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Número 231-232

Serie XXIV

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Importancia y necesidad del estudio

· IMPORTANCIA Y NECESIDAD DEL ESTUDIO
POR
EsTANISLAO CANTERO (*)
¿ Por qué estamos aquí? ¿ Por qué habéis venido desde toda
España a pasar un
fin una
inquierud. Porque

nos mueve un ideal.
· Queremos
a nuestra
patria España y
la queremos tal cual ella es, es decir, tal como
fue y
de¡,;, volver

a ser. Porque nos mueve un
ideal católico
y
patriótico. No nos gusta ni estámos conformes con esa falsa
íma-.
gen

de España que hoy se nos presenta
y en la que vivimos, a
punto de romperse y fragmentarse, juguete
'en manos -de no
po­
cos políticos que quieren sojuzgarla en nombre de
la democra­
cia, como antaño lo hicieran otros
«padres bre de
la libertad.
Por eso estamos aquí; porque queremos que España vuelva
a su ser, a aquel espíritu y aquella entrega que
la hizo grande.
A aquellas instituciones en que aquél se plasmó y configuró a
España (1).
. .
Pero

una inquietud, un desagrado por lo que soportamos,
un ideal, ¿pueden
. ser

suficientes?
¿ Puede eso bastar para lo­
grar la meta a la que aspiramos? Si sí o si no, y en qué sentido
y medida, trataremos de verlo aquí. Me toca a mí hablaros so-
(*) Confereocia pronunciada eo el II Encuentro Nacional de Centros
de Estudios, que con el tema .Afianzando la acci6n, se celebró. en Rasca­
ftla (Segovia), . el 15-16 de octubre de 1983.
(1) Cfr. Marcelinó Menéndez y Pelayo, Historia de los heterodoxos
españoles,
epílogo, BAC, Madrid, 1956, tomo II, págs. 1.192-1.196; «Brin­
dis· del Retiro», ~ Estudios y discursos de critica histórica y literaria, Ill,
Obras Compleras, VIII, csrc, Madrid, 1941, págs. 3g5:3s6. ·
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BSTANISLAO CANTERO
bre la importancia y la necesidad del estudio. Pues bien, de eso
procuraré hablar.
Es· evidente que el ideal es lo primero. Sin él todo lo demás
cae por su base. Sin ideal no puede haber entrega
y sin entrega
a
la causa no puede haber · trabajo medianamente eficaz. Y el
trabajo que nos proponemos, el trabajo que
no~ hemos
propuesto
ya, de lo q,ue es iestimonio nuestra pres~cia aquí, es el entre­
garnos a esa causa que tiene tan. bello y sugestivo ideal.
Y en esta tarea, en esta lucha, en esta entrega a la causa,
todos tenemos un puesto. Y hemos de encontrar y ocupar aquel
que resulte más
~propiado a

nuestras aptitudes y a nuestra vo­
cación: O

aquel que sea preciso cubrir
para tapar una

brecha
cuando las circunstancias obligan a ello. No todos
hemos de desempeñar el mismo papel, pero todos
hemos de saber a conciencia el papel que desempefiemos. Si la
labor quiere ser
eficaz, nada

debe dejarse, o debe dejarse lo me­
nos posible, a
la improvisación. O lo que es aún peor, que ni
siquiera sepamos improvisar (2). De
ah! la importancia y la necesidad perentotia del estudio,
para cualquier puesto que se tenga que ocupar.
Máxime si
se
trata de
círculos o

centros
.de estudio cuya

labor es primordial­
mente formativa (3 ). En primer lugar, el estudio es necesario para poder precisar
el ideal.
¿ Qué es Io que queremos y qué es lo que recbazamós?
¿ Y por qué? No basta con decir que queremos una Espafia ca­
tólica o una
Espafia grande y libre. Hay que saber, primero y
para ello, por qué queremos eso y por qué rechazamos lo que re­
chazamos. Y en qué forma eso se puede lograr. Y hasta qué
pun­
to

unas situaciones determinadas se
ajustafi o
no al
ideal que
nos

proponemos. Y qué cosas contribuyen a
él y cuáles otras nos
apartan del mismo.
(2) Sobre nuestra acción, ver Jean Ousset, La acci6n, Speiro, Ma­
dird, f969, y Luis María Sandoval, Prep_arar la participaci6n cívica,
CENSW, Madrid, 1982.
(3) Cfr. Luis María Sandoval, «Círculos y centros de estudio», en
V erbq, núm. 203-204, marzo-abril de 1982.
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IMPORTANCIA Y NECESIDAD DEL ESTUDIO
. ' El patriotismo no consiste tan sólo en el amor a la tierra,
es mucho más que eso. Decir que amamos a España y que por
teso somos patriotas o que somos -patriotas.:-porque_ amamos -a
,España, no es decir . nada si por España se entiende tan sólo
aun
territorio
con unas fronteras, o ·sin tan sólo se entiende
_el lu­
gar en

que vivimos. Elpatriotismo es, también,
y sobre. todo,
.amor· a

la historia de la patria, amor a los antepasados que la
lorjaron
y a la tradición que la configuró y la hizo posible.· Pero,
;fijémonos bien,

a la tradición
•que la

hizo posible,
y no a la
-«pequeña tradición»

que la quiere convertir. en otra cosa, falsa
· :tradidón que

combate los caracteres .esenciales. de la patria
y
;reniega y rechaza lo que le· dio su ser ( 4 ). ·
Y

ese patriotismo,
para serlo
realmente, ¿de dónde sacará
:sus fuerzas? _El patriotismo

se nutre en el sentimiento
y en la
:razón. El sentimiento por sí
solo no

basta. El romanticismo,
mo­
•yimiento
disgregador y nocivo, que según Maurras está ·en _la
:raíz

de
· la

de_mocracia, colocaba al sentimiento
. como guía y di­
irector, usurpando

las funciones de dirigir y conducir que co­
,:rresponden a

la razón, a la inteligencia. Por eso, Maurras lo
,rombatía, no

por rechazar el sentimiento, la
sens(bilidad, sino
-por elevarlo

a un rango que no le corresponde. Porque el hom­
bre no

es sólo instinto como los animales; de
alú que haya de
-romeierse a

la razón que es la caractetística del hombre (5).
Así, pues, el patriotismo exige conocer a la patria que ama­
:mos. Condición

esencial para saber qué es lo que amamos
y
l'ºr qué lo amamos. Para conocer nuestra tradición y poder dis­
'l:inguirla :de . la

