Índice de contenidos

Número 415-416

Serie XLII

Volver
  • Índice

Cataluña, tierra de santos

CATALUÑA, TIERRA DE SANTOS
POR
FRANCISCO JOSÉ l'ERNÁNDEZ DE LA ÜGOÑA
Si España ha sido tierra de santos, esplendorosa, asombrosa
cuna
de santos, no pocos de ellos los santos más extraordinarios
de la Iglesia universal, Cataluña, una de las regiones más singu­
lares
de esta España plural y diversa, por su lengua, por su his­
toria, por el carácter y las costumbres de sus gentes, por la belle­
za
de sus paisajes, la riqueza de sus monumentos, la singularidad
de su arte ... , ha contribuido a esa legión de santos de un modo
también verdaderamente singular. Hasta el extremo de que po­
driamos decir que fue la parte de España que más santos ha dado
a España, que más santos ha dado al cielo.
De ese tesoro inmarcesible de la santidad en Cataluña es de
lo que vengo hoy a hablaros. Con admiración, con santo orgullo
ante este inmenso vivero
de los sá.ntos de mi España y con un
dolor inmenso al ver cómo la tierra más católica de mis tierras,
cómo la cuna de más santos de mi patria, se ha convertido hoy,
por no se sabe qué satánico designio, o a lo mejor sí se sabe y
después de mis palabras podemos llegar a alguna conclusión, en
el lugar más secularizado de España, donde menos se cree en
Dios, donde más se vive en su ignorancia, en su desprecio y
hasta en su insulto.
El que fuera obispo de Vich, Torras y Bages, dijo en una oca­
sión que Cataluña sería cristiana o no sería. Yo no sé si ha deja­
do de ser Cataluña. Lo que sí puede afirmarse es que está a punto
de dejar de ser cristiana. Y no sólo en las grandes urbes, esa
inmensa Barcelona y sus poblaciones satélites,
que han recogido
Verbo, núm. 415-416 (2003), 381-406. 381
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA C/GOÑA
aluviones de emigrantes que dejaron en sus pueblos de origen,
catalanes o del resto de España, sus creencias ancestrales.
También la Cataluña rural, la que había sido, sobre todo, la tierra
fértil
en la que germinaron tantas hermosísimas flores del cielo,
es hoy un yermo católico, un desierto agostado, un territorio en
el que apenas las maravillas de un Pantocrátor románico o un
claustro gótico recuerdan a un turista, generalmente tan descreí­
do como quienes viven a la sombra de tales cumbres del arte,
que aquello fue un día, no muy lejano, patrimonio de Dios.
Os voy a hablar de santos. De santos
de Cataluña. Casi todos
ellos nacidos aqui. Casi todos ellos reconocidos por la Iglesia y
ya, beatificados o canonizados, en los altares. Pero también os
hablaré de algunos que todavía no han sido reconocidos como
tales oficialmente. Seguramente lo serán, antes o después. O tal
vez no. Para mí fueron santos. Son santos. No comprometo para
nada el juicio de mi Santa Madre Iglesia. Es una opinión particu­
lar
y, como tal, la proclamo. Y asi debéis entenderlo cuando los
incluya en este elenco de santos. Algunos no nacieron en esta tie­
rra, hasta ayer bendita, pero aqui se santificaron. Y de qué modo.
Yo me encomiendo a ellos como a los que están ya, por decla­
ración oficial y solemne
de la Iglesia, en los altares. Que ellos,
santos y "santos", catalanes de nacimiento en su inmensa mayo­
ría o de adopción, testigos de Cristo en esta hermosa tierra desde
los mismos días de Cristo, conviertan la oscuridad presente
en la
luz clara que siempre
habla sido Cataluña, el descreimiento de
Dios
en la fe de sus mayores, las blasfemias habituales del día en
un nuevo Virolai maravilloso, como el de mosén Cinto, para glo­
ria de Jesucristo y
de su Santísima Madre, la Mare de Déu de
Montserrat, de la Mercé,
de Nuria, de la Cinta, de Tura, del
Miracle
...
Nada la Iglesia de Jesucristo y nada Cataluña para Cristo.
Pablo, el Apóstol de los gentiles, llegó a estas tierras a bautizar­
las.
Y, ¡vaya si las bautizó! Los santos catalanes de las persecu­
ciones romanas.
Los hermosos santos de aquellos días de circo y
de sangre. No había entonces notarios con sus protocolos.
Apenas escritura.
El amor a Dios, y la muerte por ese amor, se
transmitía de boca a oido, al calor de la lumbre. De padres a
382
Fundaci\363n Speiro

CATALUÑA, TIERRA DE SANTOS
hijos. De madres a hijos. Con amor. Con piedad. Con unción.
¡Qué de extraño tiene que, tras tanto relato, en el que la voz
entrecortada por la emoción del relatante se encontrara con los
ojos abiertos como soles,
en la admiración y el culto, de quienes
lo escucharan, se equivocara un ·nombre o se adornara una muer­
te, ya de por sí bastante hermosa! Alguien interpeló a alguien que
subía con unción emocionada, de rodillas, los peldaños de la
Scala Santa
de Roma: ¿Pero, puedes creer que esos peldaños son
los que subió Cristo para llegar al pretorio de Pilatos en
Jerusalén? Yo lo que creo, le respondió, es que millones y millo­
nes de hennanos rrúos en la fe, subieron esta escalera recordan­
do la pasión de Nuestro Señor. Y por eso la subo de rodillas.
Recordando
la pasión de Cristo. Lo de menos es que sus divinos
pies pisaran estas escaleras. Si, además, los hubieran pisado,
mejor que
mejor, pero eso tiene apenas importancia. Yo recuer­
do; como todos los que
han pasado por aquí, su sacrificio y su
redención y bien poco es que lo haga subiéndola de rodillas.
Pues algo así. ¿Que el mártir
no se llamó de ese modo, que
se le confunde
con otro de Alejandría o Tracia, que no ha llega­
do constancia documental hasta nosotros, o que esa constancia
es tardía e interesada para dignificar un lugar o un culto? Tal vez.
Tampoco podemos asegurarlo. Pero nuestros mayores, nuestros
primeros padres en la fe, fueron testigos, usque effusionem san­
guinis, hasta la muerte en el martirio, de Cristo Nuestro Señor. Y
ese testimonio, y sus reliquias, eran venerados por la comunidad
cristiana. Como el de personas que por amor a su Redentor entre­
garon todo, hasta la vida. ¡Qué importa que el paso de los siglos
haya confundido
un nombre, una fecha o un lugar! ¿Es que Dios
no habrá escrito en las páginas del cielo fecha, lugar y nombre?
¿Es que honramos menos a una Llvia, si se llamara así, porque la
llamemos Tecla, o porque digamos que fue sacrificada en Milán
si
lo hubiera sido en Agrigento o en Mérida? El racionalismo, el
querer sujetar
todo a nuestras pobres estructuras mentales, es la
negación
de la religión del misterio. Y nuestra religión es la del
misterio.
La del hermoso e incomprensible misterio en el que la
Segunda Persona
de la Santísirua Trinidad se encarnó de Santa
María, Virgen, y, muerto, en redención por nuestros pecados,
383
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA C/GOÑA
resucitó. Y está en los Cielos. A la derecha de Dios Padre. Este es
el misterio
de nuestra fe. Pues para que nos vengan a pedir la
partida
de nacimiento de santa Eulalia.
Los mártires de las persecuciones romanas. Los santos márti­
res de las persecuciones romanas. Acabábamos de ser bautizados
y ya estábamos muriendo por Cristo. En toda España, en esa
España que entonces aun
no existía y era apenas una, o varias,
provincias de Roma. Y en esa hermosa gesta ya estaba Cataluña.
Y
en puesto de honor.
El Peristephanon, de Prudencio, ya en el siglo v, nos habla
de Fructuoso, Augurio y Eulogio
de Tarragona, obispo el prime­
ro y diáconos los segundos, ejecutados
en la persecución de
Valeriano y Galieno a mediados del siglo
m. Félix, de Gerona,
también era recordado
por Prudencio. San Narciso, santo de tanta
raigambre
en la ciudad altocatalana es más discutido. Yo prefie­
ro encomendarme a él, como hicieron tantos gerundenses a lo
largo de los siglos. Cucufate, o Cugat, que parece nació lejos pero
que vertió su sangre en la hoy capital del Principado. La encan­
tadora figura
de Eulalia de Barcelona, que algunos han querido
identificar
con la de Mérida y otros pura y simplemente negar,
nos parece que,
con todas las inseguridades propias de tan leja­
na época,
debe ser reivindicada y conmemorada en Cataluña. Y
la virgen Tecla, aunque
no hubiera nacido ni muerto en Cataluña,
venerada durante siglos
por los hijos de Tarragona. Los gerun­
denses, hoy también tan discutidos, Germán, Justurio, Paulino y
Cicio.
Los obispos de Barcelona, Paciano y Severo, el segundo de
ellos más dudoso. Las mataronesas Juliana y Semproniana marti­
rizadas
en San Cugat a comienzos del siglo w como han sosteni­
do siempre los hijos de Matará. San Anastasio a quien Lérida se
encomendó en sus necesidades. San Magín, a quien Cataluña
tuvo tanta devoción. El popular Medir, al que algunos quieren
identificar con el calagurritano Emeterio, otros vinculan a Severo
de Barcelona y otros niegan sin más. La calafeña Calamanda,
posiblemente confundida
con santa Alamanda merece más dudas
en cuanto al nombre que respecto a la autenticidad de las reli­
quias que todo hace suponer son las de una mártir de Jesucristo.
Aquí veis una prueba clara de lo que os decía. ¿Qué más da que
384
Fundaci\363n Speiro

