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Número 411-412

Serie XLII

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Nota doctrinal sobre cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida pública

NOTA DOCTRINAL DE LA CONGREGACIÓN PARA LA
DOCTRINA DE
LA FE SOBRE CUESTIONES
RELATIVAS AL COMPROMISO
Y LA CONDUCTA DE
LOS CATÓLICOS EN LA VIDA PÚBLICA
La congregación para la doctrina de la fe, oído el parecer del
Conseyo pontificio para los laicos, ha estimado oportuno publicar
la presente "Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al
compromiso y la conducta de los católicos en la vida política". La
Nota se dirige a los obispos de la Iglesia católica y. de modo espe­
cial, a las palfticas católicos
y a todas las fleles laicas llamadas a
la participadón en la vida pública y palftica en las sociedades
democráticas.
l. Una enseñanza constante
l. El compromiso del cristiano en el mundo, en dos mil
años
de historia, se ha expresado de diferentes modos. Uno de
ellos ha sido el de la participación en la acción politica; los
cristianos, afrrmaba un escritor eclesiástico de los primeros
siglos, "cumplen todos sus deberes de ciudadanos" (Carta a
Diagneto,
V, 5; cfr. también Catecismo de la Iglesia católica, n.
2240). La Iglesia venera entre sus santos a numerosos hombres
y mujeres que han servido a Dios a través de su generoso com­
promiso
en las actividades politicas y de gobierno. Entre ellos,
Santo Tomás Moro, proclamado patrono
de los gobernantes y
de los politicos, supo testimoniar hasta el martirio la "inaliena­
ble dignidad
de la conciencia" Ouan Pablo II, carta apostólica,
en forma de motu propia, para la praclamadón de Santa Tomás
Mara coma patrono de las gobernantes
y de las palfticas, n. 1;
Verbo, núm. 411-412 (2003), 15-29. 15
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NOTA DOCTRINAL DE LA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE
AAS 93 [2001] 76-80). Aunque se vio sometido a diversas formas
de presión psicológica, rechazó toda componenda y, sin aban­
donar "la constante fidelidad a la autoridad y a las instituciones
legítimas"
que lo distinguía, afirmo con su vida y su muerte que
"el hombre no se puede separar de Dios, ni la política de la
moral"
(lb., n. 4).
Las actuales sociedades democráticas, en las que loablemen­
te todos pueden participar en la gestión de la cosa pública en un
clima de verdadera libertad (cfr. Gaudium et spes, 31; Catecismo
de la Iglesia católica,
n. 1915) exigen nuevas y más amplias for­
mas
de participación en la vida pública por parte de los ciu­
dadanos, cristianos
y no cristianos. En efecto, todos pueden con­
tribuir
por medio del voto a la elección de los legisladores y
gobernantes y, también de varios modos, a la formación de las
orientaciones políticas y las opciones legislativas que, según
ellos, favorecen más el bien común (cfr. Gaudium et spes, 75). La
vida en un sistema político democrático no podria desarrollarse
provechosamente sin la activa, responsable
y generosa partici­
pación de todos, "si bien con diversidad y complementariedad de
formas, niveles, tareas
y responsabilidades" (Chrtstiftdeles laici,
42: AAS 81 [1989] 393-521. Esta Nota doctrinal se refiere obvia­
mente al compromiso político
de los fieles laicos. Los pastores
tienen
el derecho y el deber de proponer los principios morales
también en el orden social: "sin e1nbargo, la participación activa
en los partidos políticos está reservada a los laicos" [Christifideles
laici,
60]; cfr. también Congregaciones para el clero, Directorio
para el ministerio
y la vida de los presbíteros, 31 de enero de
1994, n. 33).
Mediante
el cumplimiento de los deberes civiles comunes,
"de acuerdo con su conciencia cristiana" (Gaudium et spes, 76),
en confonnidad con los valores que son congruentes con ella,
los fieles laicos desarrollan también sus tareas propias de ani­
mar cristianamente el orden temporal, respetando su naturaleza
y legítima autononúa (ib., 36), y cooperando con los demás ciu­
dadanos según la competencia específica y bajo la propia res­
ponsabilidad (cfr.