«pequeña tradición» liberal, de la falsa tradi­
ción. Y,

pata ello, es preciso estudiar, saber con precisión y
'hasta sus

últimos fundamentos. Sobre todo porque la bandera
(4) Sobre Patria y Nación, Jean Ousset, Patria, Naci6n, Estado., Speiro,
:Madrid, 1965; Andrés Gambra, «Naci6n y nacionalism.0»1 en Verbo, nú­
,mero 126-127, junio-agosto de 1974.
(5) Cfr. Jean de. Fabl'egues, Charles Maurras et son Action Franfaise,
'Librairie Académique Perrin, París, 1966, págs. 166-169. Sobre este con­
..cepto de romanticismo, Eugenio Vegas Latapie, Romanticismo y demo­
.rracia, Cultura Española, Santander, 1938, en especial, págs. 9-51.
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ESTANISLAO CANTERO
la alzamos nosotros, una bandera que no es nueva, sino que es
la de
nuestros antepasados,
la de
la tradición ( 6 ), y la abimos
no .para-seguir a _otros,, sino para que otros -nos sigan, si no a
nuestras· personas al menos a nuestras ideas, una vez que con
razones incontrovertibles se hayan convertido a ellas.
Con frecuencia se ha dicho y lo hemos
oído• en
más de una
ocasión, que es tiempo de actuar; que es preciso pasar
. a la ac­
ción; que. hay que hacer algo aote una situación que nos
pare­
ce gravísima y que ciertamente fo es.
Y es cierto, algo hay que hacer. Pero ese quehacer, ¿puede
ser un mero hacer, un activismo? Este, con frecuencia, puede
resultar una

cómoda vía de
escape a
tareas
m:ís importantes
y
más acuciantes que ese «actuar» que se nos presenta como pe­
rentorio. En
efecto, de
un lado, esa
llamada a la acción, ese «actuar»,
resulta conducir a un fracaso total o a una inactividad
final,
es decir, a una vía muerta cuando nos damos cuenta de que
esa acción agota
nuestras fuerzas
en sí misma,
que nada se ha
-logrado.

Haciendo balance,
· podríamos

decir que, al cabo, nada
se ha conseguido. Y no se ha .conseguido
nada porque

se gastó
la pólvora en salvas; porque
.se hizo

lo que no se debía hacer;
porque no se meditó previamente qué es
lo que había que hacer.
Y, por otra parte, ese actuar, ese «activismo» produjo,
además,
e1 des:ínimo, el cansancio, la falta de esperaoza o la renuncia a
cualquier

otra labor,
cuando no

condujo al campo contrario que,
en un principio, cuando
se_ comenz6

a actuar, se pretendía com­
batir. ¿Es la hora de la acción? Sí. En eso estamos
de acuerdo. Pero,
¿ qué

es
lo que hay que hacer?
Ese algo que hay que hacer incluye también
e¡. estudio.
Es­
tudiar no es solamente una actitud pasiva,
110 es perder el tiem­
po. Al contrario, es ganar tiempo, porque
el estudio es el fun-
(6) Cfr. José Antonio Primo de Rivera, «Discurso fundacional de Fa­
lange Espaííola», en Acción Española, 89, Antología, Burgos, marzo de
1937, con el título Una bandera que se alza, y Víctor Pradera, ¿Bandera­
que se a/1.JZ?, p,!gs. 172-179 y 210-218, respectivamente.
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IMPORTANCIA Y NECESIDAD DEL ESTUDIO
damento de la acción. El hombre, cuando estudia, hace algo muy
importante: aprende, se forma, enseñá. Aprende a querer a su
patria, a. conocerla. A saber su historia y las doctrinas e ideas que la
configuraron y

forman parte de su ser. Y se forma,
ad­
quiriendo los conocimientos básicos que posibilitarán todo su
comportamiento futuro ordenado y eficaz. Y enseña a los
de-­
más

colaborando en su formación y en su aprendizaje. Y
esto es
esencial.
Con frecuencia se suele contraponer contemplación y ac­
ción, como
·si ambas
estuvieran
· reñidas,
como si el estudio pa­
ralizara la

acción o la acción imposibilitara el estudio. Nada más
falso. Como señala Vallet de Goytisolo, «contemplación y ac­
ción, en algun~s perspectivas, nos son presentadas como con­
trapuestas y antitéticas. Sin embargo, no hay entre ellas una an­
títesis .dialéctica sino una complementariedad. Forman un bino­
mio, en el cual
cada elemento contribuye a extender y fortale­
cer al otro, aun

cuando para esta transfusión de savia vital se
requiera una prioridad, no sólo cronológica sino también. onto­
lógica de la contemplación» ( 7 ). Es decir, no cabe acción constructiva, eficaz, sin el estudio
previo que
sea. funaamento de ella. «Contemplación y acción
-escribía Sciacca- no se excluyen, se complementan. Mejor
aún, la contemplación es el fundamento necesario de la acción.
Quien se
para para

ver o contemplar, quien ha visto, sabe:
si no
sabe, si no contempla, ¿que hace? No hace, deshace o hace más
de lo necesario. El hacer sin el contemplar nunca es verdadero
hacer sino
destruir» (8).
Eugenio