CATALUÑA, TIERRA DE SANTOS
los hijos de Calaf no hayan acertado con el nombre de la mujer
santa y mártir que veneran?
¿Es que lo importante es el nombre?
¿O lo es el ejemplo de una mujer que sufrió martirio por su fide­
lidad a Jesucristo? ¿Qué honramos?
¿Un nombre o una persona y
unos hechos? Y Eudaldo, Sixto, Ponce, Víctor, los innumerables
mártires
de Gerona ... Y el recuerdo de tantos otros, mártires igno­
rados para nuestra escasa ciencia pero que figuran
en letras de
oro en el libro de los Cielos, deben ser rememorados aquí, en tes­
timonio de nuestra cristiana piedad hacia ellos, y
de nuestra orgu­
llosa y proclamada herencia
de su testimonio.
Caído el Imperio, llegó a España
la era de los Obispos san­
tos. Suerte afortunada la de los pueblos
en los que son santos sus
obispos. Y la España visigoda fue santa
en sus obispos. Sí, cier­
tamente, las hermosas figuras
de Hermenegildo y Leocadia no
eran episcopales, Pero a su lado, lldefonso, Eugenio, Julián,
Isidoro, Quirico, Leandro, Floresindo ... Y, con ellos, Paciano de
Barcelona, muerto al frente de su diócesis en los últimos días
romanos. Félix, de Urge!, que, ya recién caído el imperio visigó­
tico, fue con Beato
de Liébana, el campeón de la doctrina cató­
lica frente al adopcionismo
de Elipando que pretendía para
Jesucristo esa disminuida filiación respecto del Padre. Juan
Biclarense,
de origen portugués, pero que consolidó sus años de
servicio de la iglesia al frente de la de Gerona. El barcelonés
Idalio o !dacio,
el urgelés, Justo, hermano de otros tres obispos,
Justiniano de Valencia, Nebridio,
de Egara, nuestra actual Tarrasa,
y Elpidio de Huesca
...
La noche oscura de la invasión musulmana pareció acabar
con España y con la fe. Eso podrian imaginar quienes no cono­
cieran lo
que era España, quienes no supieran de la fuerza
inmensa de la
fe. Y cuando todo se hab"ia arrasado, en cien ris­
cos distintos de Asturias, Navarra, Aragón y Cataluña, aquellos
españoles
que se negaban a someterse a la fe de Mahoma, tonia­
ron sus espadas, invocaron a su Dios y comenzaron la
Reconquista.
Gesta hermosa
que duró ocho siglos en los que España se
fue haciendo, golpe a golpe, sangre a sangre ... Gesta santa en la
que se combatía por Dios y se invocaba a Santa Maria y al Señor
385
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA
Santiago. En la que con una mano se sostenía el arma con la que
se -contetúa y derrotaba a la morisma mientras que con la otra se
construía la humilde iglesia del pueblo o la gran catedtal de la
urbe, se tailaba la fachada
de Ripoll o la Virgen de Montserrat, o
se pintaba a Cristo y a
su Santísima Madte en los muros asom­
brados
de Tahull. Son pocos los santos de aquella época quizá
porque eran muchos los santos que entonces vivían en las tierras
de reconquista para Dios. Luchando por él como cruzados de su
causa o viviendo como Dios mandaba en la Cataluña que rena­
cía. Pocos al principio porque enseguida la lista comenzó a
agrandarse. Próspero, prelado
de Tarragona en el siglo IX.
Galderico, también discutido, tan parecido a San Isidto labrador.
La figura impar del abad Oliba, unida para siempre a la funda­
ción
de Cataluña. Los abades de tantos monasterios sin los cua­
les Cataluña
no sería lo que es: Ripoll, Cubra, Poblet, Montserrat,
Santes Creus, San Cugat...
Es imposible nombrar a todos. Que los
nombres
de Protasio de Cuixá o de Sancho de Fontfreda de
Poblet nos sirvan para evocar la impresionante historia del mona­
cato
en Cataluña.
Y ya
en el siglo xn, Olegario, obispo de Barcelona, impor­
tantisima figura sobre la
que ya no se cierne la menor duda his­
tórica.
· San Ramón de Roda, obispo de Roda de lsábena nacido
en la Anoia. El santo obispo de Urge! Odón, patrón de aquella
diócesis.
La simpatiquísima historia de Bernardo de Alcira que,
aunque natural
de Valencia y martirizado en aquellas tierras, fue
monje
en Poblet. Hijo del reyezuelo musulmán de Carie! llegó a
Cataluña para
tratar del rescate de unos moros cautivos. Y quedó
tan prendado de la vida de los monjes de Poblet que, converti­
do, vistió el hábito cisterciense y destacó
por sus virtudes e inclu­
so milagros. No dejaba de pensar en sus hermanas y partió hacia
Valencia para convertirlas. Lo consiguió pero, descubierto, fue
martirizado junto a sus dos hermanas. La critica histórica ha pues­
to reparos a tan hermoso
relato. Yo prefiero la belleza a la duda.
También
de este siglo XII fue San Juan de Organya y el beato Miró
de Tagamanent.
En el siglo
XIII encontramos figuras realmente egregias del
santoral. San Raimundo
de Peñafort, una de las glorias de la
386
Fundaci\363n Speiro

