Índice de contenidos
Número 231-232
Serie XXIV
- Textos Pontificios
- Aniversarios
-
Estudios
-
Importancia y necesidad del estudio
-
Ideología y religión en la Hungría de hoy
-
De la «independentzia» a la «burujabetza»
-
¡Demasiado Estado! ¿Menos Estado?
-
Meditación de la Revolución francesa (I)
-
Temas de la literatura utópica. Sus consecuencias en el pensamiento urbanístico de los siglos XIX y XX
-
El orden natural: fundamentos
-
El P. Victorino Rodríguez, O.P. y la escolástica, hoy. Presentación del libro «Temas-clave de humanismo cristiano»
-
Cómo pensaba un fraile español en tiempos de la Revolución francesa
-
- Actas
- Ilustraciones con recortes de periódicos
-
Información bibliográfica
-
G. W. F. Hegel: El sistema de la eticidad
-
Alexis de Tocqueville: Recuerdos de la Revolución de 1848
-
Manuel de Santa Cruz: Apuntes y documentos para la historia del tradicionalismo español (1939-1966)
-
Francisco José Fernández de la Cigoña: Jovellanos. Ideologías y actitudes religiosas, políticas y económicas
-
Germán Arciniega: América en Europa
-
C. Alberto Roca: Vida del Cardenal Arzobispo Cirilo de Alameda y Brea
-
- Crónicas

Autores
1985
C. Alberto Roca: Vida del Cardenal Arzobispo Cirilo de Alameda y Brea
•
INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Olavide o Mejfa Lequerica, que Arciniegas sobrevalora y, en
el caso de Olavide, omitiendo un dato fundamental, como es su
conversión final y
el haber escrito El Evangelio en triunfo, no
pasan de
ser dos
españoles
de ultramar llegados a una patria
que era absolutamente suya: España. Y que como a hijos les re
cibió. Macanaz · tiene tanto que ver con América como con el
Kurdistán. Americanizar a
Garibaldi es como africanizar a Na
poleón porque estuvo en Egipto o murió en Santa Elena.
Y así
todo. Los ejemplos más típicamente americanos, un Benito Juá
'rez,
por· ejemplo.
-y se llamaba Benito y
Juárez--en su acti-·
vidad
política no fue más que un puro remedo de los liberales
masones··y anticatólicos
europeos.
Esa América, por otra parte, la disociada
de las rafees reli
giosas que España
y Portugal llevaron a esas tierras, y que tanto
fruto dieron, es con la que Arciniegas
sintoniza y
a la que en
salza. Las
reticencias ante la Iglesia son constantes en su hbro.
Si como
divertimento erudito la obra es notable, hacerla tras
cender de ello no
serla más
que el origen de una inútil polémi
ca que pronto
llevarla -pues
son evidentes los datos-- a res
taurar la vetdad histórica. El buen sentido de nuestros hermanos
de
América habrá,
a buen seguro, de evitatlo. La grandeza y el
futuro prometedor de aquel continente va por otros rumbos.
FRANCISCO JosÉ FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA.
C. Alberto. Roca: VIDA DEL CARDENAL ARZOBISPO
CIRILO DE ALAMEDA Y BREA
(*).
Personaje verdaderamente rocambolesco fray Cirilo de Ala
meda y Brea. Su larga vida --que llegó hasta los 91 años-- más
parece una novela de aventuras que el sosegado pasar por el
mundo de
un fraile
y de un obispo. Cierto que. el siglo XIX fue
agitado para la Iglesia española y para sus hombres, pero, aun
así, la petipecia vital del cardenal Alameda rompe todos los
moldes. Joven franciscano, embarca, en
días turbulentos
de ruptura
con la Madre Patria hacia la .América que se insurreccionaba. Y,
enseguida
. le
vemos en Montevideo dirigiendo un periódico es
pafioµsta y belicoso. Huye de la capital cuando la derrota espa
fiola, es
CtJesti6n de
horas, y surge en
el· Brasil portugués
donde
(*) Montevideo, 1974, 171 págs.