Vegas, por su parte, tras señalar los males de una
política
realizada por · los

partidos no revolucionarios que no
supieron combatir el mal en su
raíz, trazaba

la relación que existe
(7) Juan Vallet de Goytisolo, «Del legislar como legere al legislar
como facere», en el volumen·_ Contemplaci6n_ y acci6n, Speiro, Madrid,
1975, o en Verbo, núm. 115-116 (1973), pág. 507.
(8) lMichele Federico Sciacca, «La contemplaci6n como fundamento del
saber»-, en el volumen Contemplaci6n y acci6n, Speiro, Madrid, 1975, pá­
ginas 17-18, o en Verbo, núm. 113 (1973), págs. 231-232.
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ESTANISLAO CANTERO
entre doctrina y acción, cuando, en febrero de 19 36, escribía:
«Hay algo

más que hacer que: hablar y exponerse inconsciente­
mente a morir .en una convulsión social. Hay un deber de pres­
tación personal que obliga a
poner a

contribución
diaria la
in­
teligencia
y el brazo y la alcanda. Y hay una misión de sacri­
ficío que
cumplir, que
un
día cualquiera puede exigirnos la· vida,
a
la. par heroica y razonablemente». Y, tras estas palabras, aña­
día:
«Hace falta
saber lo que se ha de creer y lo que se ha de
obrar. El entusiasmo no suple a
la inteligencía. El. entusiasmo
por
sí solo es potencia ciega,
estéril o
contraproducente, si no.
va
encauzado por

el conocimiento de
lo que debe perseguir y de
los medios
para lograrlo»

(9). Conocimiento que sólo con el es­
tudio se

puede adquirir. Acción que ha de fundamentarse en
una
El

mismo Eugenio
Vegas lo ha repetido con frecuencia: «Al
lado de la doctrina hace falta
la acción. La una es complemento
de
la otra. Acción sin doctrina vale como edificar en arena. Doc­
trina sin acción es un levantar castillos en el aire. Es necesario
.
que la inteligencia nos enseñe la verdad
para qve la voluntad
la realice. ;Acción! ¡Hay que actuar! Ante los males de la re­
ligión y de la patria, a nadie es lícito
permanece¡ ocioso. Pero
no

basta actuar, hay que hacer obras útiles. Por lo que es indis­
pensable, antes
de actuar, saber con precisión qué es lo que se
debe hacer» (10). Así, pues, si
la hora de la acción ha llegado, si hay que ac­
tuar, es

preciso dete.rminar por dónde debe comenzar esa acción.
Toda acción humana, para construir algo, para ser eficaz
-y nosotros

pretendemos que
la nuestra lo sea-, necesita ser
pensa/cla, planeada,

proyectada. El edificio, aunque a la vista
·
comienza

cuando se
van: colocando·
los cimientos, en realidad ha
comenzado antes, cuando el arquitecto realiza el proyecto. Y,
(9) Eugenio Vegas Latapie, Escritos politicos~ Cultura Espafiola, Ma·
drid, 1940, pág. 197.
(10) Eugenio Vegas Latapie, Escritos pollticos, Cultura Espafiola, Ma­
drid, 1940, pág. 45, o en Verbo, núm. 148-149, octubre-noviembre de
1976, pág. 1.032.
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IMPORTANCIA Y NECESIDAD DEL ESTIJDIO
aun ·antes, cuando el futuro arquiieCto · comienza _sus estlldios.
Y lo mismo podría decirse de las demás personas que colaboran
en la construcción de la casa.
Igualment:e, la
victoria de un ejér­
cito conduye en el
campo de

batalla,· pero ha comenzado mucho
antes, en la
-preparaci6n de

ese
ejército y
en los planes del Es­
tado Mayor.
De ahí la importancia de la buena· formaci6n y pre­
paraci6n

de un Estado Mayor. El mejor general
y el mejor ejér­
cito que lo
-sean te6ricamente . en

el campo de batalla, fracasan
si,
pe,;e a

su valor, decisi6n
y empuje, ejecutan unos planes mal
elobarados o
de~astrosos.
Además,

esa acción que decimos que tiene que ser pensada,
planeada, proyectada, ha de serlo con racionalidad, con inteli­ gencia. No basta con pararse a pensar o a planear o proyectar
cosas si faltan los fundamentos que permitan que
esa tarea

pue­
da .de verdad realizarse. El ingeniero puede meditar durante
ho­
ras

y horas, planear con todo cuidado cómo va
ha. realizar
una
intervención
quirórgica. No

por ello
el fracaso será menor que
si no la hubiera meditado. Del
mismo modo el médico. puede
· pensar

y pensar acerca de cómo debe ser un avión y hasta
di­
bujar

un plano precioso. A nadie se le ocurriría que dicho avión
fuera viable.
Por ello, la aoción tiene que conmenzar en
el estudio .. Un es­
tudio

racional,
sist:emático, planeado.

Y de la diversificación de
ese estudio nacerán
los_ diversos

saberes prácticos, adecuados a
cada tipo de acción que se quiera realizar. Estudio, por
consi­
guient:e,
a

la
medt'da de

las personas. Desde los
puntos básicos
y fundamentales hasta el carácter · exhaustivo de una cuestión
cuando ello sea preciso. Y estudio, también, dirigido a la funda­
mentación de las acciones que queramos
emprender.
Y nada más aleja'do de la realidad que pensar que con ello
se pierde el tiempo. Nada más err6neo, improductivo
y peli­
groso que rechazar el estudio, por pensar que para nada «sirve»
sentarse
a «perder
el tiempo». Habría que preguntar a cuantos
piensan de esa manera qué es
lo que ellos «hacen». Qué es lo
que ellos han realizado en bien de la causa. ¿Algo efectivo,
du-

