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Número 87-88

Serie IX

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España en la obra del P. Santiago Ramírez, O.P.

ESPA~A EN LA OBRA DEL P. SANTIAGO
RAMIREZ, O.P.
POR
VICEN'tE ,MARRERO.
En una obra como la del P. Ramírez, de tan subido valor inte­
lectual, formulada generalmente en términos abstractos, casi pa­
recería natural que no figurase en ella la palabra España y mucho menos su manida y controversible proyección según lo entienden
algunos de nuestros más recientes autoflageladores. Pero no es
así. Otras mentes rigurosas han podido darnos la sensación de _
que viven casi desligadas de su contorno __ socia-1--0 oe-que··nu -des­
cienden de sus altas especulaciones. t~tre nosotros, en estos ú1-
timos tiemp:>s, es de sobra conocido este absentismo en el caso
de Zubiri, en cuya obra Laín, después de rebuscar con lupa, se
encontró con esta
frase aislada:

"Esperemos que España,
país
de la luz

y de la melancolía, se decida alguna vez a elevarse a
conceptos metafísicos."
La juzgó una pesquisa extraordinaria,
echó las campanas al vuelo y le dedicó, en son de glosa, un
pequeño
y

apretado ensayo. Por lo visto en toda la producción publicada
por Zubiri no existe ninguna otra alusión al "problema intelec­
tual de España", aunque la misma no sea precisamente una frase
de rigor ejemplar,
Capaz de
resistir por sí sola una exigente her­
menéutica, entre otras razones porque el mismo :Zubiri segura­
mente
nunca creyó

que la cosa fuese para tanto.
El P. Ramírez, con los pensamientos que frecuentemente for­
muló sobre su patria, escapa al catálogo de este tipo de
intelec­
tuales.

Sorprende, aun en sus obras más especulativas, cómo sin
tener ninguna necesidad ''intelectual" de ello habla directamente de España del modo más concreto posible y refiriéndose a su
más
acuciante

actualidad. En estas manifestaciones suyas, ocasionales
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si se quiere, podemos aquilatar su acrisolado patr~otismo. Por ejem­
plo, en la última página de su libro El Derecho de Gentes, tratado
ciertamente nada chauvinista, pues critica a nuestros escolásticos
del XVI, incluidos los de su propia Orden, por apartarse de la
doctrina

mejor cimentada de Santo Tomás. (Ultimamente ha ve­
nido a coincidir con él el catedrático de la Facultad de Derecho de
la Sorbona,

