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Número 427-428

Serie XLII

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La bancarrota del liberalismo del Padre Enrique Ramière

LA BANCARROTA DEL LIBERALISMO
DEL PADRE ENRIQUE RAMIERE
POR
EVARISTO PALOMAR(')
En esta misma editorial se reeditaba hace poco tiempo la
obra El Corazón de jesús y la divinización del cristiano, de
Enrique Ramiere. Libro admirable por diversos títulos, de los que
destacamos su carácter recopilatorio, sus destinatarios y profun­
didad, su influjo.
En efecto, a
la muerte de Enrique Ramiere, habida en 1884,
sus colaboradores inmediatos
idearon recoger en una publica­
ción, bajo
unidad temática, lo que Ramiere habla ido desgranan­
do en el correr de los años en la revista por él fundada y escrita
por él mismo en su mayor parte, mes a mes, desde 1861 hasta el
final de su vida mortal. Lo que manifiesta sobremanera la consi­
deración altísima
que tenía de sus destinatarios, cristianos de toda
clase y condición por cientos de 1niles, a fin de alimentar su vida
bautismal en la Iglesia. A lo que apunta su profundidad, pues la
vida cristiana
es la participación de la misma vida de Dios, según
que el Corazón de Jesús posee en plenitud el Espíritu Santo para
comunicárnoslo, obteniendo co1no fruto nuestra real divinización
pues esta es la misión de la tercera Persona, y de la que toma su
nombre propio, la santificación del Pueblo de Dios que participa
en los munus del mismo Jesucristo como Sacerdote, Profeta y
('") Publicamos_ con mucho gusto el prólogo que nuestro amigo Evaristo
Paloniar ha redactado para la_ reedición de la versión castellana del libro del padre
Hemi Ramief'e, S.]., que va a aparecer en el catálogo de Scire, Barcelona, 2004
(n. de la r.).
Verbo, núm. 427-428 (2004), 641-i554. 641
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EVARJSTO PALOMAR
Rey. Por último, relativo a su influencia bastará una referencia
mínima, si bien no anecdótica: Con motivo de un congreso sobre
el Sagrado Corazón habido
en los cincuenta del pasado siglo xx,
Sebastián Tromp, S. l., incidiría en la importancia del documento
magisterial Mystici Corporis Christi (1944),
de Pío XII, explicando
que
en la doctrina de dicho _documento habían influido princi­
palmente cuatro obras, de las que dos lo eran de Enrique
Ra­
miere, El Apostolado de la Oración y justamente El Corazón de
Jesús
y la divinización del cristiano. Su Santidad Juan Pablo II, en
sus enseñanzas, declara la correlación de su 1nismo magisterio
con la encíclica Ecclesiam Suam de Pablo VI, la Constitución Dog­
mática
Lumen Gentium sobre la Iglesia del Concilio Vaticano II y
las referidas enseñanzas de Pío XII.
Lejos de ser una digresión estas letras primeras, nuestra inten­
ción es llamar la atención del lector que se acerque a las páginas
de
la nueva publicación que acomete esta editorial Scire. Pues la
obra
que tiene delante podríamos presentarla como el comple­
mento
de la primera, si bien en negativo fotográfico. No se aden­
tra Ra1niére en este estudio en explayar las consecuencias socia­
les de
la encarnación redentora del Verbo, sino que atiende a
aquel conjunto de tesis que mina la posibilidad misma de vida
pública cristiana: la ideología liberal. Quien examine
y atienda los
hechos
y datos históricos de nuestra vida contemporánea, consta­
ta el desmoronamiento sucesivo
de la vida cristina de los pue'
bias. Lo que no ha sucedido, al mismo tiempo, sin gravísima fac­
tura
en nuestra condición humana personal y social. El liberalis­
mo, si lo definimos
por su principio, es el naturalismo en políti­
ca. Si atendemos a su consecuencia, es el totalitarismo en su des­
pliegue. Atendida su aparente teorización, es sencillamente la
negación de nuestra condición humana al negar de plano nues­
tra vida personal, nuestra vida locutiva, nuestra vida en amistad.
Y consecuentemente, se afirma en lo que niega: que haya algún
principio dado, tanto trascendente
(1) a nuestra realidad humana,
(1) Hay quienes tomando los términos a la ligera, no advierten justamente su
"trascendencia".
Lo que les imposibilita caer en la cuenta de su alcance y efectos.
