Índice de contenidos
Número 231-232
Serie XXIV
- Textos Pontificios
- Aniversarios
-
Estudios
-
Importancia y necesidad del estudio
-
Ideología y religión en la Hungría de hoy
-
De la «independentzia» a la «burujabetza»
-
¡Demasiado Estado! ¿Menos Estado?
-
Meditación de la Revolución francesa (I)
-
Temas de la literatura utópica. Sus consecuencias en el pensamiento urbanístico de los siglos XIX y XX
-
El orden natural: fundamentos
-
El P. Victorino Rodríguez, O.P. y la escolástica, hoy. Presentación del libro «Temas-clave de humanismo cristiano»
-
Cómo pensaba un fraile español en tiempos de la Revolución francesa
-
- Actas
- Ilustraciones con recortes de periódicos
-
Información bibliográfica
-
G. W. F. Hegel: El sistema de la eticidad
-
Alexis de Tocqueville: Recuerdos de la Revolución de 1848
-
Manuel de Santa Cruz: Apuntes y documentos para la historia del tradicionalismo español (1939-1966)
-
Francisco José Fernández de la Cigoña: Jovellanos. Ideologías y actitudes religiosas, políticas y económicas
-
Germán Arciniega: América en Europa
-
C. Alberto Roca: Vida del Cardenal Arzobispo Cirilo de Alameda y Brea
-
- Crónicas

Autores
1985
El orden natural: fundamentos
EL ORDEN NATURAL: FUNDAMENTOS
POR
PATRCIA s. MARTINEz Pl!RONI
Psicopedagoga.
SUMARIO: l. DIMENSIÓN LÓGICA: A) definición de loo términos «ordeo
natural».-!!.
DIMENSIÓN METAFÍSICA: . A) Explicación de la realidad
por sus causas últimas.-BJ Negación · de la realidad por sus causas
próximas.-C) Imposibilidad actual de! hombre autónomo para acce
der al ordeo sobrenatural.-D) Negación del Ser y primacía de! De
venír.-III. DIMENSIÓN ANTROPOLÓGICA: A) Definición de los térmi
nos «persona humans».-B) Explicación de la realidad humana por
sus causas últimas.--C) Negación de la realidad humana por sus cau
sas próximas.-D) Impooibilidad de acceso al ordeo sobrenatural en
la
actual antropología cristiana~E) Negación de la naturaleza huma
ns (ser) y primada de la realización (devenir).-IV. DIMENSIÓN ÉTI·
CA: A) Contemplación y fidelidad.-B) Acción y pleniDid.-V. CON·
CLUSIÓN: A) Sujeción y Restauración.
l. DIMENSIÓN LÓGICA.
Al decir de Gustave Thibon, «el hombre de nuestro tiem
po es una rara mezcla de avidez en
la superficie y de indiferencia
en el fondo» ( 1 ); de
ahí que nosotros mismos, imbuidos de este
clima espiritual, seamos, en ciertas
oca¡¡iones, prontos al
deta
lle superficial
y perezosos ante la profundidad de las cosas. Es
por ello necesario, en primer lugar, iniciar nuestra exposición,
. dejando sentado, como postulado primero, el necesario esfuerzo
intelectual que hemos de seguir para desentrañar
la riqueza del
(1) Thibon, G., El equilibrio y la arman/a, Rialp, Madrid, 1978,
pág. 181.
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PATRICIA S. MARTINEZ PERONI
telllll que nos proponemos considerar. Esfuerzo de la inteligencia
para desvelar la esencia última del orden natural ...
y esfuerzo
de
la voluntad, para no replegarse en su cómoda debilidad, sino
purificarse en
el querer entender de aquel que se propone al
canzar el
fin establecido. Para lo cual es menester no
sólo el si
lencio exterior sino, primeramente, · el silencio interior de las
potencias espirituales en
cada uno de nosotros: recordando que
«el ruido no hace bien» para
la concentración interna, como ex
presara San Francisco de Sales. Y una
vez aclarado
esto, comenzaremos por indagar sobre
los téitninos que enuncian este tema, para acercarnos, en una
primera mirada, al concepto lógico que se contiene en los vo
cablos «orden natural».
Recogemos del Doctor Angélico
la noción de «orden» como
«la unidad resultante de
la conveniente disposición de muchas
cosas» (2). Es
la pluralidad, reducida a la unidad mediante el
ordenamiento de los fines. La ley de
la finalidad es inseparable
de todo lo que diga relación al orden. Consiste en estar cada cosa en su sitio y cumplir todas su
fin.
El orden . universal es la armónica dirección de todas las
cosas al
fin que Dios señaló, como Supremo Ordenador, y ex
trapolado al ámbito teológico cristiano, no es otra cosa más que
el «Principio y Fundamento» de San Ignacio de Loyola: «El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios
Nuestro
Señor y mediante esto salvar su alma; y las otras cosas
sobre la haz de
la tierra son creadas ·para el hombre, y para que
le ayuden en la prosecución del fin para el que es creado».
La multiplicidad de los seres de Ia creación, entre los cua
les se halla el hombre, se unen en la finalidad última de alaban
za a su Creador, a
través de
la fidelidad. al cumplimiento de los
fines de su propia
existencia.
Pero
advertimos que esta unidad, propia del orden, surge
de
la diversidad, y es aquí donde aparece el segundo concepto
a considerar, a saber, el término «natural».
(2) Santo ,Tomás de A~o, Contra Gentes, IlI-71.
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EL ORDEN NATURAL: FUNDAMENTOS
El orden natural se explicita en el concepto de naturaleza.
Esta, en sentido
filos6fico, significa que
cada ser está
regido por
leyes
inmutables, por principios dinámicos que
corutituyen su
existencia,
es decir, que lo hacen ser lo que es.
Es verdad que
las cosas cambian, pero
·es verdad
también que, por debajo de
los
· cambios,
hay
algo que
permanece.
El hombre encuentra dado ese orden, no lo inventa, y, por
eso mismo, se ve llevado a inquirir por su origen. Llegamos,
así, a
la existencia de un Ordenador, y de unas leyes naturales
que tienen su origen o fundamento más allá de sí mismas, es
decir, en la ley eterna o divina. El orden natural, en consecuencia, es lo establecido por el
Ordenador
Supremo al
crear el mundo.
Hay un orden natural y
hay, además,
un orden sobrenatural.
Ambos
exaltan y
revelan la
íntima unidad de Dios, tanto ad
intra como ad extra, reflejando a qué grado de perfección y ele
vación
puede ser llevado el orden natural, informado por la
gracia.
II. IlmENSIÓN METAFÍSICA,
« ¡Ah, si supiésemos atravesar la corteza de las cosas! ... Pero,
hasta los mejores tienen cerrados los ojos, como los apóstoles
en
Getsemaní» (3
).
Debemos huir de nuestros ojos cansados y aprehender a
per•
cibir
con nuestro entendimiento más allá de la corteza o de lo
fenoménico, y anclar así en el misterio profundo
y último de la
realidad misma. Para esto hemos de valernos de la filosofía
como forma superior del saber humano que indaga las causas de las cosas, fruto de demostración. Y en especial de la meta
física, como auténtica sabiduría que desvela el ser, señalando
la dimensión transfísica de la realidad, ese aspecto profundo,
ubicado «más
allá» de
lo sensible, aunque se dé en lo posible.