CATALUÑA, TIERRA DE SANTOS
Orden dominicana que tantas ofrendó a la Iglesia. Hijo de Santa
Margarita,
en el Alt Penedes, padre de los pobres, consejero de
Papas y príncipes y, sobre todo, santo, es una figura capital en la
Cataluña
que nacía. Y el barcelonés San Pedro Nolasco, fundador
de la Orden de la Merced para la redención de cautivos, una de
las más hermosas empresas que inspiró la caridad de la Iglesia.
San Ramón Nonato, segarrense, en el que todo es extraordinario,
hasta su mismo nacimiento. Santa Maria de Cervelló, hija de
Barcelona, fundadora de la rama femenina de la Orden merce­
daria. Bernardo Calbó, nacido
en Reus, monje y abad de Sanees
Creus y obispo
de Vich. Pedro Ermengol, nacido en la Conca de
Barberá, mercedario, que quedó de rehén en uno de esos
muchos casos admirables
en los que estos frailes libraban, con la
prisión
de sus personas, a un pobre cautivo. Y al no poder pagar
la Orden su rescate fue martirizado, aunque no murió en los tor­
mentos, pudiendo regresar después a Cataluña donde murió con
fama de santo, reconocida trescientos cincuenta años después
por Inocencio XI que lo canonizó en 1687. Y los beatos Pedro de
la Cadireta y Ponce de Planés, dominicos, naturales al parecer
de Moia, en el Bages, ambos martillo de la herejia citara en las
tierras urgelenses, herejes
que consiguieron matarles en la pri­
mera ocasión que se les presentó.
Del siglo XIV es la hermosísima figura de Isabel de Aragón,
nacida
en Barcelona, hija de Pedro el Grande y nieta de Jaime el
Conquistador. Casada con
Don Dionís de Portugal y reina de
aquel país hermano donde es conocida como la Rainha Santa.
Santa Isabel como esposa, como madre, como viuda y como
reina atesoró todas las virtudes imaginables en cualquiera de esos
estados y hasta
un grado realmente excelso. No podemos dete­
nernos
en referir la vida extraordinaria de esta Infanta de Aragón
solamente dejaremos constancia
de aquel precioso milagro que
cuentan las historias o las leyendas medievales. Porque su histo­
ria fue toda una bella leyenda
de amor a Dios y de amor a los
suyos. A
su esposo, a sus hijos, a su pueblo. Prodigaba la reina
las caridades con presos y necesitados con disgusto
de su difícil
marido. Porque el amor era lo que naturalmente brotaba de su
corazón. Amor, incluso, hasta a los hijos ilegítimos del rey
de
387
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA C!GOÑA
Portugal. Prohibióle el rey tantas generosidades y no sabía la
reina vivir sin prodigarlas. Salía de atardecida Isabel recogiendo
en su falda pan para los necesitados y, cuando se encaminaba
hacia ellos, le salió al encuentro el marido
que le reprochó su
acción y haberle desobedecido. Y
le obligó a derramar en el
suelo cuanto llevaba
en los pliegues de la falda. Obedeció la
reina al momento y
de su vestido cayeron borbotones de her­
mosas rosas en las que Dios había convertido el pan que lleva­
ba. Sí, ya sé que no es lo mismo el milagro diario que Dios pro­
diga
en infinitas misas de convertir el pan en el Cuerpo de Cristo
que el de convertir el pan en rosas. Pero quiso premiar las cari­
dades de una reina de Portugal, nacida
en Barcelona e hija de sus
reyes,
con una bellísima cosecha de rosas de olor. De olor de
santidad. De olor de cielo.
También
de este siglo es el beato dominico Dalmacio Moner,
hijo de Santa Coloma de Famers, santificado
en el ascetismo, la
mortificación y la soledad del anacoreta, silencio al
que se retira­
ba cuando se lo permitían sus predicaciones itinerantes y los car­
gos
que desempeñaba en la Orden, tales como el de maestro de
novicios dominicos.
No me vienen a
la memoria santos catalanes del siglo xv.
Santos que oficialmente hayan llegado a los altares por la de­
finición
de la Iglesia. Pero no podia faltar la santidad en estas tie­
rras. Y me referiré a dos hechos. Fue el momento de la explo­
sión de la pintura gótica catalana.
En mil bellísimos retablos
contemplaron los catalanes la gloria
de Dios, de su Madre y de
sus santos
en colores deslumbrantes. El oro, el azul, el verde,
el rojo parecían especialmente bendecidos
por Dios en las pale­
tas del hijo
de Valls, Jaime Huguet, del sanceloní Bernardo
Martorell o del barcelonés Pedro Serra,
que no llegó a inaugurar
el siglo más glorioso
de la pintura catalana. No es posible, pien­
so yo,
que reflejar la santidad tan hermosamente no produzca
santos.
El segundo hecho no es conjetura, por fundada que esta
pudiera ser.
Es una realidad personal aunque no sea estricta­
mente catalana. Pero, castellana profunda, nacida en aquel
Madrigal de las Altas Torres, estuvo enamorada y casada con el
388
Fundaci\363n Speiro

CATALUÑA, TIERRA DE SANTOS
más inteligente y mejor rey de Cataluña y con uno de los mejo­
res
de España. Y hay que reconocer que la competencia con
Femando JJI el Santo, el emperador Carlos y el segundo de nues­
tros Felipes estaba cara. Naturalmente me refiero a aquella Isabel
que, por antonomasia, se llamó la Católica. Yo no sé si pequeñas
mezquindades políticas seguirán impidiendo la canonización de
nuestra reina Isabel.
Si contemporizaciones absurdas con judíos
y
con moros harán que siga prevaleciendo la injusticia. Pero con
mi escasa autoridad os digo que pese a quien pese tenemos en
Isabel a una excelsa santa. Podré equivocarme pero creo que no
si os digo que en una de las más altas moradas del cielo está
aquella reina que conquistó América para Cristo y
que recibió
aquí, en Barcelona, la noticia de que esas almas que soñaba para
el cielo existían. Y dispuso que fueran evangelizadas. Y tratadas
como hijos suyos
y, sobre todo, hijos de Dios.
San Salvador de Horta, humilde franciscano, también de
Santa Coloro.a de Farners, auténtico taumaturgo, asombró al siglo
XVI, reyes incluidos, con mil prodigios milagrosos que congrega­
ban multitud de peregrinos. También de ese siglo es el agustino
y beato, Mauricio Proeta, de Castelló de Ampurias, predicador
infatigable
por mil rincones de Cataluña y que incluso viajó a
Argelia para dar a conocer a Cristo a aquellos infieles.
Del siglo siguiente es el vicense San Miguel
de los Santos, tri­
nitario, místico de enorme altura que en su corta vida (1591-
1625), apenas treinta y pocos años, pasmó a sus contemporá­
neos con sus raptos y visiones. Hermosísima figura, también, la
del "apóstol de los negros", el jesuita Pedro Claver, nacido en Verdú,
en el Urge!, canonizado por León XIII en 1888 y uno de los
muchos regalos que España hizo a América, en este caso a la
actual Colombia, para llevar al cielo a los hijos de aquel
Continente. Y San José Oriol, hijo de Barcelona, sacerdote
de
Barcelona, santo de Barcelona. No pretendo restar nada a aquel
santo admirable
que fue Juan María Vianney, cura de Ars, patrón
de los sacerdotes seculares. Con méritos excelsos. Más que sobra­
dos. Pero José Oriol podría serlo también, con la misma excelsi­
tud,
con iguales méritos. Sencillo, pobre, caritativo, milagroso ...
Pocas figuras más encantadoras, más reflejo de la bondad de
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA
Dios, que la de este humilde clérigo de Barcelona que pasó por
esta ciudad haciendo el bien.
Y camino de la canonización, aunque en este momento sólo
son beatos, y digo esto con toda la precaución que impone la
incansable actividad de
Juan Pablo II que varia todos los años, y
en número notable, la nómina de santos y beatos de nuestra
Iglesia, hay también representantes en el siglo XVII. La capuchina
Maria Angela Astorch, barcelonesa, beatificada en 1982 por el
actual Papa.
Los dominicos Domingo Castellet, de Esparraguera y
Luis Eixarch, de Barcelona, mártires en Japón y el franciscano
Juan de Santa Marta, de Prades, decapitado en Macao con otros
trece cristianos. Y el también franciscano Buenaventura Gran, de
Riudoms, reformador
de la Orden.
No fue el siglo
XVIII pródigo en santos. La Ilustración mina­
ba la fe y el amor a la Iglesia. Que comenzaba a ser maltratada
para ser perseguida después
en muchos lugares. Pero tampoco
faltó la santidad.
El tortosino Francisco Gil de Federich y el asco­
tano Pedro Sans, ambos dominicos, y el segundo, obispo, fueron
decapitados en la cruer!Sirna persecución que se desató en el
Tonkin y
que tantos mártires dio a aquella heroica Iglesia. Era
admirable el espíritu de aquellos dominicos que partían a la leja­
na misión sabiendo
que prácticamente iban a la muerte y que
pedían voluntariamente aquel trágico y santo destino para no
dejar abandonados a aquellos católicos, recientes sí, pero con tal
amor a Cristo
que no lo desmentían ni ante los más crueles tor­
mentos. Fueron canonizados
por Juan Pablo II en el 2000.
Y también quiero mencionar a muchos santos, desconocidos
todos ellos para nuestra Iglesia pero no desconocidos para Dios
ante quien
no hay héroes anónimos. Terminaba el siglo. En
Francia había triunfado la Revolución
por antonomasia. El clero
que no había apostatado moría en la guillotina donde también
había muerto el Rey Cristianísimo.
El culto había desaparecido en
la nación vecina salvo en la oscuridad y el riesgo de las cata­
cumbas. Y el pueblo español, y los catalanes muy principalmen­
te, alentados
por las pastorales de los obispos y las predicaciones
de los sacerdotes
que les animaban a la cruzada contra los ene­
migos de Dios y de la Iglesia, fueron a la guerra
con una deci-
390
Fundaci\363n Speiro

