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Número 87-88

Serie IX

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Peligros de la hora actual

PELIGROS DE LA HORA ACTUAL
N oohe espiritual eli el mundo moderno en que la ciencia de­
bilita y adormece cl sentido religioso,
"Un fenóm.eno de oscuridad religiosa, como una noche espi­
nritual, se ha extewdido sobre el mundo moderno,· la cienria, que
"abre twn,tos caminos
a la verda4 11Xl!flura/, pórtico de la sobrenar
"tura/,
en

vez
,k robustecer el sentido rebigioso la de/Jilita y lo
"adormece.
Se llega hasta decir qu,, «Dios e~tá mwerto». No,
"Dios

no
nuu.1ere. El sol no se pone. Son nuestros o/os los que,
"deslumbra4o~ por la luz del conocitmiento cientifico, se han ce­
"rrado y ya no ven la aurora divi,i.ia que aparece también1 en el
"horizonte racionttl y que debería hacerse ta11Jto más evidente
"cuanto más claro es

hoy
pa:ra nroso-tr'os el mundo de la natura­
/Jleza. Cristo, como una
centella, como una estrella, 1aparece en
"estas tinieblas invreroS1/fniles; y quien sabe descubrirlo, quien
n sabe conocerlo, quien cree en él, enitra en una mteVa zona de
"11'2 que üumin'O no sólo un murndo superior, el reimio de los
"cielos, sino que refleja rayos de i"teligencia y de sabiduría in­
,, cluso sobre el reino de la tierra, soVYe el mundo de U! vida te­
"rrena."
PAULO VI: Durante el Angelus de1 6 de ene­
ro de 1970 (texto italiano en L'Osserva;tore Ro­
mano del 7-8 de enero; texto en castellano :
Ecclesia núm. 1.475, del 17 de enero).
La pérdida del sentido del pecado en el hombre moderno.
H Nosotros, hombres modernos, estamos perdiendo el sentido
"del pecado. Pío XII, nJU1estra venerabk predecesor, l/eg6 induso
"a
decir
que, «acaso el
pecada mayor del mU1'do de hoy es que
"los hombres
han comenzado a perder el

sentido del
pecado» (Dis­
"cursos VIII,

p. 288). Y se
expUca. Perdido

el
senrtido de Dios
"y la P·ercej;ción de nuestro relación co,w El, relación ccmtirvwa­
"mente urgente (la ley moral) en el camp,o de nuestro obrar y,
"PO!
lo tanto, de nuestra conducta responsable con reladón a;. El,
Fundaci\363n Speiro

"cae también el sentido del pecado; el hombre trata de ser li/Je­
"rado, pero
en realidad 'Se ha liberado de la /JYújuia directiva de
"su forma de operar coin1Scien.te y vital,· perm,,an1ece solo y sin
"principias absolutos para distingu,ir el /Jien del mal y para dar
"al deber

su fuerza trascendente; sin
Dios todo
puede llegar a
"ser lícito ( cfr.
Dost(J'Yewsky). Pi!ro en

un sentido, oscuro e
ine:dim­
" guible
de indignidad e incapacidad penetra en el espíritw de quien
JJopera Sffi, referirse a Dias; y esto debería bastan-para no des­
n preciar, sino pa;ra aceptar co-n itniejable alegria el encuentro con
))Cristo, que

ofrece al
mismo tiempo la conciencia
de·l
pecado y
nza de su replJ'Yación misericordiosa y victoriosa.n
PAULO Vl : Alocución en la Audiencia gene­
ral del 25 de marzo de 19?'0 (texto italiano en
L'Osservatore Romano del 26 de marzo; texto
en castellano: Ecclesia núm. 1.485, del 4 de
abril).
Confusión de conceptos: bien y mal, lícito e ilícito, justo e
injusto.
"Es esta rectitu,d la que confiere, imterior y socialmi1ente, dig­
"nidad al hombre; es esta coherenci{! entre el pen~amiento y la
"vida la que
con~truye una

medida común de
moralidad entre
"el fiel y el nio cristian10; es esta profesión de ju1sticia racion'al 1a
"qu,e sostienie el sistema legislativo de la saciedad civil, y que
"ofrece motivo

de progreso a la justicia
socia/,, incluso las

re­
"beldes contestaciones de nuestros días se hacen, en el fondo,
"p·or la necesi.dad de una racion·alidad normativa más avanzada
"y más conforme a las n,wevas necesidades de una sociedad en
"evolución. En la conifusió" actual de la n'oción de bien y !de mal,
"de
lícito
e
ilícito, de jwsto y de injusto, y en la difusión desmo­
"ral.izadora de la influencia y de las malas costumbres, harenws
"bien conservando y haciendo más profundo este sentida de la
"ley natural, es decir, de la justicia, de la honestidad, del bien,
"tal como la recta razón no cesa de m,spirar en1 el i:nrterior de la
"conciencia."
544
PAULO VI: Alocución en la Audiencia gene­
ral del 4 de marzo de 1970 (texto italiano en
L'Ossi!r'V en castellano: Ecdesia núm. 1.483, del 14 de
marzo).
Fundaci\363n Speiro