Si bien "trascendencia" puede referirse, en uno de sus significados; a lo que está
más allá
de la realidad sensible, respecto del conocimiento humano, Dios, y al que
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LA BANCARROTA DEL LIBERALISMO
como por el cual se ordene la comunidad política a su fin pro­
pio, el bien común.
La negación la concretará Enrique Ramiere
en que la ideologfa liberal ni admite ni quiere reconocer princi­
pio alguno de autoridad, sea religiosa, inteleclllal o política.
Frente a la realidad del
don hallamos la tendencia radical­
mente contraria que trataría de operar una "autodivinización", al
no reconocer realidad alguna fuera de la propia razón inmanen­
te y autocausativa.
Lo que ha llegado a expresarse cullllralmente
como necesidad de "autorrealización", liberadora de cualquier
dependencia o dominio. Bastaría esta consideración para captar
la carga ideológica de antihumanismo que encierra la "vana filo­
soffa" liberal. Por esto se entiende que, sobre rechazar de plano
a Dios, Creador y Redentor, más inmediatamente la ideología
liberal se afirme
en rechazar toda realidad dada, todo don, y por
ello el de la misma humanidad en su. ser personal y en su aper­
lllra o tendencia connab.lral al otro, por su comunicabilidad locu­
tiva.
Que la ideología liberal se haya afirmado en la negación de
Jesucristo como Dios y Señor, a quien deben reconocimiento las
sociedades y los pueblos,
no es más que consecuencia del pos­
lUlado por el cual, más allá; no del sujeto individual, sino de la
sola razón autocausante,
no hay nada en sí. Lo que quiere decir,
por vía de concreción, que no hay verdad, ni bien, ni belleza.
Puesto
que no hay ser, salvo el que cada "uno" (2) destila. El con-
cabe acceso por razón natural, por ''trascendente" significamos aqui, la intención
de nuestro entendimiento en cuanto naturalmente se abre a la consideración de
las. cosas en su propia realidad para, conociéndolas, entenderlas en acto. Por ello,
a la acción
de trascenderse, en auténtico acto de conocimiento, se opone la "inma­
nencia",
por la que la razón se agOta en sí misma. De'módo que, sosteniendo la
inmanencia
metafisica -el pensar constituye el ser-, la cultura moderna, opo­
niéndose a la razón natural, imposibilita de plano toda posibilidad mínima de la
misma revelación sobrenatural. Realmente es un suicidio intelectual. La aceptación
de la inmanencia se realiza por Vta indirecta a través de la ideología política libe­
ral. Literariamente, las consecuencias hari sido demoledoras por efecto del movi­
miento romántico. Dado el alcance de la negación de _la condición humana, no ha
de extrañar que el tema se resuelva en sensualismo brutal, nivelaéión con las bes­
tias en la sola naturaleza. Es el programa práctico en la cumbre de la inmanencia,
según Marx, "la naturaleza se hominiz.a y el ho1nbre se naturaliza".
(2) Adviértase: para el librepensadoi no hay, ni existe, ni cabe realidad per­
sonal alguna.
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EVARISTO PALOMAR
cepto de persona pasa a diluirse en el de razón autocausativa, o,
con otra denominación, "autoconciencia". De modo que solo en
el rechazo de todo don puede afirmarse la libertad, y por ende
lo "humano". La tarea del Estado, que no de la comunidad polí­
tica, se configura como "política de liberación": operar
en los
seres carnales el nacimiento de la nueva "humanidad" libre.
El fin
de
la historia, la libertad, determina las "políticas de progreso".
Nos encontramos, pues, ante una expresión sencillamente gnós­
tica, cuyo culmen especulativo lo constituiría el idealismo ale­
mán, desde la convergencia histórica de la
fe fiducial luterana y
el cogito cartesiano. Y así, afirmada la libertad en el Estado como
eticidad objetiva, correspondía el momento histórico a la praxis
al objeto de socializar empiricamente las realidades históricas,
tanto sociales como d~ la conciencia personal: lo que se corres­
ponde con el socialismo, toma de conciencia de que no hay nada
dado, sino solo acción dialéctica hasta la plena identidad entre el
"hombre"
-la libertad-y la naturaleza, Reintegración, pues, del
todo empirico a
la Idea como absoluto.