,
Fundaci\363n Speiro

EST ANISLAO CANTERO
radero, serio, verdadero? O,. por el contrario, ¿algo efímero,
impreciso, que como humo
. se
desvaneció en el aire?
Antes
decía que el estudio, lejos de perder el tiempo, era
ganar

tiempo.
En efecto, toda

obra humana se desarrolla .con
más rapidez
y precisión cuanto más preparado está el que la
ejecuta,

cuando
a. la hora

de realizarla
-que es el momento de
la acción propiamente dicha- menos ha de
detenerse a
pensar­
la o a prepararse para poder iniciarla o continuarla. El estudio
permite ganar tiempo cuando el momento
de la acción ha

lle­
gado.
En ese momento se está pre¡,arado para ejecutar la ac­
ción
sin
pérdida de
tiempo, porque ésta surge con naturalidad y
adecuadamente
al objeto

que se propone.
Lo contrario sí es
perder el tiempo,
y una pérdida de. tiempo que, normalmente,
no

perdona. Una pérdida de tiempo que hace estéril la acción,
porqué no se sabe qué es lo que hay que hacer, aun cuando se
sepa qué

es lo que se quiere conseguir. Un infarto de miocar­
dío no puede esperar a que el médico estudie en tal momento qué es
lo. que

debe
hacer, Del
mismo modo, el que quiera
po­
·ner
remedio

a un mal social no puede esperar cuándo tiene que
poner remedio a
él, a estudiar cuál · es la causa de ese mal y
dónde se

encuentra su remedio. Ha de saberlo previamente para
que, cuando la ocasión se presente, sepa realizar la
operación
curativa,

sepa dónde está la solución a esos males.
Después de cuarenta años nos encontramos con
una victo­
ria

frustrada, con una victoria
perdida. Y
todo, o casi todo,
está de nuevo por hacer. ¿Por qué? ¿C6mo es eso posible? Algunos pensarán que por falta de ideal. Puede ser. Pero,
en cualquier caso, los ideales se sustentan en realidades. Es la
realidad de las cosas la que fundamenta nuestros idealés. Si te­
nemos un ideal católico
para Espafia, si somos católicos es por
que hay
una realidad

que es Dios
· y
hay una realidad que es la
religión católica. Y
si tenemos

un ideal patriótico
y español es
· porque

hay una realidad que es
España. La

eficacia
y el valor
de los ideales han de contrastarse con la
vida y de esa confron­
tación han de salir triunfales, logrando su plasmación en cosas
concretas en
la sociedad. Cllando 110 ocurre esto, cuando un ideal
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IMPORTANCIA Y NECESIDAD DEL ESTUDIO
verdadero, cual fue el que dio origen al 18 de julio, con el paso
del tiempo no ha logrado triunfar es, o bien
· a
causa de que
el ideal no
era· sentido,

porque no
significaba nada
o porque·
se
le abandona -,en cuyo caso se puede hablar de · traición-, o
bien
a causa de que, aun siendo sentido, no era vivido, no era
vivo.
Es decir, carecía de fundamento en aquellos que decían
profesarlo

y servirlo. Le faltaba algo esencial al propio ideal
para que éste moviera la voluntad en pro
de su consecución, que
es «saberlo», es decir, conocerlo y con ello poder mantenerlo,
· poder amarlo, poder y saber realizarlo. En definitiva, saber en
qué consiste ese ideal, a qué obliga, cómo se le puede poner en
práctica, cuáles son las
erigencias que

comporta
y qué cosas
deben

ser rechazadas
y prohibidas.
Esta

victoria perdida debe servirnos de ejemplo de que el
esrudio es necesario y
primoi!dial y

de cuál es el fundamento de
la acción. Constituye un claro ejemplo de la importancia del com­
bate doctrinal,
de la importancia de la doctrina, de su conoci­
miento
y difusión, porque cul!lldo no se tiene en cuenta o se
abandona, cae el edificio. Valdeiglesias lo
señaló en sus memo­
rias al decir que «nuestro Estado nacional sindicalista ha sido,
sobre todo, un Estado pragmático, mucho más preocupado de
las realizaciones concretas que de las especulaciones doctrina­
les» ( 11 ), indicando que «el abandono del terreno de las ideas
! al enemigo vencido ... · ha sido la característica de nuestro ré-
gimen»

( 12).
«Son
las ideas las que conducen al mundo: a . su prosperi­
dad,
sin son verdaderas; a la catástrofe, si son falsas», escribía
Víctor
Pradera· (13), expresando de ese modo
una· verdad
que
ha sido repetida por el tradicionalismo
y la contrarrevolución,
pero que muchas veces es echada en saco roto.
Porque de
nada
sirven unas pocas ideas, mal digeridas, sin contenido
·y sin con-
(11) José Ignacio llscobar, Marqués de Valdeiglesias, Asl e,npez¡J,
G, del Toro, Madrid, 1975, 2.' ed., pág. 331.
(12) Ib/d., pág. 340; cfr; págs. 175-187 y 325,340.
( 13) Víctor Pradera, El Estado nuevo, Cultura Española, Madrid,
1941,
3.' ed., pág. 21.
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EST ANISLAO CANTERO
tornos precisos, lanzadas al viento y que el viento se encarga de
desh,µ:er. Esas ideas. han

de
ser sólidas y han de calar, han de
enraizarse para pdder dar frutos. Sin ello, toda acción será ~­
posible,

ineficaz o malsana,
Tenemos ejemplos de ello. ¡Cuántos
.han llegado

al bando pro­
gresista o
filomarxista o

democrático que emprendieron el ca­
mino con buenos ideales! Al menos en su intención. Y, al cabo,
finalizaron, quizá sin percibirse de ello, en las filas del campo
contrario. Un

