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Número 427-428

Serie XLII

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El ateísmo militante

EL ATEÍSMO MILITANTE
POR
BERNARDINO MONTEJANO e·>
El tema de la existencia de Dios
"Odio a todos los dioses"
PROMIITEO
El tema de la existencia de Dios es el último de la filosofía y
el inicial
de la reflexión teológica. El filósofo debe encararla para
fundamentar su saber, en tanto el teólogo comienza su reflexión
a partir
de ella. La cuestión es de naturaleza esencialmente filo­
s6flca y fue encarada por paganos, judíos y cristianos.
Tiene gran importancia para lo
jurídico, y gracias o por cul­
pa de la novel integrante de nuestra Suprema Corte de Justicia,
Carmen Argibay, quien ha puesto el asunto
en nuestra actualidad
debido a sus declaraciones,
en las que afirma su "ateísmo militan­
te", debemos adelantar temas que pertenecen a la última parte
de
nuestro programa, a la última unidad, en la cual intentaremos
demostrar la insuficiencia del saber filosófico y la obligada apertu­
ra a la teología, para alcanzar
una explicación total de lo jurídico.
Desde el Tao de los chinos, hasta la ley eterna de los estoicos,
desde el tema del "arji?' de los primeros filósofos cosmológicos,
hasta el del
lagos del oscuro Heráclito, de difícil ubicación, encon­
tramos la
búsqueda de un último fundamento para Jo Jurídico.
e) Publicamo.s, con mucho gusto, un texto de nuestro ilustre colaborador,
el profesor Bernardino Montejano,
de la Universidad Católica Argentina, de Bue­
nos Aires, ligado a su docencia
de la Filosofía del Derecho (n. de la r.).
Verbo, núm. 427-428 (2004), 655·670. 655
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BERNARDINO MONTEJANO
La doctrina de la Ley eterna de San Agustín, a quien en gran­
des lineas continúan Santo Tomás, Juan Duns Scoto y la escolás­
tica posterior,
prosigue la búsqueda, liberando al concepto de los
errores del
inmanentismo y del panteísmo.
Este pensamiento es teísta, pues afirma que el fundamento de
los entes finitos es Dios, Ser infinito, Creador ex nihilo. Dios crea
"de la nada",
es el Absoluto, personal y trascendente.
El panteísmo, niega el carácter personal de Dios y su trascen­
dencia.
El ateísmo, en cambio, niega la existencia trascendente y concibe a la realidad encerrada dentro de los limi­
tes de
la finitud. La divinidad aparece entonces como inmanente al
mundo, y Federico Nietzsche lo expresa con claridad: "El mono­
teísmo ha desertizado el mundo expulsando de él toda divinidad.
Para recuperarla hay que romper el dique de la trascendencia que
la mantiene fuera. Sólo así volverá a ser la naturaleza no imagen,
sino la fuerza
mis1na de los dioses que en ella vivían" (1).
Diversos ateismos
Existe un ateísmo bastante divulgado entre los cultores de las
ciencias particulares,
quienes, como es lógico, cultivan sus disci­
plinas
con métodos científicos, lo cual es correcto, pues el obje­
to es lo que deter1nina el 1nétodo adecuado. El error consiste en
introducir el modelo científico en los restantes dominios de la
vida,
en pretender que es irreal, que no existe, todo lo que no es
científicamente demostrable.
La disciplina competente para tratar el tema de Dios es la filo­
sofía,
que busca una respuesta a la pregunta acerca de la natura­
leza de los entes, no la ciencia. Existieron y existen muchos cien­
tíficos teístas, pero ninguno pretendió ni pretende fundar su teís­
mo en su ciencia particular.
Existe un ateísmo práctico, vivir como "si Dios no existiese o
no se ocupase de los asuntos humanos", según la clásica hipóte­
sis de Hugo Grocio; se
ha denominado ateísmo de indiferencia o
(1) Nachgelassene Fragmente, 12, pág. 137, cit. por Hemández Pacheco,
Javier, Friedrich Nietzsche, Herder, Barcelona, 1990, pág. 142.