Apostolicam actuositatem, 7; Lumen gentium,
36; y Gaudium et spes, 31 y 43). Consecuencia de esta ense-
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NOTA DOCTRINAL DE LA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE
ñanza fundamental del concilio Vaticano II es que "los fieles lai­
cos
de ningún modo pueden abdicar de la participación en la
política, es decir, en la multiforme y variada acción económica
social legislativa, administrativa
y cultural destinada a promover
orgánica e institucionalmente el bien común" (Christilideles
laici,
42), que comprende la promoción y la defensa de bienes
tales como el
orden público y la paz, la libertad y la igualdad,
el respeto
de la vida humana y del ambiente, la justicia, la
solidaridad, etc.
La presente Nota no pretende volver a proponer toda la
enseñanza de la Iglesia en esta materia, que, por otra parte, se
halla resumida, en sus líneas esenciales, en el Catecismo de la
Iglesia católica,
sino solamente recordar algunos principios
propios de la conciencia ·cristiana, que inspiran el compromiso
social y político de los católicos en las socied;¡des democráti­
cas
(en los últimos dos siglos, muchas veces el Magisterio pon­
tificio se ha ocupado de las cuestiones principales acerca
del
orden social y político: cfr. León XIII, carta encíclica
Diuturnum illud: ASS 14 [1881/82], 4 y sigs.; carta encíclica
Immortale Dei, ASS 18 [1885/86}, 162 y sigs.; carta encíclica
Libertas praestantissimum: ASS 20 [1887 /881, 593 y sigs.; carta
encíclica
Rerum novarum: ASS 23 [1890/91], 643 y sigs.;
Benedicto
XV, carta encíclica Pacem Dei munus pulcherri­
mum: AAS 12 [1920], 209 y sigs.; Pío XI, carta encíclica
Quadragesimo anno: AAS 23 [19311, 190 y sigs.; carta encíclica
Mit Brennender Sorge: MS 29 [19371, 145-167; carta encíclica
Divini Redemptoris: AAS 29 [19371, 78 y sigs.; Pío XII, carta
encíclica
Summi Pantilicatus: MS 31 [1939], 423 y sigs.;
Radiomessaggi natalizi 1941-1944; Juan XXIII, carta encíclica
Mater et magistri: AAS 53 [19611, 401-464; carta encíclica Pacem
in terrts: AAS 55 [19631, 257-304; Pablo VI, carta encíclica
Populorum progressit: AAS 59 [19671, 257-299; carta apostólica
Octogesima adveniens: AAS 63 [19711, 401-441). Y ello porque,
en estos últimos tiempos, a menudo por la urgencia de los
acontecimientos, han aparecido orientaciones ambiguas
y posi­
ciones discutibles, que hacen oportuna la clarificación de
aspectos y dimensiones importantes de la cuestión.
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NOTA DOCTRINAL DE LA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA-DE LA FE
II. Algunos puntos críticos en el actual debate
cultural y político
2. La sociedad civil se encuentra hoy dentro de un comple­
jo proceso cultural
que marca el fin de una época y la incerti­
dumbre por la nueva que emerge en el horizonte. Las grandes
conquistas de las que somos espectadores nos impulsan a com­
probar el camino positivo que la humanidad ha realizado en el
progreso y la adquisición de condiciones de vida más humanas.
Una mayor responsabilidad
con respecto a países en vías de
desarrollo es ciertarhente una señal de gran relieve, que muestra
la reciente sensibilidad por el bien común. Junto a ello, no es
posible callar,
por otra parte, sobre los graves peligros hacia los
que algunas tendencias culturales tratan
de orientar las legisla­
ciones y, por consiguiente, los comportamientos de las futuras
generaciones.
Se puede verificar hoy un cierto relativismo cultural, que
resulta evidente en la concepción y en la defensa del pluralismo
ético,
que determina la decadencia y disolución de la razón y de
los principios de la ley moral natural. Desafortunadamente, como
consecuencia de esta tendencia,
no es extraño hallar en declara­
ciones públicas afirmaciones según las cuales ese pluralismo
ético es la condición que hace posible la democracia
(Centestmus
annus,
46: AAS83 [1991], 793-867; Veritatissplendor, 101: AAS85
[1993], 1133-1228; Discurso al Parlamento italiano en sesión
pública conjunta,
n. 5, en L 'Osservatore Romano, edición en len­
gua española,
22 de noviembre de 2002, pág. 6). Ocurre así que,
por una parte, los ciudadanos reivindican la más compleja auto­
nonúa para sus propias preferencias morales, mientras que, por
otra, los legisladores creen que respetan esa libertad formulando
leyes que prescinden de los principios
de la ética natural, limi­
tándose a
la condescendencia con ciertas orientaciones culturales
o morales transitorias (cfr.