El magisterio contemporáneo ha insistido sobremanera, con
clarividencia evangélica, en proclamar que Jesucristo es el Ca­
mino,
la Verdad y la Vida (cf. León XIII, Tametsi futura); Rey y
Señor de los pueblos, a
quien se debe reconocimiento y culto
públicos
(cf. Pio XI, Quas Primas); en Él encontramos el manan­
tial de aguas vivas
(cf. Pío XII, Haurietis Aquas); hemos de labo­
rar
por establecer el Reino de Cristo en la tierra (beato Juan XXIII,
Mater et Magistra), y que nuestra tarea como Pueblo de Dios
es la consagración del mundo (Concilio Vaticano n, Lumen
Genüum). Pablo VI, avanzado ya el postconcilio, insistiría en esta
idea nuclear, que todo lo penetre el espiritu
de Cristo: "Para la
Iglesia
no se trata solamente de predicar el Evangelio en zonas
geográficas cada vez más vastas o poblaciones cada vez más nu­
merosas, sino de alcanzar y transformar con la fuerza del Evan­
gelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos
de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y
los modelos de vida de la humanidad, que están
en contraste con
la Palabra de Dios y con el designio de salvación"
(Evangelii
nuntiandi, 19).
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LA BANCARROTA DEL LIBERALISMO
Desde luego nos parece que el entrelazado de los textos lo
incorpora
la tradición de la Iglesia, y si no hay reconocimiento
público del Señor
como único Salvador, ¿cómo se mantendrá la
misma constitución natural
de la familia? Seria tan vano como
pretender comer pan. .. sin trigo. De donde resulta que se plan­
teen cuestiones que-causan sonrojo desde un mínimo de huma­
nidad.
Juan Pablo II, "solo Jesuaisto descubre al hombre su ple­
na vocación humana" (Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, 22),
ha releído todo el conjunto de la realidad a la luz de la Trinidad
Santa y
el misterio de la redención al pairo del signo de los tiem­
pos: Tiempo
de la misericordia del Dios del gran Corazón para
con una humanidad exangüe.
Por esto se entiende, a la par, el carácter profético y la estric­
ta lógica
de las palabras de Ramiere. Profecía y lógica que han
confinnado hasta la saciedad los hechos de nuestro tiempo.
¿Cón10 edificar sin cimiento? ¿Cómo beber sin agua? ¿Có1no vivir
sin ser-en-si personal? La ideología liberal que se impuso por el
terror sostenido, sistemático y considerado acto de virtud, "el
terror
es la justicia expeditiva ... consecuencia del principio gene­
ral
de la democracia" --según sentencia de Robespierre (3}-, se
(3) Sobre los prindpios de moral política que deben guiar a la Convención
Nacional
en la administradón interna de la República, recogido en La Revolu­
ción Jacobina,
trad. y pról. de Jaume Fuster, Edicions 62, Barcelona, 1992, repro­
duce la edic. de 1973 en Ediciones de Bolsillo, pág. 147. Citemos con más ampli­
tud:
"¿Qué tipo de gobierno puede realizar estos prodigios? Solamente el gobier­
no democrático, o sea republicano. Estas dos palabras son sinónimos a pesar de
los equívocos del lenguaje común, puesto que la aristocracia no es república,
como no lo es la monarquía. (. .. ) Entonces, ¿cuál es el principio fundamental del
gobierno democrático o popular, es decir, la fuerza esencial que lo sostiene y
lo mueve? Es la virtud. (. .. ) Si la fuerza del gobierno popular es, en tiempo de
paz, la virtud, la fuerza del gobierno popular en. tiempo de revolución es, al
mismo tiempo, la virtud
y el terror. La virtud, sin la cual el terror es cosa funesta;
el terror, sin el cual la virtud es impotente. El terror no es otra cosa que la justi­
cia
expeditiva, severa, inflexible; es, pues, una emanación de la virtud. Es a;i.ucho
menos un principio contingente, que una consecuencia del principio general de
la democracia aplicada a las necesidades más urgentes de la patria" (págs. 142-
147). Baste comentar
que no es un rayo en noche serena, sino que goza de fun­
damentación teorética anterior; el terror que proclama obedece a una "razón" de
política institucional, esto es, como acción de la misma República o Estado; vin­
cula esencialmente el terror como acto de virtud con la democracia como princi-
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EVARISTO PALOMAR
afirmó en el derrocamiento de las Constituciones históricas por
una fría e impersonal Razón de Estado que pasaba a informar la
configuración social alterando las leyes de la familia y de los bie­
nes, y atentando directamente contra la conciencia personal, cris­
tiana y social, 1nediante Ut) centralismo asfixiante que principia­
ba por hacer de la educación un tentáculo más de la Administra­
ción. Incluso en nuestros días resulta.ría extraño no pensar _en el
Derecho sino como "la norma del Estado", y la justicia -en es­
tricta secularización
de su significado bíblico, configurado el
Estado
como "Dios en la tierra"-la supeditación del obrar a la
voluntad estatal (o de la nación, del pueblo o de la humanidad).