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de distracción. Esto le sucede a menudo al hombre contemporá­
neo: a veces, es muy joven para pensar en Dios, otras, está muy
ocupado para pensar en Dios, otras, emborrachado por el poder
o el dinero, se encuentra muy mareado para pensar en Dios, y al
final, llega el día en que está muerto ... entonces, ya es tarde para
pensar
en Dios.
No nos ocuparemos de estas dos formas de ateísmo, sino de
otras dos, que las consideramos importantes para el desarrollo
del tema: el ateísmo filosófico y el ateísmo de Estado.
El ateísmo filosófico: Niet7Sche
Federico Nietzsche relata que cuando Zaratustra sale del bos­
que de ere1nítas comenta: "Este viejo no se ha enterado aún de
que Dios ha muerto. Esos anacoretas oraban y entonaban cantos
a la gloria de Dios; ocupados de Él, habían renunciado al mundo
y cultivaban los valores trascendentes impuestos desde afuera,
tales como las visiones
de bien y de mal".
Nietzsche (1844-1900), escribió esto
en los años 1883 a 1885,
o sea hace bastante más
de un siglo; hoy día se multiplican los
anacoretas, no sólo católicos, en el mundo, fenómeno asombro­
so al cual dedica un largo artículo en su sección cultural el año
pasado el Corriere della Sera, y según el P. Jorge Graset, en el
Sur de Francia, en medio de la crisis pavorosa de la Iglesia de
ese país, hoy existen alrededor de 300 eremitas. Parece que son
muchos quienes no se han enterado de la muerte de Dios.
Pero la revelación completa
de Zaratustra es: "Dios ha muer­
to ... Yo os anuncio al Superhombre' (2).
Si lo primero es falso, pero no es evidente,_ entende1nos que
la falsedad de la segunda afir1nación es evidente, por eso, como
bien señala Etienne Gilson, se hace hoy "más publicidad a favor
de la muerte
de Dios que por el advenimiento del Superhombre.
Posiblemente se debe a
que en la realidad nada alienta a creer
en él" (3). Tiene razón el filósofo francés; entre nuestros hombres
(2) Así hablaba Zaratustra, Pomía, Méjico, 1993, Primera parte, 11, 111, pág. 4.
(3) El diffdl ateísmo, Universidad Católica de Chile, 1991, pág. 27.
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preeminentes1 incluso primerós magistrados, ¿alguno dirá que ha
encontrado el Superhombre o algo parecido en Alfonsln, Menem,
Kirchner o Zaffaroni? ¿Alguno dirá
que ha encontrado la Super­
mujer
en Carmen Argibay?
El hombre muere, Dios no muere. Por eso los griegos vincu­
laban divinidad e inmortalidad y
por boca de Solón, recomenda­
ban al hombre: "Recuerda tu condición de mortal respecto a los
itunortales".
Es lo que cantamos en nuestro Himno Nacional: "Oíd morta­
les el grito sagrado", es lo que afmna San Francisco de Borja,
cuando en 1539, impresionado por el cadáver de la emperatriz
Isabel, decide dejar el servicio
al emperador, pues quiere "servir
a
un Señor que no se puede morir".
Dios ha muerto y ha nacido el Superhombre
Volva1nos a Nietzsche: "¡Dios ha muerto ... y nosotros lo hemos
matado! Lo más santo y poderoso que hasta ahora tenía el
mundo se ha desangrado en nuestros cuchillos. ¿No es esta haza­
ña demasiado grande para nosotros? ¿No tenemos que hacernos
dioses para llegar a ser dignos
de ella?" (4).
Aquí está el eje
de la cuestión: el Superhombre pretende ser
dios contra
Dios. Por eso afirma Nietzsche: "tenemos que apli­
carnos a nosotros mismos los atributos que asignábamos a
Dios',
o sea la perfección, la bondad, la infinitud, la inmutabilidad, la
eternidad, la ciencia, la justicia, la misericordia1 la providencia.
El Superhombre repite el pecado de Adán y Eva, come del
fruto del árbol
de la "ciencia del bien y del mal", pretende deter­
minar
por sí mismo con prescindencia de Dios, lo bueno y lo malo.
