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Número 397-398

Serie XL

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Génesis y significado de la Universidad como fenómeno europeo

GÉNESIS Y SIGNIFICADO DE LA UNIVERSIDAD
COMO FENÓMENO EUROPEO
POR
PIER PAOW ÜTTONELW
La casi totalidad de la historiograña especifica prescinde de la
idea
de universidad, por consiguiente, de su esencia; cuando se
muestra más atenta a documentar el nacimiento y los desarrollos
Je las singulares universidades en las singulares naciones, tanto
más omite el problema central
de la génesis y significado de la
universidad, ante todo en relación a las precedentes formas de
organización culturales y a las concepciones del saber que éstas
han establecido. Una vez más se puede tocar con la mano la inci­
dencia del aspecto tal vez dominante
de la historia, aquél que
hace un trabajo repetido de olvidos, omisiones y alteraciones, de
la misma naturaleza de aquél que cada uno, a menudo, realiza
en su propia historia personal. Ciertamente es cómodo olvidar, a
padres y maestros, y la misma dimensión
que históricamente sus­
tenta la paternidad
y el magisterio, continuando a llamar urdim­
bre cultural a las crecientes rasgaduras de su trama y de su orden
-es decir, de la actualidad plena de las potencias intelectivas y
morales-que necesariamente resultan de tales omisiones siste­
máticas. En realidad,
el centro propulsor y fecundador de la
auténtica cultura está constituido
por la unidad dinámica de cien­
cia
y sabiduría: y esto mismo es, por consiguiente, el núcleo esen­
cial de la idea de universidad, que ha sido orgánicamente funda­
do en el mundo helénico por Platón, y después integrado por
Agustm y por la tradición apostólica de los Padres y de los
Doctores,
que en verdad son tales no solamente con respecto a la
Iglesia sino con respecto al
mundo entero.
Verbo, núm. 397-398 (2001), 719-732. 719
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PJER PAOLO OTTONELLO
Está claro que, sobre este parámetro, se podría por cierto for­
mular
un certificado de defunción de la universidad, que data,
simbólican1ente, de 1793, en correspondencia con el apogeo anti­
aistiano de la explosión europea del pseudoprogreso, que no
podía no expresarse más que en la supresión de las universida­
des francesas y
en su sustitución por la "politécnica". El proble­
n1a funchunental se confinna, por consiguiente, en los tér1ninos
de la forn1ulación de una idea de universidad que per1nita, o inás
bien, itnponga, distinciones no equívocas entre universidad y
otras
ferinas de agregaciones cult\1rales, evitando así, entre otras
cosas,
no pocas discusiones no1ninalistas. Por ejen1plo, si se afir-
111ase que una universidad concebida esenciahnente co1no orga­
nismo tecnológico, en realidad puede continuar llamándose "uni­
versidad" sólo
en razón de un uso completamente nominalista
del lenguaje (111ientras qt1e, 1Jropian1ente, debería lla1narse, 111ás
bien, "antiuniversidad" o de otra 1nanera), en tal .caso yo no
podría hablar completamente, por ejemplo, de los problemas de
las actuales universidades estadounidenses; 1ni e1npeño, ante
todo,
es 111ostrar las causas y las diná1nicas de la "n1uerte" de la
universidad y
de sus sustituciones y, por consiguiente, confir1nar
el estatuto categorial y la continuidad y descontinuidad históricas
respecto a una idea constitutiva de universidad.
Es fácil demostrar que, frente a la biblioteca constituida por
las historias de las universidades, en nuestro siglo las interven­
ciones especulativas acerca de su esencia y de su eventual 111uer­
te y transfi¡,'llración se cuentan con los dedos de una sola mano.