Vértigo-de incertidumbre, ideas extrañas, imitación de modas
impuestas

por los
demás.
"Nadie escapa en-esta hora de nuestra Historia al vértigo de
"la incertidumb>re. Lo sabemos: muchas cosas c{JJ,nbian aftrededor
"nwestro,·
el sentido d,el cambio pasa de l(J)S cosas

a
los espíritus.
"La necesidad de uáherimos a

la
realidad pone en duda muestras
"ideas adquiridas,
nuestras posicicmes interiore'S, nru1estras castwm­
nbres; 15por
qué

la realidad
exterior se en1cuen1tra en con:tinuo
"cambio·
y el mundo en progresiva transformación? La exp·erien­
" cía
de

las cosas
nuevas, de
los hechos en
movimienfo, de
las
"idea.s original,es, nos atrae, y frecuentem1enite se con.vierte en
"criterio de verdad. Creemos

ser
libres porque nos libermnos de
"lo que hemos aprendido, parque· nos sustraenws a la obediencia
"y a

la
normalidad, porque nos fiamos

de lo
nuevo y
de lo des­
" canocido.
"Frecuentemen;te
nos danws cuenta de q,u,e nos

convertimos
"en seguida-res de ideas extrañas, imitadores

de modas
impuestas
"por
los -demás, secuaces

de
qwié-n es más atrevido o

de quién se
"separa
más del sentido

común.
Quien define teóricamente esta
"actitud, hoy tan
difundida, hablará de rel<>tivismo: es

decir,
"nosotros
llegamos a

ser relativo.s a lo que
nas rodea y nios conl-­
"dici0'11KJ fuera
de nosotros; hablará de historicismo: es decir,
"nosotros

nos
smn.etemos a

la
fugacidad del ti'empo y n10\sentimos
"gusto por
las cosas que perman1e-cen y que conservan su razón
'~de ser; hablará de existenciaJlismo: es decir, encontrará en1 lo
"quie existe, o en lo que se h(1!Ce, el criterio superior de valoración,
"sin bwscmr su medida en la verdad y en la

honestidad. Y
asi
".sucesivamente. Pero hablando con el lenguaje sencillo del sen­
"tido común deberemvs reconocer q,1e
wn fenóm~n,,, de debilidad
"nas afecta a

todos;
una i1Vq_Uie"tud habitual

e
interior nos quita
"la segu~idad, la

satisfacción
de lo que somos

y de
lo que hace­
"mos; depositamos nuestra esperanza en la tra:nisformación, en1 la
"revolución, en

la
nwtaffl;{Wfosis radical del patrimonio, que la
"tradición
y el progreso mism.o nos han procuraxl,o. Es verdad
"que hoy tenemos incliu-so muchas ·y buenas razones parra admi­
,,
tir ciertas inn1ovacian1es: tenemios ahora, más quie en el

pasado,
"el con1
odmiento de tantas cosas imperfectas e inijustas que existen1,
"resist-en
y, a ,veces, crecew aJlrededar 111U1estro.: y nos imponemos
n el deber de remediar y de inventar cosas nu1evas.
"Pero
en esta turbación frecuentemente permanecemos des­
,, orientados.

No se
sabe la bueno en qi,e se puede pensar y hacer.
35
Fundaci\363n Speiro

"Debemos sentirnos agradecidos hacia, aquellos que estudian, píen­
,, san, ven, enseñan y orientan con verdadero sen.tido hum'OJlllo.
"Ante nosotros se rehabilita la razón: el bien del hombre no
"puede ser sino razonable (cfr.
S. Th., II-II, 1231). Y se reha­
"/,üita el

magisterio de quien
con responsabilidad :V sabidwrút en­
" seña

a los
demás el valor de las cosas y

el sentido de
101, fines.
"Podemos añadir: se rehabiiita la au1toridad, es decir, la fuwción
"de quien legítimamenl/e presta a, los demás el servicio de la orienL
"tación
y del orden. Pero añadi'mos aún: debemo'S estima y aJ.ien­
nto a, qwien, personalmen!}e, a en el ejercicio de las deberes pro­
" pios, se

mantienen fuertes. La
fortale~a es
una virtud
no bastan<
"te
atendida

hoy: supone principios,
supon,e lógica, supo,,e liber­
"tOJd personal, supon,e frecuentemente impopularidad
y sacrificio,
"supone fidelidad a algún cam,Promiso irreversible,

a
alguna elec­
,, ción irrevocable, a algurno ley-indiscutible."
PAULO VI : Alocución en la Audiencia ge­
neral del 14 de enero de 1970 (texto italiano
en L'Osservatore Romano de1 15 de enero; tex­
to en casteillano: Ecclesia núm. 1.476, del 24
de enero).
Ataques a la verdad y valor de profesarla contra los ídolos de
ideologías o
sociologías natnralistas.
"Hoy debemos implorar fervorosOJmen-te del E$píritu Santo
"una
gracia e..-traordinaria. La hora q,,e suena en el reloj de la
"hiistoria e..-.ge

efectill!wnente
de todo~ los

hijos de la
l gli!sla un
"gran valor, y

de
modo muy especial el valor de /,a verdad, que
"el Señor en persona recomendó a sus discípulos, cuando les dijo:
"«Que vue$tro
sí sea sí, que 'lfUestru no sea no» '(MOJI., 5, 37).
"La oleada

de
conrtestaciones, de negaciones y de v-folencias
"inwnda hay las diques más·seguros; y el hombre} a la conquista
nde su destin-o, se asemeja frecuen1teniente al ntr0egante extra­
"viado
en alta mar, que ha perdido los contactos co,; la orilla, o
"bien al escalador, sorprendido por la tempestad durante una su­
"bida,
el c""1 experimenta el

vértigo
del abismo.
"¿Cómo
podrá el cristianJu no

sentirse
afectado P·or esta temr
"pestad, que parece atacar
a

la
misma Iglesia? En

el
mom,mto en
"que

ella
im.¡,lo-ra del Espíri~ Samto las energlas del

crecimiento
"espiritual y apootólico, necesOJrias pOJra superOJr una n,iieva y di­
"fícil etapa
de sw historia, se ubserva que surgen incluso. en ella
"gérmenes demoledore$. Algunos, enllonces, deseartan que torna-
546
Fundaci\363n Speiro