CATALUÑA, TIERRA DE SANTOS
sión en muchos verdaderamente religiosa. Y con ese afán murie­
ron. Combatiendo por Dios. ¿No iba a premiar Dios a quienes le
entregaban todo lo
que tenían, pues en no pocos la vida era su
única posesión?
El siglo XIX, siglo de persecuciones a la Iglesia en España
como no las había conocido desde la invasión musulmana1 fue
una eclosión de santidad verdaderamente admirable y que no
tiene parangón con ninguna otra región de España. Parece impo­
sible
que en un siglo haya podido darse tanta concentración de
santos. Y de santos de tanta talla muchos de ellos.
Dos figuras excelsas,
uno de Vich y el otro de Sallent, pue­
den por su esplendor, opacar, ante personas poco informadas,
otros astros también
de primera magnitud no pocos de ellos. El
de Vich no está en los altares pero nadie como él defendió a
Jesucristo y a su Iglesia con la pluma.
Me refiero al inmortal Jaime
Balmes. Su fama
me excusa de hablaros más de él. El otro, misio­
nero infatigable, recorrió prácticamente toda Cataluña hasta
que
fue nombrado obispo. Y aun desde ese cargo siguió encendien­
do los corazones de sus oyentes en el amor a Dios y el arrepen­
timiento
de sus pecados. Editó miles y miles de libros, folletos,
láminas y estampas
que fortalecían la fe y la virtud. Fundó dos
congregaciones religiosas, masculina una y femenina la otra, los
Misioneros Hijos del Corazón de María y las Religiosas de la
Congregación de María Inmaculada, llamados, con toda justicia,
claretianos y claretianas. Fue extraordinario director de concien­
cias, alguna tan delicada
como la de la Santa Madre Micaela del
Santísimo Sacramento y alguna tan dificil
como la de la misma
reina Isabel
11. Con toda razón fue llamado Antonio María Claret,
"Apóstol
de Cataluña". Murió en 1870 en el destierro, a causa de
la revolución de 1868, en el monasterio de Fontfroide, cerca de
Narbona, donde había .llegado, cansado y erúermo, del recién
clausurado Concilio Vaticano primero.
Y ahora ya no sabemos por donde seguir pues tantos son los
que acuden a la memoria. En Vilafranca del Penedés nació en
1781 una de esas mujeres admirables que pasó por el mundo
haciendo el bien. O, mejor dicho, pasaron sus hijas, las herma­
nas
de la Caridad de Santa Ana, pues ella lo derramó a manos lle-
391
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA
nas en Zaragoza, donde murió en 1853. Monja intrépida, la madre
Ráfols,
en los famosos sitios, se hizo admirar y respetar de los
mismos franceses.
La beatificó Juan Pablo II en 1994.
Hemina también
de la caridad, Santa Joaquina de Vedruna,
nacida
en Barcelona en 1783. De buena posición social, enamo­
rada de su marido, madre
de numerosa prole, al enviudar decide
entregarse definitivamente a Dios y a los más necesitados fun­
dando las Carmelitas
de la Caridad, también conocidas por vedru­
nas. Perseguida
por el Trienio liberal y por el liberalismo que
advino a España tras la muerte de Fernando VII, arrostrando con
notable coraje
no pocas dificultades, a su muerte, en 1854, deja­
ba abiertas casi treinta casas en las que ciento cincuenta de sus
hijas atendían a la educación de las jóvenes y al cuidado de los
enfermos pobres
con ejemplos admirables de caridad.
Mencionado el Trienio y el liberalismo triunfante es preciso
dejar constancia del obispo
de Vich, el franciscano Raimundo
Strauch, nacido
en Tarragona en 1760, campeón de los derechos
de la Iglesia cuando las Cortes
de Cádiz y detenido y asesinado
por odio a la religión en 1823. Era el primer obispo que mataban
los españoles
en muchísimos años porque el anciano obispo de
Corla, asesinado en 1809, lo fue por las tropas francesas. No seria
el último. En 1886 era asesinado, a las puertas de su catedral, el
primer obispo
de Madrid, Martínez Izquierdo, por un cura loco.
En 1923 el cardenal Soldevila, arzobispo
de Zaragoza, era asesi­
nado por el anarquismo. Y en 1936 doce obispos y un adminis­
trador apostólico eran asesinados
en un baño de sangre inaudito
y espantoso que se extendió a casi siete mil sacerdotes, por anar­
quistas, socialistas y comunistas en sacrilego contubernio. Pero
de eso hablaremos después. Volviendo a Fray Raimundo Strauch
creo que la diócesis de Vich tiene una deuda con quien fue su
virtuoso obispo y que es la de incoar su proceso de beatificación
como mártir de Jesucristo. Con él fue también asesinado el her­
mano lego
que le acompañaba. Pero no fueron las únicas perso­
nas consagradas
que murieron a manos de los enemigos de Dios.
A lo largo y a lo ancho
de Cataluña fueron muy numerosos los
sacerdotes
que fueron asesinados por aquellos que se decian
liberales.
392
Fundaci\363n Speiro

