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Número 397-398

Serie XL

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Blas Piñar: Escrito para la historia (I)

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De todo ello queda constancia en el libro, insuficiente a
veces, sesgada otras,
pero siempre interesante. Esperemos que
un tercer intento nos deje la biografía que el personaje y la época
se merecen. Hasta entonces habrá que contentarse con ésta y la
ya citada de Gil Atrio.
FRANCISCO Jos~ Fl!RNÁNDEZ DE LA CJG01'1A
Bias Piñar: ESCRITO PARA LA HISTORIA (1) "'
Todos los que han hablado alguna vez con Bias Pillar han
sentido un deseo vehemente de que escribiera sus memorias. La
consagración total y ejemplar de su vida a la politica y á la reli­
gión y
su eo..1:raordinaria memoria pennitlan deducir sin esfuerzo
que sabía muchísimas cosas (¿quizás
demasiadas?) de la historia
contemporánea
de España, que si no las escribía en esas memo­
rias se iban a perder. Concunían a ese deseo otros dos factores:
su minuciosidad en guardar textos y documentos -su profesión
de notario era una segunda naturaleza-, y el ser uno de los
hombres mejor informados
-al minuto-de España, por una red
silvestre de admiradores que le contaban todo como si por trans­
ferirlo a
ese lider superior se liberaran de responsabilidad intrans­
feribles. A muchas personas
de la "España Nacional" que casual­
mente se enteraban
de cosas de interés no se les ocurrió hacer
otra cosa
en su vida que decir: "hay que avisar a Piñar".
Ya está en las manos y en las bocas de todos el primer tomo
de esas memorias. Anunciemos en seguida que un segundo tomó
saldrá a final
de este año de 2001. Estas apariciones son un tanto
irregulares
porque han ido precedidas, en cuanto a pertenencia
irúormal del género de memorias, de numerosas narraciones bre­
ves en for1na de artículos y de incrustaciones en sus innumera­
bles discursos y en su libro, Mi réplica al cardenal Tarancón.
Esos materiales dispersos deberán ser recopilados y reeditados
e) Fuerza Nueva Editorial, Madrid, 2000.
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con índices detalladísimos el día venturoso en que muchos cató­
licos distingan mejor entre caridad espiritual y caridad material y
den a las editoriales católicas españolas al menos tanto dinero
como están dando a los menesterosos del Tercer Mundo.
Este libro, ahora de moda, comprende desde el final de
la déca­
da de los años cincuenta hasta que se proclama
la Constitución de
1978 y se refiere mayormente a dos grandes conjuntos: la ruptura
con el sistema del
18 de julio, y a la crisis de la Iglesia en tomo al
Concilio Vaticano II. Toca también asuntos de los que se ha escrito
poquísimo
-por algo será-, y esto compensa su situación algo
dispersa, como son la independencia de Guinea, la "retrocesión" de
Ifrú y el abandono del Sáhara. Estos últimos capítulos me parecen
más trascendentes que los otros, porque de la crisis de la Iglesia y
del franquismo, aunque se ha escrito poco y mal, algo verdadero
se puede entrever. Pero
la pérdida de los territorios africanos -pro­
vincias-está envuelta en silencio porque a las derechas les moles­
ta ver a Franco involucrado
en ello, y las izquierdas son apátridas
y por tanto ajenas
al tema de los restos del Imperio. Los socialistas
se opusieron a la ocupación de Ifni cuando la Segunda República.
Este libro, fiel reflejo
de la mente de su autor, se sitúa en el
diedro o bisagra donde
se tocan la religión y la política. Lo
mismo que muchas tareas de esta revista Verbo y de La Ciudad
Católica. En Piñar, algo más desplazado su interés hacia la ver­
tiente política concreta, y
en nosotros, hacia la religión y la filo­
soffa. Pero coincidimos en las preocupaciones religiosas y patrió­
ticas, aunque a veces servidas de distintas manera. Es una pena
que tantos
y tantos católicos eludan situarse en esta bisagra, si
bien hay que reconocerles la atenuante de que en ella el com­
bate
es duro, peligroso y desagradable, y mucho más después de
la crisis periconciliar.
Este primer libro de memorias de Piñar forma parte de una
floración variopinta de testimonios políticos históricos
que ha
planteado la cuestión de cuándo empezó realmente la transición
o ruptura del Estado nacido de la Cruzada de 1936 hacia la demo­
cracia. Dice Piñar, de pasada (pág. 380),
que el proceso de la
transición política empezó mucho antes de la muerte de Franco.
Poco después dice que
la transición comenzó en la Iglesia, antes
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de la muerte de Franco, noticia q11e anuncia ampliar en el próxi­
mo volumen. En la página
