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Número 427-428

Serie XLII

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José Manuel Cuenca Toribio: Historia y literatura

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
José Manuel Cuenca Toribio: HISTORIA
Y LITERATURA,.,
Conforme iba adentrándome en este libro de Cuenca, cada
vez dudaba más en escribir unas líneas sobre el mismo. Porque,
¿qué tenía
que ver con mis intereses y con 1nis escasos saberes
esta extraña
producción del profesor cordobés?
¿Ante
qué estamos? Pues ante una serie de artículos, publica­
dos
en fechas que no se nos dicen y en lugares que tampoco,
sobre literatura y literatos.
Sí, son eso. Pero la polifacética perso­
nalidad
de Cuenca logra un totum revolutum que a mí, comple­
tamente ajeno a la crítica literaria y
no poco alejado de no pocos
de los que Cuenca ha hecho comparecer en sus páginas, me ha
hecho leerlo con gran interés hasta el final.
Totum revolutum. Con bastante de totum y no poco de revo­
Jutum.
Pero no se tomen mis palabras en el sentido peyorativo
propio de la frase. Vaya el totum por la gran variedad de los
temas y autores tratados: Galdós, Unamuno,
Valera, Menéndez
Pelayo, Cansinos, Corpus Barga, Fernández Almagro, Gómez
de la Serna, Marías, Julio Caro, Lain, Ayala, Salinas, Guillén,
Ortega ... , más
unos cuantos extranjeros.
Y, sobre ellos, ¿qué? Pues, también, de todo. ¿Critica literaria
o historia
de la literatura, recensión de libros, historia de los lite­
ratos
y, forzosamente, historia también de la patria en la que
dichos literatos vivían?
No voy a detenerme en los múltiples saberes y en la múlti­
ples lecturas
de José Manuel Cuenca. Los tiene más que acredi­
tados. Cierto
que para mi, lector aprovechado -quiero decir
('') Actas, Madrid, 2004, 230 págs.
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que con gran aprovechamiento para mis saberes-, desde hace
muchos años de su prolífica obra, ha constituido una sorpresa el
que, así como se mueve
como pez en el agua por la lústoria
general y política, lo haga
con igual soltura y con más que
notables conocimientos, por la literaria. Sobre la que demues­
tra no menos ciencia e interés que sobre aquella en la que es
incuestionado campo de su autoridad académica.
Pero, repito, creo que para la
lústoria de las ideas, religiosas
y políticas, que es de lo que con mayor o menor acierto me
vengo ocupando en estas páginas, la poesía de Salinas o de
Guillén no interesan lo más mínimo. Al igual que Cansinos,
Gómez de la Serna y varios otros. Y casi nada su peripecia vital
y hasta su pensamiento político. Estoy seguro de que entre las
preocupaciones del generalisimo Franco,
que debieron ser no
pocas a lo largo de su dilatado mandato, no estuvo en ningún
momento el nulo aprecio que de su persona y su régimen hacían
los dos poetas de la generación del
27, ligados entre ellos por
estrechísima amistad. Es más, ¿llegó ·Franco a saber quienes eran
los autores de Cántico o La voz a ti debida! Casi asegurarla que
no.
Y, sin embargo, que critica más feroz a la República, la de
estos dos republicanos.
Otros tuvieron, sin duda, mucho más influjo social y político.
Galdós,
por ejemplo. Pero no son estos los aspectos que en este
libro
fijan especialmente la atención del autor. Sin embargo, en
casi todos los trabajos recogidos, hay noticia de hechos y, sobre
todo de opiniones, interesantes para la historia general. Algunos
muy interesantes.
No nos parece una de las obras capitales de Cuenca, que
tiene no pocas imprescindibles para la historia contemporánea de
España. Tampoco es un divertimento sobre lecturas amplisimas
del autor.
El que sabe, sabe. Y ello en Cuenca es indubitable. Se
lee con interés, su pluma es fácil siempre, y también con prove­
