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Número 397-398

Serie XL

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Horacio Bojorge: Teologías deicidas. El pensamiento de Juan Luis Segundo en su contexto

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Horacio Bojorge: TEOLOGÍAS DEICIDAS.
EL PENSAMIENTO DE JUAN uns SEGUNDO
EN SU CONTEXTO<'>
Juan Luis Segundo, uno de los más conocidos "teólogos de la
liberación", fallecido
en 1996, ha sido objeto de un estudio deta­
llista, ponuenorizado y crítico por otro jesuita, también uruguayo,
situado
en las antípodas de su pensamiento. El análisis es demole­
dor y tras él creo que bien se puede decir
que Segundo no sólo
ha muerto fisicamente sino también ideológicamente. Creo que la
famosa
Teología de la Jiberadón que tantas preocupaciones causó
en su día está dando sus últimas boqueadas. A acelerar su agonía
y anticipar su muerte sin duda contribuirá este trabajo serio y pro­
fundo que
no deja títere con cabeza en tinglado segundista.
Con gran aparato crítico,
no sólo del universo de Segundo
sino de todo el movimiento liberacionista, vale la
pena enunciar
el
índice para que el lector pueda apreciar la densidad y la uni­
versalidad del volumen, ya
que introducimos en las tesis del
jesuita uruguayo heterodoxo o
en la réplica de su hermano de
Orden nos llevaría muchas más páginas que las propias
de una
recensión.
Comienza con una breve introducción en la que justifica el
por qué de su contundente crítica, de la que merece la pena des­
tacar el apoyo jesuitico a las teorías de Segundo que a juicio de
Bojorge, que compartimos, "suscita la fundada impresión de
que
la Compañía misma asume y difunde como propias las doctrinas
de José
Luis Segundo" (13). Es, por tanto, una obra escrita con­
tracorriente y
por tanto más meritoria. Ojalá no sea una tormen­
ta de verano sino el comienzo de una rectificación doctrinal de
la Orden ignaciana que
en sus últimos tiempos había dejado de
ser valladar firmísimo de la ortodoxia para alinearse abiertamen­
te en posiciones no ya de vanguardia sino incluso situadas en el
campo enemigo. Cierto que no es el primer jesuita que apunta
e) Ediciones Encuentro, Madrid, 2000, 380 págs.
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criticas al uruguayo liberacionista, de ellos y de otros autores se
vale repetidamente Bojorge,
que ha buscado como una zona de
seguridad, así como
con el actual Prepósito general de la Com­
pañía, Kolvenbach, para los seguros ataques que le van a venir
de los epígonos y corifeos del criticado. Aunque también
es posi­
ble que, ante la contundencia
de sus argumentos, sea la conspi­
ración del silencio la
que se abata sobre el libro.
"La Esjatología cercenada" es el título del primer capitulo (23-
44). Y Bojorge resalta el significativo silencio de Segundo sobre
la vida eterna, consecuencia del moralismo inmanentista
en · el
que se mueve. Las consecuencias de este secularismo quedan
perfectamente reflejadas
en la critica de Bojorge.
En el capítulo segundo (45-70),
"Vicios de argumentación lógi­
ca, teológica y
escriturarla", estudia su estilo argumental que cali­
fica de sinuoso, resbaladizo y hasta contradictorio
en un perma­
nente intento de no ser "pillado" por la censura. Muchas de esas
acrobacias
son traídas a colación por Bojorge asi como los textos
de comentaristas indignados ante tanta pirueta, ante tanta cita
truncada y falseada.
Sus insuficiencias escrituristicas, evidentes, ter­
minamos por no saber si son producto de su escasa ciencia o un
ejemplo más de su estilo argumental, si bien Bojorge concluye
que
son manifestaciones de su pensamiento gnóstico y sofista.
