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Número 411-412

Serie XLII

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La paz y las relaciones internacionales

LA PAZ Y LAS RELACIONES
INTERNACIONALES
La paz no es tanto cuestión de "estructuras", como de "personas",
la "cultura de la paz" fruto de sabiduría y experiencia, de
"cultivar" en el espíritu con "gestos de paz".
,Si se examinan los problemas profundamente, se debe reconocer ·
"que la paz no es tanto cuestión de estructuras, como de personas. Cier­
"tamente, eslmcturas y procedimientos de paz -juddicos, polfticos y
"económicos-son necesarios y afortunadamente se dan a menudo. Sin
"embargo,
no son sino el fruto de la sabidurta y de la experiencia acu­
''mu!ada a lo largo de la historia a través de innumerables gestos de paz,
"llevados a cabo por hombres y mujeres que han sabido esperar sin desa­
"nimarse nunca. Gestos de paz brotan en la vida de personas que cul­
'tivan en su espíritu actitudes constantes de paz. Son fruto de la mente
)' del corazón de quienes ,trab,¡Jan por la paz, {Mt. 5, 9). Gestos de paz
"son posibles cuando la gente aprecia plenameflte la dimensión comuni-
1aria de la vida, que les hace percibir el significado y las consecuencias
"que dertos acontecimientos tienen sobre su propia comunidad y sobre
"el mundo en general. Gestos de paz crean una tradición y una cultu­
"ra de paz .
.»La religión tiene un papel vital para suscitar gestos de paz y con­
'SOlida.r condiciones de paz. &te papel Jo puede desempeñar tanto m;Js
"eficazmente cuanto más deddidamente se concentre en Jo que la caraz­
"terlza: la apertura a Dios,
la enseñanza de una fraternidad universal
'y la promoción de una cultura de solidaridad. La efD!nada de or8.ción
"por la paz;,, que promoví en Asís el 24 de enero de 2002, comprome­
"tiendo a los representantes de numerosas_religiones, tenla precisamente
"este objetivo. Quería expresar el deseo de educar para la paz mediante
"la di/ilsión de una espiritualidad y de una cultura de paz,.
]VAN PABLO II: Mensaje para la Jornada mundial de la
paz de 2003, en el 40 aniversario de la "Pacem in terris" el
8 de diciembre de 2002. L 'Osservatore Romano, edición
semanal
en lengua española, afio XXXIV, núm. 51 (1773),
2 de diciembre de 2002.
Verbo, núm. 411-412 (2003), 3-8. 3
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Buscar el bien común en la comunidad internacional.
da comunidad interna'cional está llamada a colaborar con los di­
"ferentes grupos implicados, para que
el comportamiento de las personas,
"inspirado
muy a menudo por el consumismo exacerbado, no perturbe
'las redes económicas, los recursos naturales y la conservación del equi­
"librio de la naturaleza. J,a mera acumuladón de bienes y servicios
"incluso en favor de
una mayoría, no basta para proporcionar la felid­
"dad humana, (Sollicitudo rei socialis, 28).
»Del mismo modo, la concentración de fuerzas económicas y polfti­
"cas que responden a intereses muy particulares crea centros de poder
"que actúan frecuentemente en detrimento de los intereses de comwii­
"dad internacional. Esta situación lleva a decisiones arbitrarias contra
"las cuales a menudo es difícil reaccionar, exponiendo así a enteros gru­
"pos humanos a graves perjuicios. Los equilibrios exigen que las investi­
"gaciones y las decisiones se lleven a cabo de modo transparente, con el
"deseo de servir al bien común y a la comunidad humana.
»Hoy es más importante que nunca JXJner en práctica un orden po­
"JJtico, económico y jurídico mundial apoyado en reglas morales claras
"para que las relaciones internacionales tengan como objetivo la búsque­
"da del bien común, evitando los fenómenos de corrupción, que perju­
"dican gravemente a las personas
y a los pueblos, e impidiendo la crea­
"dón de privilegios y beneficios injuslDs en favor de los países o grupos
"sociales más ricos, de actividades económicas desarrolladas sin respeto
"de los derechos humanos, de paraísos fiscales y de zonas francas. Este
"orden debería tener suficiente autoridad ante los organismos naciona­
"les, para intervenir en favor de las regiones menos favorecidas y aplicar
"programas sociales que tengan como única perspectiva ayudarles a
"avanzar por el camino del desarrollo.
Sólo con esta condición el hom­
"bre será verdaderamente hermano de todos los hombres y colaborador
"de Dios en la administración de la creación».
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JUAN PABW Il: Discurso a la Academia Pontificia de
Ciencias, viernes 12 de marzo. L 'Osservatore Romano, edi­
ción semanal
en lengua española, año XXXI, núm. 13
(1578), 26 de marzo de 1999.
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Ninguna actividad humana está fu.era del ámbito de los valores éti­
cos, ni, por. lo tanto, la política internacional.
dlorque las personas son creadas con la capaddad de tomar opcio­
''nes morales,
ninguna actividad humana está fuera del ámbito de los
Valores éticos. La política es una actividad humana; por tanto, está so­
"metida también
al juicio moral. Fsto es también válido para la política
"internacional. El Papa escribió:
da misma ley natural que rige las rela­
"ciones de convivencia entre los ciudadanos debe regular también las
''relaciones
mutuas entre las comunidades políticas» (Facem in terris, /JI·
1.c., 279). Cuantos creen que la vida pública internadonal se desarro­
"lla de algún modo fuera del ámbito del }Uido moral, no tienen más que
"reflexionar sobre
el impacto de los movimientos por los derechos huma­
'hos en las polfti.cas nacionales e internacionales del siglo xx, reciente­
"tement.e concluido. F,stas perspectivas, que anticipó la enseñanza de la
"endclica, contrastan claramente
con la pretensión de que las politicas
"internacionales
se sitáen en una especie de aona franca> en la que la
'ley moral
no tendría ninguna fuerza,.
JUAN PABLO 11: Mensaje para la Jornada mundial de la
paz de 2003, en el 40 aniversario de la Pacem in terrís, el
8 de diciembre de 2002. L 'Osservatore romano, edición
semanal en lengua española, año XXXIV, núm. 51 (1773),
2 de diciembre de 2002.
Autononúa y solidaridad en las relaciones comunes e internacio­
nales.
da legítima pluralidad de orientaciones, en las que se maniflesta la
"identidad
específica