Contra lo
que aparentemente pudiera pensarse, encierran
lógica las
dos tendencias que muestra: lógica de la absorción del
conjunto de la vida social en el todo, consecuencia de su monis­
mo panteísta; lógica de la disolución de las relaciones sociales en
un craso individualismo, donde toda dependencia es !imitadora
del
"Yo", lo que se desprende de su fenomenismo inmanentista.
La plasmación liberal ha dado lugar a lo que podemos expresar
como "sociedad de los egoístas", o de la explotación del hombre
por el hombre. Y dado que no hay amor, pues solo "funciona" el
cálculo y
el interés, puede también expresarse como "sociedad
del hastío".
Que no obstante, se realiza progresivamente en la
insatisfacción permanente.
De la explotación del hombre por el
hombre,
hemos avanzado hacia la aniquilación de lo humano, lo
que se sentencia admirablemente en las posibilidades reales de
liberación
que nos presta la tecnología, dado que el obrar moral
se
ha hecho coincidir con el poder técnico.
La obra de Ratniere es recopilatoria de dos series de trabajos
que vieron la luz a lo largo de los años 1874 y 1875, en la revis­
ta
ÉWdes, "La banqueroute du libéralisme" (enero, mayo, julio,
pio fundamental, lo que no es más que una explicitación de lo anterior. Asi, pues,
¿qué entiende por democracia? Apuntetnos un principio
de respuesta, el sistema
liberal:
la libertad de la razón, siendo la libertad el acto mismo de virtud. Lo que
parece despistar en esta cuestión es el término participación; a este efecto, cf.
EvARISTO PALOMAR, Sobre la representación política en la teorizadón del racJona­
lisrno {siglos XVU y XV!ll}, Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad
Complutense, 87, págs. 225-257.
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LA BANCARROTA DEL LIBERALISMO
agosto 1874) y "Le libéralisme catholique" (julio, septiembre
1875) (4). Trabajos
que se reprodujeron al poco en la revista ita­
liana
La Scienza e la Fede, publicación decana que tenía por fin
dar a conocer las doctrinas de santo Tomás
de Aquino, reci­
biendo por otro lado los elogios de la prestigiosa La Civilta
Cattolica. En España los publicó el presbítero Jaime Borrás y
Prats, en el año 1876 y por la Tipografia Católica de Barcelona,
con aprobación canónica del Obispo de la diócesis de Barcelona
y de su Canónigo-Secretario, Palá y Marlf, mediando censura lau­
datoria del presbítero Salvador Casañas. Contenía una "adver­
tencia" expresando lo siguiente, "Cuantos han leído
Las doctri­
nas romanas sobre el liberalismo en sus relaciones con el dogma
cristiano
y las necesidades de las sociedades modernas, han de
recorrer las páginas de estos dos opúsculos para comprender
todo el pensamiento del
P. Ramiere, y hasta el camino que ha
seguido para ir combatiendo el error madre de los errores del
siglo actual" (5).
( 4) La revista Études fue una obra cultural de la Compañía de Jesús, que ini­
ciada
en 1856 se prolongaría hasta 1880, disuelta la propia Compañía como con­
secuencia de la legislación de la III República. Su nombre completo era el de Étu­
des religieuses, philosophíques, historiques et !Jttératres, y se reorientaría desde la
Curia de Via Borgo Santo Spirito hacia un sentido más romano, pero evitando
al mismo tiempo una tendencia claramente ultramontana. Es el Études de
Fourviere de 1872. A su redacción se incorporaría Ramiere con clicha fecha, deján­
donos un total de sesenta y una colaboraciones de diferente costura, desde necro­
lógicas, pasando por recensiones, a estudios de teología y filosof'ia social. A estos
mismos estudios cabría
añadir otros no menos valiosos sobre la misma ideología
liberal,
como son: LiMralisme et césarlsme (enero, abril y mayo de 1875); L.e
mariage dvil. Conséquence et co11damnation du lJ.béalisme Jégislatif (agosto de
1877)¡ L '.igJJse cathollque et les llbertés n1oder11es (julio de 1879); Le libéralisme
tyrannique et Je libéralisme llbéral (agosto y enero de 1880).