258
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBLIOGRAFICA
se erige en agente matrimonial de las princesas de Braganza.
Fuera
la iniciativa
de doña Carlota Joaquina, del fraile francis
cano o de a¡nbos, el éxito sonrió a Alameda -como a lo largo
de toda su vida-y Fernando VII y Don Catlos casan con sus
sobrinas lusitanas. El oscuro
fraile, después
del éxito matrimonial, pasa
a ser
figura en
la corte
madrileña y se hace con .el generalato de los
franciscanos. Hábilmente, según
García de León y Pizarro. Aun
que el veneno que siempre destila su pluma· no permite tenerle
como incontestable autoridad.
Consultor de la Inquisición, Grande de España... Su nom
bre se vincula en todas las relaciones de la famosa
y denostada
«camarilla» del rey. El Trienio, naturalmente, le es adverso y
lo concluye en el exilio. Se ha escrito que su vida corrió pe
ligro en la España revolucionaria. Y bien pudo ser cierto. La restauración fernandina lo devuelve a España
y a su firme
posición en la Corte. Pero
el· rey
era voluble y por razones aún
no muy claras decide alejarlo de España, consiguiendo para
él la
mitra arzobispal de Santiago de Cuba. Más lejos sólo le queda
ban las Filipinas. Fray Cirilo quiso renunciar al honor que se le
ofrecía, pero el rey no admitió excusas y
Alamed.a vuelve
a cru
zar
el océano por tercera vez en dirección a las Indias, en esta
ocasión como Arzobispo.
Apenas
. le
qued ba vida al rey
y su muerte y sucesión fue
ron trágicas para España. Nuestro arzobispo,
y también por
causas todavía no
si¡ficientemente aclaradas,
abandona pocos años
después su sede y aparece en España en la corte
de Don Car
los. En ella se debatían «apostolicos»
y moderados, y Alameda
toma partido por estos últimos, lo que le vale el odio de los
primeros, que no vacilan, con o sin razón, en identificarle con
Maroto. Y, recordando sus anteriores -éxitos matrimoniales, casa
a Don Carlos, viudo de uoa Braganza, con una hermana de la
princesa muerta. ·
El huodimiento del carlismo parece acabar definitivamente
con la
carrera del
franciscano. Pero no es así. En 1849 es nom
brado por Pío IX e Isabel II, Arzobispo de Burgos. En 1857 es trasladado a la sede primada de Toledo, y uo año después
creado Cardenal.
Sin embargo
. esta
figura, que parecía llamada a dirigir la po
lítica
y la marcha de la Iglesia española se apaga, y de un modo
tan llamativo como llamativa
había sido
su
fulgurante carrera.
Como
Arzobispo de Burgos
y como Cardenal. Primado apenas
se hace notar. Es un obispo sumiso, demasiado s~iso, a las
259
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBUOGRAFICA
autoridades civiles, que pasó prácticamente desapercibido en unos momentos realmente conflictivos entre la Iglesia y el Estado.
El segundo mandato de Espartero, O'Donnell y el reconocimien
to del
reino de Italia, la revolución de 1868 ... Tampoco en el
Concilio Vaticano pesó el Cardenal de Toledo, ¿vejez?,
¿can
sancio?,
¿falta de ambición en quien había conseguido todo en
la Iglesia de España?...
·
Por
si faltara poco en tan agitada biografía, hay que
sefia
lar
también la adscripción a la masonería del controvertido
per
sonaje, ¿como espía?, ¿por otras -razones?
Incomprensiblemente esta figura apasionante no ha intere
sado a nuestros historiadores. Y aún está por escribir la biogra
fía que
Alameda se merece.