(3) De la Bigne, M.: Satan4s en la Ciudad, Eclit. Prensa Española,
Madrid, 1968, pág. 29.
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PATRICIA S. MARTINEZ PERONI
Así comprenderemos a Chesterton cuando advierte que «la
profunda
crisis dd mundo moderno no es tanto la consecuencia
de errores nuevos, sino
d efecto de olvidar
antiguas verdades».
De
ahí la necesidad de retornar a las fuentes de la sabiduría,
para «penetrar
d vínculo
misterioso que une al hombre con su
mundo
y su tras--mundo. Esto es, las raíces existenciales -his
tóricas y sagradas---'-dd auténtico vivir humano, frente a las
realizaciones masificadoras
de una razón desencarnada y de un
falso humanismo abstracto que traiciona
d verdadero destino
dd hombre»
( 4 ).
A través de la simple observación,
d ser
humano tiene la
posibilidad de captar la realidad existente, la cual se presenta
de un modo ambival.,;,te, y, a veces, aparentemente contradic
torio. Es esta supuesta antinomia, en verdad, una complemen tariedad, siendo por un lado
la misma realidad inmutable y fija,
y, por
otra, cambiante e inestable.
Es
por esta permanencia · sustancial que advertimos la exis
tencia_ de un orden, ajeno a la voluntad humana, y por esa evolu
ción accidental, la posibilidad de mutaciones en orden a la misma
perfección.
Existe
una creación con una jerarquía de seres, los cuales
· se
presentan con idéntica unidad de fines ( cumplimiento de las
leyes establecidas por Dios), pero con diversidad de naturalezas,
lo cual los hace esencialmente distintos. Nos basta d contem
plar los minerales, los vegetales, los animales irracionales y
d
propio
hombre, en
d mundo físico, para
detectar la evidencia
de esta afirmación sustancial. Este orden natural, con sus leyes
natur;.ies, nos
refleja
la
existencia de un orden divino con su ley eterna, promulgada
desde
antes de comen.zar a existir nada, al principio de todos
los tiempos. El mundo de los seres corpóreos reclama la pre sencia de uu Ser simple
y absoluto, causa primera y necesaria
de todo lo
existente'.
(4) Gambra, R., El silencio de Dios, Edit. Prensa Española, Madrid,
1%8, pág. 29.
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EL ORDEN NATURAL: FUNDAMENTOS
El intelecto humano nos descubre, así, lo que ya el paga
nismo
atisbó mediante la razón, principalmente los griegos, y
los cristianos confirmaron, elevándolo por
la fe y la gracia, a
saber,
la existencia de un Dios creador y providente.
Pero esto que en las edades antigua y media era el pan
de
cada día, es ignorado y negado positivamente en la época mo
derna y contemporánea, con el más
radical antropocentrismo y
ateísmo práctico.
Esta desnaturalización es fruto de las ideologías vigentes
actualmente (liberalismo y
marxismo), cuyos
antecedentes re
motos los encontramos, históricamente, en el Renacimiento (su
pervaloración del hombre e incipiente soberbia colectiva),
afir,
ruándose
más
tarde con la Reforma protestante (primacía del
libre
examen que
introduce. el subjetivismo
ra<;ionalista), y
cul
minando con la Revolución francesa ( entronización de la razón
humana y de
la hipertrofia de la libertad). Este antropocen
trismo desencarnado del orden natural es el
que. gesta
al huma
nismo y ateísmo actuales. De esta manera presenciamos nuestra edad contemporánea, preñada en el siglo
XVIII por el iluminis
mo masónico, por el liberal-capitalismo laicista en
el XIX, y por
los socialismos materialistas y ateos del actual siglo xx.
Comprendemos de este modo
cómo todo
este movimiento
histórico-espiritual de conversión a las criaturas
y aversión al
Creador hunde
sus raíces en las profundidades metafísicas
y
teológicas. De ahí que desde el inicio sea un pecado contra el
orden sobrenatural que desordena· el mismo orden natural, ya
que como advierte
Marce! de Villeneuve: «La soberanía del
hombre es satánica, en cuanto pretende expulsar a Dios de
la
sociedad y proclamar contra El los llamados derechos del hom
bre, exactamente ignal que Lucifer pretendía sustituir a Dios en el cielo
y proclamar contra El los pretendidos derechos de
los ángeles rebeldes» (5). Como señala Gustave Thibon, «se acerca a gran.des pasos
la hora en que la idolatría del porvenir que
.no reconoce
otro
(5) De la Bigne, M., op. cit., págs. 121 y 123. 201
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PATRICIA S. MARTINEZ PERONI
dios que el 'hombre mismo, le ocultará la eternidad... y ésta
será la suprema prueba de
fe: ante el silencio de Dios, los
creyentes del mañana tendrán quizá que elegir entre la realidad invisible de una eternidad en apariencia, sin porvenir, y el
es
pejismo brillante de un porvenir sin eternidad» ( 6 ).
Y quizá parezca radicai el planteamiento al afirmar la
des
trucción
del hombre mismo por el alejamiento del orden
natu
ral,
como consecuencia de su abandono de
Dios. Pero es ma
nifiesto
que este desorden ha
trasttocado a
las mismas insti
tuciones encargadas de la custodia y fidelidad del
orden inmutable,
apareciendo
hoy no sólo las sociedades y los estados en verti
ginosa decadencia, sino
· también
la misma Iglesia de Cristo,
ma
nipulada
por el espíritu de las tinieblas. A la herejía protestante
en la época moderna, sucede la herejía progresista en nuestra
época contemporánea. El ertor y la infidelidad a la
fe se repi
ten;
protestantes y progresistas buscan otra
Iglesia. Nuevamente
el
desorden a nivel sobrenatural y natural, la autonomía de las
causas segundas (creaturas) frente a la Causa Primera, que es Dios (Creador). Esta es
la metafísica del progresismo, cuya
esencia es la secularización. Por todo esto concluimos, en este
· segundo
punto, que si
la
realidad nos revela la existencia de seres y un Ser inmutable,
a lo
cual accedemos por el entendimiento y perfeccionamos por
la fe, las ideologías (racionalismo) y la actual herejía progresis
ta (infidelidad a la fe), nos enajenan de lo real. Negado
el Ser
inmutable y absoluto,
la creación ya no tiene principio ni fin,
y cualquier azar o evolucionismo se justifica como principio y
fundamento del desorden existencial que hoy en día impera. Y
negada la uuidad de los fines, establecida por
el Supremo legis
lador, se enturbia. la diversidad propia de
la multiplicidad de
naturalezas creadas ... y ante la confusión, como fruto la
anar
quía
real... y ante
el desorden, como justificación racional: las
utopías,.. y, como consecuencia última, «la promesa de un pa-
(6) Thibon, G., Prólogo a El ,ilencio de Dios de R. Gambra, pági
nas 14 y 15.