Michel Villey. Entre nosotros, sin embargo, dis­
cuten sus apreciaciones el P. Carro, el P. Beltrán de Heredia, her­
manos suyos en religión, grandes amigos del P. Ramírez y pres­
tigiosísimas figuras por sus conocidos estudios sobre nuestros
juristas escolásticos del xvI). Pues bien, en esa obra publicada
en 1955, que sólo llega a los tiempos de Suárez, al tratar de los
derechos naturales del individuo a individuo trasladados propor­
cionalmente a _las relaciones morales de nación a nación, escribe:
"proporcionalmente es contra el derecho de gentes o natural en-
---tre _ _E,a_s:!9n_e.s~_Jales, despojarlas de sus posesiones, que es equi­
valente a robarlas, ~lUiñrriarlas, denigrarlas, injuriarlas, que es
inventando leyendas negras y propagando noticias falsas y sacando
a relucir sus defectos reales o imputados con el solo
fin de moles­
tarlas y desprestigiarlas o publicando secretos de Estado
y selec­
cionando las notas y documentos que parecen comprometerlas, con
ocultación de otros que la justifican; hablar mal de algunas de
ellas, especialmente en discursos o declaraciones oficiales u ofi­
ciosas, u organizando
y favoreciendo campañas de prensa y de
radio, sin haberse tomado previamente la molestia de informarse,
pues nadie tiene derecho a hablar de lo que no entiende, sobre
todo si es en perjuicio de tercero; inmiscuirse en sus asuntos in­
teriores, que son de su exclusiva competencia; urdir asechanzas
para hacerles daño y perjudicarles; hacerles el vacío, retirando
sus embajadores sin motivo grave plena y objetivamente com­
probado; impedir que importen y exporten lo que necesitan para
vivir. y desarrollarse honradamente; querer obligarlas a adoptar
~istemas determinados de régimen o de política, cuando el que
disfrutan es igualmente moral y legítimo".
El P. Ramírez podía muy bien haber omitido esta parte de
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ESPARA EN LA OBRA DEL P. SANTIAGO RAMIRBZ, O.P.
su argumentación sin que se sintiese afectada en lo más mínimo
la trabazón lógica y la calidad intelectual de su trabajo. Sin em­
bargo, ama a su patria, le indignan las injusticias que contra
ella se cometían y aprovecha la ocasión más propicia para digni­
ficarla, no escatimando medios para ello. Y su aportación ha de
valorarse en toda su trascendencia por tratarse de juicios formu­
lados en estudios ceñidos a la más exigente entidad científica,
moral y jurídica entre los de más mérito y prestigiados de su
tiempo.
Podríamos elegir otros muchos ejem!)'los, como éste. Así, en
Pueblo, y Gobernanles aJ servido d:et Bien Común, no muestra
escrúpulo alguno en justificar la palabra nacionalismo,
y escribe:
"Lo que se dice del patriotismo debe entenderse igualmente del
nacionalismo, aunque a veces, sin razón, se tome este nombre en
sentido peyorativo; pues, hablando en puridad, nacionalismo dice
a la .nación la misma relación que patriotismo a la patria.'' Se
extiende, como es explicable en tema tan debatido, en precisiones
sobre el particular, sin que encontremos en él ni el más leve atis­
bo de utopismo, que tantos estragos hace ahora en algunos palo­
mares del .joven clero; al contrario, escribe frases como ésta:
"La consigna de algunos cuerpos armados de España, que llama­
ba poderosamente la atención de los extranjeros dnrante nuestra
guerra de liberación:
Todo p'Or la Patrw, expresa maravillosamente
este amor que a la patria se debe." Cuando combate el liberalismo,
cita el discurso del Jefe del Estado en las Cortes de 3 de julio
de 1961 : "el comunismo soviético no terne a los Estados libera­
les, porque la debilidad congénita del sistema le permite ir des­ hojando la alcachofa. Se irrita, en cambio,
ante los

Estados con­
fesionales anticomunistas, que, por conocer su filosofía y sus mé­
todos

imperialistas
y agr,esivos, oponen idea a idea, d~sciplina a
disciplina,
eficacia a eficacia,
soluciones concretas
a promesas utó­
picas
y fronteras libres a telones de acero". Cuando se presenta
la ocasión en 1962 da una serie de conferencias en el Centro de
Estudios Sociales de la Santa Cruz del Valle de los Caídos reco­
gidas en su libro
De/Jeres morales con /,a, wmwn:dad nacional y el
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Estado, del mismo modo que, sin violar lo más mínimo su doc­
trina, había intervenido en el Congreso de Pax Christi, al lado
de figuras como Gilson, son su conferencia sobre Patriatismo y
civismo) un civismo supramacional ...
Pero se cometería un profundo error juzgando una figura
como la del P. Ramírez politizada en el aspecto inmediato que
suele tener esta palabra. Para. escribir textos como los que hemos
reproducido no necesitaba apartarse de su mundo intelectual y
moral.
Todo lo
contrario.
Tales textos
son de una naturalidad y
espontaneidad paradójicamente
sorprendentes en