En efecto, después de los rañsimos intentos reedificadores de
mitad del mil ochocientos -aludo a las intervenciones de Ros-
1nini y de Newinan, atravesando por encilna de las demoliciones
irracionalistas de Scl1openhauer y positivistas como Comte­
cuento sola1nente tres específicas interve11ciones, las dos guerras,
entre el 1921 y 1936. El ensayo de Scheler sobre Universidad y
universidad popular (precisamente del 1921) registra la activa
lucidez, pocos años antes de la muerte de su autor y, con él, de
gran parte de los "intelectuales" europeos (La trahison des el eres
de Benda .es del 1927), después de las diagnosis de Spengler y
de Malraux acerca de los males de Occidente. Scheler considera
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GENESIS Y SIGNIFICADO DE LA UNIVERSIDAD COMO FENÓMENO EUROPEO
que, "en contraposición a la n1etafisica, la ciencia (. .. ) en la edad
de la democracia que avanza llega a ser institución y profesión
principal y se coloca con la industria y
con la técnica en una rela­
ción siste1nática, racional y sociahnente estructurada"; y de aquí
concluye que las universidades deben transfonnarse en escuelas
profesionales, estableciendo el espacio para una organización de
la investigación externa y autónon1a. Un sustancial acto de 1nuer­
te análogo al de Scl1eler lo redacta Ortega en el 1930. En el ensa­
yo sobre la Misión de la Universidad concluye, en efecto, que la
universidad no hace ciencia sino que vive de la ciencia, o sea de
la transnlisión de la cultura.
En el año 1935, en el centro del decenio tal vez más crucial
del siglo para las universidades de todo el mundo
-que compa­
rado co11 los clan1ores tardíos del sesenta éstos parecen carnava­
les fünebres-una sola voz, después de la de Gentile, se levan­
ta vigilante sobre la suerte de las ciencias
y, por consiguiente, de
la universidad:
la voz de Husserl. En la Crisis de las ciencias euro­
peas,
él concluye su diagnosis de la .situación cultural de nuestro
tie1npo sosteniendo que la a·isis de las ciencias no de¡Jende ni
del multiplicarse de las ramas ni de las crecientes dificultades de
relacionarse y unificarse, sino de la consecuente falta de
fünda-
1nentación especulativa: cada ciencia no sabe dar razón de sí,
olvida
sus propios orígenes y s11 propio fundarse -consecuente-
1nente, su propio significado-, y crece como unilateralidad igno­
rante de sí, del propio límite, hasta llegar a no ocuparse más de
aquél. Las consecuencias fundan1entales son conco1nitantes: rela­
ciones y unificaciones llegan a ser iln¡Josibles hasta llegar a ser
juzgadas como insensatas, acelerando ulteriormente las dinámi­
cas parcializ:U1tes, hasta llegar a una propia y verdadera desinte­
gración del significado mismo del saber, así como de la misma
técnica.
La omisión de la fündación especulativa de las ciencias
que es tal, sólo en cuanto filosófica, constituye el punto crucial
de la crisis contemporánea de la universidad
en tanto lugar pro­
pio de la organización y de la creatividad del saber. Escribe
Husserl:
"La exclusividad con la cual, en la segunda mitad del
siglo XIX, la visión total del inundo del hombre 1noderno aceptó
estar deternlinada ¡Jor las ciencias positivas, con lo cual se dejó
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deslumbrar por la prasperity que deriva de aquéllas, significó un
alejamiento de aquellos problemas que son decisivos para una
·humanidad auténtica•". "La crisis de la existencia europea tiene
sólo dos salidas: o el ocaso de Europa provocado
por la extraña­
ción respecto del sentido racional de
la propia vida, por la caída
en la hostilidad al espiritu, por la barbarie, o bien el renacimien­
to de Europa a partir del
espiritu de la filosofía, a través de un
heroísmo de la razón capaz de superar definitivamente el natu­
ralismo.
El mayor peligro de Europa es el cansancio". Pocos años
antes, Jaspers, como
buen médico-filosófico, había trazado una
análoga diagnosis y
habfa subrayado fuertemente el tipo de
remedios necesarios.
Las conclusiones de su ensayo sobre La
idea de Universidad se pueden sintetizar en estas tesis funda­
mentales: las ciencias singulares son, como tales, investigación de
la verdad; la voluntad de verdad exige para sí misma que todos
los elementos del saber
se reúnan a fin de formar el cosmos de
las ciencias,
que es la esencia de la universidad; no subsiste el
cosmos de las ciencias sin la vida comunicativa: cualquier inves­
tigación y formación se diversifican;
por lo tanto, inevitablemen­
te la universidad, la entera cultura, decae y degenera". Esta rápi­
da referencia a las principales diagnosis contemporáneas de
la
situación científico-universitaria implica, al menos, dos puntos
fundamentales y firmes, que pueden sintetizarse en estas tesis: el
saber es, por esencia, enciclopédico; y la multiplicidad del saber
exige
una unidad esencial. De aquí se sigue que, cualquier uni­
ficación puramente formal o convencionalista o funcionalista de
las ciencias, genera necesariatnente males peores que la misma
ignorancia: "No es totahnente terrible, ni cosa gravísima; ni el más
grande mal la ignorancia total, mas es una pena mucho más gran­
de la múltiple experiencia, la múltiple información unidas a una
mala guía".
