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Número 503-504

Serie L

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La «otra globalización»: la expansión universal de la civilización hispánica

1. Introducción

Desde finales del siglo XV hasta mediados del siglo XVII, en el corto período de tiempo de siglo y medio el mundo se modificó profundamente en todos sus aspectos por obra de españoles y portugueses que permanecieron unidos durante casi la mitad de ese período.

La modificación del mundo se llevó a cabo en todas sus dimensiones, la espacial o geográfica, la cultural y técnica, la religiosa y la económica y biológica. La pretensión del presente artículo es poner el acento en la faceta económica y biológica, que es la menos tratada o mejor dicho resaltada por los historiadores y fundamentalmente en los manuales de historia, a pesar de que desde el punto de vista material fueron estos aspectos los que modificaron literalmente el mundo y la forma de vida del género humano.

La creación, transformación o evolución de una sociedad, es un todo, un sistema interrelacionado que depende de un conjunto de factores. Lo que ahora se llamaría un «sistema» en sentido amplio y del que forman parte no solo la enseñanza en general, sino un sistema económico que la sustenta y de manera especial los medios para esa educación que van desde profesores a libros y medios técnicos. Destaca en esto la imprenta con todo lo que conlleva, desde la fabricación de papel a la de tipos de imprenta y tinta.

En Hispanoamérica, se creó una sociedad nueva, tanto en el aspecto racial con el mestizaje como en el cultural y de creencias y en el entorno físico de animales domésticos, cultivos, viviendas y urbanismo, industrias, comercio y en definitiva formas de vida.

Por ello para enmarcar el aspecto del cambio económico y biológico es preciso tratar siquiera sea sucintamente la exploración y conquista de América y de la mayor parte del mundo por españoles y portugueses junto con la expansión cultural y del cristianismo durante el período que va de 1483 en que se consolida la incorporación de Canarias a la corona de Castilla y mediados del siglo XVII con la secesión de Portugal.

2. Ciencia y cultura

Entre los factores que destacan en esa transformación del mundo y que a su vez explican en gran medida la colonización en el sentido económico y social, destacan el aspecto religioso y el cultural.

El aspecto religioso ha sido destacado desde diferentes ángulos pero no considerado como un esfuerzo coordinado de conjunto que dio lugar a un nuevo sistema de creencias y de normas morales que a su vez conforman el derecho e influye en la vida de relaciones cotidianas de todo tipo. Además las órdenes e instituciones religiosas impulsan la transformación económica agrícola y artesanal.

Como muestra destacada del esfuerzo cultural y de la concepción de América como una prolongación de España, está la creación de Universidades e imprentas de forma casi inmediata a la conquista y colonización.

Las Universidades creadas en Hispanoamérica desde el descubrimiento a la independencia, supera el número de las 20 que se relacionan en el Anexo I. La primera universidad se fundó en Santo Domingo 1538, elevando el rango del Estudio General fundado en 1518, y le siguieron la de San Marcos en Lima en 1551 y la de Méjico en el mismo año.

Hay que añadir que también en Filipinas se crea en fecha muy temprana la universidad. En 1611 se creó en Manila (Filipinas) por los dominicos la Universidad de Santo Tomás, que es la más antigua de Asia.

Es sorprendente el contraste con las colonizaciones de Inglaterra, Francia o Portugal que no crearon ni una sola universidad durante el período colonial, pues Harvard se creó en 1636 como colegio y en 1780 como universidad y Yale en 1701 como colegio y universidad en 1810. Ello a pesar de que las sociedades creadas en las trece colonias, no eran más que poblaciones trasplantadas, porque los indígenas fueron exterminados o expulsados considerándolos como animales o en el mejor de los casos esclavizados o marginados.

Baste recordar que incluso las universidades europeas estuvieron orientadas hacia estudios religiosos y escolásticos en mayor medida que las españolas, de tal forma que el pensamiento científico y humanista creció fuera de la Universidad. Por ejemplo, la Universidad de Cambridge (Inglaterra), crea su primera cátedra de investigación científica en 1794, a pesar de que las obras científicas y matemáticas de Newton son anteriores en más de un siglo.

Además las universidades de Hispanoamérica, hasta la Independencia, pueden compararse con ventaja en número, profesores, estudiantes y calidad con las de cualquier país europeo.

Pero el esfuerzo en la creación de Universidades no fue algo improvisado, sino consecuencia de una labor que comenzó con la creación de escuelas para nobles indígenas, como el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco en Méjico en 1533, doce años después de terminada la conquista. En 1541 ya tenía 200 alumnos escogidos entre los hijos de los caciques de todo Méjico. Se estudiaba además de lógica, gramá- tica y retórica, astronomía, aritmética, geometría y música, a lo que se añadiría teología, religión, medicina (incluida medicina nahoa) y pintura. En 1546, el profesorado estaba ya compuesto por indígenas ex-alumnos. El interés en su continuidad queda patente en que el virrey Antonio de Mendoza, lo dota con dos ranchos con más de 2.000 ovejas, 1.000 vacas y 100 yeguas antes de abandonar Méjico en 1550, lo que a su vez demuestra el enriquecimiento y transformación de Méjico en poco tiempo con la introducción de ganado totalmente desconocido pocos años antes.

Muestra de la integración entre españoles e indígenas americanos es el ennoblecimiento y concesión de armas a los descendientes de reyes o emperadores indígenas, como la concedida a don Gonzalo Uchu Gualpa y don Felipe Tu p a Inca como descendientes de los emperadores del Perú en 1545 o a los descendientes de Montezuma en Méjico en 1536.

Hasta qué punto se realizó la integración de los pueblos indígenas en la cultura y sociedad españolas, queda recogido en la obra de Steve Stern[1], en la que se transcribe el testamento de un indígena del siglo XVII inmensamente rico de la ciudad de La Paz, y que deja todos sus bienes a sus dos hijas. Pero no es un caso aislado puesto que menciona también la existencia de una sociedad indígena de clase media acomodada semejante a la española y en la que hay escribanos y funcionarios indígenas. Paradójicamente la obra de Stern está planteada como una crítica a la colonización española, al considerar el fomento de la integración como una pérdida cultural, pero olvida que simultáneamente se produce la conservación e incluso fomento a través de la evangelización en su lengua vernácula, de las culturas indígenas.

Tan sorprendente como la pronta creación de Universidades en América, es que en 1560 los dominicos, sólo nueve años después de la creación de la universidad, decidieron instituir la cátedra de quechua en Lima. Fue Fray Domingo de Santo Tomás, quien publicó, en 1560, La Gramática o Arte de la Lengua General de los Indios de los Reynos del Perú.

