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Número 87-88

Serie IX

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Charles J. Mac Fadden, La filosofía del comunismo

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tas sin mandato habría querido ver canonizado rpor el Conci­
lio" (pág.

37).
Todo
el libro

se lee de un tirón, y mientras surge a cada paso
lo anecdóüco, surge también la reflexión serena
y severa y se dan
lecciones de
auténtica renovación conciliar.

Nada extraño
que
Pablo

VI haya sacado
de él alguna cita,

para diagnosticar el mal
que hoy padece la Iglesia. Apenas hay
tema de aggiornamento} de nuev'a teología o de
adaptación a las nuevas filosofías
y a los nuevos gustos que Bou­
yer no toque, y sobre cada uno dice -cosas que son una tentación
para el que quiere iha;cer la reseña de su libro. Pero como una re­
seña tiene ·su
,medida, nos
despedimos aquí del
libro, invitando
a los

·lectores a que
recorran todas y -cada una de sus páginas.
Se pondrán muy al tanto de lo que
hoy pasa en la Iglesia y ten­
drán un buen guía para salir de este laberinto de
ideologías se­
dicentes

cristianas
y católicas, pero que a ,menudo se quedan con
el diciho, :porque en realidad ,son una herejía y una apostasía in­
manentes.
B. MoNSEGÚ, C. P.
Charles J. Me. Fadden: LA FILOSOFIA
DEL
COMUNISMO
(*)
J. Me. Fadden intenta darnos en esta obra, y lo consigue con
mucho acierto, una
simtésis de los principios básicos de la doctri­
na marxista
y del fondo histórico que le sirvió de clima.
Después de exponer en el capítulo I este fondo histórico, pasa
a darnos una visión breve
y clara de. la concepción filosófica mar­
xista en los ocho capítulos siguientes: Filosofía de la Naturaleza,
Filosofía de la Inteligencia, Filosofía
de la

Historia, Filosofía
del Estado, Filosofía de la Religión, Filosofía de la Moralidad, Filosofía de la Revolución, Filosofía de la Sociedad. A refutar
estas filosofías dedica los ocho últimos capítulos de su obra. Nos
hace ver

en el capítulo II, "Filosofía de la Naturaleza",
cómo la dialéctica hegeliana es el alma
y el corazón del materia­
lismo marxista.
La ":ley .de contrari0::,n -todo ·ser rtiene en sí dos
elementos que se excluyen
y se oponen-; la "ley de negación"
-todo ser se desaroJla buscando su propia destrucción-; 'la
'1ley de transformación" -.el desarrollo produce con frecuencia
saltos que nos dan nuevas especies-, le sirven al marxismo de
base para
afirmar que

el movimiento, el progreso
y todo lo que
(*) Ea. 9everaCuesta, 413 págs., V~lladolid, 1%1.
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sucede tiene una perfecta explic~ción inmanente sin necesidad
alguna de recurrir a un Dios creador y providente que rija los
destinos del mundo.
Elstos ,principios filosóficos estarán

de una
fonna más o menos latente en todas 1as explicaciones de la filo­
sofía
marxista. Por eso en toda esa filosofía se va palpando con­
tinuamente la negación de lo trascendente, e1 no rotundo a Dios.
Habla a continuación del conocimiento en la doctrina mar­
xista. Este
se divide
en dos clases:
a) El puro conteffiplativo. Conocimiento