Ir "más allá del
bien y del mal" es sobrepasar los falsos valo­
res impuestos por un Dios inexistente: "En otros tiempos se con­
sideraba la mayor blasfemia contrá Dios, pero Dios ha muerto ...
Actualmente Jo más espantoso es blasfemar de la tierra y tener en
(4) Die Frtihllche WJssenschatt, pág. 481, cit. por Hernández Pacheco, ob.
cJt., págs. 160-161.
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mayor estima las entrañas de lo impenetrable que el sentido de
la tierra" (5), o sea, ocuparse del cielo que
de lo temporal.
Nietzsche critica
la moral tradicional: "Es la virtud -la hu­
mildad, la castidad, la pobreza, la mortificación, la
santidad-, Jo
que ha traído el mal al mundo, y no los vicios'.
Es por eso que postula una nueva moral, la moral de la
acción,
generada por el actuar del Superhombre, pues Jo que es
bueno y malo no Jo sabe nadie sino el creador, él es quien esta­
blece las metas del hombre y da sentido a la tierra y su futuro,
determinando que algo sea
bueno o malo. Por ello, según
Nietzsche,
no hay nadie que nos pueda llamar a juicio, ni tene­
mos más ley
que la que resulta de nuestra propia acción. Ella
tiene sentido
en si misma: lo hago "porque me gusta", "porque
se me da la gana".
En consecuencia, propone
un nuevo concepto de virtud, que
no es moral y que alcanza todo el dominio de la naturaleza.
Niega la distinción, que encontramos
en Hesiodo, entre el nomos
de los hombres y el nomos de los animales, y la oposición que
ya señala San Pablo: "Siento otra ley en mis miembros que repug­
na a la ley de mi mente"
(Romanos, 7, 23), que constituye la ley
del lomes, natural entre los animales, no entre los hombres.
Y el animal paradigmático es el feroz, el indomable; por eso
Nietzsche escribe: "llamar mejora a la domesticación del animal
es. . . una broma". Quien conoce lo que pasa
en un circo no está
muy seguro de que
las fieras mejoren. "Se las amansa y se las enfer­
ma". Así acontece con "el hombre domesticado que el sacerdote ha
hecho «mejoo,. La Iglesia ha pervertido al hombre, lo ha debilitado".
El camello, el león y el niño
Explica la . inversión de valores con las transformaciones del
camello
en león y del león en niño.
El camello es el asceta que ha transformado la vida en un
desierto y cuya voluntad se enajena a través de la obediencia.
(5) Asl hablaba Zaratustra, cit., Primera parte, 111, págs. 4-5.
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Pero un día, el camello se rebela, se vuelve le6n, destroza las
tablas de valores
y aflrma Jo prohibido; entonces surgen las nue­
vas morales.
En
ese momento aparece el niño que juega, con quien el
mundo se hace nuevo y que otorga a las cosas su valor: un palo
de escoba es un caballo, tres guijarros son una flota en marcha.
Pero también emerge
el Superhombre: "han muerto los dio­
ses y queremos
que viva el Superhombre ... es la hora de la ver­
dad ... todo se ha perdido ... pero es el amanecer del heroísmo ...
Quizá el nihilismo
en manos del más fuerte sea sólo instrumen­
to para fabricarse
un par de alas".
Y Nietzsche lega
una clave que después será enarbolada
como estilo de vida por el fascismo y otros 1novimientos más o
menos totalitarios: "vivir peligrosamente", como si el peligro no
fuera algo connatural al hombre, incrementado en estos tiempos
y estos lugares: "el secreto para cosechar la mayor fecundidad y
el mayor gozo es ¡hacerlo peligrosamente! ¡Construid vuestras
ciudades en el Vesubio! ¡Mandad vuestras naves a mares desco­
nocidos! ¡Vivid en guerra con vosotros y vuestros iguales!; ¡sed
conquistadores y ladrones mientras
no podáis ser señores y due­
ños!"
(6).
¡Qué mensaje para nuestros días y para nuestra Argentina!
¡Sed usurpadores si
no podéis ser propietarios! ¡Sed ladrones o
secuestradores
si no tenéis otra forma de conseguir dinero! ¡Sed
barras bravas si queréis conseguir entradas gratis!