CATALUÑA, TIERRA DE SANTOS
Muerto ya Fernando VII, apenas doce años después de la
barbarie que acabamos de comentar vuelva a conocer Cataluña,
en 1835, lo que se llamó la "matanza de frailes", con especial inci­
dencia
en Barcelona y Reus. Ardieron iglesias, murieron religio­
sos y los demás tuvieron
que abandonar sus conventos que ya
no les serian devueltos. Y la vida religiosa masculina desapareció
de España. No creo arrogarme ninguna facultad si califico a todos
esos sacerdotes y religiosos, muertos
por odio a la religión, de
mártires de Jesucristo.
Otra mujer admirable, hija
de Aitona, donde nació en 1843,
fue Santa Teresa Jornet, fundadora
de las Hermanitas de los
Ancianos Desamparados, paradigma
de caridad ella y sus hijas,
que vinieron a aliviar el desamparo de tantos miles, cientos de
miles ya, de viejecitos y viejecitas en España y en el mundo.
Gobernó admirablemente su congregación hasta la muerte
que le
llegó
en 1897.
Pariente cercano de tan admirable santa, y nacido también en
Aitona en 1811, el beato Francisco Palau y Quer, de agitadísirna
vida, combatiente siempre, perseguido siempre, hasta
su muerte
en 1872. Fundó las carmelitas misioneras teresianas y las carme­
litas misioneras y su biografía es una auténtica novela de aven­
turas.
Tortosino el beato Manuel Domingo
y Sol, nacido en 1836 y
muerto
en 1909. Preocupado siempre por la formación sacerdo­
tal fundó a esos efectos
el Colegio Español de Roma y los
Operarios Diocesanos, ambos
de extraordinario influjo en la for­
mación posterior del clero
de España.
San Enrique
de Ossó, de Vinebre, en la Ribera d'Ebre, donde
nació en 1840. Enamorado de la figura y de la obra de Teresa de
Jesús, santa de la que fue incansable propagandista, fundó la
Compañía
de Santa Teresa con la intención de llevar el espíritu
de la santa de Avila a la vida activa mediante la educación de los
niños. Murió
en 1896 tras no pocos disgustos que le ocasionó la
congregación de sus amores.
También ejemplo de entrega a los necesitados, tanto en la
pura asistencia a los enfermos como en labores educativas, la
reusense, de 1815, Santa Maria Rosa Molas y sus Hermanas de
393
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA CJGOÑA
Nuestra Señora de la Consolación. Falleció en 1876 y la canoni­
zó Juan Pablo II en 1988.
La Beata Ana María Mogas, nacida en Corró d'Avall, en el
Vallés Oriental,
en 1827, dejó pronto Cataluña para venir a
Madrid.
Después de diversos malos entendimientos con unos y
otras, fundó las Terciarias Franciscanas de la Divina Pastora, hoy
Franciscanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor, de­
dicadas,
como tantas que ya hemos visto, a la educación de las
niñas y el cuidado
de los enfermos. La beatificó Juan Pablo II
en 1996.
Apóstol también
de Cataluña, donde predicó innumerables
misiones, ejercicios espirituales, novenas y otros actos religiosos
el exdominico, Orden a la que siempre se mantuvo unido, Beato
Francisco Coll, nacido
en Gombrén, en el Ripollés, en 1812.
Fundó las Dominicas
de la Anunciara, dedicadas a la enseñanza
de la juventud, otro modo, como el de la predicación, de llevar
almas al cielo. Murió
en 1875 y fue beatificado por Juan Pablo II
en 1979.
En Tremp,
en el Pallars Jussi, nació en 1823 el Beato José
Mañanet, consagrado también a la educación de los jóvenes para
lo que fundó los Hijos de la Sagrada Familia y las Misioneras
Hijas
de la Sagrada Familia. Murió en 1901 y fue beatificado por
Juan Pablo II en 1984.
Beata y dedicada asimismo a la enseñanza,
aunque fuera de
Cataluña, María del Carmen Sallés, nacida en Vich en 1848 y
muerta
en Madrid en 1911. Tuvo una vida religiosa agitada.
Dominica de la Anunciata en un principio, una oscura división la
deja sin congregación religiosa hasta que funda en Burgos las
Concepcionistas Misioneras
de la Enseñanza. La beatificó Juan
Pablo II en 1998.
En Arenys
de Mar nació en 1799 la fundadora de las
Escolapias, Santa Paula Monta!
que también dedicó toda su vida
a la educación
de las niñas. Murió en 1889 y la canonizó Juan
Pablo II en 2001.
Por la vfa extraordinaria y atajada del martirio llegó a los alta­
res el dominico San
Pedro Almató, hijo de San Feliu Saserra,
donde nació en 1830. Como tantos otros que llegaron con sus
394
Fundaci\363n Speiro

CATALUÑA, TIERRA DE SANTOS
mismos afanes a aquellas tierras del Extremo Oriente, fue deca­
pitado
en 1861. Beato ya en 1906, Juan Pablo II lo canonizó en
1988.
Catorce catalanes llegados a los altares, si
no se me ha pasa­
do alguno, son muchos. Como para decir que ninguna otra región
de España se le acerca en la cifra. Pero es que esos catorce san­
tos
y beatos tienen detrás una multitud de aspirantes, con proce­
sos abiertos muchos de ellos, que en el futuro harán crecer nota­
blemente esa cifra. Me refiero, entre otros, a María Antonia París,
cofundadora con el P. Claret de las claretianas, nacida en
Vallmoll, en el Alt Camp, en 1813; la venerable madre Paula
Delpuig, originaria
de Malgrat de Mar donde nació en 1811, ejem­
plar superiora general
de las vedrunas y que seguramente será la
segunda religiosa
de esa congregación que llegue a los altares; el
gran obispo de Pamplona, Severo Andriani, defensor de los dere­
chos
de la Iglesia ante el arzobispo intruso de Toledo, González
Vallejo, nacido
en Barcelona en 1774; el sabadellense, 1844, Félix
Sardá y Salvany, infatigable defensor
de Dios y de su Iglesia
desde su Revista Popular y autor
de aquel libro de éxito reso­
nante
que se llamó El Liberalismo es pecado; Teresa Arguyo!,
nacida
en Sarriá en 1813, fundadora de las darisas de la Divina
Providencia pese a morir a los cuarenta años; aquella alma ange­
lical, purificada con extraordinarios sufrimientos, que fue la olo­
tina Librada Ferrarons, nacida
en 1803 y muerta en una pura llaga
en 1842, edificando a todos los que la trataron; el gran misione­
ro dominico
Juan Planas y Congost, nacido en Navata, en el Alt
Emporda, en 1810; o aquel otro misionero, éste capuchino, fray
Miguel
de Sarriá muerto en ese mismo año de 1810 en olor de
santidad por lo que las tropas francesas tuvieron que proteger el
cadáver
de los fervores de la multitud.
O el jesuita Francisco Javier Butiñá,
de Pla de l'Estany, fun­
dador
de las Siervas de San José, tanto en su rama castellana
como
en la catalana; Isabel de Maranges (La Bisbal; Baix
Emparda, 1850), cofundadora
con él de las Siervas y victima,
como tantas arras fundadoras, de la ingratitud de sus hijas; Teresa
Toda Juncosa y
su hija Teresa Guasch Toda, ambas de
Riudecañas, en el Baix Camp, donde nacieron en 1826 y 1848,
395
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA
fundadoras de las Carmelitas Teresas de San José; la venerable
Filomena
de Santa Coloma, nacida en Mora de Ebro en 1841,
mística notabilísima que en el convento de mlnimas de Valls llegó
a altas cumbres
de contemplación; Teresa Gallifa, de San Hipólito
de Voltregá, en Osona, fundadora de las Siervas de la Pasión; el
gran obispo
de Cataluña, aunque no naciera en el Principado
sino en Vinaroz, José Domingo Costa y Borrás, que rigió ejem­
plarmente tres diócesis catalanas, Lérida, Barcelona
y Tarragona
y fue la cabeza moral del episcopado español de la época; Maria
Gay Tubau, nacida en Llagostera, en el Girones, en 1813, fun­
dadora
de las religiosas de San José de Gerona; los hermanos
Gertrudis y Marcos Castañer, mataroneses, fundadores
de las
Filipenses
de la Enseñanza; Maria Esperanza González Puig, naci­
da en Lérida en 1823, fundadora de las Misioneras Esclavas del
Inmaculado Corazón
de María; el vicense Lorenzo Pujo!, de 1805,
fundador
de las Adoratrices Perpetuas del Santlsimo Sacramento;
el ejemplar canónigo
Joaquín Masmitjá, de Olot, 1808, fundador
de las Hijas del Santlsimo e Inmaculado Corazón de María, hoy
Misioneras Corazón de María; José Gras y Granollers, de
Agramunt, en el Urgell, 1834, canónigo de Granada fundó alll las
Hijas
de Cristo Rey, además de ser un escritor infatigable;
Buenaventura
Codina, natural de Hostalrich, Selva, en 1785, santo
obispo
de Canarias a donde se llevó con él al P. Ciare! que fue
llamado también el "apóstol
de Canarias".
Y Catalina
Coromlna, hija de Oristá, Osona, 1824, que fundó
las Hermanas Josefinas
de la Caridad; Miguela Grau, de San
Martln de Proven~als, 1837, fundadora de las Hermanas de la
Doctrina Cristiana;
Maria Güell, de Valls, 1848, fundadora de las
Misioneras Hijas del Corazón
de Maria; Ana María Janer, de
Cervera, 1800, fundadora las Hermanas de la Sagrada Familia de
Urge!; el notable y belicoso obispo de esta última diócesis, José
Cabra!, colaborador intimo del P. Claret en sus misiones, nacido
en Vtlosell, las Garrigues, en 1803; el cardenal Vives y Tutó, de
San Andrés de Llavaneres, en el Maresme, 1854, martillo del
modernismo e
intimo colaborador de San Plo X; Ana Ravell, de
Arenys de Mar, 1819, fundadora de las Franciscanas Misioneras
de la Inmaculada Concepción; el jesuita José Mach, Barcelona,
396
Fundaci\363n Speiro