"se sobre sus pasos, para volver a em:omrar la segwridoxi, perdida.
"Otros, en cambio, se abandontJ;tl), a ta e.xal,tación de un transforr­
"mismo peligroso, sin saber -segú10 parece- lo que es verdade­
"romien,te Cristo, lo que es verda "nos permite servirlos.
nCuántas veces la Escritura Divina nos advierte al respecto.
"j No escu1chemvs a los qUJe pretenden presenito;rnos U!n Ev(tfligelio
",Jisti.,to! (Cfr. Gal., 1, 8-9). ¡Cuántas gnosis han desaparecido
"a lo largo de los siglos, las cuales parecían,, en su época, mucho
"más inteligen,tes

que
el misterio
de la
Cruz y el r,lfJmbre de Jesús
"Salmador! (Cfr.

1
Co-r., 1,

18-25). Los ídolos renacen
siempre.
"Pero ¿qué serio,
el cristianismo si se quisiese rectwcirlo a una
"ideología, a

una sociología
naturalista? ; Qué sería 1,, Iglesia si
"se
le

permitiese
fragmentarse IN! tantas sectas? No. Cristo ha
"venido a liberar /JJl hombre de todos los idolo-s, y, en primer lu­
" gar,

de aquellos que su espíritu se forma
de siglo en siglo: cor,
"«la
energía salvaje de

las
pasionies y el escepticismo demoledor de
''la humana inteligencia en el ca;mipo de la r,eligión ... n.ingwna ver­
" dad, por sagrada que sea, puede opo,l'f!t resistencia dwrante lar­
n go tiempo»."
PAULO VI : A!locución al Sacro Colegio con
motivo de las bodas de oro sacerdotales de
Pablo VrI del 18 de mayo de 1970 {texto ita­
liano en L'Osseri11t011e ROffl!ano de1 18--19 de
mayo; texto en castellano: Ecclesia núm. 1.49'3,
del 30 de mayo).
Los · signos de los tiempos y peligros de su interpretación:
Conlusión del mundo exterior con la pantalla de los me­
dios die comunioación; interp,reta.ciones subjetivas·; obser­
vación puramente

fenoménioa de los
hechos recogidos y
clasüicados en esquemas puramente técnicos y sociológicos;
coruiideración
prevalente del aspecto histórico y mudable
con olvido del elemento inmutable de la verdad revelada.
"El mundo se conlVierte en im libro para nosoflros. Nuesflra
"vida, hoy,
está

bastante
a/Jsorbida por la

continua visión
del
"mumdo exterio,r. Los medios de camminicación han crecido tanto
"y son tan agresivos que nios ocupmv, nas disflraen, nos sacain
"de
nosotras mismos, nios vacían de n'/Uestra conciencia personal.
"Fijémonos bien. Pademos pMar de

la
situación de

simples ob­
"
servador es

a
la de críticos, P'ensadores y jueces. Esta actitud
547
Fundaci\363n Speiro

"de conocimiento reflexivo es de la mázimr, importoocia para el
"alma moderna, si qwiere seguir siendo wn· alma viva, y no simple
"porn,talla de las mil impresiu,nres a las que está sometida. Para
"nosotros, cristianas, este acto reflexi,vo es necesarío si queremos
'' descubrir
«los signios de

los
tiempos»; porque,
como enseña el
"Concilio («Goodiwm et Spes», n. 4), la interpretación de los
"«tiempos», esto es, de la reaüdad empírica e histórica que nos
"rodeaJ y nos impresiona, debe hacerse «a la luz del Evangelio» ..
"El descubrimienlo de los
.:signos de

los tiempos» es un hecho
n de can1ciencia, cristiana,· resulta de una conifrontaciów de la fe
"con la vida; no para sobreponer artificiosa y superficialmente
"un pensamiento devoto a los casos de nuestra experiwicia, sino
"más bien para ver dónde

estos casos
exigen, por su, in1f:rinseco
"idealismo, por su misma oscuridad, y tal vez por su misma iw­
"m,oralixiad, wn rayo de fe, una palabra evangélica, que las clari­
"jique,

que los
rediima; y también el descubrimiento de los «sig­
"nos

de los tiempos»
tiene lugar
para hacernos observar
en quré
"punto éstos esp"Ontán1eamente se cru:zan con designios superiores
n que nosO'tr0'S sabenws que son cristianos y divinos ( com-o la
"búsqueda de la unidad, de la paz, de la justicia), y don'de una
"acción nwestra even1tual de caridad o de apostolado viene a su­
"
m-arse
con
una madwración de circunstan,cias farvO'Yables, indica­
" doras de que la hora ha llegado para un progreso simultáneo del
"reino de Dios en el reino humano.
"Este mélodo nros parece indispensable para salir al paso de
"algunos peligros