Evangelium vitae, 22: AAS 87 [1995],
401-522), como si todas las posibles concepciones de la vida
tuvieran igual valor. Al mismo tiempo, invocando engañosamen­
te la tolerancia, se pide a una buena parte de los ciudadanos
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NOTA DOCTRINAL DE LA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE
-incluidos los católicos-que renuncien a contribuir a la vida
social y política
de sus propios países según la concepción de la
persona y del
bien común que consideran humanamente verda­
dera y justa, a través
de los medios lícitos que el orden jurídico
democrático
pone a disposición de todos los miembros de la
comunidad política. La historia del siglo xx es prueba suficiente
de que quienes tienen la razón son aquellos ciudadanos que con­
sideran falsa la tesis relativista, según la cual no existe nna norma
moral
arraigada en la naturaleza misma del ser humano, a ·cuyo
juicio se tiene que someter toda concepción del hombre, del bien
común y del Estado.
3. Esta concepción relativista del pluralismo no tiene nada
que ver con la legítima libertad de los ciudadanos católicos de
elegir entre las opiniones políticas compatibles con la fe y
la ley
moral natural, aquella que, según el propio criterio, se conforma
mejor a las exigencias del bien común. La libertad política no está
ni
puede estar basada en la idea relativista según la cual todas las
concepciones sobre el
bien del hombre son iguahnente verdade­
ras y tienen el mismo valor, sino sobre el hecho de que las acti­
vidades políticas apuntan, caso por caso, hacia la realización
extremadamente concreta del verdadero
bien humano y social en
un contexto histórico, geográfico, económico, tecnológico y cul­
tural bien detenninado. La pluralidad de las orientaciones y solu­
ciones,
que deben ser en todo caso moralmente aceptables, surge
precisamente de la concreción
de los hechos particulares y de la
diversidad de las circunstancias. No es tarea
de la Iglesia formu­
lar soluciones concretas -y menos todavía soluciones únicas­
para cuestiones temporales, que Dios ha dejado al juicio libre y
responsable de cada uno. Sin embargo, la Iglesia tiene el dere­
cho y el deber de pronunciar juicios morales sobre realidades
temporales cuando lo exija la fe o
la ley moral (cfr. Gaudium et
spes, 76). El cristianismo debe "reconocer la legítima pluralidad
de opiniones temporales discrepantes"
(ib., 75), pero también
está llamado a disentir
de una concepción del pluralismo en
clave de relativismo moral, nociva para la 1nisma vida democráti­
ca,
pues ésta necesita funda1nentos verdaderos y firmes, esto es,
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NOTA DOCTRINAL DE LA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE
de principios éticos que, por su naturaleza y papel de fünda­
mento de la vida social, no son "negociables".
En el plano de la militancia política concreta, es importante
hacer notar que
el carácter contingente de algunas opciones en
materia social, el hecho de que a menudo sean moralmente posi­
blen diversas estrategias para realizar o garantizar un mismo valor
sustancial de fondo, la posibilidad de interpretar de manera dife­
rente algunos principios básicos de la
teoria política, y la com­
plejidad técnica
de buena parte de los problemas políticos, expli­
can el hecho de que generalmente
pueda darse una pluralidad de
partidos
en los cuales puedan militar los católicos para ejercer
-particularmente por la representación parlamentaria-su dere­
cho-deber de participar
en la construcción de la vida civil de su
país
(cfr. Gaudium et spes, 43 y 75). Esta obvia constatación no
puede confündirse, sin embargo, con un indistinto pluralismo en
la elección de los principios morales y los valores sustanciales a
los cuales se hace referencia.
La legitima pluralidad de opciones
temporales
lllafltiene íntegra la matriz de la que proviene el com­
promiso de los católicos
en la política, que hace referencia direc­
ta a la doctrina 1noral y social cristiana. Con esta enseñanza los
laicos católicos están obligados a confrontarse siempre para tener
la certeza de que la propia participación en la vida política esté
caracterizada
por una coherente responsabilidad hacia las reali­
dades temporales.