Crítica al cristianismo
Pero existe
un punto en el cual debemos detenernos: la cri­
tica al Dios cristiano, al Dios trinitario y a la vida cristiana.
El Dios cristiano "no es otra cosa que la misma miseria del
mundo·, y lo describe como "el miserable Dios del monótono­
teís1no europeo: esa mezcla de cero, concepto y abuelito, en el
(6) Die FrOhlíche Wissenschaft, pág. 526, cit. por Hernández Pacheco, ob.
cJt, pág. 130.
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EL ATE!sMO MILITANTE
que han encontrado su sanción todos los instintos de la deca­
dencia" (7).
Ese Dios crea al hombre a su imagen para que mediante su
vida se haga semejante a Él. Lo invita a "conocerlo, amarlo y ser­
virlo",
en este mundo para gozar luego en el cielo de la beatitud.
Lo convoca a humillarse para luego ser ensalzado, a mortificarse
para lograr el señorío
de lo específico, lo humano, sobre lo gené­
rico, lo animal. Sin embargo, Nietzsche no lo entiende y escribe:
"si lo que Dios quiere es la humillación, entonces el amor de
Dios es humillante; si lo que exige es la mortificación, entonces
la buena nueva que trae el cristianismo es .la 1nayor desgracia qúe
asoló a la humanidad" (8).
Ese Dios crea personas
que no desaparecen, pues como afinna
San lreneo, "ha querido su existencia y su subsistencia", en el
Reino de los cielos "hay 1nuchas 1noradas", y como escribe San
Pablo, "ni ojo vio ni oído oyó ni a la mente humana puede ocu­
rrírsele lo que Dios tiene
preparado para cuantos le aman" (1
Corintios, 2, 9). Sin embargo, Nietzsche, eh su Genealogía de la
moral, confunde la unión mística con el nirvana del budismo, y
sostiene que el santo, en quien Dios tiene su co1nplacencia, es el
castrado ideal: la vida se acaba donde empieza el "Reino de Dios".
Finahnente,
el cristianismo tiene una especial predilecdón por
"los últimos", los débiles, los cautivos, los oprimidos, los enfermos,
los huérfanos, las viudas, los pobres1 los viejos ... Para Nietzsche
todo esto es una locura, e incluso se las agarra con el sexo feme­
nino: "¡mujeres! La 1nitad de la humanidad es débil, típicamente
enfermiza, voluble, inconstante.
La mujer necesita de la fortaleza
para aferrarse a ella, y una religión
de la debilidad que divinice el
ser débil, amar, ser humilde ... O mejor, que haga débiles a los fuer­
tes.
La mujer siempre ha conspirado con los tipos decadentes, con
los curas, contra los poderosos, los fuertes, contra los hombres" (9).
(7) Nachgelassene Fragmente, 13, pág. 525, cit. por Hemández Pacheco,
ob. cit., pág. 104.
(8)
Der Antichrist, pág. 232, cit. por Hernández Pacheco, ob. cit., pág. 103.
(9) Nachgelassene Fragmente, 13, pág. 366, cit. por Hemández Pacheco,
ob. cit, págs. 75-76. Dos casos paradigmáticos actuales, entre tantos, son los de
una mujer, Santa Gianna Beretta Molla, quien sacrificó su vida para que su hija
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Un diálogo en Las moscas de Jean Paul Sartre
Jean Paul Sartre, importante exponenre del exisrencialismo
are o, explicita en su obra Las moscas, la rebelión de Nietzsche.
El argumento se refiere
al juicio al que somete Júpirer a
Oresres, quien habla asesinado a su madre, la cual a su vez habla
matado. a su marido, padre del enjuiciado.
Júpiter está dispuesto a perdonarlo
si se reconoce culpable,
pero Orestes se niega. Entonces Júpiter lo invita a contemplar el
orden del universo del cual es autor; sería co1no proponerle reco­
rrer la quinta vía de Santo Ton1ás.
Pero Orestes se niega y lo desafia: -"Tú, Júpiter, eres el rey
de las piedras y
de las estrellas, el rey de las olas del mar. Pero
no eres el rey
de los hombres".
