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Número 411-412

Serie XLII

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Italia se descristianizó bajo la dirección del partido de la unidad de los católicos

ITALIA SE DESCRISTIANIZÓ BAJO LA DIRECCIÓN
DEL PARTIDO
DE LA UNIDAD DE LOS
CATÓLICOS
POR
PIETRO GIUSEPPE GRASSO C'l
No hace mucho, don Gianni Baget Bozzo recordaba que
"Italia se descristianizó bajo la dirección del partido de la unidad
de los católicos"
(II Piave, año xxvm, núm. 5, mayo 2001). Para
una confirmación de esa aseveración se puede acudir a lo que
había dicho Pietro Scoppola, profesor de la Universidad de
Roma, antes senador democristiano y apologeta
de la acción polí­
tica degasperiana.
El profesor romano habla de "paradoja" y de
"heterogénesis de los fines", precisamente para designar el hecho
de que la "secularización" de la vida italiana había tenido lugar
en el periodo del éxito de la Democracia Cristiana, que se consi­
deraba así misma como representante política exclusiva
de los
católicos italianos.
Apenas merece indicarse que se entiende como "seculariza­
ción" la transformación espiritual
de la sociedad italiana, ocurri­
da con el descenso de la histórica adhesión que, por principio, la
mayoría
de los italianos tenía a la religión y a la moral tradicio­
nal. Además del laicismo de Estado se advierte el abandono y el
(*) Pierre Giuseppe Grasso (Novara, 1930), es Catedrático de Instituciones de
Derecho Público en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Pavía.
Recientemente
ha publicado Costituzione e secolarizzazione, CEDAM, Milán, 2002.
El presente artículo, traducido por Estanislao Cantero, y tirulado "L'ltalia si
scristianizzO sotto il partito dell'unita deí cattolici" se publicó en Instaurare omnia
in Christo, año XXX, núm. 3, septiembre-diciembre de 2001, y ha sido reprodu­
cido luego en el volumen recién citado.
Verbo, núm. 411-412 (2003), 59-62. 59
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PIETRO GJUSEPPE GRASSO
rechazo, al menos de principio, de los imperativos éticos del
Cristianismo como regla de vida social y civil. Como momento
en
el que aparece evidente tal transformación se ha reconocido el
éxito del referendum popular de 1974, cuando fue rechazada,
con
un alto porcentaje de voto popular, la propuesta de deroga­
ción
de la ley del divorcio de 1970.
Es importante destacar que, después de 1974, el partido
democristiano logró mantenerse
en el poder y en el Gobierno,
durante otros veinte años, en coalición y con la colaboración de
los partidos laicistas que habían sido promotores de la introduc­
ción del divorcio. Durante
ese tiempo se legalizó, también, el
aborto, posteriormente avalado
por referendum.
Sobre el proceso
de "secularización" de la vida civil en Italia
hay
que mencionar una explicación un tanto difundida entre los
católicos. Una exposición claramente argumentada había sido ya
propuesta,
en el lejano 1988, en una serie de artículos de
Antonio Socci y Roberto Fontolán, publicados en el semanario l1
Sabato, después publicados en un opúsculo titulado, "1974
-tredeci anni della nostra storia-1987, con un prólogo de
Augusto del Noce. En él
se deáa que en los años setenta en
Italia se habría conseguido una preeminencia neta de "un nuevo
poder" financiero colmado de cultura laicista, liberal, inmanen­
tista, custodiada
por los epígonos del disuelto "Partido de
Acción". Los católicos habrían cedido, casi en una rendición
total, debido a
su inferioridad en el terreno de la cultura, hasta
comprender la concepción
de la política contemporánea y de la
historia política como dominada
por una lucha, siempre nueva,
entre progresistas y reaccionarios, concepción acorde con la
ideología laicista.
Con el tiempo, pues, también la Democracia Cristiana se
habría transformado, en un partido laicista, de hecho, si no de
nombre. Según dicho opúsculo, la Democracia Cristiana
habria
"traicionado" sus orígenes al haber olvidado la pretendida inspi­
ración originaria
en la doctrina de la Iglesia. La transformación
ideológica de la
DC habría sido consecuencia de la acción de su
izquierda interna, derivada del ejemplo
de Giuseppe Dosseti y de
una visión distorsionada del pensamiento mariteniano.
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ITALIA SE DESCRISTIANIZÓ BAJO LA DIRECCIÓN DEL P. DE LA UNIDAD DE LOS CAT
A la vista de la experiencia posterior a 1988, resulta inde­
mostrada la afirmación de
una "traición" de los supuestos ideales
originales del partido democristiano, consumada durante los años
setenta
por obra de una minoría interna del partido. Al contrario,
hay que recordar
que con argumentos muy serios se sostuvo la
