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Número 415-416

Serie XLII

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Discurso de Félix Muñoz en la festividad de San Fernando

CRÓNICAS
escribir, cómo debo obrar, lo que debo hacer para procurar vues­
tra gloria, el bien de las almas y mi propia santificación. Amén.
DISCURSO DE FÉLIX MUÑOZ
Hace ya casi diez años que conocí a quien desde entonces es
una muy entrañable amiga: Carmen Fernández de la Cigoña.
Coincidíamos en una recién creada universidad a la que, junto con
otros muchos jóvenes nos acabábamos de incorporar como nove­
les profesores, ella en Derecho y quien les habla en Economía.
Recuerdo petfectamente cómo en una conversación de café nos
sugirió a unos cuantos amigos que podlamos incorporarnos a las
reuniones
de Speiro. Movido por la curiosidad quien les habla
interpeló a su amiga: "¿En qué consisten esas reuniones?" Pero las
explicaciones recibidas no surtieron el efecto deseado: "En otra
ocasión" fue
la respuesta. No fue que Carmen no me explicase
perfectamente lo
que le preguntaba, simplemente tales reuniones
"no entraban en mi horizonte existencial".
Aquello quedó para mí olvidado. Al cabo de los años Carmen
y Óscar, hoy
su marido, a quien conocía de la Universidad
Autónoma con anterioridad, se hicieron novios (no sé qué parte
de responsabilidad se me puede imputar en ello) y claro, no es lo
mismo proponer a un amigo asistir a las reuniones de Speiro que
a su propio novio. Fue
áscar quien ¡por segunda vez en mi vida!
me propuso ir "al menos para que le acompañase el primer día"
a las reuniones de los jueves. Dos veces eran demasiada "insis­
tencia". ¿Qué podía uno perder por agradar a dos amigos?
En
fin, ya ven, aquí nos encontramos hoy celebrando la festi-
vidad
de San Fernando. Y la verdad, creo que mereció la pena.
¿Qué ha supuesto para
mí la experiencia de Speiro?
Fundamentalmente formación.
Primero la formación política. Con los trabajos de los libros de
Juan Antonio Widow y de J ean Ousset, principalmente, pero no
únicamente, hemos aprendido de la mano de los maestros Andrés
Gambra, Miguel Ayuso y Estanislao Cantero y de nú querido
amigo Antonio Martín Puerta la génesis
y la estructura intima de
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CRÓNICAS
las ideologías, así como sus manifestaciones históricas. Éstas no
son otra cosa que manifestaciones romas de la negación del prin­
cipio de
que el poder viene de Dios, así como de una visión, por
lo demás falsa a la luz de la antropología, del hombre como ser
cerrado en sí mismo.
Hemos profundizado también en la historia del pensamiento
político
en general, y del pensamiento político cristiano en parti­
cu1ar, en ocasiones como crítica a las posiciones de la democracia
cristiana, en otras atendiendo a los temas que la actualidad iba
presentando. Pero se
ha expuesto también esa parte del pensa­
miento hurtada, ideológicamente,
al común de los españoles que
es el pensamiento político español. Pensamiento que no adjetivo
ni de cristiano ni de tradicionalista por dos razones: porque el
pensamiento político sólo puede ser español si es cristiano, y por­
que sólo el pensamiento tradicional es genuinamente español.
Este desconocimiento,
de su propio pensamiento político es en
parte responsabilidad de los españoles, habitualmente despega­
dos
de sus propias creaciones y en búsquesa de sucedáneos forá­
neos
que le devuelvan una indentidad como nación que no es la
suya y que como consecuencia de esto provoca gran parte de las
desgracias nacionales. Pero ese desconocimiento de la tradición es
también responsabilidad nuestra: es parte
de nuestra misión man­
tener viva la llama del pensamiento político español y
de acre­
centarlo. Segundo
la formación moral. Para los que hemos crecido y
hemos sido educados en familias cristianas la necesidad de reci­
bir este tipo de formación
podria parecernos sorprendente: seña,
como en el caso de las vacunas, una "dosis de refuerzo o de
recuerdo". Pero no hemos de minusvalorar la formación moral,
máxime en un mundo que, con la velocidad con que genera trans­
formaciones en la ciencia y en la economía plantea constante­
mente nuevos y difíciles retos éticos, retos que sólo pueden
enfrentarse con principios morales sólida y profundamente fun­
damentados y constantemente actualizados.
Tan sólo
un ejemplo. ¿Quién en sus estudios de Derecho,
Econonúa, Ciencias Naturales, etc., antes o después no se ha
encontrado con el concepto de "bien común"? Incluso desde plan-
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CRÓNICAS
teamientos contrarios a los que defendemos se maneja esta idea
"¿quién no va a querer el bien, además si éste es común?". Y sin
embargo uno
se encuentra que éste, el "bien común", si bien ele­
vado al máximo rango como categoña fundamental en la expre­
sión
de la deontología profesional de tumo no es sino fuente de
controversia y equívocos en su interpretación. La paradoja se
resuelve fácilmente cuando
se examina qué se entiende exacta­
mente por "bien común", pero entonces
se aparece éste como un
concepto difuso. No puede ser de otro modo cuando se trata de
fundamentar ideológicamente este concepto clave en la vida
social y política: previamente ha sido vaciado de su contenido y
sentido más profundo.
Esta formación es esencial para el cristiano. Tanto
en su vida
hoy llamada privada como en su vida hoy llamada en sociedad,
es decir, en su vida política. Pero también para quienes, como
quien les habla, nos dedicamos a la investigación científica (¡y no
sólo en ciencias sociales sino también en ciencias naturales!). Es
un mito que hoy no se puede mantener que la ciencia es un dis­
