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Número 503-504

Serie L

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Rubén Calderón Bouchet, Iluminismo y política

Rubén Calderón Bouchet, Iluminismo y política, Nueva hispanidad, Buenos Aires, 2012, 390 págs.

Rubén Calderón Bouchet (Chivilcoy, 1918) es un gran maestro del pensamiento, y del pensamiento político especialmente, del que se ha ocupado en sede teorética tanto como histórica. De gran inteligencia, dio con sus huesos, tras algunos tumbos, en la ciudad de Mendoza, donde –como le gusta decir– encontró a Guido Soaje, que le enseñó el tomismo, y a Alberto Falcionelli, que le enseñó muchísimas cosas. Autor de muchas páginas, gracias a los desvelos de Nueva Hispanidad en el último decenio han vuelto a ver la luz muchas de las ya estampadas y por vez primera otras que estaban inéditas. Piénsese, en especial, en La arcilla y el hierro (2002), El espíritu del capitalismo (2008) y La luz que vino del Norte (2009), prologados respectivamente por Rafael Gambra, Miguel Ayuso y Juan Fernando Segovia. A esta terna, casi trilogía, se suma ahora Iluminismo y política. Quienes quieran profundizar en la personalidad de don Rubén Calderón pueden acudir a nuestras mismas páginas, donde en 2008, con motivo de su nonagésimo cumpleaños, le ubicaron en las filas del «tradicionalismo hispánico» –sin que obste a tal fin alguna que otra mixtura o promiscuidad menores– los profesores Miguel Ayuso y Juan Fernando Segovia.

Liga el autor desde el inicio el curso ilustrado (al que con un italianismo nombra en el título como «iluminismo») con la opción economicista de matriz burguesa. Léanse, si no, las primeras líneas del libro: «Cualquiera que haya seguido con cierta atención el nacimiento y desarrollo de esa época que llamamos Edad moderna habrá tenido la oportunidad, en más de una ocasión, de advertir el rumbo axiológico tomado por los estamentos burgueses a partir del siglo XVI. Habrá observado también el sello con que la moderna espiritualidad marca todas las otras actividades del hombre y les va imponiendo, poco a poco, el sesgo decididamente económico de sus preferencias. En algunos países con más celeridad y precocidad que otros, la política toma el tinte de una empresa capitalista; las ciencias buscan un conocimiento orientado a la posesión técnica del mundo físico; el arte se industrializa y da nacimiento al artista que hace de sus facultades un modo de vivir de acuerdo con el ritmo de su producción; la idea que el hombre tiene de su propia realidad cede también al influjo de esta disposición y surge la concepción del “homo faber” como si el único fin de la razón fuera la producción de cosas útiles».

Tras presentar los «caracteres generales del Iluminismo» (economicismo, mecanicismo, naturalismo y utilitarismo entre otros) hace lo propio con los «enemigos del progreso» (la tradición, la monarquía, la nobleza, el pueblo y el sentido orgánico de la vida). Sigue acto seguido, en el capítulo tercero, examinando la conexión entre iluminismo y liberalismo (en los ámbitos de la conciencia, del derecho natural, de la actividad económica, de la revolución industrial, de la libertad de pensamiento y del orden jurídico). Para, a partir del cuarto, examinar con perspectiva histórica la situación social y política en la formación de la moderna Alemania (capítulo quinto), la pesada herencia de Luis XIV en Francia (que trata en un capítulo sexto, prolongándose hasta el noveno con el análisis de Montesquieu y Rousseau, como ideólogos respectivamente aristocrático y democrático, y aún más en los undécimo y duodécimo con el examen de Voltaire y Diderot) e Inglaterra y sus economistas (capítulo décimo). El tema de la masonería (capítulo décimo tercero) y la obra de Kant (capítulo décimo cuarto) completan la obra.

En todas sus páginas brilla por igual el ingenio y el seso. Mientras que el estilo resulta ágil, abundoso y un punto desenfadado. Libro, como todos los de autor, en verdad interesante y sugestivo.

Manuel ANAUT