Lo mismo cabría decir del Códice Mendoza, elaborado en 1540 por escribas mexicas en pictogramas y español o la impresión en 1539 en Méjico de Breve y más compendiosa doctrina christiana en lengua mexicana y castellana, lo que demuestra el interés por las lenguas y cultura indígenas, su conocimiento y conservación. Es de destacar que la preocupación por la elaboración de catecismos en lenguas indígenas demuestra que la evangelización y conversión no se reducía a un mero rito, sino que por el contrario el esfuerzo se centraba en la formación. Igualmente expresivo es que un indio, Hernando de Alvarado Tezozomoc, nacido hacia 1520 y que dominaba el español, escribiese la Crónica Mexicana en 1598[2].

La preocupación por la cultura y costumbres de los pueblos indígenas está presente en casi todos los cronistas, evangelizadores y descubridores que relatan sus viajes, siendo algunos de ellos verdaderos tratados de antropología. Destaca el jesuita José de Acosta (1540-1600), que además de importantes aportaciones en el campo de la antropología y ciencias naturales, expone la teoría de que los indígenas americanos procedían de Asía a través de Siberia y que a su vez demuestra unos conocimientos geográficos del Ártico y Noreste de Asia en el que los españoles se anticipan en dos siglos a los de otras potencias europeas. Llama la atención en la obra de sus explicaciones sobre las adaptaciones fisiológicas de los indígenas que vivían en el altiplano a más de 4000 m. de altitud.

El desarrollo cultural de Hispanoamérica integra un subconjunto coordinado e interrelacionado y que forma parte a su vez de un todo que es el de una sociedad dinámica sustentada en un ámbito geográfico y cultural extenso e intenso.

Solo a modo de bosquejo señalamos los hitos más importantes de la implantación de la imprenta en Hispanoamérica, que, como en el caso de las universidades y colegios, se anticipó en siglos al desarrollo en la mayor parte de Europa.

La imprenta se establece en Méjico en 1536 ó 1539, en Lima en 1583 y en Manila en 1593, en La Paz en 1610, en 1626 en Cuenca (Ecuador), en Puebla en 1640 y sucesivamente al igual que las universidades se extiende por todas las capitales importantes de Hispanoamérica, o no tan importantes pero fundadas por los misioneros como en Misiones, la primera de Argentina en 1700[3].

El desarrollo de la imprenta fue tal, que en Méjico se llegaron a imprimir 1.228 obras en el siglo XVII y 12.000 hasta la fecha de la independencia, que desde el principio trataron de los más variados temas religiosos, gramática, jurídicos, botánica, medicina… y no sólo en castellano sino también en las lenguas indígenas. Como curiosidad de una publicación técnica se puede citar la Instrucción náutica para navegar, del Dr. García de Palacio (Méjico, 1587), en el que entre otras cosas describe la forma de utilizar el astrolabio. Lo que demuestra la existencia de una sociedad completa y compleja.

Un siglo después, los puritanos que llegaron a América en 1620, fundan la primera imprenta en 1639, y se edita el primer libro, titulado The freemans’ Oath. Sin embargo la imprenta tardó bastante en extenderse en América del Norte, pues hasta 1674 no se instaló un taller en Boston y en 1685 en Filadelfia. En Canadá hay que esperar hasta 1751 en que se instala la primera imprenta en Halifax. En Brasil no se instala hasta 1808.

Pero es que además esa cultura implica un esfuerzo coordinado del que forman parte el trazado urbano de ciudades con iglesias, colegios, hospitales, juzgados, bibliotecas, etc. y junto a esto la construcción naval, el trazado de mapas, la implantación de medios de transporte en un mundo en el que ni siquiera existía la rueda. Todo ello desembocó en el funcionamiento de una sociedad con una economía que tenía ya cierta complejidad y desde luego no menor que la europea más avanzada.

De este entramado cultural forma parte, como no podía ser menos, la salud, de tal forma que el primer hospital de América, fue construido, ya en piedra, en Santo Domingo en 1503, por el segundo gobernador Fray Nicolás de Ovando.

El Hospital de Jesús fue fundado en Méjico en 1524 por Hernán Cortés, sólo 3 años después de la conquista. El Hospital de San Juan de Dios en Quito, el primero de América del Sur, se funda en el siglo XVI.

Todavía en 1803-1806, solamente siete años después del descubrimiento de la vacuna por Jenner, se produce la hazaña del tremendo esfuerzo de llevar por primera vez la vacuna de la viruela a América y Asia, por el Dr. Javier Balmis, y que se aplica con carácter general de inmediato.

El éxito del esfuerzo fue tal que, en el momento de la independencia, el nivel cultural de Hispanoamérica a principios del siglo XIX era superior al de EE.UU., como reconoce Humboldt en su viaje a América en 1799-1804, y que la ciudad de Méjico era un centro cultural semejante a Nueva York. En su visita al Instituto de minería donde realiza exámenes y otros institutos de Méjico, queda sorprendido por su nivel y por el trabajo y enseñanza compartidos de españoles e indios. En Nueva Granada conoce al botánico y sacerdote Celestino Mutis y describe la importancia de sus aportaciones dirigiendo un equipo en el que participan treinta pintores que han realizado de 2.000 a 3.000 dibujos y disponen de una biblioteca como no conocía a excepción de la de Banks en Londres. Todo ello a pesar de que, desde el reinado de Carlos IV, España había acelerado su decadencia política, científica y económica.

No deja de ser una curiosa coincidencia el que en abril de 1804 Humboldt viaja a Estados Unidos y es alojado por el presidente Jefferson, que le pide información sobre Nueva España y los mapas que trae consigo, que le entrega a Albert Gallatin (Secretario del Tesoro) para que haga copia de los mapas y al que Humboldt reclama insistentemente su devolución unos meses después. Un mes después de la estancia de Humboldt en Washington, en mayo, Lewis y Clark –que con toda probabilidad emplean los mapas españoles prestados por Humboldt que eran los únicos que existían del territorio de lo que hoy es el medio oeste y oeste de Estados Unidos– inician la expedición al Pacífico, por el territorio de Luisiana (valle del Misisipi-Misuri desde Nueva Orleans) hasta el Pacífico y que había formado parte de Nueva España hasta un año antes en que se cedió a Napoleón con la incumplida condición de que no se cediera o vendiera a una potencia en expansión como EE.UU. La expedición es decisión del propio presidente Jefferson y prácticamente siguiendo sus precisas instrucciones.