a
los que k, subjetiva búsqueda de los «signos
"de

los
tiempos» podria ezp
el de
un pro­
"fetismo
carismático, que frecuentemente degenera en una crédula
"fantasía} que atribuye a coincidencias fortuitas y a veces insig­
"nijicuntes interpretacicmes milagreras. La avidez de descubrir
"fácilmente «los signos de
los tiempos» p..ede hacernos

olvidar la
"ambigüedad
frecuentemente posible de la valoración de los he­
n chos observados; y esto tanto más si debemos reconrocer al «Puie­
"blo

de
Dios», esto es, a todo creyen1te, una eventual, capacidad
"de discernir «los signos de la presenrcia o del designio de Dios»
"(«Gaudium et Spes»,
"· 11): El «sernus fidei» pwede conferir
"este
don de saibia clarividencia,

pero la
ayuda del magisterio je­
"rárqwico será

siempre
próvida y
decisiva,
cuundo la
ambigüedad
"de la intirpretación m"ereciera ser resuelta o en la certeza de la
"verdad o en, la utilidad del men común.
"El segundo peligro lo
constituiría la observaci6111 puramente
'Jfeno-m,éwica de los hechos de los que se desea desentrañar la
"invitación de los «signos de los tiempos»; es lo que pwede su-
548
Fundaci\363n Speiro

"ceder cuando tales hechos son recogidos y clasificados en es­
"quemas puramente técnicos ·y sociológicos. Que la sociología sea
"una ciencia de gran méri~o por sí niisma y por el objetivo que
"aquí nos interesa, esto es, para la búsqueda de un1 senitido su­
,, perior e indic(J¡tivo de los mismos hechos, lo admitimos dé-buen
''grad0.
Pero
la
sociología no puede

ser un criterio
moral inde­
" pendiente,

ni puede suplantar a la teología.
E~te wuevo h,.,,,,.,,,;s­
"mo científico podría mortificar
la autenticidad y la originalidad
"de nuestro cristianismo y de SUJS valores sobrenaitwrcdes.
"Otro peligro podría originarse si se co1>sidera como preva­
"lcnte el aspecto histórico de este problema. Es cierto que el es­
"tudio contempla

la historia,
contempla el
tiempo
y trata de des­
,, cubrir si[J11IOS propios del campo religioso, quie para nosotros está
"todo resun,,ti,do en el aconteciniiento cenitral.. de la presewciai histó­
"riw de

Cristo en
eJ tiemp·o y en el mundo, de donde nace el
"Evangelio, la Iglesia
y su misión de salvación. El elemento in­
"mutable
de la
verdad revelada no debería

quedar sometido a la
"mutabilidad de

los tiempos, en los
qu,e se
difunde
y a veces hace
''su aparición con
«signos» que no lo a/,teran, sino que lo dejan
"entrever y lo realizan en la h'W1'J1,(Jffldad peregrina."
p AULO ·vr : Alocu-ción en ita Audiencia ge­
neral
del 16 de aibril (texto italiano en L,Osser­
vatore Romano
de1 17 de abril de 1969; texto
en
castellano: Ecclesia núm. 1.437, sábado 26
de abril de 1969).
Peligro de suplantar la religiosidad por el sentido social.
"Otra categoría es la de aquel/os que dicen1 que es suficien,te
"la carid/])d hacia el prójimo en detrimento de la caridad hacia
"Dios, a la qu,e
llegan, a declarar superflua. Todos sa;/Jen, la

fuerza
,, n1egativa que ha tomado esta actittµi espiritual,, según la cual no
"sería la oración, sino la (llcción, la qu'e mantendría vigüan,te y
"sincera la vida cristiana. El sentido social suplanta al sentido
"religioso. Esta
objedón perniciosa,
con una literatura
atrevida y
"hasta carente de prejuicios, se presenta a la opinió,n, pública, a la
"mentalidad
popular y
se difunde
también en algunos «grupos es­
,, pontáneos», así se llaman, que

mientras
l:Ywscan inqurietanw.ente
"una propia religiosidad más inten~a, distinta de la que era ha­
"_bituo! en la Iglesia y qu,e ellos cal.ifican de autoritaria y artifi­
,, ciosa, acaboo po,r perder una verdadera relfgiosidad, que es sus-
549
Fundaci\363n Speiro

"tituida por wna simpatw hwmana, bella y digna en sí misma, pero
"prrmtamente vaciada de verdad teológica y

de caridad
teologal.
"¿ Qué consistencia -real., qué mérVto trascendente puede tener
"una re/igi"sidod en la que la doctrina de la fe, de la relación
"c""
el

Absoluto, con el Dios Uno y Trino,
el drama de

la Re­
"
dención y

el
misterio de

la Gracia y de
la I glesw, so" ordinaria­
" mente om,itidos y pospu~stos a

los
comenlarios de la situación
"social
y del momento político e histórico? Habría mWcho que
"decirr so'bre este tema, P'ero 1110 ahora. C ontentém,an,as pQt" ahora
"con poner en guardia a los espíritus generosos, ávidos de Evan­
" gelio y de religión persono! sobre el falso pensamiento de esta
"ten1dencia y sobre los peligros que és.ta pueda acarrea:r ca,,; efet­
"tos totalmen1te opuestos) incluso en el plano human10 a los in­
"tenlados, como son: la libertad, la verdad, el amor, la unidad,
"la paz y

la realidad
reUgiosa inifundida en

la sociedad y en, la
''historia."
PAULO VI : En la Audiencia genera.al del
miércoles
20 de