La Iglesia es consciente de que la senda de· la democracia,
aunque sin duda expresa mejor la participación directa de los ciu­
dadanos
en las opciones políticas, sólo se hace posible en la
medida
en que se funda en una recta concepción de la persona
(cfr.
lb., 25). Se trata de un principio sobre el que el compromi­
so de los católicos
no puede admitir componendas, pues de lo
contrario se menoscabarla el testimonio de la fe aistiana en el
mundo y la unidad y coherencia interior de los mismos fieles. La
estructura democrática sobre la cual un Estado moderno preten­
de construirse serta sumamente frágil si no pusiera como funda­
mento propio la centralidad de la persona. El respeto de la per­
sona es,
por lo demás, lo que hace posible la participación demo­
crática. Como enseña el Concilio Vaticano
II, la tutela "de los
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NOTA DOCTRINAL DE LA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE
derechos de la persona es condición necesaria para que los ciu­
dadanos, como individuos o como miembros de asociaciones,
puedan participar activamente en la vida y en el gobierno de la
cosa pública"
(ib., 73).
4. A partir de
aquí de extiende la compleja red de proble­
máticas actuales, que no pueden compararse con las temáticas
tratadas en siglos pasados. En efecto, las conquistas científicas
han permitido alcanzar objetivos que sacuden
la conciencia e
imponen la necesidad de encontrar soluciones capaces de respe­
tar, de manera coherente y sólida, los principios éticos. Se asiste,
en cambio, a tentativas legislativas que, sin preocuparse de las
consecuencias
que se derivan para la existencia y el futuro de los
pueblos
en la formación de la cultura y los comportamientos
sociales, se
proponen destruir el principio de la intangibilidad de
la vida humana. Los católicos, en esta grave circunstancia, tienen
el derecho y el deber de intervenir para recordar el sentido más
profundo de
la vida y la responsabilidad que todos tienen ante
ella.
Juan Pablo II, siguiendo la enseñanza constante de la Iglesia,
ha reiterado muchas veces que quienes se comprometen directa­
mente en la acción legislativa tienen la "precisa obligación de
oponerse" a toda ley que atente contra la vida humana. Para
ellos, como para todo católico, vále la imposibilidad de participar
en campañas de opinión a favor de semejantes leyes, y a ningu­
no de ellos le está permitido apoyarlas con su voto (cfr. Evange­
lium vitae,
73). Esto no impide, como enseña Juan Pablo II en la
carta encíclica
Evangeliwn vitae a propósito del caso en que no
fuera posible evitar o abrogar completamente una ley abortista en
vigor o que está por ser sometida a votación, que "un parlamen­
tario, cuya absoluta oposición personal
al aborto sea clara y noto­
ria a todos,
pueda l!citamente ofrecer su apoyo a propuestas
encaminadas a
limitar los daños de esa ley y disminuir así los
efectos negativos
en el ámbito de la cultura y de la moralidad
pública"
(ib.).
En este contexto, hay que añadir que la conciencia cristiana
bien formada no permite a nadie favorecer con su voto _.la reali­
zación de un programa político o la aprobación de una ley par-
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NOTA DOCTRINAL DE LA CONGREGAC!ÚN PARA LA DOCTRINA DE LA FE
ticular que contengan propuestas alternativas o contrarias a los
contenidos fundamentales
de la fe y la moral. Ya que la fe cons­
tituye
una unidad inseparable, no es lógico el aislamiento de uno
sólo de sus contenidos en detrimento de la totalidad de la doc­
trina católica.
El compromiso político a favor de un aspecto ais­
lado
de la doctrina social de la Iglesia no basta para satisfacer la
responsabilidad
de la ·búsqueda del bien común en su totalidad.
Ni tampoco el católico puede delegar en otros el compromiso
que proviene del evangelio
de Jesucristo, para que la verdad
sobre el hombre y el
mundo sea anunciada y realizada.