385 afirma que en 1970 la transición de
la Iglesia era ya evidente. Pero
no da una fecha concreta como
referencia, siquiera simbólica o didáctica, del acontecimiento. Fue
un proceso en sus conúenzos sutil e inaprehensible, y de aquellos
días de sutilezas cuenta muchas.
Lejos ha estado Piñar en toda su
vida, y
en este libro, del cáncer contemporáneo de núnimizar, de
restar importancia a las cosas pequeñas como coartada para la
pereza o
la complicidad. Se ha pasado la vida como un centinela
avisando desde los parapetos, a gritos, de los avances del
enenú­
go, sin que los más obligados a atenderle y ayudarle le hicieran
caso. Sus me1norias, todas, son y serán una antología de episodios
aparentemente pequeños, de combates eludidos por otros, que en
su conjunto forman la única explicación de que la colosal trans­
formación sufrida
por España se haya hecho sin que muchos se
c'ieran apenas cuenta. Cuando ésta, al final, se ha mostrado sin
disimulo posible, los culpables o sus herederos espirituales lloran,
pero, desgraciadamente, solo ... lágrimas de cocodrilo, sin
la me­
nor reparación o desagravio a este héroe que despreciaron.
El tema del conúenzo de la transición se entrelazan con el de
las retiradas estratégicas de Franco
en cuestión de las ideologfas.
Una constante, muy constante,
en todas las páginas del libro,
en todas las actuaciones de Piñar, es su devoción a Franco en
lIDOS niveles insuperados que no comparto. Como no es tonto,
se daba cuenta en seguida de las maniobras enenúgas -enemi­
gas de Dios y de. España-en la mayoría de los asuntos que
recuerda. No cede; contraataca, pierde, pero sigue, y cuando
tirando del hilo llega hasta las manos de Franco, que en última
instancia dispone las cosas
en contra suya, de Piñar, se calla, hace
un silencio absoluto, y corta el relato tajantemente, y sin explica­
ciones, y se va a otro tema. No entiendo este silencio, porque no
puede evitar que el lector comprenda que el Caudillo le está
tomando el pelo. A lo más que
se atreve Piñar en algón momen­
to, es a imitar a los malos monárquicos, cortesanos, que excul­
pan a los reyes echando las culpas de sus errores a las camari­
llas.
La colección de la revista Fuerza Nueva es, análogamente,
un catálogo, de inapreciable valor como fuente histórica, de
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denuncias que se agotan, una tras otra, silenciosamente, a los
pies de Franco, sin remedio posterior.
¿Por qué cedía Franco ante la Revolución, segun vamos sa­
biendo ahora, y no solo por el libro de Piñar? Por presiones
extranjeras y
por la falta de asistencia de muchos españoles que
pudiendo y debiendo ayudarle, al menos sectorial y coyuntural­
mente, optaron
por la holganza. También habría muchas otras cau­
sas. Piñar nos deja
en el umbral del enigma, pero no l.o resuelve.
Los textos que comentamos son, sorprendentemente, fríos y
distantes del estilo fogoso del verbo de su autor. Aquí aparece el
notario riguroso y minucioso que aporta pruebas de acusación
inéditas para poner en evidencia a traidores y culpables. Pero no
se ensaña, ni los remata, que bien pudiera aun a golpes de sola
ironía, no es un killer. Esta sobriedad piadosa, que es buena teó­
ricamente, en la práctica didáctica es insuficiente, porque visto
está que las gentes de nuestra España actual no acaban de enten­
der las cosas si no se les repiten machaconamente cien veces y,
con frecuencia, a gritos, y aun asf, tampoco.
Un ejemplo de esta piedad mal entendida es la publicación, en
el capítulo de la "retrocesión" de Ifni, solamente de los nombres
de los procuradores que se opusieron a ella y omitiendo los nom­
bres de los culpables que votaron a
favor. No hay la menor alu­
sión a las responsabilidades de Franco
en esto, ni en el capítulo
dedicado
a la independencia de Guinea. En cambio, sí que men­
ciona a Franco
en el capítulo "El abandono del Sáhara" para excul'
parle, porque en aquellos días se estaba muriendo. Exculpación
que
no alcanza a la época de gestación, larga, de aquel abandono.
Hay
en la demografía española actual y en relación con los
años que historia Piñar, tres franjas de edades.
La superior a 60
años, envejecida hoy,
con responsabilidades entonces, que leerá
este libro con curiosidad estéril porque ya
no están para mucho.
Otra, entre
40 y 60 años, de personas a las que "les suena" todo
esto y
que en el libro de Piñar encontrarán un instrumento valio­
sísimo para entender
bien aquello. Y los de menos de cuarenta,
que
no saben nada de nada, y a los que no habrá más remedio
que regalarles este libro, indispensable para su formación.
MANUEL DE SANfA CRUZ
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