Se diría que la historia entera de la universidad se
desenvuelve como trabajo de la determinación
de la "buena guía"
a la cual Platón alude (Las Leyes, VII, 819 a). Si el fundamento de
la idea de universidad está constituido por la unidad total del
saber, es evidente que la universidad es categorialmente europea,
es decir, se coloca en el centro mismo de la cultura cristiana
como la síntesis innovadora de los valores helénico-latinos, y es
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GÉNESIS Y SIGNIFICADO DE LA UNIVERSIDAD COMO FENÓMENO EUROPEO
también evidente la continuidad sustancial, por ejemplo, entre las
más antiguas "escuelas" griegas y las universidades, al menos
hasta el nacimiento de las "nuevas ciencias", entre el seiscientos
y el setecientos: continuidad tanto más fuerte cuanto más centra­
da sobre la dialéctica integradora de ciencia y
sabiduría. En este
sentido,
no se puede negar el parentesco más profundo entre
todas las comunidades aristocráticas
que han generado y alimen­
tado ciencia y sabiduría
en los últimos veinticinco siglos. Por lo
cual,
es la comunidad científico-religioso-política constituida en
el siglo VI a. C. por Pitágoras -crisol enciclopédico de filosofía,
ffsica, matemática, música, medicina, que recoge en unidad
tradiciones órficas, fenicias, caldeas, persas, indias, egipcias, he­
breas, celtas-, es esta unfversitas pitagórica la raíz más remota
de las primeras universidades,
de las cuales tanto nos complace
subrayar el nacimiento "laico", como
en el caso de Salerno. In­
dudablemente, la tradición médica salerniana, que se organiza ya
en el siglo x, está en directa continuidad con aquella griega y
árabe. Y es
un modelo no utópico en tanto "ideal, de sociedad
perfecta aquél perseguido
por la tradición pitagórica y platónica,
ampliamente transfundida en el derecho romano, cuyos amplios
fragmentos justinianeos dan consistencia
al constituirse la Univer­
sidad de Bolonia. Tales primeros modelos universitarios brotan
de
una plurisecular reorganización de la cultura, de la cual son
eventos de particular relieve, entre los siglos VI y VII, el agregado
de medicina y derecho a las artes liberales
por parte de Isidoro
de Sevilla;
y, entre los siglos VII y x, el enonne crecimiento de la
circulación de material clásico Oéxicos, tratados de matemática,
geometría, arquitectura, retórica, historia, geograffa, botánica,
terapéutica, etc.) a través de los recorridos carolingios, longobar­
dos, bizantinos, árabes, normandos, que
enerva el tejido cultural
que constituye la base de una serie de "renacimientos", desde el
renacimiento carolingio
al renacimiento del siglo XII, desde la
fundación de las universidades al renacimiento: de tales renaci­
mientos corresponden, precisamente, otras tantas fases del naci­
miento y del desarrollo de las universidades, y a la vez de
la
renovación profunda de la cultura pagana en cuanto asumida por
el cristianismo. En este sentido, las universidades fundadas a par-
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tir del siglo XIII son ediciones ya "n1odernas" de una secuencia
ideahnente inintemunpida de aquellas bien conocidas realidades
culturales y espirituales
que se articulan desde la Academia tiene
una precisa y fundamental consisiencia ideal. En la primera mitad
del
1200, las primeras universidades -Bolonia, París, Oxford­
completan tal translatio mediante la creciente difusión de la tra­
dición aristotélica. Y es del mismo modo conocido
que de la Aca­
demia platónica -a su vez, una edición "actualizada", después
de Sócrates, de la escuela pitagórica-al Liceo aiistotélico; de la
neoplatónica Escuela de Atenas, que Justiniano cerrará en el qui­
nientos veintinueve, a la Escuela de Alejandtia, que floreció entre
