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Número 503-504

Serie L

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Ethos reaparece

Cuando en marzo de 2005 falleció nuestro amigo y colaborador Guido Soaje Ramos, uno de los más grandes maestros de la filosofía práctica en lengua española de la segunda mitad del siglo XX, le dedicamos en nuestras páginas el oportuno recuerdo a través, entre otros, del obituario de su amigo Miguel Ayuso.

La Agencia FARO resumía así su trayectoria: «El día 13 falleció el Dr. Guido Soaje Ramos, abogado y doctor en Derecho y Ciencias Sociales, destacado filósofo, catedrático que fue de la Universidad de Buenos Aires, de la Universidad Nacional de Cuyo (de la cual fue decano), de la Universidad Nacional de Córdoba, de la Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires y de la Universidad de Rio Grande do Sul (Brasil), en las cuales enseñó Filosofía del Derecho, Ética y Filosofía Social. Además fue investigador del Consejo Nacional del Consejo de Investigaciones Científicas y Técnicas, fundador y presidente del Instituto de Filosofía Práctica y director de la revista Ethos.

”Soaje Ramos ha dejado una importante obra escrita, como su tesis doctoral “Sobre algunos aspectos fundamentales de la noción de ley en Francisco Suárez”, presentada y defendida en la Universidad Nacional de Córdoba, y numerosos artículos publicados en Ethos, Sapientia, Philosophica, Boletín de Estudios Políticos de la Universidad Nacional de Cuyo, Verbo, Jurisprudencia Argentina, así como una importante obra inédita. Intervino en numerosos congresos, en las Españas y en el extranjero, entre otros en las II Jornadas Hispánicas de Derecho Natural celebradas en la Córdoba peninsular en el año 1998, impulsadas por la Fundación Francisco Elías de Tejada, en las que tuvo a su cargo el discurso de clausura.

”El 21 de marzo se celebró en su memoria en el Instituto de Filosofía Práctica una Santa Misa según el rito romano antiguo, que Soaje tanto amaba. Antes de la misma, el vicepresidente Dr. Bernardino Montejano pronunció unas breves y sentidas palabras manifestando la dolorosa sorpresa de la muerte del presidente y fundador, su gratitud por lo recibido y el compromiso de fidelidad a sus enseñanzas, agregando que desde esa fecha el retrato de Soaje, junto al del Padre Julio Meinvielle, debajo de la Cruz legada como recuerdo del también socio fundador, el sociólogo Dr. Roberto Brie, de la Virgen que el presidente tenía en su despacho y del búho de Minerva, presidirían todas las tareas del Instituto, para el cual se abría una nueva etapa, dentro de la cual se prepararían homenajes académicos».

El profesor Félix Lamas, otro de los discípulos de Soaje, por su parte, también con ocasión de la muerte de éste, dejaba nota de lo siguiente en su revista Via dialéctica: «Su pensamiento, su magisterio y su obra renovaron en profundidad la filosofía tomista, tanto en nuestra patria como más allá de sus fronteras. Las características de esta renovación quizás puedan ser sintetizadas así: 1. Asumió el tomismo como filosofía universalmente válida –más allá de todo sectarismo de escuelas– a la vez como fruto de la tradición clásica y cristiana y como dirección perenne del pensamiento realista, abierto a los problemas de todos los tiempos. De este modo se colocó en aptitud para entender el pensamiento moderno y, en especial, el contemporáneo y plantear frente a este último un diálogo y una discusión fecunda. 2. Confirió a la filosofía práctica (Ética, Derecho, Política, Economía, Educación y Estética) un nuevo impulso y vigor. Sin negar la subordinación de este género científico-filosófico y su necesaria atingencia respecto de la Metafísica, puso énfasis en sus principios propios. 3. Entendió y desarrolló, con el máximo rigor, la fuerza metodológica del aristotelismo y del tomismo y la necesidad de repensar constantemente sus principios. Esta preocupación metodológica fue dominante en los últimos treinta y cinco años y fructificó en un ingente esfuerzo dirigido a estimular la investigación. Ni la divulgación, ni la repetición, ni los catecismos filosóficos, ni menos aún la literatura y la docencia manualesca constituyeron el centro de su atención. Ese afán por la investigación científica, sujeta a estrictas exigencias metodológicas, se plasmó en la fundación del Instituto de Filosofía Práctica de Buenos Aires (y su órgano de publicación, la revista Ethos), tarea en la que lo acompañé, junto al común colega y amigo, Carlos Saccheri, trágicamente asesinado en 1974 […].