Cuando
la acción política tiene que ver con principios mora­
les que no admiten derogaciones, excepciones o co1nponenda
alguna, el compromiso de los católicos se hace más evidente y
cargado de responsabilidad. En efecto, ante estas
exigencias éti­
cas Íl.mdamentales e irrenunciables, los creyentes deben saber
que está en juego la esencia del orden moral, que concierne al
bien integral de la persona. Es el caso de las leyes civiles en
materia de aborto y eutanasia (que no se debe confundir con la
renuncia
al ensañamiento terapéutico, que es moralmente legíti­
ma),
que deben tutelar el derecho primario a la vida desde su
concepción hasta su ténnino natural. Del mismo modo, hay que
insistir en el deber de respetar y proteger los derechos del
embrión humano. Análogamente, se debe salvaguardar la tutela
y las promoción
de la familia, fundada en el matrimonio mono­
gámico entre personas
de sexo opuesto y protegida en su unidad
y estabilidad, frente a las leyes modernas sobre el divorcio. A la
familia
de ningún modo se pueden equiparar juridicamente otras
formas de convivencia, ni éstas pueden recibir, en cuanto tales,
reconocimiento legal. Igualmente, la libertad de los padres en la
educación de sus hijos es un derecho inalienable, reconocido
además
en las Declaraciones internacionales de derechos huma­
nos. Del mismo modo, se
debe pensar en la tutela social de los
menores
y en la liberación de las víctimas de las modernas for­
mas de esclavitud (piénsese, por ejemplo, en la droga y la explo­
tación de la prostitución). No
puede quedar fuera de este elenco
el derecho a la
libertad religiosa y el desarrollo de una economía
que esté al servicio de la persona y del bien común, en el res-
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NOTA DOCTRINAL DE LA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE
peto de la justicia social, del principio de solidaridad humana y
de subsidiariedad, según
el cual se deben reconocer, respetar y
promover "los derechos de las personas,
de las familias y de las
asociaciones,
asi como su ejercicio" (Gaudium et spes, 75). Final­
mente, ¡cómo
no contemplar entre los citados ejemplos el gran
tema
de la pazl. Una visión irenista e ideológica tiende a veces a
secularizar el valor de la paz mientras, en otros casos, se cede a
un juicio ético sumario, olvidando la complejidad de las razones
en cuestión. La paz es siempre "obra de la justicia y efecto de la
caridad"
(Catecismo de la Iglesia católica, n. 2304); exige el
rechazo radical y absoluto
de la violencia y el terrorismo, y
requiere
un compromiso constante y vigilante por parte de los
que tienen la responsabilidad politica.
m. Principios de la doctrina católica acerca de la laicidad
y el pluralismo
5. Ante estas problemáticas, si bien es licito pensar en la uti­
lización
de una pluralidad de metodologías que reflejen sensibi­
lidades y culturas diferentes, ningún fiel
puede apelar al princi­
pio del pluralismo y autononúa de los laicos en política para
favorecer soluciones que comprometan o menoscaben la salva­
guardia de las exigencias éticas fundamentales para el bien
común de la sociedad. No se trata en sí de "valores confesiona­
les", pues tales exigencias éticas están arraigadas .en el ser huma­
no y pertenecen a la ley moral natural. Estas no exigen de suyo
en quien las defiende una profesión de fe cristiana, aunque la
doctrina
de la Iglesia las confirma y tutela siempre y en todas par­
tes como servicio desinteresado a la verdad sobre el hombre y el
bien común de la sociedad civil. Por lo demás, no se puede negar
que la politica
debe hacer también referencia a principios dota­
dos de valor absoluto, precisamente
porque están al servicio de
la dignidad de la pernona y del verdadero progreso humano.
6.
La frecuente referencia a la "laicidad", que debería guiar
el compromiso
de los católicos, requiere una clarificación no
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NOTA DOCTRINAL DE LA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE
solamente terminológica. La promoción en conciencia del bien
común de la sociedad politica no tiene nada que ver con la "con­
fesionalidad" o la intolerancia religiosa. Para la doctrina moral
católica, la laicidad, entendida como autonomía
de la esfera civil
y politica
de la esfera religiosa y eclesiástica -nunca de la esfe­
ra
mor~. es un valor adquirido y renacido por la Iglesia, y per­
tenece al patrimonio
de civilización alcanzado (cfr. Gaudium et
spes, 76). Juan Pablo II ha puesto varias veces en guardia contra
los peligros derivados de cualquier tipo
de confusión entre la
esfera religiosa y la esfera política: "Son particularmente delica­
das las situaciones
en las que una norma específicamente reli­
giosa se convierte o tiende a convertirse en ley del Estado, sin
que se tenga en debida cuenta la distinción entre las competen­
cias de la religión y las
de la sociedad política. Identificar la ley
religiosa con la civil puede,
de hecho, sofocar la libertad religio­
sa-e incluso limitar o negar otros derechos humanos inalienables"
(Mensajes para la celebración de la Jornada mundial de la paz
de 1991: "Si quieres la paz, respeta la conciencia de cada hom­
bre", IV: AAS 83 11991], 410-421). Todos los fieles son muy cons­
cientes
de que los actos específicamente religioso (profesión de
fe, cumplimiento de actos de culto y sacramentos, doctrinas teo­
lógicas, comunicación recíproca entre las autoridades religiosas y
los fieles, etc.)