los siglos 1v y vu; de la grandiosa sistematización agustiniana del
saber (con el De ordine del
386, el De doctrina christiana del 396
y con los apenas iniciados Disciplinarum Jibn), que tendrá vigen­
cia por lo n1enos siete siglos} sobre la base léctica de ciencia y sabiduría, a la enciclopedia boeciana (siglos
V-VI), que retoma la tradición de Varrón y de Marciano Capella y
que, después del período ateniense de Boecio, vehiculiza un
Platón y un Aristóteles concordantes, y da cuerpo a las artes del
ú'ivium y del quadrlvium, integrándolas con obras teológicas
fundamentales para Tomás
y otros; e incluso, desde la fundación
benedictina de Cassino,
en el mismo año del cierre de la Escuela
de Atenas,
al proyecto presentado por Casiodoro al papa
Agapito, en el 536, de fundar en Roma una escuela con bibliote­
ca, sobre el modelo de aquella alejandrina: bosquejada
en las ins­
tituciones su enciclopedia, en el 540 Casidoro inicia la realización
del Vivarlum, fundado en Calabria, en el área ya de la Magna
Grecia, pero que sobrevive sólo algunos años. En síntesis, a la
época de las "escuelas" cuyos "n1aestros" eran ta1nbién escolares,
sucede a aquella época en la cual sie1npre, 111ás a 1nenudo, los
escolares no son también n1aestros; ¡)or eso, es la época en la
cual los 111aestros se identifican sustancialn1ente con algunos tex­
tos
y, sucesivamente, la época donlinada ¡)or los con1entarios,
sie111pre n1ás alejada del organis1no co1nplejo e interno del saber
y de la sabiduría. Mas, ante todo, entre las co1nunidades religio­
so-políticas del mundo helénico y el monacato estudioso, la dife­
rencia esencial está constitutiva por el cristianis1no que, desde los
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GENESIS Y SIGNIFICADO DE LA UNIVERSIDAD COMO FENÓMENO EUROFEO
Padres, tiende a perflcere el interno mundo pagano y profano,
constituyendo la nueva
paideia, que es la raíz sustancial de
Europa: este auténtico humanismo es la base de las escuelas
episcopales que, a partir del sacro romano imperio,
se organiza­
rán como universidades.
Las primeras universidades se constitu­
yen, pues esencialmente sobre las bases neoplatónicas mediadas
agustinianamente
que dan cuerpo a tratados enciclopédicos cua­
les
son el De virtutibus de Al cuino de York (siglo vm), el De de­
rlcorum institutione y el De rerum naturls de su discipulo ale­
mán Rábano Mauro (siglo IX), así como el De divisione naturae
del irlandés Juan Scoto Eriúgena (siglo IX). Entre Alcuino y la
fundación del monasterio de Cluny,
en el 910, toma cuerpo la
así llamada teoría de la translatio studii -de Atenas a Roma, de
Roma a Bizancio,
de Bizancio a París-que, en la perspectiva
de la interpretación de la génesis
de la universidad que he esbo­
zado, no puede, pues, reducirse a una fantasía políticamente
eficaz.
La segunda mitad del siglo ve estallar el primero y, de algún
modo ya definitivo, conflicto "universitario" que, a mi juicio,
signa el completo inicio de la modernidad, cuya vertiente positi­
va es erigida grandiosamente
por Alberto Magno, Tomás de
Aquino y Lulio.
Es propiamente el catalán Lulio el franciscano
que, componiendo
en Roma, en el 1295, el Árbol de la ciencia,
bosqueja el esquema
de una reforma del saber sobre la base de
una enciclopedia metaf'1Sicamente fundada, más allá de los con­
flictos "académicos" entre franciscanos y dominicos, o sea, entre
el neoplatonismo agustiniano y el aristotelismo suficiente o insu­
ficientemente consciente de
lis carencias de la metafísica aristo­
télica, de su panteismo cósmico.
El mismo Lulio promueve el
decreto papal de
1311 que instituye, en París, Bologna, Salaman­
ca, Oxford y Avignon, cátedras
de griego, hebreo, árabe, caldeo.