CATALUÑA, TIERRA DE SANTOS
1810, uno de los misioneros apostólicos más destacados en una
tierra en la que tanto abundaban; Lutgarda Mas, Barcelona, 1830,
fundadora
de las Mercedarias Misioneras de Barcelona; Primitiva
Munsuñer, Figueras, 1850, fundadora
de las Franciscanas de San
Antonio; Enriqueta Rodón, Barcelona, 1863,
de dificilísima vida
en su juventud, fundadora, fuera de Cataluña de las Franciscanas
del Buen Consejo; el benedictino José
María Benito Serra, obispo
de Daulia, fundador de las Oblatas del Santísimo Redentor y
declarado carlista, nacido
en Mataró en 1810; el genial poeta
Jacinto Verdaguer hijo
de Folgueroles, en Osona, 1845, cuyos
extravíos exorcistas y excesos _en sus generosidades eran anima­
dos por un inmenso amor a Jesucristo y a su Santísima Madre,
por lo que, si faltó sería mucho más por obcecación de entendi­
miento
que por decisión de la voluntad y, fuere lo que fuere,
quien obsequió a la Vrrgen con el Vrrolai, no iba a ser desaten­
dido por ella en el cielo; el dominico Francisco Xarrié, de
Barcelona, 1792, campeón en la lucha intelectual contra el libe­
ralismo; José
Xifré, hijo de Vich, colaborador indispensable del
P. Claret en la fundación y, tras su muerte, en la dirección del
Instituto
que el santo fundara; Dorotea de Chopitea, que aunque
nacida en Chile, en 1816, llegó de niña a Barcelona y que pon­
dría su fortuna al servicio de la Iglesia y de la caridad y en quien
Salesianos, Salesianas, Hijas
de la Caridad y Hermanos de las
Escuelas Cristianas, sobre todo, encontraron la protectora de
todas sus empresas; Carmen Sojo de Anguera, nacida en Reus en
1856, sierva de Dios, que dirigida espiritualmente por el cardenal
Casañas, vivió santamente
en el mundo hasta morir con fama de
santidad universalmente reconocida en Barcelona ...
¿No os parece impresionante esta enumeración? Pues podría­
mos añadir bastantes más nombres a esta larguísima lista de lo
que Cataluña aportó en el siglo XIX a la Iglesia de España. Y daros
cuenta
que en todos estos nombres no hay ningún liberal. Ni nin­
gún catalanista. Carlistas, bastantes de militancia, de simpatía la
inmensa mayoría. Los demás, simplemente apolíticos.
¿No creéis que con toda razón puedo llamar a esta tierra ben­
dita, tierra de santos? Pero al mismo tiempo que nacía y se plan­
taba santidad germinaban y crecían los frutos envenenados
que
397
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA CJGOÑA
el liberalismo plantó a lo largo de todo el siglo XIX, desde la inva­
sión francesa y las Cortes
de Cádiz hasta la Revolución de 1868,
el krausismo y la posterior Institución Libre
de Enseñanza. La
Semana Trágica, en 1909, fue un aviso con las iglesias ardiendo
en Barcelona. Y junto a la planta del marxismo y el anarquismo
crecía
otra exótica, la del nacionalismo. Y asi como a las prime­
ras
no hubo católico que las regara no faltaron cuidadores, inclu­
so sacerdotales, a la última. Pensando, sin duda, que sus frutos
iban a ser católicos. Y cuando vieron que no, estaban tan com­
prometidos
con su cuidado, que prefirieron el nacionalismo a la
religión. Pero antes
de referirme a esto dejadme continuar con la
Cataluña
de los santos. De los santos del siglo xx. De los de ayer
mismo.
De aquellos que algunos de los que hoy me oís habéis
incluso conocido.
Mucho silencio, mucha zancadilla, mucha vergüenza.
Dejadme
que no profundice en ello pues son miserias de mi
Santa Madre Iglesia y me duele hasta recordarlas.
Se rompió el
silencio, se impidieron las zancadillas y desapareció la vergüen­
za.
Los santos, los innumerables santos de la España de 1936, y
muy particularmente de la Cataluña de 1936, no están subiendo
al cielo,
que allí estaban desde el día mismo de su martirio, muy
cerca de Jesús, sino que están subiendo oficialmente a los alta­
res.
Al reconocimiento público de sus heroicas virtudes por la
Iglesia. Pese a quien pese, duela a quien duela. Para gloria
de
aquellos santos, sí, pero también para gloria de aquella Iglesia en
cuyo amor fueron bautizados, crecieron y fueron asesinados. Y
para gloria de aquella Patria que cosechó en un año más santos,
muchísimos más santos,
que todos los de la historia de España
juntos. Y
todos aceptando la muerte por Cristo, el pasaporte directo
al cielo, sin una sola protesta, sin una sola cobardía, sin una sola
apostasía.
Los santos de Cataluña del siglo xx. Los innumerables
santos catalanes del siglo xx. Acaba
de estar entre nosotros Juan
Pablo JI para canonizar a cinco beatos españoles. Ninguno era en
esta ocasión catalán: tres andaluces, Sor Ángela de la Cruz y los
Padres Rubio y Poveda,
una valenciana, la Madre Genoveva
398
Fundaci\363n Speiro