quedan fuera de la competencia del Estado, el cual
no debe entrometerse ni puede de ningún modo exigirlos o
impedirlos, salvo
por razones de orden público. El reconoci­
miento
de los derechos civiles y políticos, y la administración de
servicios públicos no pueden verse condicionados por convic­
ciones o prestaciones
de naturaleza religiosa por parte de los ciu­
dadanos. Una cuestión completamente diferente es el derecho-deber
que tienen los ciudadanos católicos, como todos los demás,
de
buscar sinceramente la verdad y promover y defender, con
medios lícitos, las verdades morales sobre la vida social, la justi­
cia, la libertad, el respeto a la vida y todos los demás derechos
de la persona. El hecho de que algunas de estas verdades tam­
bién sean enseñadas por la Iglesia no disminuye la legitimidad
civil y la "laicidad" del compromiso
de quienes se identifican con
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NOTA DOCTRINAL DE LA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE
ellas, independientemente del papel que la búsqueda racional y
la confirmación procedente de la
fe hayan desarrollado en la
adquisición
de tales convicciones. En efecto, la "laicidad" indica
en primer lugar la actitud de quien respeta las verdades que ema­
nan del conocimiento natural sobre el hombre que vive en socie­
dad, aunque esas verdades sean enseñadas al mismo tiempo por
una religión específica, pues la verdad es una. Seria un error con­
fundir la justa
autonomía que los católicos deben asumir en polí­
tica
con la reivindicación de un principio que prescinda de la
enseñanza moral y social
de la Iglesia.
Con
su intervención en este ámbito, el Magisterio de la Igle­
sia
no quiere ejercer un poder político ni eliminar la libertad de
opinión de los católicos sobre cuestiones contingentes. Lo que
busca, en cwnplimiento de su deber, es instruir e ilurnibar la
conciencia de los fieles, sobre todo de los que están comprome­
tidos
en la vida política para que su acción esté siempre al servi­
cio
de la promoción integral de la persona y del bien común. La
enseñanza social de la Iglesia no es una intromisión en el gobier­
no de los diferentes pafses. Ciertamente, plantea en la conciencia
única y unitaria
de los fieles laicos un deber moral de coheren­
cia. "En
su existencia no puede haber dos vidas paralelas: por
una parte, la denominada vida espiritual, con sus valores y exi­
gencias¡
y, por otra, la denominada vida secular, esto es, la vida
de familia, del trabajo, de las relaciones sociales, del compromi­
so político y de la cultura. El sarmiento arraigado en la vid que
es Cristo, da fruto en cada sector de la acción y de la existencia.
En efecto, todos los campos de la vida laica! entran en el desig­
nio
de Dios, que los quiere como el Jugar histórico de la mani­
festación y realización de la caridad de Jesucristo para gloria del
Padre y servicio a los hermanos. Toda actividad, situación, esfuer­
zo concreto -como por ejemplo la competencia profesional y la
solidaridad
en el trabajo, el amor y la entrega a la familia y a la
educación
de los hijos, el servicio social y político, la propuesta
de la verdad en el ámbito de la cultura-constituye una ocasión
providencial
para un continuo ~ercicio de la fe, de la esperanza
y de la caridad' (Christii1deles laici, 59. La cita interna proviene
del número 4 del decreto
Apostolicam actuositatem del Concilio
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NOTA DOCTRINAL DE LA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE
Vaticano II). Vivir y actuar politicamente en conformidad con la
propia conciencia no es acomodarse en posiciones extrañas al
compromiso político o en una forma de confesionalidad, sino
expresión
de la aportación coherente de los cristianos para que,
a través de la política, se instaure un ordenamiento social más
justo y coherente con la dignidad de la persona humana.