Bastará poco más de
un siglo para cristalizar en términos con­
flictivos la relación entre neoplatonismo y neoaristotelismo: el
primero enervará de modo creciente los centros culturales politi­
camente más libres, hasta volver a fluir
en la mayor parte de las
academias; mientras el segundo determinará, en tanto, el signifi­
cativo del fin del celibato universitario -roto, en efecto, por los
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PIER PA OLO OTTONELLO
médicos en París en 1452 y por los juristas sólo un siglo des­
pués-, mas, sobre todo, consolidará aquella tendencia a la poli­
tización de las universidades
que preludian su futura estatización
y nacionalidad,
que pasarán a ser, definitivamente, sus condicio­
nes "normales" sólo a partir del siglo pasado. Aquella
que yo
considero la "muerte" de la universidad por la pérdida del prin­
cipio unificante del saber
en los términos de la necesaria dialéc­
tica integradora de ciencia y sabidutía, está iniciada
de modo sis­
temático y general
por la revolución baconiana. El aclamado
antiaristotelismo, con el cual Bacon abre el siglo de las "ciencias
nuevas",
en realidad esconde un aristotelismo extremadamente
reductivo:
un político, antes un "político de la cultura" quien es
en sustancia Bacon, maquiavélicamente enarbola y agita su revo­
lución del orden del saber mediante
una bandera del todo huma­
nitarista -¡el bienestar se asoma en el horizonte europeo co1no
el valor que supera el ser y el bien!-: la nueva lógica y la nueva
metafísica del
regnum hominis es, en realidad, una física genera­
lizada que,
en efecto, soporta la nueva primacía de los "mecáni­
cos" y de los "políticos" sobre los filósofos
y, naturalmente, sobre
los teólogos. De ahora
en adelante, la tradición de la Academia
platónica, de la libre comunidad religioso-científica vuelta a
flo­
recer en las formas renacentistas y que desemboca en el proyec­
to de la Academia berlinesa de las ciencias formulada
por Leibniz
en el año 1700, encontrará crecientes obstáculos en las variadas
formas de aristotelismo más o menos reductivo que, en gran
parte, se identifica con la estructura de las nuevas universidades
entre el seiscientos y
el setecientos. Tal vez el fenómeno más
notable
de tal revolución científica trasvasada en las universida­
des es la creciente multiplicación de los lengujes formalizados,
como los lenguajes del proliferar de la experimentación, según
una trayectoria
centrifuga, tendente a diversificar lenguajes espe­
cializados, lenguajes retóricos, lenguajes ordinarios y lenguajes
simbólicos; de donde surge la necesidad creciente
de una nueva
unificación lingüistica universal como expresión de
una nueva
unificación del saber. Tales elaboraciones de una lengua univer­
sal son, también ellas, atravesadas
por dos líneas de tendencias
opuestas entre sí, que preludian la moderna cristalización de las
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GÉNESIS Y SIGNIFICADO DE IA UNIVERSIDAD COMO FENÓMENO EUROPEO
as! llamadas "dos culturas": una lfnea formalizante-matematizante
y
una línea simbólica, es decir, la comeniano-leibniziana. Come­
nio
en la Vía lucís, del 1668, que dedica a la "Royal Society", traza
un ars signorum, sistema de nuevos jeroglfficos -que recorre en
gran parte los lenguajes computarizados--- destinado a tener,
leibnizianamente, una función esencial para la armonía universal.
La actividad de Comenio y de Leibniz se puede considerar la últi­
ma edición, con reflejos universitarios, del ideal de la unidad del
saber
en tanto fundada sobre la dialéctica de ciencia y sabiduría.
El saber como la gran máquina para el hombre, máquina for­
mulada en la mitad del 1700 por Condillac y organizado, por
d'Alembert y Condorcet como la máquina in progress de la
Enryclopédíe, es concebido como fundado sobre una sucesión
funcionahnente mutable de reagrupamientos de fenómenos: todo
sentido
de las relaciones entre los entes se nos escapa, siendo
infinita la posibilidad de los puntos
de vista a partir de los cuales
considerarlos, de donde toda atribución de sentido introduce a
una metaffsica, o seai en realidad, a un sistema de ilusiones; la
totalidad de todas las ciencias y artes y profesionales, es decir, de
las actividades humanas organizadas,
no es otra cosa que un
laberinto infinito, en el cual, es necesario encontrar, de cuando
en cuando, relativos puntos de referencia, mediante métodos de
clasificación y organización de los fenómenos. No pasará
un siglo
para que el organiser sea abanderado del optimismo de Comte
como la gran rueda del progreso.
Mas, entre tanto, el propio
Condorcet inspira a la "salud pública" a cerrar todas las universi­
dades y academias de Francia y a requisar a los cientfficos, en el
1793, el año del apogeo anticatólico.