”A partir de 1970 instaló en la Argentina el tema de la dialéctica y tópica aristotélicas, como método de investigación, preocupación teórica y temática que, como es notorio, continúo por mi parte hasta el día de hoy. Otra dirección de su pensamiento giró en torno del tema y problema del valor, al que dedicó una ingente cantidad de trabajos, la mayor parte de ellos publicados en la revista Ethos. Por último, ya desde 1965, puso como otro tema central de su preocupación científica a la experiencia. Precisamente estaba trabajando en un gran tratado sobre la experiencia –algunos de cuyos capítulos llegó a publicar en Ethos– cuando la muerte interrumpió su tarea […]».

Reconstruido el Instituto de Filosofía Práctica por obra de Bernardino Montejano pocos años antes de la muerte de su fundador, y con su entusiasmo, se completa ahora la tarea dando de nuevo a las prensas la revista Ethos. La revista –prevista como anual– comenzó su andadura en 1973, no publicó su siguiente número (el 2/3) hasta 1978, prosiguiendo luego con ritmo normalmente bienal e interrumpiendo su publicación en el número 23/25, correspondiente al período 1995-1997.

Dirigido por Bernardino Montejano –presidente tras la muerte de Soaje del Instituto de Filosofía Práctica– aparece ahora, con un rico contenido, el número 26.

Tras la nota de la comisión directiva del Instituto, que destaca el significado de la reaparición de la revista, y la semblanza de Guido Soaje, que traza con tanta competencia como afecto Juan Antonio Widow, se suceden trece artículos, en general de filosofía práctica, con algunas aperturas a la filosofía teorética y aun a la teología. Se abren con un texto de Guido Soaje (sin que se nos advierta si es un inédito o una reedición) sobre «La moral agustiniana». Y siguen las contribuciones de Bernardino Montejano («Poder jurídico y derecho natural. Con una especial referencia a la libertad religiosa»), Rubén Calderón Bouchet («En busca del ser: Platón»), Francisco Puy («¿Qué significa justicia? Un análisis tópico»), María L. Lukac de Stier («Pietas patriótica. Homenaje al maestro Juan Alfredo Casaubón»), Miguel Ayuso («Concreción del derecho y separación de poderes»), Milagros Otero («Hermetismo y transparencia en el discurso judicial»), Mario Enrique Sacchi («La nueva barbarie»), Claudio Finzi («Subsidiariedad y bien común»), Danilo Castellano («El problema del sujeto y Cornelio Fabro»), Elvio Fontana («Dimensión política de la vocación filosófica según Cornelio Fabro»), Juan Carlos Ossadón («Trascendentalidad de la belleza en la obra del padre Osvaldo Lira») y Juan Carlos Monedero (h) («Cuestiones disputadas sobre la naturaleza de la fe y la capacidad humana para conocer la verdad»). Variedad de temas y de procedencia de los autores, pues, aseguran un contenido rico e interesante. Como extravagante, bajo la rúbrica de recensión, figura un texto simpático e impertinente de Bernardino Montejano, que se remonta nada menos que al año 2001, leído en la presentación bonaerense del libro de Miguel Ayuso Las murallas de la Ciudad. Y se cierra el volumen con una información del libro de Gonzalo Ibáñez sobre Derecho y justicia firmada por Patricio Randle.

Lo dicho, nos congratulamos de la reaparición de Ethos.