agosto (texto italiano en
VOs­
servatore Romano del 21 de agosto de 1%9;
texto en castellano: Ecclesia núm. 1.45'5, sába­
do
.30 de agosto).
Peligros de la mp,tura con la tradición.
"Hay das formas, más acentuadas que las demás) en este es­
" píritu de

independencia y
haJSla de

rebelión,
que han penetrado
"bastanrte,
inclusa en el conjunto de

la vida eclesial, las
cual,es
''nos parece que exigen uina mención esp·ecial cmno mu~ ajnwstas
"a
ese espiJYitu de comunión que la

hora
nueva de la Ig/,esia pre­
" senita a nuestra conciencia coimio el soplo vivificador y actual de
"la palabra de Dios: se trata de la ruptura con la tradición y la
"desaparición de la obediencia.
(Pero de e.,ta última

no
vamos
"a
hablar

ahora.)
"La tradición, que nada .parece decir ,ya a los iwnovadores,
"au111 los más bwenios, de nuestros días. Desgraci,o;damente, lo,s
"jóvenes ( y, en pa-rte, precisamente po.Yque son jóvenes los com­
" prendemos} miran can preven1ción todo cuantJto precede a la ac­
"tualidad,
a

su
vida de

hoy
y a su carrera hacia lo nuevo y hacia
"el porvenir. Pero no solamente las jóvenes, twnbién personas
"madwras hablan de ru,ptura con el pasado) con las generaciones
})precedentes, con la herencia de los viejos.
n Nos quisiéramos más bien recomendar a los fieles conscienrtes
550
Fundaci\363n Speiro

n y fervorosos que revisen la instintiva antipatia por la tradición
"eclesiástica. La tradición

es,
ante todo, el vehículo que nos trae
"la doctrina y la sucesión apostólica; no se puede tener a Cristo
"hoy presente sin el reconocimriento del canal, histórico y hu.mano
"que nos lleva

de nuevo a la ju,e1tte de
su aparición evangélica.
"La
tradición, además, constituye lo. riqueza, la honra, la fortaleza
nde nuestra casa, que

es la Iglesia
catálica.
n La tradición, en su conjut1.J.to histórico, contiene ciertmm-ente
"muchos elementos caducos e inchoso reprobables, pero el justo
"juicio que hay qwe dar sobre esos elementos discutibks o ne­
" gatiivas
deberá

ser
precisam..ente histórico, es decir, valorado en
"orden
a

las
circurutamicias de
los
tiempos y
a
las ezperiencias
"con.temporáneas y SUJCesivas de los acontecimientos, recordando
"que la Iglesia,
smnta en su institución y

en su
virtud santifica­
"dora de pal,abra, gracw y ministerio, está compuesta por hombres
"amasados con el barro de Adán, débiles, equivocados y pec ''res, incluso en el cam¡po del di'lJi.no cwltívo."
PAULO V1I : En 'la Audiencia general del 5
de
noviembre de
1969 (texto italiano en L'Os­
S,ervatore Romcmo deil 6 dre noviembre; texto
en castellano:
Ecclesia. núm. 1.466, del 15 de
noviembre).
Ansia transformista que- dhnninuye la confianza y la unidad
interior
y que ilusiona con novedades separadas de la tra­
dición.
"Encontramos en el d/,a de hoy un aspecto en la Iglesia que es
"aún
más evidente y más sensi/J,le: la Iglesia suifre; la Iglesia re­
nsiste, la Iglesia soporta. Por ello, la pregunta con temeroso acen­
"to está justificad "pregun,ta está ya expresa la respuesta: sufre. Sufre; como ésta,
"por

otra parte,
sufriendo en
todos los sitios
la convivencia cwiJ;
"la
sociedad civil n10 está satisfecha, no es feliz a pesOJr de haber
"progresado tanto; el progreso ha aumentado

en efecto sus
de.eos,
"ha
revelado

sus
deficienJCias, ha multiplicado sus
polémicas, ha
"agudizado sus extremism,.os, ha debilitado sus costum,bres, tanto
"que
raras veces está contenta
consigo misma, raras

veces confía
"en los principios que la gobiernan y en los fines que persigwe;
"está intoxicada de angustia, de retórica, de falsas esperanzas, de
"radicalismO'S exasperados.
Esta desazón colectiva,

que
sería una
"fiebre de crecvmiento, repercute también en la Iglesia: es lo que
551
Fundaci\363n Speiro

"le inju'1de el arn~ia del transformismo y del conformismo; dis­
n minuye la confianza en sí misma, le quita el gusto de su unidad
ninterior, le da deseos de p·articularismos contestatarios, la ilu­
" siana con n.c1Vedades separadas de la raÍZ de la tradición, etc.
"Lo que hace característica esta iwquietud es el hecho de que,
"si bien mimetizada ésta a la manera de la sociedad exterior, en­
,, cuentra con frecu;.encia en el in1terior de la Iglesia, sus causas y
"su1s·fautores. Los tesoros de la Iglesi-a son con frecuencia ame­
"nazados o disipados; con frecuencia la contestan algwnos de sus
"hijos,
maestros y ministros; otros abandonan su puesto escogi­
"do por ellos mifmos y a ellos asignado; son fenómenos ·aisla­
" das,
por fortuni,, pero

apoyados por la publicidad
y calificados
,, algunas veces como gestas de renovación poscon'ci'liar, de libe­
"ración. La tradi<:i{m eclesial parece no tener ya para algunos ni
"peso ni sentido,· el