tesis opuesta, conforme a la cual, desde sus orígenes,
existía una
inspiración fundamentalmente laicista en la ideología y en la pra­
xis del partido democristiano. Por consiguiente, en contraposi­
ción a los movimientos católicos contrarrevolucionarios e intran­
sigentes, los fundadores del partido democristiano europeo ha­
bían aceptado plenamente los principios constitucionales del
régimen demoliberal,
con el axioma del gobierno del mundo por
los hombres, sin referencia alguna a Dios. Todo se justificaba en
aras de una ilusión que se entendía de este modo: dirigir y gober­
nar los Estados laicistas mediante los votos de los católicos fieles.
Además, también se ha advertido
que los dirigentes del partido
democristiano, olvidaron continuamente toda observancia efecti­
va de la doctrina social de la Iglesia, salvo lo protocolario (cfr.
DARio CoMPOSTA, "I, cattolici di ieri e di oggi di fronte alla mora­
le politica", en AA.VV., Questione cattolica e questione democris­
tiana,
CEDAM, Padua, 1987, especialmente, págs. 54 y sigs.).
Para clarificar
la cuestión resulta útil recordar la polémica, tras
la segunda guerra mundial, dirigida
por Cario Francesco D'Agos­
tino y
por el pequeño partido que había fundado, el "Centro poli­
tico italiano". Su argumento principal mostraba, mediante docu­
mentos, la contradicción absoluta entre la doctrina social de la
Iglesia, tal como se
exponía en las Enciclicas de los Papas, y los
presupuestos teóricos y las directrices prácticas de los democris­
tianos. Por indicar tan sólo un aspecto esencial, recordemos que
D'Agostino fue de los primeros en poner de relieve el carácter
"laicista"
de la Constitución republicana de 1947, votada por los
democristianos. Sobre esta et1estión, después de las sentencias
del Tribunal Constitucional, ya todos están de acuerdo; sin
embargo, es necesario recordar que, durante mucho tiempo,
entre los católicos se trató de sustentar la opinión contraria: algu­
nos sostuvieron, incluso, que en la Constitución había que reco­
nocer, como trasfundida, la doctrina social de la Iglesia.
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PIETRO GIUSEPPE GRASSO
En realidad, en su letra y en su espíritu, esa Constitución
reproduce los paradigmas
de las demás Constituciones demolibe­
rales, conforme al modelo acogido
en las Naciones del Conti­
nente europeo, con ordenamientos no católicos, tras la primera y
la segunda guerra mundial. Se garantiza, por tanto, el hecho del
senti1niento religioso, pero como libre manifestación del pensa­
miento humano; se reconoce a la Iglesia sólo como institución his­
tórico-social existente de hecho; se identifica la moral con las
cos­
tumbres colectivas, cambiantes con el tiempo porque dependen
de la opinión social que prevalezca de hecho en cada momento.
Constituiría
un error olvidar lo decisivo que fue en el proce­
so
de "secularización" de la legislación y de la vida civil italiana,
la aplicación de las disposiciones constitucionales, deliberada­
mente
por el Tribunal Constitucional, órgano depositario de la
interpretación oficial de la carta republicana. Como ejemplos
cabe mencionar los efectos
de la aplicación de normas constitu­
cionales, con sentencias del Tribunal Constitucional,
en las cues­
tiones del divorcio, el aborto, la "familia
de hecho" y otras
muchas, entre ellas, las declaraciones de incompatibilidad entre
los principios de la Constitución, laicista, y algunas de las dispo­
siciones del Concordato de 1929.
Otro síntoma de la contraposición entre la doctrina social
de
la Iglesia y la acción politica de los democristianos, se aprecia en
el contraste, constante y radical, entre Alcide De Gasperi, Presi­
dente del Consejo de Ministros, y el Papa Pío XII. El motivo de
la controversia radicaba en la clara voluntad del Jeader demo­
cristiano
de hacer realidad, a cualquier precio, los principios del
Estado laicista, mediante la fuerza electoral
de los católicos.
La observación de nuestra reciente historia política, parece que
permite deducir el fracaso del plan utópico
de gobernar un régi­
men,
por principio laico, con el sostenimiento de los votos de los
católicos, representados
por un partido democrático cristiano. Tal
proyecto se propugnaba
por algunos como capaz para conservar
los rectos principios
de las leyes y los bienes ético-espirituales.
Parece, pues, bien
dificil de imaginar una acción futura de los cató­
licos italianos, sin subordinación a otras ideologías, sin haber com­
prendido el error indicado, ligado a la "secularización" realizada
por Gobiernos sostenidos por el sufragio de los católicos.
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