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EL ORDEN NATURAL: FUNDAMENTOS
raíso que sólo úene un defecto: ¡es imposible!, y para peor,
impide
la .felicidad posible» ( 7 ).
En síntesis, negado el Ser ( orden natural
y sobrenatural),
surge la
primacía del devenir... el cambio por el cambio mismo.
Asistimos
al apogeo de
la «Dialéctica» a todos los niveles: re
ligoso, filosófico,
políúco, económico y militar. La
praxis ha
aniquilado a
la contemplación; Marta ha desplazado a María
en la ceguera de su acúvismo, incapaz de silencio ante Dios y
ante
las cosas ... No existe el Ser; en consecuencia, no existe
la
Unidad,
la Verdad ni el Bien.
fil. DIMENSIÓN ANTROPOLÓGIG&.
En una primera aproximación a la realidad humana descu
brimos
que
iznthropos en griego significa hombre, y el vocablo
expresa «el que
mira hacia
arriba». Los romanos, más prácúcos,
llamaron al hombre
homo, cuyo origen es «humus», es decir
«derra». Y así, según señala Abelardo Pithod,
el ser humano
es
anthropos
y homo. Ser del cielo y de la úerra. El ·hombre es
un
ser compuesto de cuerpo y alma espiritual.
Adentrándonos a nivel filosófico, aprehendemos que ante
todo es criatura ( causa segunda, contingente
y dependiente de
la Causa Primera que le da su existencia y naturaleza). Ahora
bien,
aunque
es un ser corpóreo,
· integrante
del mundo
físico,
transciende
este ámbito por su naturaleza específica y se eleva
al mundo metafísico de la religi6n, la moral y la cultura. De
ahí, la conocida expresión de Boecio al decir que «persona es
la sustancia individual de naturaleza racional», lo cual, aseve
rado por
la Revelación sobrenatural, nos manifiesta al hom
bre como
imagen viva
de Dios ( naturaleza espiritual, partícipe
de inteligencia
y voluntad) e hijo suyo (naturaleza sobrenatu
ral, partícipe de la gracia de
la Redención).
(7) Pithod, --A., Curso de Doctrina Social, Cruz y Fierro Editores~
Buenos Aires, 1979, pág. 20K
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PATRICIA S. MARTINEZ PERONI
Este -microcosmos, como lo denominaban los griegos, no es
un ser clausurado en la inmanencia del mundo físico, ya que,
como afirmara Santo Tomás de Aquino,
el hombre no está in
jertado en un mundo al que de por sí serla ajeno; por el con
trario, el mundo es su ámbito propio,
_ del que constiruye a la
veJ< la
síntesis y la
culminación. Está - sujeto a
las leyes físi
cas, como todo ser corpóreo, por ser él mismo un cuerpo; posee
vida, como los vegetales, y está sometido a las exigencias bio
lógicas;
tiéne sentidos
que le
-permiten conocer
y sentir, a la
vez que posee instintos,-como los aoima]e!i:.. Pero ~ende a
los demás seres, por su capacidad de comprender ( entendimien
to) y de
amar (
voluntad), propio de su interioridad espirirual.
De
ahí que todo el orden humano esté impregnado por esta
dimensión espirirual, propia de su ser. Por ello, la concepción
de la sociedad, de la política
y de_ la economía se apoya en la
idea del hombre, es decir, en aquella parte de la filosofía que
recibe el nombre de «antropología». Y, a su
veJ<, la
idea
filo
s6fica del hombre o antropología es subsidiaria de la idea úl
tima que nos hagamos de lo real, es decir, del ser. A esto lla
mamos «metafísica». Advertimos, pues, que
la explicación de la realidad humana
por sus causas últimas (metafísicas) nos manifiesta la profun
didad y
riqueJ
la persona como tal.
Observamos, por tanto, que el hombre no tiene valor sola
mente por sus acciones ··(comer, reproducirse, sentir, conocer,
amar, etc.), ni por su~ hábitos (físicos o racionales), ni siquiera
por sus capacidades o potencias más espirituales ( entendimien to y voluntad), sino por su naturaleza
específica que
conforma
el sustrato último que explica su ser. El valor ontológico de la
persona humana radica en existir con una esencia determinada, a saber,
· como
una creatura compuesta de cuerpo material y
alma espirirual. El orden narural nos pone de relieve la estructura íntima
del hombre, como un ser cuya unión substancial de cuerpo y
alma
configura la
unidad última en la diversidad de partes ·cons
tirutivas que
posee.
_
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EL ORDEN NATURAL: FUNDAMENTOS
Nuevamente el fin del hombre, creatura cuya dimensión
trascendente
puja por alcanzar un Bien absolµto que le brinde
la felicidad plena y perfectiva, nos señala que
la unidad en la.
diversidad,
result.ante del orden de
la naturaleza humana, viene
implícita y
signada por la ley de la . finalidad. Y así como en
el universo la existencia de diversas naturalezas con unidad
.de
fines, nos- ponía en contacto con la Causa primera, autora ·de
cuanto existía, así también, ahora, la naturaleza humana recla
ma una Causa que sea su principio y fundamento existencial. Esta Causa eficiente
no. es .otra que
Dios y su divina provi
dencia.
De capital importancia es
el reconocimiento de esta Causa
primera y eficiente, ya que «si Dios no existe, todo está
per
mitido». como advierte Dostoyevski. Y, consecuentemente, ca
rece de fundamento
la ley natural y la ley divina; si se niega
al Supremo legislador que las promulga eternamente, tomándose subjetivo y arbitrario en el orden humano todo positivismo ju
rídico que
no traspase este ámbito. Por ello, como excelente
mente lo justiprecia
Rafael Gambra, «Los orígenes de las so,
ciedades
y
el sentimiento profundo de su tradición no son nun
ca ajenos a una inspiración religiosa... Sin religión no sutge un
pueblo, ni una cultura histórica del tribalismo primitivo.
De
ahí el rostro divino, sacralizado de toda ciudad histórica junto
al rostro humano que la hace personal y diferenciada» (8).
Pero, «cuando no se cree en Dios, no es por no creer en
nada, es por creer en cualquier cosa ... » (9) y, así, el hombre
moderno y contemporáneo, al
renegar de
su
. Creador,
se adhie
re a las ideologías como sustitutos idolátricos del porvenir. El
nuevo panteón se
halla presidido por los dioses vigentes en la
sociedad acrual: la libertad, la igualdad y
la fraternidad por
Occidente; el paraíso comunista,
el trabajo y el gobierno nomi-
(8) Gambra, R., «La ciudad y la realización», én Verbo (AxgenÍina),
núm. 114, septiembre de 1971.
(9) Chesterton, G. K., cit. en Mikael (Revista -del Seminario de Pa~
raná, Argentina), núm. 19, pág. 124.
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PATRICIA S. MARTINEZ PERONI
nal del proletariado por Oriente ... y, en ambos, el común de
nominador materialista, indiferentista y ateo.
Nuevamente
las ideologías niegan el orden natural en su
totalidad;
y en su particular concreción a nivel humano, al des
personalizar al hombre en un naturalismo individualista
y co
lectivista, según la cosmovisión que lo plasme.