Muriendo
al año siguiente, Condorcet no hace tiempo para
asistir al nacimiento, en el 1795, de la "nueva universidad", la
Escuela polytéchníque, y de la "nueva academia", la Sociedad
nacional de las ciencias y de las artes, fanáticamente nacionalis­
tas y precientistas. Napoleón, reconstituyendo prestamente la uni­
versidad como "imperial", cambiará sólo el nombre a
una reali­
dad cultural que rápidamente se ha instalado hasta llegar a cons­
tituir el nuevo tnodelo de universidad. Es conocido que, contra
tal modelo, en el inicio del pasado siglo estalla y se consuma el
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PIER PA OLO OTTONELLO
último y constructivo conflicto ideal fundado en tomo a la uni­
versidad: la fundación de la Universidad
de Berlín en 1810 repre­
senta el último intento
de reconstruir el lugar ideal de la univer­
sidad como el lugar ideal de la unitotalidad del saber,
en oposi­
ción a las reducciones tecnologistas, iluministas y prepositivistas.
Mas, desde la muerte de Hegel (1831), que había sido rector de
la Universidad de Berlin, incluso la universidad alemana decae
rápidamente
en dirección positivista, de donde más recibe los
golpes, primero de Schopenhauer y de Heine, y luego, alrededor
de 1870, de Nietzsche. De ahora
en adelante, la universidad, en
todo el mundo está, de modo evidente, más o menos estructura­
da sobre modelos positivistas y neopositivistas, o sea, en sintesis,
· es creciente1nente "antiuniversidad" y "antieuropea".
En realidad, para ofrecer algún argumento a fin de sostener
esta última tesis, sería necesario reconstruir la dinámica histórico­
especulativa del pasaje del idealismo al positivismo. Me limitaré,
es obvio, a pocas indicaciones esquemáticas. Con este objetivo se
mueven
las líneas-fuerza de las principales intervenciones que,
en los primeros años de 1800, animan en Alemania las discusio­
nes proyectuales que desembocarán
en la función de la Univer­
sidad de Berlín
-la última verdaderamente europea-y de la
cual son protagonistas Fichte, Schleiermacher, Humboldt y Schel­
ling.
El Plan elaborado por Fichte en 1807 siguiendo directamen­
te a su
Wissenschaflslehre (1804) y se coloca en las entrañas de
sus Discursos a la nadón alemana. Para Fichte, la universidad es
viviente en cuanto explicación orgánica de la libre actividad de
la inteligencia, generadora
de ciencia como posesión y creación
de libres instrumentos del saber, capaces de incrementar cada
aspecto de la vida real. Como tal,
la universidad es la escuela del
arte del uso científico del intelecto, como plenitud de
un proce­
so orgánico de la cultura culminante
en el arte de la critica, o sea,
en el arte de juzgar objetivamente lo verdadero y lo falso, lo útil
y lo inútil, lo más importante y lo menos importante.
La condi­
ción fundamental para el desarrollo de la universidad es la cons­
trucción del espiritu y de
la técnica del ordenamiento orgánico de
las ciencias; y
la condición del arte científico es el amor por la
idea,
por la móvil libertad creadora del espiritu: condición que es
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GÉNESIS Y SIGNIFICADO DE LA UNIVERSIDAD COMO FENÓMENO EUROPEO
realizada por pocos, por más que, de todos modos, debe ser pro­
puesta a todos, constituyendo
el estímulo radical del crecimiento
de la cultura.
La universidad, las ciencias todas, decaen aburgue­
sándose
-o sea, superficializándose y caotizándose-toda vez
que no alimenta el amor al arte, o sea, el amor a la filosofía como
el arte o creatividad absoluta,
en cuanto fundación orgánica de
todas las ciencias, en consecuencia, como enciclopedia del saber.