La cartografía tiene un doble aspecto contradictorio, pues siendo un esfuerzo cultural y técnico sin el cual no era posible la continuidad de los transportes y la colonización, al mismo tiempo precisa cierta reserva pues era susceptible de ser empleada por adversarios. Ello explica que en Nueva España (Méjico) le impusieran a Humboldt la condición de no proporcionar a Estados Unidos la información recibida. Esta cautela, que sigue manteniendo su vigencia en todo el mundo desde hace milenios, era lógica teniendo en cuenta que no sólo la situación de islas y puertos de refugio era importante sino también el régimen de vientos. Así ocurre que la cartografía española es utilizada por holandeses, franceses e ingleses en el Pacífico, considerado un lago español, y que durante dos siglos fue siendo arañado lentamente por esas potencias en desarrollo gracias a esa cartografía que incluso fue aprovechada por el propio Capitán Cook, o por los americanos en la ocupación de la mayor parte de lo que hoy son los Estados Unidos. Ello explica también que los territorios que no se podían ocupar a causa de los limitados medios humanos, pero susceptibles de ser utilizados como bases, permanecieran sin información durante más de dos siglos como Australia, Hawái, Nueva Zelanda o buena parte de las islas del Pacífico.

Muestra de la doble faceta del avance de la cartografía hispana como consecuencia de la avalancha de aportaciones de nuevos datos de los descubrimientos españoles, es el cartógrafo flamenco de Felipe II, Ortelius (Amberes 1527- 1598), que en 1570 realiza un mapamundi que tiene la virtud de que apenas se diferencia de uno actual y que muestra hasta qué punto se modificó el conocimiento del mundo en un breve período. Lo mismo podría decirse de Mercator (1512-1594), que estudió en la universidad católica de Lovaina y estuvo hasta 1554 en Amberes, como Ortelius, como cartógrafo al servicio de la corona española. La doble faceta es que esos descubrimientos plasmados en mapas elaborados por flamencos fueron a parar también en buena parte a los marinos holandeses que abrieron pequeñas brechas en los dominios hispanos durante el siglo XVII.

Un ejemplo curioso es el del jesuita Mateo Ricci (1552- 1610), de formación hispana y bajo su protección, cuyos escritos son la fuente más importante del conocimiento de China durante más de dos siglos. Elaboró un detallado mapamundi, semejante al de Ortelius, en el que colocaba China en una posición casi central.

Entre los medios técnicos que facilitaron los descubrimientos, astronomía y la cartografía, merece destacarse el telescopio. Inventado y fabricado por los hermanos Roger, artesanos de Gerona a mediados del siglo XVI y de los que hay constancia de al menos tres «olleres de llarga vista», tal como lo recoge en los Annals de l’Institut d’Estudis Gironins (1958) José M. Simón de Guilleuma, al igual que Eileen Reeves y el holandés Albert van Helden, autor de la obra La invención del telescopio, luego habría de ser patentado por Hans Lippershey en 1608 y perfeccionado por Galileo en 1609. Todo este proceso nada tiene de extraño teniendo en cuenta el dominio español de Flandes y de la mayor parte de Italia y de cómo circulaban los conocimientos dentro del imperio o de su área de influencia en una sociedad sumamente abierta que incorporaba al servicio de la corona española personas del más diverso origen.

3. Industria, minería, técnica e innovación

La innovación en España desde el descubrimiento de América hasta mediados del siglo XVII, fue muy intensa y acorde con su papel de ser la primera potencia. Claro está que si se compara con la Francia de la segunda mitad del siglo XVII y el XVIII o con la Inglaterra del XIX queda en una posición modesta, pero la comparación debe establecerse con el mundo de los siglos XV y XVI.

Como queda reflejado en la obra de Nicolás García Tapia, Patentes de invención españolas en el siglo de oro, la actividad innovadora de España en esa época es importante y la que corresponde a una etapa preindustrial. Se centran de manera especial en la navegación, explotación de minas, molinos, abastecimiento de aguas y riego, buzos y en general las relacionadas con las preocupaciones de la época como calcular las longitudes geográficas para navegar. Prueba del interés por la técnica es que la primera patente española data de 1522, cuando en Europa esa preocupación era prácticamente inexistente.

Las aplicaciones e inventos junto con la técnica aplicada en los dominios de la monarquía hispánica, tanto en España como en Italia y Flandes o en su área de influencia en Alemania e Italia, son trasladados inmediatamente a América y Filipinas e incluso a Asia y África bajo la influencia portuguesa.

Las sociedades existentes en América se encontraban en etapas de desarrollo muy diferentes, o bien se encontraban en el paleolítico en la mayor parte del continente, o en Perú y Méjico en una mezcla de neolítico y sociedad avanzada prerromana con conocimientos de matemáticas, astronomía, construcción y cerámica equivalentes a los de sus coetáneos europeos, si bien paradójicamente con una tecnología muy elemental al carecer de conocimientos de los metales con la excepción del oro o en pequeña medida la plata, y utilizar como medio de transporte directamente al hombre como bestia de carga o en el caso de Perú complementado con la llama.

Las relaciones entre las diversas sociedades americanas era o bien conflictiva y de rivalidad o de dominio de forma semejante a las sociedades europeas primitivas o prerromanas. Desde luego en la sociedad azteca, que mantenía un durísimo dominio sobre todos los pueblos no aztecas, era normal la esclavitud y habituales los sacrificios humanos, los pueblos dominados consideraron a los españoles como liberadores.

La elaboración de tejidos de algodón y lana de alpaca en Perú, prácticamente los únicos, debía estar muy poco desarrollada a juzgar por la figuras humanes precolombinas. Se extiende y generaliza a partir del siglo XVI por todo Hispanoamérica y se diversifica con la generalización del ganado lanar y los tejidos de lanas e incluso lino y seda.

En el transporte terrestre fue un verdadero salto pasar de la utilización como medio de transporte del hombre a la utilización generalizada del ganado equino y sobre todo los mulos, que se implantaron rapidísimamente, unido al empleo de la rueda y el carro que modificaron sustancialmente el transporte y el comercio. Simultáneamente tiene repercusión en la industria, al tener que fabricar carros y todos los arreos necesarios para las caballerías, utilizando los cueros que proporcionaba una próspera ganadería creada recientemente y construyendo caminos y puentes.

Complementando el transporte terrestre, aparece un intenso tráfico marítimo de cabotaje, que es alimentado por los numerosos astilleros creados a poco de la conquista. Astilleros de grandes dimensiones funcionaron durante siglos en La Habana, San Blas, Cartagena de Indias y Guayaquil, que adquirieron tal importancia que se estima que el 40% de la producción naval durante el siglo XVII, procedía de América[4].