inútil por no refe­
rirse a
la acción.
b)
El conocimiento práctico. El que se refiere a la acción.
La verdad o falsedad de este conocimiento depende de su efica­
cia o ineficacia.
Teniendo presente esta concepción marxista podemos hacer­
noE la
siguiente pregunta,
¿ la verdad es o no es relativa? El au­
tor en la página 95, nos dice que en el concepto de verdad hay
una gran diferencia entre
el relativismo y el marxismo. Para el
relativismo la verdad depende de las circunstancias, que por na­
turaleza son variantes. Para el marxismo la verdad depende de
la eficacia.
Y que la palabra "relativismo" en la teoría del conoci­
miento de Marx tiene otro contenido ideológico. El conocimiento es relativo porque es imperfecto.
Pero yo creo que en el fondo no se
da esta distinción, sino
que hay perfecta coincidencia. Si verdad
es igual
a eficacia y ésta
puede variar
y de hecho varía según las circunstancias y los fines
que nos proponemos conseguir, también tiene
que cambiar la ver­
dad, ya que ésta tiene que seguir los vaivenes y vicisitudes de
aquélla.
Es importante hacer notar, en orden a la falsedad de la
doc­
trina marxista sobre la verdad, la distinción que hay entre "efi­
cacia de !a verdad" y "eficacia criterio de la verdad".
Y a este propósito quisiera yo hacer algunas preguntas. aj
El desprecio de la contemplación en la Iglesia por mu­
chos
cristianos, y aun sacerdotes, ¿ no provendrá de la aceptación
de la doctrina marxista sobre la inutilidad del conocimiento con­
templativo?
b) La consideración de la teología como pura sociología, ¿ no
habría que buscarla en la negación del valor del conocimiento
con­
templativo, ya que al ser la teología la ciencia de Dios se la con­
sidera en
el mero orden de las ideas sin proyección práctica y,
por
lo tanto, sin valor?
e) El admitir como únicas acciones eficaces en el apostolado
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aquellas que, según un criterio meramente hwnano, se consideran
capaces de conseguir algo bueno para el hombre, quizás única­
mente en el orden material, ¿ no tiene su origen en la doctrina
marxista de que lo verdadero. es lo eficaz en orden a una pro­
moción del
hombre materialmente
considerado ?
Supuesta esta doctrina del conocimiento, el autor expone, con
la claridad de una mente aristotélica, la constante que, según el marxismo, rige todos los hechos históricos:
"/,a, producción, pa;ra
atender a ú,s necesútades de la vida y el subsiguiente intercmn­
bio de productos, es la fuerza fundamental y di,,ectora de /,a, His­
torúi' (pág_ 109). La relación de los hombres con los medios de
producción específica la clase a que pertenece. Concretamente es la propiedad privada la que determina las dos clases existen­
tes en la sociedad: la "opresora", que posee los medios de produc­
ción,
y la "oprimida", que no los posee.
Todo lo que existe hoy en la sociedad ha tenido su origen
en esta diferencia de clases o ha sido legitimado o defendido por
la clase opresora para poder justificar sus actitudes.
Así nace el Estado como una estructura de defensa. En una
sociedad de clases,
el Estado es necesario; pero en una sociedad
sin clases,
el Estado no tiene razón de ser. De ahí que todo lo
que se
haga en orden a la desaparición de las clases y de la estruc­
tura
actual del
Estado es
lícito y legítimo. Por eso, la legitimación
de la violencia cuando ésta tiene como fin y meta
la eliminación
de los Estados actuales que no sirven ni pueden servir para otra
cosa que para defender a la clase opresora en su lucha contra la
oprimida. Esta violencia no se puede ni se debe dar en la "Dic­
tadura del Proletariado", porque ésta tiene como
fin hacer des­
aparecer la desigualdad de clases y crear los condicionamientos
necesarios para el triunfo del Comunismo, donde no habrá ni
hará falta Estado porque no existirá la única razón de su existen­
cia, la diferencia de clases_
Una utopía más. Amén de su falso concepto del origen del
Estado, de su necesidad y atribuciones, desconoce por completo
lo que es el hombre, que necesita, siempre que dos o tres se reúnen
para algo,

de una autoridad que coordine, promueva
y dirija sus
esfuerzos para la consecución del fin propuesto. ¿ Acaso no es
absolutamente necesaria la autoridad aun en las comunidades
teligios;;i.s para que éstas puedan cumplir con la misión que vo­
luntariamente han aceptado?
Y volvemos aquí a hacer otra pregunta.
¿ Esta tendencia ac­
tual en algunos católicos a legitimar
la violencia contra el orde:n
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establecido -siempre que no se trate de la Dictadura del Prole­
tariado-, no está
influenciada por

esta doctrina marxista?
La Religión tiene un origen puramente humano, una auto­
defensa del hombre contra los fenómenos naturales que no sabe
explicar; pero hoy su razón de ser es económica, una autojusti­
ficación de la opresión a que se ve sometida la clase oprimida
y una legitimación de la actitud de la dase opresora.
Por tanto, la religión es un mito, un rrúto Dios y un mito su
Providencia. Para llegar a la supresión de las clases hay que eli­
minar uno