ordenamiento canónico indispensable, que es
"la envoltura protectora
de los misterios de la revelación, de la
,, comunidad, de los carismas del espíritu, es calificado como juri­
" dismo arbitrario, opresivo y represivo; fácilmen1te se combate la
"autoridad y se la disuelve, quizá en un excesivo pluralisnio, don­
" de

parece
qwe ya: no ha de prevalecer la caridad wnitiva, sino
"cierto egcñsmo ins#ntivo pa:rticu/,ar."
PAULO VI: Alocución en la Audiencia gene­
ral del 29 de abril {texto italiano en VOsser­
vatof"C Romano del 30 de abril de 1970; texto
en castellano: Ecclesia núm. 1.490, del 9 de
mayo).
Peligros de -un excesivo afán de novedad, de una crítica pre­
suntuosa
y negativa y del profetismo que lleva a un nuevo
"libre examen".
'' Lo sabemos: este respeto a la tradiciÓ>n no está de moda, y
"no es en muchos casos ni autorizado, ni racional. Hoy la vida
"camibia de forma tan radical que no

es
posible adaptarse
a las
"normas por las cuales se regía ayer. Es justo: no pDdemos, no
"debemos
permanecer viniculados al pasado,· también es nuestro
"deber aceptar toda casa buena que los nuevos tiempos nos ojre­
,, cen; diremos más, debemos

nosotros mismos
promover el pro­
" greso, a cuaJ,quier nivel,

y acelerar
las desarrollos

que la pro­
" digiosa civilización moderna ofrece 11Jl hombre,

para que él sea
"más hombre, y para

que todos puedan
gozar de

los beneficios
552
Fundaci\363n Speiro

)'de un mundo mejor. Pera esta carrera hacia adelan,te no nos
"autoriza a
desviarnos de
la
buena dirección qu,e la tradición pa­
"sada
ha señalado a

nuestro
carmín'.(). Es

decir,
existe cdgo .en1 la
"tradición a lo cual debemos ser fieles, si no queremos .ser de­
"generados
y
desgraciados. Identificar
este «algo»
constil'W'ye una
"de las

problemas
más delicadas y complejos en

el proceso inna­
"vador de la Iglesia actual;
prol:!lema doble:

qué se debe conser­
"var de lo antiguio, y

qué se debe
introducir de lo, nuevo.
"Y aquA entonces una segwnda fidelidad hoy necesaria a la
nlgl_esia, la fundada sobre la valoración au1torizada y responsable
"de los
elementos constitutivos o históricamenJte adi¡_uiridos y n,o
"arbitrariamente
enajenables

de la Iglesia
misnia, tanto en- el
"campo institucional
como

en el
dactrinal,; esta val.oración no
"puede

ser precipitada ni arbitraria. U no
IIJO puede iruventar una
"Iglesia

nueva según el
propio juicio,

o el propio gusto
persorwl.
"Hoy nio
es

raro el caso de
persmvas, incluso
buenas
y religiosas,
"jóvenes especialmente, que

se creen en disposición de
denunciar
"toda

el pasado histórico de la Iglesia, el
postridentino de
forma
"particular, como

no
auténtico, swperado y a partir de ahora in1-
"útil patra n-ru,estro tiempo, y de este modo, con algún término
"ahora
convencional,

pero
exf:remadamente superficial
e
insen­
"
sato,

declaran sin más cerrada una época ( constantiniana,
pre­
"concüiar, jwrídica,_ au,toritM"iai
... ), e

iniciada otra (Nbre,
adulta,
J)
profética

...
), que se inaugurará en breve, de

acuerdo con cri­
"terios y esquemas inrventados por estos nuevos y jrecuen1tem.en~
'Jte improvisados maestros.
Para se-r hoy verdaderame-n,ite fieles

a
"la Iglesia

deberemos guardarnos de los
peligros. que
proceden
"del propósito,

tentación acaso, de
renovar la Iglesia, con inten­
"ciones radicales

o con métodos drásticos, subvirtiéndola.
"Mencioné-maslos siquiera. Uno

de
estos peligros
es la
crí­
"tica
presuntuosa y negativa, aislada de la visión global de la
"realidad, o de la
con,sideracio'ln total
de la
verdad viviente
de la
"Iglesia, o

del
sen1tido histórica con el
cual algunos de
SULr aspec­
"tos
deben ser valorados,. Dice

perfectamente un
in-signe teólogo
"cantemporánea: « ... Cuando la función c-rítica entra por sí sola
"en actividad, ella termina muy pronto puwverizando todo»

(De
"Lubac,
La Iglesia en la crisis actual, Nweva Revista de Teología,
"1969, n. 6, p. 585).
"Otro peligro es el profetismo. M11ehos se consideran inspi­
"rados, hablando

hoy de
la Iglesia, por aires proféticos, y afir­
"mami cosas arriesgadas, algunas veces inadmisibles, recurriendo
"al EspWitu Santo,

como si el Paráclito
Divino estuviese siem­
,, pre
a

su disposición;
y la hacen a veces, desgraciadamente, con
553
Fundaci\363n Speiro

"tácito propósito de liberarse del magisterio eclesiástico que pre­
,, cismn1ente goza de la asisten.cia del Espíritu Sanito. Los carismas
"del Espíritu San,to son libremente concedidos por El a todo el
"Pueblo de Dios,
e incluso al simp/r fiel (Jn., 3, 8; 1 Cor., 12,
"11; Lumen Gentium, n. 12; Apostolicarn actuositatem, n. 3);
"pero su comproboción y ejercicio están sujetos a la (JJU)/;oridad
"del miniisterio jerárqwico
(cfr.

