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Número 87-88

Serie IX

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A la Conferencia Episcopal y al pueblo de Dios

A LA CONFERENCIA EPISCOPAL Y AL PUEBLO DE
DIOS
La Asociación de Sacerda,tes y Religiosos de Sa:J11. Anton,io Maria Cla,ret, de la Archidiócesis de Barce­lona, en la CONVIVENCIA, celebraáa en el Tibi­daho el pasado día 22 de junio, hizo público el do­
cwmmto que a continuación transcribimos.
Por fidelidad a nuestro sacerdocio y por imperioso deber de
hermandad hacia los demás saoerdotes y al pueblo fiel, levanta­
rnos nuestra voz con entereza, muy lejos de'l profesionalismo
"contestatar:io", pero sí .con la santa .libertad de los hijos de Dios
que, en su día, usaron Santa J nana de Arco y Sarna Catalina de
Siena, San Bernardo, San
J oon de Avila y San Antonio M.• Cla­
riet. Como eiJ.11os, queremos manilfestar a los Superiores exigencias
ineludibles que se basan nada menos que en ,la primacía de aquel
"es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres" (Ac., 5,29).
No se requiere describir con .morbosidad el estado aotua'l en
que nos debatimos sacerdotes
y seglares y las tristes consecuen­
cias del mismo. Deseamos f,ija,r tres aspectos importantes, al­
giuno-de los cuales lo consideramos raíz y causa de cuanto ocu­
rre y hace sufrir al. Pueblo de Dios.
I
A primera vista resulta inexplicab1e que la Iglesia, "firme co­lumna de la Verdad" (1 T,im., 3,15) durante dos mlil años, con"
tem,ple pasiva y consienta en silencio, ahora y desde más de un
lustro, el penoso panorama

que
bulle y arde en su propio seno,
con sorpresa y alarma incluso de personas ajenas a Ella. Parece
ser lícito que todo se discuta,
se niegue
y escarnezca. Revelación,
Dogma y Moral, todo se halla en almonera.
¿ Es que falta la asistencia del Espí~itu Santo en la Iglesia?
No, ésta permanecerá hasta el fin de los
tiempos. Mas
es muy
oierto que a•lgt> grave ocurrie en relación y proporción con e1 inaudito fenómeno de la '~autodemo'Hc-ión'', así cualificado con
exactitud por cl propio PaJblo VI.
795
Fundaci\363n Speiro

Pensamos que del mismo modo que personalmente se puede
ser infiel a ,la voz
y vocación, también corporativamente hasta
cierto
,punto puede darse

esta
inf.ideliidad, no

en cuanto al
depÓ­
sito

de la doctrina revelada, sino respecto de aquellos medios
queridos por Dios en su Iglesia,
,pero que dependen de

la corres­
pondencia humana.
Es muy cierto que la asistencia prometida por
Jesucristo

no
a'lcanza a
las actitudes del gobierno
eolesiástico y
a las estructuras y reali:zaciones concretas de la pastoral. Y am­
bos, gobierno
y pastoral, son necesarios pa:ra la salvación de las
almas. Por esto, aunque en el orden especulativo se proolama la
doctrina Ortodoxa, si se gobierna con melltailidad e ideo'logía que
no fluyen de 1a fidelidad a la Sagrada Tradición de la Iglesia,
conforme al "tercer binario" de la _ascética ignaciana de los Ejer­
cicios Espirituales, ocurrirán
ineludiblemente fa1los, vacíos y fra­
casos que dan la explicación profunda de la descristianización del
pueblo,

por la
desconexión a
la genuina misión
sacerdotal en
los
diversos grados de la Jerarquía eclesiástica. Cristo dio a su Lglesia una constitución: Papa y Obispos.
Que
la autoridad del Papa no puede ser despótica ni arbitraria
se colige del
solo hecho
de fundamentarse en
el espíritu
del Santo
Evangelio y de estar acompañado de la divina
asistencia en

sus
actuaciones ex cathedra y aun ,en su magister,io ordinario, que
goza
por lo mismo de una autoridad irrecusable. Destruir, ni que
sea en el orden práctico la autoridad del Romano Pontífice,
y,
en su debida proporción, el gobierno episcopal, es vulnerable sin
esperanzas
de recu¡peración ni sa'lvaoión, la