Resuena la respuesta:
-"¿No soy yo tu rey, larva infecta?
¿Quién te ha creado?".
-"Tú, pero no era necesario que me crearas libre".
-"Te he dado libertad para servirme".
-"Es posible, pero se ha vuelto contra ti; no pode1nos hacer
nada por ello ni el uno, ni el otro".
El diálogo nos deja una importante enseñanza: es preciso que
exista Dios
para poder rebelarse contra Él, para encarnar un
"ateís1no militante".
El ateísmo de Estado
Carlos Maix era judío de raza, bautizado e hijo de un desta­
cado abogado converso, tal vez
por inrerés, al cristianismo pro­
testanre.
En La cuestión judía, Maix quiere resolver la oposición entre
el judío y el cristiano y se pregunta: "¿Cómo se resuelve
una opa-
viviera y el de un sacerdote italiano, Stefano Gorzegno, calificado por el Corriere
della Sera: "párroco y héroe", que el año pasado sacrificó su vida para salvar a
siete chicos bajo su cuidado que se estaban ahogando (31-VII-2003). Dos buenos
eje1nplos de debilidad y "decadencia" de las mujeres y los curas.
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EL ATEÍSMO.MILITANTE
sición? Volviéndola imposible. Y ¿cómo se vuelve imposible una
oposición religiosa? Suprimiendo la religión" (10).
Pero para suprimir la religión
hay que eliminar a Dios, en el
caso
de Marx a Yavé ... entonces no habrá judíos ni no judíos.
Ahora bien, ·matar no es un acto filosófico, pues la filosofía es un
saber; lo que sucede es que Marx es un revolucionario, en esto
más coherente que el filósofo Nietzsche.
Las ideas de Marx se aplicaron durante largas décadas en los
países comunistas y todavía hoy, más
de mil millones de perso­
nas continúan en China, Vietnam, Corea del Norte, Cuba y otros
países, padeciendo el ateísmo de Estado.
Co1no afirmaba Gilson hace años, "la sola existencia de un
Estado activamente ateo, ateo militante, prueba que Dios sigue
siendo
una resistente realidad. El Dios del burgués capitalista
Francisco de Asís aún no ha 1nuerto; si lo está, el museo mosco­
vita al ateísmo es el único consagrado a algo que no existe" (11).
No sabemos si ese museo sigue hoy existiendo, lo que sí
sabemos es que Leningrado hoy se llama de nuevo San Peters­
burgo
por voluntad de sus habitantes, que en el Gulag, donde
hace siglos los monjes cristianos erigieron un inmenso monaste­
rio, que luego fue centro de vejátnenes, torturas y asesinatos, hoy
es centro de peregrinación espiritual y que los esfuerzos por
matar a Dios en el ahna del pueblo ruso, en gran medida han fra­
casado.
Porque como expresa el historiador inglés Paul Johnson: "lo
más extraordinario del siglo xx fue el fracaso
de hacer que Dios
desapareciera" (12).
La revista Time, en su número del 8 de abril de 1966 se pre­
guntaba en su tapa: ¿Ha muerto Dios? La portada no tenía ilus­
tración porque
no se había podido encontrar una representación
apropiada. "Jesucristo en otros tiempos hubiera sido tema apro­
piado a título de causa célebre, pero hace mucho tiempo
que fue
condenado y ejecutado".
(10) Ed. Dos, Buenos Aires, 1970, pág. 90.
(11) Ob. cit., pág. 45.
(12) En busca de Dios, Javier Vergara Editor, Buenos Aires, 1996, pág. 15.
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Han pasado unos cuantos años; y en nuestros días acerca de
esa condena y de esa ejecución se ha fihnado
una película, que
en los Estado Unidos ha tenido un éxito increíble, y según el
Corriere della Sera, ha tenido una buena acogida en Rusia, inclu­
so
por parte de la Iglesia Ortodoxa, que ha definido el film como
"un trabajo bien hecho
que acerca a Dios a aquellos que saben
poco de Cristo" (6-N-2004).