de los grandes elementos que le sirven de soporte: la
Religión. Cuando se llegue a esa supresión, el hombre se dará
cuenta de que ya no le hace falta, de que reahnente es un mito.
Un breve análisis del pensamiento marxista sobre la religión
nos hace ver el origen de tantas teorías en algunas mentes cató­
licas, aun aquellas que se llaman teológicas: la negación de la Pro­
videncia,
la negación de un Dios trascendente, el sentido pura­
m·ente humano de la actitud religiosa, tiene, sin duda alguna, su
origen en estas dootrinas marxistas.
La resignación como virtud pasiva, que no sirve sino para
justificar
fa opresión
e impedir
el esfuerzo para luchar contra
ella, como otras doctrinas sobre las virtudes cristianas, han lle­
gado desde el marxismo al campo teológico y ascético.
Debo notar que la resignación cristiana, virtud aotiva, santi!fi­
cadora y salvífica, es conciliable con el sentimiento de protesta
ante lo in justo y con
el uso de los medios lícitos para hacer des­
aparecer las injusticias. Es necesario no confundir las cosas.
Como influencia de la doctrina marxista se explica también
esta preocupación de que la promoción humana se consigne úni­
camente
por la liberación económica. Es lo socioeconómico lo que
libera al hombre o lo esclaviza y no sus relaciones para con Dios.
Otro punto estudiado por el autor es la moralidad en el mar­
xismo. Según éste, la moral actual es un producto de la diferen­
cia de clases. Está hecha para justificar la opresión
y reprimir
la revelión de los oprimidos. Hay que modificar la moral para
convencer a las masas de que la violencia es buena si es eficaz
para suprimir la clase opresora y las estructuras que la sostienen. Una advertencia: La concepción moral marxista -moralidad
igual eficacia o no eficacia económica- es la misma que la del
capitalismo. No confundamos capitalismo con el sistema.económico­
po!ítico que defienda la propiedad privada.
Esta doctrina de la moral-eficacia, que lleva en su mismo ser el
germen de una moralidad cambiante según los tiempos y las cir-
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cunstancias, ha influido tanto en la :qioral católica que hoy se ha­
bla por algunos de una moral distinta, como si los principios de
la moral tradicional no tuviesen valor alguno. El campo de la
moral católica está siendo minado por la concepción marxista
de una moral en continuo cambio que viene determinado por la
eficacia o no eficacia de hacer desaparecer la diferencia de clases.
* * *
Los últimos ocho capítulos, decíamos antes, los dedica el autor
a exponer la falsedad y, en algunos casos, la falta de lógica de la
doctrina marxista. Comienza haciéndonos ver, en un análisis pro­
fundo, y en esto hace gala de su formación tomista, cómo la teoría
marxista del movimiento y perfección de los seres, su crecimiento
cuantitativo y cualitativo, nos lleva de la mano a la necesidad de
admitir, con Santo Tomás, la existencia de un "Motor inmóvil"
que rija los destinos de la naturaleza. Conclusión que, si son ló­
gicos, tienen que admitir. Por no llegar a esta conclusión, :hace
notar, y esto es importante, lafalta de rigor filosófico de que ado­
lece el marxismo en el estudio de estas realidades.
Sin embargo, en el estudio que hace de la teoría del cono­
cimiento según el marxismo en comparación con el tomismo,
concede demasiado a la identidad en el concepto de verdad para
ambas escuelas, poniendo solamente la diferencia en la naturaleza
de la facultad cognoscitiva: material para el marxismo y espiri­
tual para Santo Tomás. Por esto, todo su esfuerzo va dirigido a probar la espiritualidad de la mente partiendo de los mismos
principios admitidos por el marxismo.
Concedido esto, que es necesario recalcarlo, creo yo intere­
sante hacer notar también, ya lo dije antes, que la teoría del co­
nocimiento en la filosofía marxista se acerca más al .relativismo
que al tomismo. Me parece oportuna la exaltación que hace del
conocimiento contemplativo siguiendo los pasos del Aquinate,
y
con fa que termina el juicio crítico de este aspecto de la doctrina
marxista.
En la refutación del coucepto de la historia y del Estado en
el marxismo_ usa nna metodología práctica. Refuta con hechos
cómo en diversas estructuras económicas se han mantenido las
mismas formas estatales. Y o realmente dudo que un marxista ad­
mita el va:lor de .esta refutación. Creo más necesario y útil hacer
ver lo qne es el hombre, y a partir de este concepto estudiar lo
que es la sociedad
y el Estado. Así, llegaríamos a la conclusión de
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la inconsistencia y gratuidad filosófica de las afirmaciones mar­
xistas.
Hace muy bieu en acentuar la libertad del hombre
para ver eu
ella la razón de muchos hechos históricos.
En
el análisis de la existencia de clases afirma, y con exac­
titud, que no es lo
núsmo diferencia