La universidad, como el lugar propio del arte de la ciencia, es de
suyo
un modelo de estado perfecto, de comunidad que, de
modos siempre renovados, se purifica de la culpa radical de la
confusión de los fines, realizándose como plenitud de libertad y
creatividad. Fichte será el primer rector, como decano,
de la Universidad
de Berlin, fundada además
por Humboldt. También Humboldt
deduce la idea de universidad de su
temía de la cultura y de la
ciencia, acentuando
de ella la necesaria concexión con la reali­
dad nacional y el estado ético: la universidad debe ser el vértice
de todo eso
que un pueblo hace por la cultura, por la ciencia,
por la educación espiritual, armonizando instrucción y formación
en la fundamental perspectiva de la ciencia, concebida como sín­
tesis de actividad y libertad, fuerza y pensamiento, mediante la
deducción de todo a partir de
un principio originario y la cone­
xión de tal principio con
una idea; el estado tiene, entre sus ta­
reas, aquella de garantizar la libertad de la cultura
y, een conse­
cuencia y ante todo de la universidad,
no burocratizando los
organismos y el funcionamiento de la misma y teniéndola como
distinta de las escuelas ordenadas a la práctica. También Schelling,
ya desde 1802, concibe a la universidad corno
el lugar propio de
la ciencia, o sea, de la filosofía como la ciencia por excelencia,
en cuanto determinación del principio unitotal del saber y, por lo
tanto, como ciencia que se sabe
en el propio fundamento y,
corno tal, funda todas las otras ciencias; en consecuencia, el esta·
do debe estar atento y actuar contra todas las degeneraciones de
la universidad, las cuales, principalmente, se siguen de las reduc­
ciones a funciones utilitaristas-prácticas.
El elemento especulativo fundamental de tales posiciones
está sintetizado
por Hegel, durante estos mismos años (en la Fe-
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PIER PA OLO OTTONELLO
nomenología, 1807, en la Encidopedia, 1816), en las tesis según
la cual el saber es tal sólo como ciencia y sistema de las ciencias:
la verdadera enciclopedia
-por lo tanto, no la francesa-es
posible sólo si el contenido del saber está constituido
por lo
absoluto
en tanto unidad misma de todas las formas del saber; de
donde se sigue que
no se trata de alcanzar tal unidad mediante
procesos unificadores sino de concebir lo absoluto como unidad
que retoma sobre sí misma, universalidad en su devenir, unitota­
lidad dinámica. La universidad está, por lo tanto, constituida por
la unidad del saber, por la unidad de las ciencias: sólo la unidad
del saber funda todos los procesos posibles de unificación de las
ciencias mientras,
por el contrario, de ningún proceso de unifi­
cación
puede derivar la unidad intrínseca del saber.
El positivismo, a partir de Comte y, si se quiere, hasta hoy,
invierte tal perspectiva, multiplicando los intentos de unificación
metodológico-formal de las ciencias; cuando éstas se parcializan
más, necesariamente, no se llega a resultados apreciables, sino sólo
sobre el plano organizativo-tecnológico, confirmando el
fin de la
universidad por la sustitución politéaúca. El optimismo ingenuo
del proyecto comtiano
de positivización de las ciencias, mediante
su reducción a la "matemática concreta" que liga los pasajes de
la
ciencia a la previsión y de la previsión a la acción es, en modo bas­
tante transparente, una proyección de
un radical pesimismo que
intenta consuelo
en el límite del "control de la fatalidad". En efec­
to, para Comte,
la fatalidad constituye el tejido de toda la realidad;
por eso sólo queda espacio para el intento de organizar aquellos
que, de cuando
en cuando, se configuran como agregados de fenó­
menos. Lamentablemente no se trata para nada de una posición ais­
lada de
un entusiasta ingenuo del pasado siglo cual es Comte.
Si, en efecto, miramos a aquella que debería constituir la
actualización contemporánea
de la Encydopédie, o sea la neo­
positivista "Intemational Encyclopedia
of Unified Sciencies", en
sustancia, permanece en la fase de las elaboraciones iniciales
desarrolladas entre el 1938 y 1945, y nos damos cuenta inmedia­
tamente
que la exportación a los Estados Unidos de los intelec­
tuales europeos
ha producido la prevalencia de enormes ampli­
ficaciones tecnológicas, sobre la base de un convencionalismo
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G2NESIS Y SIGNIFICADO DE LA UNIVERSIDAD COMO FENÓMENO EUROPEO
irracionalista antimetañsico, que se funda sobre la absurdidad for­
zosa de
una metañsica del caso, en la cual desemboca la lucidez
desencantada de Reichenbach. En realidad, tales posiciones,
hoy
generalizadas en los asf llamados intelectuales, demuestran ad
abundantiam cómo no puede corresponder al nihilismo metafi­
sico otra cosa
que no sea el anarquismo metodológico como cul­
men del cientismo más exasperado, estupidez humillante del
empirismo
en todo ámbito, sin horizontes no inmediatos, que
hoy es "nonnal" en las universidades anti.universitarias.