cho. Aunque a mí me interese mucho más el otro Cuenca. Si
bien, no podía ser de otro modo, hay mucho de él también en
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este libro. Quien lo lea no va a quedar defraudado. Pero es mi
obligación decir
que se adentra en otro mundo. Con concomi­
tancias ciertas con la historia general,
por supuesto, pero en otro
mundo.
El literario.
No quiero concluir sin señalar una abierta discrepancia con
el autor. Con quien tan pocas suelo tener. Hasta el punto de
reconocer, sin vacilación alguna, que, en mi opinión, no hay
quien le supere hoy en la interpretación de la historia eclesiás­
tica de la España contemporánea. Y
no porque sea el único.
Hay excelentes historiadores
de la Iglesia hispana de la última
edad. Federico Suárez, Cárcel, Andrés-Gallego,
Marti Gilabert,
Sanz
de Diego, de la Cierva, Revuelta, González García, Cal
Pardo, Franco Cebrián, López Valcarcel... Autores algunos
de
obra ingente y otros de excelentes estudios parciales. Pero, en
uno de los articulas reproducidos, se le desliza una afirmación
que creo insostenible. "La, en conjunto admirable, Institución
Libre de Enseñanza" (pág. 199). Mi admiración, ante la misma,
es nula. Me refiero, por supuesto, a su ideología rupturista con
el catolicis1no español, a ~u negativa influencia en la seculariza­
ción de España, a
su parcialismo sectario anticatólico y a su res­
ponsabilidad ideológica
en la ruptura trágica de 1936. Cierto que
no fue factor único pero sí muy importante en todo ello. Sí, en
cambio, concedo que fue admirable el tesón en su empeño anti­
católico,
por sus logros y su entrega. Sanz del Río, Giner,
Castillejo, más todos sus epígonos y adláteres, fueron admirables
en su empeño desgraciado. También fue admirable, como asesi­
no, Jack
el Destripador.
Tómeseme esta divergencia, absoluta1nente parcial --con una
mínima ·parte, apenas una línea del libro-, casi co1no una nece­
sidad
de mantener diferencias con un autor de quien habitual­
mente suscribo el
99% de sus páginas. Yo soy más integrista que
Cuenca. A él, de cuando en cuando, se le desliza algún liberalis­
mo que, por otra parte, desmiente todo el cuerpo de su ingente
obra.
Que ciertamente es muy liberal, en el sentido más noble de
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la palabra. Por cuanto recoge todas las opiniones, las juzga sin
acritud y sin
partl prise y las suele enjuiciar con notable benevo­
lencia, propia
de su bonhomie congénita. Aunque sin apartarse
del juicio real de las cosas co1no corresponde, o debería corres­
ponder, a todo historiador.
Libro, pues, ilustrador, muy interesante, que demuestra las
múltiples inquietudes del catedrático de Córdoba y sus oceáni­
cas lecturas, que no dudamos en recomendar a quien quiera
ampliar conocimientos tan relacionados con la verdadera his­
toria.
FRANCISCO Jos~ FERNÁNDEZ DE LA C!GOflA
Paulo Ferreíra da Cunha: POLÍTICA MÍNIMA e•,
Paulo Ferreira da Cunha, joven catedrático de Ciencia Política y
Derecho Constitucional
en la Facultad de Derecho de la Universi­
dad
de Oporto, cuyo Instituto Juñdico Interdisciplinar dirige, es
escritor
prolffico en toda suerte de materias juñdicas, políticas, filo­
sóficas e históricas. Doctor por Coimbra -con una tesis sobre
"constitución y utopía
política"-y por Pañs -con otra sobre "mito
y constitucionalismo
en Portugal (1778-1826)"- es autor, entre
otras muchas,
de una obra sobre el procedimiento administrativo
(1987),
de una introducción al derecho, Pensar o direito (2 vols.,
1990-1991),
de una historia constitucional portuguesa (1995), de
una teoña de la constitución (2 vols., 2000-2002), etc. Parece, pues,
que
en la Academia lusitana tiene reservado un puesto relevante
e) Almedina, Coimbra, 2003, 236 págs.
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