(5)
La obra referida lo es bájo el título original con que se publicó en París
por Lacoffre en 1870 (Les doctrines romaJnes sur Je libéralisme envisagtJes dans
Jeurs rapportS avec Je dogme chrétien et avéc les besoins dés sodétés modernes).
Libro nuclear, vio la luz no con el título que hubiera querido Ramiefe, La sobe­
ranía sodal de Jesucristo,. y con una espléndida carta laudatoria y bendición apos­
tólica del beato Pío IX. Para España, y con el título querido por Ramiete, la tra­
dujo en la editorial Subirana -1875---el doctor Morga.des Gili, entonces canóni­
go, y posteriormente obispo de Vich y Barcelona, quien prologándolo concluiría
de e-.ta. guisa: "Hoy más que nunca necesita España de hombres magnánimos y
reflexivos,
y si realmente hubiésemos de pasar por la calamidad de una nueva
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EVAR/STO PALOMAR
Como se ha indicado, recoge dos series de trabajos. El pri­
mero bajo el intitulado
La.bancarrota del liberalismo, contempla,
tras un preliminar, cuatro capítulos: Definición; mentira y errores;
bancarrota intelectual; liberalismo político. El segundo, El libe­
ralismo cat6Jico,
despliega otros tres capítulos precedidos de una
introducción: Historia y exposición de la cuestión; equívocos del
liberalismo católico; valor práctico del sistema. De la lectura de
los textos se desprende
que el segundo es, de hecho, continui­
dad temática del primero, y que, desde luego, la intención del
mismo Ramiere era atender el absurdo, dado lo ilógico
per se del
sistema liberal, de la pretensión "católico-liberal". Sobre su con­
dición contradictoria, el posicionamiento de actitudes presagiaba,
atendidos los hechos, una ruina
en ciernes para la Iglesia. Ruina
que afectaba a su dimensión pública, y necesariamente al plano
de las conciencias.
Sin adentramos en una exposición detenida, detengámonos
en la definición postulada: "El liberalismo es aquel sistema que
afirma la completa independencia de la libertad humana, y niega
por consiguiente toda autoridad superior al hombre, sea en el
orden intelectual,
sea en el religioso, sea en el político". Con­
fonne lo anteriormente apuntado, que el juicio de Ramiere con­
cluya
en la bancan-ota del sistema parece imponerse bajo dos cri­
terios,
uno teórico y otro práctico. El teórico opera por vía de
entender lo
que excluye y rechaza la ideología liberal, en lo que
no nos cansaremos nunca de incidir lo suficiente: para la ideolo­
gía liberal no hay realidad alguna más allá de la que destila mi
propio pensamiento. Con más. claridad: toda realidad
que cae
bajo mi experiencia imnediata es literalmente aparente. Spinoza,
donde hallarnos el liberalismo
en sus fuentes, lo había sentencia­
do: "Todo conocimiento
por los sentidos es fuente de error" (6).
constituy~nte, diríamos a cada uno de sus diputados: ,Come este volumen y ve a
hablar,, .Comede volumen istud et vadens loquere,,". Hagamos notar que fue el
mismo Morgades el introductor del Apostolado de la Oración en España, así como
quien asumió en su primera etapa la difusión del famoso Mensajero, traducción
del de_Ramiere. En 1951 la reeditaba Publicaciones Cristiandad, en nueva edición
revisada, con una presentación del P, Ramiere de Pablo Dudan, S.L y el prólogO
de Morgades Gilí.
(6) Cf. Etica 11, prop. XLI.
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LA BANCARROTA DEL LIBERALISMO
Lo que denota pasividad en el conocimiento por parte del
sujeto, y consecuentemente su dependencia. A la contra, al no
depender en su razón de realidad alguna -inmanencia-, el
conochniento es pura acción en su autogenerarse que pone ''acti­
vamente" lo real como libertad primera. De aquí que no exista
verdad en sí, sino relatividad absoluta. Y necesariamente, tampo­
co ni bien ni mal. Lo que da en la más estricta necesidad de. cuan­
to "acontece". La ideología liberal se asienta en un acendrado
determinismo. Por esta razón, juega sie1npre con univocismos
disyuntivos desde su implícita negación de la analogía.