La nueva religiosidad carece, por tanto, de faceta trascen
dente,
y todo gira ,en torno al valor «material», cerrando en un
inmanentismo absurdo el sentido último de la existencia hu mana. El
fin es el hombre por el hombre mismo, aunque éste
desespere en su finitud e imperfección. El hombre que amputa su tendencia
y posibilidad de per
fección fruitiva, a la vez que paradójicamente necesita más su
realización plena. Busca la felicidad sin límites, al tiempo que niega la fuente de la cual dimana. Tiene
sed de eternidad y
absoluto, mientras se revuelca en lo efímero y perecedero.
Al mismo tiempo, este antropocentrismo no deja de infec
tar al mismo orden que compete al· ámbito eclesial. Y a antes
hicimos mención del influjo deficiente del progresismo religio so en su proceso desacralizador, a través del vaciamiento del
orden teologal
y cardinal, como asimismo en su temporalismo
radical al encauzar
la· salvación
principalmente en lo histórico
social.
La nueva antropología cristiana propugna un plan salvífico
a través de las estructuras político-sociales, que actúan como sa
cramentos infusores de la nueva gracia. La militancia cristiana sólo se justiprecia en el compromiso
. con
los hermanos ( sean
judíos, masones
o mahometanos) para construir un mundo
nue
vo,
donde
la coexistencia pacífica ( no en · el orden, aino en la
tolerancia del desorden) sea el valor absoluto de caridad. Los enemigos del alma ya no existen; Satanás es un símbolo lin
güístico
y el infierno una metáfora bíblica; el mundo es un
aliado ocasional, cuando no un amigo acomodaticio;
y la carne
una pobre
víctima que clama
por sus derechos, denegados por
· una
religión con tabúes. ancestrales.
El progresismo nos oferta, pues, una religiosidad horizon-
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EL ORDEN NATURAL: FUNDAMENTOS
talista, dorule sólo existe Dios si está primero el prójimo; la
verdad, si. previa a ella hay sinceridad (aun de error); el bien,
si hay fraternidad tolerante y vivencia permisiva entre los her
manos.
En síntesis, que la posibilidad ,de acceso al orden sobre
natural se
halla truncada en esta Iglesia de los nuevos tiempos
que trata de salvarse en el mundo, y no, de salvar al mundo. Sólo en
la auténtica Tradición de la Iglesia, Madre y Maes
tra del militante católico, puede hallarse el alimento espiritual,
capaz de calmar
la sed de Dios, que el alma humana posee.
Concluimos en este punto lo que ya advirtiéramos al prin
cipio: negado el
ser de la naturaleza humana, prima su reali
zación (devenir) a tientas. Omitido su natural orden, con su
finalidad implícita, queda sólo
la anarquía de sus potencias que
se hipertrofian una tras otra
en'una carrera
sin sentido. Y como
fruto de
la confusión e incertidumbre, la angustia actual, la in
felicidad y
.el nihilismo.
Vivir por vivir, sin preguntarse por
qué, ni para
qué, sólo
vivir. . . aunque sea
morir a la eternidad.
IV. DIMENSIÓN ÉTICA.
«¡Alma, da cuanto poseas,
hasta las últimas sobras!
Tú, voluntad, date en obras;
tú, inteligencia, en ideas.
Y, al
fin, rendido, quisiera
poder decir cuando muera: ¡Señor, yo no traigo nada
de cuanto
tu amor me diera! ...
¡Todo lo dejé en
la arada
en tiempo de sementera!. ..
» (10).
(10} ];>emán, J. M,, cit. en A la conquista de tu personalidad, de
Goossens, A. (S. J.), Ed, Atenas, Madrid, 1954, pág. 260.
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Es la ética la ciencia que nos señala el fin último del hom
bre y los medios conducentes
al logro del mismo. Por ello de
ben buscarse sus raíces teológicas, metafísicas y antropológicas
·en
un
realismo acorde
al ser que manifiestan.
De
ahí que
la primera actitud es la contemplación de la rea
lidad y,
en ella,
la mirada dirigida a la misma persona humana.
La existencia del
alma espiritual que informa la cOrporeidad, nos
evidencia una
unión de
naturalezas incompletas, que juntas tien
den a idéntico fin. La perfección
de la creatura humana en la su
misión
a Aquel
que es perfecto y eterno, el Bien objetivo y úl
timo, que satisface y
dá plenitud,
aun subjetiva (felicidad) al
hombre en cuanto tal. Ahora
bien, este fin, por ser extrfusec0, debe ser alcanzado
para
poder ser poseído; de
ahí la tensión dinámica de la libertad
humana en vías de salvación. Implicando
el movimiento que las
capacidades o potencias se actualicen,
· por
lo
cual es necesario
.en
su
ejecución la presencia no
sólo de
actos, sino principalmen
te de hábitos perfectivos
que configuren una
segunda naturaleza;
restauradora de la primera en su imperfección. Así, a
la naturaleza
caída
por el pecado original y restaurada
por la gracia de la Redención,· se
le otorgará
su acabada confi
guración al regenerarla por el ejercicio de las virtudes, que se
rán .los medios
óptimos para conducirla a su
Principio y
Fun
damento últimos. Al decir de Romano Guardini, la auténtica
misión humana
consistirá en
la fidelidad a ser lo que realmente
se «debe ser», es decir, persona humana en plenitud. Por esto, que no implica la contemplación una pasividad es
téril, sino la primera fuente de dónde brotará toda auténtica ac
tividad. Y ésta
será, entonces, realización
perfeccionante, ya que
llevará a su término la riqueza latente de las capacidades propias
del hombre.
Sólo la
presencia de este organismo
natural· y
sobrenatural,
propio de las virtudes, hará capaces de heroicidad y santidad a cada uno de nosotros, ya que de ese orden interior brotará
el
sefiorío de s! mismo y la autoridad moral, necesarios para alcan
zar el
fin de nuestra existencia.
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EL ORDEN NATURAL: FUNDAMENTOS
V. CONCLUSIÓN.
La ética cristiana se funda en d orden natural; · éste, a su vez,
encuentra su fundamento en el orden divino, cuyo autor es Dios.
El ser humano no es libre respecto de ese orden,
est.á moralmente
obligado
a
seguirlo, ya
que puede conocerlo con su entendi
miento y debe querer su sujeción y restauración a través de su
recta voluntad.
Se debe, por tanto, .custodiar ese orden y combatir contra
aquellas ideologías y herejías que lo destruyen, ya que «el libe
ralismo, el socialismo y el comunismo son imposturas cteadas sobre una falsa concepción antropológica, y en virtud de ello
.de
tanto
en tanto deben volver temporariamente al orden natural
para poder
seguir subsistiendo,
porque las sociedades, como los
hombres, o expulsan de su seno a los cuerpos extraños o mue
ren» (11). De
ahí que, particularizado en el momento presente, y en
esta España de hoy, sea menester para todo ello que así como
un día se emprendió la conquista
de América,
con
la Cruz y con
la espada, como signo de riqueza en el orden sobrenatural y na
tural, sea, en esta hora de la Providencia, necesaria la reconquis
ta de la identidad misma
. de
España, en su
fe y tradición histó,
ricas
... y quiera Nuestro Señor que también sea bajo
la espada ·
y la Cruz. Y así podamos repetir con Menéndez y Pelayo: «Es
paña, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de
herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de
S'!)l Ignacio
...
esa es nuestra grandeza y nuestra unidad; no tenemos otra» (12).