curso racional neutral, libre
de valores. No es este el lugar para
extenderse en la explicación de tan importante cuestión.
Simplemente señalemos que es en el momento, instante y hora en
que el científico erige las preguntas que según él merecen ser
contestadas cuando su dinámica no sólo .cognitiva sino también
ética y social desempeñan un papel decisivo. Sirva como ejemplo
en el caso de la economía el examen de cualquier cuestión, por
prosaica que pueda parecernos, desde una perspectiva individua­
lista u orientada por un concepto de "bien común laxo" o la
misma cuestión examinada a la luz
de una noción de "bien
común" sustantivo.
La racionalidad del discurso teórico-económi­
co
no cambia en cuanto tal, desde un punto de vista puramente
lógico. Pero sí su alcance y significación en cuanto -se construye
sobre hipótesis completamente nuevas y más realistas. Para quien
esté familiarizado
con la literatura teórico-económica ésta se halla
llena
de ejemplos que podñan aducirse.
Podríamos también hablar de cómo la ordenación jerárquica
de los fines de las personas, fruto de su dinámica, y por lo tanto
de su formación moral es un principio básico de su acción per-
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CRÓNICAS
sonal y en cuanto que ésta es interactiva con la de los demás, tam­
bién lo es de la acción social. No vamos a insistir por esta linea
argumental. Tan sólo una cosa
más. De todos los tipos de forma­
ción
que son susceptibes de ser recibidos hay uno insustituible y
fundamental:
la formación que el ejemplo vital de las personas
que
uno va encontrando en su biografia proporciona. Lo más ele­
vado
que se puede decir de una persona es que es ejemplar. Y el
peor pecado que se puede cometer, como Nuestro Señor Jesu­
cristo nos advirtió, es escandalizar. Quizá a muchos compatriotas
nuestros celebraciones como la
de esta noche les pueda parecer
motivo de escándalo,
¡allá ellos! Si algo se puede decir en justicia
de las personas aquí reunidas es
que son, en su vida familiar, pro­
fesional y política, ejemplares. Paradojas
de nuestra Patria.
Concluyo.
las cosas no suelen sucedemos por casualidad.
Sólo hay
que estar atentos y ejercer, responsablemente, la liber­
tad.
Yo he sido un privilegiado por conocer hoy a tantos amigos.
La primera vez, como en la maravillosa parábola del sembrador,
la semilla cayó entre las zarzas. Muchas veces nuestro enemigo
principal,
no lo advertirnos, es el mundo, el mundo que en su
vorágine nos absorbe y
no permite que le dediquemos a nuestra
formación y a la de los demás el tiempo
que tan magnífica tarea
requiere. Pero gracias a Dios, en mi caso la seguna vez (¡y no
siempre hay una segunda vez!), la constancia de unos pocos, con
su ejemplo, comprendiendo petfectamente cuál es su misión en
la sociedad y siendo fieles a ella, ha dado su fruto (aunque sea en
mi caso muy modesto). Esta clarividencia en la misión que el cris­
tiano ha de desempeñar en la sociedad y que no es otra que traer
el reino de Dios a este mundo y esta fidelidad a
la misma son vir­
tudes propias del Santo que hoy celebramos. Los que nos han
precedido y quienes nos preceden las han encarnado.
Nos queda a los más jóvenes asumirlas como propias. Speiro
y la Ciudad Católica
son medios insustituibles que gracias a la
generosidad y abnegación de unas pocas (desgraciadamente
pocas) personas se nos brindan sólo a cambio de
que las apro­
vechemos para bien nuestro y
de las personas que con nosotros
viven
en sociedad y para, no lo olvidemos, · mayor gloria de
Dios. Pero las fuerzas, si no vienen de lo Alto, son escasas.
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CRÓNICAS
Pidamos a San Fernando que interceda por nosotros y nos ayude
siempre.
Muchas gracias, Carmen; muchas gracias, queridos amigos.
DISCURSO DE ARMANDO MARCHANTE
Una vez más nos reunimos para celebrar la Festividad de San
Fernando a cuya intercesión y ayuda nos venimos acogiendo año
tras año. Conocemos perfectamente las excelsas virtudes del Santo
rey
que le llevaron a los altares y que han hecho de él un apoyo
privilegiado para quienes nos preocupamos, como él hizo,
por los
derroteros que ha
de seguir en España nuestra fe cristiana a tra­
vés
de los tiempos venideros. San Fernando reconquistó para la
fe gran parte
de nuestra Patria y para ello no sólo se valió de la
espada sino preferentemente
de su santidad de vida y de su pre­
ocupación
por el mantenimiento en sus reinos de la Santa fe
católica.
Han pasado muchos siglos y bueno será reflexionar aunque
sea brevemente sobre la situación en que se encuentra nuestra fe
católica en la España de hoy, en la sociedad en que vivimos. Para
ello es conveniente desechar desde
el principio dos posiciones
que considero especialmente nocivas para nuestro objeto. Ya
habréis comprendido que me refiero tanto a la posición que se
puede definir como catastrofista como a un angélico optimismo
que tanto daño ha hecho en otros tiempos.
Lo primero que debemos hacer es lanzar una mirada a nues­
tro alrededor
y, sobre todo los que ya no somos jóvenes, compa­
rar lo
que oímos y vemos a diario en la vida religiosa, cultural,
económica, política y social de nuestra nación con el recuerdo de
la situación que existía en España hace ya varios lustros. Para que
esta comparación sea adecuada hay que tener muy presente que
las circunstancias han cambiado radicalmente y que estos cambios
ni deben siempre interpretarse como retroceso ni se debe admitir
que. siempre constituyan
un avance. Es evidente que vivimos en
una España que ha sufrido una enorme transformación cuya pri­
mera consecuencia ha sido trastocar costumbres, actitudes y com-
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