Lamennais, primero campeón del ultramontanis­
mo
y que, · al final, terminó su vida en el campo del liberalismo
· y de la democracia fuera de la Iglesia (14 ). Un Marc Sangnier,
que partió con el
ánimo de

recristianizar la sociedad y acabó en
el· campo del liberalismo y de la democracia, siendo condenado
por Roma (15). O un hoy
llamado partido
carlista, que
sólo

tiene el nombre, y en cuyas filas, sin duda,
han ido a parar
gentes de

excelentes intenciones. O algunos grupúsculos deno­
minados falangistas. O monárquicos de muy buenos
deseos que
han terminado por coronar a la democracia.
Ejemplos todos ellos de que las buenas intenciones, los bue­
nos deseos no bastan. Es preciso tener ideas y éstas
han de ser
verdaderas. Así se lo
ponía de

manifiesto Maurras a Marc Sang­
nier en famosá polémica, cuando frente a la «fe» de Marc Sang-.
nier, Maurras le replicaba que los buenos sentimientos, los bue­ nos deseos y un ideal
no. bastan

para construir, establecer
y
perpetuar el orden social, porque es preciso que las ideas que .
los
alientan sean verdaderas y tener en cuenta las lecciones del
pasado y la
reálidad presente, la naturaleza y la historia (16).
En cambio, si tomamos el ejemplo 'ele una obra que debe
(14) Cfr. Andrés Gambra, «Los católicos y la democracia», en el vo­
lumen Los católicos y la acción politica, Speiro, Maarid, 1982.
(15) Cfr. A. Gambra, op. últ. cit., Charles Maurras, «Le dilemme de
Marc Sangnier»,. en· La démocratie religieuse, Nouvelles Editions Latines,
París, 1978; le~ de Fabregtles, Le Sillon de Marc Sangnier, Librairie Acaw
démique Perrin, París, 1964.
(16) C. Maurras, op. últ. cit.
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IMPORTANCIA Y NECESIDAD DEL ESTUDIO
servirnos de estímulo, La Acción. Francesa (171 toda su fuerza
radicaba en las

ideas;
en demostrar racionalmente, científica­
mente,

por medio de .pruebas incontrovertibles, fruto del estu­
dio, dónde residían los males de Francia
y dónde se encontra­
ban las soluciones frente a ellos. Se podrá argüir que
La Acción
Francesa,
pese a todo, no consiguió el poder, ni consiguió el
restablecimiento de la monarquía ttadicional, antiparlamentaria
y descentralizada, que era fo que pretendía. Es cierto. Pero tam­
bién es cierto y no se
puede olvidar,
que tampoco consiguió
el
poder ningún otro grupo de la «derecha». Y La Acción Fran­
cesa estuvo a punto de conseguirlo; mejo dicho, pudo conse­
guirlo la noche
del 6

de febrero de
1934, durante los desór­
denes, las protestas
y el cerco a que estaba sometida la Repúbli­
ca a consecuencia del «asunto» Stavisky.
Muchos. le reprocha­
ron

a Maurras, sobre todo los activistas -desconoc,iendo que
si
algo faltó no fue· precisamente Maurras-, el no haber dado el
paso

definitivo cuando
el golpe
de
fuerza era
posible. Y aban­
donaron las filas de
La Acción Francesa para formar otro gru­
pos de acción que, al
final, no sirvieron sino para disminuir la
fuerza de
La Acción Francesa y, por ello, de la causa que pre­
tendían defender o para terminar colaborando con
el invasor
alemán. Y, desde luego, no se puede olvidar que
La Acción
Francesa
constituyó el núcleo formativo de dos generaciones de
franceses que se opusieron con toda su alma a la revolución, y
se pudo llegar a afirmar que la inteligencia, la vida intelectual
se habían pasado
a las

filas de
La Acción Francesá. Lo que,
ciertamente, no es poco.
Tomemos, aún, otro ejemplo, el de Acción Española (18),
(17) Cfr.· Charlos Maurras, Au signe de Flore, Les CEuvres Repré­
sentatives, París, 1931; Robert Havard de la Montagné, Histoire de L'Ac­
tion Fran,aise, Amíot-Dumont, Patís, 1950; Je~n de Fabl'egUes, Charles
Maurras et son Action Franqai*, Librairie Académique Perrin, París, 1966;
!\Jbert,
Marty, L'Action Franqaíse racontée par elle:_me111e, Nouvelles EdiR
tions Latines, París, 1968.
(18)
Cfr. Eugenio Vegas Latapie, Memorias políticas. El suicidio Je
la Monarquía y la Segunda República, Planeta, Barcelona, 1983; Javier
Badía, «Acci6n Espaíioltt: µna aproximaci6n hist6riro-ideol6gica», en Vérbo,
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EST ANISLAO CANTERO
que si tuvo vida temporal efímera en cuanto revista y· sociedad,
pues

se extendió de diciembre de 1931 a julio
.de 1936,
y
de la
que en
1937 Franco

escribió que «representó, en el transcurso
de los últimos años, el refugio donde
encontraron asilo

los es­
forzados paladines

de
. la inteligencia

puesta al servicio de la Pa­
tria» ( 19 ), su importancia
doctrinal e

intelecrual en
el naci­
miento del 18 de julio fue grandísima, tanto por sefialar cuáles
eran los males que padecía España y dónde estaban
sus: causas,
como

por señalar
cuáles eran

los principios básicos en los que se
encontraría remedio. Por consiguiente, si las ideas verdaderas son
las que con­
ducen al mundo, ¿cómo se logra hacer que las buenas ideas,
las ideas verdaderas calen?
En primer lugar, y como base fun­
damental, sabiendo con precisión cuáles son las buenas ideas y
cuáles no

lo son. Para ello hace falta el estudio que nos capa­
cita para

saber por qué son buenas, por qué son verdaderas.
¿Cómo vamos
·a lograr que

echen raíces e imperen si no somos
capaces de
deniostrar su

bondad y su
virtualidad? Maurras
de­
cía que la bondad de la Monarquía se demostraba como un teo­
rema y que la democracia no era más que una idea falsa (20).
No era una afirmación sentimental, sino una
verdad a
la que
había llegado

tras un método
empú-ico y
el estudio de la reali­
dad y de la historia.
¿ Y cómo vamos a poder .difundir esas ideas con un mínimo
de

rigor
y de coherencia si las desconocemos? Tomemos otro
ejemplo:
el de las autononúas (21). ¿Cuántos, hoy, en el cam­
po de la «derecha», o en el campo «nacional» son hoy partida-
núm. 217'218, julio-septiembre de 1983; F. J. Femández de la Cigofia,
«Acción Espafiola y el franquismo», en Verbo, núm. 229~230, octubre-di~
ciembre de 1984.
(19)
Francisco Franco Bahamonde, autógrafo en Acci6n Española, 89,
Antologla,
pág. 19; .
(20)