(11) Solzhenitsyn, A., «Alerta a Occidente•, cit. en Mikael, núm. 19.
(12) Menéndez y Pelayo, -M., .Epílogo de la Historia de los Hetero
doxos Españoles~
209
14
Fundaci\363n Speiro
PATRICIA S. MARTINEZ PERONI
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210
Fundaci\363n Speiro
POR
PATRCIA s. MARTINEz Pl!RONI
Psicopedagoga.
SUMARIO: l. DIMENSIÓN LÓGICA: A) definición de loo términos «ordeo
natural».-!!.
DIMENSIÓN METAFÍSICA: . A) Explicación de la realidad
por sus causas últimas.-BJ Negación · de la realidad por sus causas
próximas.-C) Imposibilidad actual de! hombre autónomo para acce
der al ordeo sobrenatural.-D) Negación del Ser y primacía de! De
venír.-III. DIMENSIÓN ANTROPOLÓGICA: A) Definición de los térmi
nos «persona humans».-B) Explicación de la realidad humana por
sus causas últimas.--C) Negación de la realidad humana por sus cau
sas próximas.-D) Impooibilidad de acceso al ordeo sobrenatural en
la
actual antropología cristiana~E) Negación de la naturaleza huma
ns (ser) y primada de la realización (devenir).-IV. DIMENSIÓN ÉTI·
CA: A) Contemplación y fidelidad.-B) Acción y pleniDid.-V. CON·
CLUSIÓN: A) Sujeción y Restauración.
l. DIMENSIÓN LÓGICA.
Al decir de Gustave Thibon, «el hombre de nuestro tiem
po es una rara mezcla de avidez en
la superficie y de indiferencia
en el fondo» ( 1 ); de
ahí que nosotros mismos, imbuidos de este
clima espiritual, seamos, en ciertas
oca¡¡iones, prontos al
deta
lle superficial
y perezosos ante la profundidad de las cosas. Es
por ello necesario, en primer lugar, iniciar nuestra exposición,
. dejando sentado, como postulado primero, el necesario esfuerzo
intelectual que hemos de seguir para desentrañar
la riqueza del
(1) Thibon, G., El equilibrio y la arman/a, Rialp, Madrid, 1978,
pág. 181.
197
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PATRICIA S. MARTINEZ PERONI
telllll que nos proponemos considerar. Esfuerzo de la inteligencia
para desvelar la esencia última del orden natural ...
y esfuerzo
de
la voluntad, para no replegarse en su cómoda debilidad, sino
purificarse en
el querer entender de aquel que se propone al
canzar el
fin establecido. Para lo cual es menester no
sólo el si
lencio exterior sino, primeramente, · el silencio interior de las
potencias espirituales en
cada uno de nosotros: recordando que
«el ruido no hace bien» para
la concentración interna, como ex
presara San Francisco de Sales. Y una
vez aclarado
esto, comenzaremos por indagar sobre
los téitninos que enuncian este tema, para acercarnos, en una
primera mirada, al concepto lógico que se contiene en los vo
cablos «orden natural».
Recogemos del Doctor Angélico
la noción de «orden» como
«la unidad resultante de
la conveniente disposición de muchas
cosas» (2). Es
la pluralidad, reducida a la unidad mediante el
ordenamiento de los fines. La ley de
la finalidad es inseparable
de todo lo que diga relación al orden. Consiste en estar cada cosa en su sitio y cumplir todas su
fin.
El orden . universal es la armónica dirección de todas las
cosas al
fin que Dios señaló, como Supremo Ordenador, y ex
trapolado al ámbito teológico cristiano, no es otra cosa más que
el «Principio y Fundamento» de San Ignacio de Loyola: «El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios
Nuestro
Señor y mediante esto salvar su alma; y las otras cosas
sobre la haz de
la tierra son creadas ·para el hombre, y para que
le ayuden en la prosecución del fin para el que es creado».
La multiplicidad de los seres de Ia creación, entre los cua
les se halla el hombre, se unen en la finalidad última de alaban
za a su Creador, a
través de
la fidelidad. al cumplimiento de los
fines de su propia
existencia.
Pero
advertimos que esta unidad, propia del orden, surge
de
la diversidad, y es aquí donde aparece el segundo concepto
a considerar, a saber, el término «natural».
(2) Santo ,Tomás de A~o, Contra Gentes, IlI-71.
198
Fundaci\363n Speiro
EL ORDEN NATURAL: FUNDAMENTOS
El orden natural se explicita en el concepto de naturaleza.
Esta, en sentido
filos6fico, significa que
cada ser está
regido por
leyes
inmutables, por principios dinámicos que
corutituyen su
existencia,
es decir, que lo hacen ser lo que es.
Es verdad que
las cosas cambian, pero
·es verdad
también que, por debajo de
los
· cambios,
hay
algo que
permanece.
El hombre encuentra dado ese orden, no lo inventa, y, por
eso mismo, se ve llevado a inquirir por su origen. Llegamos,
así, a
la existencia de un Ordenador, y de unas leyes naturales
que tienen su origen o fundamento más allá de sí mismas, es
decir, en la ley eterna o divina. El orden natural, en consecuencia, es lo establecido por el
Ordenador
Supremo al
crear el mundo.
Hay un orden natural y
hay, además,
un orden sobrenatural.
Ambos
exaltan y
revelan la
íntima unidad de Dios, tanto ad
intra como ad extra, reflejando a qué grado de perfección y ele
vación
puede ser llevado el orden natural, informado por la
gracia.
II. IlmENSIÓN METAFÍSICA,
« ¡Ah, si supiésemos atravesar la corteza de las cosas! ... Pero,
hasta los mejores tienen cerrados los ojos, como los apóstoles
en
Getsemaní» (3
).
Debemos huir de nuestros ojos cansados y aprehender a
per•
cibir
con nuestro entendimiento más allá de la corteza o de lo
fenoménico, y anclar así en el misterio profundo
y último de la
realidad misma. Para esto hemos de valernos de la filosofía
como forma superior del saber humano que indaga las causas de las cosas, fruto de demostración. Y en especial de la meta
física, como auténtica sabiduría que desvela el ser, señalando
la dimensión transfísica de la realidad, ese aspecto profundo,
ubicado «más
allá» de
lo sensible, aunque se dé en lo posible.
(3) De la Bigne, M.: Satan4s en la Ciudad, Eclit. Prensa Española,
Madrid, 1968, pág. 29.
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PATRICIA S. MARTINEZ PERONI
Así comprenderemos a Chesterton cuando advierte que «la
profunda
crisis dd mundo moderno no es tanto la consecuencia
de errores nuevos, sino
d efecto de olvidar
antiguas verdades».