y la autonomía de cada región,
no se opone a la
"necesaria solidaridad y a la cooperadón, que
no debe faltar, con las
"diversas realidades locales.
Más aún, cada región o provincia

aut6no­
"ma siempre debe estar animada por la conciencia y la responsabilidad
"de pertenecer a una comunidad nacional única y unitaria. Es verdad
"que vivimos en una sociedad globallzada, pero es necesario salvaguar­
"dar también los derechos de las
entidades locales, aunque vinculándo­
"Jas siempre a las exigendas de la comunidad universal.
»Además, la apertura a relaciones directas con regiones de otros pai­
''ses podrá contribuir al desarrollo de un conocimiento y una colabora-
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"dón recíprocos y beneficiosos entre pueblos diferentes por historia y cul­
. "tura. Esto vale, espedalmente, para las regiones que se reconocen en la
"pertenenda
común al continente europeo. Se trata de un elemento sig­
"nificativo de integración que puede facilitar la construcción de la uni­
"dad, respetando y valorando las
identidades locales.
~Las regiones italianas, fieles a sus rafees y abriéndose a otras reali­
"dades,
podrMl renovar sus institudones, manteniendo firme la reladón
"con las comunidades que represenl:an y contribuyendo a la construc-
"ción de
una sociedad más amplia, libre y solidaria». ,
JUAN PABLO 11: Discurso a los presidentes de las regio­
nes y de las provincias de Italia, en la sala clenientina, 29
de noviembre. L 'Osservatore Romano, edición semanal en
lengua española, año XXXIII, núm. 51 (1721), 21 de
diciembre de 2001.
Relación inseparable entre el compromiso en favor de la paz, el
respeto a la verdad y el cmnplinúento de los compromisos asu­
midos.
dlay una reladón inseparable entre el compromiso en favor de la
"paz
y el respeto de la verdad. La honradez de dar informaciones, la
"imparcialidad de los sistemas jurídicos
y la transparencia de los proce­
"dimientos democráticos
dan a los ciudadanos el sentido de seguridad,
'1a disponibilidad para resolver las controversias con medios pacíficos y
"la voluntad de acuerdo leal y constructivo que constituyen las verdade­
"ras premisas de una paz duradera. Los encuentros pollticos a nivel na­
"donal e internacional sólo contribuyen a la causa de la paz si los com­
''promisos tomados en
común son respetados después por cada parte. En
"caso contraI'io, esos encuentros corren el riesgo de ser irrelevantes e inú­
"tiles, y su resultado es que la gente se siente tentada a creer cada vez
"menos en la utilidad del diálogo y, en cambio, a confiar en el uso de la
''fuerza como camino para solucionar las controversias. Las repercusío­
"nes negativas que tienen los compromisos adquiridos y luego no respe­
"tados sobre el proceso de
paz, deben indudr a los jefes de Estado y de
"Gobierno a ponderar todas sus dedsiones con gran sentido de respon­
"sabilidad.
»Pacta sunt servanda, reza el antiguo adagio. Si han de respetarse
"(odas los compromisos asumidos, debe -ponerse especial atendón en
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"cumplirlos compromisos asumidos para con los pobres. En efecto, sería
"particularmente frustrante para los mismos no cumplir las promesas
"consideradas por ellos como de interés vital. Desde esta perspectiva, el
no
"cumplir los compromisos con las nadones en vías de desarrollo consti­
"tuye
una seria cuestión moral y pone aún más de relieve la injustida
"de las desigualdades existentes en el mundo. El sufrimiento causado por
'la pobreza se ve agudizado dramáticamente cuando falta la confianza.
"El resultado final es el desmoronamiento de toda esperanza. La existen­
"cia de confianza en las relaciones internacionales es un capital social
"de valor fundamental.11.
JUAN PABw 11: Mensaje para la Jornada mundial de la
paz de 2003, en el 40 aniversario de la Pacem in terris el
8 de diciembre de 2002. L'Osservatore Romano, edición
semanal en lengua espeñola, año XXXIV, nóm. 51 (1773),
2
de diciembre de 2002.
Función de la Organización de las Naciones Unidas y la condición
básica del desarrollo de su tarea.