Charles
Maurras, De Démos a César, Du Capitole, París, 1930,
vol.
I, págs. 42-43; I.es Princes des NuJes, Tallandier, París, 1928, pági­
nas

64, 184.
(21) Cfr.
Miguel Ayuso, «La evolución ideológica en tomo al cen­
tralismo•, en Verbo, núm. 215-216, mayo-junio de 1983.
:32
Fundaci\363n Speiro

IMPORTANCIA Y NECESIDAD DEL ESTUDIO
rios de las autonomías? Y la bandera de las autonomías es una
bandera
tra,dicionalista y

contratrevolucionaria. Lo que ocurre
es que hemos perdido
el significado de las palabras, ya no sabe­
mos que es
lo que expresa la palabra autonomía y, ante una iz­
quierda que alza esa bandera, trastrocando el sentido de esa pa­
labra, consideramos nuestra obligación abominar de las autono­
mías. Y estaría bien
siese rechazo se

refiriera al gato por liebre
que no están dando
y, reivindicáramos, al mismo tiempo, las
verdaderas y auténticas autonomías. Ocurre lo mismo que antes ocurrió con la libertad,
ql\e como

bandera fue
,rizada por
la
Revolución, pero con un significado bien diverso al genuino de
la libertad, arrastrando en su movimiento a algunos que ha­
biendo perdido
el ejercicio de sus libertades concretas por un
centralismo borbónico, y que creyeron que la libert.ad de la
Revolución era
el retorno de sus libertades perdidas.
Y por no saber deslindar las cosas, por no saber dónde se
encuentra la verdad y desconocer
la realidad, por no saber,.· en
definitiva, en

qué consiste la
a,¡tonomía, por
no haber estudia­
do, podría
oéUrrir, bien

que rechazáramos toda autonomía,
ha,
ciéndonos

de esa manera defensores a
. ultranza
del centralismo,
con
lo que caeríamos en el campo de 'la revolución o, que, por
aceptar que
la autonomía es buena, porque la defendieron an­
tes que nosotros nuestros antepasado~ contrarrevolucionarios y .
tradicionalistas, acabáramos. defendiendo las autonomías que hoy
nos proponen, como antaño por defender la libertad los bor­ gofiones acabaron en el campo de
la Revolución, debido al equí-
. voco formado en torno a la palabra libertad ( 22 ).
Para evitar todas estas cosas no
hay más remedio que de­
dicarse a estudiar; dedicarse, es decir, entregarse
al estudio
de
aquellas cuestiones vitales para nuestro objetivo. Sólo de este
modo será posible
. que

las buenas ideas calen, arraiguen, se ha­
gan vida. Así, pues, una formación básica nos dará los elemen­
tos necesarios para tener algunas buenas ideas, algunas ideas ver-
(22) CTr. Francisco Ellas· de Tejada, El Franco-Condado hispánico,
Jurra, Sevilla, 1975, 2.• ed., pigs; 190..197.
33 3
Fundaci\363n Speiro

EST ANISLAO CANTERO
daderas. Pero ello no es suficiente. Antes decía que, por des­
gracia, todo o casi todo está por hacer. Hoy
es,tá de
moda ha­
cer referencia a
la herencia recibida para justificar los propios
fracasos

y la propia incapacidad. Pero, los que aluden a ella, no
tienen derecho. a quejarse, porque han recibido la herencia en
las mejores condiciones para ellos. El ambiente, las institucio­
nes,
la falta de formación, el materialismo y la idolatría de sí
mismo, todo está a su favor. Nosotros, en cambio, sí podemos
decir que nuestra herencia es parca. Par-ea, como decía antes,
en cuanto que todo o casi todo está por hacer. Pero grande si
nos con,ideramos, como lo somos, herederos de la
unica tradi­
ción

que vale, de la única tradición que cuenta: la de la España
católica, tradicional, contrarrevolucionaria y misioneta, fundado­
ra de civilización, cultura y progreso ( 23 ).
Por ello,
siotiéndonos nuevos
conquistadores y nuevos
mi;
sioneros,

hemos de
edificar y reedificar casi
todo el
edificio.
Para

ello es necesario, también, saber cuáles son.
los problemas
concretos y cuáles su'S soluciones. Y, para ello, es preciso el es­
tudio. Un estudio aplicado a cuestiones más específicas que aquel
que se refiere a los grandes principios.· Es cierto que éstos son
fundaméntales. Pero no son suficientes. Si mañana tuvierais el
poder, un mañana tan próximo como el día siguiente a hoy,
¿qué haríais? ¿Cómo
gobernaríais?
La

buena voluntad y los
bueno; deseos
no bastan. Tenemos
el ejemplo de muchas repúblicas hispanoamericanas que, perió­
dicamente, como un péndulo, van de un lado a otro. Aun en
el
supuesto de lograr cambiar el sistema, es decir, de abolir la de­
mocracia, hay que
resolv,r muchós
problemas de toda índole:
económicos, industriales, educativos, etc. Y, sobre
toclo, lograr
la
victoria en

el ámbito de las ideas que harán posible el
re­
torno

al orden social, de tal modo que haga. parecer a nuestros
descendientes que la revolución,
la democracia, no fue más que
(23) Cfr. Rafael Gambra, La monarqula social y representativa en
el pensamiento tradicional,
Sala, Madrid, 1973, 2.ª ed.; Francisco EHas
de Tejada, La monarqula tradicional, Rialp, Madricl, 1954.
34
Fundaci\363n Speiro