De
ahí la necesidad de retornar a las fuentes de la sabiduría,
para «penetrar
d vínculo
misterioso que une al hombre con su
mundo
y su tras--mundo. Esto es, las raíces existenciales -his
tóricas y sagradas---'-dd auténtico vivir humano, frente a las
realizaciones masificadoras
de una razón desencarnada y de un
falso humanismo abstracto que traiciona
d verdadero destino
dd hombre»
( 4 ).
A través de la simple observación,
d ser
humano tiene la
posibilidad de captar la realidad existente, la cual se presenta
de un modo ambival.,;,te, y, a veces, aparentemente contradic
torio. Es esta supuesta antinomia, en verdad, una complemen tariedad, siendo por un lado
la misma realidad inmutable y fija,
y, por
otra, cambiante e inestable.
Es
por esta permanencia · sustancial que advertimos la exis
tencia_ de un orden, ajeno a la voluntad humana, y por esa evolu
ción accidental, la posibilidad de mutaciones en orden a la misma
perfección.
Existe
una creación con una jerarquía de seres, los cuales
· se
presentan con idéntica unidad de fines ( cumplimiento de las
leyes establecidas por Dios), pero con diversidad de naturalezas,
lo cual los hace esencialmente distintos. Nos basta d contem
plar los minerales, los vegetales, los animales irracionales y
d
propio
hombre, en
d mundo físico, para
detectar la evidencia
de esta afirmación sustancial. Este orden natural, con sus leyes
natur;.ies, nos
refleja
la
existencia de un orden divino con su ley eterna, promulgada
desde
antes de comen.zar a existir nada, al principio de todos
los tiempos. El mundo de los seres corpóreos reclama la pre sencia de uu Ser simple
y absoluto, causa primera y necesaria
de todo lo
existente'.
(4) Gambra, R., El silencio de Dios, Edit. Prensa Española, Madrid,
1%8, pág. 29.
200
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EL ORDEN NATURAL: FUNDAMENTOS
El intelecto humano nos descubre, así, lo que ya el paga
nismo
atisbó mediante la razón, principalmente los griegos, y
los cristianos confirmaron, elevándolo por
la fe y la gracia, a
saber,
la existencia de un Dios creador y providente.
Pero esto que en las edades antigua y media era el pan
de
cada día, es ignorado y negado positivamente en la época mo
derna y contemporánea, con el más
radical antropocentrismo y
ateísmo práctico.
Esta desnaturalización es fruto de las ideologías vigentes
actualmente (liberalismo y
marxismo), cuyos
antecedentes re
motos los encontramos, históricamente, en el Renacimiento (su
pervaloración del hombre e incipiente soberbia colectiva),
afir,
ruándose
más
tarde con la Reforma protestante (primacía del
libre
examen que
introduce. el subjetivismo
ra<;ionalista), y
cul
minando con la Revolución francesa ( entronización de la razón
humana y de
la hipertrofia de la libertad). Este antropocen
trismo desencarnado del orden natural es el
que. gesta
al huma
nismo y ateísmo actuales. De esta manera presenciamos nuestra edad contemporánea, preñada en el siglo
XVIII por el iluminis
mo masónico, por el liberal-capitalismo laicista en
el XIX, y por
los socialismos materialistas y ateos del actual siglo xx.
Comprendemos de este modo
cómo todo
este movimiento
histórico-espiritual de conversión a las criaturas
y aversión al
Creador hunde
sus raíces en las profundidades metafísicas
y
teológicas. De ahí que desde el inicio sea un pecado contra el
orden sobrenatural que desordena· el mismo orden natural, ya
que como advierte
Marce! de Villeneuve: «La soberanía del
hombre es satánica, en cuanto pretende expulsar a Dios de
la
sociedad y proclamar contra El los llamados derechos del hom
bre, exactamente ignal que Lucifer pretendía sustituir a Dios en el cielo
y proclamar contra El los pretendidos derechos de
los ángeles rebeldes» (5). Como señala Gustave Thibon, «se acerca a gran.des pasos
la hora en que la idolatría del porvenir que
.no reconoce
otro
(5) De la Bigne, M., op. cit., págs. 121 y 123. 201
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PATRICIA S. MARTINEZ PERONI
dios que el 'hombre mismo, le ocultará la eternidad... y ésta
será la suprema prueba de
fe: ante el silencio de Dios, los
creyentes del mañana tendrán quizá que elegir entre la realidad invisible de una eternidad en apariencia, sin porvenir, y el
es
pejismo brillante de un porvenir sin eternidad» ( 6 ).
Y quizá parezca radicai el planteamiento al afirmar la
des
trucción
del hombre mismo por el alejamiento del orden
natu
ral,
como consecuencia de su abandono de
Dios. Pero es ma
nifiesto
que este desorden ha
trasttocado a
las mismas insti
tuciones encargadas de la custodia y fidelidad del
orden inmutable,
apareciendo
hoy no sólo las sociedades y los estados en verti
ginosa decadencia, sino
· también
la misma Iglesia de Cristo,
ma
nipulada
por el espíritu de las tinieblas. A la herejía protestante
en la época moderna, sucede la herejía progresista en nuestra
época contemporánea. El ertor y la infidelidad a la
fe se repi
ten;
protestantes y progresistas buscan otra
Iglesia. Nuevamente
el
desorden a nivel sobrenatural y natural, la autonomía de las
causas segundas (creaturas) frente a la Causa Primera, que es Dios (Creador). Esta es
la metafísica del progresismo, cuya
esencia es la secularización. Por todo esto concluimos, en este
· segundo
punto, que si
la
realidad nos revela la existencia de seres y un Ser inmutable,
a lo
cual accedemos por el entendimiento y perfeccionamos por
la fe, las ideologías (racionalismo) y la actual herejía progresis
ta (infidelidad a la fe), nos enajenan de lo real. Negado
el Ser
inmutable y absoluto,
la creación ya no tiene principio ni fin,
y cualquier azar o evolucionismo se justifica como principio y
fundamento del desorden existencial que hoy en día impera. Y
negada la uuidad de los fines, establecida por
el Supremo legis
lador, se enturbia. la diversidad propia de
la multiplicidad de
naturalezas creadas ... y ante la confusión, como fruto la
anar
quía
real... y ante
el desorden, como justificación racional: las
utopías,.. y, como consecuencia última, «la promesa de un pa-
(6) Thibon, G., Prólogo a El ,ilencio de Dios de R. Gambra, pági
nas 14 y 15.
202
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EL ORDEN NATURAL: FUNDAMENTOS
raíso que sólo úene un defecto: ¡es imposible!, y para peor,
impide
la .felicidad posible» ( 7 ).
En síntesis, negado el Ser ( orden natural
y sobrenatural),
surge la
primacía del devenir... el cambio por el cambio mismo.
Asistimos
al apogeo de
la «Dialéctica» a todos los niveles: re
ligoso, filosófico,
políúco, económico y militar. La
praxis ha
aniquilado a
la contemplación; Marta ha desplazado a María
en la ceguera de su acúvismo, incapaz de silencio ante Dios y
ante
las cosas ... No existe el Ser; en consecuencia, no existe
la
Unidad,
la Verdad ni el Bien.
fil. DIMENSIÓN ANTROPOLÓGIG&.