CATALUÑA, TIERRA DE SANTOS
Torres y otra madrileña, Santa Maravillas de Jesús. Y pocas veces
un nombre respondió tanto a la verdad como el de esta carmeli­
ta,
la. Madre Maravillas, que en verdad nos mostró las maravillas
de Jesús. Mártir lo fue el P. Poveda. Pero ya antes que él babia
llegado a esa definición solemne,
un humilde y desconocido her­
mano
de las Escuelas Cristianas, Jaime Hilarlo Barba! y Cosat,
nacido
en Enviny, Pallars Sobirii, en 1898, y asesinado cuando
aún no había cumplido los cuarenta años. Fue el primer catalán
santo
de la Cruzada de 1936, yo prefiero decir que fue el primer
español, nacido
en Cataluña, mártir en la Cruzada de 1936.
Tras él vendrán innumerables.
El obispo de Barcelona, mon­
señor Irurita con 279 sacerdotes de su clero diocesano. Y 194
sacerdotes
de Gerona. Y al obispo de Lérida, monseñor Hube con
270 de sus sacerdotes, muchos más de la mitad de los que tenía
la diócesis que,
después de la de Barbastro, fue la más masacra­
da de España. De cada cien sacerdotes, asesinaron a sesenta y
seis. Y 60
de Solsona. Y 131 de Tarragona, encabezados por su
obispo auxiliar monseñor Borrás. Y 316
de Tortosa, la tercera de
las diócesis de España en el cuadro de honor de las más glorio­
sas
pero también, para vergüenza de sus hijos, donde hubo más
asesinos.
En Tortosa, de cada cien sacerdotes sólo asesinaron a
sesenta y dos. Y 109 sacerdotes
de Urgel. Y 177 de Vich.
¿Os dais cuenta
de que hablo de más de 1500 sacerdotes ase­
sinados
en Cataluña? ¿Sabéis, vivís con el orgullo, con el santo
orgullo
de que tenéis a más de 1.500 santos en el cielo? ¿Que si
hay justicia eclesial el santoral
terminará lleno de nombres cata­
lanes? ¿Qué el cielo está lleno
de santos sacerdotes de Cataluña?
Y
no he hablado de los religiosos. Sólo de la diócesis de
Barcelona, e incluyendo alguno extradiocesano que se encontra­
ba de paso en ella, fueron asesinados 12 agustinos; 23 benedicti­
nos, casi todos ellos
de Montserrat; 1 camilo; 27 capuchinos, en
su mayoria de Sarriá; 15 carmelitas descalzos; 4 carmelitas calza­
dos;
3 hermanos terciarios carmelitas; 6 carrujos de Tiana; 28
jesuitas; 10 dominicos; 60 escolapios; 7 franciscanos; 6 francisca­
nos menores conventuales; 42 hermanos
de las Escuelas
Cristianas; 46 gabrielistas; 91 maristas; 2 mercedarios; 3 mínimos;
36 claretianos; 3 misioneros del Sagrado Corazón; 3 misioneros
399
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA
de los Sagrados Corazones; 4 misioneros de los Sagrados
Corazones del mallorquín
P. Roselló; 4 operarios diocesanos; 9
oratorianos; 3 paúles; 4 pasionistas;
17 hijos de la Sagrada
Familia;
21 salesianos; 9 religiosos de San Pedro ad Vincula; 29
hermanos de San Juan de Dios; 9 hermanos de la Caridad de la
Santa Cruz; 1 trinitario.
Que suman más de 500.
Y sin salir de la diócesis barcelonesa y en el colmo de la
barbarie asesina: 2 carmelitas de la Caridad; 4 carmelitas tercia­
rias descalzas (del
P. Palau y Quer); 2 de la Compañía de Santa
Teresa; 3 religiosas
de la Divina Pastora; 1 dominica; 2 beatas
dominicas; 5 dominicas
de la Anunciata; 1 hermana de la
Doctrina Cristiana; 2 hijas de la Caridad; 2 salesianas; 2 francisca­
nas de la Misericordia; 1 franciscana de la Natividad; 1 francisca­
na de los Sagrados Corazones de Jesús y Maria; 1 religiosa del
Inmaculado Corazón de Maria; 9 mínimas; 2 misioneras de la
Inmaculada; 5 reparadoras y
1 hermana de San José. Un total
de
46 monjas, de 46 santas e inofensivas mujeres. Sólo en la dióce­
sis
de Barcelona.
La estadística de los seglares mártires, de los seglares asesi­
nados sólo
por católicos, por odio de los asesinos a Dios y a la
Iglesia, es imposible de hacer. Imaginárosla a tenor del número
de los consagrados. Resumámoslos en las hermosas figuras de
dos jóvenes.
El ya beato Francisco Castelló Aleu, elevado a los
altares
por Juan Pablo II en 2001, asesinado en Lérida, quimico
de 22 años, que dejó tres emocionantes cartas a su novia, a su
familia y a su director espiritual que reflejan la hermosura de su
alma y su vivir cristiano. Y el barcelonés
Juan Roig Diggle, asesi­
nado cuando aún no había cumplido veinte años por su militan­
cia católica y con su proceso de beatificación ya muy avanzado.
Pedid a Dios por su intercesión que la juventud de hoy recobre
los valores cristianos
que hicieron que Francisco Castelló y Juan
Roig
no vacilaran en ofrecer a Dios sus jóvenes vidas antes que
renunciar a ellos.
Sé que faltan nombres. Sé que es lo más impropio de una
conferencia,
por lo monótono y reiterativo. Sé que me estoy
pasando del tiempo. Lo sé. Pero os voy a recitar una letanía, una
letanía
de santos, de nombres catalanes, de pueblos catalanes.
400
Fundaci\363n Speiro

CATALUÑA, TIERRA DE SANTOS
En honor de Dios y de sus santos. Os pedirla que tras cada nom­
bre dijerais, en súplica emocionada, rogad por nosotros. No es
posible. Hacedlo mentalmente. Que todos rueguen por nosotros.
Beatos claretianos Miquel;
de Prades de la Molsosa; Sorribes, de
Rocafort de Vallbona; Dalmau, de Miralcamp; Casadevall, de
Argelaguer; Codina, de Albesa; Roura, de Sorts; Falgarona, de
Argelaguer; Baixeres, de Castellter~ol; Codinachs, de Santa
Eugenia de Berga; Badia, de Puigpelat; Oromo, de Almatret;
Brengaret, de Sant Jordi Desvalls; Ros, de Torms; Escalé, de
Fondarella; Lladó, de Viladasens; Masferrer, de Sant Vicen~ de
Torelló; Torras, de Sant Martí Ve!!; Massip, de Llardecans; Cunill,
de Vich; lila, de Bellvís; Novich, de La Cellera; Pigem, de Vilobí
d'Onyar; Riera,
de Ribes de Fresser; Capdevila, de Maldá; Clatis,
de Olost, martirizados todos en Barbastro; Beatos escolapios
Canadell, de Olot; Carceller, de Forcal; Casanovas, de Igualada;
Cardona, de Vallibona; Beatas Hermanas de la Doctrina Cristiana
Isabel Farré,
de Vilanova y La Geltrú; María de la Asunción
Mongoche,
de Ulldecona; María de Montserrat Llimona, de
Molins de Rey; Maria deis Socors Jiménez, de Sant Martí de
Proven~als; Maria deis Dolors Sauri, de Barcelona; Beatos
Hermanos
de San Juan de Dios Llauradó, de Reus; Roca, de Sant
Sadurní d'Anoia; Brun,
de Santa Coloma de Farners; Roca, her­
mano del anterior
de ese apellido, de Molins de Rey; Forcades,
de Reus; Ponsa, de Moyá; Burró, de Barcelona; Cubells, de Coll
de Nargó; Borrás, de Sant Jordi; Beatos Operarios Diocesanos
Perulles,
de Cornudella de Montsant; Sala, . de Ponts; Beata
Teresiana Mercedes del Sagrado Corazón Prat,
de Barcelona ...
Beatos de Cataluña que habéis llenado el cielo de catalanidad,
que no de catalanismo, mirad a esa Cataluña donde nacisteis y
mostrándole a Cristo vuestra sangre gloriosa conseguid
de Él que
vuelva a posar sus ojos, amorosamente, en esta tierra de santos,
que tantos, a lo largo de tantos siglos, con tanto empeño y a
veces con tanta sangre, quisieron para Dios.
El sacerdote, hoy ya beato, era valenciano. Pero, hermano en
el martirio de todos los sacerdotes de España, bien pueden sus
últimos versos, en la víspera de su asesinato, ponerse en voz de
todos aquellos que morían por Cristo:
401
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA
"Tú que el ejemplo de morir nos diste;
Tú,
que has sido Maestro de humildad;
Tú, que la muerte !-Ilás cruel sufriste,
Dame, Señor, serenidad".
Pero, pedía más.
No una ática sofrosine por encima del bien
y del mal que hiciera mirar con indiferencia la muerte. Esa muer­
te no era un episodio que había que superar serenamente. Esa
muerte era una muerte por amor. Si no hubieran amado tanto, no
hubieran muerto así.
"Que cada bala
que en mi cuerpo claven
más me aproxime a Ti, Señor;
mis heridas sean bocas que te alaben
con el místico fuego de
tu amor''.
Miles
de bocas murieron diciendo ¡Viva Cristo Rey! Y miles
de bocas abiertas
en los cuerpos por las balas asesinas dijeron a
Dios
que le amaban. Que le amaban sobre todas las cosas. Que
le amaban mucho más que a la propia vida.
Cuántos de esos jóvenes catalanes, algunos casi niños, bea­
tos de Cataluña y de Dios murieron asesinados en Barbastro. Yo,
y todos debéis tenerla, tengo por esa diócesis, humilde y monta­
ñesa, una predilección especial. No me mueve a ello la sangre o
el nacimiento, me mueve sólo el considerar
que ha sido la dió­
cesis más
mártir de España. Más todavía que Lérida y Tortosa. La
diócesis que demostró más amor a Jesucristo.
Os lo
he contado ya pero quiero de nuevo repetirlo ante
todos estos claretianos -catalanes asesinados en Barbastro, hoy
beatos de Nuestra Santa Madre Iglesia. Lo que pasó, yo me lo
imagino así. Un día veraniego
en el cielo. Un angelito travieso
que se había encaramado a una nube lejana vio acercarse una
interminable procesión
de gentes. No era a lo que estaba acos­
tumbrado.
La gente llegaba normalmente de uno en uno, si algu­
na vez en grupo, estos no solían ser numerosos. Volvió la cabe­
za hacia la ciudad celestial y le pareció notar una agitación desu­
sada. Y vio
que Cristo se acercaba a la puerta en tarea que habi-
402
Fundaci\363n Speiro