En las sociedades democráticas todas las propuestas son dis­
cutidas y examinadas libremente. Aquellos que,
en nombre del
respeto
de la conciencia individual, pretendieran ver en el deber
moral de los cristianos de ser coherentes con su conciencia un
motivo para descalificarlos politicamente, negándoles la legitimi­
dad de actuar en política de acuerdo con sus convicciones acer­
ca del bien común, incurririan en una forma de laicismo intole­
rante. En efecto, desde esta perspectiva, se quiere negar no sólo
la relevancia politica y cultural de la fe cristiana, sino incluso la
misma posibilidad
de una ética natural. Si asi fuera, se abrirla el
camino a una anarquía moral, que no podría identificarse nunca
con fonua alguna de legítimo pluralismo. El abuso del más fuer­
te sobre el débil sería
la consecuencia obvia de esa actitud. La
marginación del cristianismo, por otra parte, no favorecería cier­
tamente el futuro de proyecto alguno de sociedad ni la concor­
dia entre los pueblos, sino
que más bien pondría en peligro los
mismos fundamentos espirituales y culturales de la civilización
(cfr. Discursa al Cuerpo diplomática acreditada ante la Santa
Sede: L'Osservatare Romana,
edición en lengua española, 17 de
enero de 2002, pág. 3).
IV. Consideraciones sobre aspectos particulares
7. En circustancias recientes ha ocurrido que, incluso en el
seno de algunas asociaciones u organizaciones de inspiración
católica, han surgido orientaciones de apoyo a fuerzas y movi­
mientos politicos
que han expresado posiciones contrarias a la
enseñanza moral y social
de la Iglesia en cuestiones éticas fun­
damentales. Tales opciones y posiciones, siendo contradictorias
con los principios básicos
de la conciencia cristiana, son incom-
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NOTA DOCTRINAL DE LA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA PE
patibles con la pertenencia a asociaciones u organizaciones que
se definen católicas. Análogamente, conviene notar que,
en cier­
tos países, algunas revistas y periódicos católicos, con ocasión de
toma de decisiones políticas, han orientado a lÓs lectores de
manera ambigua e incoherente, induciendo a error acerca del
sentido
de la autonomía de los católicos en política y sin tener en
consideración los principios a los que se ha hecho referencia.
La fe en Jesucristo, que se definió a sí mismo "ca1nino, ver­
dad y vida" (}n 14, 6), exige a los cristianos el esfuerzo de entre­
garse con mayor diligencia a la construcción
de una cultura que,
inspirada
en el Evangelio, reproponga el patrimonio de valores y
contenido de
la Tradición católica. La necesidad de presentar en
términos culturales modernos el fruto de la herencia espiritual,
intelectual y moral del catolicismo, se presenta
hoy con urgencia
impostergable, entre otras cosas, para evitar el riesgo de una diás­
pora cultural de los católicos. Por otra parte, el nivel cultural
alcanzado y la madura experiencia de co1npromiso político que
los católicos han sabido desarrollar en distintos paises, especial­
mente
en los decenios posteriores a la segunda guerra mundial,
no deben provocar complejo alguno de inferioridad frente a otras
propuestas que la historia reciente ha demostrado débiles o radi­
calmente fallidas.
Es insuficiente y reductivo pensar que el com­
promiso social
de los católicos se debe limitar a una simple trans­
formación de las estructuras, pues,
si en la base no hay una cul­
tura capaz de acoger, justificar y proyectar las instancias
que deri­
van
de la fe y de la moral, las transformaciones se apoyarán siem­
pre en fundamentos frágiles.
La fe nunca ha pretendido encerrar los contenidos socio-polí­
ticos
en un esquema rígido, consciente de que la dimensión his­
tórica
en la que el hombre vive impone verificar la presencia de
situaciones imperfectas y a menudo rápidamente mudables. Bajo
este aspecto se
deben rechazar las posiciones políticas y los com­
portamientos
que se inspiran en una visión utópica, la cual, cam­
biando la tradición
de la fe biblica en una especie de profetismo
siin Dios, instrumentaliza el mensaje religioso, dirigiendo la
conciencia hacia una esperanza solamente terrena, que anula o
redimensión al tensión cristiana hacia la vida eterna.
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NOTA DOCTRINAL DE LA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE
Al mismo tiempo, la Iglesia enseña que la auténtica libertad
no existe sin la verdad, "Verdad y libertad, o bien van juntas o
juntas perecen miserablemente",
ha escrito Juan Pablo II (Pides et
ratio,
90: AAS9l [1999], 5-88). En una sociedad donde no se tiene
en consideración la verdad ni se la trata de alcanzar, se debilita
también toda forma de ejercicio auténtico de la libertad, abrien­
do el camino
al libertinaje y al individualismo, perjudiciales para
la tutela del bien de la persona y de la sociedad entera.