Iglesia, no en sus
dogmas precisamente, pero sí en su misión de regir y santificar
las a.Jmas.
Queremos decir que así como nos adherimos sin reservas a
las enseñanzas de la calegialidad episcqpal y aceptamos la posi­
bilidad teórica de que los consejos presbiteriales puedan ser úti­
les -todo

ello según las normas que precisan los documentos
del Vaticano II-, n.o podemos

significar la misma
aceptación a
las motivaciones subjetivas con qu,e muchos propugnaron estas
nuevas formulaciones, que si bien en los documentos
cónciliaires
han

sido rectamente
eJq)licitadas, después
hemos visto ser
des­
bordados
sus

términos .precisos por
1a aieción de organizaciones
más
o menos clandestina:s, que

ya en su tiempo desenmascaró San
Pío X y que a,hora de nuevo aotúau en la mayor im¡punidad como
fuerzas de presión que van apriisionando la autoridad pontificia
y episcopal, dando la razón de ser del triste espectáculo de tantas
lagunas, inhiibiciones y ausencias de autoridad que estamos pa­
deciendo en todos 'los niveJles eclesiásticos.
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Fundaci\363n Speiro

Se publicaron el CREDO de Pablo VI, la "Mysteriun fidei",
la "Sacerdotalis coeli'batus", la "Humanae v,itae", cuya rotundi­
dad doctrinal no se puede negar. Pero el vergonzoso espectáculo
de las discusiones, puntualizaciones, matizaciones, palliativos, ne­
gaciones y campañas descaradas contra todos y cada uno de esos
doctr
a:les documentos está para siempre grabado en la memoria
de todos, con tremendo impacto en muohísimas mentes y sello in­ deleble en la Historia
de la Iglesia.
Con claridad:
la causa que ha ocasionado tanto desconcierto
y
gracvísimo daño tiene

un nombre
muy concreto: 1a idev/,ogía de­
mocrática.
Sabemos muy bien que este término perteneoe al terre­
no
pcJlítico y que tiene una erufermiza equivocidad. Determinada­
mente nos referimos a la ,demooracia ,entendida según las doctrinas
de Rousseau y de Montesquieu, de la RevcJlución Francesa y del
naturalismo ,político al uso. No nos referimos a 1a democracia tal
como la definió León XIII en la "Graves de comuni", o Pío XII
en el radiomensaje navideño de 1944.
La democracia, que no dudamos en calificar de ajena ,to,tail­
mente y contrat",ia a la mi,sma Revelación, es aquella que se fun­
damenta en la teoría roussoniana de la
bondad' natural
de los
hombres. Supone, además, la negación del pecado original y el
igualitarismo que no
a:dmite las
desigualdades que son
queridas
por Dios y manilfiestas en eJ1 propio orden natural. La enseñanza
unánime de la Sageada Escritura, de la Tradición y del Magisterio
de

la Iglesia nos da
el certísimo fundamento teológico del Reina­
do Social de Jesucristo y el sentido divino de la Historia. Esa en­
señanza que centra toda
l:a teología de las realidades sociales y
humanas, ignorada o despreciada ya en la formación eclesiástica
ha sido la causa
de tantas trágicas desviaciones y traiciones a la
genuina misión sacerdotal como presenciamos.
Arctua'hnente ha;y en virrtud de im¡pactos políticos

un espíritu
democrático que
niega que

la autoridad viene de
Dio.s y que el
poder de
.la misma solam,ente descansa

en la inmanencia volun­
tarista del consenso de los súbditos, aun en materias intangibles y
absolutas
como son
el orden religioso y moral. No hay que de­
mostrarlo.
Se dice