hombres de su
talla.
La visión

de
España en
la obra del P. Ramírez resalta con
más nitidez cuando toca el punto álgido de nuestra vida pública
en estos últimos tiempos: el de nuestra guerra. Es de sobra co­
nocida la repercusión que tuvo este tema en la conciencia inte­
lectual de Occidente. Todos los días, por si lo escrito sobre el
particular no fuese suficiente, podemos completar la información
con noticias insospechadas. Sin ir más lejos, uno de los últimos
libros de Maritain, Cuodernos de notlllS, nos informa del choque
que tuvo dentro de sus mismos Círculos Tomistas con su direc­
tor, P. Garrigou-Lagrange, O. P., el cual ante la guerra española
mostró una actitud radicalmente antitética a la suya, similar a la
que sostuvieron los teólogos salmantinos de San Esteban, en cuya
línea se encontró siempre el P. Ramírez.
Algunos extranjeros que tienen de nosotros una visión suma­
mente deformada se sorprenderían si advirtiesen la naturalidad
e independencia con que figuras, como el P. Ramírez, han criti­
cado siempre en sus escritos toda clase de totalitarismo. (De mues­
tra puede servir el artícnlo de uno de sus discípulos más pre­
claros, el P. Urdanoz,
Somto Tomás de Aquino y la ¡,ersonalidad
h,umana, publicado en 1944 en La Ciencü, Tomista, de Sala­
manca.) Nada de esto, sin embargo, es obstáculo para que el
Pa­
dre Ramírez, cuando más decaídos se hallaban los ánimos y más
densa era
fa confusión entre los espíritus, escribiese en 1963, en
la recensión de un libro sobre la guerra española publicada en el
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ESPARA EN LA OBRA DEL P. SANTIAGO RAMIREZ, O.P.
número 90 de la mencionada revista: "El libro viene en el momen­
to más oportuno. Veinticinco años después del Aizamiento de
1936, ofrecen una perpectiva suficiente para hacer de él un exa­
men certero y objetivo, analizand9 su seritido profundo, sus cau­
sas y sus consecuencias. El autor ha logrado hacer una verdadera
filosofía de nuestra guerra de liberación.
La sitúa en su verda­
dero punto, señalando
de mano

maestra sus antecedentes próxi­
mos
y remotos. La interpreta en su verdadero y auténtico sen­
tido de Cruzada, según la concibieron y apellidaron los que la hi­
cieron: pueblo, ejército e iglesia. Y explica
s11 verdadera

pro­
yección y trayectoria
a través de las dificultades superadas y de
las realizaciones logradas durante
-estos cinco
lustros. Nuestra
guerra tuvo dimensiones ecuménicas por los valores espirituales
y religiosos que en ella se ventilaban. Y no menos que con las
armas en el campo de batalla, se luchaba con el intelecto en el
terreno de las ideas. Lucha, esta última, que no se acabó en el
primero de abril de 1939, sino que continúa todavía entre es­
pañoles, tomando parte en ella no pocos extranjeros de diversos
continentes . . . No es un libro oficial ni oficioso, sino indepen­
diente y personal.
Por eso hace sus críticas pertinentes a uno y
otros, pero con objetividad
y serenidad y con sentido constructi­
vo. Ante
ciertas corrientes de tergiversación, de falsificación o
simplemente de preterición la presente obra es el mejor antído­
to ... España se encontró a sí misma en 1936,
y debe conservar
sµ. propio

ser en los tiempos venideros."
Quienes crean que se había perdido entre nuestros teólogos
contemporáneos el vigoroso lenguaje del
Cardenal Gomá,

o de
Pla y Daniel, o
el de los teólogos de Salamanca que defendieron
el carácter de Cruzada de nuestra guerra, encontrarán su mentís
más rotundo en textos como éste y en otros similaress del Padre
Ramírez. Con la particularidad, ahora, de que la calidad filosófica
y teológica de su autor goza de un prestigio que entre nostras no
ha tenido ningún otro en lo que va de siglo. No podía además permanecer silencioso ante la moda que
ahora trata de enfrentar el catolicismo español
al internacional.
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VICENTE MARRERO
De ello se ocupa con amplitud, especialmente en su libro ¿ Un
ortegu,ismo católico?: "Los que hemos vivido ---escribe-largos
años
fuera de España
y que, por razón de nuestro minister,o, co­
nocemos
el catolicismo de esos países por dentro
y por íuera, te­
nemos que afirmar con legítimo orgullo que el catolicismo
es­
páñol -la
fe y la vida cristiana de los católicos españoles-- es,
en conjunto, más puro, más neto
y más auténtico que el de otros
países.
¿ Que hay también defectos en nuestro catolicismo? No
cabe duda. Pero los hay también, y más graves, en otras partes,
Los ha habido siempre y los habrá en donde quiera que haya
hombres."
Por otra parte, el P. Ramírez, consciente de la honda crisis
de civismo que atravesamos, insistió claramente en "las faltas a
sus deberes por omisión'' que cometen los ciudadanos; criticó
duramente a quienes "se apropian los bienes de la comunidad,
sacrificando el bien común al bien propio".
Y puso, podemos de­
cir, en la picota tanto a los que "obstruyen
toda obra de gobierno
con sus críticas sistemáticas acerbas y negativas, y con sus resis­
tencias activas o pasivas de todas ola ses'', como al separatismo,
"especie de anarquía, incompatible radicalmente con el
ser mismo
de la sociedad" ... No siente el más mínimo reparo
en hacer afir­
maciones de este tipo: "Estos grandes monumentos, como El
Es­
corial y el de Cuelgamuros, tienen un altísimo valor social, por
su marcado sentido espiritual y religioso"; o que el mismo bien
común exige obras grandiosas de utilidad pública, "particular­
mente las universidades, institutos, escuelas
y demás centros de
cultura, con sus bibliotecas y laboratorios, que necesitan de esta
magnificencia del Estado" (
l).
* * *
Hombre_ de acrisolados principios, a los que estaba habituado
por la índole de las disciplinas que especialmente cultivaba, nada
(1) Pueblo y Gobernantes ... , págs. 100, 111-112; Deberes morales ... ,
páginas 283 y 293.
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ESPAf:lA EN LA OBRA DEL P. SANTIAGO RAMIREZ, O.P.
hay en él, al enfocar cuestiones doctrinalmente políticas, que pu­
diera catalogarle entre los del género exaltado o irritable. Lo suyo,
como lo propio de su escuela, es el realismo moderado, siempr-e
presente