Por otra parte, qué cosa puede generar la universidad "de
masa", contradicción en los mismos términos en cuanto es el
amontonamiento de elementos antiuniversitarios paridos
por el
iluminismo y por
la autodisolución filistea de la burguesía, lo que
ya habla sido ilustrado, acaso proféticamente, en el 1881, por
Flaubert; cuyo pesimista Pécuchet concluye que, en el ocaso de
los ideales, de la religión y
de la moral, la América conquistará
al mundo; mientras el optimista Bouvard concluye que la Europa
será renovada
por el Asia y que la multiplicación de las nuevas
ciencias eliminará todo
mal de la tierra y universalizará las comu­
nicaciones, incluso astrales.
Al año siguiente, un profeta mejor
armado, Nietzsche, con la Gaya ciencia, anticipará por lo, menos
medio siglo la autodisolución del cientismo; mas lamentable­
mente, no ofrece suficiente alternativas a esta disolución que, por
otra parte, sólo es una parte de la autodisolución del historicismo
en el cual culmina la enfermedad de Occidente. Sólo algún ais­
lado
metafisico o algún antiacadérnico más o menos maudit -por
ejemplo, un Bergson, o un Sciacca, o .un Ciaran-en la marea
creciente del nuevo triunfalismo científico-tecnológico-político­
sociológico advierten
el inicio y ya difundida podredumbre pro­
vocada
por los abusos de tanto bendidio; y se colocan asfsobre
el camino de la conciencia de la complejidad ideal de estos enor­
mes problemas que,
en realidad, está condenada en aquellos tér­
minos
que el Pontífice, casi en solitario, tiene el coraje de enun­
ciar la verdad integralmente, denunciando
con claridad cómo
está en juego "el significado de la investigación científica y de la
tecnología, de la convivencia social, de la cultura, mas, con mayor
profundidad( ... ) el significado mismo del hombre". En el
periodo
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PIER PA OLO OTTONELLO
más crucial de la muerte de la universidad, Rosmini, al dennnciar
la ignorancia del clero como culmen de las degeneraciones de los
"clérigos", señala el ejemplo perenne de los Padres y
de los
Doctores, alimentos grandiosos del "discurso pleno, persuasivo,
que se ordena a la totalidad", al cumplimiento de la aspiración
constitutiva de las personas
en pos de encontrar "la verdad en el
orden
de las ideas" y "la felicidad en el orden", y por eso, ali­
mento del perenne renovarse de
la dinámica de "ciencia y santi­
dad estrechisimarnente unidas y la una nacida de la otra". Tal nni­
dad suma "en la unidad del principio", para el cual no tienen sen­
tido los dualismos entre cultura cristiana y cultura neutra o paga­
na, o entre cultura humanista y cultura científica, resulta destro­
zada
por la "arrogancia de la inteligencia", "la perpetua seducción
de la humanidad", la cual, por nn lado, excluye que el saber
constin1ye solamente el principio formal de la verdad y del bien,
y
por eso, por otro lado, ignora que la gracia "se comunica
mediante la inteligencia": absolutiza la ciencia negando sentido a
la sabiduria y por eso negando la reciprocidad de conocimiento
y caridad. De aqui
podrian distinguirse dos tipos de universida­
des, correspondientes a los dos tipos de libros categorizados
por
Rosmini: aquellos en los cuales "están dadas las universales ver­
dades, las doctrinas fecundas, saludables, donde la humanidad se
ha transfundido a si misma", y aquellos "donde todo es pobre y
frio; donde la inmensa verdad no aparece más que desmigajada",
libros
-y universidades-- "sin espiritu, sin principios, sin elo­
cuencia
y sin método", que empujan a la juventud a tener aver­
sión
por los estudios y a abrazar posiciones corruptoras. Creo
que se puede, pues, sintetizar el significado más auténtico y ente­
ro de la universidad
en los términos de la conciencia que,
quienquiera que enseñe negando sentido, de cualquier modo, a
la verdad, ejercita sólo
una "libertad bastarda", violando el dere­
cho primero de
la enseñanza, esto es, el crecimiento, sea del
docente, sea del discente,
en ciencia y en sabiduria. Toda nega­
ción o parcial reconocimiento, teórico o práctico, de este princi­
pio fundante de la universidad
puede sólo contribuir a su dege­
neración o
al empobrecimiento de la sociedad toda, tanto más
profundo y grave cuanto más
esté cubierto de opulencia.
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