Las alternativas a Dios
El Papa Pio XI en su encíclica Mit brenneder Sorge, dedicada
al nazismo, tiene
un texto clave respecto a nuevas idolatrias: "Si
la raza o el pueblo, si el Estado o una forma determinada del
1nis1no. . . tienen en el orden natural un puesto esencial y digno
de respeto, con todo, quien los arranca de esta escala de valores
terrenales elevándolos a suprema norma de todo, aun de los
valores religiosos, y, divinizándolos con culto idolátrico, pervier­
te y falsifica el orden creado e impuesto por Dios, está lejos
de la verdadera
fe y de una concepción de la vida conforme a
ésta" (13).
Aquí caen
en la denuncia del Papa el nazismo Oa raza), el
democratismo (el pueblo), el fascismo (el Estado),
una forma
detenninada del mismo (nuestra democracia endiosada).
Pero existen otros ídolos: el culto del dinero y aparecen los
edificios de los Bancos como las "catedrales" del siglo
xx, el
sexismo, el panteístno ambientalista, según Johnson "la creencia
tnás· errónea y peligrosa".
Pero estas alternativas han fracasado o se encuentran en vías
de fracasar. La única solución es derribar los ídolos y reconocer
a Dios creador y a su orden.
Es la solución simple y verdadera
que le señala San Remigio
al rey franco Clodoveo al bautizarlo:
"Fiero sicambro: quema lo
que has adorado y adora lo que has
quemado".
(13) Doctrina Pontif1cia, Documentos Palfticos, Ed. B.A.C., Madrid, 1958,
págs. 648-649.
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EL ATEÍSMO MILITANTE
Es verdad que la fe es un don. Si no la tenemos nos falta algo,
debemos buscarla.
Si la tenemos debemos rezar para conservar­
la
y fortalecerla.
Nadie festeja la pérdida
de la fe, porque se la considera una
carencia. Un hombre a quien 1nucho debe1nos, que es Saint­
Exupéry, en su juventud perdió la fe. Y desde entonces toda su
vida fue un peregrinaje durante el cual, a veces por caminos
equivocados, pero
con evidente buena voluntad, pidió a Dios
que se le manifestara. Citadelle, su obra póstuma inconclusa, se
encuentra salpicada de oraciones: "Señor ... no conoceré la paz ni
e_l a1nor fuera de Ti", "Ten piedad de 1ní, Señor, pues me pesa tni
soledad... Haz simplemente que aprenda a leer. Entonces se
habrá acabado mi soledad", "Aparéceme, Señor,
pues todo es
duro cuando se pierde el gusto
de Dios".
Dios, que a veces pareciera silencioso y ausente, a la corta o
a la larga, siempre responde a quien lo busca con sincero cora­
zón: una semana antes de su 1nuerte, al prepararse con toda
seriedad para ser padrino de un bautis1no, el piloto recobra la fe
de su infancia. Al leer los textos rituales en los cuales se pide para
el ahijado la fe, le confía a la madrina: "es toda mi infancia la que
sube a la superficie". Acaso no había escrito_: "Cuando 1nuera.
Señor, llego a Ti, pues trabajé en tu nombre. Para Ti la simiente.
Yo he construido este cirio. A Ti te toca encenderlo. Yo he cons­
truido este templo. A
Ti te toca habitar su silencio" (CXXX).
Porque no hay sustituto. "Sin Dios la muerte es horrenda.
Con Dios es temible pero se
puede pensar que tiene un signifi­
cado, t1n propósito y una esperanza. Sólo la fe en Él ofrece un
después" (14). Por eso la Iglesia en su oficio de los difuntos
declara
que la vida no acaba sino que se transforma, por eso
Santa Mónica, la madre de San Agustín, pedía
al morir: "No pen­
séis en la vida que acabo, sino en la vida que empiezo".
El siglo xx conoció grandes aberraciones: guerras globales, ge­
nocidios, bombas atómicas, asesinatos en masa, ca1npos de con­
centración. Sin embargo todas ellas dirigieron "los hombres hacia
Dios y no contra ÉL La mayoría consideró a las guerras produc-
(14) Paul John.son, ob. cit., pág. 43.
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tos de la irreligiosidad, del materialismo y el pecado y a sus
perpetradores
como a aquellos que expulsaron a Dios de su cora­
zón" (15).