Estos astilleros alimentaron la construcción de los barcos necesarios para un tráfico marítimo de dimensión global que se extendió al Atlántico, Pacífico e Índico. Un tráfico que no pudo ni tan siquiera ser obstaculizado por la piratería que fracasó durante tres siglos.

Como muestra del relativo fracaso de la piratería basta mostrar el caso del pirata y traficante de esclavos más exitoso, Drake (1543-1596). En 1567-1569, junto a Hawkins, después de vender en el Caribe los 200 esclavos capturados en África, son derrotados por los españoles, perdiendo 2 barcos; en 1570-1571 fracasa en su ataque a Panamá y resulta herido y en 1573, después de su recuperación se alía con el corsario francés Le Testu y capturan un convoy español con grandes riquezas; en 1578-1580 captura un cargamento de especias de enorme valor en las Molucas; en 1585-1586 ataca Vigo de donde tiene que huir, toma después Santo Domingo y Cartagena de Indias, que son rescatadas a cambio de fuertes sumas, a continuación ataca e incendia San Agustín en Florida; en 1587 ataca y saquea Cádiz, y captura un barco, y en 1588 participa en el rechazo de la Armada Invencible; en 1589 ataca Coruña de donde es rechazado, a continuación ataca las Azores pretendiendo establecer una base y sufre tremendas pérdidas de 20 barcos y 12.000 hombres y poco después ataca Vigo pretendiendo desquitarse donde sufre de nuevo la pérdida de 500 muertos y 500 heridos y como consecuencia de esta serie de derrotas es degradado en Inglaterra; en 1595-1596 trata de capturar un galeón pero es rechazado y poco después es derrotado por 5 fragatas en San Juan de Puerto Rico. Seguidamente es derrotado de nuevo en Panamá, donde muere enfermo y su sucesor es derrotado en Cuba, perdiendo en total en esta expedición 3 buques capturados, 17 hundidos y 2.500 muertos y 500 prisioneros. En definitiva el balance de la vida del pirata de mayor éxito representa un fracaso económico y estratégico a pesar de haber infringido también grandes pérdidas a su adversario español.

Prueba del éxito español en mantener sus líneas de comunicación global es que ni Francia ni Inglaterra, ni Holanda consiguieron una sola base en América, o en el Pacífico en más de un siglo y en la misma África, no más de establecimientos ocasionales para capturar o comprar esclavos. Lo que es más, en los dos siglos siguientes, hasta Trafalgar en 1805, se mantuvo una defensa e incluso expansión de lo que eran las Españas, hasta el punto de que muchos de los establecimientos y ampliación de territorios de las potencias europeas son posteriores a esas fechas e incluso a la independencia de los países hispanoamericanos y a costa de ellos y en el resto del mundo solamente se mantenían algunos establecimientos comerciales arrebatados a España o Portugal. Tal es el caso de las numerosas exploraciones que pretendían consolidar y ampliar los dominios españoles en territorios amenazados en el extremo Norte del Pacífico, como las exploraciones de Malaspina o Bodega y Quadra como más destacados entre otros muchos, a finales del siglo XVIII en la costa americana del Pacífico desde el norte de California y Oregón hasta Alaska rebasando el paralelo 60. Esto dio lugar a que se produjera al inicio del reinado de Carlos IV en 1789, el incidente de Nootka o Nuca en Vancouver (Canadá) como consecuencia de la captura de dos barcos ingleses por el capitán Martínez.

Otra actividad que contribuyó de manera significativa a la transformación de la sociedad americana es la minería, por la cantidad de trabajo directo que generaba la explotación (con más del 65% de trabajo asalariado) como por los indirectos en explotación de madera y carpintería, forja de hierro, transporte, alimentación y abastecimientos de ropa y otros. Además de requerir una cadena de trabajos complejos como la amalgama en la explotación, la construcción y la concentración de la plata y a continuación fundición y sellado de las barras y acuñación de moneda. De forma también importante se desarrolló la minería del cobre, estaño, hierro, plomo y mercurio, que serviría en el caso del mercurio para la amalgama y en la del cobre para la fabricación de diferentes utensilios y la fundición en bronce de campanas y cañones. Como ejemplo de industria metalúrgica de cierta importancia, destaca la fabricación de cañones y campanas en Lima y Arequipa, y se puede destacar que el Virrey Juan de Acuña, estableció en 1722 la primera fundición de artillería en Orizaba (Veracruz).

En cambio el oro tuvo una importancia relativamente modesta en comparación con la plata. Según Hamilton y tal como reflejan los registros de Sevilla, llegaron a España durante el primer siglo y medio 180 Tm. de oro y 17.000 Tm. de plata. En el Anexo II, se recoge el detalle hasta el año 1600 y se estima que, hasta 1810, el volumen de oro que llegó a España es inferior a 300 Tm. Como muestra de lo que representan estas cifras, basta decir que la producción actual de oro de Sudáfrica en un año es más del triple y el oro de las reservas de España acumulado por el comercio reciente y expoliado y enviado a la URSS en 1936 era prácticamente el doble de lo que se recibió en tres siglos o que las reservas de oro actuales de EEUU son más de 30 veces más. Entre 1530 y 1560 la mayor parte del oro procedía del botín y hasta 1530 y con posterioridad a 1560 prácticamente su totalidad procedía de la explotación de aluvión y minas.

4. Plantas y animales

Los epígrafes anteriores son un resumen a modo de introducción de las transformaciones sociales, técnicas, culturales y económicas que se produjeron a partir del siglo XVI en el mundo y está expuesta solamente para mostrar hasta qué punto están interrelacionados muchos aspectos que acaban dando como resultado la modificación radical de una sociedad desde el punto de vista material, con la difusión de animales y plantas y el establecimiento sedentario de población indígena y española en lugares semidesérticos o de naturaleza muy hostil.

La introducción de nuevos cultivos y animales en ambas orillas del Atlántico e incluso del Pacífico modificó la vida en la tierra de una forma que en la actualidad resulta casi inimaginable el contemplarla tal como se encontraba a finales del siglo XV.

En América no solamente se introdujeron nuevos cultivos sino también formas de cultivo de plantas autóctonas que multiplicaron la producción y variedad de alimentos, permitiendo el sustento estable de poblaciones crecientes. Incluso plantas propiamente americanas como el tomate, los pimientos, el maíz o la patata, cuyo aprovechamiento y cultivo estaba muy localizado se extendieron a todo el continente. Por ejemplo, la patata sólo se cultivaba en el territorio que abarcaba el imperio Inca.