8. A este respecto, conviene recordar una verdad que hoy
la opinión pública corriente no siempre percibe o formula con
exactitud: el derecho a la libertad
de conciencia, y en especial a
la libertad religiosa, proclamada
por la declaración Dignitatis
humanae del Concilio Vaticano II, se basa en la dignidad onto­
lógica de la persona humana, y de ningún 1nodo en una in­
existente igualdad entre las religiones y los sistemas culturales
(cfr. Dignitatls humanae, 1: "En primer lugar, profesa el sagrado
Concilio
que Dios manifestó al género humano el camino por el
que, sirviéndole,
pueden los hombres salvarse y ser felices en
Cristo. Creemos que esta única y verdadera religión subsiste en
la Iglesia católica". Eso no quita que la Iglesia considere con sin­
cero respeto las diversas tradiciones religiosas; más aún, recono­
ce "todo lo bueno y verdadero" presente en ellas. Cfr. Lumen
gentlum, 16: Ad gentes, 11: Nostra aetate. 2: Redemptoris missio,
55: AAS 83 [1991], 249-340; Dominus Iesus, 2, 8 y 21: AAS 92
[2000], 742-765). En esta linea, el Papa Pablo VI afirmó que "el
Concilio de ningún
modo funda este derecho a la libertad reli­
giosa en que todas las rel_igiones, todas las doctrinas, aunque
erróneas, tengan
un valor más o menos igual; lo funda, en cam­
bio, en la dignidad de la persona humana, la cual exige que no
sea sometida a presiones externas, que tienden a violentar la
conciencia en la búsqueda de la verdadera religión y en la adhe­
sión a ella"
(Discurso al sacro Colegio y a la Prelatura romana,
20 de diciembre de 1976: L 'Osserratore Romano, edición en len­
gua española,
26 de diciembre de 1976, pág. 7). Por tanto, la afir­
mación de la libertad
de conciencia y de la libertad religiosa no
contradice en nada la condena del indiferentismo y del relativis-
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NOTA DOCTRINAL DE LA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE
mo religioso por parte de la doctrina católica (cfr. Pío IX, carta
encíclica Quanta cura: ASS 3
[1867], 162; León XIII, carta encícli­
ca Immortale Dei: ASS 18 [1885], 170-171; Pío XI, carta encíclica
Quas primas:
MS 17 [1975], 604-605; Catecismo de la Iglesia cató­
lica, n. 2108; Congregación para la doctrina de la fe, declaración
Dominus Iesus, n. 2), sino que es plenamente coherente con ella.
V. Conclusión
9, Las orientaciones contenidas en la presente Nota quieren
iluminar
uno de los aspectos más importantes de la unidad de
vida
que caracteriza al cristiano: la coherencia entre fe y vida,
entre Evangelio
y cultura, recordada por el Concilio Vaticano II.
Éste exhorta a los fieles a "cumplir con fidelidad sus deberes tem­
porales, guiados siempre
por el espíritu evangélico. Se equivocan
los cristianos que, aduciendo
que no tenemos aquí ciudad per­
manente, pues busca1nos la futura, consideran que pueden des­
cuidar las tareas temporales, sin darse cuenta
de que su fe es un
motivo que les obliga al más perfecto cumplimiento de todas
ellas, según la vocación personal
de cada uno". Alégrense los fie­
les cristianos "de
poder ejercer todas sus actividades temporales
haciendo una síntesis vital del esfuerzo humano, familiar, profe­
sional, científico
o técnico, con los valores religiosos, bajo cuya
altísima jerarquía todos coopera a la gloria de Dios" ( Gaudium et
spes, 43; cfr. también Christifldeles laici, 59).
El Sumo Pontmce Juan Pablo IL en la audiencia del 21 de noviembre de 2002,
aprobó la presente
Nota, deddida en la sesión ordi.naria de esta Congregadón,
y ordenó que sea publicada.
Dado en Roma, en la sede de la Congregación para la doctrina de la fe, el 24 de
noviembre de 2002, solemnidad de nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo.
Cardenal JOSEPH RATZINGER. Prefecto
TARSICIO BERTONE, s.d.b., Arzobispo emérito de Vercellí. Secretario
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