Desde una consideración práctica, es la misma experiencia la
que pone de relieve el nulo aprecio de la ideología liberal por el
ser humano y consiguientemente por la libertad personal y las
libertades sociales, incluida
la política. Los estudiosos no enten­
didos se sorprenden ante los caracteres asociados a su pujanza
política,
de los que destaca como dominio absoluto, despótico y
totalitario la
máquina liberal por excelencia, la Administración.
Toda la realidad social
es penetrada artificiosamente por una
burocracia impersonal e imparable: El derecho y la cultura, la
eco11onúa y la educación, la sanidad y la conciencia. Afirmado
co1no conciencia
de sí, autocausativa, se articula ad extra como
Nación -nacionalismo-, que a través del acto de fuerza -mili­
taris1no-, absorbe el conjunto de la vida social -centralismo--:-,
para dominar al sujeto personal, en su cuerpo y en su alma -to­
talitarismo-. Todo ello colacionado desde la impronta mítica
contractualista: Libertad del
pueblo y Constitución racional. Lo
que no quita para que al mismo tiempo se invoquen los apa­
renten1ente contrarios según circunstancias, cosmopolitismo,
11acifis1no, anarquis1no. Simple petición de principio.
Las plasmaciones hegelianas del siglo xx, en sus versiones
(socialismo de Estado o internacional) fascista y socialista, vinie­
ron a dar una especie de salvaconducto a la ideología liberal.
Incubadas
en la Universidad alemana, bajo el reinado de Hegel,
asumieron
la tesis liberal -fuera del Estado, no hay nada-, alte­
rando el ropaje. Llevándose la palma el socialismo científico, con­
fom1e Marx: lo inimaginable
cobró realidad, y se cebó contra
todo lo humano, incluso el más mínimo atisbo de palabra. De
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EVARISTO PALOMAR
excrecencia berlinesa, derramado por Europa, se extendió por
Asia, Africa, América .. , haciendo de la condición huinana, una
condición doliente hasta el exterminio, no de una raza cualquie­
ra, sino del mismo ser
humano en su realidad personal. Guadaña
niveladora, hizo fraternal las fosas
en nombre de la liberación
"humana". Hoy la socialde1nocracia nos permite, con el apresto
neoconservador, liberamos del cónyuge, del que está por nacer,
de la identidad biológica o de la misma carga de ser. Dado que
el tiempo Ílo corre en. vano, la penetración social por el Estado
es hoy por hoy más fluida y porosa. También más radical. Lo que
hace a la conciencia "personal" ser más libre; esto es, más colec­
tivizada, y por ende más social y estatal. Podríamos describir la
evolución de los hechos
por análisis del enunciado "Estado de
Derecho, democrático y social".
Detengámonos
en la posición católico-liberal. Y dado que
presenta gradaciones, atenda1nos la 1llinima; la de aquellos que
afirmando al Señor Jesús, lo hacen en lo intimo de su concien­
cia
para alcanzar el umbral familiar. Y llegados aquí, lo que
obtenemos es el silencio. Se observará que la cuestión no radi­
ca
en una negación. Sino simple1nente en un silencio. Y que
este silencio lo que proclama buscar es la libertad de la Iglesia.
En las luchas
que cruzaron la Francia del XIX, el movimiento
católico plasmó en sus inicios, principalmente, una actitud con­
sistente en pedir para la Iglesia la libertad común, silenciando a
este efecto a Cristo, para gritar la "conciencia del hombre".
La
actitud denotaba algo más, que viene a dar razón de las conse­
cuencias: la descristianización social y política. Porque al silen­
ciar a Cristo
en favor de la libertad de la Iglesia, se escindía la
Iglesia
de su cabeza, Cristo-Jesús. El argumento es sencillo, si la
Iglesia es el cuerpo de Cristo, el silencio sobre Cristo es silen­
cio sobre la Iglesia. El silencio sobre la misión del Verbo, es
silencio sobre la misión
de la Iglesia. El silencio sobre la obra
de Jesús, es silencio sobre la obra de la Iglesia. El silencio sobre
la verdad primera, es silencio sobre la verdad que se sustenta
en aquella. Y dé:sde el silencio, ¿cómo daremos testimonio con
obras y palabras? Justamente,
la Constitución Dogmática sobre
la Iglesia Lumen Genttum del Concilio Vaticano II principia su
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exposición por la misión del Verbo, enviado del Padre y en la
obra santificadora del Espíritu, de la que es testimonio la pala­
bra de la Iglesia. De modo que incorporados por el bautismo a
Cristo, participamos
de su mismo sacerdocio, profecía y reale­
za. Por nuestra condición sacerdotal, consagramos; por nuestra
condición profética, proclamamos la verdad; por nuestra condi­
ción real, sometemos la tierra (7).