Con el desfase que impone el increíble y absurdo descono
cimiento que
·en España
tenemos
de· lq que
ocurre en la América
· Hispana
-la distancia física es también, desgracidamente, inte
lectual- me llega el libro que C. Alberto
Rqca ha
escrito en
1974 sobre Citilo Alameda. El autor, sobradamente conocido
en
el Cono Sur, embajador de su . patria, Uruguay, en la Repú
blica Argentina, con numerosas publicaciones sobre materias
his
tóricas y jurídicas, ha· escrito un libro realmente valioso sobre
nuestro desconocido· y olvidado cardenal. Su aportación a la estancia en América de Alameda -Mon
tevideo, Río
de Janeiro y Cuba- es de gran importancia, y en
lo. que se refiere al Uruguay, definitiva. Aun con el carácter re
lativo que en
la historia
puede darse a lo definitivo.
Quien vaya
· a
dedicarse a Alameda, y ojalá sea pronto,
ten
drá
que contar con lo que Roca ha escrito. Y su trabajo es un
modelo para los historiadores: búsqueda en archivos, contraste
de fuentes, actualización
bibliográfica... .
Como
no podría ser de otro modo, también fue polémico
Ala
meda en Uruguay. Y, como firtne sostenedor de la causa espa
ñolista, uno de los perdedores. Por ello se ocuparon menos de él los escritores de la República que nacía. Pero sus actividades
uruguayas y brasileñas son claves en la configuración de la
per
sonalidad
del fraile franciscano. Su «oración exhortatoria», un
elogio de la Constitución de 1812, nos parece un precedente
acomodaticio
a sus maduros años de Burgos y Toledo. Y si en
verdad creyó lo que decía, su perspicacia no es comparable a
la
del. Obispo de Orense, a la de Arias Teijeiro, a la del Marqués
de Villaverde de
Llmia, a la de tantos que vieron, desde el pri
mer momento, que aquel código era la consagración de los prin
cipios revolucionarios. Que Alameda, es patente, repudiaba.
260
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Elogios también a los capítulos brasileño y cubano. Es lás
tima su brevedad, porque están llenos de sugerencias y de pis
tas de investigación. Eran
los años activos de Alameda y su p<;r
sonalidad
lo llena todo.
Respecto a
los españoles el lector queda
. con
una sensación
de disgusto. No
a causa
de Roca, que aporta .datos de interés
recogidos· en los archivos de Burgos
y Toledo, sino por culpa
de Alameda. Y es que no pasa
llllda, Como
he dicho, Alameda
se ha apagado. Obispos
de diócesis de mucha menos importan-.
cia
se hacían notar extraordinariamente más que el Arzobispo
de Burgos
y el Cardenal Primado.
Obra, por tanto, que 'sólo
merece elogios y que recomen-.
damos
sinceramente a todos los que se interesen por la persona
y por la época.
FRANCISCO JOSÉ FDEZ. DE LA CIGOÑA.
261
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Olavide o Mejfa Lequerica, que Arciniegas sobrevalora y, en
el caso de Olavide, omitiendo un dato fundamental, como es su
conversión final y
el haber escrito El Evangelio en triunfo, no
pasan de
ser dos
españoles
de ultramar llegados a una patria
que era absolutamente suya: España. Y que como a hijos les re
cibió. Macanaz · tiene tanto que ver con América como con el
Kurdistán. Americanizar a
Garibaldi es como africanizar a Na
poleón porque estuvo en Egipto o murió en Santa Elena.
Y así
todo. Los ejemplos más típicamente americanos, un Benito Juá
'rez,
por· ejemplo.
-y se llamaba Benito y
Juárez--en su acti-·
vidad
política no fue más que un puro remedo de los liberales
masones··y anticatólicos
europeos.
Esa América, por otra parte, la disociada
de las rafees reli
giosas que España
y Portugal llevaron a esas tierras, y que tanto
fruto dieron, es con la que Arciniegas
sintoniza y
a la que en
salza. Las
reticencias ante la Iglesia son constantes en su hbro.