En una primera aproximación a la realidad humana descu
brimos
que
iznthropos en griego significa hombre, y el vocablo
expresa «el que
mira hacia
arriba». Los romanos, más prácúcos,
llamaron al hombre
homo, cuyo origen es «humus», es decir
«derra». Y así, según señala Abelardo Pithod,
el ser humano
es
anthropos
y homo. Ser del cielo y de la úerra. El ·hombre es
un
ser compuesto de cuerpo y alma espiritual.
Adentrándonos a nivel filosófico, aprehendemos que ante
todo es criatura ( causa segunda, contingente
y dependiente de
la Causa Primera que le da su existencia y naturaleza). Ahora
bien,
aunque
es un ser corpóreo,
· integrante
del mundo
físico,
transciende
este ámbito por su naturaleza específica y se eleva
al mundo metafísico de la religi6n, la moral y la cultura. De
ahí, la conocida expresión de Boecio al decir que «persona es
la sustancia individual de naturaleza racional», lo cual, aseve
rado por
la Revelación sobrenatural, nos manifiesta al hom
bre como
imagen viva
de Dios ( naturaleza espiritual, partícipe
de inteligencia
y voluntad) e hijo suyo (naturaleza sobrenatu
ral, partícipe de la gracia de
la Redención).
(7) Pithod, --A., Curso de Doctrina Social, Cruz y Fierro Editores~
Buenos Aires, 1979, pág. 20K
203
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PATRICIA S. MARTINEZ PERONI
Este -microcosmos, como lo denominaban los griegos, no es
un ser clausurado en la inmanencia del mundo físico, ya que,
como afirmara Santo Tomás de Aquino,
el hombre no está in
jertado en un mundo al que de por sí serla ajeno; por el con
trario, el mundo es su ámbito propio,
_ del que constiruye a la
veJ< la
síntesis y la
culminación. Está - sujeto a
las leyes físi
cas, como todo ser corpóreo, por ser él mismo un cuerpo; posee
vida, como los vegetales, y está sometido a las exigencias bio
lógicas;
tiéne sentidos
que le
-permiten conocer
y sentir, a la
vez que posee instintos,-como los aoima]e!i:.. Pero ~ende a
los demás seres, por su capacidad de comprender ( entendimien
to) y de
amar (
voluntad), propio de su interioridad espirirual.
De
ahí que todo el orden humano esté impregnado por esta
dimensión espirirual, propia de su ser. Por ello, la concepción
de la sociedad, de la política
y de_ la economía se apoya en la
idea del hombre, es decir, en aquella parte de la filosofía que
recibe el nombre de «antropología». Y, a su
veJ<, la
idea
filo
s6fica del hombre o antropología es subsidiaria de la idea úl
tima que nos hagamos de lo real, es decir, del ser. A esto lla
mamos «metafísica». Advertimos, pues, que
la explicación de la realidad humana
por sus causas últimas (metafísicas) nos manifiesta la profun
didad y
riqueJ
la persona como tal.
Observamos, por tanto, que el hombre no tiene valor sola
mente por sus acciones ··(comer, reproducirse, sentir, conocer,
amar, etc.), ni por su~ hábitos (físicos o racionales), ni siquiera
por sus capacidades o potencias más espirituales ( entendimien to y voluntad), sino por su naturaleza
específica que
conforma
el sustrato último que explica su ser. El valor ontológico de la
persona humana radica en existir con una esencia determinada, a saber,
· como
una creatura compuesta de cuerpo material y
alma espirirual. El orden narural nos pone de relieve la estructura íntima
del hombre, como un ser cuya unión substancial de cuerpo y
alma
configura la
unidad última en la diversidad de partes ·cons
tirutivas que
posee.
_
204
Fundaci\363n Speiro
EL ORDEN NATURAL: FUNDAMENTOS
Nuevamente el fin del hombre, creatura cuya dimensión
trascendente
puja por alcanzar un Bien absolµto que le brinde
la felicidad plena y perfectiva, nos señala que
la unidad en la.
diversidad,
result.ante del orden de
la naturaleza humana, viene
implícita y
signada por la ley de la . finalidad. Y así como en
el universo la existencia de diversas naturalezas con unidad
.de
fines, nos- ponía en contacto con la Causa primera, autora ·de
cuanto existía, así también, ahora, la naturaleza humana recla
ma una Causa que sea su principio y fundamento existencial. Esta Causa eficiente
no. es .otra que
Dios y su divina provi
dencia.
De capital importancia es
el reconocimiento de esta Causa
primera y eficiente, ya que «si Dios no existe, todo está
per
mitido». como advierte Dostoyevski. Y, consecuentemente, ca
rece de fundamento
la ley natural y la ley divina; si se niega
al Supremo legislador que las promulga eternamente, tomándose subjetivo y arbitrario en el orden humano todo positivismo ju
rídico que
no traspase este ámbito. Por ello, como excelente
mente lo justiprecia
Rafael Gambra, «Los orígenes de las so,
ciedades
y
el sentimiento profundo de su tradición no son nun
ca ajenos a una inspiración religiosa... Sin religión no sutge un
pueblo, ni una cultura histórica del tribalismo primitivo.
De
ahí el rostro divino, sacralizado de toda ciudad histórica junto
al rostro humano que la hace personal y diferenciada» (8).
Pero, «cuando no se cree en Dios, no es por no creer en
nada, es por creer en cualquier cosa ... » (9) y, así, el hombre
moderno y contemporáneo, al
renegar de
su
. Creador,
se adhie
re a las ideologías como sustitutos idolátricos del porvenir. El
nuevo panteón se
halla presidido por los dioses vigentes en la
sociedad acrual: la libertad, la igualdad y
la fraternidad por
Occidente; el paraíso comunista,
el trabajo y el gobierno nomi-
(8) Gambra, R., «La ciudad y la realización», én Verbo (AxgenÍina),
núm. 114, septiembre de 1971.
(9) Chesterton, G. K., cit. en Mikael (Revista -del Seminario de Pa~
raná, Argentina), núm. 19, pág. 124.
205
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PATRICIA S. MARTINEZ PERONI
nal del proletariado por Oriente ... y, en ambos, el común de
nominador materialista, indiferentista y ateo.
Nuevamente
las ideologías niegan el orden natural en su
totalidad;
y en su particular concreción a nivel humano, al des
personalizar al hombre en un naturalismo individualista
y co
lectivista, según la cosmovisión que lo plasme.
La nueva religiosidad carece, por tanto, de faceta trascen
dente,
y todo gira ,en torno al valor «material», cerrando en un
inmanentismo absurdo el sentido último de la existencia hu mana. El
fin es el hombre por el hombre mismo, aunque éste
desespere en su finitud e imperfección. El hombre que amputa su tendencia
y posibilidad de per
fección fruitiva, a la vez que paradójicamente necesita más su
realización plena. Busca la felicidad sin límites, al tiempo que niega la fuente de la cual dimana. Tiene
sed de eternidad y
absoluto, mientras se revuelca en lo efímero y perecedero.