A principios del siglo XVI los pueblos que habitaban Norteamérica eran recolectores (bayas silvestres), cazadores y pescadores de salmón y mariscadores en la costa. En la costa del Pacífico en Oregón y Canadá se vestían con hierbas (tule, especie de juncos) y pieles mal curtidas y eran nómadas o seminómadas. La excepción al norte del río Grande eran los indios Pueblos, de cultura sedentaria y un poco más desarrollada que las tribus de su entorno. La excepción en Hispanoamérica eran Méjico, Centroamérica, Colombia y el altiplano de Perú, Ecuador y Bolivia, en donde se solapaba una cultura del neolítico con ciertas formas sociales evolucionadas económica y culturalmente, pero que en muchos aspectos, como los sacrificios humanos, habían sido superadas en el Antiguo Continente hacía milenios.

El conjunto de animales y plantas que se aclimataron en América, no sólo transformaron la economía, alimentación y forma de vida de sus habitantes, sino modificaron incluso el paisaje, de tal modo que un habitante de 1500 que hubiera resucitado en 1600 no reconocería en nada el mundo en que había vivido. Acompañadas de las aplicaciones técnicas de riego, cultivo y empleo de arado y yuntas de animales de trabajo, multiplicó la productividad avanzando milenios en muy pocos años.

El trasiego y difusión de plantas y animales se produjo en ambas direcciones globalizándose y enriqueciendo de una manera real todas las poblaciones del Planeta.

Muy pronto se introducen los cereales que eran básicos en la alimentación mediterránea y de manera preferente trigo y cebada y también avena, que se introducen en Méjico en el siglo XVI y casi simultáneamente en Argentina. Está documentado que en el año 1585, en los alrededores de Buenos Aires, se produjeron 472 Tm. de trigo, 341,2 Tm. de cebada y 28,8 Tm. de maíz, que aun siendo una planta de origen americano no se cultivaba en Argentina. El arroz se introduce también en América a mediados del siglo XVI. También leguminosas como el garbanzo, la lenteja o el guisante y productos de huerta como zanahoria o diferentes clases de berzas, alcachofas, cebolla y ajo, etc.

La alfalfa, fue introducida por los españoles en Argentina, Chile, Perú y Méjico en el siglo XVI, casi al mismo tiempo que en Provenza y bastante más tarde al norte del rio Grande en Norteamérica y lo mismo ocurrió con el trébol y el heno que hicieron posible el mantenimiento de la ganadería. Igualmente, poco después de la conquista se introduce en Méjico el cultivo del lino y cáñamo.

Incluso cultivos, sin los cuales no se concibe la economía de muchos países hispánicos como la caña de azúcar cuyo cultivo implica cierta complejidad y la instalación de molinos, se introduce en América a finales del siglo XV, por los primeros emigrantes canarios y se obtiene además como subproducto el ron.

Lo mismo ocurre con el plátano o bananas, llevado desde Canarias a la isla de Santo Domingo a finales del s. XV o inicios del XVI. Y con plantas medicinales como la zarzaparrilla que llegaron a hacerse más populares en América que en España.

La enorme variedad de frutas existentes en España desconocidas en América, fueron trasplantadas en los primeros años, tal ocurre con la vid y el olivo, la naranja, limón, melocotón o durazno y el granado que fueron introducidos en América en el siglo XVI y en California (EE.UU.) al mismo tiempo que otros frutos y productos de huerta por los franciscanos españoles en el siglo XVIII con la evangelización y colonización impulsada por fray Junípero Serra[5].

Melón y sandía, higuera, nogal, manzano (que se extendió muy rápidamente), etc. se introducen en Nueva España en el siglo XVI, al igual que las moreras (para la producción del gusano de seda y seda). El ciruelo y el albaricoque se introdujeron en Perú y Méjico hacia 1560 y en California en 1769 por los franciscanos. Lo mismo ocurre con una gran cantidad de frutas introducidas por los españoles en los primeros años de la colonización como el almendro, el cerezo o el peral, algunos de cuyos cultivos alcanzan una gran difusión en América. Incluso el cocotero, parece probable que fuera llevado por los españoles al Caribe, desde el Pacífico.

El cultivo del café fue introducido por los franceses en la Guayana a principios del siglo XVIII, procedente de Arabia y desde allí, muy pronto los españoles pasaron a iniciar su cultivo en Venezuela, hacia 1740.

Toda esta labor parece fácil sobre el papel, pero representa un tremendo esfuerzo de aclimatación y cuidados, que en su mayor parte están sembradas de fracasos iniciales, solo superados a base de constancia y esfuerzo.

No de menor importancia fue el trayecto inverso de cultivos y plantas de origen americano y que hoy en día parece como si hubieran estado siempre en Europa, Asia o África. Tal ocurre por ejemplo con el maíz, la patata, el tomate, los pimientos o el cacahuete. El maíz originario de América e introducido por los españoles en Europa a principios del siglo XVI, y que ya se cultivaba en Vascongadas. En África occidental también se introduce a principios del siglo XVI, e incluso en la mayor parte de América donde no se cultivaba.

La patata fue introducida en Europa en la segunda mitad del siglo XVI y más tempranamente en Canarias en donde hay constancia de un embarque para Holanda, entonces bajo la soberanía española, en 1567. El consumo de patata ya resultaba básico en Canarias en el siglo XVII. En el resto de Europa su cultivo no se generalizó hasta el siglo XVIII.

El tomate parece seguro que se introdujo en España a través de Sevilla en el siglo XVI, pero no se tiene constancia de la generalización de su consumo como alimento hasta finales del siglo XVII o inicios del siglo XVIII.

El pimiento llevado a España a finales del siglo XV, se extendió rápidamente por Europa y todo el Mediterráneo. A través de Filipinas se introdujo en Asia, donde su cultivo se generalizó.

El cultivo del cacao, originario de Méjico, fue introducido en Filipinas y en Ecuador y buena parte de Sudamérica a finales del siglo XVI. El cultivo de la vainilla mantuvo su monopolio en Méjico durante siglos. El cacahuete originario del Perú fue introducido en Norteamérica, África y Asia.

El girasol originario de América del Norte fue introducido en España en época muy temprana del siglo XVI, si bien para consumo directo y no como productora de aceite hasta épocas recientes. La calabaza, originaria de Méjico y Asia, pero parece que su cultivo se introdujo en España procedente de Méjico en el siglo XVI y desde donde se extendió al resto de Europa.