por muchos que nada
se puede
hacer
al mar­
gen de la

voluntad de la mayoría, ya que ella es
la que
fabrica
en este- terreno relativista la verdad, la justicia· y el bien.
N oSOtros sabemos perfectamente que en el terrerto político
existe un -concepto catóHco de democracia que entraña todo un
conjunto de cuerpos sociales intermedios y de participación en el
poder. Pero
como esta.irnos a'l marg-en

de las consideraciones po­
líticas y, por tanto, aquí no nos afectan, no entramos en su des-
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Fundaci\363n Speiro

cr~pcion. Tampoco coníundimos ,este concepto católico de demo­
cracia con
los partidos políticos llamados
de democracia cristiana,
de los que
nos sentimos extraños totalmente,

así como de los otros
parHdos políticos,

a los que consideramos
desconootádos del pen­
samiento católico si participan en las ideas falsas sobre el or,igen
del
poder
como
fruto de! sufragio

nniversal y del igualitarismo
absoluto, apoyándose en las teorías de
Rousseau, que

nadie puede
demostrar ,estén enraizadas en
el Evangelio.
Pero si esta
concepción democrática,
totalmente dHerenciada
de la democracia definida por León XIII y Pío XII e
imposible
de

conectar con los principios pontificios de subsidiaridad, de la
propia enseñanza
trndicional acerca

del poder y de Ia sociedad,
ha hecho presa en el cuerpo
eclesiástico, ya de prelados, ya

de
teólogos, ya de sacerdotes, ya de religiosos, nos encontramos ante
un fundamental trastorno de la propia
constitución divina

de la
Iglesia, que no falla ,en su misión de transmitir la doctrina reve­
lada y la Gracia, pero sí en los medios conducentes del gobierno
y pastoreo de
las a:lmas

queridas por Dios, para que Fe y Gracia
sean r,ecibidas por el mayor número posible de almas.
Sin
éncogimientos, afin:iiamos que,

en líneas generales
y muy
precisas,. estamos en esta situación. He
ahí ,por qué

es burlada
fa
autoridad pontificia, prisionera l_a autoridad episcopal objetiva y
subjetivamente, destrozada 1a vida comunitaria, inutilizada la vida
parroquial. Y en este cam¡po
de cultirvo brotan

espontáneamente
la flora bacilar de las encuestas sobre todo lo divino y humano,
las
batallas electoraI,es

,con los procedimientos
más zafios, los

gru­
pos de
presión de descarados instintos totalitarios, y

un tiempo
perdido que no
hay en la tierra

ninguna máquina
computadora
rnpaz
de registrar. En esta !mea la autor,idad pontificia se pre­
senta ante
muchos condicionada

y discutida, la autoridad episcopal
se debate en el dilema doloroso de las claudicaciones evidentes y
graves, o de
los lamentos inútiles porque no

se acaba lo que como pastores de la Iglesia deben defender aunque fuera a
costa del martirio, y con el comodín de que
no se

puede hacer
más, se engrosa también la riada del abandonismo más flagrante.
Los sacerdotes, en este clima, así
como el

mismo
pueblo cristiano,
han

sido fraccionados artificialmente en las· categorías hegelianas:
entre
Iglesia carismática y

jerárquica,
preconciliar,e,s y
posconci­
liares, integristas y progresistas, conservadores y avanzados, de
cerrados
y abiertos, inmovilistas y "contestatarios". Y así des­
vinculada
¡prácticamente la

Iglesia del libre y recto
ejerdcio de
la
autoridad en todos los órdenes, se fomentan liderazgos de car­
dena1es, obispos, superiores ,generales de

algunas órdenes y teólo-
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Fundaci\363n Speiro

gos cuyos méritos estr~ban en discutir la autoridad pontifici.a o
aspectos ya determinados y patentes en la tradición eclesiástica
y
no faltan los tciunfalismos de prensa y el culto a fa personalidad
de

sonadas declaraciones a cargo de
tales personajes.
Y así
:se
hace enfrentar sacerdotes

contra sacerdotes
y fieles contra fieles,
con

la máxima incomodidad de todos
y .calificando esta descom­
posición como
''crisis de

crecimiento''.
Los que pertenecemos a·
fa Asociación de Sacerdotes y Reli­
giosos de San

Antonio María
Claret, sin

adjetivos
,die ninguna
clase,
pedimos simplemente

que la
autorildad sea

verdadera auto­
ridad y la obediencia·
:sin motes.