en sus libros. Personalmente pueden aplicársele las pala­
bras que en P.ueblo y Goberna;ntes ... dedica él a Santo Tomás:
"Su temperamento y su misión providencial le impelían hacia los
grandes principios reguladores de la política y de las ciencias filo­
sóficas y teológicas ; su alma no estaba hecha para la política me­
nuda de cada día."
"Para esto
hacía
falta vivir la política toman­
do en ella parte activa, cosa que no dice bien con el estado cleri­
cal,
y mucho menos con el religioso, al cual pertenecía el Santo."
¡ Qué politización puede haber en un hombre como el P. Ramí­
rez ! Cuantas veces se le sugerían temas de actualidad, solía re­
plicar:
"Sí, esto está bien, pero la ciencia es de lo eterno. No con­
viene perderse en problemas de cada día para abandonar los que
son de siempre." Le interesaba_ mucho más la eternidad que la
historia, y quizá por eso escribió sus mejores libros en latín. Pero
además tiene otros, como Pueblo y Gobernarntes al ser-vicio del
füen Común, Deberes morales can /.a comwnüiad nacional y el Es­
to-do} o sus conferecncias sobre Patriotismo y ciwismo} un ciJvismo
su¡rramacional ... , cuya significación se ha resaltado ya dentro de
la mentalidad teológica moderna, particularmente sensible a
los
valores comunitarios.
Otra gran preocupación suya, que es justamente la preocupa­
ción del pensamiento teológico actual, es la elaboración de una
doctrina sobre la paz, a la que el P. Ramírez pa:-estó rma contri­
bución magistral con su trabajo presentado al Congreso Eucarís­
tico
Internacional de

Barcelona (1952), ampliado después para
.su publicación

en
La Ciencia Tomista. Dicho con otras palabras,
la política en el P. Ramírez no se sale de lo doctrinal, aunque por
ser una ciencia esencialmente prácti_ca, tiene relaciones íntimas
y necesarias con la ética y el derecho natural. Así escribe: "La
política no está fuera de la moralidad, como l,¡ sociedad no está
fuera de la humanidad."
Nos interesa resaltar en esta ocasión el carácter tan realista
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VICENTE MARRERO
como equilibrado de su doctrina política. Descendiendo al terre­
no .concreto de los hechos
y de las condiciones humanas, tal como
ordinariamente se dan en la realidad, sigue la línea aristotélica
y propugna como la forma de gobierno que más ventajas reporta
y más peligros aleja, aquella que combina
Jo esencial

y mejor de
todas las formas simples
y legítimas, esto es, la monarquía, de
aristocracia
y de democracia. Régimen mixto, de gran virtualidad
operativa en el panorama concreto que últimamente nos ofrece
nuestra patria, a tono con sus más sobresalientes objetivos de re­
estructurar la democracia, fortalecer el ejecutivo y mantener el
principio de autoridad. Pero, como dijimos, el P. Ramírez se mue­
ve entre los grandes principios y en vano intentaremo-s encontrarlo enredado .entre servidumbres
y condicionamientos impuestos por
la acuciante realidad. Hemos de- añadir además que no fue una figura mimada por la situación.
Los medios de propaganda y di­
fusión del Régimen no se volcaron con él ni
con ninguno de