El fríjol o judía, procedente del norte de Argentina, Perú y Ecuador e introducida por los españoles en toda América, llevada en época temprana (siglo XVI) a España desde donde se extendió por todo el mundo.

Chumbera o nopal y pita o maguey originarias de México y extendidas actualmente por todas las regiones áridas del globo, habiéndose hecho parte inseparable del paisaje en regiones como el Norte de África.

El quino originario de Sudamérica y del que se extrae la quinina empleada como planta medicinal contra las fiebres, ya desde el descubrimiento e introducida como planta medicinal por la condesa de Chinchón en 1638.

El algodón, si bien existía en América y en el antiguo continente, se introdujo en España en los siglos XVI y XVII y en lo que serían los Estados Unidos en el siglo XVIII con plantas procedentes de Hispanoamérica.

Muy importantes fueron los colorantes americanos ya empleados antes del descubrimiento por los indígenas. Representaron un peso considerable en el tráfico comercial con los centros europeos fabricantes de tejidos.

Tan importante como la introducción de cultivos de diversa procedencia y origen en todo el globo, fue la cría de ganado, prácticamente inexistente en América con la excepción de la llama en la región andina de Perú o la cría muy localizada de pavos en la Nueva España.

En la relación del segundo viaje de Colón (en 1493), ya se refleja el ganado que llevan los barcos: «cuatro becerras y dos becerros, lanas, cien puercos, de los que ochenta son marranas y varios verracos, doscientas gallinas, con gallos, seis yeguas, cuatro asnos y dos asnas, y conejos vivos...».

Resulta esclarecedor, para conocer la rápida introducción de nuevas especies de interés económico, que a principio del siglo XVII, la ciudad de Méjico consumía anualmente: 170.000 ovejas y 12.000 carneros, 30.000 cerdos, 220.000 fanegas (1 fanega= 55,5 litros o dcm3) de maíz y 180.000 de harina de trigo, además de frutas, verduras, aves, pescados, etc. Conviene reiterar que casi todo el ganado y productos agrícolas eran inexistentes antes del descubrimiento.

El ganado bovino llegó a América en 1493, a la Española, y a la Argentina en 1549. El ganado ovino y caprino, llegó a América en alguno de los viajes de Colón, procedente de Canarias.

Existe constancia de la llegada de ovejas de raza churra a Argentina y procedentes de Perú, conducidas por Ñuflo de Chávez en 1549. Ello llevó al desarrollo y difusión de una importante industria textil artesanal y preindustrial.

La introducción del caballo en América es muy temprana; en Cuba a finales del siglo XV y en el resto de América en la primera mitad del siglo XVI; concretamente a Argentina en 1535. Desde luego el caballo era inicialmente un instrumento de guerra, pero suele olvidarse que mucho más lo era de trabajo en el transporte y como auxiliar en la cría extensiva de ganado vacuno y lanar. De forma similar cabría decir lo mismo del perro, introducido también en América por los españoles desde el inicio del descubrimiento. Los burros o asnos, llegaron a América ya en 1493, como consta en la relación del segundo viaje de Colón, revolucionando el transporte en América con la cría e implantación del mulo capaz de sobrevivir en cualquier terreno dada su sobriedad, resistencia y fuerza.

Aves de corral y conejos que llegaron también en el segundo viaje de Colón en 1493, difundiéndose también rápidamente. El cerdo tuvo una aclimatación rapidísima a partir de 1493, hasta el punto de que poco después eran habituales los cerdos salvajes o cimarrones.

A su vez, la existencia de las explotaciones ganaderas, no sólo implicaba una mejora directa de alimentación, sino también la producción de leche y quesos y en su fase final de cueros que representaron un importante valor en el comercio con Europa y Asia. A su vez, generaron una importante actividad artesanal con el curtido y la fabricación de objetos de cuero y piel, calzado, sillas de montar, arreos, carteras y alforjas, etc., en definitiva contribuyendo a dar un salto de más de cuatro milenios, pasando del paleolítico o neolítico a la edad moderna de la mano del estado más avanzado y civilizado de su época y lo que es más importante, que trataba por primera vez a los vencidos como iguales en contraste con lo que ocurría entre las diferentes tribus y etnias en que los vencidos eran sacrificados o pasaban a ser esclavos.

Tan importante como la introducción de los cultivos y animales fue el de las tecnologías que hicieron posible la multiplicación de la productividad, desde el arado y la azada hasta el yugo, que permitió la utilización de la yunta de bueyes, pasando por la noria, el molino de agua y de viento, los sistemas de riego y cultivo, etc.

Coordinado con todo ello, se realiza un importante sistema de explotación y trabajo de la madera, necesaria para las minas, la construcción naval, la construcción, el mobiliario, los aperos y elementos de transporte y los instrumentos musicales, todo ello inexistente antes del descubrimiento.

5. Población

La diversificación y globalización de los cultivos y la introducción de nuevas técnicas junto con la multiplicación de la productividad agraria, produjo una verdadera explosión de la población en ambas orillas del Atlántico, como consecuencia de la mejora de la alimentación, ya que en Europa la población estimada había permanecido casi estable durante mil años desde la época romana y se estima que prácticamente duplica en los tres siglos que van de 1500 a 1800.

En América se estima que incluso teniendo en cuenta la aparición de nuevas enfermedades como la viruela que diezmaba la población europea, unido a enfermedades ya endémicas en América como el mal de changas, la sífilis, el dengue o la malaria, el aumento de población fue parecido al de Europa.

Prueba del aumento de población, a pesar de las breves guerras iniciales de la conquista y de las enfermedades, es que Tenochtitlán, la mayor ciudad del Méjico precolombino, se estima que tuvo unos 100.000 habitantes en la época de la conquista a juzgar por el área ocupada. Una población superior (más de 250.000 habitantes) era la que debía tener a principios del siglo XVII a juzgar por el consumo anual de carnes y cereales básicos que aparecen registrados, si bien tenía unos 140.000 habitantes a mediados del siglo XVIII. Ello la convertía en una metrópoli mayor que cualquier capital europea (París con unos 150.000 habitantes en 1500; Londres 208.000 en 1700). Las oscilaciones de la población de la ciudad, tanto en período precolombino como en el del virreinato se deben en gran parte a las inundaciones cada 30 ó 40 años.