IMPORTANCIA Y NECESIDAD DEL ESTUDIO
un paréntesis en nuestra historia; una pesadilla que desapareció al concluit los
sueños.
Porque

frente a lo que algunos pudieran
pensar, el proble­
ma no es un problema
de «orden público», ,sino de orden so-
. cial. Es este el que está a punto de naufragat en medio de la
tempestad levantada por la modernidad.
Y· si
bien nada más
lejos de
nQSotros que

pensar que
la violencia es mala, «venga
de donde venga», pues creemos que hay violencia buena,
nea,.
saria

para restablecer
el orden social y conservarlo, no es me­
nos

cierto que la violencia, la fuerza,
por sí
sola no basta; es
insuficiente (24 ).
Y
la historia lo confirma plenamente. Así, por ejemplo, Do­
noso Cortés, en un famoso discurso, el 4 de enero de 1849, jus- ·
tificó

y defendió los poderes especiales de
la dictadura de Nar­
váez (25). Pero dos años después,
el 30 de dici~bre de 1850,
la condenó. Como él mismo explicó, lejos de restablecer el or­
den, contribuyó al desorden (26). Faltó saber qué es lo que ha­
bía que hacer, qué había que defender y cómo había que ha­
cerlo.
Y algo parecido se volvió a repetir con Primo de Rivera.
oa¡raños después

viene la República y, con ella, la revolución.
H~bía faltado

una labor efectiva, sobre
todo en

el
plano inte­
lectual,

dirigida a restablecer
el orden social verdadero ( 27 ). Lo
que nos indica que la sola fuerza no basta; es necesaria una for­
mación que guíe
la acción. Saber que esa .fuerza, aun' ejercida
en servicio del orden y con medios legítimos, no puede
limitar­
se a sí misma, Saber que la batalla es, sobre todo, doctrinal,
(24) Cfr. Estanislao Cantero, «Fortaleza· y violencia», en el ·volumen
Contemplaci6n y acci6n, Speiro, Madrid, 1975, o en Verbo, núm._ 114;
abril de 1973.
(25) Juan Donoso
Cortés, «Discurso
sobre la dictadura», en
Obras
completas, BAC,

Madrid,
1970, vol. II, o en Verbo, núm. 8 (1962),
(26) Juan Donoso
Cortés, «Discurso sobre la situación de España»,
en Obras completas, II, o en Verbo, núm. 12 (1963),
(27) Cfr. Eugenio Vegas Latapie, «La causa d¿ mal», en Escritos po­
Uticos, ed. cit., págs. 205-206, o en Verbo, núm. 145-146, mayo-julio de
1976, págs, 599-600,
35
Fundaci\363n Speiro

ESTANISLAO CANTERO
que son las ideas, falsas o verdaderas, las que a la postre deci­
dirán la cuestión.
Así, si

volvemos a
la hlstoria de Francia, en la noche del
27 de enero de 1889, tras ser elegido, en París, diputado por
244.000 votos frente a 162.000 del candidato ofical, el gene­
xal Boulanger estuvo a punto también para tomar el poder. La
opinión pública francesa le seguía, el gobierno estaba práctica­
mente rendido,
entrégaid:o. No

había
más que
tomarlo, dar un
paso
final para hacerse con él, tranquilamente, sin oposición, sin
derramamiento

alguno de sangre y entre
las aclamaciones
de la
multitud que gritaba: ¡Al Elíseo, al Elíseo! Pero, ¡ah!,
el bou­
langismo era

un gigante con pies
de barro. Se carecía de doc­
trina que justificara
el paso final. El que la multitud pedía a
gritos. Pero
no se hizo nada. Boulanger no se movió. Y tuvo que
salir·
de Francia camino del exilio (28).
Análogamente, constituida en Francia la «Liga de la Patria
Francesa», en
la que se agruparon miles de franceses eminen­
tes, uno de sus fundadores señalaba. «Ahora, para utilizar todo
esto harían falta ideas» (29). De esa carencia de ideas, poco des­
pués, nacía la revista
Acción Francesa.
Y es que la restauración del orden social no es sólo un pro­
blema de fuerza o de violencia, sino de saber haoer. Es decir,
hay
·que sabét que

hay que combatir las causas y no sólo los
efectos y,
paxa ello, es preciso sabét cuáles son esas causas y
por
qué producen esos

efectos,
lo que es tarea de la inteligen­
. cia, de
la formación; en

una palabra, del estudio.
Los erróres más que los vicios son los que corrompen a los
pueblos, ha repetido con frecuencia Eugenio Vegas, haciendo suya
la frase

de
Le Play. La Revolución, la democracia, el so­
cialismo, avanzan principalmente gracias al error que se ha in­ troducido en la mente
humana. De

ahí que sea necesaria una
(28) Cfr. Notas preliminares a la ttaduccl6n española de Encuesta
sobre
la Monarquút, de Maurras, Sociedad General Espaiiola de Librerfa,
Madrid; 1935, págs. XVIII-XXV; Jacq_Ues Bainville, La Tercera República
Francesa, Doncel, Madrid, 1975, págs. 93-111.
(29) Cfr. C. Maurras,
Au signe de Flore, ed, cit., pág. 102.
36
Fundaci\363n Speiro