En el capitulo tercero, "Errores acerca de la Revelación y de
la hermenéutica" (71-91), continúa acotando las graves limitacio­
nes segundistas que vienen a convertir la Revelación no en nn
conocimiento de lo que Dios quiso revelarnos sino en una peda­
gogía hacia
un modo de vivir. Señala, con todo acierto, las
influencias modernistas, suponemos que más coincidentes
que
conscientes, tesis para nosotros muy grata pues muchas veces
hemos denunciado el pensamiento "neomodernista"
que nos
invade.
La consecuencia es una absoluta relativización de las ver­
dades reveladas que dejan de tener importancia en cuanto tales
para ser simplemente un impulso, un sentimiento, una solidari­
dad que después veremos a dónde nos lleva. El análisis de la
interpretación filantrópica que hace Segundo de Mateo,
25, 31-46
nos parece un acierto más de Bojorge. Y efectivamente lo que
sostiene Segundo es un reduccionismo de la fe.
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En el capitulo cuarto analiza la "Actitud ante el Magisterio"
del uruguayo (92-129),
que podrfamos sintetizar grosso modo en
que no existe Magisterio sino Historia. Claro que no niega el pri­
mero abiertamente para
no colocarse en el punto de mira de las
denuncias. Pero, si
no es necesaria su actuación para las Iglesias
y si cuando actúa, actúa mal, ¿qué conclusión debemos extraer?
Y si para ello se alteran los textos, aun peor.
En el capitulo quinto: "Recomendación y defensa del
manris­
mo"
030-150) llegamos a la concretización de su ideologfa neo­
modernista. El lector que hoy se encare con estas páginas, des­
pués del derrumbe del comunismo, podrá pensar en que era un
sostenedor de absurdas tesis. No podemos perder de vista que el
abanderamiento del
marxismo por la teologfa de la liberación se
hacia
en años en que el comunismo era un peligro cierto y gra­
vísimo para la Humanidad y para la Religión.·
Que millones y
millones de seres humanos estaban esclavizados
por un sistema
que contaba los mártires católicos
por millares y millares. Su apo­
logía,
aun como broma, resultaba un poco pesada. Lo que era,
verdaderamente, sólo podemos calificarlo
como una traición a la
Iglesia. Pero Segundo era
un teólogo sui generis dentro de los de
esta corriente. No aprendió nada del pueblo con el que nunca se
mezcló. Era
un teólogo burgués que todo lo estudió en los libros
y que se movía encantado en los ambientes burgueses. Lo de
los pobres eran lucubraciones hechas
en cómodos despachos.
Aunque
no por ello menos peligrosas. Los pobres entendidos,
naturalmente, desde el prisma de la Teologfa de la liberación
pues,
en el sentido evangélico, son consustanciales a la predica­
ción de Jesucristo.
Las consideraciones de Bojorge al respecto
nos parecen, una vez más, incontestables.
"La adoración de la Historia: La fe neguentrópica" (151-178)
es el título del capitulo sexto.
El determinismo materialista al que
se inclina Segundo
en su interpretación de la Historia queda tam­
bién pulverizado desde el pensamiento católico
por Bojorge.
Metz y Teilhard
son las fuentes que detecta el autor en el pensa­
miento de Segundo al respecto
as! como algunas teorías físicas.
Y como se las
da de teólogo la consecuencia inmediata es iden­
tificar la historia de la humanidad con la Historia de la Salvación.
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Y hasta Dios es histórico pues es el dios de cada momento, cono­
cido
por una fe cambiante.
"Intermezzo histórico: la inversión antropocéntrica:, naturalis­
mo y gnosis" (179-217), es el capitulo séptimo. Y en él parece
apartarse el autor del pensamiento de
Segundo, expuesto hasta
el momento con numerosas referencias textuales, ·para estudiar
una serie de hechos que tienen al menos un aire de familia con
el pensamiento del uruguayo.
La Reforma protestante, el natura­
lismo, Barth, el secularismo, la muerte de Dios, Maritain, o al
menos un Maritain, el progresismo, el nuevo gnosticismo, la
NewAge ...