Las estimaciones sobre población son muy dispares y hasta ahora no parecen tener base alguna. De manera un tanto tosca, se puede hacer una estimación de lo que podía ser la población del imperio azteca, basándose principalmente en el número de guerreros. En la batalla de Otumba, la batalla decisiva, participaron unos 40.000 guerreros aztecas y aliados, lógicamente la mayor parte de las fuerzas de que podían disponer. Ello indicaría una población total no mayor de 1 millón y que desde luego no llegaría a los 2,5 millones contando con las poblaciones sometidas a los aztecas que se aliaron con los españoles como liberadores. Ello estaría en consonancia con las pobres posibilidades alimenticias precolombinas asimilables al neolítico y las guerras tribales continuas.

Los aumentos de población en Nueva España, debieron ser semejantes a los de las poblaciones europeas, que se estima que en el período que va de 1623 a 1810 la población de las diferentes naciones europeas no llega ni a duplicarse y en Méjico la población era de unos 6 millones en su mayoría indígenas, es decir más del doble del estimado en el momento de la conquista en 1521. En el momento de la independencia, hacia 1800, la población de Méjico (Nueva España) y Estados Unidos (13 colonias) era muy parecida, unos 6 millones de habitantes, si bien algunas estimaciones consideran que la población de Nueva España, que incluía Centroamérica y unos dos tercios de lo que hoy son los EEUU, era mucho mayor alcanzando los 15 millones de habitantes.

De la diferente evolución de la población indígena en contacto con los españoles en contraste con la que fue sometida por los anglosajones, resulta reveladora la evolución demográfica de los paunis (pawnees), un pueblo indígena que ocupaba aproximadamente lo que hoy es el estado de Nebraska en EE.UU. y que en contacto con los españoles al menos desde 1626, habían integrado el caballo como parte inseparable de su cultura junto con otros elementos y el comercio de pieles.

Este pueblo, hacia 1702, estaba compuesto por unas 2.000 familias y habitaba el mencionado territorio de Nebraska de forma pacífica, en contacto primero con los españoles y franceses como territorio fronterizo hasta 1763 en que Luisiana es cedida o recuperada por España. La vida de los paunis transcurre pacíficamente bajo la soberanía de España y en conflicto ocasional con los siux hasta 1803 en que la Luisiana es adquirida por EE.UU., aunque tarda unos 30 años en comenzar a ser ocupada de forma efectiva.

La población indígena pasa de las 2.000 familias en 1702 a 10.000 en 1802 poco antes del inicio de su dependencia de EE.UU., permaneciendo estable su población hasta 1835, pero la población queda reducida a 2.447 individuos –es decir unas 600 ó 700 familias– en 1872, a 1.521 en 1876 y a 649 (menos de 200 familias) en 1900, en que empieza a recuperarse hasta 1.149 individuos en 1960. Tal reducción, sólo es explicable por la existencia de un verdadero genocidio entre 1835 y 1900.

La situación es tanto más sangrante, si se tiene en cuenta que eran indios básicamente pacíficos. El contraste con la colonización española es tan patente que no precisa mayor explicación. Incluso en la América Hispana la verdadera persecución y marginación de los indios se realizó a partir de la independencia ya que los indígenas, protegidos por la legislación española, lucharon preferentemente al lado de los realistas españoles en casi toda América y no sólo en Perú o Venezuela.

Tiene también especial relevancia la población de origen africano en América, llevada como esclavos. El tráfico de esclavos se realizó hasta bien entrado el siglo XIX, primero por portugueses y casi al mismo tiempo por franceses e ingleses y pronto se incorporaron a tan lucrativo negocio holandeses, ciudadanos de EE.UU. e incluso daneses. Los portugueses vendieron los esclavos de forma casi exclusiva en Brasil y marginalmente en la América española. Por el contrario, los españoles nunca se dedicaron al tráfico de esclavos, salvo algún hecho aislado y anecdótico, y precisamente por ello las colonias inglesas, francesas y holandesas, eran verdaderos almacenes de esclavos, lo que ha dado lugar a que la población existente en las antiguas y diminutas colonias del Caribe sea negra casi en su totalidad.

Resulta significativo que por el tratado de Utrecht (1713), en una de sus cláusulas, España cede a una vieja aspiración de Inglaterra por el que concede el privilegio de enviar todos los años un navío de 500 Tm. a América (en esencia la legalización del contrabando) y el monopolio por 30 años de la trata de negros que era el negocio verdaderamente lucrativo. El asentamiento de negros en la América Hispana tenía como destino lugares y trabajos muy concretos, en las minas y poco más, ni tan siquiera estaba extendido en las plantaciones, cosa que empezó a generalizarse con la monarquía borbónica a partir precisamente de este tratado. Aun así buena parte de la población negra actual de Hispanoamérica tiene su origen en la inmigración procedente de EE.UU. y de las colonias europeas en América después de la independencia, como en el caso de la República Dominicana invadida por Haití, Panamá durante la construcción del canal o las plantaciones propiedad de ciudadanos de EE.UU. en Cuba y Centroamérica, etc.

De tal forma que, según los datos sobre la población de origen africano en América a finales del siglo XVIII, se comprueba que, de los 4.128.420 individuos, sólo 921.000 vivían en la América española y de ellos 650.000 (68%) eran libertos. En cambio en las diminutas colonias francesas e inglesas, (del tamaño de una provincia española) la superpoblación negra alcanzaba los 605.000 y 480.000 respectivamente y los libertos no llegaban al 5%. En EEUU la población negra era de 607.420, de los que eran libertos 32.000, pero esa población se multiplicó después de la independencia, hasta el punto que sólo en los estados del sur, en 1860, la población esclava había alcanzado los 3.950.511 individuos y la población libre “no blanca” 253.082 individuos, sobre una población total de 12.240.293 habitantes.

6. Conclusión

El descubrimiento y la conquista, con ser hazañas prodigiosas, sólo son una pequeña parte del esfuerzo de la colonización de América, incluso para los propios conquistadores que dedicaron la mayor parte del tiempo y energías en la evangelización y colonización propiamente dicha y que supuso una verdadera globalización desde el punto de vista geográfico, científico, cultural y económico y un enriquecimiento explosivo de la biodiversidad. Paradójicamente, esa biodiversidad se ha reducido de manera alarmante en el siglo XX y continúa ese proceso destructor en el siglo XXI.

En este proceso, es especialmente significativa la influencia de la evangelización, que más que duplica el número de fieles proporcionando una escala de valores y normas de convivencia comunes, en una universalización de la monarquía hispánica que expande la Cristiandad casi hasta el límite y que de alguna forma es aceptada o tolerada durante un tiempo en sociedades muy consolidadas y con religiones o espiritualidad muy diferentes como Japón, China e India además de América.