Si como
divertimento erudito la obra es notable, hacerla tras
cender de ello no
serla más
que el origen de una inútil polémi
ca que pronto
llevarla -pues
son evidentes los datos-- a res
taurar la vetdad histórica. El buen sentido de nuestros hermanos
de
América habrá,
a buen seguro, de evitatlo. La grandeza y el
futuro prometedor de aquel continente va por otros rumbos.
FRANCISCO JosÉ FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA.
C. Alberto. Roca: VIDA DEL CARDENAL ARZOBISPO
CIRILO DE ALAMEDA Y BREA
(*).
Personaje verdaderamente rocambolesco fray Cirilo de Ala
meda y Brea. Su larga vida --que llegó hasta los 91 años-- más
parece una novela de aventuras que el sosegado pasar por el
mundo de
un fraile
y de un obispo. Cierto que. el siglo XIX fue
agitado para la Iglesia española y para sus hombres, pero, aun
así, la petipecia vital del cardenal Alameda rompe todos los
moldes. Joven franciscano, embarca, en
días turbulentos
de ruptura
con la Madre Patria hacia la .América que se insurreccionaba. Y,
enseguida
. le
vemos en Montevideo dirigiendo un periódico es
pafioµsta y belicoso. Huye de la capital cuando la derrota espa
fiola, es
CtJesti6n de
horas, y surge en
el· Brasil portugués
donde
(*) Montevideo, 1974, 171 págs.
258
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBLIOGRAFICA
se erige en agente matrimonial de las princesas de Braganza.
Fuera
la iniciativa
de doña Carlota Joaquina, del fraile francis
cano o de a¡nbos, el éxito sonrió a Alameda -como a lo largo
de toda su vida-y Fernando VII y Don Catlos casan con sus
sobrinas lusitanas. El oscuro
fraile, después
del éxito matrimonial, pasa
a ser
figura en
la corte
madrileña y se hace con .el generalato de los
franciscanos. Hábilmente, según
García de León y Pizarro. Aun
que el veneno que siempre destila su pluma· no permite tenerle
como incontestable autoridad.
Consultor de la Inquisición, Grande de España... Su nom
bre se vincula en todas las relaciones de la famosa
y denostada
«camarilla» del rey. El Trienio, naturalmente, le es adverso y
lo concluye en el exilio. Se ha escrito que su vida corrió pe
ligro en la España revolucionaria. Y bien pudo ser cierto. La restauración fernandina lo devuelve a España
y a su firme
posición en la Corte. Pero
el· rey
era voluble y por razones aún
no muy claras decide alejarlo de España, consiguiendo para
él la
mitra arzobispal de Santiago de Cuba. Más lejos sólo le queda
ban las Filipinas. Fray Cirilo quiso renunciar al honor que se le
ofrecía, pero el rey no admitió excusas y
Alamed.a vuelve
a cru
zar
el océano por tercera vez en dirección a las Indias, en esta
ocasión como Arzobispo.
Apenas
. le
qued ba vida al rey
y su muerte y sucesión fue
ron trágicas para España. Nuestro arzobispo,
y también por
causas todavía no
si¡ficientemente aclaradas,
abandona pocos años
después su sede y aparece en España en la corte
de Don Car
los. En ella se debatían «apostolicos»
y moderados, y Alameda
toma partido por estos últimos, lo que le vale el odio de los
primeros, que no vacilan, con o sin razón, en identificarle con
Maroto. Y, recordando sus anteriores -éxitos matrimoniales, casa
a Don Carlos, viudo de uoa Braganza, con una hermana de la
princesa muerta. ·
El huodimiento del carlismo parece acabar definitivamente
con la
carrera del
franciscano. Pero no es así. En 1849 es nom
brado por Pío IX e Isabel II, Arzobispo de Burgos. En 1857 es trasladado a la sede primada de Toledo, y uo año después
creado Cardenal.
Sin embargo
. esta
figura, que parecía llamada a dirigir la po
lítica
y la marcha de la Iglesia española se apaga, y de un modo
tan llamativo como llamativa
había sido
su
fulgurante carrera.