Existencia y religación: una re.flexión de Zubiri
El filósofo español Xavier Zubiri plantea el tema de Dios a
partir
de una cuestión acerca del hombre.
El hombre se encuentra "implantado en la existencia". El
ho1nbre vive "para ser". Vivir es "vivir con las cosas, con los
detnás y con nosotros mismos". El hombre no se da la existencia
sino que la recibe. Se encuentra religado a Jo que Jo hace existir,
a
Jo que Jo hace ser.
La religación "nos hace patente ... la fundamentalidad de la
existencia humana.
Fundamento es, primordialmente, aquello
que
es raíz y apoyo a la vez". No es sólo causa de que seamos,
"sino
de que estemos siendo". El hombre se encuentra religado
porque "viene de". Todo lo creado emerge del Creador.
El hombre religado se encuentra abierto al resto de las cria­
turas y a Dios, y el
problema estará, "no en descubrir a Dios, sino
en la posibilidad de encubrirlo".
El hombre lo encubre cuando se siente desligado, cuando
pretende fundamentarse a sí mismo; es lo que San Juan llamó la
"soberbia de la vida". La soberbia es el primero de los pecados
capitales y "la forma capital de la soberbia es el ateismo".
El ateo "se basta a sí 1nismo ... en una u otra forma, hace de
sí un Dios". Concluye Zubiri sus consideraciones con una aguda
referencia a nuestros días:
"el tiempo actual es tiempo de ateísmo,
es 1ma época soberbia de su propio éxito. El ateismo afecta hoy, a
nuestro tietnpo y a nuestro mundo? Como época, nuestra época
es. época de desligación y de desfundamentación ... Y, natural­
mente,
no podemos olvidar que es también la época de la crisis
de la intimidad" (16).
(15) Paul Johnson, ob. cit., pág. 43
(16) Naturaleza, historia, Dios, Ed. Poblet, Buenos Aires, 1948, págs. 368
y
sigs.
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la naturaleza de Dios
Gilson afinna que "no se puede plantear el problema de la
muerte de Dios sin acabar por interrogarse acerca de su natura­
leza"
y destaca el mérito de los escolásticos: ellos habían leído a
otros que antes habían reflexionado y planteaban los temas: ¿en
qué consiste la cuestión?, ¿qué opiniones relevantes se han emi­
tido al respecto? ¿En qué se fundan? ¿Qué debemos pensar acer­
ca
de ellas? Todo esto lleva a razonar.
Según San Agustín,
son fuentes de la noción de Dios, la
Ciudad y los filósofos.
Respecto
de la primera, "es un hecho que el hombre, animal
social, encuentra la noción
de un ser y de un poder divino ya en
la sociedad en que vive, desde el momento en que tiene concien­
cia de pertenecer a ella. Esta semilla es origen de lo que llegará
a ser la noción
de Dios en el espíritu de los filósofos así como de
los simples creyentes".
Ahora bien,. ¿de dónde viene esa noción? Los filósofos nos
dirán que el hombre tiene un al1na "naturalmente religiosa", un
alma "capaz de formar la noción de Dios a propósito de toda
noción
de una causa primera. Al fin y al cabo las cinco vías de
Santo Tomás "conducen a la existencia de un ser primero en der­
to orden de la realidad: movimiento, causalidad eficiente, posi­
bilidad y necesidad, grados del
ser, finalidad". No en vano el filó­
sofo árabe Avicena a Dios lo llama: "el Primero".
Cuando el hombre piensa, piensa el ser, navega, para decir­
lo con las palabras de Dante "en el inmenso mar del ser". La
noción de ser trasciende lo físico y como escribe Gilson "cuan­
do se pierde de vista la noción de ser, la de Dios pierde toda la
inteligibilidad''
(17).
¿Pudiera no existir nada? De la nada absoluta, nada puede
surgir. Pero la misma experiencia
nos muestra que hay algo, que
existen
seres, seres contingentes y el Ser necesario (la tercera vía
de Santo To1nás). Ese Ser necesario, que existe por sí, que tiene
(17) Ob. cit., pág. 58.