«Ante estos enormes desafíos, ¿cómo no reconocer el papel que corres­
"ponde a la Organizadón de las Naciones Unidas? A dncuenta años de
"su institudón, se ve aún más su neceSidad, pero se ve aún mejor, con­
"forme a la experiencia realizada, que
la eficada de este máximo instru­
- "mento de síntesis
y coordinación de la Vida internacional depende la
"la cultura y de la ética internadonal en la que se basa y que expresa.
"Es necesario que la Organización de las Naciones Unidas se eleve cada
"vez más de la fria condtdón de institución de tipo administrativo a la
"de centro moral, en el que todas las naciones del mundo se sientan
"como
en su casa, desarrollando la conciencia común de ser, por así
"decir, una lamilia de naciones,. El concepto de efamili@ evoca inmedia­
''tamente
algo que va más allá de las simples reladones funcionales o de
"la mera convergencia de intereses. La familia es, por su naturaleza, una
"comunidad fundada en la confianza reciproca, en el apoyo mutuo y el
"el respeto sincero. En una auténtica familia no existe el dominio de los
"fuertes; al contrario, los miembros más débiles son, precisamente por su
"debilidad, doblemente acogidos y ayudados.
»Son éstos, trasladados al nivel de la efamtlia de las nadones.11, los
"sentimientos que deben construir, antes
aún que el mero derecho, las
"reladones entre los pueblos. La
ONU tiene el cometido histórico, quizás
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"e¡xxal, de favorecer este salto de cualidad de la vida internacional, no
"sólo actuando como centro de mediación eficaz para la solución de los
"conflictos, sino también promoviendo aquellas actitudes, valores e
ini­
"ciafi.vas concretas de solidaridad que sean capaces de elevar las relacio­
"nes entre las naciones desde
el nivel l{)rganizativo», al, por así dedr,
"l[)rgánico»; desde la simple «:existencia con, a la 1:existencia para> los
"otros, en un fecundo intercambio de dones, ventajoso sobre todo para
'1as naciones más débiles, per, en definitiva, favorecedor de bienestar
"para todos.
,Sólo con esta condición se superarán no únicamente las ,guerras
"combatidas,,
sino también las ,:guerras frías"; no sólo la igualdad de
"derecho entre todos los pueblos,
sino también su activa participación en
"la construcción de un futuro mejor; no sólo el respeto de cada una de
'las
identidades culturales, sino su plena valorización, como riqueza
"común del patrimonio
cultural de la humanidad. ¿No es quizás éste el
"ideal propuesto
por la Carta de las Naciones Unidas, cuando pone como
"fundamento de la Organización "de todos sus mien1bros, (art. 2,1), o cuando la compromete a efomentar
"entre las naciones re/adanes de amistad basadas en el respeto al prin­
"cipio de la igualdad de derechos y al de la libre determinadón de los
"pueblas> (art 1,2)? Es ésta la vía maestra que debe ser recorrida hasta el
"fondo, incluso
con oportunas modificaciones, si fuera necesario, del
"modelo operativo de las Naciones Unidas, para tener
en cuenta todo Jo
"que ha sucedido en este medio siglo, con el asomarse de tantos nuevos
"pueblos a
la experiencia de la libertad en la legítima aspiración a '}' a «:ontan n1ás.
,Que todo esto no parezca una utopía irrealizable. Es la hora de una
'hueva esperanza, que nos exige quitar del futuro de la política y de la
"vida de los hombres la hipoteca paralizante del cinismo. Nos invita a
"esto precisamente el aniversario que estamos celebrando, proponiéndo­
"nos de nuevo, con
la idea de las maciones unidas,, una idea que habla
"elocuentemente de mutua confianza, de seguridad y solidaridad. Ins­
"pirados
por el (ljemplo de cuantos han asumido el riesgo de la libertad,
"¿podríamos nosotros no acoger también el riesgo de la solidaridad y,
"por tanto, el riesgo de la paz».
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JUAN PABw 11: Discurso ante la .Asamblea General de
las Naciones Unidas, Nueva York, 5 de octubre. L'Osserva­
tore Romano, edición semanal en lengua española, año
XXVII, núm. 41 (1998), 13 de octubre de 1995.
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