o los
prodigios del sacrilegio
(1984), ambos de inteligente apologética
católica e hispánica. Pronto
vendrian La hora de Dios en el Nuevo
Mundo
(1991), biografía de cuatro de los evangelizadores de
América, que ejemplifican admirablemente el sentido religioso de
esa gesta, ·sin ocultar los yerros y los abusos, siempre menores en
Verbo, núm. 397-398 (2001), 607-0l9. 607
Fundaci\363n Speiro
INMEMORIAM
tal perspectiva, y La incomparable Isabel la Católica (1992), cuya
sola rúbrica lo dice todo, alegato
en defensa de nuestra Católica
Reina frente a quienes habían puesto
en marcha una bien orques
tada campaña para impedir o frenar, como lo consiguieron, su
proceso de beatificación.
Más adelante, todavía, La verdadera
controversia de Valladolid
(1995), con una ponderada valoración
de la figura hoy poco grata para la cultura oficial de Ginés de
Sepúlveda. No hay
en la literatura contemporánea páginas que
exhiban mayor simpatía, más aún, comprensión más intima y
cabal del genio español
en su historia, que las de nuestro autor.
Y es que ajeno a todo tópico, por ello también y principal
mente al denigratorio alzado
por nuestro patriomasoquismo más
arraigado, Jean Dumont caló como pocos el
hondón del modo de
ser y el signo de la
gesta Dei per hispanos. Por su complexión
chestertoniana y su
fe ardiente no encajaba en el molde de l'hon
nete homme, sino que se acercaba decididamente al del caballero
cristiano. Asi, quijotescos resultan la presentación en todo su bri
llo de
la empresa católica de nuestros reyes ¡frente a la de los de
Francia!,
en Lepanto (1997), y hasta el balance en que el activo
desborda ampliamente las partidas del pasivo
de la más denosta
da de nuestras instituciones, en Proceso contradictorio a la Inqui
sición española
(1983, para la edición francesa, y 2000, una de las
últimas cosas
que hizo, a requerimiento núo y del editor José
Miguel Oriol, para la castellana, puesta
al día y ampliada).
Amaba ardientemente la Cristiandad como encamación social
del Evangelio, y
por ahí accedió a la comprensión última de la
Hispanidad, como suprema concreción de tal designio. De ese
amor a nuestra historia católica brotaron. sus investigaciones pri
mero y sus publicaciones después. En puridad su vida entera,
concebida
al estilo militante del servicio a la Iglesia de siempre,
más allá de las arrugas
que sufre su rostro en este tiempo indi
gente. En cabeza de
uno de sus libros puso una cita del mejica
no Silvio Zavala alusiva a la desconfianza que le produdan los
investigadores
que odian los temas que tratan o que los estudian
para confirmar
que son detestables. No fue, desde luego, ese su
caso, ejemplar
en su honradez y piedad, sostenidas admirable
mente hasta el final. Una vez más perdemos
un carácter de otra
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INMEMORIAM
época, sobresaliente en su grandeza de la difuminación de los
perfiles contemporáneos. Una voz
que podía reivindicar la histo
ria de España
en francés, al tiempo que podía amar la tradición
católica de su
país. Que podía ser católico de una pieza contra
las propias mistificaciones
de las jerarquías hodiemas, enfeu'
dadas en el prurito de adaptación al mundo moderno. Que podía
entrar sin contemplaciones
en el laberinto del siglo xx europeo
sin tener que avergonzarse de nada. Especie sin duda
en peligro
de extinción, para ruina de la ecología humana. Descanse en paz.
MIGUEL AYUSO
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Fundaci\363n Speiro