Esta actitud católico-liberal connota
un tema de fondo, que,
en analogía con las polémicas cristológicas del siglo rv, podemos
calificar teológicamente de arrianismo político, personalmente no
niegan la divinidad de Ctisto; pero no lo manifiestan, ni lo con­
fiesan como deber
de la comunidad política. Y si san Jerónimo
lloró amargamente al ver todo el orbe arriano, ¿cómo no se dole­
rá nuestro corazón contemplando el silencio sobre Dios
y su
Cristo, aunque lo sea proclamando la aUtonomía de lo temporal
y en nombre del Vaticano II? Este silencio, que no lo declara el
Concilio
en absoluto, antes al contrario, ha significado de hecho,
más allá
de la condena a la esterilidad de multitud de iniciativas
apostólicas nacidas
y urgidas en la recta fe de la Iglesia, una heri­
da de 1nuerte para una política católica.
Por supuesto, si nos fijáramos
en la gradación superior, esta
nos muestra sencilla1nente una suplantación en el contenido de
la fe, por la que se viene a celebrar la humanidad, la razón o la
nación.
El abate Lamennais, proclamando la libertad del Altar
frente
al Trono, supeditaba más bien Altar y Trono a la "razón
(J) Cfr. Lumen Gentium, cap. 1, 2-4; cap. II, 9-11, 13. Su explanación en el
cap. IV del mismo documento y en Apostolicam Actuosftatem. Un comentario
acerca de los munus sacerdotal, profético y real en Karol Wojtyla, La renovación
en sus fuentes. Sobre la aplicadón del Concilio Vaticano JI, BAC, Madrid, 1982,
Tercera parte, cap. 11. "Análisis de la actitud de participación", págs. 177-217. La
misma Iglesia, por boca de Pío XII (discurso al I Congreso mundial de Apostolado
de los Seglares, 14 de octubre de 1951), reconocería el.valor de los movimientos
en favor de Dios y de la Iglesia, que integraron en su origen no solo la corriente
de L'.Avenfr, sino por supuesto también legitimistas, y advirtiendo que algunos de
los primeros, y no desde luego entre los más retraídos, pasarían a liderar el movi­
miento ultramontano francés: recordemos a luis Veuillot, y sus batallas en defen­
sa de la independencia y de la infalibilidad pontificias y contra el liberalismo par­
lamentario.
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EVARISTO PALOMAR
general" o conciencia histórico-social, por supuesto de los más
"entendidos" del momento. De esto todavía no hemos salido. Y
en la estela de Lamennais germinó un Comte, católico en su ori­
gen y converso al nuevo ídolo humanitario, para quien la Iglesia
no resultaría ser más que un momento de la progresiva toma de
conciencia, y fermento históricamente entendido de "orden so­
cial".
Idea hoy muy extendida, al punto que si la Iglesia debiera
ser reconocida· Io sería en manera determinante por su contribu­
.ción al desarrollo social ... (8).
En España
la corriente católico-liberal se desarrolló tardíamen­
te, y
en la derrota del romanticismo literario. Entre los liberales­
doctrinarios
hubo conversión tan sonada co1no la de Donoso,
cuyos fragores, retumbando
en toda Europa, se oyeron particular­
mente
en Roma, Paris y Berlín. Pero Donoso se expresaba tras san
Agustín, y su tradicionalismo filosófico aguantó lo que lo soporta
la fe cristiana: nada. Y así aupado,
supo prever el porvenir. De otro
doctrinario, Nocedal, converso
y "neo", si bien empeñado en bata­
llas
parlamentruias por su contatnina_ción ro-mántica, genninaría el
partido integrista.
La corriente católico-liberal fue una erupción
1narcadamente intelectual y minoritaria, que se concretarla en la
Unión Católica, y años después en poner la Acción Católica bajo
la abstracción del "acatamiento
de los poderes constituidos". Modo
de conservadurismo político,
que si bien no consigue nada, impo­
sibilita al menos cualquier atisbo
de reforma hacia lo bueno. Las
idas y venidas al Vaticano de los Pida!, y posteriores, para obtener
una condéna contra quienes se 1nanifestaron fieles a la tierra y a la
ley de sus padres,
no cosecharon una sola admonición (9).