Y las nuevas
aportaciones o ma­
tices
sobre

el diálogo y la
cowesponsabilidad jamás

deben entur­
biar estos dos fundamentos evangélicos, cuales son la jerarqu:ía de la Iglesia
y el sentido discente del pueblo cristiano. Cuanto más
se retrase
fa hora en que ante Dios cuantos tienen responsabili­
dad en la
Iglesia actúen más y mejor según los compromisos sa­
grados de

su altísimo ministerio, más crecerá
la descomposición
y escándalo, que no se podrán cortar jamás con nuevas claudica­
ciones

ni nuevos
encogimiientos porque
grupos de presión se so­
lidaricen con los capitostes

de la
"contestación". Lo único digno
y agradable ante Dios y que tranqui"lizará muchas conciencias en
la hora del juicio ,será la decisión y la fidelidad a vivi~ el misterio
de :la Iglesia en la
fie divina de la .presencia de Dios en la autoridad
pontificia
y episcopal, que no puede estar menguada por los ar­
tificios de

ciertos sistemas
po"líticos democráticos. Y

·este
concepto
excelso,

que se apoya en la
R"velación, no
quita li,bertad para
hablar noblemente

a la jerarquía de la Iglesia cuando precise.
La
prueba es este mismo escrito y nuestro lenguaje.
II
La triste experiencia de cuanto hemos expuesto rebasa ya
los límites de lo previsible. Se discuten
la realidad de 'los sacra­
mentos,
y prácticamente algunos de ellos se vienen negando. Al­
gunos
propugnan el iretraso del Bautismo, ila Slllpresión ,de la con­
fesión sacramental, la inanidad
del sacramento del

Orden que ba­
ratamente se quiere desacra'lizar o convertirlo en un
hobl>y tras
una jornada de trabajo, no admitiendo la
dedicación de

consagra­
do exclusivamente al culto de Dios y al bien sobrenatural de los
hombres. Sobre
la castidad, la moral prematrinnoniál y el mismo
matrimonio, en libros, revistas, _conferencias y
otros medios
de
comunicación circulan

enormidades, cuyas
figuras monstruosas
799.
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la Ley de Dios y el Deredho Canónico tienen pe"fectamente de­
finidas.
Y este cúmulo de males, como significan coartar y
obstacu­
lizar

los canales de la gracia, se agravan al considerar el mismo
trato que se da a la Sagrada Eucaristía. No queremos pasar de
largo sin mostrar nuestra disconformidad icon laJS definiciones mu­
tiladas sobre la Santa Misa, en que se prescin_de de su esencial
sentido sacrifidal Pero

ya no es
sólo eso. Hay toda una conjura
dirigida a minusvalorar y a profanar fa Sagra:da Eucaristía. Des­
de Ios que propagan teorías seudoteo1ógicas negando -la presencia
real de Cristo en iJa Eucairistía-,tal como 1a enseña fa Iglesia, hasta
los que obligan a permanecer de pie en la hora de 1a Consagra­
ción; desde
los que

obligan a los niños de .primera Comunión a
comulgar sin purificarse en el sacramento de la Penitencia, hasta
mujeres que suben a fos altares manejando el cáliz consagrado;
desde los que desvalorizan la administración del viático, hasta
los que propugnan la ordenación sacerdot"l de las mujeres; des­
de los que ridiculizan la oración ante
El Santísimo
Sacramento,
hasta los que eliminan
fas procesiones