Prácticamente todo lo que representa una forma de vida, desde la vivienda a la ropa y el calzado pasando por los medios de transporte, la alimentación y la educación, fue modificado de forma rápida, pero también progresiva, a lo largo de un siglo, anticipándose al comienzo a la colonización anglosajona e incluso francesa, puesto que el primer asentamiento francés en Canadá, en Quebec, se produce en 1608.

La difusión de la imprenta y de los últimos avances científicos y técnicos, junto con la puesta en contacto de todos los pueblos de la tierra desde América, África y Asia convergiendo en Europa, y la difusión e internacionalización del comercio a través de rutas de navegación regulares como las flotas de Indias y el galeón de Manila, fueron el caldo de cultivo del desarrollo del capitalismo con la moneda e instrumentos mercantiles como el préstamo bancario, la letra de cambio, los registros mineros y de propiedad y en definitiva el paso al mundo moderno y contemporáneo. De hecho, eso fue advertido por Marx tal como lo refleja en un capítulo de El capital: «La biografía moderna del capital comienza en el siglo XVI, con el comercio y el mercado mundiales».

En el otro extremo, desde el punto de vista de la vida humana material y de la biosfera entendida en su sentido más amplio de flora y fauna, quizás fue este aspecto el que influyó más decisivamente en la modificación de las formas de vida, en la salud y en la población humana. La introducción de nuevos cultivos en todo el mundo, unido a nuevas técnicas que aumentaron la productividad de las tierras, enriqueció y diversificó la alimentación, permitiendo un aumento de población a ritmo hasta entonces desconocido.

Todo ese proceso se produjo en su mayor parte en un tiempo increíblemente corto de siglo y medio, que fue la duración de España como potencia hegemónica y se prolongó durante otro siglo y medio como primera potencia en decadencia. Ni siquiera en la actualidad está consolidado un cambio tan tremendo, sobre todo debido a que en los dos últimos siglos la evolución fue desviada de su cauce natural por influencias extrañas ideológicas y económicas que buscaban una explotación en beneficio exclusivo de centros de poder exteriores, implantando un modelo económico mercantil orientado a la exportación y ajeno a las necesidades locales y común a las colonias africanas y asiáticas.

A efectos de estudio los diferentes aspectos precisan ser fragmentados, pero al mismo tiempo no se comprenden sin una visión global que explique las interrelaciones entre ellos. Así, el estatus de los indígenas similar al de los peninsulares se comprende sólo a través de la religión, así como la situación de la población de origen africano en el que la norma era su situación como seres libres y la excepción la esclavitud.

Como corolario de este proceso se deduce que no deja de ser sorprendente la polémica sobre la decadencia de España, cuando resulta que cualquier Imperio de la historia se mantuvo como potencia hegemónica durante un siglo y medio aproximadamente y como primera potencia durante un período semejante. La diferencia está en que la caída de España fue muy brusca al contrario de lo ocurrido con otras potencias.

La hazaña hispana solo tiene parangón con Roma, que generalizó una serie de cultivos y técnicas y en definitiva cultura, aprovechando y difundiendo la existente de manera dispersa en un gran espacio, el mundo mediterráneo.

Pero la repercusión global del impulso hispano fue tal que en mil quinientos años de nuestra era la población mundial se mantuvo casi estable y en los trescientos años siguientes al descubrimiento prácticamente se duplicó por obra y gracia de un aumento de la productividad agrícola y ganadera y por la introducción de nuevos cultivos, de ganado doméstico y nuevas técnicas médicas y de todo tipo.

 

Anexo I

Enumeración, no del todo completa, de las Universidades creadas en Hispanoamérica desde el descubrimiento a la independencia:

– En 1538, se crea la Universidad de Santo Tomás de Aquino, en Santo Domingo, Estudio General desde 1518.
– En 1551 se crea la Universidad de San Marcos, en Lima.
– En 1551 se crea la Universidad de Méjico.
– En 1558 se crea la Real y Pontificia Universidad de Santiago de la Paz y de Gorjón, en Santo Domingo, que se transforma en seminario en 1602, y la Compañía de Jesús gestiona la actualización de la antigua universidad en un colegio fundado por ella en 1703.
– En 1580 se crea en Bogotá la Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino.
– En 1619 se crea la Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino, en Santiago de Chile.
– En 1621 se crea la Universidad de Córdoba de Tucumán.
– En 1621 se crea la Pontificia Universidad de San Ignacio de Loyola, en Cuzco.
– En 1621 se crea la Pontificia Universidad de San Francisco Javier, en Bogotá.
– En 1624 se crea la Real y Pontificia Universidad de San Francisco Xavier, en Sucre.
– En 1653 se crea la Universidad del Rosario, en Bogotá.
– En 1676 se crea la Universidad de San Carlos Borromeo, en Guatemala.
– En 1677 se crea la Universidad de San Cristóbal, en Huamanga (Ayacucho).
– En 1692 la Universidad de San Antonio Abad, en Cuzco.
– En 1721 la Universidad de San Jerónimo, en La Habana.
– En 1721 se crea la Universidad de Santa Rosa, en Caracas.
– En1724 se crea la Universidad Pencopolitana, en Concepción.
– En 1738 se creó la Universidad de San Felipe, en Santiago de Chile.
– En 1786 se crea la Universidad de Santo Tomás de Aquino, en Quito.
– En 1792 se creó la Universidad de Guadalajara.

 

Envíos de oro y plata durante el siglo XVI desde América a España

   Años                          Oro kilos/años                   Plata kilos/años
1503-1510                           4.965                                   0
1511-1520                           9.153                                   0
1521-1530                           4.889                                  148
1531-1540                           14.466                                 86.193
1541-1550                           24.957                                 177.573
1551-1560                           42.620                                 303.121
1561-1570                           11.530                                  942.858
1571-1580                           9.429                                   1.118.592
1581-1590                           12.101                                  2.103.027
1591-1600                           19.451                                  2.707.626
TOTALES                           153.571                                7.439.138

 Reservas oro en Kg. de EEUU en 2011 = 9.300.000

 

[1] Steve STERN, Los pueblos indígenas del Perú y el desafío de la conquista española, Alianza Editorial, Madrid, 1986.

[2] Dastin SL, Madrid, 2001.

[3] Javier PIÑEIRO FERNÁNDEZ, «José Toribio Medina y la imprenta en América Latina», Revista científica eletrônica do pensamento comunicacional latino-americano, n.º 2 (2000).

[4] Juan Bosco AMORES CARREDANO, Historia de América, Ariel, Barcelona, 2006.

[5] Augusto CASAS, Fray Junípero Serra, el apóstol de California, Luis Miracle, Barcelona, 1949.