1 Cor., 4, 1
y 14, 1 ss.; Christus
"Dotninus, n. 15,· Lu;m.en Genti"um, n. 7, etc.), Quiera Dios que
"la presunción de hacer del propio juicio personal, o, como su­
"cede
frecuentemente, de la propia experiencia subjetiva, o

in­
,, cluso

de la propia
aspiración momientánea, el criterio directivo
"de la

religiosidad, o el
canon interpretativo de la doctrina re­
"ligiosa

(cfr. 2 Ped., 1, 20; Dei
Verbum, n.
8), como si fuese
"don carismático y soplo profético, quiera Dios, decimos, quie no
"conduzca por un c<,imino estraflfiado a tootos espíritus valientes
ny bien intencionados. Tendríamos un nuevo «libre exannen>, que
"muitiplicaría las más diversas y las más discutibles opinwn,,s
nen materia de doc-trinra y de disciplina eclesiástica1 quitaría a
"nuestra fe su certeza y su función unitiva, y haría de la liber­
"tad personal, de

la
cual la conciencia es, y debe ser, guía inm¡e­
"diata

(
cfr. Dignit. Humanae, nn. 2 y 3) un uso contrario a su
"primera responsabüidad,

la de
buscar la verdad, la cual, en

el
"campo de la verdad revelada, tiene como guía suprema el ma­
" gisterio de la Iglesia ( cfr. dei V erbum, n,. 8) ."
PAULO VII : En la Audiencia general del miér­
coles 24 de septiembre· de 1969 (texto italiano
en L'Osservatore Romano del 25 de septiem­
bre; texto en castellano:
Ecclesia núm. 1.460,
del 4 de octubre).
Peligros para la Igleeia de profanizaoión, secularización e in­
moralidad, por demagogia
y violencia revolucionaria, des­
mitificaoión

religiosa
y condescendencia a la licencia de la
moda, sensualidad pasional y difusión pornográfica.
"La Iglesia después del Concilio, la cual se encuen,tra vivien­
" do en una sCJCiedad, a

la
cual ella, la Iglesia, quiere llevar su
"mensaje de salvación (cfr. Gaudium et
Spes,
núm. 1) y de la
"que padece, acaso como nunca, una presión de profariidad-, de
,, secu1larización,
de

inmoralidad. Por una parte, la
Iglesia procla­
nma su vocación a la san.tidad, renu1eva su promesa miisionera, se
554
Fundaci\363n Speiro

"declara pobre y peregrina en su camino hacia las nu,tas superio­
nres y escatológicas del reino de Dios; pero por otra, en muchos
"mnbientes, in1tenta asemejarse a las formas y a las costumbres
"del muudo laico, se despoja

de
su vestidura

distinta y sagrada,
"quiere sen:tirse
hurrnana y terrena y tiende a dejarse absorber
"por

la
mentalidad del

ambiente social y temporal, es presa
casi
"del respeto hum>ano de

ser,
en cierto
modo, distin,ta y obligada
"a un estilo de pensamiento y

de
vida diverso
del que es propio
ndel munido, y padece los camlnos y las degradaciones coo u,n celo
"eonformista y ctJS'i V "llamar cristiano y nuu1cho menos a;post6lico: todos los ven en
"materia de
demag<>gia y violencia revolucion-aria, de desmitiza­
,, ción religiosa, y especialmente áe con1descendencia a .la licencia
''de la moda desvergonzada, de sensualidad pasional y de difusión
"pornográfica."
PAULO VI: En 'la Audiencia general del miér­
coles l.º de octubre de 1%9 (texto italiano en
L'Osservotore Roma.no del

2 de octubre; texto
en
castellano: Ecclesia, núm. 1.461, del 11 de
octubre).
Peligros actuales de la desobediencia que puede llevar a otras
obediencias

contrarias a
la verdadera libertad.
"Una tentación seria de n,uestra generación es el cans(J;1ZCio de
"la verdad, que tenemos el don de poseer. Mucho~, que sienten
"la
gravedad y la
utilidad de
los cambios
exj,erinu,ntados en
el
"campo
ciewtífico, instrunu,ntal y

social,
pierden la confianza en el
"pensamiento
especulativo, en la trailición, en el

magisterio
de la
"Iglesia; desconfúm de

la
doctrina cat61ica;

tratan de liberarse
"de su carácter
dogmó,Pico; no qu,,rlan ya definiciones para todos
}) y para siempre obligatorias; se ilusionan con volver a encantrar
"otra

libertad,
n,o apreciando ya la que ellos gozan, alterando los
"términos de
la doctrintl sancionada por

la
Iglesia, o dándole Um>
"interpretacifm arbitraria y nueva, con al,arde de erudición e in­
,, cluso

de
intolerancia pskológica, y sueñan acaso con modelar
"un nuievo tipo

de Iglesia
que responda a sus intenciones, nobles
"y altas acaso, pero no auténtico, como Cristo lo quiere y en la
"experiencia hist6rica desarrolló y madur6. Sucede entonces que
"la obediencia se relaja, y con ella la libertad, característica del
"fiel creyente y operante en la, con la y p•or la Iglesia, uJ mismo
"tiempo disminwye y es susmtuida por la inadvertida atención a
555
Fundaci\363n Speiro

