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Número 415-416

Serie XLII

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Francisco Rodríguez de Coro: Francisco Fabián y Fuero. (Un ilustrado molinés en Puebla de los Ángeles)

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
Francisco Rodríguez de Coro: FRANCISCO FABIÁN
Y FUERO (UN ILUSTRADO MOLINÉS
EN PUEBLA DE LOS ANGELES) (*)
El salesiano Rodriguez de Coro, autor de numerosos traba­
jos históricos, ha escrito un libro más, bastante decepcionante,
sobre un importante prelado español de la última mitad del
siglo
xvm. Francisco Fabián y Fuero (1719-1801), obispo de
Puebla
de los Angeles (1763-1773) y arzobispo de Valencia
(1773-1795), se alineó decididamente
en las filas antijesuíticas
y regalistas integradas
por no pocos prelados de la época. Y
tuvo, como algunos de ellos: Climent, Lorenzana, Despuig,
un
desdichado final. La renuncia impuesta desde la Corte de su
mitra.
Los Barbones tuvieron fama de desagradecidos y en ver­
dad lo fueron con estos obispos que se les habían entregado
por encima de sagradas obligaciones.
El libro de Rodriguez de Coro estudia la etapa menos inte­
resante para la historia patria
- Fabián y Fuero. Sus años al frente de la diócesis mejicana de
Puebla de los Angeles, entonces obispado español, si bien
ultramarino. Sus días valencianos, que terminaron en la
impuesta renuncia del arzobispado, serían mucho más intere­
santes pero Rodríguez de Coro apenas los menciona. Cada uno
escribe de lo que quiere, pero los lectores podemos lamentar
que el historiador elija los periodos menos interesantes.
Aunque es
de justicia señalar que, en el mismo titulo,
Rodriguez
de Coro hace constar cual es la etapa estudiada.
Pero, además, lo que nos narra, es demasiado elemental,
por lo que apenas aporta nada a un mayor conocimiento de
(') BAC, Madrid, 1998, 332 págs.
Verbo, núm. 415-416 (2003), 507-544.
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la figura de este obispo. Lo más interesante, sin duda, es la
transcripción
de su pastoral antijesuitica (28-X-1767) (págs. 233-
265),
que no dice mucho en favor de la eclesialidad del obis­
po y sí, en cambio, de su adulación al monarca.
El libro está escrito, por otra parte, en un lenguaje com­
plicado, que no hace cómoda la lectura, a veces con califica­
tivos sin sentido, o que al menos a mí no se me alcanzan. Por
ejemplo, decir que estaba Fabián y Fuero, en el Concilio
Mejicano, "impávido y vegetal" (pág. 208), cuando fue
uno de
sus adalides, es incongruente. La obra, pues, nos parece un
intento frustrado de ilustramos acerca de una figura importan­
te del episcopado hispano
de la época.
Hace mucho tiempo
que venimos lamentando el erial que
es el estudio sobre nuestro episcopado más reciente. Este libro
no mejora la situación. El perfil biográfico que traza es mani­
fiestamente mejorable. Alguna frase
que se le desliza -"un
espeso y chirriante olor de tomismo" (pág. 15)--, denota, no
poco, cual es su talante filosófico, si es que tiene alguno. Decir
que una de sus iniciativas más originales fue fundar el semi­
nario de Valencia (pág. 45), cuando ya eran muy numerosos
los seminarios en funcionamiento en España, nos hace pensar
que Rodríguez de Coro tiene una original idea de lo original.
El libro, circunscrito al breve periodo mejicano, trata sola­
mente
de tres cuestiones. El antijesuitismo del obispo de
Puebla, tan cotizado ante Carlos III, que se hace eco de su
antecesor Palafox, figura eclesial
de mucha más enjundia que
Fabián (págs. 57-112),
en un capitulo muy superficial que la
transcripción de su pastoral casi podría ahorrarlo. Su conflicto
con las monjas de Puebla, que nos muestra un prelado meti­
culoso, nimio y métomentodo, aun sin negar conductas que
merecían corrección (págs. 115-173). Y el N Concilio Mejicano
-naturalmente cae en la cursilerla de escribir mexicano-, de
indudable importancia por reflejar un regalismo eclesiástico
que haria imposible la aprobación por Roma (págs. 177-225),
tratado
de un modo tan ligero que hace excusable su lectura.
A todo ello
hay que añadir algún error verdaderamente
estrepitoso: "La nueva generación política, dominada y mani-
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pulada poco a poco por Manuel Godoy, eliminaba a politicos
tan significativos como Floridablanca y al mismo Campomanes,
para pasar a desplazar también a obispos del monarca anterior,
como Climent y Bertrán" (pág. 53). Esto lo debe decir
Rodríguez
de Coro "impávido y vegetal". Porque Climent fue
obligado a dejar la mitra
barcinonense por el mismo Carlos III
en 1775, cuando Godoy terúa ocho años -ya sería precocidad
en el favorito-, y Bertrán murió como obispo de Salamanca en
1783, reinando en Madrid la Católica Majestad de Carlos III.
Por todo lo expuesto, es un libro totalmente prescindible.
Lástima
que la BAC, que debería cubrir esa inmensa laguna
que es la historia de nuestros obispos, lo esté haciendo con
tan mediocres resultados. El libro sobre Gandásegui, que no
me había entusiasmado, está a años luz sobre el de Rodríguez
de Coro. Esperemos que las biografías de Segura, Herrera Oria
y García La.higuera, que tengo en lista, mejoren lo anterior.
FRANCISCO ]OSÉ FERNÁNDEZ DE !A CIGOÑA
Teójüo Aparicio López: AGUSTINOS ESPAÑOLES
EN LA VANGUARDIA DE LA CIENCIA
Y LA CULTURA (Volumen
II) (*)
El agustino Aparicio López, que no hace constar tras su
nombre las conocidas siglas OSA y que en el no muy afortu­
nado dibujo en el que se nos muestra en la contraportada no
luce el menor signo de su condición de fraile, ha proseguido su
labor, iniciada
más de diez años antes, suministrándonos noticias
de otro manojo de agustinos, de mayor o menor nombradía
pero ciertamente dignos todos ellos del recuerdo histórico.
La Orden agustiniana, en claro declive -3.847 en 1974,
3.374 en 1987 y 2.888 en 2001, según datos que tomo de los
Anuarios Pontificios
de esos años-, ha dedicado numerosos tra­
bajos a recordar a sus hijos ilustres, en un esfuerzo que real-
(*) Estudio Agustiniano, Valladolid, 1996, 254 págs.
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