CATALUÑA, TIERRA DE SANTOS
tualmente desempeñaba San Pedro. Cristo, que solía llevar una
túnica de un blanco deslumbrante, vestía en aquella ocasión otra
de un rojo intensísimo. Ya en la puerta, Jesús vio cómo la comi­
tiva se acercaba. A
su frente, con la mitra en la cabeza, un obis­
po, todavía relativamente joven,
que en vez de báculo llevaba en
su mano derecha una hermosa palma, tras él, su cabildo cate­
dralicio, todos también
con la palma en sus manos. Y después,
los párrocos. Todos los párrocos
de su diócesis, cada uno con su
palma. Como era una diócesis rural y pirenaica, venían todos con
los rostros curtidos de soles y nieves, tal vez no delataban sus
caras unas inteligencias superiores pero todos verúan sin un
solo
pecado. Siguiéndoles, vicarios y coadjutores. Todos con la casu­
lla roja y la palma
en la mano. Y hubo alguien, o bastantes, hijos
de aquellas tierras duras y pobres, llegados al cielo antes, desde
Boltañá y Ainsa, Benasque, Bielsa o Graus, o
desde otras aldeas
más perdidas y más pobres,
que se preguntaban cómo aquellas
ajadas vestiduras
que recordaban de sus iglesias resplandecían
hoy al sol con esos rojos tan vivos. Y después los seminaristas.
Los diáconos con sus dalmáticas rojas, los otros, casi niños, con
sus roquetes blancos sobre la sotana negra. Y también, todos,
con la palma. Les seguían los religiosos: los claretianos de
Barbastro, todos, la inmensa mayoría con veinte años apenas
cumplidos, catalanes, tantos; los benedictinos del Pueyo, los
escolapios
de la capital ... Los seglares a continuación. Aquí el
atuendo variaba, si todos acudían con sus mejores galas, los
había
con trajes de costosa factura o con aquellos otros, mucho
más humildes, con los que los pobres habían vestido sus más
solemnes días, sobre
todo el de la boda ... Y entre estos, orgullo­
so con su palma, su traje de boda y su sangre gitana, aquel que
llamaban El Pelé ...
Conforme se acercaban al cielo comenzaron a oirse-sus cán­
ticos y a distinguirse sus rostros. Denotaban éstos la inmensa feli­
cidad
de los que habían corrido bien la carrera y llegaban triun­
fadores a la meta. Y sus voces decían, aseguraban, proclamaban:
Cristus vincit, Cristus, regnat, Cristus, imperat. Y según se acer­
caban a las puertas del cielo sus ecos eran más firmes, más triun­
fales, más atronadores.
403
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA
Cristo, en la puerta parecía emocionado. Llegó el obispo y lo
apretó
en estrechísimo abrazo. Como a los canónigos, a los sacer­
dotes, a los religiosos
... Y cuando llegaron aquellos chicos, de tan
pocos años, seminaristas y novicios, dicen los que estaban más
cerca de Él que una lágrima de amor y de agradecimiento corrió
por sus divinas mejillas. Y que cuando le tocó la vez al gitano,
que le habla confesado delante de los hombres, el abrazo fue si
cabe más apretado, más amoroso.
Estoy seguro de que fue así. No sería Dios si no hubiera
sido así.
Pero vayamos al terreno
de los historiadores. Nos detendre­
mos sólo un momento en esta verdaderamente, por su martirio,
Santa Iglesia de Barbastro. Fue asesinado el 87 ,8% de su clero
secular
-- prácticamente a todo el regular.
Y, ya en el colmo de la barbarie,
a su obispo, monseñor Asensio, lo castraron antes de asesinarle.
Sin anestesia, como a un cochino. Y con andares vacilantes y
entre tremendos dolores caminó al lugar del martirio. ¿Quién nos
ha pedido perdón? ¿Qué hijo
de mala madre se atreve a decirnos
que le hemos de pedir perdón?
Pero
no es este lugar de reivindicaciones sino de proclama­
ción
de gloriosas andaduras eclesiales. Santos gloria de Cataluña.
Santos gloria
de España. Santos gloria del Cielo.
Y ahora, después
de la gloria, descendamos a la dura si­
tuación actual. Esta tierra
de santos se ha convertido, en el dia
de hoy, en la región más secularizada de España, donde hay
menos cumplimiento dominical, donde hay menos vocacio­
nes sacerdotales, donde menos se pone la cruz a favor de la
Iglesia católica en las declaraciones de la renta ... Según los datos
de este año de 2003, si en Barcelona hay 61 seminaristas, cifra
no muy entusiasmante pero que no es un baldón para el carde­
nal Caries
-ocupa el séptimo lugar por número de seminaristas
entre las diócesis
de España, después de Madrid, Toledo,
Valencia, Getafe, Sevilla y Cartagena-, Gerona tiene 6 seminaris­
tas; Lérida,
2; Solsona, 5; Tarragona, 8; Tortosa, 9; Urge!, 5 y Vich, 2.
Y este curso 2002-2003, salvo los 15 nuevos seminaristas que
ingresaron en Barcelona, en Solsona y Urge! sólo ingresaron 3,
404
Fundaci\363n Speiro

CATALUÑA, TIERRA DE SANTOS
en Gerona y Tortosa, 2; en Tarragona, 1 y, ninguno, en Lérida y
Vich.
El panorama es aterrador. Y tengo para mí que lo ha provo­
cado el catalanismo, el nacionalismo "exacerbado" en terrrúnolo­
gía de Juan Pablo II, que no ha confundido religión y política
sino
que ha puesto a la religión al servicio de la política en una
inversión radical
de lo que habían sido los principios cristianos
que siempre habían puesto a la política al servicio de la religión.
Porque
no es posible que se pueda mantener por mucho
tiempo,
por brillantes y embaucadores que sean los misioneros
de la idea, que Jesucristo vino al mundo para imponer la lengua
catalana,
que no se puede ser buen católico sin ser catalanista, o
que era Cataluña, y no la palabra de Cristo, lo que habla que pre­
dicar a todas las generaciones. Y lo mismo cabe decir del
nacionalismo vasco. Por mucho
que le pese a ese obispo ya en
vísperas de la jubilación que es Juan -perdón, Joan-Carrera
Planas o a su todavía más impresentable hermano, el obispo
emérito
de San Sebastián, José María Setién. ¿O hay algo más en
apoyo de lo que sostenemos que aquellos seminarios de las
Vascongadas,
con mil seminaristas, más o menos en cada uno de
ellos, tengan hoy, el de Vitoria, 2 seminaristas y ningún ingreso
en el presente curso; 10 seminaristas el de Bilbao, con un solo
ingreso
en este curso 2002-2003; y 10 el de San Sebastián, con
dos ingresos?
Es como si por donde hubiera pasado esa Iglesia nacionalis­
ta hubiera desaparecido
la religión.
Termino. Encomendándome a
un santo ya del siglo XXI. Yo,
que ya soy mayor, no sé si lo veré en los altares con mis ojos
terrenales. Seguro estoy que si
no lo veo aquí, lo veré, también
con inmensa alegria, con los ojos del cielo, donde espero
estar,
no por mis pobres méritos sino por la infmita misericordia de
Dios. Los jóvenes que hoy me escucháis seguro que estaréis en
su gozosa beatificación.
Para que Cataluña siga siendo la tierra de santos que ha sido,
desde tu Sentmenat soñado y amado, queridisimo José María
Alba Cereceda, sacerdote de Jesucristo, hijo
de la Compañía de
Jesús, fundador de los Misioneros y de las Misioneras de Cristo
405
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA C!GOÑA
Rey, San José María Alba seguro que muy pronto, ruega por tu
España católica, ruega por tu Cataluña católica, para que vuelva
a ser tierra de santos, ruega por nosotros.
Amén.
406
Fundaci\363n Speiro