Como
Arzobispo de Burgos
y como Cardenal. Primado apenas
se hace notar. Es un obispo sumiso, demasiado s~iso, a las
259
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBUOGRAFICA
autoridades civiles, que pasó prácticamente desapercibido en unos momentos realmente conflictivos entre la Iglesia y el Estado.
El segundo mandato de Espartero, O'Donnell y el reconocimien
to del
reino de Italia, la revolución de 1868 ... Tampoco en el
Concilio Vaticano pesó el Cardenal de Toledo, ¿vejez?,
¿can
sancio?,
¿falta de ambición en quien había conseguido todo en
la Iglesia de España?...
·
Por
si faltara poco en tan agitada biografía, hay que
sefia
lar
también la adscripción a la masonería del controvertido
per
sonaje, ¿como espía?, ¿por otras -razones?
Incomprensiblemente esta figura apasionante no ha intere
sado a nuestros historiadores. Y aún está por escribir la biogra
fía que
Alameda se merece.
Con el desfase que impone el increíble y absurdo descono
cimiento que
·en España
tenemos
de· lq que
ocurre en la América
· Hispana
-la distancia física es también, desgracidamente, inte
lectual- me llega el libro que C. Alberto
Rqca ha
escrito en
1974 sobre Citilo Alameda. El autor, sobradamente conocido
en
el Cono Sur, embajador de su . patria, Uruguay, en la Repú
blica Argentina, con numerosas publicaciones sobre materias
his
tóricas y jurídicas, ha· escrito un libro realmente valioso sobre
nuestro desconocido· y olvidado cardenal. Su aportación a la estancia en América de Alameda -Mon
tevideo, Río
de Janeiro y Cuba- es de gran importancia, y en
lo. que se refiere al Uruguay, definitiva. Aun con el carácter re
lativo que en
la historia
puede darse a lo definitivo.
Quien vaya
· a
dedicarse a Alameda, y ojalá sea pronto,
ten
drá
que contar con lo que Roca ha escrito. Y su trabajo es un
modelo para los historiadores: búsqueda en archivos, contraste
de fuentes, actualización
bibliográfica... .
Como
no podría ser de otro modo, también fue polémico
Ala
meda en Uruguay. Y, como firtne sostenedor de la causa espa
ñolista, uno de los perdedores. Por ello se ocuparon menos de él los escritores de la República que nacía. Pero sus actividades
uruguayas y brasileñas son claves en la configuración de la
per
sonalidad
del fraile franciscano. Su «oración exhortatoria», un
elogio de la Constitución de 1812, nos parece un precedente
acomodaticio
a sus maduros años de Burgos y Toledo. Y si en
verdad creyó lo que decía, su perspicacia no es comparable a
la
del. Obispo de Orense, a la de Arias Teijeiro, a la del Marqués
de Villaverde de
Llmia, a la de tantos que vieron, desde el pri
mer momento, que aquel código era la consagración de los prin
cipios revolucionarios. Que Alameda, es patente, repudiaba.
260
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Elogios también a los capítulos brasileño y cubano. Es lás
tima su brevedad, porque están llenos de sugerencias y de pis
tas de investigación. Eran
los años activos de Alameda y su p<;r
sonalidad
lo llena todo.
Respecto a
los españoles el lector queda
. con
una sensación
de disgusto. No
a causa
de Roca, que aporta .datos de interés
recogidos· en los archivos de Burgos
y Toledo, sino por culpa
de Alameda. Y es que no pasa
llllda, Como
he dicho, Alameda
se ha apagado. Obispos
de diócesis de mucha menos importan-.
cia
se hacían notar extraordinariamente más que el Arzobispo
de Burgos
y el Cardenal Primado.
Obra, por tanto, que 'sólo
merece elogios y que recomen-.
damos
sinceramente a todos los que se interesen por la persona
y por la época.
FRANCISCO JOSÉ FDEZ. DE LA CIGOÑA.
261
Fundaci\363n Speiro