Al mismo tiempo, este antropocentrismo no deja de infec
tar al mismo orden que compete al· ámbito eclesial. Y a antes
hicimos mención del influjo deficiente del progresismo religio so en su proceso desacralizador, a través del vaciamiento del
orden teologal
y cardinal, como asimismo en su temporalismo
radical al encauzar
la· salvación
principalmente en lo histórico
social.
La nueva antropología cristiana propugna un plan salvífico
a través de las estructuras político-sociales, que actúan como sa
cramentos infusores de la nueva gracia. La militancia cristiana sólo se justiprecia en el compromiso
. con
los hermanos ( sean
judíos, masones
o mahometanos) para construir un mundo
nue
vo,
donde
la coexistencia pacífica ( no en · el orden, aino en la
tolerancia del desorden) sea el valor absoluto de caridad. Los enemigos del alma ya no existen; Satanás es un símbolo lin
güístico
y el infierno una metáfora bíblica; el mundo es un
aliado ocasional, cuando no un amigo acomodaticio;
y la carne
una pobre
víctima que clama
por sus derechos, denegados por
· una
religión con tabúes. ancestrales.
El progresismo nos oferta, pues, una religiosidad horizon-
206
Fundaci\363n Speiro
EL ORDEN NATURAL: FUNDAMENTOS
talista, dorule sólo existe Dios si está primero el prójimo; la
verdad, si. previa a ella hay sinceridad (aun de error); el bien,
si hay fraternidad tolerante y vivencia permisiva entre los her
manos.
En síntesis, que la posibilidad ,de acceso al orden sobre
natural se
halla truncada en esta Iglesia de los nuevos tiempos
que trata de salvarse en el mundo, y no, de salvar al mundo. Sólo en
la auténtica Tradición de la Iglesia, Madre y Maes
tra del militante católico, puede hallarse el alimento espiritual,
capaz de calmar
la sed de Dios, que el alma humana posee.
Concluimos en este punto lo que ya advirtiéramos al prin
cipio: negado el
ser de la naturaleza humana, prima su reali
zación (devenir) a tientas. Omitido su natural orden, con su
finalidad implícita, queda sólo
la anarquía de sus potencias que
se hipertrofian una tras otra
en'una carrera
sin sentido. Y como
fruto de
la confusión e incertidumbre, la angustia actual, la in
felicidad y
.el nihilismo.
Vivir por vivir, sin preguntarse por
qué, ni para
qué, sólo
vivir. . . aunque sea
morir a la eternidad.
IV. DIMENSIÓN ÉTICA.
«¡Alma, da cuanto poseas,
hasta las últimas sobras!
Tú, voluntad, date en obras;
tú, inteligencia, en ideas.
Y, al
fin, rendido, quisiera
poder decir cuando muera: ¡Señor, yo no traigo nada
de cuanto
tu amor me diera! ...
¡Todo lo dejé en
la arada
en tiempo de sementera!. ..
» (10).
(10} ];>emán, J. M,, cit. en A la conquista de tu personalidad, de
Goossens, A. (S. J.), Ed, Atenas, Madrid, 1954, pág. 260.
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PATRICIA S. MARTINEZ PERONI
Es la ética la ciencia que nos señala el fin último del hom
bre y los medios conducentes
al logro del mismo. Por ello de
ben buscarse sus raíces teológicas, metafísicas y antropológicas
·en
un
realismo acorde
al ser que manifiestan.
De
ahí que
la primera actitud es la contemplación de la rea
lidad y,
en ella,
la mirada dirigida a la misma persona humana.
La existencia del
alma espiritual que informa la cOrporeidad, nos
evidencia una
unión de
naturalezas incompletas, que juntas tien
den a idéntico fin. La perfección
de la creatura humana en la su
misión
a Aquel
que es perfecto y eterno, el Bien objetivo y úl
timo, que satisface y
dá plenitud,
aun subjetiva (felicidad) al
hombre en cuanto tal. Ahora
bien, este fin, por ser extrfusec0, debe ser alcanzado
para
poder ser poseído; de
ahí la tensión dinámica de la libertad
humana en vías de salvación. Implicando
el movimiento que las
capacidades o potencias se actualicen,
· por
lo
cual es necesario
.en
su
ejecución la presencia no
sólo de
actos, sino principalmen
te de hábitos perfectivos
que configuren una
segunda naturaleza;
restauradora de la primera en su imperfección. Así, a
la naturaleza
caída
por el pecado original y restaurada
por la gracia de la Redención,· se
le otorgará
su acabada confi
guración al regenerarla por el ejercicio de las virtudes, que se
rán .los medios
óptimos para conducirla a su
Principio y
Fun
damento últimos. Al decir de Romano Guardini, la auténtica
misión humana
consistirá en
la fidelidad a ser lo que realmente
se «debe ser», es decir, persona humana en plenitud. Por esto, que no implica la contemplación una pasividad es
téril, sino la primera fuente de dónde brotará toda auténtica ac
tividad. Y ésta
será, entonces, realización
perfeccionante, ya que
llevará a su término la riqueza latente de las capacidades propias
del hombre.
Sólo la
presencia de este organismo
natural· y
sobrenatural,
propio de las virtudes, hará capaces de heroicidad y santidad a cada uno de nosotros, ya que de ese orden interior brotará
el
sefiorío de s! mismo y la autoridad moral, necesarios para alcan
zar el
fin de nuestra existencia.
208
Fundaci\363n Speiro
EL ORDEN NATURAL: FUNDAMENTOS
V. CONCLUSIÓN.
La ética cristiana se funda en d orden natural; · éste, a su vez,
encuentra su fundamento en el orden divino, cuyo autor es Dios.
El ser humano no es libre respecto de ese orden,
est.á moralmente
obligado
a
seguirlo, ya
que puede conocerlo con su entendi
miento y debe querer su sujeción y restauración a través de su
recta voluntad.
Se debe, por tanto, .custodiar ese orden y combatir contra
aquellas ideologías y herejías que lo destruyen, ya que «el libe
ralismo, el socialismo y el comunismo son imposturas cteadas sobre una falsa concepción antropológica, y en virtud de ello
.de
tanto
en tanto deben volver temporariamente al orden natural
para poder
seguir subsistiendo,
porque las sociedades, como los
hombres, o expulsan de su seno a los cuerpos extraños o mue
ren» (11). De
ahí que, particularizado en el momento presente, y en
esta España de hoy, sea menester para todo ello que así como
un día se emprendió la conquista
de América,
con
la Cruz y con
la espada, como signo de riqueza en el orden sobrenatural y na
tural, sea, en esta hora de la Providencia, necesaria la reconquis
ta de la identidad misma
. de
España, en su
fe y tradición histó,
ricas
... y quiera Nuestro Señor que también sea bajo
la espada ·
y la Cruz. Y así podamos repetir con Menéndez y Pelayo: «Es
paña, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de
herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de
S'!)l Ignacio
...
esa es nuestra grandeza y nuestra unidad; no tenemos otra» (12).
(11) Solzhenitsyn, A., «Alerta a Occidente•, cit. en Mikael, núm. 19.
(12) Menéndez y Pelayo, -M., .Epílogo de la Historia de los Hetero
doxos Españoles~
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Fundaci\363n Speiro
PATRICIA S. MARTINEZ PERONI
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