sus
libros, lo que quita cualquier matiz sospechoso a su actitud.
Quienes le trataron
saben bien

del inmenso amor que siempre
sintió hacia su patria y de la ,extraordinaria calidad de ese amor. Cuenta uno de sus discípulos,
el hoy profesor de la Pontificia
Universidad

de Salamanca, el P.
J. J. de Sobradillo, O. P. F. M.
Cap., que siguiendo los cursos del P. Ramírez en Friburgo, duran­
te los años 1927-1930, en la misma clase, no perdía ocasión para
resaltar lo que pudiera redundar en honor de nuestra Patria. Cuando en España acaecía algo desagradable, el P. Ramírez se
entristecía. Por aquel entonces tuvieron lugar algunos sucesos
lamentables en la Facultad de Medicina de Madrid. El P. Ramí­
rez escribió al Jefe del Gobierno Español, general Primo de
Ri­
vera,

condenando
tales desmanes.

"En mi poder
-escribe.____ obra
la carta

que le contestó el mismo general, agradeciéndole
"su más
enérgica

protesta ante la rebeldía de un sector de estudiantes
es­
pañoles" {2). Ultimamente, poco antes de morir, también tuvo oca-
(2) Por una gentileza del P. J. J. Sobradillo, O. P. F. M. Cap., re­
producimos la mencionada carta de D. Miguel Primo de Rivera. El Pre-
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ESPAfeA EN LA OBRA DEL P. SANTIAGO RAMIREZ, O.P.
sión de ocuparse de los más recientes disturbios estudiantiles, a
juzgar por lo que nos cuenta, en
el libro In mem01"iam, Santin,go
Ramírecz, O. P. (San Esteban, Salamanca, 1968), el P. Tedolí,
catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universi­ dad de Madrid y hermano suyo en religión: "Demasiada inquie­
tud -le
dijo--y

demasiada confusión para
la vida de estudio.
Un poco de inquietud es
-buena, y hasta necesaria en los jóvenes.
Lo malo es cuando esa inquietud se queda en eso, en inquietud,
o se la extravía deliberadamente."
Cuando residía en el extranjero hacía lo posible para venir
al menos una vez al año a su tierra, a su convento de San Este­ ban, que era el sitio donde mejor se encontraba en el mundo. Res­
piró siempre, de la manera más noble y sufrida, españolismo por
todos los
poros de

su alma. Vivió buena parte de su vida en otras
tierras, lejos de su patria, pero de manera similar o otros grandes
españoles que pasarón
lejos de
nuestras fronteras los mejores años
de su existencia, su patriotismo resulta tan ilustrado como contras­ tado con
la experiencia· vivida de otros países. Españolismo sobr.e
todo profundo el del P. R.amírez qne no tenía nada de estrepitoso
ni de
literario, sino hondamente implicado y comprometido con
la verdad, con el bien, con el agradecimiento, como era lógico
suponer en una figura intelectual de su relieve, habituada a formu­
lar

juicios con un decantado sentido del deber, de la lealtad, del
amor, del servicio y del
sacrificio. Algo

que está muy por encima
de insensatas problematizaciones, de posturas tan enfáticas como
cúrsiles y, por supuesto, fuera de cualquier turbio pseudomisti-
sidente del Consejo de Ministros. Madrid, 22 de marzo de 1929. Sr. D. San­
tiago Ramírez: Muy Señor mío: He tenido el gusto de recibir su amable
carta fecha 16 del actual, en la que
expresa su más enérgica protesta ante
la rebeldía de un sector de estudiantes e5J)Bfíoles, a la pa.r que, con su
:felicitación por las medidas
tomadas por el Gobierno, la de la colonia es­pañola de esa ciudad, que agradezco sinceramente, recogiendo los sinceros votos que formulan por la prosperidad de la Patria, cuyo concepto fuera
es tan importante. Le saluda y queda de Vd., affmo. q. e. s. m.,-Miguel
Primo
de Rivera. ·
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cismo. El P. Ramírez, figura ejemplar, de las más prestigiadas
de la Iglesia, altamente estimada en la Santa
Sede, y en el último
Concilio, en su sentido de España se encontraba, una vez más,
a sí mismo porque era en
él un sentido tan natural como cris­
tiano.
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