eucarísticas ; desde
los que
convierten

la Santa Misa
!Casi en· una ,reunión de tipo sindical,
hasta

los que
tedhazan :lnS ornamentos sagrados en un afán de
frenético secularismo, corren por aquí
un sinnúmero de matices
que desde la irreverencia
alcanzan ya la condición
de públicos
sacrilegios
y profanaciones inadmisibles.
En esta dcasión en que ha sido canonizado San Juan de Avila,
santo eucarístico por execelenci-a, nosotros, sacerdotes
consagrados
para

la celebración de
1a Santa Misa y el culto de la Eucaristía
como misión
principa1l de nuestra vida, para después :proyectarnos
sobrenatural y
soti"lmente sobre
todo el
Cuer,po Místico, no po­
demos

menos que levantar nuestra voz dolorida e indignada .por
esta casi
permitida prdfanadón del

sacramento de
fa Eucaristía.
Y con
el mayor apremio :pedimos actuaciones claras para defen­
der
el tesoro
di'Vino del
gran Sacramento. Sin que
se repita
como
tantas veces se
ha venido sucediendo que las normas eucarísticas,
ya de la Santa Sede, ya de la Conferencia
Episcopal Española,
sean
después burladas por

los mismos que las han promulgado y
que en realidad queden en
rridículo y como castigados ;precisamente
aquellos
que con la mejor
voluntad las
procuran
cump'lir y
hacer
cumplir. Ya

no se trata de
algo humano
o
discutible. Es el mismo
Señor en la Eucaristía que está
maltratado. Nosotros

en nuestras
parroquias e iglesias nos
podemós esforzar en

que se obedezca lo
preceptuado litúrgicamente, pero
el escándalo de ciertas Misas,
de la comunión en
la mano, deJl invento de nuevos y arbitrarios
"cánones", ,de
ciertas

incongruencias dogmáticas sobre
1a Euca-
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ristía, ya no está en nuestra esfera poderlas paralizar. Esto per­
tenece por obligación gravísirrna e intransferible a la jerarquía
de la Iglesia, sin que basten algunos documentos o aclaraciones
elocuentes en ciertas predicaciones, · sino que con toda urgencia se
deben asegurar los medios más
eficaces para

que
el Santísimo Sa­
cramento del Altar tenga toda la adoración, amor,
culto y reve­
rencia que se merece.
III
Es frase conocida de Santa Teresa de Jesús que la imagina­
ción es "la
'loca de fa casa". Pero quizá se ha estudiado poco el
papel de la ,imaginación como desbaratadora en las colectivida­
des. EJ. frenesí relativista que provoca la democracia en el sentido
que hemos descrito ha creado una proliferación de entes de ra­
zón y artificialismos casi infinitos en el campo de la vida sacer­
dotal y de la pastoral. Cuando tanto se habla del sacerdote y de
la evangelización, bonitamente se
echan por

la borda
.Jas cate­
quesis, fas predicaciones misionalles, :los métodos seguros y ciertos
de apostolado directo. Y no es que no se trabaje, se confabule y
se hagan reuniones. Nunca como a:hora había hwbido esta elefan­
tiasis mastodóntica de reuniones, coloquios y convivencias con un
resultado tan contraproducente como las
divisiones, las
incom­
prensiones, las

indisciplinas y la anarquía que
briil.lan por doquier
en
e,5ta mentida

pastoral
de conjunto,

que en
la mente de algunos
se

convierte en
eJI método tota'litario ideas
.sobre el

cuerpo
vivo de
la diócesis, utilizando
fas almas
de
los Hijos de Dios como tubos de ensayo
de sus -eJOp,erimentos y
"genialidades".