que oposición de clases. Esta
oposición necesaria de la diferencia de clases, además de mito,
quiere ser una explicación de la historia que por su simplicidad
~reducir la constante histórica a un solo factor- no puede con­
vencer a nadie que sea un poco conocedor del hombre y de la
misma historia.
Es necesario recordar que no es lo mismo régimen capitalista
que régimen de propiedad privada.
Ex¡xme a continuación cómo la lucha de clases, como prin­
cipio generador de la historia, no ex.plica ni el pasado, ni el futuro,
ni el avance, ni el retroceso de los pueblos.
Además tiene que ser así. Pensar en el hombre como un ser
puramente económico es destruir al hombre y sentar las bases para
una inComprensión del mismo hombre y de su historia.
Después de hablarnos de la doctrina tomista sobre el origen
y fin del Estado y estudiar la prnpiedad privada como algo que
pertenece al mismo derecho natural, hace unas observaciones al
principio

marxista de que el traba jo personal
da derecho a todo
lo que se produce, para hacernos ver cómo este principio lleva im­
plicito el derecho a la propiedad privada.
Sin embargo, no creo que solamente el trabajo, aun conside­
rado en toda su amplitud, sea lo que justifica la propiedad pri­
vada. Esta tiene su fundamento eu la misma naturaleza del hombre,
que disixm-e de diversos medios para poder realizar ese derecho;
uno de esos medios es e] trabajo.
Atinadamente nos dice que lo que se piensa de la moral de­
pende del concepto que se tenga sobre el hombre. Y es aquí don­
de hay que insistir para ver la falsedad de la doctrina marxista
sobre la moral, como la de otras
doctrina-; que
pululan por todas
partes que tienen como base
y fundam.ento un ,concepto del hombre
materialista

e inmanente.
La gratuidad y falsedad de la concepción marxista sobre la
religión nos la hace notar partiendo:
a) Del testimonio de muchos antropólogos que niegan la
afirmación de que la religión tuvo su origen en una mitificación
de las fuerzas de la naturaleza, aplicada más tarde a la justifica­
ción de la oposición de clases.
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b) Del testimonio del Magisterio eclesiástico, que ha levan­
tado siempre su voz de protesta contra las injusticias sociales, ex­
poniendo al mismo tiempo los derechos y los deberes de los hom­
bres en los problemas económicos. En
la exposición de la falsedad de las afirmaciones marxistas
sobre la religión veo
nna laguna
por parte del autor : el no ex­
poner el sentido positivo de salvación que tiene el dolor, el sufri­ miento y la resignación. Sentido positivo que se debe
conciliar
con loo esfuerzos

para
salir de
un estado de minusvalor
y opre­
sión.
Desconcierta un poco el leer que la solución de los problemas
humanos se consigue con la revolución
y la violencia; pero el
ánimo se tranquiliza cuando le vemos hablar de una revolución que
tiene como objeto al hombre a quien hay que cambiar y de nna
violencia

que consiste en que este hombre discipline con enrgía
sus pasiones.
Con unas observaciones atinadas sobre el absurdo de la igual­
dad aun en lo económico y la necesidad
de la diferenciación den­
tro de una comunidad política, termina su estudio y crítica del
marxismo. Estudio y crítica que recomendamos. Leyendo esta
obra adquiere uno idea clara de los principios filosóficos que ani­
man el sistema marxista, de su falsedad y de sus contradicciones
internas.
La obra, traducida por el R. P. Lopo Cilleruelo (agustino) y
editada por Sever-Cuesta (Valladolid), está prologada por
el gran
Obispo Fulton
J. Sheen, que, con la claridad que le caracteriza,
nos da una breve síntesis del concepto del hombre como individuo
en la doctrina de Marx.
Para leer y estudiar esta obra nos basta su recomendación.
A la suya quiero yo unir la. mía.
JUAN RAMÍREZ VALIDO, Pbro.
Marool de Corte: L'INTELIGENCE, EN PERIL DE MORT (*).
Marce! de Corte, prestigíoso y admirado profesor de la Uni­
versidad de
Vege, nos
ofrece un libro humano, sensible
y, espe­
cialmente, actual. Mucho antes de iniciarse el llamado "pleito de
las ideologías" y la fiebre por la renovación del contenido de cier­ tas estructuras sociales y políticas, el eminente pensador había
ya advertido en dos de sus más populares trabajos, nos referimos
concretamente a Tncarnation de l'Homme y Essai sur la Fin d)une
(1) Collection du C lwb de fa. Culture Fr~aise, París, 1969, 301 págs.
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