"El giro antropocéntrico en Juan Luis Segundo: del misterio
divino al proyecto humano" es
el título del capitulo octavo en el
que se vuelve al pensamiento del uruguayo (218-246). Que sigue
en ello la huella de otros precursores en una mezcla de natura­
lismo y deísmo.
El Misterio desaparece, la fe vuelve a las exposi­
ciones modernistas
de comienzos del siglo xx y el antropocen­
trismo se impone al servicio de
la historia. La eficacia política será
el criterio fundamental para juzgar la fe aunque, si a ello hubié­
ramos de atenemos, menudo fracaso el de la teología de la Libe­
ración. Y
por ese camino se llega, como muy bien percibe
Bojorge,
no a lo contrario del integrismo sino a un integrismo
contrario, propagandista de la leyenda, negra anticatólica e ins­
trumento de
la persecución de la fe. No es extrañar que los ene­
migos
de la Iglesia se vuelquen en elogios a Segundo.
"¿Es Teología el pensamiento de Juan Luis Segundo?" (247-
276).
La conclusión del capitulo noveno será negativa. O si es
teología es teología modernista y
no católica. Su propósito de
hacer teología para laicos
en crisis de fe, y entendida la fe cual
él lo hace, nos lleva a
un puro existencialismo sustraído a cual­
quier criterio normativo.
El capitulo décimo lleva por título "Acedia ante el pueblo cre­
yente" (277-302). Y comienza
por estas reveladoras palabras: "Las
obras de Juan Luis Segundo reflejan el tipo de pensamiento secu­
larista: tolerante y simpático
con el asi llamado hombre de hoy.
por el que se entiende preferentemente el ateo o el creyente en
crisis de fe.
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Por el contrario, ese pensamiento es intolerante, sarcástico y
predispuesto contra el creyente, al que Juan Luis Segundo zahie­
re frecuentemente con ironías o frases ofensivas para su sensibi­
lidad. Sobre el creyente recae una sospecha sistemática, lo cual
equivale a decir una condenación previa al juicio".
Le fastidian los "idólatras de Jesús", los que, en teoña, debían
ser los suyos. Como señala, Bojorge es
un ejemplo más, desgra­
ciadamente
no el único, de ese complejo de culpa católico dis­
puesto a pedir perdón
no ya por los pecados que los hijos de la
Iglesia hayan podido cometer sino hasta
por las glorias de la
Iglesia y
por la Iglesia misma. Y ello, contra lo que puedan creer,
es
un verdadero obstáculo para el dialogo con el ateísmo por el
que tanto suspiran.
El testimonio aducido de Leo Moulin es apa­
bullante.
La auto-antipatía y el precio del desdibujarniento de la
identidad cristiana les convierte en unos compañeros de viaje y
no en unos interlocutores. El masoquismo segundista es un caso
más de un fenómeno por desgracia demasiado difundido en la
Iglesia de hoy. Por tanto su Eclesiologfa nace ya con mucho
plomo
en el alo hasta convertirse en una verdadera antieclesio­
logfa.
Sus fuentes están descritas con precisión por Bojorge:
Bloch, Metz, Rahner, Machovec ...
"Eclesiologfa gnóstica y elitismo" (303-326) es el título del
undécimo y penúltimo capítulo consecuencia lógica del anterior.
Su pensamiento sobre la Iglesia es una verdadera reducción de la
fe que Bojorge analiza con detallada precisión. Las comunidades
populares concientizadas,
no el pueblo de Dios, al que rechazan
por crédulo, supersticioso, obediente a la jerarquía, Iglesia-insti­
tución, amante
de la Virgen -el texto sobre Guadalupe es sobre­
cogedor-, manipulado por el clero ... , son la Iglesia del futuro y
la Iglesia de Segundo. Y curiosamente su Iglesia
popular es una
Iglesia aristocrática basada en el esfuerzo y no en el amor. Kant
una vez más
en el horizonte. Y Lenin. Y Ortega y Gasset. ..