En este mismo sentido está la encuesta
nacional
presentada por la Comisión Bpiscopal del Clero, con un cuestiona­
rio en parte injurioso, -denigrante y repelente, que ¡par«e irnpo­
sib'le tenga el respa:ldo de un organismo episcopal. Plantear a los
sacerdotes, aunque sea ·como posibil~dad, la opción a sistemas
ateos, a filosofías anticristianas, a la
secufarización y
a
prob1e­
mas

cuya
existencia representa.iría una

vida
sin gracia
santificante
en la conciencia sacerdotal, pertenece al terreno en que está en
juego la misma

dignidad cristiana y no
digamos el propio !honor
sacerdotal En

ningún estado ni profesión se admitiría un plan­
teamiento tan absurdo, inúti1
y degradante como el que con in­
ex:plicable despreocupación ha sido ,presentado a:l dero español.
Como Asociación sacerdotal repudiamos totalmente dioho cues­
tionario
y pedimos a la Conferencia Episcopal Española una re­
consideración
y debida rectificación ante el mal que se ha hecho
801
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a nuestro sa,cerdocio con tales planteamientos, imposibles de sos­
pechar en

el terreno teórico y que si se dieran en
fa práctica sig­
nificarían
el más -estruendoso y fatal fracaso

de los seminarios y
casas de formación por ellos dirigidos,
así como del gobierno
eclesiástico actual

recibido por nuestras promociones sacerdotales.
Simplemente afirmamos que es hora de que el
sacetidocio -es­
pañol

y
el pueblo cristiano no quede manipulado por conocidos
puntos
de

referencia que "inventan"
mil problemas
inexistentes
y complicaciones abstrµs:as y volvamos a 'la realidad parroquial,
diocesana,
nacional y misionera,
con la

Santa
Misa bien
celebra­
da, la
administración de

los. sacramentos, la
predicación ordinaria
y extraordinaria, el cu'ltirvo de las vocaciones ,sacerdotales y reli­
giosas,

el aprecio de
'la vida contemplativa y de las misiones, la
piedad

popular, los
Ejercicios Espirituales y Oos Cursillos

de
Cristiandad, y también la
aoción social

proyectada con todo rea­
lismo según la filosofía
cristiana, el

magisterio pontificio y las
posibilidades circundantes.
Al renovar

nuestra consagración a'l Sagrado Corazón de Je­
sús en

este año somos los primeros que no nos contentamos con
una conmemoración externa, rutinaria
y simp1emente de cum­
plimiento.
Nada puede
com:placer más

al Corazón Sacratísimo de
Jesús que la plena vigencia de la autoridad de la Iglesia tal como
Él! la estableció y, en el decurso de los siglos, el credmrento dog­
mático

de la Iglesia ha
desarrollado. Así

como
'el cu"lto que

me­
rece el Sacramento- de la Eúcaristía. Y que nuestro sacerdocio
sea realmente eficiente
y un~do en la prosecución del bi'en sobre­
natura1 de

los
1hotn1bres pc1Jra los cuales somos

sacerdotes.
A María, Madre Inmaculada, a cuyo Corazón
el.e Madre nues­
tra Asociación de Sacerdotes
y Religiosos de San Antonio María
Claret está para
siempre consagrada, encomendamos

estas peti­
ciones y exposición
de afanes

y
angustias, para que

Ella con mano
amorosa corrija, enderece. y fortifique a todos en la verdad y lleve
al camino deseado
por Dios

a tantos hermanos nuestros,
de los
que ella

es
también Madre,

de manera que pronto todos sus hi­
jos tengamos un mismo afán, un mismo amor en el camino úni­
co por donde quiere Jesucristo que vaya la Iglesia. Pero apo­
yados en el Corazón Inmaculado de María, en esta hora, en
'la
presencia ·de Dios y por nuestro sacerdocio, no podemos callar ni
rebajar cuanto en este escrito manifestarnos.
802
Barcelona, 22 de junio de 1970.
La• Asociación de Sacerdotes y
Religiosos
de San Antonio María Claret.
(Calle Princesa, 21 -Barcelona-3).
Fundaci\363n Speiro