IMPORTANCIA Y NECESIDAD DEL ESTUDIO
labor formativa, sin la cual no es posible combatirla, taoto para
evitar nuestra propia
contaminación, como
para procurar
la des­
contaminación de

los demás, tarea previa para conocer la verdad.
Nuestros círculos y centros de estudio no son la respuesta
a todos esos problemas. Pero son una respuesta. Una parte de
la respuesta. Por ello tenemos que ser conscientes de su im­
portancia y de su valor. De su
buen funcionamiento

y
de su
misión, verdaderamente importante y trascendental en estos
tiempos_ Y

hay que ser conscientes de nuestras limitaciones.
Hay que empezar poco a
poco, pero sin desfallecer, con perse­
verancia. Sin que nos desaliente el no ver «grandes resultados». Pasando de los círculos a los centros de estudio, conscientes
siempre de
la importancia del estudio.
El desánimo, por tanto, no puede encontrar lugar entre
no­
sotros. Para;,ello hay que ser realistas y ver que, a corto plazo,
muy poco
es

posible. Sobre todo muy poco es posible de con­
seguir que

esté en nuestras manos. Si sómos conscientes de
esto
.
no

nos desanimaremos. Volvamos otra vez a
la historia. ¿Por qué el enemigo está
hoy donde está? Porque las minorías dirigentes fueron ganadas, poco a poco,
por las ideas de
la Ilustración; porque fueron convertidos a
ellas (30). A partir de ahí, la difusión de esas ideas y la preten­ sión
dé establecer la .sociedad conforme a ellas fue ganando te­
reno y verificándose la progesiva aceptación dé esas ideas, pri­
mero aceptándose las palabras y tras ellas los nuevos conceptos que encerraban. Y ese avance lo consiguió con la «legalidad» de su
parte, con oposición, desde luego, pero sin que la revolución mis­
ma formalmente constituyera una sublevación
.. Es

decir, la revo­
lución, el enemigo ha llegado a la situación actual debido a la fuerza de las ideas, de unas falsas ideas que han ido minando la sociedad. Y
si-nos

interrogamos acerca de cuánto ha tardado en
(30) Cfr. Paul Hazard, El pensamiento europeo en el siglo XVIII,
Guadarrama, Madrid, 1958; La crise de la conscience -européenne, Galli­
-mard, 1968 (hay traducci6n española, Pegaao, Madrid, 1941); Eugenio Ve­
gas Latapie, -La causa ...
37
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ESTANISLAO CANTERO
lleg3r a ocupar las posiciones actuales, veremos que ha tardado, cuanto menos, dos siglos largos.
Poco si
consideramos que nuestra
Reconquista tardó
.ocho siglos.

Por ello no hemos de desanimar­
nos. Al contrario, ha
de servirnos de estímulo si queremos pa­
recernos a quienes,
durante ocho
siglos, forjaron España.
~or consiguiente, si continuamos este camino que hemos
emprendido, el de los círculos y centros de estudio, estamos en el
buen camino. Será el punto de partida para una acción que me­ rezca la pena; para una acción que puede dar frutos duraderos
y que pueda triunfar, continuándose sin necesidad de que pe­
riódicamente haya que comenzar casi desde cero.
'Casi pára

terminar, creo importante salir al paso de una
objeción. Algunos,
,o muchos, piensan que eso del estudio no va
con ellos. Piensan
que los
que han de
est~diar son
los demás,
«los otros». Pero lo que nosotros no hagamos,
tafüpoco lo

ha­
rán los otros; lo que nosotros no estemos dispuestos a realizar tam­
poco lo harán los demás. Y no tendremos derecho a exigirles
algo
que· nosotros rehusamos. Nuestra tarea es el servicio a una causa.
Estamos aquí para servirla y no para servimos de ella o para
exigir a los demás que la sirvan, renunciando nosotros a ello. Y
a la causa hay que servirla con toda nuestra fuerza. Y hemos
de ser conscientes de que parte de ese servicio está constituido
por el estudio. Aunque pueda resultar duro y se nos haga cues­
ta arriba. Y es algo que nos corresponde a todos. No de la mis-.
ma manera, no , respecto a las miSmas cosas y con la misma in­
tensidad, per,o si todos estamos abligados a estudiar, al menos,
los principios fundamentales que consrituyen nuestro ideal. Es una postura
egoísta, nada

solidaria echar el estudio sobre
las espaldas de los demás. Y es, además, y como vimos, una postura ertónea y perniciosa. No basta con decir, y digo bien
decir, que se combate por Dios o por España. Hay que hacerlo
realmente. Hay que combarir de verdad por Dios y por España.
Y ello significa hacerlo y no decirlo creyendo que se hace. Y
la primera obligación del cambariente es saber
cuáles son los
fundamentos

de nuestra
fe y de nuestra patria y lo que esto
exige.
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IMPORTANCIA Y NECESIDAD DEL ESTUDIO
De esta manera, pues, creo haber puesto de relieve la signi­
ficación
y la importancia del estudio. Pero ni que decir tiene que
el estudio mismo tiene unas exigencias, si se quiere que sea mí­
nimamente
eficaz.
El estudio no puede ser en tiempos perdidos;
no se puede dedicar al estudio
el tiempo que queda, si es que
queda alguno, después de haber hecho todas las demás cosas.
Tenemos que ser conscientes de que
el estudio es una necesidad
como
lo es el dormir o el comer y hemos de considerarlo de esa
manera. Y, por ello, concederle una atención regular, periódica
y sostenida. _
Así, pues, ¡adelante!, a continuar nuestra labor en los círcu­
los y centros de estudio, realizando con ellos y en ellos una ac­
ción cultural a través de los círculos de estudio, procurando su
expansión y su difusión, atrayendo .a ellos a nuestros aniigos,
ayudándoles y convenciéndoles de que establezcan otros, cons­
cientes de que esa es
la acción

más
eficaz que _ está
en nuestra
mano realizar. Porque hay que ser conscientes, como escribía
Maurras en 1904, de que «cuando no se tienen tropas que su­
blevar ni masas que -dirigir, perinanece la teoría como el mejor
medio de actuación» (31).
¿Qué
la Virgen María nos ayude y nos dé fuerza para esta
tarea!
(31) Charles Maurras, «Mademoiselle Monk», en Romantisme et Ré­
f!Olution,
Nouvelle Líbrairie Nationale, París, 1922, pág. 219.
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