notras obediencias, que pueden Uega:r a ser pesadas y contrarias a
"la verdadera libertad del Hijo de la Iglesia."
PAULO VI : Alocución en la Audiencia ge­
neral del
28 de enero de 1970 (texto italiano
en
L'Oss.ervatore· Romano de1 29 de enero;
texto
en castellano: Ecclesia núm. 1.478, del 7
de febrero).
Peligros de medir la moralidad con la vara de las costumbres.
",¡ Quién, no capta lo arriesgado de este trabajo secular, ante
"la tentación siempre

renaciente,
y hoy día más insidiosa qu'e
"nrunca
de medir la

moralidad
con la
vara de
las costurmbres, y
"de establecer un tránsito tan indebido como peligroso del hecho
"al
derecho'!"
PAULO VI: A los participantes en el Con­
greso Internacional de Derecho penal (texto
francés en
L'Osserva.tore Romano del 5 de oc­
tubre de 1%9; texto en castellano:
Ecclesia nú­
mero 1.461,
del 11

de octubre).
Sentido de confusión introducido por minorías que penetran
a través de 1os medios masivos de difusión en la opinión
pública.
"Ui, sentido de confusión parece difundirse inclwso en las filas"
"de
los
mejores hijos de
la Iglesia, y hasta entre los más estw­
" diosos y entre los más autorizados. Realmewte, se habla mucho
"de autenticidad;

pero
,¡dónde la
podemos encontrar, mientras
ntantas _cosas

características,
algunas incluso esenciales, sanr pues­
"tas

en
duda? Se hal,la mucho de

unidad:
y miwchos tratan, de
"marchar por cuenta propia. De apostolado;
y ;dónde están los
"apóstoles generosos
y entusiastas, mientras dfrminuyen las va­
,, caciones y entre el misma laicado católico se debilita la cohesión
"y erl espíritu de conqurist(}).'! Se habla mucho de caridad, y se res­
,, pira en ciertos ambientes eclesia/,es U11I aire crítico y amargo, que
"no
puede ser
realmente el

soplo de Pentecostés.
¿ Y
qué decir de
"la marea enemiga a

la
religitml, a

la Iglesia, qu,e surge en derre­
"dor nuestro? Un sentido de incertidurmbre inruade, como un es­
''calofrío febril,
el cuerpo eclesial; ¿es, acaso, posible que esto
"paral,fre en la

Iglesia católica
su carisma característico,

que es
"el de la seguridad
y el del vigor?"
556
Fundaci\363n Speiro

JJ Ante todo, os diremos qu,.e no es necesario dejarse impre­
" sionar demasiado, y mucho menos asustarse. Aun cuando fe­
"nómenos preocu1pantes adquieren m,atices de gravedad, es nece­
''sario destacar
t
veces
proceden de minorías
"n-uméricamente
reducidas, y de fuentes qu'e frecuentemente

no
"tienen au,toridad: los medios modernos de difusión publicitwia
"penetran
hoy
con estrepitosa facilidad en la opinión pública, y
"conceden a hechos
insignificantes efectos

desproporcionados."
PAULO VI: En la Audiencia general del miér­
coles 3 de diciembre de
1969' (texto
italiano en
L'Osservator.e · Roma,no del 4 de diciembre; tex­
to en castellano:
Eccksia-núm. 1.470, del 13
de diciembre).
Peligro de arbitrariedades en materia litúrgica.
"Esta reforma presenta algún peligro; uno especialmente, el
"del arbitrio, y, por

ello, el
de una disgregación

d'e la
unidad es­
" piritual

de
la sociedad
eclesial, de
la excelencia de la oración y
"de
la digwúlad del

rito. Os puede
dar pretexto para

ello la
mul­
"tiplicidad
de

los
cam/Jlios introdU!Cidos en

la oración tradicional
"y común; y ,e produciri,a un daño inm..,.,o si la solicitud de la
''madre Iglesia, al conceder el USO' de la lengua vernácula, ciertas
"adaptaciones a deseos lacal,es, cierta abundancia de textos y no­
"vedad de ritos, y no pocas otras formas del culto divino, crease
"la opinión

d,e que
no existe ya

una
norma común, fija

y
obliga­
"toria en la oración de la Iglesia, y que cada uno puede preSUr­
"mir de organizarla y de desorg<»Wizarla a su capricho. No exis­
"tiría

ya
plwralismo en
el campo
de lo permitido, sin10 deformi­
n dad) y a veces no sólo ritual, sino sustancial, ( como en las in­
"tercmnunion.es con quien n10 posee sacerdocio válidd). Este des­
,, ordm, que desgraciOOamente se advier-te por doqwier, ocasiona
"un grave perjuicio a la Iglesia: por los obstáculos que opone a
"la reforma

disciplinada, calificada y
autorizada por ella; por la
"nota
discordante que
in,trodu:ce en

la
armon,ía formal y espiritual
"del concierto

de
la oración eclesial; por el.criterio religioso sub­
"jetivista, qwe alimenta en el clero y en los fieles; por la. con­
"fusión y la debilidad que produce en la pedagog/,a religiosa de
JJlas comunidades: wn ejem,plo ni fraternal ni bueno."
'
PAULO Vil : Audiencia general del miércoles
3 de septiembre de 1969 {texto italiano en L'Os­
serva-tore Romano del 4 ; texto en casteHano:
Ecclesia núm. 1.457, del 13).
;;7
Fundaci\363n Speiro