Concluye su importante trabajo con un breve capítulo "Seña­
ladones de heterodoxia" (327-335). La "herejía criptógama" rahne­
riana la ve Bojorge evidente
en Segundo, cuyos errores fueron cali­
ficados
por los obispos uruguayos de "ruinosos para la fe" e incur­
sos
en lo rechazado por la Instrucción de la Congregación para la
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Doctrina de la Fe sobre algunos aspectos de la teología de la
Liberad6n.
Su Cristología, en su deseo de hacerla aceptable a los
ateos, compromete la divinidad
de Cristo. La Revelación pasa a ser
un magma inconsciente e incompleto. La Historia la "Gran Marcha"
del Mundo. Y
la praxis lo único realmente importante. La gracia
queda diluida y los sacramentos serán meros instrumentos de
libe­
ración humana. Así ha podido decir Carlos Saraza, "Estamos ante
el proyecto de una
•nueva religión•, resultado de una mezcla de
pelagianismo, protestantismo, racionalismo, modernismo, mands­
mo, progresismo. Se trata. de una nueva religión, con un nuevo
dogma y una nueva moral, ajena a la Iglesia de siempre".
La conclusión de Bojorge es brevísima (336-341). En ·verdad
ya estaba todo concluido. El pensamiento de Segundo no es serio
ni riguroso. Su teología no fundamenta una espiritualidad. A lo
más, una pseudoespiritualidad, una espiritualidad gnóstica aleja­
da de .los contenidos esenciales de la
fe católica. Además, no es
teología. No conserva el depósito de la fe.
El libro concluye con tres Anexos, "El culto idolátrico" (342-
348), "Reducción de la
fe a gnosis" (349-359) y "Sobre el ateísmo
del creyente" (360-367) que
son tres glosas de textos segundistas
sobre materias ya mencionadas pero
en las que ahora se extien­
de Bojorge si cabe
con más acritud aunque no con menos acier­
to. Son comentarios textuales demoledores de unos textos demo­
ledores. Por último, el libro contiene
una utilísima y muy elaborada
"Bibliograña selectiva de y sobre José
Luis Segundo" (369-380) en
la que distingue, en las otras del uruguayo, sus libros, los articu­
las
en revistas o en obras colectivas y las traducciones a otras len­
guas, y
en las que se escribieron sobre él, los libros, las reseñas,
estudios y juicios sobre sus obras
en revistas y obras colectivas,
las tesis y disertaciones académicas y los elogios póstumos.
Creemos
que estamos ante un estudio definitivo sobre Juan
Luis Segundo. Del que queda pulverizado. Estos fenómenos
eclesiales de frontera suelen acabar con su fallecimiento o,
co1no 1nuchos, con el de sus más allegados que, si les sobrevi­
ven largo tiempo, hasta ellos se van olvidando del amigo muer­
to
que ha dejado de tener rentabilidades académicas, ya no
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puede comentar trabajos, citar en sus libros, invitar a congresos
y reuniones, firmar manifiestos contra
el Papa o la curia ...
¿Quién
se preocupa hoy de Loisy o de Tyrrel, de Murri o de
Teilhard. Hasta se va apagando
la estrella de los más recientes
aun estando calientes sus cadáveres: Chenu, Cangar, Rahner,
Haring ... Enseguida pasan a ser únicamente objeto de historia­
dores de
la época. Segundo ya se ha ido. Y siendo de mucha
menor talla que los citados su estrella se apagará bastante antes.
Hoy ya apenas titila. Pero convenía extender el certificado de
defunción. Esto ha hecho brillantemente, extensamente, teoló­
gicamente, católicamente,
el padre Horado Bojorge, de la Com­
pañía de Jesús. Ojalá, como dijimos al principio, esta obra y este
jesuita
no sean aislado fenómeno sino la vuelta del instituto
ignaciano a la trinchera que nunca debió abandonar.
La de la
defensa de la Iglesia.
FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA CIGO/,¡A
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