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BERNARD/NO MONTE/ANO
por si mismo la existencia, es Dios, que en el Antiguo Testamento
se manifiesta: "Soy
el que soy (Exodo, 3, 14). En África, los pig­
meos, a quienes el libro de la naturaleza les hablaba
de Dios, lo
reconocfan con las palabras: "es
Él".
El tema de las pruebas
No existen pruebas concluyentes acerca de la existencia o
de la inexistencia de
Dios, pues como bien escribe Gilson, "si
hubiera pruebas indiscutiblemente conduyentes de la existen­
cia
de Dios, como las hay de las verdades geométricas, no ha­
bría ateos; y si las hubiere de que Dios
no existe, no habria
creyentes" (18) .
. O sea, que la existencia de Dios no es evidente, pues "a Dios
nadie lo ha visto jamás" (Juan, l, 18), ya que "habita en una luz
inaccesible"
(1, Corintios, 13, 12). Cristo revela al Padre, pero
también lo vela, por eso Santo Tomás afirma en su plegaria euca­
rística:
"en la Cruz la deidad estaba oculta".
Pero
la existencia de Dios es demostrable y el Concilio Vati­
cano I lo expresa con claridad: "Si alguno dijere que Dios vivo y
verdadero, Creador y Señor nuestro, no puede ser conocido con
certeza por la luz natural de la razón humana, por medio de las
cosas creadas, sea anatema" (Canon 1806).
San Agustín, como relata Gilson, comenzó su peregrinaje
hacia Dios siendo materialidad. Entre los materialismos
de nues­
tro tiempo, _no lo venias como liberal, conjeturamos que sería
marxista. Entonces preguntarla a la
1nateria: ¿eres Dios? Pero
Dios es Espíritu. Preguntarla a Kant: ¿Dios es la voz del deber?
Pero la conciencia 1noral le contestaría: no soy Dios, sino un
heraldo, hay una luz que me dice lo que es bueno o malo,
superior al hombre. Esto superior
¿es Dios? Si, diría Comte en la
Humanidad.
Si diría Nietzsche: es el Superhombre. Pero estas
(18) Ob. cJt .. pág. 33.
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EL ATEÍSMO MILITANTE
respuestas no satisfacen porque no trascienden el nivel huma­
no y Dios debe ser trascendente, necesario y causa de todo Jo
demás.
El tema del niño
Nietzsche habla del niño que viene después del león y re­
conoce que "el niño es inocencia y olvido, un nuevo comenzar
y un juego". Heráclito retirado en el templo de Artemisa recha­
za las solicitudes
de hombres que se han vuelto insustanciales
y prefiere jugar a un verdadero juego con verdaderos niños.
Cristo nos dice: "de los que son co1no éstos es el Reino de Dios.
Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como un niño,
no entrará en él" (Marcos, 10, 14/15). Saint-Exupéry, después
de tantas búsquedas infructuosas, siente: "es toda 1ni infancia
que sube a la superficie". Holderlin, en un momento de enaje­
nación, excla1na: "¡Ah, cuánto más hubiera preferido ser como
los niños!".
Aquí no se trata de ningún infantilismo. San Pablo nos ad­
vierte: "Hermanos, no seáis niños en juicio. Sed niños en 1nalicia,
pero hombres maduros en juicio" (1 Corintios, 14, 20). Aquí se
trata
de recuperar el asombro, la rectitud, la mirada, la humildad
del niño que le pennite atravesar la puerta que lo conduce a
Dios. Esa puerta que se 1nuestra pequeña y estrecha a tantos
hombres jactanciosos, inflados por su ciencia o su
ftlosof'ia, apa­
rece
en un poema que poco antes de su 1nue1te, escribió un
hombre trágico, Miguel de Unamuno:
"Agranda la puerta, Padre
porque
no. puedo pasar
la hiciste
para los niños
yo he crecido a mi pesar".
"Si no agrandas la puerta,
achícameJ por piedad,
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BERNARDINO MONTE/ANO
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vuélveme a la edad bendita
en que vivir es soñar".
"Gracias, Padre, que ya siento
que se va mi pubertad;
vuelvo a los días rosados,
en que vivir es soñar".
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