(8) Acerca de Lamennais, FRANcISco CANALS, Cristianismo y revolucldn. Los
orígenes rom¡:j_ntfcos del cristianismo de izquierdas, l.ª edic. Acervo, 1957; 2."­
Speiro, 1986. Cf. tb. el prólogo a JosÉ M.ª ALsINA RoCA, El tradicionalismo filosó­
fico
en España, PPU, Barcelona, 1985.
(9) Ejemplo manifiesto de los intereses del P. Ramiere lo es su artículo
Rt!surrection du catholidsme libéral, aparecido en Le Messager du Coeur de ]ésus
en rnarzo de 1883 (en la sección, Revue des_Jntéllts du Coeur de ]ésus, págs. 366
y sígs.), y·donde trataba el problema suscitado por· la aparición en España de la
Unión Católica. Traducido
por El Siglo Futuro desató una polémica en la que cru­
zaría cartas
con el Conde de Canga-Argüelles; cf. el artículo y la correspondencia
en EVARISTO PALOMAR, "La polémica Ramiere-Canga-Argüelles en tomo a la Unión
Católica",
Verbo (Madrid), 331-332 (1995), págs. 129-149.
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LA BANCARROTA DEL LIBERALISMO
La abstracción del "acatamiento de los poderes constituidos"
encierra una notable dosis de reflexión: La fe no se -vincula con
expresión política alguna en concreto, por lo que en nombre de
la fe pasa a exigirse una concreta pol,ítica que en los supuestos
más graves pasa por ser notablemente anticristiana. Y esto al
punto de absorber el mismo nombre de "católico". Un jesuita
venerable, mallorquín
de origen, contaba cómo a quienes ingre­
saban en la Compañía de Jesús, primer tercio del xx, les hacían
una observación a tenor de la cual debían abstenerse de con­
comitancias meramente polfticas para interesarse por su nueva
vida religiosa. Pero acto seguido les daban a leer El Debate. Lo
que le confirmaba a tan venerable jesuita para perseverar en la
lectura
de El Siglo Futuro. Aderezada la cuestión con alguna
referencia, las vocaciones eclesiásticas provenían, por regla ge­
neral, de fantllias cristianas sociológicamente carlistas, 1nientras
que los directores de las obras apostólicas y la jerarquía, tam­
bién por regla general, se habían conformado al marco de cosas
consecuencia de la revolución política liberal. Abundando, pues,
en nombre de la libertad de la Iglesia, y bajo el nombre de
"católico", se impone la militancia de partido y la secularización
política. No se trata
de una "politica católica", sino de tornar
partido
como católicos en la vida pública, dado que no hay por
principio ni por fin vida pública cristiana. En el momento pre­
sente, afirmar la laicidad frente al laicismo es perseverar en
silenciar la verdad de Cristo, y consiguientemente la verdad
sobre el hombre, dado que la laicidad, según su propio orden
natural -lo que incluye lo histórico-, se sostiene desde el
plano de la acción salvífica de la gracia, sin confusión ni esci­
sión, que sanándola se ordena a la libertad de la Iglesia y de la
conciencia cierta o recta. En este sentido, resulta obvio que el
fracaso histórico de la democracia-cristiana proclama igualmen­
te la bancarrota del liberalismo.
Agradeciendo a la editorial la confianza al solicitarme pro­
logara esta reedición
de la obra del gran apóstol que fue el
Padre Enrique Ramiére, de la Compañía de Jesús, procla1no 1ni
fe en co1nunión con la Iglesia bendiciendo la Trinidad Santa,
Padre, Hijo y Espiritu Santo. Solo en el reconocimiento públi-
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EVAKISTO PALOMAR
co y acatamiento por las naciones del Hijo de Dios, Jesús nues­
tro Salvador
y Redentor, tendremos la ansiada civilización del
amor,
y por tanto el reconocimiento pleno de la dignidad de la
persona humana, asi como la unidad efectiva y real del gé­
nero humano. Lo que no tendrá lugar por desarrollo progre­
sivo de una "toma de -conciencia humana", sino por don mise­
ricordioso de la gracia divina en favor de los hombres, pues
la gloria de Dios es que el hombre viva. "Clama; no ceses"
(!salas 58, 1).
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